Inverosimil misterios

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Fenomenos Inexplicables

Selecciones del Readerยง Digest ~fi



ÍNDICE La eterna búsqueda de respuestas Más allá del muro del tiempo Profecías Anomalías Coincidencias

Destinos misteriosos Combustión humana espontánea Crímenes y ataques inexplicables Apariciones y desapariciones

Monstruos y espectros Monstruos Incursiones espectrales

Cielos inquietos Cosas extrañas de lo alto Objetos voladores no identificados Allá en el cielo: excentricidades atmosféricas y astronómicas

En el reino de los milagros

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182 184 207 236

Curaciones e inmunidades Señales y prodigios

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Bibliografía Índice alfabético Créditos

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La eterna búsqueda de respuestas MÁS ALLÁ DEL MURO DEL TIEMPO DESTINOS MISTERIOSOS

MONSTRUOS Y ESPECTROS

CIELOS INQUIETOS

EN EL REINO DE LOS MILAGROS

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Los frescos que Miguel Ángel pintó en el Vaticano en el siglo XXl reflejan de modo sublime los misterios de la antigüedad.


"Nada en nuestra experiencia es tan bello como lo misterioso. De ahí nacen el arte y la ciencia verdaderos."— Albert Einstein

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na necesidad humana casi tan imperiosa como las básicas de alimento, vivienda y compañía es la de crear un mundo ordenado, gobernado por normas seguras, y desarrollar un sistema de creencias tranquilizador. A esta aspiración se debe el que adivinos, sabios y expertos de toda condición hayan sido escuchados desde el principio de los tiempos. Nunca han faltado, ni faltarán probablemente, autoridades dispuestas a encontrar explicaciones razonables para cuantos fenómenos son observados y a ofrecer soluciones a los misterios del universo. Sin embargo, ciertos acontecimientos parecen indicar que nuestras normas y creencias, e incluso nuestro sentido común, pueden fallarnos. En el pasado, hombres y mujeres creían que el mundo que los rodeaba tenía una dimensión milagrosa: que ángeles y demonios eran reales, las oraciones eficaces y el hombre un ser privilegiado que ocupaba un lugar de honor en el universo. Hoy son cada vez menos quienes creen en semejante mundo. La existencia se ha convertido para muchos en algo definido por la política, la economía y los descubrimientos que se llevan a cabo en los laboratorios. Pero, aun así, persiste el instinto de lo desconocido, y la convicción de que no todo en nuestras vidas puede ser previsto minuciosamente por los estadísticos, controlado por los gobiernos o definido en un tubo de ensayo. Porque, a pesar de que en los últimos veinticinco años hemos aprendido más sobre la Tierra y el cosmos que en toda la historia anterior, cuanto más hemos explorado, más misterioso se nos ha vuelto


el mundo. Ante los extraños fenómenos que a cada paso surgen a nuestro alrededor, nos preguntamos si el sentido común no nos exige aceptar lo extraordinario. ¿No deberíamos abandonar nuestras ideas rutinarias sobre las leyes naturales? Mientras nuestros científicos sintonizan los ecos de la creación cósmica, ¿debemos seguir apegados a la idea de que el tiempo progresa de un modo lineal? ¿No pueden pasado, presente y futuro existir simultáneamente? ¿Ha de ir todo efecto precedido de una causa? ¿No puede manifestarse la energía psíquica de un modo observable físicamente? Preguntas como éstas abren la puerta al mundo vasto e intrigante de lo desconocido. Los editores de Selecciones del Reader's Digest, convencidos de lo fascinantes que resultan tales preguntas, hemos reunido en este libro centenares de informes que sugieren que lo milagroso, lo misterioso y lo enigmático siguen tan vivos y presentes como siempre. Pero también, al informar sobre acontecimientos inexplicables, debemos reconocer el peligro de exageración, parcialidad y distorsión y precaver contra él. Este libro es un almanaque de hechos que desafían cualquier explicación en términos comúnmente aceptados. Algunos de esos hechos resultan aterradores, otros documentan aparentes milagros. Muchos sugieren que la mente y el cuerpo humanos tienen capacidades extrañas; otros, que por el mundo vagan seres desconocidos para la ciencia y que hacen tambalear nuestra imaginación. Algunos informes nos revelan que el cosmos puede no ser tan estéril y desprovisto de acontecimientos como pensamos, y otros —casos increíbles de coincidencia— nos hacen sospechar que a veces el mundo inorgánico conspira con la vida para crear formas extrañas o significativas en los inmensos ámbitos del tiempo y el espacio. En resumen, las historias aquí reunidas implican 8


que lo que vemos y sabemos del mundo cotidiano nos brinda tan sólo un atisbo de cómo son realmente las cosas. ¿Dónde hemos encontrado estas historias? Nuestros investigadores buscaron por todas partes hasta localizar relatos de hechos extraños y notables en periódicos de todo el mundo y revistas de sociedades científicas, en informes meteorológicos y cuadernos de bitácora, en diarios de viajeros y misioneros, en antiguas crónicas, en archivos policiales e informes de excavaciones arqueológicas, y en el testimonio de hombres y mujeres comunes y corrientes que han contado lo que vieron o experimentaron por sí mismos. ¿Cómo juzgar tales noticias? No podemos garantizar que todos los hechos aquí relatados ocurrieron exactamente así, pero sí podemos documentar cada informe. Alguien, en un determinado tiempo y lugar, contó por escrito cada fenómeno, y todas esas fuentes se citan en el libro, de modo que nuestro criterio debería ser el mismo que el de los miembros del jurado en la vista de una causa; a nosotros corresponde medir la credibilidad de los testigos. Podemos dudar o no creer; pero cuando numerosos testigos nos hablan de un cierto tipo de fenómeno, podemos también suponer que no todos mienten, y que puede haber puntos flacos en nuestras convicciones sobre lo posible y lo imposible. A medida que nos adentremos en la lectura, tal vez pensemos que muchas cosas permanecen todavía ocultas para nosotros. Como decía el filósofo Séneca en el siglo l de nuestra era: "Poca cosa sería nuestro universo si no hubiera en él algo que cada época pueda investigar... La naturaleza no revela sus misterios de una vez por todas."

dos Editores


MÁS ALLÁ DEL MURO DEL TIEMPO El presente es nuestro único punto de referencia en cuanto al pasado y al futuro, y nuestra torna de conciencia de un acontecimiento cualquiera debe tener lugar, obviamente, una vez que éste se ha producido. ¿Qué pensar entonces de la curvatura del tiempo que permite a algunas personas profetizar lo que sucederá en el futuro? Anomalías y coincidencias son fenómenos relacionados en cuanto ambas son desviaciones de las coordenadas temporales comúnmente aceptadas. Que ciertas profecías se cumplen, que existen anomalías de muchos tipos y que abundan las coincidencias es algo indiscutible. Lo inexplicable hasta ahora es qué fuerza o fuerzas son lo bastante poderosas para producirlas.


La sibila, o profetisa, de Delfos contempla el futuro.


PROFECÍAS La profecía figura a la vez entre las presunciones humanas más terrenas y más elevadas. Hablando con propiedad, esa palabra designa un trascender el tiempo y el espacio capaz de ofrecernos visiones apocalípticas, muertes de reyes, nuevas edades, juicios finales y resurrecciones de muertos. También profetizamos cuando quedamos en comer con alguien pasado mañana o en ir al dentista la semana próxima. En tales casos analizamos el estado de cosas actual y, a pesar de lo incierto de la vida, predecimos confiadamente que tendrá lugar esa comida o nos examinarán esa muela. Entre esos dos extremos —el Apocalipsis y la cita para comer— se encuentran grados de profecía como las premoniciones, las precogniciones y las predicciones. Las premoniciones son sensaciones imprecisas que suelen manifestarse en un estado de vigilia más o menos normal o corno residuo de un sueño olvidado. La sensación de que el avión que va a tomar un amigo se estrellará, o de que en el buzón nos espera la carta de alguien de quien no sabemos hace mucho tiempo, es una premonición. Las precogniciones, que suelen registrarse en sueños o en el "soñar despierto", son visuales y más precisas que las premoniciones. Ocurren en lo que en ese momento uno juzga como estado normal de vigilia y son indistinguibles de los acontecimientos usuales, aunque más adelante resulten ser espectros de un suceso futuro. En una rara forma de estos fenómenos precognitivos, el Vardogr, frecuente en Noruega, los acontecimientos son a veces prefigurados por sonidos: se oyen pasos antes de llegar alguien, o abrir y cerrar una puerta antes de que una persona pase por ella. La predicción difiere de la premonición y la precognición por su intencionalidad y por las técnicas que emplea, que son de dos tipos. Una de ellas utiliza diversos signos: la posición de los planetas, las líneas de la mano, el dibujo de las hojas de té en una taza, la caída de las monedas lanzadas al aire, el vuelo de las aves, etc. La otra usa drogas, procedimientos y rituales que provocan cambios en la mente, a menudo destinados a invocar la ayuda de algún ser sobrenatural revestido del don profético. Por otra parte, la profecía en el sentido más elevado no suele ser buscada ni cultivada por los métodos dichos. Suele creérsela inspirada por Dios o por dioses u otros seres espirituales de alto rango, y de acuerdo con ello su contenido suele tener un significado muy importante para gran número de personas. Estas diferentes zonas del espectro profético no se distinguen entre sí más que los colores del arco iris. De hecho, los ejemplos más terrenos no suelen ser considerados profecías, aunque compartan muchas de sus características: tienen el carácter emocional de la premonición (deseo de ver a un amigo, temor al dolor de muelas), las características visuales y de interpretación de signos propias de la precognición y la predicción (claras imágenes de un menú o de la fresa del dentista), y esa sensación de certeza acerca de algo que aún no ha sucedido que distingue a todo tipo de profecías. Y, como las demás, sólo a veces se cumplen. Finalmente, si la profecía terrena llega a cumplirse —si nuestra cita tiene lugar como habíamos planeado, si el futuro se desarrolla como esperábamos—, será por razones dependientes de la memoria, la observación, la determinación y la suerte; una concatenación de factores tan misteriosa como para hacer las delicias de cualquier investigador de lo profético.

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Como el elemento temporal es eI ingrediente esencial de los fenómenos proféticos, parece lógico presentar los ejemplos en orden cronológico. Profecías bíblicas cumplidas Numerosos pasajes del Antiguo Testamento constituyen, para los cristianos, anuncios proféticos de la venida de Jesús como Mesías. Entre los más notables figuran los siguientes: • Y tú, Belén-Efratá, el menor de los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser Soberano de Israel: sus orígenes se remontan a los tiempos antiguos, a los días de antaño. [Miqueas 5.1] • Decid a los inquietos: "¡Ánimo, no temáis! Mirad, es vuestro Dios, ya viene la venganza, el desquite de Dios; viene El mismo a salvaros."

El profeta Isaías, que vivió en el siglo vill a. C., es una de las figuras bíblicas que fueron representadas por Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina Vaticana.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; brincará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo gritará de júbilo; en el desierto saltarán corrientes de agua, y arroyos en la estepa. [Isaías 35.4-6] • Da saltos de alegría, hija de Sión, lanza gritos de júbilo, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: es justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un borrico, cría de asna. [Zacarías 9.9] • Después tomé el cayado Benevolencia y lo rompí, para romper la alianza que Yavé había hecho con todos los pueblos. Fue roto aquel día, y los tratantes que me observaban comprendieron que había en ello una palabra de Yavé. Yo les dije: "Si os parece bien, dadme mi sueldo y, si no, dejadlo." Ellos pesaron mi sueldo: treinta siclos de plata. Yavé me dijo: "Echa al tesoro ese lindo precio en

que me han tasado." Tomé los treinta siclos de

plata y los eché en el tesoro del Templo de Yavé. [Zacarías 11.10-13] • Era el desprecio, el desecho de los hombres, hombre de dolores, familiar del sufrimiento, como uno al cual se oculta el rostro, despreciado, sin ninguna estima. Pero eran nuestros sufrimientos los que él llevaba, nuestros dolores con los que cargaba; y nosotros le creíamos castigado, herido por Dios y humillado. Por nuestros pecados era traspasado, deshecho por nuestras maldades; el castigo que nos daba la salvación cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados. [Isaías 53.3-5] • También los perros se atropellan contra mí, una banda de malvados me rodea; taladran mis manos y mis pies, cuentan ya todos mis huesos; y, mientras, me lanzan miradas de desprecio, se reparten entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica. [Salmo 22.17-19] -

Para los cristianos, estos versículos bíblicos predicen con notable precisión Ios acontecimientos fundamentales de la vida de Cristo: su nacimiento en Belén, sus curaciones milagrosas, su entrada en Jerusalén a lomos de un asno, su entrega por treinta monedas de plata, su prendimiento y flagelación, y su crucifixión. Estos versículos y otros semejantes no son, por supuesto, universalmente aceptados como profecías de la venida de Cristo. Por ejemplo, en el comentario judío, los famosos pasajes del siervo de Yavé, que comienzan en el capítulo 42 de Isaías, son a veces interpretados como referidos al propio Israel (basándose, por ejemplo, en Isaías 49.3: "Y me dijo: 'Tú eres mi siervo [Israel], en quien yo me glorificaré' "); y al menos un comentarista, Julian Morgenstern, ha demostrado la relación entre este tema y ciertos ritos de la cosecha presemíticos que indican el muy antiguo papel redentor de una figura despreciada y ejecutada. Los judíos no aceptan, pues, el significado teológico que a esos pasajes atribuyen los cristianos, mientras que otros menosprecian su valor como profecías arguyendo que Cristo y sus discípulos deliberadamente tramaron y llevaron a cabo los acontecimientos del Nuevo Testamento, o su relato, para que coincidie-

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ran con lo que decía el Antiguo. Aunque esta opinión (dando por supuesta la veracidad factual de los Evangelios) no tiene por qué afectar a la condición de Cristo, carece del menor apoyo lógico en la relación profética entre los hechos del Antiguo y el Nuevo Testamentos. (Julian Morgenstern, Some Significant Antecedents of Christianity, págs. 49-51; The New Oxford Annotated Bible, Revised Standard Version) Concurso de oráculos

En el mundo antiguo, los oráculos eran parte aceptada de la vida política y personal, y los más famosos ejercieron su influencia durante siglos. Quienes, esperanzados o agradecidos, los consultaban les hacían valiosos regalos, y muchos de esos santuarios albergaban grandes riquezas. Cada oráculo tenía su propio método. Por ejemplo, el de Dodona, el más antiguo de Grecia, era una encina cuyos oráculos interpretaba un sacerdote guiándose por el rumor de sus hojas, el arrullo de las palomas en sus ramas y el tañido de las vasijas de cobre colgadas de ellas. La fama y el éxito de los oráculos eran tan variables como sus métodos, y el que quería consultarlos se veía a veces sumido en un mar de confusiones sin saber a cuál acudir. En esa situación se halló Creso, el opulento rey de Lidia, cuando a mediados del siglo vi a.C. la fuerza y la ambición de sus vecinos persas adquirieron proporciones alarmantes bajo la égida de Ciro el Grande. ¿Qué peligro representaba Ciro para Lidia y qué alianza permitiría mejor a su rey hacer frente a esa amenaza? Acosado por las dudas, Creso sintió la ne cesidad de pedir ayuda al oráculo; pero ¿en cuál de ellos confiar? Había seis famosos en Grecia y uno en Egipto, y todos ellos contaban con devotos entusiastas. En vista de ello, Creso decidió enfocar el problema de modo científico, probándolos antes de comprometerse. En un mismo día partieron siete mensajeros, uno para cada uno de esos santuarios, con la orden de formular su pregunta a los cien días exactos de la fecha de su partida. Lo que todos ellos debían preguntar era: "¿Qué está haciendo en este momento el rey Creso, hijo de Aliato?" Después debían regresar rápidamente con la respuesta. Sólo nos ha llegado la respuesta que dio el oráculo de Delfos, situado al pie de la ladera meridional del monte Parnaso. Allí, en el templo de Apolo, estaba la encarnación humana del oráculo, tradicionalmente una mujer conocida por la Pitia, sentada en un trípode de oro sobre una profunda grieta de la roca, mascando hojas de laurel, planta consagrada a Apolo, e inhalando los vapores que emanaban de la grieta. Cuando se le hacía una pregunta murmuraba palabras frenéticas e incomprensibles, que eran traducidas, generalmente en verso, por un sacerdote. Apenas había puesto pie en el santuario el mensajero de Creso cuando el oráculo habló, sin esperar siquiera a ser preguntado:

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El oráculo de Delfos, una sacerdotisa tradicionalmente conocida por la Pitia, ejercita sus poderes mágicos tras haberse puesto en trance inhalando vapores y masticando hojas de laurel. Sus palabras, incomprensibles, eran traducidas por un sacerdote.

Puedo contar las arenas y medir los mares; escucho el silencio y sé lo que habla el mudo. He aquí que a mis sentidos ha llegado el olor de una tortuga que ahora se cuece al fuego, con la carne de un cordero, en un caldero. De cobre es el caldero, y de cobre la tapa que lo cubre.

Cuando el mensajero comunicó esta respuesta a Creso, el rey confió sin más dudas en el oráculo de Delfos. Porque, tras mucho pensar, había decidido llevar a cabo el día de la prueba el acto más extravagante que se le ocurrió. Para ello tomó un cordero y una tortuga, los cortó en pedazos y los puso a cocer juntos en un caldero de cobre con tapa del mismo metal. (The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 4)


La sincronicidad Lo malo de las técnicas de predicción que se basan en signos de cualquier tipo es que no parece existir relación entre esos signos y lo que significan. En ninguno de esos modos tradicionales de predicción —por la situación de los planetas, eI estado de un hígado de cordero, el modo en que vuelan las aves o cómo están dispuestas las hojas de té en la taza— se da una relación concebible con la guerra o la muerte, con la suerte en el amor o en la riqueza, o con el resultado de cualquier otro acontecimiento futuro. No obstante, tales procedimientos siguen considerándose útiles. El profesor C.G. Jung (el psicoterapeuta suizo cofundador, con Sigmund Freud, de la psiquiatría del siglo XX) estaba convencido de que tales métodos de predicción producen resultados significativos. Su trabajo lo había puesto repetidamente en contacto con los confines más extraños de la psique humana, y se daba cuenta de que la vida de muchas personas está salpicada por el fenómeno de las coincidencias y las profecías cumplidas. Jung llegó a convencerse de que en el universo actúa algún tipo de proceso conectivo distinto de la causalidad pero complementario de ella, y de que su manifestación responde a una aparente colaboración entre la psique humana y el mundo exterior. Llamó a ese principio "sincronicidad" y dedicó gran parte de sus últimos años a tratar de explicar cómo actúa. Al hacerlo, tenía plena conciencia de la dificultad de describir un proceso no causal para quienes se hallan profundamente condicionados por una visión exclusivamente causal del mundo. Su ensayo sistemático sobre el tema, La sincronicidad: Un principio conectivo acausal, publicado en 1952, fue un esforzado intento para evitar dar la impresión de que los agentes de la sincronicidad son agentes causales. En opinión de Jung, los agentes de la sincronicidad han de buscarse en lo que él llamaba los arquetipos de la psique humana. Un arquetipo se presenta a la mente consciente como una clase especial de símbolo. No es concebido por la mente consciente, sino que surge en ella, ya completo, de lo que Jung llamaba el inconsciente colectivo, un depósito de arquetipos que es patrimonio común de la humanidad. Así como todos los humanos tienen en común ciertos rasgos genéticos, Jung halló que también comparten un caudal de material psicológico que sólo se hace consciente en los sueños y los ensueños. Ejemplos de las figuras arquetípicas que Jung halló repetidamente en sus propios sueños, en los de sus pacientes y en las historias y mitos populares de todas las épocas y países, son los del sabio anciano o anciana, la madre eterna, el niño mágico, el embaucador, el árbol y el mandala (un dibujo que simboliza

el universo). Así como los genes encarnan un orden (los genes son estructuras compuestas por moléculas de ADN cuya disposición ordenada forma los cromosomas) y crean estructuras ordenadas de desarrollo, los arquetipos encarnan el orden a un nivel psicológico, y su presencia origina más orden. En este punto, la dificultad para Jung era explicar cómo el arquetipo, en virtud de su orden inherente, crea orden de un modo no causal. Un ejemplo médico puede darnos un modelo aproximado del proceso. La penicilina es útil en caso de infección bacteriana porque las moléculas de penicilina se parecen mucho a las de la pared celular de las bacterias. Cuando una bacteria, "engañada" por ese parecido, incorpora una molécula de penicilina a su pared celular, la pared se debilita en ese punto a causa del deficiente ajuste y se rompe, matando a la bacteria. La molécula de penicilina ha sido instrumento de ese proceso, mas no de modo activo: en presencia de la molécula de penicilina, la bacteria ha desarrollado un nuevo modelo molecular con defectos fatales. Así pues, el papel de la penicilina es contingente, no causal. De modo semejante, el arquetipo actúa como un catalizador psíquico en cuya presencia se despliegan experiencias psíquicas de un modo ordenado y que con frecuencia afecta al mundo físico. ¿Cómo es esto posible? Otro ejemplo biológico puede resultar útil. Se ha sabido que algunas aves migratodas se guían por las estrellas. El sentido del tiempo y la imagen mental de la estrella congénitos en esas aves pueden ser considerados como el nivel psíquico. Las estrellas mismas representan el nivel físico. Cuando ambos niveles se unen para poner a las aves en su rumbo apropiado y en el momento apropiado, tenemos la prueba del catalizador psíquico o arquetipo. También aquí los arquetipos (el reloj interior y la imagen mental congénitos) son contingentes, no causales. Jung se daba perfecta cuenta de que su teoría era sólo el primer paso hacia la comprensión de algo muy difícil de formular. La cuestión más importante que dejó sin respuesta fue la naturaleza real y precisa de la relación sincrónica entre lo psíquico y lo físico. Para Jung esa relación era el equivalente psicológico de las ecuaciones matemáticas del físico, y se daba cuenta de que la falta de una contribución adecuada de la física matemática hacía incompleta su teoría en cuanto intento de explicar "la identidad relativa o parcial de la psique y el continuum físico". Si la teoría de la sincronicidad no ha sido demostrada, tampoco se ha probado que sea falsa, y las personas pueden tener información genética (arquetípica) subconsciente relacionada con su aparente capacidad de predecir el futuro.

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Una predicción papa! Una famosa profecía relativa a la sucesión papal ha sido atribuida con frecuencia, erróneamente, a San Malaquías de Irlanda, que vivió de 1095 a 1148 y alcanzó fama por sus dotes proféticas. La predicción, en realidad una falsificación publicada en 1595, consiste en una serie de breves semblanzas —frases de dos o tres palabras en latín— de 111 papas, en el orden en que habían de sucederse desde 1143 hasta el supuesto fin del papado. Las hay confusas, pero otras son asombrosamente precisas, como las siguientes: • Montiutn custos ("Guardián de los montes"): Alejandro VII (1655-67) tenía corno blasón familiar tres montes con una estrella encima. • Rasa Umbriae ("La rosa de Umbría"): Clemente XIII (1758-69) ejerció su ministerio en Umbría antes de llegar a papa; el emblema de Umbría es una rosa. • Ursus velox ("Oso veloz"): Clemente XIV (1769-74) tenía en su escudo la imagen de un oso corriendo. • Peregrinus apostolicus ("Peregrino apostólico"): Pío VI (1775-99) pasó los últimos años de su vida huyendo de las consecuencias políticas de la Revolución Francesa. • De balneis Etruria ("De los baños de Etruria"): Gregorio XVI (1831-46) tuvo cargos en Etruria antes de su elección. • Religio depopulata ("La religión asolada"): el papa a quien corresponde, siguiendo el orden de la profecía, es Benedicto XV (1914-22), cuyo pontificado abarcó la Primera Guerra Mundial y la subsiguiente epidemia mundial de gripe. • Pastor angelicus ("Pastor angélico"): Pío XII (1939-58) fue un devoto estudioso de Santo Tomás de Aquino, conocido tradicionalmente como Doctor Angélico. • Pastor et nauta ("Pastor y navegante"): Juan XXIII (1958-63) fue el "pastor y navegante" del concilio Vaticano II. • Flos florum ("Flor de las flores"): Paulo VI (1963-78) tenía como escudo la flor de lis.

La profecía sólo describía a cuatro papas más después de Paulo VI. De medietate lunae ("De la media luna" o "De en medio de la luna") se refería a Juan Pablo 1, que fue elegido papa el 26 de agosto de 1978 y murió 33 días después, el 28 de septiembre, aproximadamente en la mitad del mes lunar comprendido entre las lunas llenas del 16 de septiembre y el 16 de octubre. A su sucesor, Juan Pablo 11 (1978- ), le corresponde De labore solis ("Del trabajo del Sol"), cuyo sentido no parece claro hasta ahora. Los dos papas restantes son designados como De gloria olivae ("La gloria del olivo") y Petrus Romanus ("Pedro de Roma"). Tras el reinado del último papa, o quizá durante él, Roma será destruida y sobrevendrá el día del Juicio Final. (Joe Fisher, Predictions, págs. 36-39; David Wallechinsky e Irving Wallace, The People's Almanue, pág. 12)

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El labrador profeta Robert Nixon, un visionario rural con fama de retrasado mental, nació hacia 1467 en una granja del condado inglés de Cheshire. Empezó a trabajar como mozo de labranza porque, según parece, era demasiado tonto para hacer otra cosa. Apenas hablaba, aunque a veces farfullaba cosas incomprensibles que eran tomadas por indicio de sus pocos alcances. Sin embargo, un día, mientras araba, hizo una pausa, miró corno extrañado y exclamó: "¡Ahora, Dick! ¡Vamos, Harry! ¡Muy mal, Dick! ¡Bien hecho, Harry! ¡ Harry ha triunfado!" Tales exclamaciones, más coherentes que la mayoría de las suyas, aunque también incomprensibles, llenaron de confusión a los compañeros de trabajo de Robert, pero al día siguiente todo quedó aclarado: en el mismo momento del extraño ataque de Robert, el rey Ricardo III moría en Bosworth Field, y el vencedor de esa batalla decisiva, Enrique Tudor, se convertía en Enrique VII de Inglaterra. Las noticias del bucólico adivino no tardaron en llegar al nuevo rey, que, muy intrigado, quiso verlo, a cuyo fin partió de Londres el encargado de acompañar a Nixon a palacio. Aún no había dejado la corte el enviado cuando Robert supo que iba a llegar y, lleno de angustia, empezó a recorrer el pueblo de Over gritando que Enrique había enviado en su busca e iban a hacerlo morir de hambre. Entre tanto, Enrique había ideado un método para poner a prueba al joven profeta, y cuando Nixon fue llevado a su presencia fingió una gran turbación. Le explicó que había perdido un valioso diamante. ¿Podría ayudarle a encontrarlo? Nixon respondió tranquilamente, con palabras de un proverbio, que quien esconde puede hallar. Naturalmente, Enrique había escondido el diamante, y le causó tal impresión la respuesta del labrador que ordenó levantar acta de cuanto dijera el muchacho. Lo que dijo, debidamente interpretado, predice las guerras civiles de Inglaterra, la muerte y abdicación de sus reyes y la guerra con Francia. También predijo que el lugar de Nantwich, en Cheshire, sería asolado por una inundación, lo que aún no ha ocurrido. Pero la profecía que más preocupaba a Nixon era la más inverosímil de todas: que moriría de hambre en el palacio real. Para aplacar esos temores, Enrique ordenó que le dieran cuanta comida deseara y siempre que lo desease, orden que no contribuyó precisamente a hacer simpático al extraño joven en la cocina real, cuyo personal, de todos modos, envidiaba sus privilegios. Sin embargo, un día Enrique se marchó de Londres, dejando a Robert al cuidado de uno de sus funcionarios, a quien, para protegerlo de las malas intenciones de la servidumbre de palacio, no se le ocurrió más que encerrarlo en los propios aposentos del rey. Asuntos urgentes llevaron luego a ese funcionario fuera de Londres, y olvidó dejar la llave o instrucciones para que abriesen a Robert. Cuando regresó, el pobre cam-


Cuatro años más tarde, en julio de 1559, el rey Enrique II de Francia, que a veces usaba el león como emblema, tomó parte en un torneo. La lanza de su joven adversario atravesó el yelmo dorado del rey y lo hirió. Enrique murió tras larga agonía. Pocas profecías de Nostradamus contienen algo tan preciso como una fecha, ni siquiera parcial. Pero parece haber anticipado la del gran incendio de Londres de 1666, al decir que tendría lugar "en tres veces veinte más seis". La mayoría de las profecías de Nostradamus se refieren a grandes convulsiones políticas y a los asuntos de los encumbrados y poderosos. La Revolución Francesa parece ser el tema de varias estrofas, entre ellas la siguiente: De gente esclava, canciones, cánticos y peticiones, cautivos los príncipes y señores en las prisiones. En el futuro por idiotas sin cabeza serán tenidas por divinas oraciones. .

Cuando Enrique Tudor se convirtió en Enrique VII de Inglaterra tras la derrota y muerte de Ricardo III en Bosworth Field en 1485, el acontecimiento fue "visto" desde lejos por un labrador clarividente.

La primera frase es clara. En los "idiotas sin cabeza" de la segunda cree verse a los primeros jefes de la Revolución, que veían las peticiones del populacho francés como "oraciones" y que más tarde, corrompidos por su nuevo poder, fueron a su vez derrocados y guillotinados.

pesino había muerto de hambre. (Charles Mackay , Ext raordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds, págs. 277-80) Las profecías de Nostradamus El más famoso de los profetas no bíblicos, Michel de Nostredame, más conocido por Nostradamus, nació en Saint Rémy, en el sur de Francia, en 1503. Adquirió notoriedad como médico asistiendo a las víctimas de la peste que estalló en Aix-en-Provence v Lyon en 1546-47, y sólo más tarde empezó a hacer profecías. Las primeras aparecieron en forma de almanaque de pronósticos meteorológicos en 1550, y en 1555 publicó la primera de sus diez colecciones de profecías (casi mil en total) bajo el título de Centurias. Murió en Salon, en la Francia meridional, en 1566. Nostradamus escribió sus profecías en verso, y casi siempre en un estilo altamente simbólico. Esto, y el hecho de que prefiriera no darles ningún orden determinado, motiva que en muchos casos su interpretación sea una simple conjetura. No obstante, algunas de ellas parecen apuntar claramente a sucesos que aún no habían ocurrido cuando vieron la luz las Centurias. La primera profecía que dio fama de adivino a Nostradamus fue la siguiente: El león joven vencerá al viejo, en campo bélico por duelo singular; en su jaula de oro le sacará los ojos; dos heridas en una, después sufre muerte cruel.

María Antonieta, juzgada y condenada a muerte por un tribunal revolucionario y un jurado elegido por sorteo, fue llevada a la guillotina en octubre de 1793. Nostradamus (derecha) predijo que la reina sería "entregada a la muerte por los jurados por sorteo", un procedimiento desconocido en su época.

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En una carta al rey Enrique II, Nostradamus predijo también 1792 como fecha clave en los asuntos de Estado. En septiembre de ese año, al culminar la revolución, Francia fue proclamada república. Parece que también las muertes de la reina María Antonieta y de Madame Du Barry, amante de Luis XVI, fueron vaticinadas por este notable adivino. Como la mayoría de los profetas, Nostradamus parece haber tenido dotes especiales para pronosticar desastres y derrocamientos. Se dice que previó el destino de Napoleón, cuya estrella al frente del Imperio francés se extinguió con su encierro en la pequeña isla de Santa Elena en 1815, y la abdicación del rey Eduardo VIII de Inglaterra en 1936. En dos de sus quatrains, Nostradamus llegó casi a nombrar a Adolfo Hitler, y describió con cierta precisión sus calamitosas hazañas. Según la primera, La libertad no será recobrada. Un hombre negro, orgulloso, ruin e inicuo la ocupará. Cuando haya forjado los lazos de su alianza, Venecia será vejada por Hister.

La segunda estrofa es aún más expresiva: Las bestias enloquecidas por el hambre cruzarán los

la propulsión por cohete. También afirmaba, trescientos años antes que Erich von Dániken, que los dioses y seres mitológicos que abundan en la historia de la Tierra son en realidad viajeros del espacio exterior, en este caso habitantes de la Luna (aunque originarios del Sol) que podían cambiar de forma a voluntad. También, de modo aún más notable, Cyrano describió los siguientes ejemplos de tecnología lunar: casas construidas sobre enormes tornillos que permitían ocultarlas en el suelo en las épocas frías (aunque el tornillo retráctil es algo que aún no han probado los constructores modernos); otras que se movían con las estaciones, impulsadas por velas henchidas por fuelles; artilugios para registrar y reproducir el habla, y bulbos radiantes que hacían la noche lunar tan brillante como el día. Aunque muchos autores de ciencia ficción han anticipado avances tecnológicos, ninguno se adelantó en ese campo a Cyrano, quien previó inventos eléctricos y electrónicos como el fonógrafo y el magnetófono, las viviendas transportables y los focos eléctricos. Sin duda habrá quienes lo igualen, pero tendremos que esperar otros doscientos o trescientos años para saberlo. (Sam Moskowitz, Explorers of the Infinite, págs. 23-27)

ríos, la mayor parte de los contendientes estarán contra Hister. Encerrará al jefe en jaula de hierro, cuando el hijo de Germania no respete Iey alguna.

El contenido de estos versos es notablemente acertado. La libertad fue víctima de un hombre malvado, de corazón negro y cabellos negros. No cabe duda de que Venecia se vio, como el resto de Italia, "vejada" por su antiguo aliado. Las tropas de Hitler cruzaron ríos y otras fronteras como bestias voraces, aun cuando la mayoría de los países estaban en contra suya. La última frase es oscura, pero puede referirse al bloqueo naval alemán de Gran Bretaña, que, antes de Pearl Harbor, encabezaba en solitario la batalla del mundo libre por la supervivencia. (Erika Cheetham, The Prophecies of Nostradamus, tomado de diversos pasajes)

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Las asombrosas predicciones de Cyrano

El escritor francés Savinien Cyrano de Bergerac, al que la obra teatral de Edmond Rostand ha inmortalizado por el tamaño de su nariz y su destreza como espadachín, debería en realidad ser recordado como divertido autor de relatos de ciencia ficción, excelente dramaturgo, investigador curioso y, quizá, también como profeta. Sus dos novelas sobre viajes a la Luna y al Sol (que suelen imprimirse en un mismo volumen) fueron publicadas póstumamente en 1656 y 1662, respectivamente. En ellas, pocos años después de que Galileo se retractó ante la Inquisición, describía Cyrano la órbita de la Tierra y otros planetas alrededor del Sol y el débil campo gravitatorio de la Luna, y proponía, entre siete ocurrentes métodos de viaje interplanetario, el de

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Entre las ilustraciones de las obras proféticas de Cyrano de Bergerac sobre viajes por el espacio figuraban éstas de una nave espacial rumbo al Sol y un hombre volando con ayuda de un curioso cinturón. La maldición de los Seaforth

Unos lo llamaban el Brujo de The Glen, otros el Adivino de Brahan. Su verdadero nombre era Coinneach Odhar en gaélico, o Kenneth Mackenzie en inglés, y vivió en Escocia en el siglo XVII Este adivino, que veía el futuro por el orificio de una piedra blanca, se dice que previó la sangrienta batalla de Culloden y la apertura del canal de Caledonia, estrecho curso de agua


que atraviesa Escocia comunicando lagos desde Loch Linnhe, en el sudoeste de Escocia, hasta el Moray Firth, en Inverness. Pero por lo que Mackenzie es más famoso es sin duda por la maldición de los Seaforth. La historia de la maldición se inicia en 1660, cuando el conde Seaforth abandonó su residencia del castillo de Brahan para ir a Paris, dejando allí a su esposa Isabella, mujer con fama de ser tan fea como tosca y violenta. Pasó el tiempo, llegó y pasó el día en que el conde debía regresar a Brahan, pero el noble seguía en París. Poco a poco, Isabella empezó a sospechar que su marido había encontrado allí una compañía más agradable que la que ella le proporcionaba en Brahan. Día tras día, su certeza de que el conde la estaba engañando se hizo más fuerte, y otro tanto ocurrió con sus celos. Una noche, cuando la gran sala del castillo estaba repleta de invitados, llamó al adivino y le preguntó si podía ver a su marido a través de su famosa piedra. Mackenzie se llevó la piedra al ojo y le acometió la risa. Isabella le preguntó de qué se reía, pero él se negó a revelárselo. La condesa, cuya rabia crecía por momentos, insistió, y al fin el adivino de Brahan le confesó que veía al conde con una muchacha sentada en sus rodillas y otra acariciándole el cabello. Isabella no pudo dominar su cólera ante la noticia, y ordenó a sus criados que se apoderasen del vidente. Según unos relatos, lo hizo ahorcar en el propio castillo; según otros, lo acusó de practicar la brujería, a consecuencia de lo cual fue quemado en un barril de alquitrán. En cualquier caso, todas las fuentes coinciden en que antes de morir en 1663 Mackenzie pronunció la famosa maldición de los Seaforth, que dice así: Veo en el porvenir y leo el funesto destino de la raza de mi apresar. Antes de que hayan pasado muchas generaciones, el antiguo linaje de Seaforth terminará en la extinción y el sufrimiento. Veo a un jefe, el último de su casa, sordo y mudo. Será padre de cuatro hijos, a todos los cuales seguirá a la tumba. Vivirá agobiado por las preocupaciones y lamentándose, sabiendo que los honores de su estirpe van a extinguirse para siempre, y que ningún futuro jefe de los Mackenzie gobernará en Brahan ni en Kintail. Tras llorar al último y más prometedor de sus hijos, también él bajará a la tumba, y el resto de sus posesiones lo heredará una muchacha de Oriente, de blanco tocado, que matará a su hermana. Y como señal por la que se sepa que esas cosas van a pasar, en tiempos del último Seaforth sordo y mudo habrá cuatro grandes terratenientes —Gairloch, Chishotm, Grant y Raasay—, de los que uno tendrá los dientes salientes, otro el labio leporino, otro será imbécil y el cuarto tartamudo. Jefes con esas señas personales serán las aliados y vecinos del último Seaforth; y cuando mire a su alrededor y los vea, sabrá que sus hijos están condenados a muerte, sus grandes dominios pasarán a manos extrañas y su casta se extinguirá.

Durante los siguientes 135 años la fortuna de la familia Seaforth sufrió altibajos. En la revolución de 1688 apoyaron a Jacobo II, el rey católico que huyó a Francia, y en 1715 a su hijo Jacobo, el Viejo Pretendiente, actitud que les valió verse despojados de sus tierras y título. En cambio, a mediados del siglo XVIII su lealtad política los devolvió al favor real, y en 1783, cuando Francis Humberston Mackenzie heredó las posesiones, les habían sido ya devueltos sus tierras y el título perdido. En esa época la maldición de los Seaforth era poco más que un vago recuerdo. El nuevo señor tenía cuatro hijos y seis hijas, y aunque la escarlatina lo había dejado sordomudo en la infancia (más tarde recuperó el habla), parecía poco probable que su estirpe estuviera amenazada de extinción. En cuanto a sus vecinos, no podía ser más que una siniestra coincidencia que Mackenzie de Gairloch tuviese los dientes tan salientes y Chisholm de Chisholm el labio leporino, que Grant de Grant fuese imbécil y Macleod de Raasay tartamudo incurable. Después, uno de los hijos de Seaforth murió, más tarde otro, y después otro más. El cuarto tenía mala salud, y su padre lo envió a curarse a Inglaterra, a pesar de lo cual este último murió también. Como había profetizado el Brujo, el señor sordomudo sobrevivió a todos sus hijos, y a su muerte, en 1815, el título de Seaforth caducó. La primera parte de la maldición se había cumplido al pie de la letra. Las posesiones de Seaforth fueron heredadas por su hija Mary Elizabeth Frederica, casada con sir Samuel Hood, almirante que, tras participar a las órdenes de Nelson en la batalla del Nilo, había sido nombrado comandante en jefe de las Indias Orientales, lo que los llevó a él y a Mary a la India. Sir Samuel murió en Madrás poco antes que lord Seaforth, y Mary volvió a casa luciendo el tradicional gorro blanco de las viudas. Como se predecía en la maldición, las posesiones de los Seaforth habían pasado a manos de "una muchacha de Oriente, de blanco tocado". En realidad, esas posesiones estaban ya muy mermadas por la mala administración, las extravagancias y las multas gubernativas. Mary se vio obligada a vender aún más propiedades, entre ellas la isla de Lewis. Trozo a trozo, las extensas tierras de los Seaforth iban pasando a manos de extraños. El último capítulo de la maldición se cumplió pocos años más tarde. Mary había llevado a su joven hermana Caroline a dar un paseo en coche por los bosques y de repente los caballos se desbocaron y el coche volcó. Mary sufrió cortes y arañazos, pero su hermana murió de las heridas. La "muchacha de Oriente" había matado a su hermana —o al menos había sido instrumento de su muerte—, tal como había predicho Kenneth Mackenzie. (J.G. Lockhart, Curses, Lucks and Talismans, págs. 27-37) Saludo fatal Si una persona sueña que va a morir en determinada

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situación y después tiene buen cuidado de evitarla, no hay modo de saber si la advertencia era falsa o si el destino se ha visto burlado. Sin embargo, a veces el destino hace la advertencia y se niega después a que lo burlen. Una noche de julio de 1750, Robert Morris, padre de la persona de igual nombre que se ocupó de los asuntos financieros de la Revolución norteamericana, soñó que iba a ser muerto por el fuego de cañón de un barco que pensaba visitar. El sueño lo preocupó tanto que sólo subió a bordo tras la promesa del capitán de que no se dispararía ningún cañón sino hasta que él estuviera a salvo otra vez en tierra. Hizo la visita, y al terminar el capitán dio instrucciones de que no hubiese salvas de saludo hasta que él indicase que el bote de remos había devuelto a Morris sano y salvo a la orilla. Pero, mientras e] bote estaba todavía al alcance del cañón del barco, se posó una mosca en la nariz del capitán,

El presente intermedio La mayor parte de las teorías sobre las profecías se concentran en lo que se supone ambigüedades e incertidumbres de nuestra noción convencional de lo que es el futuro, y afirman que éste se desarrolla en el presente o coexiste con él. Un enfoque nuevo del problema, centrado en las ambigüedades de lo que llamamos presente, fue propuesto en 1934 por H.F. .Saltmrsh Empieza por señalar que lo que convencionalmente llamamos presente no es tal, porque cuando percibimos algo consideramos nuestra percepción y lo que revela como simultáneos. Pero las impresiones sensoriales no son inmediatas. Notamos el piquete de un alfiler un instante después de que ocurre, y una hoja toca el suelo un instante antes de que registremos su aterrizaje. Porque, además del tiempo que tardan las impresiones sensoriales en llegar a nuestro cerebro, está el tiempo que éste tarda en servirse de esas señales una vez llegadas. Nuestra percepción de cualquier acontecimiento es, pues, inevitablemente algo más tardía que el acontecimiento mismo. En consecuencia, hay dos clases de presente, y el intervalo entre ambos puede muy bien considerarse como un tercer nivel, o presente intermedio, en el que pueden ocurrir o empezar a ocurrir acontecimientos. Podemos además conjeturar que en ese tercer nivel del tiempo ciertas personas reciben indicios del futuro. Dado que toda transición lleva tiempo, difícilmente podemos suponer que el contenido del presente intermedio pase a nuestra conciencia intacto o inmutable. Por eso podemos decir que el presente intermedio es, como el real, inaccesible para la conciencia ordinaria, y que su contenido nunca puede ser el mismo que los de nuestra conciencia normal. En esa zona que media entre un acontecimiento y su percepción es donde puede tener lugar la precognición.

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quien levantó la mano para espantarla. Su gesto fue

interpretado como señal de que debía hacerse el disparo de saludo, y así se hizo. Un fragmento de la explosión alcanzó a Morris y lo hirió fatalmente. (Journal of the American Society for Psychical Research, abril de 1970, pág. 193) La visión de Swedenborg

Emanuel Swedenborg (1688-1772) tenía la misma fama en su Suecia natal como vidente que como científico y teólogo místico. Un ejemplo bien comprobado de esas dotes, investigado por el filósofo alemán Kant, ocurrió el 19 de julio de 1759 en la ciudad portuaria de Goteborg, en la costa suroccidental de Suecia. Era un sábado hacia las cuatro de la tarde, y Swedenborg acababa de regresar de un viaje a Inglaterra cuando se sintió inquieto y sobresaltado. Se excusó con sus amigos y salió a dar un paseo. Al volver les contó que había tenido la visión de un incendio que había estallado cerca de su casa, a cientos de kilómetros de allí, y estaba asolando la ciudad donde vivía. Siguió preocupado hasta las ocho, hora en que informó a sus amigos que el fuego estaba ya extinguido. No tardó en difundirse la noticia de la visión, y pidieron a Swedenborg que la refiriese en persona al gobernador. El lunes por la mañana llegó a Goteborg un mensajero real con noticias del incendio, que confirmaron la visión de Swedenborg hasta en el último detalle. ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 4)

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En uno de los más famosos cuentos de horror de Poe, el náufrago Pym y sus compañeros acogen jubilosos un bergantín que se acerca, tan sólo para descubrir que todos sus pasajeros han muerto.


La verdad sigue a la ficción Edgar Allan Poe publicó en 1838 una historia macabra titulada "La narración de Arthur Gordon Pym, de Nantucket" En ella, tres supervivientes de un naufragio, a punto de morir de hambre y sed, matan y se comen a su compañero Richard Parker, que perdió al echar a suertes. En 1884 tres supervivientes de un naufragio fueron juzgados por la muerte de un cuarto. A la deriva y a punto de morir de hambre, habían matado a su compañero, un grumete llamado Richard Parker, y se lo habían comido. (Alan Vaughan, Incredible Coincidence, págs. 22-23) El asesinato de Hart Northey Esta historia del asesinato de un hermano fue recogida por el periodista inglés William T. Stead (1848-1912), director de la Pall Mal! Gazette y fundador de la Review of Reviews. Stead, defensor de las reformas sociales, se interesó en sus últimos años por el esoterismo. El episodio le había sido comunicado por amigos íntimos de George Northey, hermano de Hart, el asesinado. Desde su infancia, a los dos hermanos los había unido un gran afecto. Habían vivido en St. Eglos, un lugar de Cornwall (Inglaterra) situado a unos quince kilómetros del Atlántico y no lejos de la antigua ciudadmercado de Trebodwina. George y Hart no se habían separado nunca hasta que el primero se hizo marino; en la misma época, Hart se inició en los negocios de su padre. En febrero de 1840, estando su barco fondeado en Santa Elena, tuvo George un extraño sueño que relató de la siguiente manera: "Soñé que mi hermano Hart estaba en el mercado de Trebodwina y yo con él, sin despegarme de su lado mientras hacía tratos. Aunque podía ver y oír cuanto pasaba a mi alrededor, estaba seguro de que no era mi presencia corporal la que así lo acompañaba, sino mi sombra, o más bien mi yo espiritual, pues él parecía no darse cuenta de mi presencia. "Sentía que mi ser, presente de ese extraño modo, presagiaba algún peligro oculto que lo acechaba, y yo sabía que mi presencia no podía evitarlo, pues no podía hablar para prevenirlo... "[Tras reunir una considerable suma de dinero, el hermano inicia el regreso a caballo.1 Mi terror iba creciendo a medida que Hart se acercaba a la aldea de Polkerrow, hasta que me acometió un auténtico frenesí, al verme incapaz de avisar de algún modo a mi hermano y evitar que siguiese adelante... "De pronto advertí dos oscuras sombras que cruzaban el camino... Aparecieron dos hombres, en los que al instante reconocí a dos conocidos cazadores furtivos que vivían en un bosque solitario cerca de St. Eglos... Ambos le dieron cortésmente las buenas noches. Él contestó y entró en

conversación con ellos acerca de un trabajo que les había prometido. "Al cabo de unos minutos le pidieron dinero... El mayor de los dos hermanos, que estaba junto a la cabeza del caballo, dijo: " 'Señor Northey, sabemos que viene del mercado de Trebodwina con mucho dinero en los bolsillos; somos gente desesperada y no va a irse de aquí hasta que tengamos ese dinero, de modo que dénoslo.' "Mi hermano, sin responder, le dio un latigazo y espoleó al caballo contra él. "El más joven de los rufianes sacó al instante una pistola y disparó. Hart cayó muerto de la silla y uno de los villanos le atenazó la garganta durante unos minutos, como para asegurarse de su muerte y exprimir cualquier partícula de vida que pudiera quedarle a mi pobre hermano. "Los asesinos ataron el caballo a un árbol del huerto y, tras desvalijar el cadáver, lo arrastraron aguas arriba, escondiéndolo bajo un saliente de la orilla. Después taparon cuidadosamente las marcas de sangre del camino, escondieron la pistola en el techo de paja de una cabaña abandonada cercana a él y, soltando al caballo para que pudiese volver libremente a casa, se fueron a la suya a campo traviesa."

El navío de George Northey zarpó de Santa Elena aI día siguiente, rumbo a Plymouth. Durante la travesía, George Northey no dejó de alimentar la firme convicción de que su hermano Hart había sido asesinado y que aquella visión le había mostrado el crimen y a los asesinos. Cuando al fin llegó a puerto y se reunió con su familia, comprobó que su hermano Hart había, efectivamente, corrido la suerte que él ya conocía. El crimen había causado gran horror e indignación, y las autoridades no habían ahorrado esfuerzos para descubrir a los asesinos y llevarlos ante la justicia. Se sospechó de dos hermanos llamados Hightwood. Registraron su casa, donde encontraron ropas manchadas de sangre, pero ni rastro de la pistola; aunque el más joven de los hermanos admitió que tenía una, dijo que la había perdido. Ambos fueron detenidos y llevados ante los magistrados. Las pruebas contra ellos no eran muy convincentes, pero su modo de conducirse denotaba culpabilidad. Se dispuso que fueran juzgados en la primera sesión judicial que tuviese lugar en Trebodwina. Ambos confesaron, con la esperanza de salvar la vida, pero fueron condenados a la horca. No obstante, quedaban dudas acerca de la pistola. Fue entonces cuando George Northey llegó de Santa Elena y declaró que la pistola se hallaba entre la paja del techo de la vieja cabaña cercana al sitio donde su hermano Hart había sido asesinado. Una vez encontrada el arma donde él había dicho, le preguntaron cómo lo sabía. "Vi cómo cometían el crimen en un sueño que tuve esa noche", declaró. (William T. Stead, More Ghost Stories, págs. 35-36)

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El sueño de Mark Twain A finales de la década de 1850, el joven Mark Twain y su hermano Henry trabajaban juntos en los barcos que entonces surcaban el Mississippi entre San Luis y Nueva Orleáns. Una noche, estando en casa de su hermana en San Luis, Twain tuvo un sueño de una viveza desusada, en el que vio el cadáver de su hermano dentro de un ataúd de metal en el salón de su hermana. El ataúd descansaba en dos sillas, y sobre el pecho de Henry habían puesto un ramo con una flor carmesí en el centro. Twain se despertó convencido de que su hermano había muerto y estaba expuesto en aquel salón. Se vistió y pensó hacer una visita al cadáver, pero decidió dar antes un paseo. Salió de la casa y sólo cuando ya había recorrido media cuadra se dio cuenta de que había estado soñando. Entonces regresó y contó el sueño a su hermana. Pocas semanas más tarde, Twain y su hermano coincidieron en Nueva Orleáns, pero tomaron barcos diferentes para volver a San Luis. Henry viajó en el Pennsylvania, cuyas calderas estallaron no lejos de Memphis, causando muchas víctimas. Henry resultó malherido y fue llevado con grandes dolores a Memphis, donde murió pocos días más tarde. Aunque la

"Sé bueno y estarás solo", escribió Mark Twain bajo esta foto suya de 1857. El escritor estadounidense se interesó profundamente por los fenómenos parapsicológicos.

mayoría de las víctimas del accidente fueron enterradas en ataúdes de madera, algunas mujeres de Memphis, compadecidas del joven, reunieron dinero para un ataúd de metal. Así, cuando Mark Twain fue a ver por última vez a su hermano, encontró el cadáver en un ataúd de metal, tal como lo había visto en su sueño. Faltaba el ramo, pero mientras Twain estaba junto al cadáver entró una mujer en la habitación y colocó sobre el pecho de Henry un ramo de flores blancas. En el centro tenía una rosa roja. (Journal of the American Society for Psychical Research, 64:187-88, 1970) El sacerdote de Bel El doctor Hermann V. Hilprecht estaba cansado. Era a mediados de marzo de 1892 y llevaba semanas trabajando en su nueva obra. Ya habían llegado las pruebas y faltaba poco para que aquel nuevo fruto de su cerebro saliese al mundo. Su título completo era La expedición a Babilonia de la Universidad de Pennsylvania, Serie A: Textos cuneiformes, Vol. 1, Parte 1: Antiguas inscripciones babilónicas, en especial de Nippur, y Hermann Hilprecht, profesor de Asiriología de la Universidad de Pennsylvania, no estaba plenamente satisfecho. Dos pequeños fragmentos de ágata inscritos, que creía eran trozos de anillos, se habían resistido a todos sus esfuerzos por traducirlos. Había numerosos fragmentos parecidos en el templo de Bel, en Nippur; pero en este caso ni siquiera había podido examinar los originales, sino sólo un dibujo. A pesar de esas dificultades, al cabo de semanas de estudio Hilprecht había asignado a los fragmentos una fecha comprendida entre 1700 y 1140 a.C., el periodo kasita de la historia babilónica. En uno de ellos creyó poder descifrar el carácter cuneiforme KU y atribuyó la pieza, de modo muy provisional, al rey Kurigalzu. El otro tuvo que añadirlo, muy a su pesar, al copioso grupo de fragmentos kasitas sin clasificar. Las pruebas finales de su comentario a esas piezas sin clasificar esperaban ahora su aprobación. No podía hacer nada más, y a regañadientes firmó las hojas. Era ya casi medianoche, estaba agotado y se fue a la cama. Se quedó dormido casi inmediatamente y tuvo un sueño extraño. Se le apareció una figura alta, delgada y vestida con una sencilla túnica. Parecía el fantasma de un sacerdote de la era babilónica, un hombre de unos 40 años. "Ven conmigo", dijo el personaje, haciendo señas al profesor. Juntos viajaron por el tiempo hasta llegar a la cámara del tesoro del templo de Bel, donde entraron en una estancia de techo bajo y sin ventanas. Su único mobiliario era un gran cofre de madera, y tenía el suelo cubierto de fragmentos de ágata y lapislázuli. El sacerdote se volvió hacia él y le dijo: "Los dos fragmentos que has publicado por separado en las páginas 22 y 26 deben ir juntos. No

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El principal centro de culto del dios Bel, rey de cielos y tierra, fue la ciudad de Nippur, en la antigua Babilonia. En 1892, un sacerdote fantasma llevó al doctor Hermann W. Hilprecht a través del tiempo hasta el templo de Bel y lo ayudó a resolver un misterio arqueológico. Esta representación de Bel se cree que pertenece a un relieve babilónico. son anillos. Su historia es la siguiente: El rey Kurigalzu (hacia 1300 a.C.) envió cierta vez al templo de Bel, entre otros objetos de ágata y lapislázuli, un cilindro votivo de ágata con inscripciones. "Más tarde, nos ordenó hacer unos pendientes de ágata para la estatua del dios Ninib. Quedamos desolados, ya que no disponíamos de ágata en bruto para hacerlos. A fin de cumplir la orden del Rey, no nos quedó más remedio que cortar el cilindro votivo en tres partes, haciendo así tres anillos, cada uno de los cuales contenía un fragmento de la inscripción original. "Los dos primeros sirvieron de pendientes para la estatua del dios. Los dos fragmentos que tanto trabajo te han dado forman parte de ellos: si los pones juntos tendrás la prueba de lo que te digo. Pero el tercer anillo no lo encontrasteis durante vuestras excavaciones y nunca lo encontraréis." Dicho esto, el sacerdote desapareció. Hilprecht se despertó e inmediatamente contó a su mujer lo sucedido. Al día siguiente, domingo, volvió a examinar los fragmentos. ¡El sueño era cierto! Juntándolos, pudo leer la inscripción original: "Al dios Ninib, hijo de Bel, su Señor, ofreció esto Kurigalzu, pontífice de Bel." Todavía estremecido de emoción, el profesor Hilprecht hizo partícipe de la experiencia a su amigo y colega el profesor William Romaine Newbold y le enseñó el relato del sueño, escrito cuando todavía estaba fresco en su memoria. Juntos estudiaron detenidamente la traducción y las notas tomadas al descubrir los fragmentos. De pronto Newbold planteó un problema: según las descripciones del arqueólogo John P. Peters, los dos fragmentos tenían colores diferentes. ¿Cómo podían haber formado parte de una misma pieza?

El profesor Hilprecht admitió la dificultad y decidió examinar los fragmentos ese verano, cuando visitase el museo de Estambul, donde se guardaban. El viaje a Estambul lo hizo por cuenta del Comité de la Expedición a Babilonia, para catalogar y estudiar los objetos de las excavaciones de Nippur allí conservados. Refirió su sueño a Halil Bey, el director del museo, y le preguntó si podía examinar los fragmentos. Halil Bey accedió de muy buen grado. Encontré uno de los fragmentos en una caja y el otro en otra muy apartada [escribió Hilprecht]. Cuando los reuní, la verdad de mi sueño quedó demostrada ad °culos [ante mis_ ojos]. ¡Habían pertenecido a un mismo cilindro votivo! Como estaban hechos de un ágata finamente veteada, la sierra del lapidario había dividido accidentalmente el objeto de tal modo que la veta blancuzca de la piedra aparecía sólo en uno de los fragmentos, y la superficie gris, más extensa, en el otro. Eso hacía explicable la descripción tan discordante que el doctor Peters había hecho de ambos fragmentos.

Es posible que el profesor Hilprecht hubiese resuelto en su subconsciente el enigma de los fragmentos durante sus horas de estudio y recurrido al impresionante sueño para ofrecer el hallazgo a su atención consciente. Probablemente el subconsciente de Hilprecht era lo bastante inteligente para construir un cilindro votivo con dos pequeños fragmentos de ágata. ¿O acaso el sacerdote de Bel viajó a través de 32 siglos para guiar al último guardián de sus antiguos tesoros? (Sylvan Muldoon, Psychic Experiences of Famous People, págs. 136 40) -

Noticias anticipadas En 1896, Madame de Ferriém, una conocida médium alemana de la época, tuvo la visión de un inminente desastre. Su descripción de lo que veía es curiosamente rápida y selectiva, como si estuviese asistiendo a la proyección de un noticiero acelerado: ¡Cuánta gente hay a la entrada de la mina! ;Y qué blancos están! ¡Como cadáveres! ¡Eso es lo que son, sólo cadáveres! Sí, van saliendo. Bueno, los sacan. Es tan negra toda la región... Sólo hay pequeñas cabañas por todas partes. La gente que veo habla un idioma diferente... Ahora sacan a uno con un cinturón de hebilla reluciente. Pronto será Navidad... ;Qué frío hace! Hay uno que tiene una lámpara con un enrejado de alambre alrededor. ¡Ah, es una mina de carbón...! Ahora entiendo lo que dice uno de ellos. Dice: "¡Los médicos vienen de Brüx!" ¡Oh! Es un lugar de Bohemia... son bohemios. Las mujeres y los niños llevan pañuelos a la cabeza... ¿Serán médicos esos que dan fricciones? Muchos llevan brazaletes con cruces... Mira, un rosario... "En las minas de carbón de Dux" está diciendo, pero lo que yo leo es Brüx. Lo veo en su brazalete... Sí, son del Departamento de Sanidad.

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Tres años después, en 1899, un diario alemán publicó la visión de Madame de Ferriem. Al año siguiente, en septiembre de 1900, centenares de personas murieron en una explosión ocurrida en una mina de carbón de Dux, cerca de Brüx, en Checoslovaquia. Un mes después, durante un octubre inusitadamente frío, aún seguían rescatando cadáveres de la mina. El único error de Madame de Ferriém fue creer que el desastre ocurría en Navidad. (Ambas localidades estaban, corno había dicho ella, en Bohemia, la antigua región del oeste de Checoslovaquia. Dux se llama ahora Duchkov, ∎ el nombre de Brüx ha sido cambiado por Most.) (Herbert R. Greenhouse, Premonitions: A Leap lato the Future, págs. 50-51) "Futilidad" y el futuro En 1898 publicó Morgan Robcrtson una novela que tenía por temas el orgullo, la codicia y la estupidez. Se titulaba El naufragio del Titán o Futilidad, y describía el viaje inaugural de un lujoso trasatlántico llamado Titán que, aunque considerado insumergible, choca con un iceberg y se hunde, con enorme pérdida de vidas. En 1912, el Titanic, un lujoso trasatlántico que todos consideraban que no podía hundirse, hizo su travesía inaugural, chocó con un iceberg y se hundió, cau-

El martes 16 de abril de 1912, el New York Times anunciaba el hundimiento del Titanic. El desastre fi te extrañamente parecido al descrito en una novela publicada en 1898.

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sando un gran número de víctimas. Veamos las semejanzas entre ambos casos: Mes del naufragio Pasajeros y tripulación Botes salvavidas Tonelaje Eslora Hélices Velocidad al chocar

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Abril 2 207 20 66 000 268 m 3 23 nudos

Prophecy in Our Tinte, pág. l I)

La muerte del Archiduque El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo (Yugoslavia) el 28 de junio de 1914, fue una de las causas inmediatas de la Primera Guerra Mundial. En la madrugada de ese día, el obispo José Lanyi, antiguo tutor del Archiduque, se despertó de un terrible sueño. Soñé que había ido muy temprano a mi escritorio para ver el correo. Encima del montón de cartas había una con orla negra, un sello negro y las armas del Archiduque. Inmediatamente reconocí su letra, y vi a la cabeza del azulado papel de cartas una fotografía, corno las de las postales, en la que aparecían una calle y un estrecho callejón. Sus Altezas estaban sentados en un coche, con un general frente a ellos y un oficial junto al chofer. A ambos lados de la calle había una gran multitud. Dos muchachos se adelantaban y disparaban contra Sus Altezas. El texto de la carta era el siguiente: "Querido Dr. Lanyi: Excelencia, deseo informarle que mi esposa y yo hemos sido victimas de un asesinato político. Nos encomendamos a sus oraciones. Saludos cordiales de su Archiduque Francisco. Sarajevo, 28 de junio, 3:15 de la mañana." Temblando y bañado en lágrimas, salté de la cama y miré el reloj, que marcaba las 3:15. Inmediatamente fui a mi escritorio y anoté lo que había leído y visto en mi sueño. Al hacerlo, conservé incluso la forma de ciertas letras tal como las había escrito el Archiduque. A las seis menos cuarto de esa mañana entró mi criado en el despacho y me vio sentado, pálido y rezando el rosario. Me preguntó si estaba enfermo y le dije: "Avisa inmediatamente a mi madre y al huésped. Voy a decir en seguida misa por Sus Altezas, porque he tenido un sueño terrible." Mi madre y el huésped vinieron a las siete menos cuarto. Conté a mi madre el sueño en presencia del huésped y del criado. Después fui a la capilla de la casa. Pasé el día lleno de temor y aprensiones. A las tres y media un telegrama nos trajo la noticia del crimen.

Al sueño del obispo Lanyi se le escaparon dos detalles: el asesino fue uno solo, y el oficial no iba sentado junto al chofer, sino de pie en el estribo, debido a un anterior y fallido atentado con bomba contra el Archiduque. (Keith Ellis, Prediction and Prophecy, págs. 101-02)

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Las dimensiones del tiempo La idea de que el tiempo tiene muchas dimensiones ha sido enunciada a menudo para explicar las profecías. La esencia de esa concepción es que el tiempo puede ser, en otra dimensión, experimentado de un modo no consecutivo. Pasado, presente y futuro podrían existir simultáneamente. La idea de que existen otras dimensiones del tiempo es más fácilmente accesible por medio de aquellas que nos son ya familiares: la longitud, la altura y la anchura. A su vez, éstas son más accesibles si partimos de un punto que, geométricamente hablando, tenga ubicación pero no dimensiones. No obstante, se relaciona así con las figuras dotadas de dimensiones: Si un punto se mueve a través del espacio, marca una línea, que tiene como única dimensión la longitud. Si una línea se mueve por el espacio, traza la figura de un plano, dotado de dos dimensiones: largo y ancho. Y si un plano se mueve en el espacio traza una figura con tres dimensiones: largo, ancho y alto. Podemos también operar hacia atrás partiendo de un cuerpo tridimensional, y hallar que el corte transversal del cubo tridimensional es el plano bidimensional, que el del plano es una línea unidimensional , y que el de la línea es un punto sin dimensión. De esto podemos inferir que un cuerpo de tres dimensiones es la sección transversal de un cuerpo de cuatro dimensiones, y que un cuerpo tridimensional, cuando se mueve de cierto modo, producirá otro de cuatro dimensiones. Surge entonces la cuestión de qué clase de cuerpo podría tener por sección transversal una forma tridimensional, y en qué clase de nueva dirección podría moverse una forma tridimensional para producir otra de cuatro dimensiones, ya que un movimiento diferente de los de arriba, abajo, atrás, adelante o hacia un lado produciría simplemente una figura mayor, pero no de otra dimensión. La respuesta es la duración. Porque tan pronto como algo deja de durar, deja de existir. Deberíamos, pues, añadir a las tres dimensiones familiares la duración en e] tiempo como una cuarta dimensión. Por tanto, los cuerpos tridimensionales comunes deberían ser apropiadamente descritos como tetradimensionales, y un cuerpo con tres dimensiones se definirla dotado sólo de longitud, anchura y altura, pero no de duración. ¿Es tal cosa posible? Lo es, pero sólo hipotéticamente. Porque, en realidad, punto, línea y plano no existen verdaderamente como tales. Toda línea visible tiene tanto anchura como altura (y duración), lo mismo que todo plano físico tiene un cierto grosor además de longitud y anchura. Entonces, ¿qué movimiento debe experimentar una figura de tres dimensiones para producir un cuerpo de cuatro? Movemos un plano en la dimensión de la altura para

producir un cubo; de modo que el movimiento de un cubo (hipotético) en la dimensión del tiempo debería producir una figura (real) de cuatro dimensiones. ¿Qué significa el movimiento en la dimensión del tiempo? Como ya dijimos, debe significar movimiento en una nueva dirección, no arriba, abajo, atrás, adelante o hacia un lado. ¿Existen otras ciases de movimiento? Para empezar, está el movimiento que la rotación de la Tierra imparte a cuanto está sobre ella y que pone en movimiento incluso objetos aparentemente inmóviles. Podemos, pues, decir que un cuerpo tridimensional es la sección transversal hipotéticamente inmóvil de un cuerpo real cuya cuarta dimensión, la duración, es inseparable del movimiento que un mundo giratorio imparte inevitablemente a todo. Otros movimientos inevitables son el de la Tierra alrededor del Sol, el del Sol en torno al centro de la galaxia y, quizá, el de la propia galaxia alrededor de algún punto desconocido. Dado que todo cuerpo perceptible está en realidad experimentando simultáneamente todos esos movimientos, podemos decir que todas las cosas tienen esas dimensiones, aunque de un modo usualmente imperceptible. Y dado que esos movimientos y las dimensiones que implican sólo son perceptibles dentro de un marco temporal, podemos referirnos a ellos como dimensiones del tiempo. Si la duración es uno de los aspectos del tiempo, ¿qué pueden ser los otros? Entre diversas posibilidades, podemos sugerir la aparición y la desaparición, el cambio y la recurrencia. De todas ellas, sólo la duración es perceptible. Cuando decimos que algo aparece, queremos decir que notamos de pronto su existencia; cuando algo desaparece, notamos su falta de existencia. Del mismo modo, hablamos de cambio, pero en realidad sólo desarrollamos el concepto en cuanto percibimos agregados de características que existen o dejan de existir. Así inferimos, pero no observamos, la repetición de la puesta del sol y del amanecer, el paso de las estaciones y el desarrollo de un niño. Y, sin embargo, las cosas aparecen y desaparecen, cambian y se repiten realmente, aunque no percibamos verdaderamente que lo hacen. Son, por así decirlo, hipotéticas para nosotros, y deben tener su realidad en otras dimensiones del tiempo, del mismo modo que el cuerpo tridimensional hipotético se hace real, es decir, perceptible, en la dimensión del tiempo a la que llamamos duración. Si un cuerpo tiene acceso a dimensiones superiores del tiempo, es al menos teóricamente posible que todos lo tengan, aunque de modo invisible. Podemos también suponer que tal acceso se realiza por medio de modos o niveles de conciencia poco usuales, y que uno de ellos es el que llamamos profecía.


¡ Hombre al agua! A J.B. Priestly, el novelista y dramaturgo inglés, le fascinaban los enigmas filosóficos y psicológicos del tiempo, y reunió muchos relatos de sus amigos sobre el tema. Uno de ellos se lo contó sir Stephen King-Hall, otro escritor que había sido muchos años oficial de la marina. El acontecimiento que sir Stephen recordaba tan vivamente tuvo lugar en 1916, durante la Primera Guerra Mundial. Servía entonces a bordo del Southampton y el día en cuestión estaba de guardia. Cuando el navío y el convoy al que daba escolta se acercaban a una pequeña isla frente a la costa escocesa, sir Stephen tuvo la premonición de que un hombre estaba a punto de caer por la borda. Se apresuró a dar órdenes para disponer el rescate, pero, como aún no había ocurrido tal cosa, hubo inmediata contraorden del comodoro, que le preguntó: "¿Qué diablos hace usted?" Sir Stephen continuaba así su relato: Estábamos frente a la isla. Yo no sabía qué responder, Navegábamos a 20 nudos y rebasamos la pequeña isla en unos segundos. ;No ocurrió nada! Mientras me esforzaba por decir algo, nos llegó el grito de "¡Hombre al agua!" dado en el Nottingham (el buque que nos seguía a unos cien metros), que entonces estaba a su vez frente a la isla. Treinta segundos más tarde se oyó el ";Hombre al agua!" del Birmingham (el tercer buque de la formación, que entonces pasaba frente a la isla). Retrocedimos a toda velocidad, arriamos un bote casi al instante y recogimos a ambos hombres. Entonces pude explicar al fin a una oficialidad asombrada por qué había hecho lo que hice. [Angus Hall, Signs of Things to Come, pág. 17] Veinte años de adelanto A mediados de agosto de 1918 un periodista estadounidense, Eugene P. Lyle, hijo, escribió un artículo titulado "La guerra de 1938", que apareció en septiembre en Everybody's Magazine. En esa época la Primera Guerra Mundial tocaba ya a su fin; en julio había sido frenada la ofensiva alemana en el Mame y el 8 de agosto los alemanes habían sufrido grandes pérdidas en Amiens. Pershing estaba al mando de las tropas estadounidenses y todo hacía prever que la paz no podía tardar. Y, en efecto, la guerra terminó con la firma del armisticio el 11 de noviembre, menos de dos meses después de que Everybody's publicase su curioso artículo. En él, Lyle advertía que, a menos que Alemania fuese aplastada de tal modo que no le quedasen esperanzas de renacer, se alzaría para imponer de nuevo al mundo una guerra de monstruosas proporciones. "Nuestros soldados, al salir de las trincheras", escribía Lyle, "advierten a los políticos: ¡ Que Dios os ayude si no nos dejáis acabar nuestro trabajo!' " El artículo se desarrolla a base de flashbacks que, desde la guerra de 1938, retroceden a los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial.

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Aún seguía su curso la Primera Guerra Mundial cuando, en septiembre de 1918, Everybody's Magazine publicó un espeluznante artículo sobre "La guerra de 1938". Ésta era la ilustración de la portada.

Alemania acepta la derrota, se arrepiente y expresa su deseo de unirse a la familia de las naciones. Los aliados, hartos de la guerra, se muestran encantados y toman en serio sus palabras. Pero son engañados. Alemania empieza a rearmarse, subrepticiamente pero a gran escala. Acumula materias primas para la guerra: nitratos de Chile, cobre de México, hierro de Suecia... " ¡ Alemania debe ser no sólo eficiente, sino autosuficiente!", dicen sus políticos, que someten al país a un estado de racionamiento permanente. Pasan los años y cunden los rumores del gran arsenal que Alemania ha reunido en secreto, y de las nuevas armas que han desarrollado sus científicos. Aún más alarmantes son las versiones de que los clubes de tiro pangermánicos han servido para el entrenamiento de jóvenes soldados altamente disciplinados, cuyas "pruebas deportivas" son maniobras paramilitares en las que intervienen 50 000 hombres. Sumándose a todas esas advertencias, "proliferan los aeroclubes. A la pericia en el vuelo se añade el simulacro de combates, regido por normas que obligan a adquirir destreza en la lucha real". Al final, Alemania tiene un ejército de 20 millones de hombres equipado y listo para la acción. Europa, totalmente desprevenida, cae en tres semanas. Inglaterra es ocupada mediante una invasión aerotransportada, y sólo quedan Estados Unidos y los dominios británicos de ultramar para hacer frente al enemigo lo mejor que puedan: "¡Es la Noche, la Noche prusiana, la Consumación!", escribía siniestramente Lyle. Lyle erraba algunos puntos al escribir su guión para los próximos veinte años. Por ejemplo, no previó que sería precisamente la dureza del tratado de Versalles lo que sumiría a Alemania en las condiciones sociales y económicas que, según muchos historiadores contemporáneos, favorecieron el auge de Hitler y el militarismo alemán. Tampoco acertó del todo con la fecha del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, a menos que consideremos la capitulación inglesa y francesa ante Hitler en Munich, en 1938, como el acontecimiento que hizo la guerra inevitable. Y, aunque Lyle previó de manera notable lo que iba a ser la "batalla de Inglaterra", se equivocó en su resultado. Por lo demás, aunque a Hitler le costó más de tres semanas someter a la Europa continental, su blitzkrieg ocupó Polonia en tres semanas en 1939, y en 1940 Francia fue invadida y vencida en seis semanas.


Lyle fue extrañamente preciso en otros detalles. Alemania almacenó armas y materias primas; soldados y pilotos fueron entrenados en "campamentos juveniles", "clubes de tiro" y "aeroclubes"; los científicos alemanes desarrollaron nuevas armas, y la falta de preparación de las futuras víctimas de Hitler era deplorable. Si se hubiera hecho caso de las dotes proféticas de Eugene Lyle, el mundo podría ser hoy un lugar muy diferente. (American History Illustrated, noviembre de 1976, págs. 35-43) Quiromancia En 1925, el "conde" Louis Hamon, célebre quiromántico y vidente que usaba en esta profesión el nombre de Cheiro, formuló la siguiente predicción acerca del príncipe de Gales, Eduardo: "Está dentro de lo posible... que sea víctima de un amor devastador. Si así ocurriese, predigo que el príncipe lo abandonará todo, incluso la posibilidad de ser coronado, antes que perder el objeto de su afecto.'' En 1936 murió el rey Jorge V, y el príncipe de Gales se convirtió en Eduardo VIII. Su abdicación 325 días más tarde (y más de diez años después de la profecía de Cheiro) en aras de su futura esposa, la dos veces divorciada Wallis Simpson, fue debida, según dijo, a no poder renunciar a la mujer que amaba. Cheiro previno también al conocido periodista inglés William T. Stead que en modo alguno debía viajar por mar a mediados de abril de 1912. Sorprendentemente, pues era notorio su interés por lo esotérico (ver la pág. 21), Stead ignoró la advertencia, adquirió un pasaje en el Titanic y se ahogó el 14 de abril. Antes, en 1905, Cheiro había leído el futuro del poderoso y odiado Rasputín, el Monje loco de Rusia, al advertirle: "Preveo para usted un fin violento dentro del palacio. Estará amenazado por el veneno, el puñal y las balas. Finalmente, veo las aguas heladas del Neva cerrándose sobre usted." Once años más tarde la profecía se cumplió. (Para la historia de su muerte, ver la pág. 272.) (Omar V. Garrison, The Encyclopaedia of Prophecy, págs. 77-78; Herbert B. Greenhouse, Premonitions: A Leap Into the Future, págs. 102-03) Presentación para la prensa En 1932, dos periodistas alemanes, el reportero J. Bernard Hutton y el fotógrafo Joachim Brandt, fueron enviados a realizar un reportaje en los astilleros de Hamburgo-Altona. Un ejecutivo los guió por las instalaciones, y al caer la tarde su misión ya estaba terminada. Cuando abandonaban los astilleros, ambos oyeron el zumbido de un avión sobre sus cabezas, y pronto el ruido de los cañones antiaéreos ahogó todos los demás. Se había hecho de noche, y los dos hombres no tardaron en ver estallar las bombas a su alrededor. El lugar se convirtió en un infierno, y lo que al principio habían tomado por un ejercicio de entrenamiento resultó una incursión aérea en toda regla.

Dos periodistas afirmaron haber presenciado una incursión aérea que devastó los astilleros de Hamburgo... once años antes de ocurrir. Esta fotografía de 1945 muestra los daños que "vieron" entonces. Regresaron para preguntar al guardia de la puerta si podían hacer algo, pero les dijo en tono amenazador que se ocupasen de sus asuntos, de modo que regresaron a Hamburgo. Aunque el cielo había estado oscuro durante todo el ataque, se sorprendieron al encontrar Hamburgo en plena actividad, en el curso de un atardecer normal. Detuvieron el coche y se voltearon para contemplar los astilleros. Estaban intactos, y pudieron verlos, sin el menor daño, a la luz ya declinante. Cuando revelaron las fotografías de Brandt —quien no había dejado de disparar su máquina durante todo el ataque—, no apareció en ellas nada extraño, y el director, tras oír su relato, los acusó de acudir al trabajo borrachos. Poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, Hutton se instaló en Inglaterra. Allí, en 1943, leyó en un periódico el relato de una afortunada incursión nocturna de la Royal Air Force contra los astilleros de Hamburgo. Buscó más detalles del ataque, que le confirmaron lo que ya sospechaba: la escena de destrucción que Brandt y él habían presenciado en la primavera de 1932 era real. Sólo que ellos la habían visto once años antes de que sucediera. (J. Bernard Hutton, On the Other Side of Reality, págs. 171-75) Vuelo al futuro Victor Goddard, piloto de la Royal Air Force, se había perdido. Mientras volaba sobre Escocia, lo había sorprendido una tormenta, y necesitaba encontrar un punto de referencia. Descendió con su biplano Hawker Han por entre las nubes, esperando encontrar más abajo tiempo despejado y quizá vislumbrar Drem, un

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te envié desde la tumba? Mira detrás del cuadro." A la señorita Allgood el sueño la dejó confusa, pues no tenía razón alguna para creer que la señora Campbell no siguiese viva. De todos modos, miró detrás del cuadro de la garza, donde encontró una caricatura de su amiga, hecha por sir Max Beerbohrn, que valía unos 2 000 dólares de la época. Sarah Allgood supo más tarde que la señora Patrick Campbell había muerto precisamente el día de su sueño inexplicable. (Stuart Holroyd, Dream Worlds, pág. 127)

Mientras volaba sobre el campo de aterrizaje de Drem en 1934, sir Victor Goddard vislumbró al parecer el futuro cuando vio ese lugar, entonces abandonado, como el aeropuerto en que se convertiría en 1938. campo de aterrizaje abandonado que creía que se encontraba en la vecindad. Su instinto no lo había engañado. Drem no estaba lejos, y a partir de allí podría orientarse. Después, cuando se hallaba aproximadamente a cuatrocientos metros del campo de aterrizaje, sucedió algo extraordinario: "De repente", escribió más tarde, "la zona quedó bañada en una luz etérea, como la de un mediodía de verano." Drem no estaba desierto, abandonado y medio en ruinas. Era una auténtica colmena, en la que mecánicos con sus uniformes azules se afanaban en torno a aviones amarillos, que relucían al sol. Voló sobre ellos a una altura de no más de quince metros, sorprendido de que nadie mirara hacia arriba, y volvió a internarse en las nubes, ya seguro del rumbo. Era el año 1934. En 1934 el campo de aterrizaje de Drem era una ruina abandonada. En 1938, con la creciente amenaza de guerra, Drem volvió a abrirse como escuela de vuelo de las fuerzas aéreas, y el color de los aviones de entrenamiento británicos se cambió de plateado a amarillo. Victor Goddard, al salir volando de las nubes, se había internado por un momento cuatro años en el futuro. (Angus Hall, Signs of Things to Come, pág. 17) Un regalo enviado desde la tumba Cuando la belleza y la fama de la señora Patrick Campbell empezaban a marchitarse (fue la creadora del personaje de Eliza Doolittle en el Pigmalión de George Bernard Shaw), la cuidó durante una enfermedad otra actriz, Sarah Allgood. La señora Campbell, agradecida, regaló a su colega una acuarela que representaba una garza. Después, la señora Campbell marchó a Francia y la señorita Allgood a Hollywood, donde alquiló una casa. Era el año 1940. La primera persona con la que soñó Sarah Allgood en su nueva casa fue la señora Campbell, quien le dijo: "¿Encontraste el regalo que

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La voz interior de Winston Churchill Las incursiones aéreas eran algo tan común en la vida de Londres durante la Segunda Guerra Mundial que muchos londinenses se volvieron, si no del todo indiferentes al peligro que suponían, sí al menos bastante despreocupados. El primer ministro Winston Churchill, hombre de ánimo templado que había afrontado con frecuencia el fuego enemigo en sus años en el ejército, era tan belicoso como cualquiera en la capital, y estaba incluso menos dispuesto que la mayoría a permitir que lo inquietasen las bombas de Hitler. En cualquier caso, se suponía que encarnaba la inflexible resistencia de Gran Bretaña ante el enemigo, y se tomaba muy en serio su papel; pero cuando su voz interior le dijo que el peligro era real e inminente, la escuchó y —figuradamente, por supuesto— saltó en busca del escondite con toda presteza. Una noche estaba reunido con tres ministros de su Gabinete en el 10 de Downing Street, la residencia tradicional del primer ministro, en Londres. La ciudad se hallaba en pleno ataque aéreo, pero no se había permitido que eso interrumpiese su cena. De pronto Churchill abandonó la mesa y fue a la cocina, donde se ataEn cierta ocasión, una voz interior dijo a Winston Churchill, primer ministro de Inglaterra, que evitara sentarse en su lugar de costumbre en el coche, y le salvó la vida. Aquí lo vemos saliendo de su sitio acostumbrado.


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reaban la cocinera y una doncella. En una de las paredes había un gran ventanal. Dijo al mayordomo que pusiera la comida en una charola caliente en el comedor, y ordenó al personal de servicio que fuera inmediatamente al refugio. Después volvió junto a sus invitados. Tres minutos más tarde cayó una bomba detrás de la casa y destruyó por completo la cocina, pero el primer ministro y sus invitados resultaron milagrosamente ilesos. Uno de los medios de que Churchill se valía para impartir confianza era visitar personalmente las baterías antiaéreas durante los ataques nocturnos. En una ocasión, tras contemplar durante un rato a los artilleros en acción, volvió a su coche, quizá con la intención de visitar otras dos o tres dotaciones antes del amanecer. La puerta del lado donde solía viajar permanecía abierta para él, pero por una vez la ignoró, dio la vuelta al coche, abrió la otra puerta y entró. Pocos minutos más tarde, mientras rodaban por las calles en tinieblas, explotó cerca una bomba que levantó el automóvil y lo desplazó peligrosamente sobre dos ruedas, a punto de volcar. No obstante, por fin se enderezó y continuó su camino. "Debe de haber sido el peso de mis carnes sobre ese lado el que lo hizo bajar", diría más tarde Churchill. Cuando su mujer le preguntó por su escaramuza con la muerte, al principio dijo que no sabía por qué en esa ocasión había elegido deliberadamente el otro lado del coche. Pero después añadió: "La verdad es que sí lo sé. Algo dijo ' ;Alto!' antes de que yo llegase a la puerta que me esperaba abierta. Entonces me pareció que me decían que debía abrir la puerta del otro lado, entrar y sentarme allí, y eso es lo que hice." ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 2, No. 14)

embargo, el día del accidente ese número descendió en un 84 por ciento. Otro ejemplo de lo que Cox llama accidentavoidance (prevención de accidentes) aparece en las cifras que reunió acerca del tren No. 15 de la línea Chicago -Milwaukee - St. Paul-Pacific, que descarriló el 15 de diciembre de 1952 con 55 personas a bordo. En cinco de los siete días anteriores elegidos por el método de Cox hubo más de 100 viajeros en el tren, y en los otros dos al menos 30 pasajeros más que el día del accidente. El promedio de pasajeros en los diez días sin accidente fue un 50 por ciento mayor que el día del descarrilamiento. (Journal of the American Society for Psychical Research, 50:99-109, 1956)

Premoniciones inconscientes Según un estudio efectuado en los años cincuenta por W.E. Cox, en los trenes que van a sufrir un accidente viaja menos gente que en los demás. Pero como los accidentes ferroviarios son una incógnita hasta que ocurren, Cox se vio obligado a reconocer que muchas personas evitan, de manera consciente o inconsciente, tomar un tren el día en que éste sufre un accidente. Cox obtuvo de las compañías ferroviarias el número de pasajeros que viajaron en un determinado tren el día en que éste sufrió un accidente, los seis días anteriores a él y ese mismo día de la semana, de las cuatro semanas precedentes. Por ejemplo, el Georgian, tren que une Chicago y el este de Illinois, tuvo un accidente el 15 de junio de 1952. Ese día sólo iban en él nueve pasajeros. Durante los seis días anteriores al accidente el número de pasajeros había sido de 68, 60, 53, 48, 62 y 70. Una semana antes, el 8 de junio, había transportado 35 viajeros, y en los otros tres días estudiados 55, 53 y 54. En los diez días examinados, el promedio de viajeros del Georgian fue de 55.8. Sin

Doble visión Las apariciones precognitivas son raras, y cuando suceden pocas veces son compartidas. Pero eso es lo que les ocurrió a Paul McCahen y su esposa, de Inglewood (California), al anochecer del 4 de septiembre de 1956. Habían llegado ese día temprano al Gran Cañón, y al oscurecer vieron a una mujer, acompañada por un hombre y un muchacho que llevaba el equipaje, entrar a la cabaña contigua. La señora McCahen se sorprendió al reconocer a la mujer, una tal señora Nash con la que había coincidido un año antes como miembro de un jurado. Se lo dijo a su marido, y también que al señor Nash le faltaba un brazo. Suponiendo que la señora Nash estaría cansada del viaje, la señora McCahen decidió esperar a la mañana siguiente para hablarle. "Al día siguiente", escribió en su informe a la Sociedad de Investigaciones Parapsicológicas de los Estados Unidos, "la vi sentada en la veranda y fui a hablar con ella. Conocí a su marido y les presenté al mío, y mantuvimos una agradable charla hasta que le dije

Una cita con el destino En 1954 Eva Hellstróm, fundadora de la Sociedad Sueca de Investigaciones Parapsicológicas, soñó que ella y su marido volaban sobre las calles de Estocolmo. Al mirar hacia abajo, vio un accidente de tráfico: un tren verde acababa de estrellarse contra un tranvía azul. En esa época todos los trenes de Estocolmo iban pintados de color café; de modo que cuando, pocos meses más tarde, empezaron a funcionar nuevos trenes verdes, Eva Hellstrám estuvo segura de que su sueño iba a cumplirse. Había dibujado la posición de los dos vehículos y anotado en su diario: "El accidente ocurrirá cuando el tren de Djursholm y el tranvía número 4 se encuentren en Valhallavágen. En ese lugar han ocurrido accidentes entre coches y trenes, pero que yo sepa nunca con un tranvía..." El 4 de marzo de 1956, casi dos años después del sueño, un tranvía azul, el No. 4, y el tren verde de Djursholm chocaron en Valhallavágen. La posición de los vehículos accidentados era precisamente la que mostraba el dibujo de Eva Hellstrom . (Stuart Holroyd, Dream Worlds, págs. 123 y 127)

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que la había visto la noche anterior, aunque no le dirigí la palabra. Los Nash se miraron asombrados y dijeron que acababan de llegar en un autobús de turistas..." El señor McCahen confirmó la historia de su esposa y añadió que la fantasmal señora Nash no estaba a más de 4 ó 5 metros de ellos cuando su mujer se la mostró. La experiencia de los McCahen es rara no sólo por ser compartida, sino por haberse registrado sin el concurso de ningún tipo de presión emocional. La señora McCahen y la señora Nash apenas se conocían y hacía un año que no se veían. Ningún peligro amenazaba a ninguna de las dos, y el señor McCahen no había tenido la menor relación previa con la familia Nash. (Martin Ebon, Prophecy in Our Time, pág. 142) Visto en una bola de cristal La noche del 16 de enero de 1969, Joseph DeLouise entró en un bar de Chicago y pidió un periódico. Quería leer la noticia del choque de dos trenes al sur de Chicago. Los clientes que estaban en el bar se extrañaron. ¿Qué choque? No habían oído a nadie comentarlo. Tampoco había venido nada en los periódicos. ¿Dónde había sido? "En algún lugar al sur de aquí", dijo DeLouise, "dos trenes han chocado en medio de la niebla. Es el peor desastre ferroviario que hemos tenido desde la Segunda Guerra Mundial, hace veinticinco años. Hubo muchos muertos y heridos." El cantinero puso la radio. Eran las once y no dieron noticias de ningún accidente ferroviario. Dos horas más tarde, a la una de la madrugada del 17 de enero, dos trenes de la Illinois Central chocaron de frente en medio de la niebla, 70 kilómetros al sur de Chicago. Hubo cuarenta y siete heridos y tres muertos. Era el peor desastre ferroviario ocurrido en la zona en los últimos veinticinco años. DeLouise había hablado el 14 de diciembre de 1968 en un programa de radio de Gary (Indiana) y predicho que el choque ocurriría dentro de cinco o seis semanas. ¿Qué clase de hombre es Joseph DeLouise? Trabaja como peluquero, no llegó a terminar la secundaria y, como muchos adivinos, utiliza una bola de cristal para hacer sus predicciones (ver pág. 302). Ha predicho muchos desastres por televisión y en la prensa. El 25 de noviembre de 1967 predijo el hundimiento de un puente. Tres semanas después, el 16 de diciembre, se hundía el Silver Bridge, que cruzaba el río Ohio por Point Pleasant, en Virginia Occidental. Murieron treinta y seis personas y otras diez fueron dadas por desaparecidas. El 8 de enero de 1968 DeLouise predijo que en el año que empezaba no habría disturbios importantes en el pais, pero sí una auténtica "insurrección". El 7 de abril de ese año el gobernador de Illinois declaró que el brote de violencia desatado en Chicago era una

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Joseph DeLouise utiliza una bola de cristal para ver el futuro. Se concentra en la brillante superficie hasta que ésta se vuelve borrosa, y en el vaho que se forma puede percibir lo que va filtrándose a través de sus sentidos. insurrección, y fueron enviados allí por avión 5 000 soldados federales. El 15 de diciembre de ese mismo año, predijo que la familia Kennedy se vería envuelta en una tragedia relacionada con el agua. Más tarde "vio" en ese contexto a una mujer que se ahogaba. El 18 de julio de 1969 Mary Jo Kopechne se ahogó en Chappaquiddick, en un accidente de automóvil en el que estuvo implicado el senador Edward Kennedy. El 21 de mayo de 1969, DeLouise predijo que un jet se estrellaría cerca de Indianápolis. Morirían 79 personas y estaría implicado de algún modo el número 330. A las 3:30 de la tarde del 9 de septiembre de 1969, un DC-9 de las Allegheny Airlines chocó con un avión particular cerca de Indianápolis. Murieron los cuatro miembros de la tripulación y 78 pasajeros, así como el piloto del otro avión. (Joseph DeLouise con Tom Valentine, Psychic Mission, tomado de diversos pasajes) El rapto del futuro En 1972, la casa editorial Regency Press publicó una novela titulada El raptor negro, original de Harrison James, seudónimo de James Rusk, hijo. En ella un grupo de terroristas, comandados por un negro, secuestran a la hija de un hombre acaudalado, de conocidas simpatías derechistas. La hija, una estudiante llamada Patricia, es raptada cerca de su universidad. Su novio, que la acompaña, es golpeado por los raptores y se convierte en sospechoso. Al principio Patricia resiste a sus raptores, pero pronto sucumbe a su ideología y a su tenebroso encanto. Los secuestradores envían fotos instantáneas de ella a su padre y describen su acto como "el primer secuestro político" de los Estados Unidos. Al final, predicen, serán rodeados por la policía, atacados con gases lacrimógenos y exterminados. Un mes después de que, en 1974, Patricia Hearst (estudiante e hija del acaudalado Randolph Hearst, de ideas derechistas) fue raptada de su apartamento, cercano a su universidad, por miembros del Ejército Simbiótico de Liberación (un grupo terrorista dirigido por un negro), el FBI visitó a James Rusk, hijo. Para entonces el antiguo novio de Patricia, Steven Weed, que estaba con ella cuando la raptaron y fue golpeado por los secuestradores, no era ya sospechoso, pero si lo era James Rusk, hijo: el FBI había leído su novela.


El conocimiento del futuro Para explicar las profecías debe hacerse, por fuerza, suposiciones acerca del futuro. La más fundamental es que los acontecimientos futuros todavía no han ocurrido y no pueden, por tanto, producir efectos en el presente. La explicación que parte de esta opinión conduce necesariamente a pensar en el futuro corno una posibilidad que de algún modo existe en eI presente. Ciertas premoniciones pueden sin duda deberse a claves de las que apenas somos conscientes. Por ejemplo, un ruido extraño en un coche puede provocar una acertada premonición de peligro. El punto flaco de esta forma de la teoría es que exige en el vidente una misteriosa capacidad de analizar signos e indicaciones que son no sólo imperceptibles para la mirada normal, sino imposibles de deducir teóricamente. ¿Qué claves del entorno del que sueña pueden inspirarle la precognición acertada de un desastre del que lo separan seis meses y cinco mil kilómetros? Se han hecho algunas sugerencias extraordinarias para explicar cómo el futuro puede estar no realizado pero sí cognoscible en el presente. Una de ellas, debida a Gerhard Dietrich Wasserman, físico matemático de Durham, es que todos los acontecimientos existen como modelos mentales intemporales, con los que están relacionadas todas las partículas vivientes y no vivientes del universo. Esta idea debe algo a la antigua creencia de que el universo —el macrocosmos— contiene innumerables microcosmos, cada uno de los cuales recapitula las características y el orden del gran todo. Así, el hombre era visto como un microcosmos de la Tierra cuyas venas y arterias correspondían a los ríos y arroyos. A finales del siglo XVII esta idea había experimentado muchas transformaciones, pero aún tenía fuerza. Por ejemplo, Leibnitz escribía: Todas las diferentes clases de seres que juntos forman el universo no son, en la idea de Dios, que conoce claramente sus gradaciones esenciales, sino otras tantas ordenadas de una única curva, tan íntimamente unidas que sería imposible colocar otras entre dos cualesquiera de ellas sin que implicase desorden e i mperfección. Según eso, los diferentes órdenes de seres, animados e inanimados, están tan gradualmente cerca uno de otro en sus atributos y propiedades que forman una sola cadena, "tan íntimamente eslabonados uno al otro que es imposible... determinar con precisión el punto en que termina uno y empieza el siguiente". En este concepto de una "cadena del ser" o de los seres, los animados, y por tanto los espirituales y los psíquicos, se unen con los inanimados mediante una

gradación de atributos compartidos. Para Leibnitz esto implicaba que alguien con suficiente penetración "vería el futuro en el presente como en un espejo". Otra versión de la idea de que el futuro está oculto en el presente la formuló Adrian Dobbs, matemático y físico de la Universidad de Cambridge, en 1965. Decía que, a medida que los acontecimientos se desarrollan, actualizan un número relativamente pequeño de las posibilidades de cambio que existen a un nivel subatómico. En este proceso se producen perturbaciones que crean, en otra dimensión del tiempo, lo que Dobbs llama frente de onda psicotrónico. Éste puede ser registrado por las neuronas del cerebro, al menos en ciertas personas especialmente sensibles, e interpretado. Una metáfora puede ayudar a aclarar el proceso: I maginémonos un estanque, en uno de cuyos lados se echa al agua un barco de juguete. Al lado contrario está una persona muy pequeña. Es incapaz de ver el barco, pero, a medida que éste avanza, las olas que produce llegan a la orilla en la que se encuentra situada. En su viaje a través del estanque, esas olas pasan en torno a ciertos objetos —algas, hojas, un tronco—, quietos o levemente a la deriva en su superficie. Esos objetos originan perturbaciones en el frente de onda, que esa persona diminuta, con la experiencia de toda una vida en tales cosas, puede percibir con todo detalle. Con lo que le dicen los frentes de onda no sólo obtiene una imagen de los objetos que los producen, sino que calcula cuánto tardarán en llegar a la orilla. En esta metáfora, el barco de juguete representa un acontecimiento que se desarrolla en e] tiempo; su curso a través del estanque, uno de los muchos caminos que podía haber tomado y la dimensión del tiempo en la que sucede; el propio estanque, otra dimensión del tiempo en la que influyen otros factores; la ola que levanta la proa del barco, el "frente de onda psicotrónico" de Dobbs, y la persona diminuta, naturalmente, el aparato neurona] que recibe el frente de onda y lo convierte en predicción. Dado que la teoría de Dobbs es puramente hipotética y no se ha descubierto la supuesta onda psicotrónica, la dificultad está en sugerir un mecanismo neuronal mediante el cual el observador distinga el frente de onda de un determinado acontecimiento del presumible torbellino de ellos producido por la multitud de acontecimientos que se desarrollan simultáneamente. Igualmente, cuanto más alejado esté el acontecimiento en el futuro, más numerosos serán los frentes de onda y más complejo el problema. Tales son, vistas de un modo muy general, algunas teorías que consideran que el futuro es una posibilidad implícitamente accesible en el presente, y tales las dificultades y limitaciones con que se encuentran.


Si los terroristas conocían también la novela y la adoptaron como guión para el secuestro —haciendo así que la profecía se cumpliese— es algo que nunca sabremos, pues tiempo después fueron rodeados por la policía, atacados con gases lacrimógenos y muertos. (Alan Vaughan, Incredible Coincidente, págs. 55-56)

Un profeta sin empleo

Edward Pearson fue detenido el 4 de diciembre de 1978 por viajar en tren sin boleto de Inverness a Perth, en Escocia. Compareció ante un tribunal de Perth, donde fue calificado de "profeta galés en paro", y dijo que iba camino de Londres para advertir al ministro del medio ambiente que un terremoto iba pronto a afectar a Glasgow. La historia de Edward Pearson apareció en el Courier & Advertiser de Dundee el 6 de diciembre, bajo el titular "El profeta iba sin boleto". Tres semanas más tarde, los lectores del Courier & Advertiser fueron sacudidos en sus camas por un terremoto que causó daños en edificios de Glasgow y otras partes de Escocia. Los terremotos son un fenómeno muy raro en las islas Británicas. ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 6)

No hubo preguntas

Su hijo iba a nacer dentro de tres meses, pero Jaime Castell, un español empleado de hotel, oyó en sueños una voz que le decía que no llegaría a verlo. Convencido de que iba a morir pronto, Castell firmó una póliza de seguros por siete millones de pesetas, pagaderas sólo en caso de muerte y sin ningún beneficio. Pocas semanas más tarde volvía del trabajo conduciendo tranquilamente a 80 kilómetros por hora cuando un coche que iba en dirección opuesta a más de 100 chocó con la divisoria de la autopista, saltó por los aires y fue a caer encima de su automóvil. Los dos conductores murieron instantáneamente. La compañía de seguros pagó a la viuda de Castell sin demora, aunque normalmente la muerte de alguien que hubiera contratado un seguro de esa clase tan recientemente habría sido largamente investigada. "Este increíble accidente elimina cualquier sospecha", dijo un portavoz de la compañía; "una fracción de segundo de más o de menos en cualquiera de los dos sentidos y habría salido indemne." ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 6)

La pesadilla que resultó cierta

David Booth tenía noche tras noche la misma pesadilla. Primero oía un ruido de enormes motores fallando; después veía el aparato, un avión de pasajeros perteneciente a la American Airlines, que hacía un viraje brusco, se ponía cabeza abajo y caía al suelo envuelto en llamas. La pesadilla se repitió diez noches seguidas, y para David, un oficinista de 23 años de Cincinnati (Ohio), se convirtió en una obsesión. "Nunca tu-

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El peor accidente aéreo de la historia de los Estados Unidos ocurrió en mayo de 1979, al estrellarse un DC-10 momentos después de despegar del aeropuerto internacional O'Hare de Chicago (arriba). A principios de ese mes, David Booth (izq.) presenció el desastre en sus pesadillas durante diez noches seguidas.

ve la menor duda de que algo iba a ocurrir", dijo. "No era como un sueño, sino como si yo estuviese allí viéndolo todo; como ver la televisión." El martes 22 de mayo de 1979 David telefoneó a la Federal Aviation Administration (FAA) al gran aeropuerto internacional de Cincinnati. Llamó también a la American Airlines... y a un psiquiatra de la Universidad de Cincinnati. El 26 de mayo, un reactor de pasajeros DC-10 de la American Airlines se estrelló en el aeropuerto internacional O'Hare de Chicago. Murieron doscientas setenta y cinco personas, en Io que fue el peor accidente aéreo de la historia de los Estados Unidos. La Federal Aviation Administration había tomado lo bastante en serio a David Booth para tratar de confrontar su pesadilla con la información disponible, pero el resultado no bastaba para tomar medidas. "Fue muy extraño", dijo Jack Barker, del gabinete de prensa de la FAA. "Hubo diferencias, pero también muchas semejanzas. La mayor en cuanto a la compañía y el avión FAA había sospechado por la descripción de Booth que se trataba de un DC-l0]... y que éste cayó invertido." La descripción onírica del lugar del accidente se parecía, efectivamente, aI aeropuerto internacional O'Hare, pero no lo suficiente como para que alguien pudiese sospechar de antemano que era


allí donde iba a tener lugar la catástrofe. ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 6)

La llamada que no existió Una mañana de 1979, hacia las cinco, Helen Tillotson fue despertada por un urgente golpeteo en la puerta de su apartamento de Filadelfia y por la voz de su madre que decía: "Helen, ¿estás ahí? ¡Déjame entrar!" Cuando abrió la puerta, su madre, que vivía al otro lado de la calle, le preguntó por qué había ido a llamar a su puerta pocos minutos antes. Helen le explicó que se había acostado a las once y no había vuelto a despertarse. "¡Pero yo te vi! ¡Hablé contigo!", dijo la señora Tillotson, insistiendo en que Helen le había dicho que la siguiera a su casa sin hacer preguntas. Entonces oyeron la explosión. La había provocado una fuga de gas en la cuadra de la señora Tillotson. Su apartamento quedó medio destrozado. "De haber estado durmiendo allí en ese momento", dijo más tarde el jefe de bomberos, "dudo que hubiese podido escapar con vida." ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. I , No. 6)

Tanous hizo una predicción que se cumplió antes de terminar el año. La entrevista, hecha por Lee Speigel, presentador del programa Unexplained Phenomena, de la emisora NBC, tuvo lugar en la Sociedad de Investigaciones Parapsicológicas de los Estados Unidos situada en la calle 73 Oeste de la ciudad de Nueva York, frente a los apartamentos Dakota. Speigel preguntó a Tanous si podía predecir algo que fuese a ocurrir dentro de los próximos meses y tuviese interés para los muchos fanáticos del rock que lo escuchaban. Tanous dijo: La predicción que voy a hacer es que una famosa estrella del rock tendrá una muerte intempestiva. y eso puede ocurrir a partir de este momento. Digo intempestiva porque hay en esa muerte algo extraño, pero afectará a muchas personas a causa de su fama.

Predicción fatal Durante una entrevista grabada el 23 de agosto de 1980 para ser transmitida posteriormente, el "dotado" Alex

La entrevista grabada fue difundida el 5 de septiembre de 1980. El 8 de diciembre, John Lennon, el mundialmente famoso músico de rock, fue asesinado a la puerta de los apartamentos Dakota, donde residía. Dado que Tanous no había nombrado a nadie en concreto, Spiegel había hecho una lista de seis posibilidades. La encabezaba John Lennon. (American Society for Psychical Research Newsletter, 7:22, octubre de 1981)

Una profecía sobre la muerte de una famosa estrella del rock pareció cumplirse cuando John Lennon fue

asesinado en 1980. Esta foto de Lennon con su espose, Yoko Ono, aparece en su último álbum.

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ANOMALÍAS Cualquier desviación de la disposición esperada, de la norma general o del método usual es considerada una anomalía, y en tal concepto es descartada como sospechosa por la comunidad científica. Pero esto no evita que las pruebas de sucesos y relaciones inexplicables surjan en una maravillosa variedad de modos y un amplio abanico de lugares. El mundo es un museo de historia anómala, lleno de cosas curiosas e increíbles, y en este capítulo vamos a echarle una ojeada. Por ejemplo, en Sayre (Pennsylvania) se encuentran cráneos de gigantes con pequeños cuernos en la frente. En Clearwater (Minnesota) aparecen en un túmulo sepulcral siete esqueletos con doble fila de dientes en ambas mandíbulas. Entre tanto, desde un saliente rocoso de Casper (Wyoming ) nos mira fijamente un ser humano momificado de 35 centímetros de altura. Cerca de allí, en Antelope Spring (Utah), está la huella de un pie calzado con sandalia que aplastó a un trilobites vivo. Cosa quizá nada sorprendente, a no ser porque los trilobites se extinguieron hace unos 280 millones de años. No muy lejos, en Glen Rose (Texas), humanos y dinosaurios han dejado huellas adyacentes; otra relación "imposible", dado que los dinosaurios desaparecieron unos 60 millones de años antes de la fecha en que se cree que apareció el hombre. Al otro lado del océano, en Rutherford (Escocia), un trozo de hilo de oro sobresale de un gran pedazo de piedra recién extraído de la cantera. ¿Cómo pudo llegar allí? Mucho más al sur, en Mali (África Occidental), un pueblo de agricultores habla a los visitantes de su antiguo conocimiento de Sirio B, una estrella invisible a simple vista y descubierta sólo recientemente por los astrónomos. Entre tanto, muy al este, en los montes Urales de la U.R.S.S., las más viejas criaturas vivientes del mundo se animaban de pronto bajo los ojos de los científicos, tras estar encerradas en un trozo de mineral durante 250 millones de años. Los eruditos de todo el mundo están predispuestos a mirar con recelo esta colección de objetos improbables. Sobre la entrada de nuestro hipotético museo podría haber una inscripción en caracteres misteriosos, quizá fenicios, que traducida diría: "Abandonad la certidumbre quienes aquí entráis." Como seres racionales, tendemos a sentirnos incómodos ante lo que no podemos explicar. Pero en el futuro, como ya ha ocurrido en el pasado, algunas de las creencias que nos son más caras podrán verse irreparablemente afectadas.

Los hallazgos anómalos son tan abundantes como diversos. Los que se mencionan en las páginas siguientes corresponden a las categorías de huellas misteriosas, esqueletos extraños, animales vivos encerrados en piedra, objetos fuera de lugar y conocimientos inexplicables. Los descubrimientos han sido agrupados según un doble orden: zonal —de norte a sur— y cronológico. HUELLAS MISTERIOSAS DEL PASADO Una huella de pie muy bien impresa, que se cree que

pertenece a un niño, fue encontrada fosilizada en piedra arcillosa en la ribera oriental del río Connecticut,

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al sur de Hadley (Massachusetts, E.U.A.), en 1852. Conservadas en la arcilla había también huellas de pájaros, cuadrúpedos y serpientes. Se habían conservado incluso las impresiones de las gotas de lluvia, "que no estaban del todo borradas por el pie del niño. Podían verse claramente todas las estrías y líneas de la planta del pie..." Junto a la huella del pie infantil estaban las de un cuervo, pudiendo verse incluso el dibujo de la piel de las patas del ave. La capa de piedra arcillosa donde estaban las huellas se encontraba bajo unos seis metros de arena aluvial hasta que fue desenterrada por corrientes de agua. ( The American Journal of Science and Arts , 2:19: 391-96, mayo de 1855)


L

Una gran piedra con la impresión perfecta de un pie

humano de 36.5 centímetros de largo fue mostrada a los miembros de la Academia de Ciencias de Ohio en 1896. Había sido encontrada unos veinte años antes en una colina situada seis kilómetros al norte de Parkersburg, en Virginia Occidental. ( The American Anhropologist, febrero de 1896, pág. 66) En la cumbre de Big Hill, de los montes Cumberland , en el condado de Jackson (Kentucky), hay una capa de arenisca carbonífera. Hacia 1880 la atravesaba un camino para carretas, las cuales acabaron por romper la superficie de la roca. Al limpiar los detritos resultantes, se descubrió una serie de huellas en esa capa carbonífera de unos 300 millones de años de antigüedad. Las había de oso, de un animal parecido a un gran caballo y dos "huellas de un ser humano, de buen tamaño, con los dedos de los pies separados y claramente marcados". Estas huellas fueron examinadas por el profesor J.F. Brown, del Berea College, de Kentucky. ( The American Antiquarian, 7:39, enero de 1885) En 1938 el doctor Wilbur Burroughs, director del de-

.

partamento de geología del Berea College, de Kentucky, anunció que había descubierto diez huellas de pies humanoides en la arenisca carbonífera de una granja propiedad de O. Finnell, en las alturas de la parte norte del condado de Rockcastle. Las huellas tenían 24 centímetros de largo y 15 a lo ancho de los dedos, y la longitud de la zancada era de 25 .cNoehanbítsñmld iepasntr. Ni las fotomicrografías ni la fotografía infrarroja re; ciaron señales de tallado o marcado artificial en las huellas o a su alrededor, y el examen microscópico de los granos de arena indicó que los situados dentro de las huellas habían sufrido una presión. Esto, que seda el resultado natural de una huella hecha por el peso de un pie humano, era imposible de reproducir artificialmente. Se calculó en unos 250 millones de años la antigüedad de la roca en la que se encontraron las huellas, que fueron destruidas de modo vandálico en años recientes. (Brad Steiger, Mysteries of Time and Space, págs. 6-7) Numerosos caballos, osos, pavos y seres humanos con seis dedos en los pies dejaron sus huellas en lo que es ahora piedra compacta cerca del nacimiento del río Tennessee, pocos kilómetros al sur de Braystown (Carolina del Norte). Según Josiah Priest, especialista en

la arqueología del siglo pasado, entre esas extrañas huellas humanas había una de un gigante: sus medidas eran 40 centímetros de largo, 33 de ancho en !os dedos y 15.5 en el talón. (Josiah Priest, American Antiquities, pág. 150) Un par de huellas de pie humano adornaban un bloz „le de caliza situado en la orilla occidental del río Mis-

El etnólogo Henry R. Schoolcraft dibujó las huellas humanas encontradas en la caliza de San Luis para ilustrar su informe, publicado en 1822. sissippi, en San Luis, En 1816 ó 1817, el bloque fue arrancado por un tal George Rappe y llevado al pueblo de Harmony (hoy New Harmony), en Indiana. Las huellas tenían 26 centímetros de largo y 10 de ancho en los dedos, y estaban separadas 15.5 centímetros en los talones y 34 en los dedos, informó Henry R. Schoolcraft. Los dedos están muy separados, y el pie plano, como suele ocurrir en los que acostumbran andar descalzos. A pesar de ello, las huellas resultan sorprendentemente naturales, y muestran todas las impresiones musculares y la curva del talón y los dedos con una precisión y fidelidad que he sido incapaz de reproducir con exactitud en el presente dibujo... Todas las apariencias llevan a la conclusión de que estas impresiones fueron hechas en una época en que la roca estaba lo bastante blanda para recibirlas por presión, y que las huellas son naturales y auténticas.

En el complejo devenir geológico, esa caliza se endureció hace unos 270 millones de años. Se dice que roca y huellas mostraban los mismos indicios de desgaste y antigüedad. ( The American Journal of Science and Arts, 1:5: 223-31, 1822) En la ladera norte de una colina salpicada de cantos

rodados, cerca de la desembocadura del río Little Cheyenne (Dakota del Sur), hay una roca plana de caliza magnesiana de un blanco deslumbrante que los geólogos dicen que corresponde a una capa que se endu-

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reció hace unos 100 millones de años. Sobre ella hay tres huellas de pies con mocasines. Por el tamaño, parecen pertenecer a una mujer o a un adolescente, y a juzgar por la longitud de las zancadas (1.35 y 1.65 metros), la persona que las hizo iba corriendo. Además, en una de las huellas la impresión del talón es más profunda que la de la eminencia metatarsiana, lo que también sugiere que quien las hizo corría con una cierta velocidad. La profundidad de las huellas varía de 1.25 a 2.55 centímetros. Las tres muestran claramente el arco del pie y débiles huellas de los dedos, así como el mismo grado de erosión que el resto de la superficie de la roca. Según una entrevista hecha en 1882 a un tal Le Beau, que llevaba 26 años viviendo en la comarca, los indios ignoraban el origen de las huellas, pero tenían a esa piedra por mágica. (William R. Corliss, Ancient Man: A Handbook of Puzzling Artifacts, pág. 649)

Pero resulta que Jim Ryals, que ha dicho que su mujer y él vendieron huellas a los turistas, ha afirmado también que algunas de las huellas humanas las habían sacado del lecho del río Paluxy, utilizando un escoplo y un mazo y arrastrando después los bloques de roca mediante un tiro de caballos. Ryals explicó a los investigadores cómo distinguir las huellas verdaderas de las falsas:

Huellas de dinosaurio junto a huellas humanas se encuentran en el lecho del río Paluxy, cerca de Glen Rose (Texas). También se admite que hay en ello no poco de fraude. La autenticidad de las huellas de dinosaurio que hay en diversos lugares del curso del río Paluxy no ha sido discutida durante más de 50 años. No obstante, el descubrimiento de huellas de aspecto humano en el mismo estrato rocoso —en uno de los casos una huella humana coincide parcialmente con la de un dinosaurio de tres dedos— es inaceptable para la paleontología ortodoxa, dada su creencia de que esos gigantescos reptiles se extinguieron unos sesenta millones de años antes de la aparición del hombre. Pero la suposición de fraude se basa en algo más que en el simple deseo de verse libres de una prueba molesta. El rechazo de las huellas humanas de Glen Rose se basa en la admisión de que durante la Depresión algunas personas del lugar hicieron dinero grabando huellas humanas y vendiéndolas junto con las auténticas de dinosaurio. El procedimiento que utilizaban —que incluía el envejecimiento con ácido de la piedra esculpida— fue descrito por el sobrino de uno de los "artistas". A quienes desean acabar de una vez con esta rara historia, les bastan esas confesiones para dar el caso por cerrado.

1

Primero, la presión del pie solía levantar un borde de barro en torno a la huella. Segundo, si se arranca o sierra la huella aparecerán lineas de

1":1

C ^r-

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Estas huellas de un dinosaurio de tres dedos y de un hombre fueron fotografiadas en 1971 en el río Paluxy. En 1979 una crecida las deterioró.

Una de las huellas del río Paluxy (izq.) es medida por el geólogo Jack Walper, quien la atribuye a un dinosaurio bípedo que arrastraba las patas al caminar.

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presión bajo la superficie... Además... cuando las huellas verdaderas eran arrancadas a escoplo del lecho del río, el que lo hacía solía tener mucho cuidado de cortar a buena distancia de la huella por temor a dañarla. Esto hacía que tuviesen alrededor un amplio círculo de piedra.

Resulta, pues, que quienes se dedicaban a vender esas huellas conocían bien la diferencia entre las reales y las imitadas. En otras palabras, las falsificaciones imitaban huellas humanas verdaderas, según testi monio de otros vecinos de Glen Rose que parecen dignos de confianza. Para quienes desean librarse de esas huellas, más inquietante que tales testimonios, posiblemente interesados, es el hecho de que algunas de las huellas se han encontrado en zonas normalmente sumergidas a orillas del Paluxy. En 1976, Jack Walper, profesor de geología de la Texas Christian University, y John Green examinaron varias zonas del lecho del río. Mediante diques y bombeando agua consiguieron dejar al descubierto algunas huellas humanas y de dinosaurio. Todas tienen un borde alrededor, donde la presión del pie o de la pata hizo que el barro se levantara. Quien quisiera imitar ese efecto tendría que haber rebajado la piedra en una extensa zona alrededor de la huella para formar dicho resalte y, además, en los sitios descubiertos por Green y Walper, debería haber trabajado bajo el agua. Las huellas sumergidas tenían en promedio 45.5 centímetros de largo por 15.2 a 16 de ancho. (Frederick P. Beierle, Man, Dinosaur and History, págs. 22 29; Bible-Science Newsletter, 15 de abril de 1971; Pursuit, 9:83-85, otoño de 1976)

servado las huellas, mientras que a su alrededor la superficie era erosionada por el viento y la lluvia. En 1981 las huellas sobresalían como pedestales, varios centímetros por encima del suelo del desierto. No cabe duda de que las huellas pertenecen a criaturas vivientes. Se ha sugerido que fueron hechas a mediados del siglo pasado por los camellos del ejército de los Estados Unidos. Una opinión más aceptada es que tienen al menos diez mil años de antigüedad y pertenecen a un camello o mamut nativo ya extinguido. Pero la separación entre ellas parece sugerir una criatura de dos patas. Las misteriosas huellas han sido protegidas para su posterior estudio por los arqueólogos. (Informe del Ejército de los Estados Unidos, 1981) La que puede ser la más antigua huella de pie fósil conocida fue descubierta en junio de 1968 por William J. Meister, un coleccionista de fósiles. Si la huella es lo que parece —la impresión de un pie calzado con sandalia aplastando un trilobites—, habría sido hecha hace de 300 a 600 millones de años y bastaría para trastornar todas las ideas hoy vigentes sobre la evolución

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Huellas gigantescas, aparentemente de un ser humano, fueron encontradas por un trampero en la zona de los llanos de Alkali y Great White Sands (Nuevo México), en 1931. Un año más tarde, un grupo de cuatro personas, entre ellas O. Fred Arthur, supervisor del Lincoln National Forest, procedió a investigar las huellas, llevando como guía al trampero Ellis Wright. Encontraron trece huellas que cruzaban lo que queda de una antigua depresión desértica en las estribaciones orientales de los montes San Andrés. A pesar del gran tamaño de las huellas, los investigadores se convencieron de que habían sido hechas por humanos, "porque la impresión era perfecta e incluso estaba claramente marcado el arco". Las huellas, de forma ovalada, tenían de 40 a 55 centímetros de largo y de 20 a 30 de ancho, con una distancia aproximadamente de metro y medio entre ellas, y una separación de 60 centímetros a lo ancho. El lugar fue visitado de nuevo en 1972, 1974 y 1981, y se encontraron más huellas. La primera vez que fueron estudiadas se anotó que estaban a una profundidad de 63 milímetros. ;Pero en 1974 (42 años después) ya estaban a una profundidad de 25 a 39 milímetros! El peso de aquel ser, al compactar el suelo, había pre-

Las huellas encontradas en Great White Sands forman hoy piedras en el suelo del desierto. Abajo se muestra cómo la erosión del suelo blando que las rodea las ha dejado a varios centímetros sobre el terreno.

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humana y geológica, o para probar que un bípedo de otro mundo, calzado, visitó este planeta. Meister hizo su inquietante hallazgo durante una expedición en busca de rocas y fósiles a Antelope Spring, a unos 70 kilómetros al oeste de Delta, en Utah. Lo acompañaban su mujer, sus dos hijas y Francis Shape, también con su mujer y sus dos hijas. Habían descubierto ya varios fósiles de trilobites cuando Meister partió con su martillo un trozo de roca de unos cinco centímetros de grueso y descubrió la fantástica huella. La roca se abrió "como un libro", dejando al descubierto en uno de sus lados la huella de un pie humano con trilobites en la misma pisada. La otra mitad de la piedra mostraba un molde casi perfecto de la huella del pie y los fósiles. ¡Lo asombroso es que ese ser humano usaba sandalias!

Los trilobites son pequeños invertebrados marinos, parientes de los cangrejos y los camarones, que florecieron durante unos 320 millones de años antes de extinguirse hace 280 millones de años. Se cree que el hombre apareció hace de uno a dos millones de años, y sólo lleva calzado bien hecho desde hace pocos miles de años. La sandalia que parece haber aplastado a un trilobites vivo tenía 26 centímetros de largo y 9 de ancho. El talón está ligeramente más hundido que la suela, corno lo estaría una huella de pie humano. Meister llevó la piedra a Melvin Cook, profesor de Metalurgia de la Universidad de Utah, quien le aconsejó que la mostrara a sus colegas geólogos. Al no encontrar ninguno interesado en examinar la huella, Meister acudió a un periódico local, The Desert News, y poco después se hablaba del caso en toda la nación. En una posterior conferencia de prensa, el conservador del museo de Ciencias de la Tierra de esa misma Universidad, James Madsen, dijo: Hace 600 millones de años no había hombres, ni tampoco monos, osos o perezosos de tierra que pudiesen dejar huellas seudohumanas. ¿Qué ser humano podía andar por este planeta antes de que hubiesen aparecido siquiera los vertebrados?

Madsen proseguía diciendo que el fósil debía de haberse formado por un proceso natural, aunque no pu-

diese decir cuál. El doctor Jesse Jennings, del departamento de antropología de la Universidad, conjeturó (con bastante osadía, si consideramos la falta de pruebas visuales que lo apoyen) que la huella podía haber sido hecha por un gran trilobites descansando sobre tres más pequeños. El 20 de julio de 1968, el lugar del hallazgo, en Antelope Spring, fue examinado por el doctor Clifford Burdick, geólogo de Tucson (Arizona), que no tardó en encontrar, en un lecho de pizarra, la huella de un pie de niño. "La impresión", decía, "tenía unos quince centímetros de largo, con los dedos separados como si el niño no hubiese usado nunca calzado, que los comprime. No parece haber apenas arco y el dedo gordo no es prominente." La huella fue mostrada a dos geólogos y un paleontólogo. Uno de los geólogos convino en que parecía pertenecer a un ser humano, pero la opinión del paleontólogo fue que en su formación no había intervenido ningún agente biológico. El doctor Burdick se mantuvo firme: La roca se rompió casualmente a lo largo de las puntas de los dedos antes de que se encontrara la huella fósil. Este corte transversal permite ver que la estructura de la roca presenta finas laminaciones, o planos de estratificación. Allí donde los dedos presionaron en el material blando, esas laminaciones, antes horizontales, se hallan inclinadas hacia abajo, indicando que se ejerció peso sobre el barro. En agosto de 1968, Dean Bitter, profesor de una escuela pública de Salt. Lake City, aseguró haber descubierto otras dos huellas de zapatos o sandalias en la zona de Antelope Spring. Según Cook, esas pisadas no afectaron a ningún trilobites, pero apareció uno pequeño en la misma roca, cerca de las huellas, lo que indica que la pequeña criatura marina y el viajero con sandalias pudieron haber sido contemporáneos. (BibleScience Newsletter, agosto-septiembre de 1969; Creation Research Society Quarterly, diciembre de 1968) En 1882, enormes huellas de pies, muy parecidas a las de un ser humano calzado con zapatos, fueron halladas en una capa de arenisca del patio de la prisión estatal cercana a Carson City (Nevada), con motivo de unas obras. Las huellas tenían de 45 a 50 centímetros de largo y unos 20 de ancho; la zancada iba de 75 centímetros a más de 90, y la distancia entre las huellas izquierda y derecha era de 45 a 47 centímetros. En la misma capa de arenisca se encontraron otras muchas huellas de animales parecidos a caballos, ciervos, elefantes y lobos. Dado que el tamaño de las huellas y la edad de la roca en la que se encontraron (de dos a tres millones Esta impresión de lo que parece un pie calzado con sandalias, que tiene un trilobites en el talón, puede ser la huella de pie más antigua descubierta hasta hoy. Fue encontrada al partir una piedra en Antelope Spring.

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de años) argumentaban en contra de un origen humano, ni siquiera homínido, las huellas fueron atribuidas a una fuente más aceptable, un gigantesco perezoso de tierra. Se cree que esos animales podían mantenerse erguidos, aunque sólo con ayuda de la cola. Sin embargo, no apareció la menor huella de ésta. Se ha sugerido también que el animal podía andar en cuatro patas, y que las traseras caían casi exactamente en las huellas dejadas por las delanteras, dandi) así una impresión bípeda, pero esto no explica el hecho de que las huellas no mostrasen marcas de dedos. ( The American Journal of Science, 3:26:139-40, julio-diciembre de 1883)

La huella de un calzado de cuero fue encontrada en

1927 en la caliza triásica del cañón Fisher, en el condado de Pershing (Nevada), por Alfred E. Knapp. Según las microfotografías de la huella, el cuero estaba cosido a mano con un cabo más fino que el normalmente utilizado por los zapateros en 1927. La caliza triásica suele datarse entre hace 180 y 225 millones de años. (Brad Steiger„Mysteries of Time and Space, pág. la18)

huella del pie de un ser humano, que al parecer iba =hacia el río Gediz huyendo de una erupción, fue des-

dibujo de una de las huellas de pies de Carson City fue hecho en 1882: se le añadió la parte sombreador para igualarlo a las demás de la serie. Encima, a la misma escala, el pie de un gran perezoso.

cubierta en cenizas volcánicas durante la construcción

• tina presa cerca de Demirkópru (Turquía), en 1970. La edad de las cenizas fue calculada en 250 000 años por el Instituto de Investigación y Exploración Mine▪ de Ankara, y la huella considerada humana, por Laboratorio Nacional de Ciencia Forense de Sue En tal caso, el que dejó esa huella era un 2(hdaoN5mnb4ret:uc3,l17. ale abril de 1975) .

ESQUE LE T OS EXTRAÑOS E INVEROSÍMILES

Cr neos humanos con cuernos fueron hallados en un a

-lo sepulcral de Sayre, en el condado de Bradford sylvania), en el decenio de 1880. Salvo por los

Esta huella de pie humano encontrada cerca de Dernirkópru (Turquía), en cenizas volcánicas depositadas hace unos 250 000 años, puede ser de un antecesor del hombre de Neanderthal. salientes córneos de unos cinco centímetros encima de los arcos ciliares, los hombres a los que pertenecieron esos esqueletos eran anatómicamente normales, aunque de unos 2.13 metros de estatura, muy por encima de la media. Se calculó que habían sido sepultados hacia el año 1200 de nuestra era. El hallazgo lo hizo un reputado grupo de arqueólogos, del que formaban parte un historiador y digna-

Fósiles de segunda fase: La conjetura de Burroughs La explicación más coherente de las huellas fósiles anómalas es quizá la ofrecida por el doctor William Greely Burroughs, del Berea College de Kentucky. El doctor Burroughs cree que una depresión en la roca portadora de fósiles puede, mucho después de haberse formado los fósiles originales, llenarse de un sedimento que, a su vez, puede también convertirse en el medio en el que se fosilice la impresión de una huella del pie o el cuerpo de un ser. Una vez terminado este segundo periodo de fosilización, la roca de nueva formación puede ser indistinguible de la anterior, y dar la impresión de que los nuevos fósiles se formaron al mismo tiempo que los antiguos. Esta explicación presenta dos problemas. Primero, los fósiles anómalos no aparecen sólo en la unión de capas sedimentarias, sino también en el interior de rocas que no muestran el menor indicio de formación discontinua. Segundo, a veces los fósiles fuera de lugar no sólo no concuerdan con la edad de los fósiles próximos a ellos, sino tampoco con la que suele atribuirse a esos estratos rocosos. tario de la Iglesia presbiteriana (G.P. Donehoo) y dos profesores (A.B. Skinner, del American lnvestigating Museum, y W.K. Morehead, de la Phillips Academy. de Andover, en Massachusetts). Algunos de los huesos fueron enviados al American lnvestigating Museum de Filadelfia, donde por lo visto desaparecieron. (Pursuit, 6:69-70, julio de 1973)

Un cementerio de pigmeos fue descubierto en 183 cer7

ca de Coshocton (Ohio). Los esqueletos tenían de 90 a 137 centímetros de largo y parecían haber sido enterrados en ataúdes de madera. No se encontraron ob-

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jetas que permitiesen datar la cultura de esos pigmeos, pero el número de tumbas hizo suponer que "vivían en una ciudad considerable". (The Gentleman's Magazine, agosto de 1837, pág. 182) Un esqueleto de 2.95 metros de estatura fue extraído de un túmulo funerario de piedra en Brewersville (Indiana), en 1879. Llevaba puesto un collar de mica y tenía a los pies una tosca figura humana de barro cocido con trozos de pedernal incrustados. El túmulo, de entre 1 y 1.50 metros de altura y 21 de diámetro, fue excavado por arqueólogos de Indiana, observadores científicos de Nueva York y Ohio, el doctor Charles Green, médico local, y el propietario de la finca en la que estaba enclavado el túmulo, un tal señor Robison. Los huesos fueron conservados por la familia Robison en un cesto en un molino cercano. Se perdieron cuando una crecida se llevó el molino en 1937. ( The Indianapolis News, 10 de noviembre de 1975)

las fotos de las radiografías de Shapiro le fueron entregadas al doctor George Gill, profesor de antropología de la Universidad de Wyoming, quien opinó que el pequeño cuerpo marchito pertenecía a un niño o a un feto, posiblemente de una tribu desconocida de indios prehistóricos. Creía que el niño padeció anencefalia, una anormalidad congénita que explicaría las proporciones adultas de su esqueleto. Los descubrimientos de restos momificados no son raros en Wyoming, dado su clima árido. Como señaló el doctor Gill, los indios pudieron haber encontrado otras momias de niños con enfermedades semejantes y haber pensado que eran restos de enanos adultos, lo que a su vez tendería a reforzar la leyenda. Pero Pedro, como suele llamarse a la momia, sigue siendo una curiosidad científica. "Sólo poseemos fragmentos de información que estamos deseando completar", dice el doctor Gill, quien, al igual que otros antropólogos, espera todavía localizar la momia per-

Siete esqueletos fueron encontrados en un túmulo sepulcral cerca de Clearwater (Minnesota), en 1888. Tenían doble fila de dientes en ambas mandíbulas y habían sido enterrados en posición sedente, mirando al lago. Sus frentes eran insólitamente bajas y oblicuas, con cejas prominentes. (Saint Paul and Minneapolis Pioneer Press, 1° de julio de 1888) Apareció sentado con las piernas cruzadas en un saliente de una pequeña cueva de una montaña de granito. Tenía las manos cruzadas sobre el regazo en la actitud intemporal de un Buda. Parecía de mediana edad. Su piel era oscura y arrugada, la nariz aplastada, la frente baja, la boca grande y de labios finos. Y medía 35 centímetros de estatura. La momia fue descubierta en 1932 por buscadores de oro que volaban las paredes de una quebrada en los montes Pedro, 96 kilómetros al sudoeste de Casper, en Wyoming. Tras estudiarla, los científicos aventuraron la teoría de que se trataba de un pigmeo momificado, posiblemente el antepasado de los indios norteamericanos. Su enterramiento había tenido un carácter ceremonial. Exhibida en casetas de feria durante varios años, la "Momia de los montes Pedro" fue comprada más tarde por Ivan T. Goodman, hombre de negocios de Casper, y llevada a Nueva York. Tras el examen radiológico de los restos por el doctor Harry Shapiro, del American Museum of Natural History, y la certificación de autenticidad del Departamento de Antropología de la Universidad de Harvard, algunos pensaron que pertenecía a una persona de 65 años. Tal suposición despertó un gran interés, por las leyendas de los indios shoshones y cuervos de Wyoming que hablaban de un pueblo de enanos de sólo pocos centímetros de estatura. Tras la muerte de Goodman en 1950, la momia pasó a manos de Leonard Wadler y desapareció, pero el interés por ella continuó en toda la nación. En 1979

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La momia del monte Pedro, sorprendente por sus proporciones de adulto, ha ayudado a perpetuar las historias de enanos. elida para seguir estudiándola. (Casper Star-Tribune, 22 y 24 de julio de 1979; Casper Tribune Herald, 22 de octubre de 1932; C.J. Cazeau y Stuart D. Scott, Exploring the Unknown, pág. 222) Dos esqueletos humanos fueron hallados en 1973 sobre una meseta rocosa que las excavadoras habían limpiado en el curso de trabajos mineros cerca de La Sal


(Utah). El descubrimiento fue hecho por un grupo de coleccionistas de minerales que vieron dientes y fragmentos de hueso en la superficie de la meseta. No tardaron en encontrar una zona de arena descolorida, indicio de que allí se había descompuesto material orgánico. Empezaron a raspar y pronto descubrieron la superficie de un gran hueso. El jefe del grupo, Lin Ottinger, decidió entonces suspender los trabajos, al darse cuenta de que el hallazgo podía merecer la intervención de profesionales. A su regreso a la Universidad de Salt Lake City, en Utah, Ottinger consiguió la ayuda del profesor de antropología J.P. Marwitt, y una semana después regresaron al lugar con un fotógrafo, un periodista y algunos observadores interesados. La excavación del profesor Marwitt, registrada en películas y fotos, puso al descubierto las mitades inferiores de dos esqueletos humanos. En opinión de Marwitt, la formación en la que yacían los esqueletos tenía al menos 100 millones de años. Los huesos no estaban ni mezclados ni rotos, indicio de que no habían sido llevados allí por las crecidas de los ríos y que los seres a los que pertenecían habían muerto donde fueron encontrados. Para confundir más las cosas, esos huesos, aparentemente de hacía 100 millones de años, tenían un aspecto relativamente moderno. Eran huesos de hombre, no de un antropoide lejanamente emparentado y capaz de arrastrarse sobre dos pies (que también hubiese estado allí totalmente fuera de lugar). Terminada la excavación, los esqueletos fueron empacados y enviados a la Universidad de Utah para estudios de laboratorio y datación. En este punto el misterio toma otro sesgo. Según Ottinger, Marwitt dejó de interesarse por los huesos. Si se hicieron pruebas de datación, nadie supo los resultados, y Marwitt no tardó en dejar la Universidad para ocupar un puesto en uno de los estados del este. Un año más tarde, Ottinger recuperó los huesos, todavía sin estudiar, y dejó dormir el asunto. (Jim Brandon, Weird America, pág. 221) En 1911, los mineros empezaron a trabajar los ricos depósitos de guano de la caverna de Lovelock, 35 kilómetros al suroeste de la ciudad del mismo nombre, en Nevada. Habían cargado ya varias carretadas de guano cuando encontraron restos indios. No tardaron en hallar también una momia, al parecer de una persona de 1.98 metros de estatura con el pelo "marcadamente rojo". Según las leyendas de los indios paiutes, una tribu de gigantes de pelo rojo —los si-te-cahs— fueron en otro tiempo enemigos mortales de los indios de la zona, que juntaron sus fuerzas para expulsarlos. John T. Reid, un ingeniero de minas de Lovelock muy interesado en el folklore indio, se convenció de que la momia confirmaba la leyenda paiute, y en los años siguientes se dedicó a probarlo. Su creciente archivo acerca de los gigantes pelirrojos contenía descripciones del tocado que en otro tiempo llevaban algunos

paiutes, hecho de pelo humano de color pardo rojizo. Entre tanto, los descubrimientos de Lovelock habían despertado el interés de los arqueólogos, y en 1912 la Universidad de California en Berkeley y la Nevada State Historical Society enviaron a L.L. Loud a investigar la caverna. Loud encontró los depósitos arqueológicos tan alterados por los trabajos mineros que sólo pudo salvar algunos objetos que se llevó a la Universidad de California. Doce años más tarde, en 1924, el Museo del Indio Americano de Nueva York envió a un tal M.R. Harrington a excavar la cueva. También él recogió objetos, pero ningún hueso. Al parecer, pidió que un esqueleto entero fuese vuelto a enterrar, probablemente para apaciguar a los trabajadores indios, a quienes sublevaba que se diese un trato tan poco respetuoso a los muertos. Pero la leyenda de los gigantes de pelo rojo persistió, y en los años siguientes aparecieron nuevos restos de esqueletos en la zona de Lovelock. Midiendo la longitud de sus fémures, Reid y otros dedujeron que pertenecían a un pueblo cuya estatura iba de 1.80 a 3 metros. Sin embargo, los antropólogos han afirmado que el esqueleto más alto estudiado hasta entonces en la región medía sólo 1.80 metros, estatura considerable en esa época y lugar, pero que no tiene nada de gigantesca. Además, han advertido que a menudo el pelo negro de las momias sacadas a la luz desde una cueva oscura se vuelve rojo. Nadie ha podido averiguar si fue eso lo que les ocurrió a las momias de Lovelock.

El gigantesco tamaño de este cráneo, de la zona de la caverna de Lovelock, y que se exhibe junto con objetos y fotografías del lugar del enterramiento en el museo Humboldt de Winnemucca (Nevada), deja perplejos a cuantos lo ven.

Al


Hoy algunos de esos restos un cráneo y diversos huesos y objetos— pueden verse en el museo Humboldt de Winnemucca (Nevada). Objetos de la zona de Lovelock, pero no huesos, se exhiben también en el museo de la Nevada State Historical Society, en Reno. Tampoco se hace mención alguna de un pueblo de gigantes. No obstante, los antropólogos conceden que en el Oeste hubo indios de cabellera roja. (Nevada State Historical Society Quarterly, otoño de 1975, págs. 153-67; entrevista telefónica con Arny Dansie, de la Nevada State Historical Society de Reno) Los orígenes de la civilización zapoteca, que floreció en el suroeste de México desde 200 a.C. hasta la llegada de los españoles en 1519, están envueltos en la incertidumbre, pues incluso sus restos más antiguos conocidos pertenecen a una cultura con un alto nivel de desarrollo urbano y agrícola. En arte y arquitectura, matemáticas y ciencia del calendario, los zapotecas tienen claras afinidades con las civilizaciones meridionales ()lincea y maya, más antiguas, pero en su historia no hay noticia de migraciones ni de ésa ni de ninguna otra parte. Por el contrario, se creían descendientes de los árboles, las piedras y los jaguares. La capital zapoteca estaba en Monte Albán, a 11 kilómetros de la ciudad de Oaxaca. Se alza en la cima de un cerro nivelado artificialmente y está centrada en una enorme plaza de unos 300 metros de largo por 200 de ancho, rodeada por todas partes de escalinatas en terraza, patios hundidos y edificios bajos y bellos. La primera excavación sistemática del lugar se inició en 1931, y no tardaron en aparecer tesoros de oro, jade, cristal de roca y turquesa en algunas de las tumbas. Pero el descubrimiento más notable fue el de algo mucho más misterioso que las bellas obras de arte y los ricos materiales: una compleja red de túneles revestidos de piedra, demasiado pequeños para ser utilizados por adultos o niños de estatura mediana. El primero de esos túneles, descubierto en 1932 pero no explorado sino hasta el año siguiente, tenía 50 centímetros de alto por 60 de ancho, lo que hacía que los excavadores sólo pudiesen avanzar por él acostados de espaldas. Tras recorrer de este modo 60 me[ros, encontraron un esqueleto, un incensario y urnas funerarias. Había también ornamentos de jade, turquesa y piedra, y algunas perlas. Unos metros más allá el túnel se hallaba bloqueado, y para volver a penetrar en él tuvieron que abrir una chimenea de casi 8 metros desde la superficie, más allá del obstáculo. Arrastrándose a lo largo de ese tramo, encontraron pasadizos aún más pequeños, de poco más de 30 centímetros de altura, que partían del túnel principal. A uno de ellos se llegaba por una diminuta escalera. A una distancia de casi cien metros de la entrada principal, los arqueólogos encontraron otro esqueleto, y poco más allá, en el borde de la terraza septentrional de la aran plaza, el final del túnel. Nuevas excavaciones revelaron dos túneles parecidos, ambos llenos de arcilla. Finalmente, al este de la

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tumba número 7, donde se habían encontrado los tesoros más ricos, se descubrió una compleja red de túneles en miniatura, todos ellos revestidos de piedra, y algunos de menos de 30 centímetros de altura. Se inyectó humo en ellos para tratar de descubrir su trazado, lo que "reveló algunas salidas inesperadas". Los arqueólogos abandonaron la idea inicial de haber descubierto un sistema de drenaje. Otro tanto ocurrió con la de que los túneles eran una red de pasadizos secretos para casos de emergencia (o habían servido para algo más a personas de tamaño normal), y las especulaciones oficiales acerca de su finalidad cesaron. Desde entonces, los túneles para pigmeos de Monte Albán han seguido siendo uno de los grandes misterios inexplicables. (William R. Corliss, A ncient Man: A Handbook of Puzzling Artifacts, págs. 360-361) Cuando se construyó el gran rompeolas de Plymouth (Inglaterra) en la primera mitad del siglo xix, para la obra se trajo piedra de las canteras de mármol que el duque de Bedford tenía en Oreston, en la orilla oriental del estuario del Plym. Esas canteras ocupaban entonces unas diez hectáreas y eran famosas por el mármol devoniano de grano fino y bellamente jaspeado que producían. El único defecto era que, aquí y allá, anchas vetas de arcilla que serpenteaban por entre la piedra de 400 millones de años de antigüedad daban lugar a cavernas parcialmente llenas de esa misma arcilla. En una de ellas, completamente rodeada de roca sólida, aparecieron los huesos fosilizados de tres rinocerontes, animal común en esa zona hace entre 2 y 65 millones de años. La caverna tenía 4.60 metros de anchura, 14 de largo y 3.70 de profundidad. Se hallaba a 21 metros por debajo de la superficie, a 18.5 en horizontal del borde de la cantera y a 50 del borde del estuario. No contenía estalactitas ni estalagmitas, ni ningún otro rastro de una abertura anterior. En resumen, en la caverna no había indicios —salvo los perfectamente conservados huesos de rinoceronte— de que no hubiese estado siempre herméticamente cerrada. ( The American Journal of Science and Arts, 1:2:144-45, 1820) Se cree que entre Breslau y Sobotka, en Polonia, vivió hace no más de 1 000 años una raza de hombres cuya estatura media era de menos de 1.50 metros. A esta conclusión llegó en 1902 el profesor Thilenius, de la Universidad de Breslau, tras examinar numerosos restos de esqueletos. Calculó que ese pueblo pudo haber empezado a vivir en la zona en torno al siglo 1 a.C. Los pigmeos polacos, si eran tales, no son únicos en Europa. Una raza suiza descrita por el profesor Kollmann, de Basilea, medía de 1.35 a 1.50 metros. Restos encontrados en Eguisheim, en la Baja Alsacia, eran de personas cuya estatura iba de 1.20 a casi 1.55 metros. En ninguno de estos casos se encontró deformidad o anormalidad alguna en los huesos (excepto la insólita pequeñez), que se considera por tanto que


corresponden a razas humanas diferentes y no a un enanismo patológico. (Nature, 66:151, 12 de junio de 1902) El descubrimiento en 1935 de un hombre fosilizado de 35 centímetros de altura en un depósito prehistóri-

Útiles para seres diminutos En los últimos años del siglo pasado bajo la turba del páramo de los montes Peninos. en Lancashire, se encontraron centenares de herramientas de sílex que por su tamaño diminuto parecían pertenecer, no a la esfera del hombre antiguo, sino más bien al mundo de los enanos o gnomos. Ninguno de los útiles encontrados —raspadores, punzones y diminutos cuchillos en forma de media luna— tenia más de 12.5 milímetros, y muchos no llegaban a los 6.5. La talla que les dio un agudo filo era tan fina que en muchos casos sólo podía ser apreciada con lupa. Parece evidente que esos pedernales no eran puntas utilizadas para cazar aves, porque entre ellos no se encontró nada parecido a una punta de flecha. Y si bien los raspadores y punzones pueden haber tenido mangos de madera (son demasiado pequeños para ser usados por manos humanas de tamaño normal), dos observaciones sugieren que no era así; no se han encontrado materiales perforados o grabados junto a los pedernales, y, aun con mango, los raspadores no hubieran servido para raspar la carne de los cueros. Lo mismo puede decirse de los cuchillos en forma de media luna, que se ve claramente que no fueron diseñados para ponerles mangos de madera. Por tales razones, algunos han sospechado que los cuchillos eran copias rituales de la luna en cuarto creciente. Pero, en tal caso, es un misterio por qué aparecieron junto a pequeñas versiones de útiles convencionales, a menos que supongamos que también éstos tenían un fin ritual. Si los hallazgos de Lancashire fuesen algo único, probablemente estarían ya olvidados, pero en Inglaterra aparecieron más útiles de ésos, hechos aparentemente por un pueblo diminuto, bajo el suelo de un bosque inundado de Devon y en los baldíos arenosos de Suffolk . También ha habido hallazgos de esos pequeños instrumentos de sílex en otras partes del mundo, como en Egipto, África, Australia, Francia y Sicilia, y también en la India, donde se encontraron pequeños cuchillos de sílex y ágata en forma de media luna en cuevas de tos montes de Vindaya . Quienesquiera que fuesen los fabricantes de esos útiles de sílex para enanos, y cualquiera que fuese su finalidad, parece tratarse de una clase de hábiles artesanos que ejercieron su delicado oficio de un extremo a otro del mundo.

co de Vadnagar, en el estado de Baroda (India), fue más tarde declarado una falsificación, viniendo a aumentar la inverosimilitud del hallazgo el descubrimiento simultáneo de una vaca de 45 centímetros de alzada. Se incluye aquí el dato porque la estatura del hombre se acerca mucho a la de la momia de Casper, en Wyoming, y porque las viejas leyendas sobre enanos abundan en todo el mundo. No obstante, los expertos acostumbran calificar los hallazgos difíciles de aceptar como fraudes, falsificaciones o pruebas de desequilibrio mental. ( The Times de Londres, 21 de febrero de 1935) ANIMALES VIVOS ENCERRADOS EN PIEDRA

Un lagarto con cuernos encontrado vivo dentro de un bloque de piedra "tan sólido que hacía imposible la entrada del más pequeño insecto" fue enviado al Instituto Smithsoniano de Washington por el juez Houghton, de Nuevo México, en 1853. El animal sobrevivió dos días a su liberación. (Scientific American, 8:366, 30 de julio de 1853) Durante las excavaciones para instalar los juegos de agua de Hartlepool, en Burham (Inglaterra), en 1865, los trabajadores encontraron un sapo vivo dentro de un bloque de caliza magnesiana situado a más de siete metros por debajo del nivel del terreno. La cavidad [en la que había estado el sapo) no era mayor que su cuerpo, y se diría que era un molde hecho para él. Los ojos del sapo relucían con insólita brillantez, y al ser liberado dio muestras de una gran vivacidad. Al ponerlo al descubierto, parecía ansioso por respirar, pero era evidente que tenía dificultad para ello, y el único indicio de que lo había conseguido fue una especie de ladrido, que continúa emitiendo invariablemente cada vez que lo tocan. El sapo está en poder del señor S. Horner, presidente de la Natural History Society, y sigue tan vivo como cuando lo encontraron. Un examen minucioso permite ver que tiene la boca completamente cerrada, y el ruido que hace, como de ladrido, procede de sus fosas nasales. Las uñas de sus patas delanteras están volteadas hacia adentro, y las traseras son de una longitud extraordinaria y diferentes de las del sapo inglés actual... Cuando lo liberaron, el sapo tenía un color pálido difícil de distinguir de la piedra, pero poco después se oscureció hasta convertirse en un bonito color café oliváceo. El reverendo Robert Taylor, clérigo y geólogo local, opinó que el sapo tenía unos 6 000 años de antigüedad. Según las últimas noticias (1865), iba a dársele un lugar de honor en el museo Hartlepool, proporcionándole la que fue su primera morada, la piedra, para que se acomodase en ella si lo deseaba. (Leeds Mercury, 8 de abril de 1865, citado en The Zoologist, 23:9360, 1865)

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Un sapo vivo fue liberado de una cavidad cercana al centro de una gran piedra por los trabajadores que buscaban mineral en Paswick (Derby, Inglaterra), en 1852. Dieron con la piedra —en realidad un gran trozo de mineral a una profundidad de 3.65 metros bajo el nivel del suelo, y como era demasiado grande para moverla entre dos hombres, empezaron a romperla con sus picos. La cavidad en la que encontraron al sapo tenía unos 15 centímetros de diámetro, considerablemente mayor que eI animal, y estaba forrada de cristales, tal vez de carbonato de cal. El sapo murió al poco tiempo de estar expuesto al aire. ( The Zoologist, 10:3632, 1852) Cuando se preparaba el terreno para la línea de ferrocarril Londres-Birmingham en 1835, los trabajadores del tramo de Coventry tuvieron que vérselas, a una profundidad de casi metro y medio, con masas de arenisca roja que eliminaron mediante palancas y pólvora. Cuando uno de esos bloques de arenisca estaba siendo levantado para cargarlo en una carreta, se cayó y se rompió. Uno de los fragmentos fue arrojado a la carreta, y en una cavidad de uno de los trozos restantes se encontró un sapo vivo. Cuando se expuso por primera vez al aire, el sapo tenía un color café claro, pero en menos de diez minutos se puso casi negro. Era muy rechoncho, aunque más pequeño que la mayoría de los sapos, pero parecía sentir cierta opresión y abría con frecuencia la boca. Al parecer había resultado herido en la cabeza. Volvieron a ponerlo con todo cuidado en su cavidad y cerraron con arcilla la piedra resquebrajada, pero el animal murió cuatro días después. (Repon of the Fifth Meeting of the British Association for the Advancement of Science, 1835, pág. 72) En una conferencia dada en 1818 en la Universidad de Cambridge (Inglaterra), el geólogo Edward D. Ciarke describió unos insólitos tritones (salamandras acuáticas) que había encontrado en una cantera de creta. Contó que cuando excavaba en la cantera en busca de fósiles, a más de 80 metros de profundidad, encontró erizos de mar y tritones fosilizados. Tres de los tritones estaban muy bien conservados, y Clarke los extrajo cuidadosamente de la roca y los puso al sol sobre una hoja de papel. Ante su sorpresa, empezaron a moverse. Al poco rato dos de los animales habían muerto, pero el tercero parecía tan vivo que Clarke lo puso en un estanque. Su reacción fue escapar de él inmediatamente y desaparecer. Según Clarke, los tritones rejuvenecidos eran diferentes de todos los que entonces vivían en esa zona y pertenecían a una especie extinguida, desconocida hasta entonces por la ciencia. ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 8) Hora y media después de encender su chimenea, W.J. Clarke, de Rugby (Inglaterra), se disponía a remover

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las brasas cuando, al romperse uno de los trozos de carbón, vio que algo se movía y lo sacó del hogar. Resultó ser un sapo vivo, que sobrevivió cinco semanas. No tenía boca y era casi transparente. Las fotografías de esta maravilla fueron vendidas al público por la London Stereoscopic Company. ( The English MechaMe and World of Science, 73:260, 10 de mayo de 1901) A finales del siglo xvi, Ambroise Paré, médico de Enrique III de Francia, vio "un enorme sapo, lleno de vida" salir de una gran piedra que unos obreros acababan de romper cerca de su casa de Meudon (Francia). ( The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 1, No. 8) La piqueta de un trabajador de Blois (Francia) liberó en 1851 a un asombrado sapo de la ceñida cavidad que ocupaba en un nódulo de pedernal de más de seis kilos. Al sentir el aire en su nariz por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, el sapo saltó fuera de su agujero y empezó a alejarse rápidamente. Pero su fuga fue impedida por los obreros, que volvieron a ponerlo dentro del pedernal y enviaron el hallazgo a la sociedad de ciencias local para su estudio. En la sede de la sociedad, el sapo, dentro de su pedernal, fue colocado en un sótano sobre una cama de musgo. Si se quitaba la parte superior del pedernal en la oscuridad, el sapo se quedaba quieto, pero si la ha-

Fotografía del sapo vivo que el señor Clarke, de Rugby, encontró encerrado en un trozo de carbón. Las ranas pueden hibernar en una envoltura de barro durante meses, pero ¿podrían sobrevivir el tiempo suficiente para que ese barro se metamorfoseara en roca?

bitación estaba iluminada trepaba afuera tratando de escapar. Si se le colocaba en el borde del pedernal, se metía en el agujero por propia iniciativa y recogía sus patas debajo del cuerpo, teniendo especial cuidado con la que había resultado levemente lesionada la primera vez que lo sacaron del pedernal. La cavidad le sentaba como un guante, salvo un pequeño vacío sobre el lomo, y su boca descansaba en un pequeño reborde que le había producido una muesca permanente en la quijada. (The Zoologist, 9:3265-66, 1851) Los pterodáctilos —reptiles voladores con alas membranosas y largo pico dentado— desaparecieron hace


unos cien millones de años, según la más común opinión científica. Pero, para algunos alarmados trabajadores franceses, el último murió en el invierno de 1856 en un túnel ferroviario en construcción entre las líneas de St. Dlzier y Nancy. En la penumbra del túnel, algo monstruoso se precipitó hacia ellos saliendo de un gran bloque de caliza jurásica que acababan de romper. Agitaba las alas, graznaba y murió a sus pies. El animal, que medía 3.25 metros de envergadura, tenía cuatro patas unidas por una membrana, como los murciélagos. Lo que deberían haber sido pies eran largas garras, y la boca estaba provista de agudos dientes. La piel era como cuero negro, grueso y grasiento. En la cercana localidad de Gray, el animal fue inmediatamente identificado como pterodáctilo por un estudianté de paleontología. El estrato rocoso en donde había aparecido coincidía con el periodo en que vivieron los pterodáctilos, y resultó que el bloque de ca-

liza que había aprisionado al reptil alado durante millones de años tenía una cavidad que era un molde exacto de su cuerpo. ( The Illustrated London News, 9 de febrero de 1856, pág. 166) Las criaturas vivas más viejas del mundo fueron descubiertas por casualidad en 1972 en el laboratorio de N. Chudinov en las minas de potasio de Berezniki, en los montes Urales. Chudinov había disuelto un trozo de mineral de potasio en agua destilada como una más de las pruebas para explicar su coloración roja. Al cabo de un rato notó que pequeños copos de materia empezaban a flotar desprendiéndose de la roca, y al examinar uno de ellos al microscopio vio que contenía numerosos microorganismos. Era algo raro, pero no demasiado sorprendente. Días más tarde, Chudinov volvió a examinar el agua de su frasco y vio que hormigueaba de organismos vivos, al parecer reanimados por la inmersión. Puso al-

Sapos en el carbón: ¿Un infierno temporal? Hablando en general, hay tres modos de explicar las numerosas noticias de seres vivos rescatados de cavidades en rocas de miles de años de antigüedad. El más decisivo es decir (como hizo un tal capitán Buckland cuando en la Gran Exposición de 1862 se exhibió un sapo supuestamente liberado de un trozo de carbón de una mina galesa) que tales cosas son "un grosero engaño, obra de locos y chapuceros cuyas palabras y dotes de observación no merecen el menor crédito". Una explicación menos impulsiva sostiene que, aunque la piedra en que esas criaturas son encontradas pueda parecer compacta, tiene en realidad fisuras a través de las cuales pueden entrar agua, aire y quizá incluso nutrientes. En el caso de la piedra caliza, esas grietas pueden cerrarse a causa de las filtraciones de carbonato de calcio. Para ojos no avezados, los nuevos depósitos no serian distinguibles de la roca antigua, y la caliza parecería una masa sólida y uniforme. La tercera explicación de tales fenómenos es la más interesante, pero no puede ser probada por los medios usuales. Quizá una historia del Tíbet sirva para ilustrarla. A finales del siglo xix, un venerable lama llamado Situ Pema Wangyai Rinpoche se dirigía a Lhasa en compañía de varios amigos. Un día, ante la alarma de sus acompañantes, cayó en un estado de ánimo insólitamente colérico, y esa noche se empeñó en acampar en una árida llanura donde era imposible encontrar leña y agua. A la mañana siguiente, todavía de mal humor, obligó al grupo a abandonar el camino de Lhasa y a tornar una dirección hacia el norte que, por lo que sabían sus compañeros, no llevaba a ningún lugar conocido. No obstante, dada la estima en

que lo tenían, lo siguieron sin discutir. Al cabo de varias horas llegaron a un enorme afloramiento rocoso que, según anunció Situ Rinpoche, tenían que romper. Dado que no disponían de más herramientas que sus bastones de madera, apenas avanzaban en su tarea, y, ya alarmados por el comportamiento de su jefe, se apartaron unos quince o veinte metros para conferenciar, dejando solo a Situ Rinpoche. Entonces el lama tomó su bastón y dio un solo golpe a la roca. Ésta se partió y dejó al descubierto un animal grande y de aspecto repulsivo algo parecido a una salamandra, que, con su piel negra y escamosa pegada a la piedra, respiraba jadeante. Situ Rinpoche sacó delicadamente al animal de la roca y lo puso en el suelo frente a sí. Después se sentó y empezó a ejecutar un cierto yoga en favor de aquel ser. En tibetano a ese yoga se le llama pho-wa, y suele afirmarse que implica una transferencia de conciencia. Lo hacen los lamas en nombre de los moribundos. Al cabo de un rato, una estrecha columna de luz con los colores del arco iris se elevó de la cabeza del animal, y éste murió. Llevaron a cabo los ritos funerales y después quemaron su cuerpo. Más tarde Situ Rinpoche explicó que había liberado al animal, que en una vida anterior había tenido relación con él, de uno de los infiernos temporales. En la descripción que el budismo hace de otros ámbitos de existencia, estos infiernos temporales están situados fuera de los círculos principales del infierno. y a veces se topa uno con ellos en este mundo. Con gran frecuencia se cita como ejemplo de ellos el encierro de una criatura viva en roca compacta.

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gunos en tubos de ensayo y le sorprendió ver cómo crecían y se reproducían sin que al parecer les hubiese afectado el estar encerrados en cristales de potasio durante 250 millones de años, (Soviet Union, febrero de 1972, pág. 18) OBJETOS FUERA DF LUGAR Durante unos trabajos de voladura en Dorchester ( Massachusetts) en 1851, la fuerza de una explosión proyectó las mitades rotas de una vasija acampanada fuera del lugar que ocupaban dentro de una capa de roca sólida. La vasija, de unos 12 centímetros de altura, estaba hecha de un metal desconocido y decorada con incrustaciones florales de plata, "obra de un hábil artesano", según el periódico local. El director del Scientific American opinó que la vasija había sido hecha por Tubalcaín, el bíblico padre de la metalurgia, a lo que Charles Fort —gran experto en anomalías y adversario irreconciliable del dogmatismo científico— replicó: "Aunque me temo que la idea es un tanto arbitraria, no estoy dispuesto a arremeter sin más contra toda opinión científica." (Scientific American, 7:298, 5 de junio de 1852) En 1851, Hiram de Witt, de Springfield (Massachusetts), dejó caer accidentalmente un trozo de cuarzo aurífero del tamaño de un puño que había traído de California. La roca se rompió, y De Witt encontró dentro un clavo de cinco centímetros, levemente herrumbroso. "Estaba totalmente derecho y tenía una cabeza perfecta", informó The Times de Londres. (The Times, 24 de diciembre de 1851)

solo momentos antes. (El Times de Morrisonville, 11 de junio de 1891) Un extraño diente fue encontrado en una mina de carbón de Bearcreek (Montana) en 1926. Según los dentistas locales, parecía exactamente un diente humano, un segundo molar inferior, pero el transcurso del tiempo había transformado el esmalte en carbón y las raíces en hierro. Fue descubierto por J.C.F. Siegfriedt, médico de la compañía, que coleccionaba fósiles y calculó en 10 millones de años la edad de los depósitos carboníferos en los que apareció. (Carbon County News, 11 de noviembre de 1926) Las geodas se parecen a las ostras en que, con un exterior poco atractivo, pueden contener algo valioso. Para la mirada no entrenada, las geodas parecen piedras comunes y corrientes, pero sus cavidades están a menudo llenas de un pequeño país de las maravillas en forma de cristales y minerales multicolores. Una buena geoda cuidadosamente serrada por la mitad es muy apreciada por los coleccionistas y comerciantes de minerales. En 1961, Wally Lane, Mike Mikesell y Virginia Maxey, copropietarios de la LM&V Rockhounds Gem and Gift Shop, de Olancha (California), fueron a los montes Coso, a unos diez kilómetros al noreste de la ciudad, en. busca de minerales raros. Cerca de la cima de un pico de 1 300 metros que domina el lecho seco del

La señora S.W. Cul!), de Morrisonville (Illinois), estaba trozando carbón para su cocina un día de 1891 cuando vio entre él una cadena. Al ir a levantarla, vio que sus extremos estaban firmemente encajados en dos trozos distintos de carbón, que evidentemente eran uno

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Según el doctor J.C.F. Siegfriedt, experto en fósiles, el diente encontrado dentro de un trozo de carbón (arriba) de la mina Bearcreek perteneció a un hombre primitivo

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Esta vasija exquisitamente cincelada (izquierda) fue sacada de la roca viva por la explosión de un barreno en Dorchester, en 1851. Se desconoce su paradero actual.


lago Owens encontraron una geoda incrustada de fósiles que resultó contener algo muy extraño. Lo que la geoda resultó contener, una vez que Mike Mikesell deshizo una sierra para diamantes cortándola, fue algo que más tarde se vio que era muy parecido a una bujía de automóvil. En medio de la geoda había un núcleo metálico de

La geoda de Coso, cortada por la mitad, parecía una bujía de automóvil, con un eje metálico de unos dos milímetros de espesor recubierto de cerámica blanca. Sin embargo, se cree que tenía medio millón de años de antigüedad. unos dos milímetros de diámetro. Rodeándolo estaba lo que parecía ser un cuerpo de cerámica, encajado a su vez en un manguito hexagonal tallado en madera que había quedado petrificada, presumiblemente, en fecha posterior. Alrededor estaba la capa exterior de la geoda, consistente en arcilla endurecida, guijarros, trozos de concha fosilizada y "dos objetos metálicos no magnéticos parecidos a un clavo y una arandela". Un fragmento de cobre subsistente entre la cerámica y la madera petrificada sugiere que ambos pudieron haber estado separados por un manguito ahora descompuesto. Se hicieron radiografías de los objetos, y fue después de examinarlas cuando el director del INFO Journal, Paul Willis, advirtió una sorprendente semejanza entre el objeto de Coso y una moderna bujía de automóvil. En 1963, la geoda de Coso estuvo expuesta durante tres meses en el Eastern California Museum, de independence. Parece que después pasó a poder de Wally Lane, que en 1969 la ofrecía por 25 000 dólares. Según los cálculos de un geólogo cuyo nombre no figura en el primer informe del hallazgo, la edad de la geoda, deducida por los fósiles que contiene, es de unos 500 000 años. No se sabe que la haya examinado ningún profesional u organización científicos. (INFO Journal, No. 4, primavera de 1969, págs. 4-13) Varios trabajadores que sacaban piedra de una cantera cerca del río Tweed, al sur de Rutherford ( )E,encsotra1i84upedzohlr

incrustado en la roca dos metros y medio por debajo del nivel del suelo. Una pequeña muestra del hallazgo fue enviada al periódico local, el Kelso Chronicle, "para que pudiesen verlo los curiosos". ( The Times de Londres, 22 de junio de 1844) Un clavo parcialmente incrustado en un bloque de piedra procedente de la cantera de Kingoodie, en Escocia, fue descrito en 1845 en una de las reuniones de la Asociación Británica para el Progreso de las Ciencias. El autor de la comunicación, sir David Brewster, dijo que el clavo estaba incrustado aproximadamente 2.5 centímetros, con el resto a lo largo de la piedra, dentro de una capa de grava, donde se había oxidado. No se sabe a qué profundidad se hallaba el bloque de 23 centímetros de espesor en el que estaba el clavo, pero al parecer la cantera llevaba en explotación veinte años cuando se produjo el descubrimiento. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 133) Un "instrumento de hierro", parecido a la broca de una barrena de minero, fue encontrado dentro de un trozo de carbón en Escocia en 1852. Se supuso que un minero había roto una broca mientras trabajaba la veta y había dejado el trozo de metal inscrustado allí, pero la superficie del bloque de carbón estaba intacta: no mostraba señales de barrenado ni ninguna abertura actual o anterior por la que la broca hubiese podido pasar a su interior. Si no fuese algo totalmente imposible con arreglo a las fechas de los textos de geología, la conclusión obligada hubiera sido que el carbón se había formado alrededor del misterioso fragmento de metal. (Proceedings of the Society of Antiquaries of Scotland, 1:1:121, 13 de diciembre de 1852) Gran cantidad de piedra caliza fue extraída cerca de Aix-en-Provence (Francia) entre 1786 y 1788 para reconstruir el Palacio de Justicia. En la cantera de donde se extraía, los estratos rocosos estaban separados por capas de arena y arcilla, y para cuando los obreros removieron once de esos estratos, ya habían alcanzado una profundidad de 12 a 15 metros por debajo del nivel original del suelo de la zona. Bajo la decimoprimera capa encontraron un lecho de arena, que empezaron a eliminar para llegar a la piedra que había debajo. Pero en la arena encontraron pedazos de columnas y fragmentos de piedra a medio trabajar, de aquella misma piedra que ellos habían estado extrayendo. Siguieron cavando, y cuál no sería su sorpresa al encontrar monedas y mangos de martillos y fragmentos de otros útiles de madera petrificados. Por último llegaron a un gran tablero de madera, de más de dos metros de largo y unos 2.5 centímetros de grueso. Como los útiles, también se había petrificado en forma de ágata y se había roto en pedazos. Al reunir éstos, los obreros se encontraron ante una mesa de cantero exactamente igual a las que ellos utilizaban, y con los bordes redondeados y sinuosos por el desgaste como las suyas.

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Cómo un taller de cantería equipado con el tipo de herramientas utilizadas en Francia a finales del siglo XVIII podía estar enterrado a 15 metros de profundidad, bajo capas de arena y piedra caliza de 300 millones de años de antigüedad, es una pregunta aún más inquietante hoy que en la época de su descubrimiento. Porque hoy sabemos, gracias a los avances en la fechación geológica y antropológica, que semejante cosa es absoluta e incontrovertiblemente imposible. Y, sin embargo, parece que sí ocurrió. (The American Journal of Science and A rts,1:145-46, 1820) Los restos de lo que parece haber sido un bonito pueblo fueron descubiertos en 1965 en la soleada orilla occidental del río Danubio, en el yacimiento arqueológico hoy llamado Lepenski Vir, en Yugoslavia. Esa antigua comunidad, encaramada en un resguardado saliente en forma de herradura en un meandro del río, no tiene par en la historia europea. Esa diminuta población era un modelo de planeamiento urbano, con sus casas y calles dispuestas en abanico. Tenía también una plaza central y un santuario con esculturas de piedra de notable diversidad y talento artístico, cuidadosamente dispuestas. El pueblo refleja también un alto sentido arquitectónico, con estructuras de forma trapezoidal y un conjunto geométricamente ordenado.

Fraudes asombrosos El modo más fácil de explicar los descubrimientos que no coinciden con la fechación ortodoxa es descartarlos como fraudes. Algunos probablemente lo son; sin embargo, el suponer que esta solución explica todos los fósiles y enterramientos anómalos suscita algunos problemas. Ante todo, con frecuencia tales hallazgos han sido hechos por personas respetables que, al hacerlos públicos, sólo han conseguido ponerse en rídiculo y cobrar fama de estupidez o deshonestidad. En segundo lugar, los descubrimientos han sido hechos a menudo por mineros o canteros, a veces a gran profundidad, y los ha revelado la rotura casual de un trozo de carbón o de piedra en presencia de testigos. Suponer que embaucadores anónimos han penetrado a tales profundidades, introducido su obra de artesanía en vetas compactas de piedra o carbón sin dejar rastro y, una vez hecho esto, lo han dispuesto todo para que una herramienta de minería o el martillo de alguien rompa esa veta ante testigos adecuados, es algo que abusa de nuestra credulidad. Y suponer que una operación tan compleja ha sido llevada a cabo en numerosas ocasiones por embaucadores o bromistas que permanecen en el anonimato, y que por tanto no disfrutan plenamente con la confusión de aquellos a quienes confundieron a costa de tanto trabajo, resulta tan difícil de aceptar como las propias anomalías.

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I mpresiona asimismo la técnica desplegada en la construcción de los suelos, que fueron terminados con mortero. Esta argamasa, hecha de caliza cocida con adición de agua, grava y arena, era vertida sobre cimientos de piedra, alisada y a menudo pulimentada. Lepenski Vir ha sido una revelación para los arqueólogos, que han fechado el pueblo hacia el año 5800 a.C. Excavando las sucesivas cimentaciones hasta el primer poblamiento, descubrieron que el plano del pueblo y los métodos de construcción estaban ya solucionados al comienzo de su larga historia y habían permanecido casi inmutables, prueba de que esa cultura surgió de modo repentino y espontáneo. En opinión de los arqueólogos, Lepenski Vir sobresale en la prehistoria europea por sus esculturas monumentales y su organización social, económica y religiosa. Antes de estos hallazgos se suponía que el desarrollo cultural de la Europa neolítica se debía a la llegada de ideas del Cercano Oriente, pero Lepenski Vir muestra un florecimiento independiente de actividad creadora que pone en tela de juicio las opiniones tradicionales. (Dragoslav Drejovic , Europe's First Mo-

numental Sculpture: New Discoveries at Lepenski Vir, págs. 8-135 y otros pasajes)

La isla de Nueva Caledonia, en el Pacífico, está aproximadamente a 1 600 kilómetros al sureste de Nueva Guinea y a unos 1 200 de la costa oriental de Australia. A unos 65 kilómetros de su extremo meridional se halla la isla de los Pinos, en la que hay unos 400 curiosos túmulos de arena y grava en forma de termitero, de unos 2.50 metros de altura y unos 90 de diámetro. Se encuentran túmulos parecidos, aunque en menor número, en el distrito de Paita, en el sur de Nueva Caledonia. En la isla de los Pinos la arena tiene un alto contenido de óxido de hierro, mientras que en la zona de Paita es rico en sílice. En ambos casos los túmulos están virtualmente desprovistos de vegetación. A principios de los años sesenta, cuatro de ellos fueron excavados por L. Chevalier, del Museo de Nueva Caledonia con sede en Nournea, la capital de la isla. Los túmulos son extraños ya de por sí, pero lo que Chevalier encontró en ellos lo era aún más. En el centro de tres de ellos descubrió una columna de cemento en posición vertical, y en el cuarto, dos de esas columnas paralelas. No aparecieron huesos, carbón vegetal ni ningún otro resto. Las columnas o cilindros, que van de 1 a 1.90 metros de diámetro y de 1 a 2.25 metros de altura, están hechas de un mortero de cal que contiene trozos de conchas. Mediante el radiocarbono se calculó su formación entre 10950 y 5120 a.C. El uso de argamasa de cal es algo inaudito antes del periodo clásico, unos pocos cientos de años antes de nuestra era, y, por lo que sabemos, el primer hombre llegó a Nueva Caledonia, desde Indonesia, hacia el año

2000 a.C. La superficie exterior de los cilindros está salpicada de fragmentos de grava silícea y ferrosa que parecen haberse adherido al mortero mientras éste fragua-


ha. Chevalier sospecha que las columnas fueron hechas vertiendo mortero en estrechos pozos abiertos en lo alto de los montículos y permitiendo que se endureciese in situ. Por qué había de hacer alguien tal cosa. (parece que se ha descartado un origen natural de las columnas) es un completo misterio. Y, dada la aparente edad de los cilindros y el hecho de que no hay indicios de vida humana o de otro tipo asociada a ellos, otro tanto ocurre con la índole de quienes los hicieron. (INFO Journal, No. 2, otoño de 1967, págs. 15-16) CONOCIMIENTOS INEXPLICABLES

Lepenski Vir no tiene paralelo en la historia europea por su arquitectura ordenada y planeada y sus esculturas de piedra, como esta imagen de un santuario. En la isla de los Pinos, de lagunas encantadoras, hay también curiosas columnas de cemento que se cree que son muy anteriores a la fecha conocida de la llegada de los primeros hombres a ese lugar.

Los pigmeos efes, que viven en la selva de Ituri, en el África Central, se refieren al planeta Saturno como "la estrella de las nueve lunas", Bibi Tiba Abuutsiva'ani. Esta denominación fue conocida por un antropólogo francés llamado Jean Pierre Hallet, que vivió año y medio con los efes en 1957-58. (La novena luna de Saturno fue descubierta en 1899 por el astrónomo estadounidense William H. Pickering.) En 1966 fue observada en órbita alrededor del planeta una décima luna, muy pequeña, y en 1980-81 las sondas espaciales Voyager descubrieron otras más. Pero, dado que todas ellas son invisibles a simple vista, sólo un purista criticaría a los efes por ello. La fuente de su conocimiento es desconocida. (Francis Hitching, The Mysterious An Atlas of the Unexplained, pág. 108) Los mayores misterios se ocultan a veces en circunstancias tan inesperadas que su descubrimiento se produce siempre por casualidad o con motivo de alguna otra investigación. Al sur de Mali, donde el río Níger describe una gran curva, viven los dogon, agricultores pobres que aún habitan, muchos de ellos en cuevas, en los montes Hombori. Las ciudades más próximas son Tombuctu, al norte, y Ouagadougou, al sur, en el Alto Volta. Exteriormente los dogon apenas se distinguen de otros pueblos del África Occidental, y, no obstante, ellos y otras tres tribus emparentadas con ellos pueden haber conservado durante cientos de años, en religioso secreto, información acerca de un fenómeno de extrema rareza. Porque, preservado en el corazón de sus doctrinas religiosas más profundas, está el conocimiento detallado de una estrella totalmente invisible a simple vista y tan difícil de observar, incluso con telescopio, que no se obtuvieron fotografías de ella sino hasta 1970. Los dogon dicen que ese conocimiento (que comunicaron a antropólogos franceses en los decenios de 1930 y 1940) les fue comunicado por visitantes procedentes de otro sistema solar. La estrella a que se refieren es conocida por los astrónomos como Sirio B y por los dogon como P6 Tolo. Las primeras sospechas de su existencia las tuvieron los astrónomos occidentales en 1844, al advertir ciertas irregularidades en los movimientos de la estre-

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Ila Sirio, el brillante "Can" de la constelación Canis Major o Canícula. Para explicar esas perturbaciones, se supuso que Sirio debía de estar afectada por la fuerza gravitatoria de una segunda estrella desconocida hasta entonces; y en 1862, tras muchas observaciones, fue al fin detectada una estrella muy débil que la acompañaba. Sin embargo, parecía demasiado pequeña para ejercer una influencia notable sobre Sirio, que es dos veces mayor que nuestro Sol y veinte veces más radiante. Hoy sabemos que Sirio B es una enana blanca, que, aunque pequeña y débil (las enanas blancas son las estrellas visibles más pequeñas), es extremadamente densa y lo bastante pesada para ejercer una influencia gravitatoria sobre Sirio A. El nombre que los dogon dan a Sirio B está formado por las palabras tolo, estrella, y pó, nombre de la semilla más pequeña que conocen, la de la Digitaria exilis, una variedad de gramínea. Mediante ese nombre describen la pequeñez de la estrella. Es, dicen, "la cosa más pequeña que existe". También dicen que es "la estrella más pesada" (dado que en ella el elemento tierra está reemplazado por un metal llamado sagala, inmensamente pesado), tanto "que todos los seres terrenales juntos no pueden levantarlo". Y el color de la estrella es blanco. Los dogon atribuyen así a Sirio B (que es, recordemos, totalmente invisible a si mple vista) sus tres principales cualidades como enana blanca: pequeñez, pesantez y blancura. Dicen también que la órbita de la estrella es elíptica, con Sirio A en uno de los focos de esa elipse (como en efecto ocurre); que el periodo orbital es de cincuenta años (la cifra real es 50.04 ± .09 años), y que la estrella gira sobre su eje (y así lo hace). Los dogon hablan también de una tercera estrella en el sistema de Sirio, llamada Emme Ya ("sorgo hembra"), alrededor de la cual dicen que orbita un único satélite. Emme Ya todavía no ha sido detectada por los astrónomos occidentales. La importancia de Sirio B para los dogon reside en que fue la primera estrella creada por Dios y es el eje del universo. De ella proceden toda la materia y todas las almas mediante un complejo movimiento en espiral que los dogon simbolizan en canastos tejidos. Todas las almas, cualquiera que sea su destino final, empiezan por gravitar de Pó Tolo a Emme Ya. Además de su conocimiento de Sirio B, la tradición astronómica de los dogon afirma también que Saturno tiene anillos y que Júpiter tiene cuatro lunas principales. Tienen cuatro calendarios (para el Sol, la Luna, Sirio y Venus) y saben desde _hace mucho tiempo que Ios planetas giran alrededor del Sol. Los dogon dicen que su conocimiento astronómico les fue comunicado por los nommos, seres anfibios enviados a la Tierra desde el sistema solar de Sirio para beneficio de la humanidad. El nombre procede de una palabra dogon que significa "hacer una bebida", y los nommos son conocidos también corno los "Señores del agua", los Monitores y los Instructores. Llegaron a la Tierra a un lugar situado al noreste del actual país

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Los bailarines dogon (arriba) representan a veces la creencia que tiene su pueblo de haber sido visitado e instruido en tiempos remotos por criaturas del sistema de Sirio.

Este dibujo del curso elíptico de Sirio B alrededor de Sirio A, hecho en la arena por los dogon (arriba izq.), se parece al diagrama astronómico de la órbita (arriba der.), En la fofo de Sirio A (izq.), Sirio B aparece como un puntito. Los espolones luminosos de Sirio A los produjo un dispositivo del telescopio.

de los dogon. Cuando su nave aterrizó (tras descender "dando vueltas" entre gran ruido y viento), se detuvo patinando, rayando el suelo y "echando sangre" (quizá por alusión al escape de un cohete). En ese momento apareció en el cielo una nueva estrella (tal vez una nave nodriza). Tras el aterrizaje, algo con cuatro patas apareció y arrastró la nave hacia un hoyo, que llenó de agua hasta que la nave quedó flotando en él. Según los dogon. los nommos eran más pisciformes que humanos y tenían que vivir en el agua. Eran salvadores y guardianes espirituales:


Los dogon y los eruditos europeos Carl Sagan, astrónomo de la Universidad de Cornell, autor de Comunicación con inteligencias extraterrestres y coautor de Vida inteligente en el universo, ha calculado que, dados los miles de millones de estrellas que hay en el cosmos, el gran número de planetas que giran alrededor de ellas (suponiendo, conservadoramente, que sólo un pequeño porcentaje tengan planetas) y la increíble edad del universo, es virtualmente una certeza estadística que el desarrollo de vida inteligente se ha producido repetidas veces y que deben existir numerosas civilizaciones mucho más yiejas y adelantadas que la nuestra. Esto parecería dar pábulo a la posibilidad de que las fuentes de información de los dogon fueran, como ellos dicen, antiguos astronautas. Pero Sagan, aun creyendo en la existencia y la capacidad de los extraterrestres, cree también que en este caso las pruebas señalan en otra dirección. Está de acuerdo en que "los dogon tienen conocimientos imposibles de adquirir sin el telescopio. La conclusión que se impone es que han tenido contacto con una civilización técnica avanzada. Pero la pregunta es: ¿Qué civilización: extraterrestre o europea?" Los astrónomos occidentales dedujeron la existencia de Sirio B en 1844; no fue realmente observada sino hasta 1862, y reconocida en 1928 como una enana blanca, increíblemente densa y compuesta de "materia degenerada" [cuyos átomos han perdido sus electrones]. Toda esa información coincide con la que exponen los dogon; pero, dado que su compleja cosmología, incluido lo que sabían sobre Sirio B, no fue recogida por antropólogos europeos sino hasta los años 1930 y 1940, Sagan supone que los dogon recogieron esos conocimientos de algún viajero europeo (la divulgación sobre Sirio B se inició en 1928 con la publicación de la obra de sir Arthur Eddington La naturaleza del mundo físico), mientras charlaban en torno a la fogata del campamento. .

Imagino el cuadro del visitante galo del pueblo dogon, en lo que era entonces África Occidental Francesa, en la primera mitad del siglo... La conversación gira en torno a las tradiciones astronómicas. Sirio es la estrella más brillante del cielo, y los dogon obsequian a su visitante con su mitología sobre ella. Después, sonriendo cortésmente, expectantes, le preguntan a su vez cuáles son sus mitos sobre Sirio. De entrada la escena puede parecer verosímil, pero surgen problemas cruciales. La primera dificultad es que sólo los dogon más prominentes son iniciados en los cálculos secretos. Los

dos antropólogos franceses, Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, cuya monografia "Un sistema de Sirio sudanés" fue la primera en describir el fenómeno, sólo tuvieron acceso a esa información al cabo de diez años de trabajar entre los dogon, cuando existían ya una extraordinaria confianza y afecto mutuos. Aun así, tuvieron que recurrir a diversas fuentes, ya que los sacerdotes de más alto rango guardaban cada uno sólo una parte de este complejo sistema de conocimientos. Consideremos, además, el alto nado de precisión en términos científicos modernos. Es bien sabido que las sociedades iletradas tienen tradiciones orales extremadamente precisas, con historias que han sido transmitidas virtualmente sin cambios durante cientos de años. Pero los dogon añaden al sistema de Sirio una tercera estrella, con un satélite en órbita a su alrededor. Dado que la astronomía occidental no tiene conocimiento de esa estrella, ¿cómo explicar la repetición exacta de una parte del mito del explorador combinada con otra de su total invención? ¿Y en qué lengua conversaban los dogon y nuestro hipotético explorador? Comunicar una información científica tan compleja y precisa a un pueblo pretecnológico resultaría difícil aun teniendo un lenguaje común; pero Griaule y Dieterlen dicen que las lenguas de sus interlocutores eran el sanea y eI Wazuba , sin mencionar para nada el francés ni el árabe. Otra explicación del misterio de Sirio es la de W.H. MeCrea, quien en 1973 sugería en el Journal of the British Astronornical Association que toda la información que los dogon tienen acerca de Sirio podía derivarse de un espejismo de Sirio A observado sobre el desierto durante su puesta heliaca anual (es decir, cuando Sirio v el Sol se ponen juntos casi al mismo tiempo y por el mismo punto del horizonte). McCrea sugiere que en tales ocasiones se vería un espejismo de Sirio A bajo la estrella real. Al ponerse primero, esta "segunda estrella" parecería ser más pesada que la estrella matriz, y, por ser más débil, más pequeña. Este intento de explicación tiene los siguientes defectos: (1) McCrea se equivoca al suponer que los dogon dicen que Sirio B es visible una vez al año; ellos no pretenden haber observado la estrella. (2) McCrea dice que Sirio A y su espejismo parecerían rojos en la puesta heliaca, pero los dogon nunca han dicho que Sirio 13 Tenga otro color que el blanco. (3) La tesis del espejismo no explica por qué o cómo los dogon describen con toda precisión la órbita elíptica de Sirio B. (4) Tampoco explica cómo saben que tiene un periodo orbital de 50 años. McCrea admite esto, y sólo puede suponer que la cifra dada por los dogon es exacta por casualidad.


El nommo dividió su cuerpo entre los hombres para alimentarlos; por eso se dice que lo mismo que el universo "bebió de su cuerpo", el nommo hizo también a los hombres beber. Dio todos sus principios vitales a los seres humanos.

El nommo fue crucificado y resucitó, y volverá a visitar la Tierra, ahora en forma humana. Más tarde recobrará su forma anfibia y gobernará el mundo desde las aguas. Si los relatos de los dogon registran algo tan importante como es el aterrizaje en la Tierra de seres de otro sistema solar, uno esperaría encontrar descripciones semejantes en otros lugares. ¿Existen esas descripciones? Efectivamente, en los relatos babilonios acerca de los oannes, seres anfibios que llegaron a nuestro planeta para el bien de la raza humana. Su vehículo tenía forma de huevo, y descendieron en el mar Rojo. Las siguientes descripciones están tomadas de una historia de Mesopotamia escrita en el siglo 111 a.C. por Berosso, un sacerdote babilonio cuya obra sólo nos ha llegado en fragmentos recogidos por historiadores griegos posteriores. Los oannes " tenían forma de pez mezclada con la de hombre", una "forma complicada, entre pez y hombre"; eran "semidemonios a medio camino entre hombres y dioses". Su aspecto era repulsivo: Todo el cuerpo del animal era como el de un pez, y tenía bajo una cabeza de pez otra cabeza, y también pies debajo, semejantes a los de un hombre, junto a la cola de pez. También su voz y su lenguaje eran articulados y humanos... Este Ser solía conversar con los hombres durante el día, pero en ese tiempo no tomaba alimentos; y les enseñaba las letras, las ciencias y toda clase de artes. Les enseñó a construir casas, a fundar templos y a compilar las leyes, y les explicó los principios del saber geométrico... En resumen, los instruyó en cuanto podía contribuir a suavizar las costumbres y humanizar a nuestra especie... Cuando se ponía el sol, este Ser acostumbraba volver a sumergirse en el mar y vivir toda la noche en sus profundidades, porque era anfibio. Otro relato de los oannes fue conservado, en forma resumida, por San Focio (h. 820-892), patriarca de Constantinopla. En su Myriobiblon dice que el historiador Eladio

cuenta la historia de un hombre llamado Oe que

salió del mar Rojo y tenía cuerpo de pez salvo por la cabeza, pies y brazos, que eran humanos, y que enseñó astronomía y letras. Algunos relatos dicen que salió de un gran huevo, de ahí su nombre, y que en realidad era un hombre, y si parecía un pez es porque iba vestido con "la piel de una criatura marina".

¿Es posible que los nommos de los dogon y los oannes de los babilonios sean diferentes representaciones

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de un mismo suceso? Los propios dogon insisten en que su pueblo no vivió siempre donde ahora, y hay pruebas de que son descendientes de los bereberes que iniciaron una migración hacia el sur desde Libia en los siglos 1 y tt de nuestra era, y que, habiéndose unido en matrimonio con los negros del país, se hallaban ya plenamente establecidos en el territorio de Mali en el siglo xi. Si los dogon llegaron realmente a Mali desde el noreste, pudieron haber estado lo bastante cerca del mar Rojo como para que fuera geográficamente posible la relación entre los nommos y los oannes. Sin embargo, de ser así, resulta curioso que sólo los dogon hayan conservado la información sobre Sirio B, mientras que los egipcios, que sin duda estuvieron en contacto con la cultura babilónica, sólo conservaron un gran respeto por Sirio A, y eso en gran parte porque les ayudaba a predecir las crecidas del Nilo. Sobre estas bases, parece probable que la historia de los dogon y la babilónica registren hechos diferentes, aunque semejantes. (Robert Temple, The Sirius Mystery, tomado de diversos pasajes) La epopeya nacional india, el Mahahharata, un poema de gran longitud y complejidad, adquirió su forma actual en el siglo ti. Desde nuestro punto de vista, o contiene algunos de los primeros ejemplos conocidos de ciencia ficción o, de lo contrario, registra conflictos entre seres cuyo armamento estaba tan adelantado como el que hoy se emplea. Por ejemplo, en uno de los episodios, los vrishnis, una tribu entre cuyos guerreros figura el héroe Krishna, son atacados por las fuerzas de un jefe llamado Salva: El cruel Salva había venido montado sobre el carro Saubha, que puede ir a cualquier parte, y desde él mató a muchos valientes jóvenes vrishni y devastó perversamente todos los parques de la ciudad.

El Saubha es a la vez la ciudad, la nave insignia y el cuartel general de Salva . En él puede volar a donde quiera. En términos actuales, el Saubha puede describirse como la nave nodriza desde la que Salva hace incursiones contra el enemigo. Afortunadamente, los héroes vrishnis no están peor equipados, y hay un momento en que tienen a Salva a su merced. El héroe Pradyumna está a punto de acabar con él con un arma especial, pero intervienen los dioses superiores: "Ninguno de los que combaten está a salvo de esa flecha", dicen, y, de todos modos, advierten a Pradyumna que ha sido ordenado que Salva le corresponde a Krishna. Krishna sale a los cielos en persecución de Salva, pero su Saubha estaba colgada del cielo a una legua de distancia... y él me lanzaba sin pausa cohetes, armas arrojadizas, lanzas, dardos, hachas de guerra,


jabalinas de tres filos, lanzallamas... El ci elo... parecía contener un centenar de soles, un centenar de lunas... y cien miriadas de estrellas. Era imposible distinguir ni el día ni la noche, ni los puntos del horizonte. Sin embargo, Krishna evita el contraataque de Salva con un equivalente de los proyectiles antibalísticos: Yo los desviaba a medida que surgían amenazadores con mis rápidas flechas, mientras surcaban relampagueantes el cielo, e iba cortándolos en dos o tres pedazos con los míos. Había un gran estrépito en el cielo.

No obstante, Krishna se ve en apuros. Se rehace, pero el Saubha, mediante magia técnica o de otro tipo, se hace invisible. Krishna carga entonces un arma especial, una versión antigua de la "bomba inteligente": Rápidamente puse una flecha, que mataba buscando el sonido, para exterminarlos... Todos los danavas [soldados del ejército de Salva] que habían sido sorprendidos gritando yacían muertos, víctimas de las flechas deslumbrantes como el sol que eran accionadas mediante sonido.

Pero el Saubha había escapado al ataque, y al final Krishna lanza contra él su "arma de fuego favorita",

un disco que tiene la forma del "sol con halo". Partida en dos por el impacto, la ciudad aérea cae. El propio Salva muere, y con su muerte termina este episodio del Mahabharata. Una de las cosas más intrigantes que hay en él es la sugerencia de que el uso de un arma especialmente terrible —la extraordinaria flecha de Pradyumna, de la que "ninguno de los que combaten está a salvo"— está prohibido por los dioses. ¿Qué clase de arma podía ser? Otro episodio puede proporcionarnos la respuesta al describir los efectos de la terrible Agneya, arma del héroe Adwattan. Cuando el arma, un "proyectil cegador de fuego sin humo", fue puesta en acción, densas flechas de fuego, como una gran lluvia, brotaron sobre la creación, envolviendo al enemigo... Rápidamente cayó una espesa oscuridad sobre las huestes pandavas. Todos los puntos del horizonte estaban envueltos en tinieblas. Empezaron a soplar fuertes vientos. Arriba rugían las nubes, dejando caer polvo y grava. Los pájaros chillaban enloquecidos... se diría que hasta los elementos estaban alterados. El sol parecía tambalearse en los cielos. La tierra se estremecía, abrasada por el terrible y violento calor de aquella El Mahabharata contiene muchas referencias a viajes

aéreos. En esta ilustración de los pasajes sobre el héroe Rajah Karna, las deidades llegan sobre alfombras voladoras para verlo combatir.


arma. Los elefantes quedaban envueltos en llamas y corrían frenéticos de acá para allá... En grandes extensiones, otros animales caían al suelo y morían. De todos los puntos del horizonte llovían sin tregua y copiosamente las flechas de fuego.

Pero aún faltaba lo peor. Si los efectos del arma de Adwattan semejan los de una tormenta de fuego, los resultados de la que disparó Gurkha parecen describir nada menos que una explosión nuclear y el envenenamiento por lluvia radioactiva. Gurkha, volando en su rápido y poderoso 'imana, lanzó contra las tres ciudades de los vrishnis y los andhakas un solo proyectil cargado con toda la fuerza del universo. Una columna incandescente de humo y fuego, tan brillante como diez mil soles, se alzó en todo su esplendor. Era el arma desconocida, el rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas la raza entera de los vrishnis y los andhakas. Los cadáveres estaban tan quemados que eran irreconocibles. Se les habían caído el pelo y las uñas. La cerámica se rompía sin motivo. Los alimentos estaban envenenados. Para salvarse, los guerreros se arrojaban a las corrientes de agua para lavarse y lavar su equipo.

Si esta descripción es sólo ciencia ficción, su autor fue sin duda un profeta. (The Mahabharata, J.A.B. van Buitenen, ed. y trad., Vol. 2, págs. 182-267; René Noorbergen, Secrets of Lost Paces, págs. 137-38)

Los astrónomos babilónicos han sido considerados siempre los más destacados del mundo antiguo. Unos cuantos miles de años antes que Copérnico descubrieron que la Tierra y los demás planetas eran esféricos y giraban en torno al Sol, lo cual les permitió predecir con exactitud los eclipses de Sol y de Luna. Muchos estudiosos modernos suponen que los babilonios desarrollaron su astronomía por su cuenta, para poder hacer los cálculos necesarios a su compleja astrología. Pero textos babilónicos traducidos recientemente indican que, por el contrario, las posiciones y movimientos de las estrellas y los planetas eran calculados mediante complejas ecuaciones heredadas de la civilización sumeria. Parece que los babilonios no comprendían la base teórica de esas fórmulas y sólo se limitaban a utilizarlas. Los sumerios tenían un conocimiento aún más exacto del sistema solar y su lugar en el universo que sus herederos babilonios, a los que precedieron. Su calendario, elaborado ya en el año 3000 a.C., sirvió de modelo del que hoy usamos, y es evidente que comprendían numerosas cuestiones astronómicas aún más arcanas. Por ejemplo, la Tierra al girar oscila sobre su eje, lo que origina un cambio muy gradual —un grado ca-

da 72 años— que hace que el polo Norte vaya señalando hacia diferentes estrellas. Es el fenómeno llamado precesión. Un Gran Año —el tiempo que tarda el polo Norte en volver a apuntar hacia la misma estrella polar— comprende 25 920 años comunes, resultado de multiplicar los 72 años que tarda en recorrer cada grado por los 360 grados que tiene el círculo. Los sumerios comprendían la precesión y sabían la longitud del Gran Año, hazaña extraordinaria dadas las largas observaciones que ello implica y los limitados instrumentos de que disponían. Eran también capaces de medir con gran precisión las distancias entre los astros. Pero ¿cómo pudo aprender a hacerlo un pueblo pretecnológico y recluido en la Tierra, y, lo que es aún más misterioso, por qué? Esos mapas astrales son sin duda necesarios para quienes viajan por el espacio, pero ¿qué utilidad podían tener para los sumerjas? Dada la extraordinaria precisión de los cálculos astronómicos sumerios, quizá convenga echar otra ojeada a los aspectos en que su información difiere de la nuestra. Los sumerios asignan 12 "cuerpos celestes" al sistema solar: el Sol, la Luna y diez planetas, incluida la Tierra. Hoy conocemos 11, pero no siempre fue así. Hasta fines del siglo xviii los astrólogos occidentales sólo tenían noticia de la existencia de seis: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Urano fue descubierto en 1781, Neptuno en 1846 y Plutón apenas en 1930. Desde este punto de vista, ¿es posible que aún falte por descubrir el decimosegundo planeta sumerio? En 1972, Joseph L. Brady, astrónomo del Lawrence Livermore Laboratory, de Livermore (California), descubrió en la órbita del cometa Halley una irregularidad cuya explicación podría ser la atracción gravitatoria de un planeta de aproximadamente el tamaño de Júpiter y que órbita el Sol cada 1 800 años. (Zecharia Sitchin, The Twelfth Planet, tomado de diversos pasajes)

En esta tableta de arcilla de la antigua Babilonia están representados una estrella de la constelación austral de Hidra y un león, símbolo zodiacal de la constelación de Leo.


Los radiohalos: ¿El resplandor de la juventud?

u.

Las rarezas reunidas en este capítulo son consideradas tales porque hacen entrar en conflicto un método científico de datación con otro. Y no sólo eso: cada método acarrea un enorme caudal de ideas y descripciones de él dependientes, a yeces unidas de un modo bastante tosco y forzado pero que constituyen, para bien o para mal, el cuadro generalmente aceptado de cómo las cosas han llegado a ser como son. Por ejemplo, la geología nos ha dado un relato más o menos completo de la evolución de la Tierra. La arqueología industrial y técnica ha prestado un servicio parecido a la historia del ingenio técnico del hombre, y la paleontología y la zoología han hecho otro tanto con las clases de animales. Todos estos sistemas funcionan razonablemente bien, y a veces dependen unos de otros para su desarrollo. Pero cuando un ama de casa encuentra un trozo de cadena dentro de un pedazo de carbón, o un pocero halla un sapo vivo dentro de un nódulo de sílex, esos sistemas entran en conflicto. Otro tanto ocurre cuando un pueblo africano relativamente desconocido resulta estar en posesión de refinados saberes astronómicos, o cuando antiguos poetas indios escriben —con lo que parece ser algo cercano al conocimiento personal— acerca de un acontecimiento que semeja la explosión de un arma nuclear. Cuando ocurre alguna de estas cosas surge un conflicto, y dado que cadenas, sapos, africanos anónimos y poetas muertos hace mucho tiempo son algo muy débil al lado de enormes plegamientos orográficos y eternidades de tiempo geológico (por no hablar del enorme peso de la opinión académica oficial), suelen ser los perdedores, Nadie cuya opinión tenga algún peso va a renunciar a ella por un puñado de sapos o unos centímetros de cadena. Nadie va a estar de acuerdo con que la técnica de fabricar cadenas de metal parece tener millones de años o que algunas capas de carbón "antiguas" parecen haberse formado hace sólo unos cientos o miles de años. Hasta el decenio pasado los físicos permanecieron en buena parte al margen de tan feas disputas, pero últimamente parece que han metido un bastón radioactivo en las ruedas de los engranajes geológicos. Concretamente, los baluartes de la geología están amenazados por algo mucho menos consistente que un sapo o una cadena. Las nuevas armas de asedio son unas diminutas burbujas de color, llamadas radiohalos, que se encuentran en la mica, el carbón y otros minerales. Los radiohalos se producen cuando durante las primeras etapas de formación de un depósito de mineral se infiltra en él materia radioactiva. Las partículas de uranio y polonio, por ejemplo, pueden infiltrarse en

depósitos de materia orgánica que se hallen en proceso de convertirse en carbón. Cuando esta carbonización concluye, la partícula radioactiva continúa emitiendo radiación y produce anillos de descoloración cuya secuencia y radios son directamente proporcionales al nivel energético de la radiación y el tiempo que ha durado el proceso. Desde el punto de vista del geólogo, el problema es que los radiohalos son demasiado pequeños. Dados la energía de la partícula radiante y el tiempo que ha estado dentro de su matriz mineral, los radiohalos deberían ser mayores de lo que son. Desde el punto de vista del físico, eso implica que las matrices minerales no son ni mucho menos tan viejas como dicen los geólogos. En cuanto a éstos, opinan que debe haber algún error en ciertas premisas básicas de la física moderna, cosa que los físicos se niegan a admitir. En cualquier caso, parece que no tardará en imponerse una revisión radical de la cronología científica, y que los argumentos a favor de sapos, cadenas y otros proscritos del templo de la ciencia podrán aún verse esclarecidos por la mortecina luz de la desintegración radioactiva.

Estas fotografías muestran hatos de polonio en la mica (arriba) y un hato de uranio en fluorita (abajo). La formación de los hados de polonio desafía las leves físicas vigentes.


COINCIDENCIAS De los ingleses se dice que se preocupan más del bienestar de sus animales que del de sus hijos. Se supone que los franceses consideran la indiferencia por los placeres de la mesa como señal de patanería, mientras que los italianos se vuelven locos por las carreras ciclistas y la ópera. Tales estereotipos nacionales abundan, acuden con facilidad a la mente y en muchos casos contienen incluso algo de verdad. En vista de ello, sorprende que no existan para la humanidad en general. Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que el hombre busca el placer y huye del dolor, pero ¿qué más podemos asegurar sin rodeos? Podríamos decir que los humanos, en general, disfrutan del humor, pero sólo en su momento; que admiran el valor, pero no la temeridad; que les disgusta la tacañería, siempre que se la distinga de la prudencia en los gastos. Podríamos decir también que la maternidad es tenida en gran estima, siempre que no nos amenace una explosión demográfica. Pero ¿hay algo que a los humanos les guste sin distingos? Les gusta la coincidencia. Los seres humanos disfrutan, de un modo universal y sin reservas, de una buena coincidencia. Por diversas razones. Primero, porque la coincidencia es democrática. No toma en cuenta la riqueza ni la posición social. Segundo, porque sugiere que al mundo no le somos indiferentes. En realidad, la coincidencia sugiere que el mundo, sea lo que quiera, no sólo está misteriosamente atento a nosotros y a nuestras cosas, sino que a veces llega a extremos increíbles para demostrarlo. Tercero, porque, a causa de ello, la coincidencia crea una impresión de misteriosas posibilidades, en su mayoría no realizadas, por supuesto, pero que no por ello dejan de ser una posible fuente de alivio de la monotonía de las idas y venidas de nuestra vida cotidiana. Por último, ninguna de las virtudes mencionadas ofende las preocupaciones sociales, políticas, religiosas o científicas que podamos tener. Incluso los más serios estadísticos, deseosos de convencernos de que el brazo de la coincidencia no es tan largo como nos gusta creer, sienten el cosquilleo del desafío que supone para su capacidad profesional. Dando entonces por sentado que la coincidencia disfruta de una rara especie de popularidad inequívoca y universal, no es sorprendente que abunden las opiniones y teorías de todo tipo sobre ella. En la supuesta ausencia de probables relaciones causales, ¿son todos los acontecimientos coincidencias? ¿Son nuestras latentes capacidades parapsicológicas las que estimulan la aparición de coincidencias? ¿Explotan o revelan esas coincidencias unidades referibles en última instancia a la mente de Dios, al inconsciente colectivo o a los infinitos sistemas de parentesco producto de innumerables reencarnaciones? ¿Reside su valor exclusivamente en lo que en ellas aprendemos acerca de la tendencia de la mente a crear las pautas que sigue y luego a revestirlas de significado? ¿Acabará la coincidencia por ceder ante la ganzúa de métodos estadísticos cada vez más afinados? Y así sucesivamente. Con estas y otras redes, quizá la escurridiza coincidencia pueda ser algun día capturada e identificada. Pero si llega a serlo, ¿estaremos alguna vez totalmente seguros de que las pruebas encontradas no han encajado tan perfectamente en virtud del misterio que llamamos coincidencia? 56


A fin de poner un poco de orden en un tema que, por su misma naturaleza, viola nuestro sentido de lo esperado, disponemos aquí los ejemplos por categorías. Hay tres grupos: coincidencias relativas a personas, a objetos y a animales. RELATIVAS A PERSONAS

La coincidencia parece aún más asombrosa cuando afecta a dos o más personas. Para que esto suceda, los caminos de todas ellas deben cruzarse de modo impredecible e inesperado. Veintiuno Siendo aún muy joven Luis XVI de Francia, un astrólogo le advirtió que debía andarse con cuidado el día 21 de cada mes. El aviso aterrorizó al muchacho, y en adelante se negó a emprender nada importante en ese día. Pero de nada le sirvieron sus precauciones. El 21 de junio de 1791, Luis y su esposa fueron detenidos en Varennes cuando trataban de huir de la Revolución. El 21 de septiembre del año siguiente, Francia abolió la institución de la realeza y se proclamó república. Y el 21 de enero de 1793 Luis XVI fue ejecutado. (Holiday, noviembre de 1962, pág. 52) Sentido de la oportunidad Thomas Jefferson fue el autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, y John Adams

Llevado a la guillotina acusado de traición, Luis XVI de Francia se enfrentó a la muerte con valor. La bandera tricolor de la nueva república francesa ondea sobre su cabeza. uno de sus principales promulgadores. Adams se convirtió en el segundo presidente de los Estados Unidos y Jefferson en el tercero. Ambos murieron en el mismo año, 1826, y el mismo día, el quincuagésimo aniversario de la fecha más importante de sus vidas: el

XVI y María Antonieta fueron capturados en Veremnes cuando intentaban huir de Francia. Luis puso entonces sus esperanzas en la intervención extranjera.

Thomas Jefferson posó para este retrato en 1791. El cuadro, pintado por Charles Willson Peale, está en el Independence Hall de Filadelfia.

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4 de julio. Parece que Jefferson consiguió a fuerza de voluntad vivir hasta entonces. Antes de exhalar su último suspiro, preguntó si ya era ese día. Adams, cuyas famosas últimas palabras fueron "Aún queda Thomas Jefferson", vivió sólo cinco horas más que su compatriota. (Dumas Malone, The Sage of Monticello, Vol. 6, págs. 497-98)

se lo impidió la misteriosa llegada de un fraile capuchino. El hecho tuvo lugar en Viena en 1836. Cuatro años después, en Budapest, Aigner trató otra vez de ahorcarse, y de nuevo lo impidió la repentina aparición del mismo fraile. Transcurrieron ocho años y Aigner, que había abrazado una causa revolucionaria, fue condenado a la horca por sus actividades políticas. No obstante, fue indultado a instigación de un fraile, el mismo capuchino. Por último, en 1886, cuando tenía 68 años, Aigner vio cumplidos sus deseos de muerte y se suicidó con una pistola. Sus exequias las ofició también el fraile, cuyo nombre Aigner nunca había llegado a saber. (Ripley's Giant Book of Believe It or Not!)

Aunque el presidente John Adatas (arriba) se retiró de la vida pública en 1801, mantuvo una animada correspondencia con Thomas Jefferson hasta el fin de sus días. El aniversario Augustus J.C. Hare, conocido escritor y artista del periodo victoriano, había sido dado en adopción en el decenio de 1830, cuando tenía sólo 14 meses. Después de graduarse en Oxford, vivió casi siempre en Europa, con sólo contadas visitas a Inglaterra. En su autobiografía cuenta lo siguiente: En el aniversario de mi adopción, fuimos todos a

Mannheim, y cenamos en el hotel donde, 17 años antes, yo, que tenla sólo 14 meses, fui entregado a mi tía, que era también mi madrina, para vivir ya siempre con ella como si fuese su hijo... Cuando por la noche volvimos a la estación... había en el andén una pobre mujer, llorando amargamente, con un niño en brazos. Emmie Penrhyn... se le acercó y le preguntó si le ocurría algo. "Sí", dijo ella, "lloro por mi pequeño, que tiene sólo catorce meses y va a alejarse de mí para siempre en el tren que está a punto de llegar. Lo va a adoptar su tía, que es también su madrina, y ya nunca volveré a verlo." [Augustus J.C. Hare, The Story of My Life, Vol. 1, págs. 383-841

El fraile y el pintor Cuando Joseph Aigner, que sería después un conocido retratista, tenía 18 años, trató de ahorcarse, pero

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Augustus J. C. Hare se hizo popular por sus anécdotas acerca de la buena sociedad y por lo bien que contaba las historias de fantasmas. El destino juega una mano En 1858 Robert Fallon, de Northumberland (Inglaterra), fue acusado de hacer trampas al jugar póquer en


el salón Bella. Unión, en San Francisco (E.U.A.). Le pegaron un tiro. Como se pensaba que el dinero ganado —en este caso, 600 dólares— al hacer trampas traía mala suerte, los otros jugadores llamaron al primero que pasó para que tomara el lugar del muerto en la mesa de juego, confiados en que pronto recuperarían el dinero. Sin embargo, cuando llegó la policía, el nuevo jugador había convertido los 600 dólares en 2 200. Cuando la policía pidió los 600 dólares, para poder entregárselos a los familiares del muerto, el joven desconocido demostró que era hijo de Fallon y que no había visto a su padre desde hacía siete años. (Ripley's Giant Book of Believe It or Not!) No hubo secreto

Durante la Guerra Civil estadounidense, trasladaban en tren a un grupo de prisioneros yanquis a un campo de internamiento de Salisbury, en Carolina del Norte. Uno de los que custodiaban el tren era un joven de 17 años llamado Beverley Tucker, encargado de vigilar a un grupo de prisioneros que se pasaban los días cuchicheando en un idioma extranjero. Hablaban el dialecto del cantón suizo del que procedían y estaban proyectando fugarse. En una estación de paso llevaron a cabo su intento... para encontrarse rodeados por las bayonetas de toda la guardia. Habían tenido la desgracia de ser puestos bajo la custodia de Bev Tucker, probablemente el único hombre de todo el ejército confederado que entendía su lengua. Había ido a la escuela en ese mismo cantón. (Joseph Bryan III, The Sword Over the Mantel, pág. 69) El duelista

Henri Tragne, de Marsella (Francia), disputó cinco duelos entre 1861 y 1878. En los cuatro primeros sus adversarios cayeron muertos antes de que se hubiera disparado un solo tiro; en el quinto, fue el propio Tragne quien murió, también antes de que hubiese intercambio de disparos. (Max Jouvenot, Champs d'Honneur, pág. 113) La novia desafortunada

El día de la boda de la princesa María del Pozzo della Cisterna, que el 30 de mayo de 1867 se casó en Turín con Amadeo, duque de Aosta, hijo del rey de Italia, se vio entenebrecido por los siguientes acontecimientos: • La encargada de su guardarropa se ahorcó. • El portero de palacio se cortó el cuello. • El coronel que iba al frente del cortejo nupcial cayó víctima de una insolación. • El jefe de estación murió bajo las ruedas del tren que iba a llevarlos en su luna de miel. • El ayudante del rey murió al caerse de su caballo. • El padrino se pegó un tiro. La pareja ya nunca fue feliz. (Roger L. Williams, Gaslight and Shadow, págs. 156-57)

Los acontecimientos que ocurrieron el 30 de mayo de 1867, día de la boda de la princesa María del Pozzo della Cisterna con Amadeo, duque de Aosta, no auguraban precisamente una vida de felicidad conyugal. Asesinos semejantes

Un asesino llamado Claude Volbonne dio muerte en 1872 al barón francés Rodemire de Tarazone, Veintiún años antes el padre del barón había sido también asesinado... por un tal Claude Volbonne. Entre ambos criminales no había el menor parentesco. (Ripley's Giant Book of Believe It or Not!) El hombre que hizo saltar la banca en Montecarlo

Charles Wells alcanzó tal fama que llegó a escribirse una canción de music-hall sobre él: "El hombre que hizo saltar la banca en Montecarlo". En realidad, Wells hizo saltar la banca tres veces. No era un jugador conocido, no utilizaba ningún "sistema", no tenía un aspecto deslumbrador (en realidad era un inglés gordo) y después de su asombroso éxito no volvió a vérsele por el casino. Las dos primeras veces que hizo saltar la banca en 1891 —es decir, que ganó la "banca" de 100 000 francos asignada a la mesa— lo hizo poniendo cantidades iguales al blanco y al rojo y ganando casi siempre. En la tercera ocasión puso su primera apuesta al número 5, con probabilidades de 35 a 1, y ganó. Dejó la apuesta en ese número, le añadió lo ganado y volvió a .ganr¬ Repitió la operación cinco veces, y todas ellas salió el número 5. Volvió a saltar la banca, y Charles Wells se fue tranquilamente con sus ganancias. Alguien que se había cruzado con él aseguró que era un hombre de aspecto un tanto siniestro. (The Unexplained : Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 3, No. 32) -

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Casualidad y causalidad Una coincidencia sorprendente se parece mucho a un pequeño drama: los actores entran cuando les dan el pie, llevan el maquillaje adecuado, se saben el papel y provocan resultados significativos o triviales, divertidos o, a veces, aterradores. El problema es que en la representación no intervienen ni autor, ni director de escena, ni productor, ni hay siquiera acuerdo previo entre los actores; aquello se desarrolla, sin razón pero con perfecto orden, como por arte de magia. Las coincidencias nos desconciertan porque parecen representar un orden que surge por casualidad: semejan el resultado de un proceso causal ordenado, pero carecen de una relación causal que encaje en nuestra experiencia. Por ejemplo, el escarabajo (ver "El escarabajo dorado", pág. 77) que entra volando en el consultorio del psiquiatra justo cuando su paciente le está relatando un sueño en el que entra en su cuarto ese insecto, no tiene relación discernible con la paciente. El animalito no podía saber cómo entrar a su debido tiempo en la habitación. Tampoco la paciente que sueña con ese encuentro liberador tiene modo de saber que ocurrirá, ni ningún medio para asegurarse de que su respuesta será la prevista por el sueño. El problema de las coincidencias es que violan nuestras nociones de causa y efecto. Pero ¿y si nuestras ideas sobre la causalidad fuesen erróneas? El filósofo escocés David Hume publicó en 1739 su Tratado de la naturaleza humana, un rechazo analítico de las ideas de causación comúnmente aceptadas. En el terreno filosófico, sus argumentos nunca han sido plenamente rebatidos; en el científico, mucho de lo que sostenía se ha visto justificado. Desde que los filósofos griegos prestaron por primera vez atención a la causalidad en el siglo v a.C., había sido casi universalmente aceptado que todo lo que tiene un comienzo debe ser causado por alguna otra cosa. Hume rechazó esto. Por el contrario, sostenía, no es verdad que todo objeto que comienza a existir tenga que deber su existencia a una causa. Creer que todo ser debe estar precedido por una causa no es más válido que creer que, porque todo marido debe tener una esposa, todo hombre debe estar casado. Hume pretendía mostrar que el punto de partida tradicional de las teorías de la causación no puede ser probado; no estaba, por supuesto, tratando de probar lo contrario o alguna otra postura. Todo lo que podemos decir de la causalidad es que lo que tomamos por causa precede siempre a lo que tomamos por su efecto, y que siempre hay contigüidad entre ambos. Más allá de esto, decía, nada puede afirmarse, y la opinión de que existe una relación necesaria entre una causa y su efecto no es más que un hábito mental.

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Según Hume, la idea de una relación causal entre dos acontecimientos que ocurren en secuencia es sólo un hábito mental. Por ejemplo, cuando presenciamos una partida de billar confiamos en que cuando una bola golpea a otra, la golpeada se moverá, y en consecuencia nos convencemos a nosotros mismos de que hay una relación entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda, entre causa y efecto. Sin embargo, decía Hume, semejante idea no se basa en la observación lógica. Lo único que observamos es que el contacto —la contigüidad— tiene lugar; el resto es sólo suposición. Nuestra esperanza de que una bola quieta se moverá de un modo predecible al ser golpeada por otra puede ser acertada en la mayoría de los casos, pero esto no constituye una certeza. Hay que considerar el impulso y la inercia de las dos bolas: un impulso demasiado pequeño o una inercia excesiva y el efecto no será el esperado. También hay que tener en cuenta los materiales de que están hechas las bolas, así como su solidez. ¿Es una de las bolas más propensa a hacerse añicos que a moverse? También hemos de considerar la forma de las bolas, la naturaleza de la superficie en que descansan y la estabilidad de la situación en que el hecho tiene lugar. Entre todas estas variables, y muchas más, buscamos en vano un principio identificable que relacione causa y efecto; y, puesto que lo buscamos en vano, nada nos obliga a afirmar su existencia o a acceder a ese tipo de afirmaciones.


Aunque los argumentos de Hume pueden parecer bofetada al sentido común, han sido vindicados t. 7: buena parte por los físicos del siglo xx. A nivel subatómico, la idea de previsibilidad (que sería la apropiada, al menos en teoría, si pudiésemos encontrar o al menos establecer teóricamente relaciones causales) n sido reemplazada por la de probabilidad estadística. Las ideas sobre la causalidad comúnmente aceptadas han sido también criticadas a nivel ,mespacirlontóbgsevolucinta. Por ejemplo, ¿cómo describir la evolución del huevo los reptiles en términos de causa y efecto? La 'leona evolucionista sostiene que los cambios en los oranismos sobrevienen como resultado de mutaciones =éticas al azar. Si uno de esos cambios confiere una ataja que permite a un determinado organismo tet7 más descendencia, es probable que el cambio sea Herdao or esos descendientes y pueda llegar a hap cerse normal en la especie. Pero cuando contemplas un huevo de reptil (o el ojo de un mamífero o mirto número de otros rasgos y órganos), vemos que para que el desarrollo tuviera éxito han debido snoiumcletráa s.Por ejemplo, la cáscara tenía que ser impermeable y lo fbuertpaosglmión.Per,aos e el embrión hubiese desarrollado al mismo tiemalgún medio para salir por sí mismo del cascarón, tse huevo se hubiese convertido para él en una Atduemás,lbarión.voqdelum53 de absorber nutrientes mientras estaba en el hueo. Pero, a menos que hubiese desarrollado también medio para almacenar sin peligro sus propios desechos, pronto hubiese creado un entorno venenoso. Cada uno de estos desarrollos tuvo que surgir, se.= la teoría evolucionista, como resultado de mutaaciones l azar. Pero entre las mutaciones que produje= el cascarón y las que produjeron el apéndice ndopuehabriglcón(sueoa izar), como no la hubo entre las concernientes a la ynaultdresicóou.Ysinhb rtelacions,¿ómqutodelprcs? edDstpunovia,lhdesrpt dceagntuslyrp acminóde serie de coincidencias altamente improbables. David Hume se daba perfecta cuenta de que esta .tea de la causalidad iba a ser dificil de aceptar cuan:: adscribía esa dificultad a la fuerza de los hábitos qmuecondtialsrp.Stenía —rsaiepzmóonlcesau—,óo a :esotros mismos podemos acusarnos (o felicitarnos) .•. mondo vemos en las coincidencias una afrenta tan se cdomuintaerl udoqns etdlsniocamú. -

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El doble del rey El 28 de julio de 1900, el rey Humberto I de Italia y su edecán, el general Emilio Ponzio-Vaglia, llegaron a la ciudad de Monza, a pocos kilómetros de Milán. El rey iba a entregar al día siguiente los premios de unas pruebas deportivas. La noche de su llegada, él y su ayudante fueron a cenar a un pequeño restaurante. Mientras el propietario les tomaba la orden, el rey se dio cuenta de que aquel hombre era virtualmente su doble, de cara y cuerpo. Se lo dijo, y en la conversación subsiguiente surgieron una serie de paralelismos que los dejaron maravillados. Ambos habían nacido el mismo día del mismo año (el 14 de marzo de 1844) y en la misma ciudad, y a ambos les pusieron Humberto. Los dos se habían casado el 22 de abril de 1868, y ambos con una mujer llamada Margherita. Ambos habían puesto a su hijo el nombre de Vittorio, y el día de la coronación del rey, el otro Humberto había abierto su restaurante. El monarca, sorprendido por tantas coincidencias, preguntó al dueño del restaurante cómo era posible que no se hubiesen encontrado antes. En realidad, le dijo su doble, habían sido condecorados juntos por su valor en dos ocasiones; la primera en 1866, cuando

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En Monza, en 1900, Humberto 1 de Italia supo que su doble acababa de ser asesinado. Momentos después él mismo fue víctima de la bala de un asesino.

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él era soldado raso y el rey coronel, y la segunda en 1870, cuando ambos fueron ascendidos, uno a sargento y el otro a general. Con esta última revelación el patrón reanudó sus tareas, y el rey, volviéndose a su ayudante, dijo: "Pienso hacer mañana a este hombre Caballero de la Corona de Italia. Encárgate de que acuda al acto." Al día siguiente, fiel a su palabra, el rey preguntó por su doble, sólo para enterarse de que el hombre acababa de morir en un accidente de caza. Asombrado, el rey pidió a su ayudante que se enterara de dónde iba a ser el funeral, para asistir. En ese momento sonaron tres tiros, disparados por un asesino. El primero falló, pero los otros dos atravesaron el corazón del rey, matándolo en el acto. (Ripley's Ghost Stories and Plays, págs. 30-33) El día perfecto

De vez en cuando, todos experimentamos uno de esos días perfectos en que todo parece encajar, un día que excede a las esperanzas más optimistas, la clase de día que nos convence de que nuestro ángel guardián trabaja sin descanso. De uno de los más extraordinarios habla el profesor C.E. Sherman, presidente durante muchos años del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Ohio, en Columbus, en su libro Land of Kingdom Come.. En 1909, cuando preparábamos los originales para el Atlas de Carreteras del estado de Ohio, nos

encontramos con la dificultad de conseguir mapas de los condados del sudoeste... El United States Geological Survey aún no había levantado mapas de esa zona, y los únicos datos útiles... disponibles se encontraban en viejos atlas de condado, de unos 38 centímetros de lado y casi 2 de grueso... Una abundante correspondencia nos había proporcionado datos de todos los condados del estado excepto Pike y Highland. De estos dos no pudimos conseguirlos, ni logré descubrir, a pesar de todas mis solicitudes por escrito, si había mapas de esas regiones. Sin el menor dato, representaba una tarea ingente hacer un levantamiento completo de todas las vías de un condado. En realidad, era imposible con los fondos de que disponíamos. De modo que salí de Columbus decidido a investigar en las ciudades principales del condado y las granjas cercanas, durante un par de semanas si era necesario, hasta conseguir los datos perdidos. Necesitábamos también un buen mapa del rio Ohio para ajustar los datos ya reunidos. Durante las siguientes doce horas de aquel sábado de agosto ocurrió todo esto: después de tomar un tren de madrugada para Cincinnati, encontré un excelente mapa del río Ohio en el primer sitio que visité, la United States Engineers Office... Me apresuré a dirigirme al condado de Highland, y tuve que esperar en Norwood por el tranvía de Hillsboro. Cuando casualmente mencioné al vendedor de boletos de Norwood lo que buscaba, me dijo: "Me parece que hay un viejo libro como

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el que usted dice en el cuarto de atrás." Buscamos juntos en el polvoriento montón y acabamos sacando ;el tan buscado atlas del condado de Highland? Tenía dos modos de llegar esa tarde a la capital de Pike. Comí y tomé el ferrocarril B.&O. para Chillicothe. Durante la corta espera allí mientras tomaba el N.&W. South, tomé calle arriba para visitar a un antiguo amigo, si por casualidad estaba en la ciudad. Apenas había echado a andar cuando lo vi venir hacia mí, como si todo hubiera estado preparado. Charlamos, y cuando me subía ya al tren que iba a llevarme al sur, me saludó un caballero que me había escrito el día anterior. Como su carta era mucho más fácil de contestar de palabra, me satisfizo darle directamente la información que me pedía. Conocía sólo a dos personas en Waverly [la capital del condado de Pike], una de ellas un mecánico, la otra un estudiante de ingeniería civil, pero no esperaba que ninguno de ellos estuviera en la ciudad. Cuando me bajé en Waverly, el ingeniero mecánico se apeaba del vagón de enfrente, y mientras íbamos juntos hacia el hotel me dijo que me enviaría a mi otro conocido si estaba en casa. Había yo terminado de cenar tranquilamente a las siete cuando apareció Gehres. ¿Sabía de algún mapa del condado de Pike? "No, pero quizá lo sepa mi padre", me dijo, "y aquí llega." Gehres padre dijo que creía que el interventor tenía uno. Mientras hablaba llegó calle arriba el tal interventor. Hechas las presentaciones, y lo mismo que venía sucediendo durante todo el día, nos llevó, cruzando la calle, a su despacho del Palacio de Justicia, donde estaba colgado un precioso mapa antiguo del condado. Yo había escrito al topógrafo de ese mismo condado, pero él no sabía nada del mapa. No me atrevo a poner aquí todos los incidentes de aquel viaje que tengo anotados en mi memorándum. Sería abusar de la credulidad del lector... Cada paso que di aquel día fue tan a propósito como si hubiera sido planeado de antemano. Había ido directamente a donde estaban los mapas del río Ohio... había ido directamente a donde estaba el atlas del condado de Highland, sin saber siquiera que existía, por la ruta menos frecuentada; y cuando a partir de ahí podía tomar cualquiera de dos caminos, escogí el que me condujo más directamente a los restantes datos que me faltaban. Hasta el más pequeño suceso de aquella jornada pareció encajar perfectamente en un todo armonioso. Supongo que en gran parte fue algo psicológico. Llevaba meses reuniendo datos completos del estado, y cuando ese último problema, tan difícil, empezó a resolverse tan fácilmente, me puso de un humor como para no reparar sino en las circunstancias favorables, tales como la siguiente: El vendedor de boletos de Norwood no quiso venderme su libro, pero me lo prestó amablemente, ahorrándonos así el precio de compra; mi amigo de Chillicothe iba a salir de la ciudad en el tren anterior a mi llegada en vez de hacerlo en el posterior; el papel de calcar que cogí al azar esa


mañana antes de salir de casa coincidía con el tamaño del gran mapa mural del condado de Pike, e incluso la persona que yo esperaba que estuviese en su casa para ayudarme en Waverly si era necesario, estaba allí para calcar el mapa de Pike. ¿Quién esperaría poder entrar en el Palacio de Justicia de una ciudad extraña una noche de sábado? Y, sin embargo, aparecieron las personas adecuadas en el momento justo para llevarme hasta aquel mapa cuya existencia yo ignoraba. El tren de Chillicothe a Waverly iba lleno de excursionistas que llenaban los pasillos, pero cuando yo subí había un sitio vacío esperándome, y durante todo el camino disfruté del aislamiento y la comodidad necesarios para reflexionar sobre los acontecimientos de la jornada. Esa noche me fui a dormir con la sensación de haber vivido un día perfecto. [C.E. Sherman, citado en Alan Vaughan, Incredible Coineidence, págs. 92-94]

vicio de patrulla nocturna cuando le avisaron por radio que acudiese a un grave accidente en la carretera U.S. 80. Un coche se había estrellado contra un árbol y el conductor se hallaba en estado crítico. Falby llegó al lugar antes que la ambulancia y encontró en el coche a un hombre inconsciente. Se le había roto una arteria de la pierna derecha y sufría una gravísima hemorragia. Falby le aplicó un torniquete y consiguió detenerla. Después se quedó mirando a la víctima: era, naturalmente, Alfred Smith. "Esto demuestra", diría más tarde Falby, "que un buen torniquete merece otro." (Conversación telefónica con Doris, la viuda de Allan Falby, Truth or Consequences, Nuevo México)

Franz Richter repetido

Franz Richter, un voluntario de 19 años del Cuerpo

de Transportes austriaco durante la Primera Guerra Mundial, fue internado en el hospital aquejado de neumonía. En ese mismo hospital estaba otro paciente llamado Franz Richter, también de 19 años, también con neumonía y también voluntario en el Cuerpo de Transportes. Ambos habían nacido en Silesia. (Scientific American, 19 de octubre de 1972, pág. 110) Tres hombres en un tren Cierto día del decenio de 1920, tres ingleses que viajaban en tren por Perú coincidieron como únicos ocupantes de un vagón de pasajeros. Al presentarse, descubrieron que el apellido del primero era Bingham, el del segundo Powell, y el tercero se llamaba BingbamPowell. (Referido directamente a los Editores) El niño que rebotó Joseph Figlock caminaba por una calle de Detroit en los años treinta cuando desde una alta ventana cayó sobre él un niño. Un año más tarde el mismo niño volvió a caer sobre él desde la misma ventana. Tanto Figlock como la criatura sobrevivieron. (Conversación telefónica con la esposa de Arthur Figlock, de Harper Wood, Michigan) Un buen torniquete... Una noche de junio de los años treinta, Allan Falby, capitán de la patrulla de caminos del condado de El Paso (Texas), perseguía a un camión que circulaba con exceso de velocidad. El camión disminuyó la marcha para tomar una curva y Falby se estrelló contra él a toda velocidad. La colisión provocó la ruptura de una arteria de su pierna, y de no haberse detenido Alfred Smith para ayudarlo, habría muerto casi con seguridad. El torniquete que le aplicó Smith detuvo la hemorragia, y una ambulancia recogió a Falby a tiempo para salvarle la vida y la pierna. Al cabo de varios meses de hospital, el policía pudo volver a su trabajo. Cinco años después, Falby estaba de nuevo en ser-

El destino reunió dos veces al patrullero Allan Falby y al automovilista Alfred Smith en una carretera del condado de El Paso (Texas), ambas veces al borde de la muerte. A la recíproca Cuando el entrevistador y comentarista de televisión Irv Kupcinet —"Kup" para los amigos— estaba en Londres en 1953, para informar de la coronación de Isabel II, se alojó en el hotel Savoy. Se sorprendió al encontrar en uno de los cajones de su habitación al-

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idéntica a la de Smith, así como un pequeño recogedor. Resultó que ambos hablan ido al bosque a recoger estiércol para sus tomates. Establecido ya ese lazo, Smith sacó su pipa y su lata de tabaco. El extraño sacó también una pipa, pero rechazó el ofrecimiento de Smith diciendo: — No, gracias. Soy fiel a mi marca. —Y la sacó. Era la misma de Smith. Al llegar a este punto ambos hombres tuvieron la sensación de que algo extraño les estaba ocurriendo. — Me llamo Smith —dijo Smith. Y yo también dijo el extraño. — Eric Smith —dijo el primer Smith. — También yo —dijo el segundo. Eric W . Smith. — Como yo. — La W quiere decir Wales —aclaró el Smith número uno. — Ah —dijo el número dos—, en eso diferimos. Yo me llamo Walter. (Referido directamente a los Editores) En junio de 1964, en el programa de televisión Forum, el columnista Irv Kupcinet (izquierda) y el periodista de televisión Frank Reynolds (centro) entrevistaron a Richard Nixon acerca de sus planes presidenciales. gunos artículos pertenecientes a un viejo amigo suyo, el empresario Harry Hannin, entonces con los Harlem Globetrotters. Pero se sorprendió aún más cuando dos días después recibió una carta de Hannin, que estaba entonces en el hotel Meurice de París. "No lo creerás", le escribió Hannin, "pero acabo de abrir aquí un cajón y encontré dentro una corbata con tu nombre." (Conversación telefónica con Irv Kupcinet, Chicago, Illinois) En un sendero del bosque Eric W. Smith, metalúrgico de la English Steel Company, vivía en un tranquilo suburbio de Sheffield llamado Ecclesall. Detrás de su casa había un bosque donde la gente solía montar a caballo, y en primavera y verano Smith acostumbraba pasear por allí, disfrutando de aquella paz y quietud y recogiendo estiércol de caballo para abono de sus plantas de tomate. Con este fin llevaba consigo un pequeño recogedor y una vieja bolsa de hule. Un día, a finales de los años cincuenta, mientras iba tranquilamente por un sendero del bosque deteniéndose de vez en cuando para recoger estiércol para sus tomates, vio que alguien se acercaba lentamente a lo largo del sendero, un hombre que también se detenía para agacharse y recoger algo. Sin duda, pensó Smith, allí estaba otro que también apreciaba las virtudes del estiércol equino. A medio camino entre los dos había un banco, y, al llegar junto a él a la vez, se sentaron. Por una notable coincidencia, el extraño llevaba una bolsa de hule

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D de doble El doctor Warren Weaver cuenta lo siguiente en su libro Lady Luck: The Theory of Probability. Debió de ocurrir a finales de los años cincuenta: Mi yecino George D. Bryson hizo hace años un viaje de negocios de San Luis a Nueva York. Dado que esto implicaba pasarse en el tren el fin de semana y él no tenía prisa, dado que nunca había estado en Louisville (Kentucky), y dado que tenía interés en ver la ciudad y aquel tren pasaba por ella, preguntó al revisor si podía bajarse allí. No había inconveniente, y al llegar a Louisville preguntó en la estación por el mejor hotel. De acuerdo con la información recibida, fue al hotel Brown y se registró. Después, sólo por broma, fue al mostrador del correo y preguntó si había algo para él. La encargada le entregó tranquilamente una carta dirigida al "Sr. George D. Bryson, Habitación 307", que era el número del cuarto que acababan de darle. Resultó que el anterior huésped de esa habitación era otro George D. Bryson, que trabajaba para una compañía de seguros de Montreal pero procedía de Carolina del Norte. Más adelante ambos se encontraron y pudieron pellizcarse para asegurarse de que el otro era real. [ Warren Weaver, citado en Alan Vaughan, Incredible Coincidence, págs. 58-59]

Salto generacional El escritor J. Bryan III cuenta un curioso salto sobre el tiempo y el espacio ocurrido hacia 1960, cuando estaba en Mallorca escribiendo acerca de la Guerra de Secesión estadounidense: Terminé mi libro. El último pasaje que mecanografié era la inscripción de una tablilla que hay en la vieja casa de mi abuelo:


"En este punto, donde la línea intermedia de las defensas de Richmond cruzaba Brook Road, las fuerzas confederadas rechazaron el I° de marzo de 1864 el ataque por sorpresa de Kilpatrick, emprendido para liberar a los prisioneros federales que había en Richmond„." Hecho esto, empaqueté el manuscrito, lo llevé al correo y fui en coche a una comida que daban unos amigos austriacos. Cuando llegué, los invitados —unos 16 ó 18— iban ya hacia el comedor. Apenas conocía a nadie, pero no había tiempo para presentaciones. Me instalé en mi silla, y estaba a punto de tomar un poco de vino para sosegarme cuando la anfitriona anunció a los que estaban a su lado: "Nuestro amigo el señor Bryan es de Richmond." El caballero que estaba frente a mí dijo con gesto de agradable sorpresa: —¿Richmond? Con frecuencia he querido ir allí, pero siempre me lo ha impedido algo en el último momento. —Sonrió y continuó—: Ahora que lo pienso, a mi abuelo le ocurrió lo mismo. Lo que entonces le dije sólo me lo explico porque la inscripción que acababa de transcribir estaba aún fresca en mi subconsciente. Le pregunté: —¿Se llama usted Kilpatrick, señor? —No —dijo—, pero así se llamaba mi abuelo. ¡Y además era aquel Kilpatrick! ¡Imagíneselo por un momento, encontrarnos los dos en una pequeña isla del Mediterráneo y descubrir que a más de 6 000 kilómetros de allí, casi un siglo antes, su abuelo había sido "rechazado" de casa del mío en una pequeña escaramuza de la Guerra Civil! [Joseph Bryan III, The Sword Over the Mantel, citado en Holiday, noviembre de 1962, pág. 50]

Lincoln y Kennedy Dos de las muertes más trágicas y dramáticas de la historia estadounidense, los asesinatos de los presidentes Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy, presentan los siguientes paralelismos asombrosos: Una lágrima cosida a mano expresa el dolor sentido tras la muerte de Lincoln en 1865. Como la mayoría de los presidentes, era fatalista en cuanto a la posibilidad de ser asesinado.

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Este billete de 1 dólar, emitido en Dallas sólo dos semanas antes de que fuese asesinado allí JFK, es hoy conocido como el billete del asesinato de Kennedy. Al estar situado en Dallas el decimoprimero de los 12 distritos del Banco de la Reserva Federal, el billete lleva la letra K, decimoprimera letra del abecedario, y el número 11 en las cuatro esquinas. El número de serie empieza por K y termina por A, iniciales de Kennedy Assassination. El 11 significa también noviembre, decimoprimer mes del año, y dos II equivalen a 22, la fecha de la tragedia. El número de serie es 1963, el año en que ocurrió el asesinato. 1) Lincoln fue elegido presidente en 1860. Kennedy lo fue exactamente cien años más tarde, en 1960. 2) Ambos lucharon a fondo por los derechos civiles de los negros. 3) Ambos fueron asesinados en viernes, en presencia de sus esposas. 4) Las esposas de ambos habían perdido un hijo mientras vivían en la Casa Blanca. 5) Ambos murieron a consecuencia de una bala que les penetró en la cabeza por detrás. 6) Lincoln murió en el teatro Ford. Kennedy halló la muerte en un Lincoln convertible fabricado por la Ford. 7) A los dos los sucedieron vicepresidentes llamados Johnson, que eran demócratas del Sur y antiguos senadores. 8) Andrew Johnson había nacido en 1808; Lyndon Johnson en 1908, exactamente cien años más tarde. 9) El primer nombre del secretario privado de Lincoln era John, y el último del secretario privado de Kennedy, Lincoln. 10) John Wilkes Booth nació en 1839 [según algunas fuentes]. Lee Harvey Oswald en 1939, cien años más tarde. 11) Ambos asesinos eran hombres del Sur de ideas extremistas. 12) Ambos fueron muertos antes de poder comparecer a juicio. 13) Booth disparó sobre Lincoln en un teatro y huyó a un granero. Oswald disparó sobre Kennedy desde un almacén y huyó a un teatro. 14) Tanto LINCOLN como KENNEDY tienen siete letras. 15) ANDREW JOHNSON y LYNDON JOHNSON tienen ambos 13 letras.

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16) JOHN WILKES BOOTH y LEE HARVEY OSWALD

tienen los dos 15 letras.

Además, la primera propuesta pública de que Lincoln fuese candidato republicano a la presidencia (en una carta a la Gazette de Cincinnati, 6 de noviembre de 1858) incluía también a un tal John Kennedy como vicepresidente (John P. Kennedy, antiguo secretario de Marina). (Martín Gardner, The Incredible Dr. ,pMágas.t4r2i-x5)

El siete de la suerte

La siguiente reseña biográfica, enviada a Arthur Koestler tras la publicación de su libro Las raíces del azar en 1973, puede ser demasiado buena para ser cierta. El autor de la carta, Anthony S. Clancy, de Dublín (Irlanda), escribía: Nací el séptimo día de la semana, el séptimo día del mes, el séptimo mes del año y el séptimo año del siglo. Era el séptimo hijo de un séptimo hijo, y tuve siete hermanos; eso hace siete sietes. En mi vigésimo séptimo cumpleaños, cuando consultaba el programa de carreras para elegir un ganador en la séptima, vi que el caballo número siete se llamaba Séptimo Cielo y tenía un handicap de siete stones [unos 45 kilos]. Las apuestas estaban 7 a 1. Jugué siete chelines a él. Acabó séptimo. [Alan Vaughan, [ncredible Coincidente, citado en Reader's Digest, agosto de 1979, pág. 120]

Llaman al señor Pape El 5 de mayo de 1974, The Sunday Times de Londres

publicaba los resultados de un concurso para elegir la mejor historia de una coincidencia. Entre las más de 2 000 cartas recibidas estaba la siguiente, firmada por D.J. Page, de Surrey (Inglaterra): En el mes de julio de 1940, cuando yo era un joven soldado al servicio de Su Majestad "en algún lugar de Inglaterra", descubrí que mis fotos de boda, tan esperadas, habían sido abiertas por error por un soldado de otra batería, la A; la mía era la B. Se deshizo en disculpas al darse cuenta de su error, nada sorprendente dado lo parecido de nuestro nombre y número. El era Pape No. 1509322 y yo Page No. 1509321. Esta confusión en el correo fue frecuente hasta que me destinaron a otra batería. Poco después de terminar la guerra, yo trabajaba como chofer de la London Transport en el depósito de Merton, Colliers Wood, S.W. Londres. Un día de pago noté que la deducción por impuestos era demasiado grande, y me presenté en la oficina del superintendente... Imagínese mi asombro cuando descubrí que habían confundido mi salario con el de un chofer al que acababan de transferir allí, cosa nada sorprendente cuando descubrí que se llamaba Pape. Sí, era el mismísimo tipo... Lo más extraño de todo es que los números de nuestras licencias de manejar eran, el mío el 29222, y el de Pape el 29223. [The Sunday Times de Londres, 5 de mayo de 1974]

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El inglés D.J. Page, a quien vemos aquí de uniforme durante la Segunda Guerra Mundial, vio su vida mezclada inexplicablemente con la de un extraño de nombre parecido.

La foto profética

(Inglaterra), cuenta la siguiente historia de una fotografía largo La señora Eileen M. Bithell, de Portsmouth

tiempo escondida pero profética:

Durante más de veinte años, en el aparador de la tienda de abarrotes de mis padres estuvo colgado un letrero enmarcado que indicaba el día de la semana en que cerrábamos. Dos semanas antes de la boda de mi hermano, descolgaron el letrero para cambiarlo y lo sacaron de su marco. Detrás apareció una gran foto de una niña en brazos de su padre. La niña era la prometida de mi hermano y el padre su futuro suegro. Nadie sabe cómo llegó esa foto a ser utilizada como respaldo del letrero de la tienda, pues ninguno de los que aparecen en ella era entonces conocido nuestro; y sin embargo ahora, veinte años después, ambas familias iban a unirse mediante el matrimonio. [The Sunday Times de Londres, 5 de mayo de 1974]

Corazones gemelos

John y Arthur Mowforth eran gemelos. "Lo que le ocurría a uno", contaba su hermana, "solía ocurrirle también al otro." La noche del 22 de mayo de 1975 ambos notaron fuertes dolores en el pecho y fueron llevados a toda prisa (sin que lo supiesen ni el otro ni


su familia) al hospital, uno en Bristol y el otro en Windsor, ciudades separadas unos 120 kilómetros en línea recta. Ambos murieron de un ataque al corazón • poco después de ser internados. (Luigi Gedda y Gianni Brenci, Chronogenetics: The Inheritance of Biological Time, trad. Louis Keith, pág. 90)

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El anagrama infortunado Sir Peter Scott, uno de los naturalistas británicos más conocidos, es un creyente entusiasta en el monstruo de Loch Ness y durante muchos años ha echado todo el peso de su reputación en el debate. Tan grande es su confianza en la existencia del monstruo que ha promovido el uso de un nombre griego para él: Nessiteras rhombopteryx. Este nombre, que él y el fotógrafo submarino Robert Rines acuñaron en diciembre de 1975, puede ser traducido aproximadamente como "el monstruo de aleta romboidal de Ness" (en inglés, "The Ness monster with diamond-shaped fin"). Pero, como los periódicos londinenses se apresuraron a señalar con cierta alegría maligna, es también el anagrama de las palabras "Monster Hoax by Sir Peter S." (El timo del monstruo de sir Peter S.). (Nature, 258: 466-68, 11 de diciembre de 1975)

después de que su hermano, que iba en la misma bicimoto, fue muerto en la misma calle por el mismo taxista que llevaba al mismo pasajero. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 90) La otra Wanda Marie Johnson La siguiente historia apareció en el Washington Post del 20 de abril de 1978: Wanda Marie Johnson, de Adelphi, en el condado Prince Georges de Maryland, es empleada de equipajes en la Union Station de Washington. Wanda Marie Johnson, de Suitland, en el condado Prince Georges de Maryland, es enfermera en el D.C. General Hospital de Washington. Ambas Wanda Marie nacieron el mismo día, el 15 de junio de 1953; ambas se habían ido de Washington, D.C., al condado Prince Georges; ambas tienen dos hijos, nacidos en el mismo

Destino compartido

En las Bermudas, en 1975, un hombre que iba en una bicimoto fue muerto por un taxi exactamente un año

RELIEV E 1 BElIEVE T H E

IN THE LOCH TMOENSR LOCH MONSTER

NES

Las playeras de sir Peter Scott y su mujer lo dicen todo: "Creo en el monstruo de Loch Ness." Scott es un experto en el escurridizo "Nessie".

Las vidas casi duplicadas de Wanda Marie Johnson, de Suitland (izquierda), y Wanda Marie Johnson, de Adelphi (derecha), acabaron por reunir a ambas mujeres en 1978. hospital, y ambas poseen un Ford Granada de dos puertas. Las once cifras de los números de serie de sus coches son iguales, salvo las tres últimas.

...y perros llamados Toy Dos gemelos idénticos, nacidos en Ohio hace unos 40 años, fueron adoptados poco después por dos fami-

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lías diferentes. En 1979, al cabo de 39 años de separación, se reunieron. Entonces descubrieron que a los dos les habían puesto James, que los dos habían estudiado para policías y que a los dos les gustaban el dibujo industrial y la carpintería. Ambos se habían casado con una mujer llamada Linda, habían tenido un

hijo —uno llamado James Alan y el otro James Allan—, se habían divorciado y habían vuelto a casarse con una mujer llamada Betty. Ambos llamaban Toy a su perro, y además los dos iban de vacaciones a la misma playa de St. Petersburg, en Florida. (Reader's Digest, enero de 1980, pág. 78) COINCIDENCIAS EN QUE INTERVIENEN OBJETOS

Los objetos que figuran en estos casos de coincidencia son tan notablemente diversos como kimonos, relojes, armas, budines de ciruela, escarabajos y cajas de cerillos.

Cuando los gemelos idénticos Jim Lewis (izquierda) y Jim Springer (derecha) se encontraron al cabo de 39 años, descubrieron semejanzas "tremebundas" en sus vidas, hábitos e ideas.

El gran incendio de Tokio de 1 657 escapó rápidamente al control de sus angustiados pobladores y consumio

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Kimono fatal Un kimono, que perteneció sucesivamente a tres muchachas adolescentes que murieron antes de poder lucido, fue considerado portador de tan mala suerte que un sacerdote japonés procedió a quemarlo en febrero de 1657. Cuando estaba haciéndolo, se levantó un fuerte viento que avivó las llamas hasta que no pudieron ser dominadas. El fuego así prendido destruyó tres cuartas partes de Tokio, reduciendo a cenizas 300 templos, 500 palacios, 9 000 tiendas y 61 puentes, y acabando con la vida de 100 000 personas. (Noel Nouet, Histoire de Tokyo, pág. 98)

latió la mayor parte de la ciudad: un auténtico polvode casas, templos y puentes de madera.


El reloj que se detuvo Un reloj decorado perteneciente al rey Luis XIV de Francia se detuvo en el preciso momento de su muerte, las 7:45 de la mañana del I° de septiembre de 1715, y no ha vuelto a funcionar. (Ripley's Giant Book of Believe It or Mt!)

—Monsieur de Fortgibu —interpeló la dependienta al cliente que se acercaba—, ¿sería tan amable de compartir su budín de ciruela con este caballero? Quien en otro tiempo diera a probar a Deschamps su budín era ahora un hombre mayor, de empolvada peluca y con uniforme de coronel, y que se prestó más que gustoso a volver a compartir su budín con Deschamps. Tras saludarse, ambos recordaron aquel primer budín de ciruela. Pasaron muchos años, y Deschamps se encontró invitado a una cena en la que le dijeron que iban a servir budín de ciruela. —Entonces sé que estará allí M. de Fortgibu —dijo Deschamps a su anfitriona, y le contó la historia. Llegada la noche de la cena, y como postre, sirvieron un magnífico budín de ciruela a los diez invitados. En ese momento se abrió la puerta y entró por ella M. de Fortgibu. Ya muy viejo, y un tanto despistado, se había equivocado de dirección y había llegado a la cena por error. (Camine Flammarion, The Unknown, pág. 194)

Un reloj magníficamente decorado es ofrecido a Luis XIV por el científico holandés Christiaan Huygens, que fue el primero en utilizar el péndulo para regular el movimiento horario. Doble riesgo Jabez Spicer, de Leyden (Massachusetts), fue muerto por dos balas en el ataque al arsenal federal de Springfield el 25 de enero de 1787, durante la rebelión de Shays. Llevaba puesta en ese momento la misma casaca que había llevado su hermano Daniel cuando también fue víctima de dos proyectiles el 5 de marzo de 1784. Las balas que mataron a Jabez Spicer entraron por los agujeros hechos por las balas que habían matado a su hermano Daniel tres años antes. ( Official History of Guilford, Vermont, 1678-1961, pág. 94) Monsieur de Fortgibu y los budines de ciruela Los budines de ciruela son una especialidad más inglesa que francesa, y el poeta francés Emite Deschamps recordaba muy bien ese postre: cuando estuvo en un internado de Orleáns hacia 1800, lo invitó a probar una rebanada un tal M. de Fortgibu, que acababa de volver de Inglaterra. Diez años más tarde, en París, Deschamps pasaba frente a un restaurante cuando vio dentro un budín de ciruela de suculento aspecto. Entró para pedir una rebanada pero le dijeron que acababa de comprarlo otro cliente.

La importancia del budín de ciruela en Navidad se ilustra en esta escena de 1838, en la que una familia inglesa celebra la aparición de ese postre tradicional.

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Un papiro oportuno

El Ángel de las Bibliotecas, cuya tarea consiste en velar por los escritores y eruditos que lo merecen, es quizá en su interior un egiptólogo, porque una de sus coincidencias más valiosas la proporcionó al doctor Thomas Young, el físico inglés a quien, junto a Jean Francois hampollion, se debe el desciframiento de la pieC

El desciframiento de la piedra de Rosetta, inscrita en caracteres jeroglíficos, demóticos y griegos, fue la clave que sirvió para comprender los antiguos manuscritos egipcios. dra de Rosetta, clave primera y principal de nuestra comprensión de los jeroglíficos. Una noche de 1822 (el año en que Champollion, basándose en las investigaciones de Young, publicó su estudio de la piedra de Rosetta), Young se afanaba sobre un manuscrito de escritura jeroglífica. A excepción de tres nombres escritos en caracteres griegos —Apolonio, Antígono y Antioco, que él leía Antímaco—, no conseguía encontrarle pies ni cabeza. Lo dejó de lado, y examinando un nuevo envío encontró otro papiro, que resultó estar escrito totalmente en griego. Mientras lo recorría rápidamente antes de dejarlo a un lado, su mirada captó los mismos nombres que acababa de leer en el manuscrito egipcio, aunque en forma ligeramente diferente: Portis Apollonii y Anti machus Antigenis. Asombrado, se dio cuenta de que tenía ante sí una traducción del jeroglífico. El documento había sobrevivido 2 000 años para llegarle, desde otro confín del mundo, en el momento en que más falta hacía. Tal conspiración de acontecimientos, escribió más tarde, hubiese bastado en una época anterior para convencer a la gente de que no sólo había aprendido jeroglíficos, sino también los secretos de la hechicería egipcia. (Thomas Young, An Account of

Some Recent Discoveries in Hieroglyphical Literature and Egyptian Antiquities, págs. 55-58)

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Las cajitas de oro

Cuando el rey Eduardo VII de Inglaterra era joven, y todavía príncipe de Gales, era muy aficionado a la caza del zorro. Uno de sus habituales compañeros de cacería era un actor llamado Edward A. Sothern. Un día, como prueba de estima y afecto, el príncipe regaló a su amigo una cajita de oro, para cerillos, diseñada para ir unida a una cadena de reloj. Sothern la llevaba consigo a dondequiera que iba; pero un día, estando de caza, lo tiró su caballo, y la cajita, a pesar de todos los esfuerzos por encontrarla, no apareció. Sothern mandó hacer otra igual, que más tarde regaló a su hijo Lytton. Lytton Sothern era también actor, y durante una gira por Australia regaló el duplicado de la cajita a un amigo de allí llamado Labertouche. De regreso en Inglaterra, el hermano de Lytton, George, cazador de zorros como su padre, corría un día tras la jauría cuando se topó con el viejo granjero por cuyas tierras transcurría la cacería. Al saber que George era hijo de Edward A. Sothern, el granjero le dio la cajita de oro perdida veinte años antes y que había sido encontrada aquella misma mañana por un mozo que estaba arando. El hermano de Lytton y George, Edward H. Sothern —el tercer actor de la familia—, estaba de gira por América cuando ocurrió esto, y George creyó que

Eduardo, príncipe de Gales, que fue coronado rey de Inglaterra a los 59 años, era un entusiasta deportista. Esta pintura nos lo muestra en una cacería de zorros.


valía la pena escribirle contándole el caso. Cuando Edward leyó la carta viajaba en tren con otro actor, Arthur Lawrence, a quien había conocido ese mismo dia. Le contó la curiosa historia y se preguntó en voz alta qué habría sido del duplicado. A lo cual, y para su asombro, respondió Lawrence haciendo oscilar una cadena. De ella colgaba la cajita de oro, que Labertouche había regalado a Lawrence. (Edward H. Sothern, My Remembrances: The Melancholy Tale of "Me", pág. 341) Escrito en el viento

Camine Flammarion, el célebre astrónomo francés del siglo XIX, era también estudioso del ocultismo, y en especial de cómo puede relacionarse la aparición de fantasmas con el problema de la vida después de la muerte. En su libro Lo desconocido, publicado en 1900, refiere que cuando estaba redactando el capítulo sobre el viento de su gran obra L'Attnosphére, una ráfaga abrió de golpe su ventana, levantó las cuartillas que acababa de escribir y se las llevó. Pocos días más tarde le asombró recibir de su editor las pruebas del capítulo desaparecido. El viento habla llevado los papeles a una calle por la que pasaba el portero del editor, que a menudo hacía de mensajero para Flammarion. El portero se había limitado a recoger las cuartillas voladas y llevárselas al editor como de costumbre. (Camille Flammarion, The Unknown, pág. 192)

Camille Flammarion, astrónomo francés, escribió copiosamente acerca de su especialidad, como sugieren los papeles que tiene ante sil En años posteriores se dedicó a la investigación parapsicológica.

Una pistola perseverante

La siguiente historia la cuenta sir Harold Nicolson en su ensayo "Coincidencias": En mayo de 1866, cuando eI príncipe Bismarck iba a caballo por Unter den Linden, se le acercó un estudiante llamado Cohen Blind, quien sacó un revólver y le disparó cuatro tiros a quemarropa. Dos de las balas fallaron el blanco, otra penetró en el hombro de Bismarck y otra en el pulmón. El Canciller de Hierro no era hombre a quien perturbase una pequeñez como ésa, y a los seis días pudo vérsele de nuevo, erguido y dominante, cabalgando por Unter den Linden. Entretanto, Herr Blind había sido detenido y le habían quitado el revólver, que fue ofrecido a Bismarck como recuerdo de la ocasión. En 1886, el padre de mi amigo Leopold estaba pasando una temporada con Bismarck, con quien había emparentado por su matrimonio. Había en la casa varias señoras, y después de la comida la princesa Bismarck las llevó a recorrer las habitaciones, para mostrarles los objetos históricos que contenían. Bismarck y los invitados varones se

El artista que hizo este grabado del intento de asesinato de Bismarck se tomó algunas libertades, como la de mostrar al príncipe y canciller alemán a pie en vez de a caballo.

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quedaron saboreando sus puros de Hamburgo. Desde el despacho del Canciller podían oírse las voces de las damas. "Y ésta", dijo una voz, "es la pistola que usó Blind en 1866." Hubo un murmullo de interés seguido de un fuerte estampido. Bismarck saltó de su asiento y se precipitó al cuarto contiguo: las damas se miraban asombradas, mientras había en el aire un fuerte olor a pólvora. La pistola, aún humeante, estaba tirada en el suelo. El Canciller tuvo uno de sus raros accesos de cólera, ¿Cómo podía alguien, tronó, haber sido tan tonto como para tocar aquel revólver? Era un milagro que nadie hubiese resultado muerto. No debía permltirse que nadie volviera a tocar esa arma. En 1906, mi amigo Leopold estaba invitado en casa de sus primos, en Friedrichsruh. La tarde era lluviosa, y a la comida habían asistido algunos jóvenes. Mi amigo les enseñó el despacho del Canciller. Tomó la pistola del escritorio. "Ésta", dijo, "es la pistola con la que Blind disparó contra Bismarck en 1866. Veinte años más tarde, estando aquí mi padre, había unas damas visitando la casa y una de ellas agarró la pistola y tontamente apretó el gatillo, así..." Hubo un relámpago y un estampido. Retrocedieron de un salto y se miraron, pálidos. Una de las muchachas había resultado levemente herida en la mano. El propio Leopold sangraba por el dedo, y tenía la mano quemada y negra de pólvora. La bala, sexta y última del revólver de Herr Blind, estaba incrustada en su bíceps. [Harold Nicolson, Small Talk, págs. 99-101]

La bala que al fin dio en el blanco En 1883, Henry Ziegland, de Honey Grove (Texas), dejó plantada a su novia, que desesperada se mató. Su hermano trató de vengarla matando a Ziegland, pero la bala sólo le rozó la cara y fue a incrustarse en un árbol. El hermano, creyendo que había matado a Ziegland, se suicidó. En 1913, Ziegland estaba talando el árbol donde se había alojado la bala. Era muy difícil, de modo que decidió usar dinamita. La explosión incrustó la vieja bala en la cabeza de Ziegland y lo mató. (Ripley's Believe It or Not!, pág. 133) Sin escapatoria Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, varios agentes de la inteligencia francesa detuvieron a un espía alemán, Peter Karpin, cuando acababa de entrar en el país. Mantuvieron la detención en secreto, y durante los tres años siguientes, hasta la fuga de Karpin en 1917, enviaron informes falsos a los superiores de éste, e interceptaron todos los fondos enviados a Francia para él. Esos fondos fueron utilizados para comprar un automóvil que, en 1919, atropelló y mató a un hombre en el Ruhr, en esa época todavía ocupado por los franceses. La víctima del accidente no era otro que el espía que se había fugado, Peter Karpin. (Ripley's Giant Book of Believe It or Not!) Reunión en París Cuando la novelista Anne Parrish visitó por primera

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vez París en los años veinte, ella y su marido acostumbraban curiosear en los puestos de libros de viejo que hay a orillas del Sena, cerca de la lie de la Cité. En uno de ellos encontró un viejo ejemplar de Jack Frosr and Other Stories, libro que había alegrado sus días de infancia en Colorado Springs y que no había vuelto a ver desde entonces. Emocionada al volver a encontrar a aquel viejo amigo al cabo de tantos años, se lo mostró a su marido. Éste lo abrió, y en la guarda encontró una anotación: "Anne Parrish, 209 N. Weber Street, Colorado Springs." (Alexander Woollcott, While Rome Burns, págs. 20-23)

Anne Parrish, nacida en 1888 y muerta en 1957, se hizo famosa en los años veinte con novelas hábilmente escritas, como The Perennial Bachetor, premiada en 1925. Atesoraba en su memoria los libros de cuentos de su infancia, y colaboró en dos libros para niños, uno de ellos Knee High To a Grasshopper.

Un libro con vistas Durante la Segunda Guerra Mundial, Arthur ,BoruigtnaedwYksh betinado un campamento situado en terrenos de Taversham Hall, cerca de Norwich. Había pedido un libro sobre música a un librero de viejo de Londres, y cuando al fin llegó el paquete lo abrió en su barracón, asomado a la ventana. Al hacerlo, del libro cayó una postal, evidentemente puesta allí como señal por el anterior propietario. Butterworth vio que había sido escrita el 4 de agosto de 1913 y le dio vuelta para ver la ilustración. Para su asombro, la fotografía mostraba exactamente lo que podía ver desde su ventana, Taversham Hall. Dado que durante la guerra los campamentos militares sólo tenían clave postal, no dirección, el librero no podía saber adónde enviaba el paquete, ni pudo por tanto incluir deliberadamente la postal como gesto amistoso. Así, en un libro de música, Arthur Butterworth encontró un regalo fuera de lo común: una desconcertante resonancia de tiempo y espacio. ( The Sunday Times de Londres, 5 de mayo de 1974)


El doble fatal El 22 de noviembre de 1941 —16 días antes de que los japoneses atacaran Pearl Harbor—, The New Yorker publicaba dos anuncios de un nuevo juego de dados llamado The Deadly Double (El doble fatal). Uno de ellos llevaba el encabezamiento AcH ruNG. WARNING. ALERTE! Al pie de la columna figuraban las palabras THE DEADLY DOUBLE, y debajo de ellas un águila heráldica de dos cabezas (como la que figura en el escudo de Alemania) con un escudo sobre el pecho en eI que había una doble aspa. El otro anuncio mostraba dos dados, uno negro y otro blanco, ambos con tres caras visibles. En las caras del dado blanco figuraban los números 12 y 24 y el signo de la doble aspa; en el dado negro, los números O, 5 y 7. Sobre los dados se repetía el encabezamiento ACHTUNG. WARNING. -

ALERTE!

Después del ataque a Pearl Harbor se especuló mucho con la posibilidad de que esos anuncios hubieran sido insertados por las potencias del Eje para alertar a sus agentes: el 12 y el 7 podían referirse a la fecha del ataque (7 de diciembre); el 5 y el O haber indicado la hora planeada para el mismo, y las dos aspas, XX (20 en números romanos), podían ser la latitud aproximada del objetivo. Se desconoce el significado del 24. Tan fuertes eran las sospechas que varios agentes del FB1 visitaron a las personas que habían puesto los anuncios, Roger Craig y su esposa. El juego del Deadly Double era legal, y en 1941 lo vendían varias tiendas de Nueva York. Las sospechas del gobierno no se hicieron públicas sino hasta 1967, cuando Ladislas Farago, antiguo miembro del servicio de información naval estadounidense, reveló el caso en el comunicado de prensa que acompañó la salida de su obra The Broken Seal. Entrevistada poco después por un reportero, la viuda de Roger Craig dijo que cualquier relación entre los anuncios y Peari Harbor "era sólo una gran coincidencia". (Scienfific American, 227:111-12, octubre de 1972)

En 1941 se sospechó que estos anuncios del juego de dados The Deadly Double daban claves para el bombardeo de Pearl Harbor. Más recientemente se ha sugerido que los números que se ven en los dados (derecha) predecían el asesinato de Kennedy por Oswald. A causa de las muchas variantes posibles en los juegos de numerología, la probabilidad de encontrar aparentes coincidencias es muy alta.

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THE DEADLY DOUBLE


El misterio de los crucigramas Los preparativos aliados para la invasión de Europa en 1944 estuvieron revestidos de un secreto sin precedentes. A cada fase de la operación, denominada en clave Overlord, le fue asignado un nombre también en clave. Entre los más importantes estaban Neptuno, que designaba los preliminares navales; Omaha y Utah, nombre de las dos playas francesas donde iban a tener lugar los desembarcos, y Mulberry, nombre en clave de los puertos artificiales que se utilizarían para abastecer las cabezas de playa. Treinta y tres días antes de la fecha prevista para la invasión, esos nombres en clave empezaron a aparecer en el crucigrama del Daily Telegraph, de Londres. El 2 de junio, sólo cuatro días antes del inicio de la invasión, apareció la clave Overlord (señor feudal), dada como solución a "Peces gordos como éste robaban lo suyo a veces". Varios agentes de seguridad acudieron a las oficinas del Telegraph en Fleet Street, seguros de que un espía nazi había descubierto el juego. Pero a quien encontraron fue a un sorprendido maestro de escuela llamado Leonard Dawe, que llevaba veinte años haciendo el crucigrama del periódico y que consiguió convencer a los interrogadores de su inocencia: únicamente era culpable de una increíble coincidencia. (The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time,

Vol. 3, No. 31)

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poco antes del día D de la Segunda Guerra Mundial. Por pura coincidencia, las soluciones a las definiciones incluidas en los círculos eran palabras en clave para la planeada invasión de Europa por los aliados. Presagio curioso Cuando un tren de la Jersey Central cayó de un puente a la bahía de Newark en 1958, los fotógrafos de prensa se precipitaron al lugar del suceso. Una foto-

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Contra toda probabilidad En 1966, el famoso escritor y piloto Richard Bach estaba actuando en las ferias del Medio Oeste de los Es-

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salió fue el 932. (Scientific American, 227:112, octubre de 1972)

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El día 17 de septiembre de 1958 fue trágico para muchos pasajeros de un tren de la Jersey Central que cayó a la bahía de Newark, pero a los apostadores les trajo buena suerte: millares de jugadores de la lotería de Nueva York eligieron el número del vagón, 932, que se ve en esta escena... y ganaron.

II

11.1. •

grafía publicada en la primera plana de un periódico mostraba cómo era extraído del agua el vagón de cola, con el número 932 claramente visible en su costado. Ese día, millares de personas jugaron al 932 en la lotería de Nueva York y, efectivamente, el número que

Los aviones antiguos son una de las grandes aficiones de Richard Bach, autor de la novela Juan Salvador Gaviota. Esta foto de 1973 nos lo muestra junto a su hidroavión Widgeon, modelo 1947. Lados Unidos con un raro biplano, un Detroit-Parks P-2A Speedster de 1929, modelo del que sólo se construyeron ocho. En Palmyra (Wisconsin), Bach alquiló el avión a un amigo, quien aterrizó con el avión de punta. "Pudieron arreglarlo todo excepto un montante, cuya reparación parecía imposible dado lo raro de la pieza." En ese momento llegó el propietario del hangar de al Iado y preguntó si podía ayudarles, ofreciéndoles para ello cualquiera de los trozos y restos que estaban almacenados en sus tres cobertizos. Cuando Bach le


describió la pieza tan rara que necesitaba, el hombre fue hasta un montón de chatarra y la señaló. Bach concluye: Lo improbable de que rompiésemos el biplano en un pueblo en el que por casualidad vivía un hombre que tenía aquella pieza de hacía cuarenta años para repararlo, de que estuviese allí cuando ocurrió y de que llevásemos el avión junto a su hangar, a pocos metros de la pieza que necesitábamos, convierte la coincidencia en algo casi absurdo. [Richard Bach, Nothing b,v Chance, citado en Reader's Digest, agosto de 1979, pág. 118]

¿Falla de memoria?

Lawrence LeShan, un psicólogo que ha escrito mucho sobre meditación y fenómenos paranormales, publicó en 1968 la siguiente carta en el International Journal of Parapsychology: En los primeros días de diciembre de 1967 le envié a la psicóloga Nina Ridenour el borrador de un manuscrito que trataba en gran parte de misticismo. Aunque más conocida por su trabajo en el campo de la salud mental, la doctora Ridenour es también experta en aquel tema. A mediodía del 11 de diciembre, la doctora Ridenour y yo nos reunimos a comer para hablar de mi trabajo. A lo largo de la conversación yo iba tomando notas de sus comentarios y críticas, Su principal argumento era que mi manuscrito reflejaba lo incompleto de mis conocimientos en la materia. Cuando me sugirió algunos libros sobre el tema, los anoté todos. Mencionó ocho obras, entre ellas libros de Nicoll, Stace y Ouspensky. El quinto libro del que habló era The Vision of Asia, de Byng. Recuerdo muy bien que, en cuanto escribí el nombre del autor y el título, me dijo: "Sólo cuando lo lea comprenderá [a diferencia entre el misticismo oriental y el occidental." Aunque no anoté este comentario suyo, todavía puedo oír su voz diciendo exactamente esas palabras, y mis notas contienen la referencia al libro y una señal. El comentarlo de la doctora Ridenour me había impresionado, porque las diferencias entre ambos misticismos eran cruciales para la idea que yo había estado tratando de explorar. En consecuencia, después de la comida fui directamente a la biblioteca de la Fundación de Parapsicología para buscar ese libro, pero no lo tenían. Desde la Fundación fui directamente a la biblioteca del Seminario de la Unión Teológica, también sin éxito. Esa noche volvía a casa a toda prisa porque se me había hecho tarde. No obstante, por puro impulso, tomé un camino que no había seguido nunca, ya que era algo más largo. Al detenerme un momento ante un semáforo junto a un basurero, vi un libro caído en el suelo. Movido por una curiosidad ociosa, me agaché y lo recogí. El volumen que tenía en mi mano se titulaba The Vision of Asia, y el nombre del autor era L.A. Cranmer-Byng. A la mañana siguiente llamé a la doctora Ridenour y le dije: "Tengo una divertida historia

que contarle sobre el libro que me recomendó." A lo que ella replicó: "¿Qué libro?" The Vision of Asia, de Byng." "Nunca oí hablar de él", respondió. Y así, como diría Kipling, está la cuestión. La doctora Ridenour, persona seria y altamente responsable, es taxativa en cuanto a que no recuerda ni haber oído hablar del libro hasta que yo se lo mencioné. Yo tengo el libro (un ejemplar sacado de la Biblioteca Oriental de la Universidad de Columbia en 1960), y las notas tomadas mientras ella hablaba, en las que se le menciona. He de confesar que soy incapaz de clasificar esta experiencia en una categoría concreta. [International —

Journal of Parapsychology, 10:223-24, 1968] El regreso de La chica de Petrovka

Cuando a principios de los años setenta el actor británico Anthony Hopkins firmó un contrato para interpretar uno de los principales papeles de la versión cinematográfica de La chica de Petrovka, de George Feifer, recorrió en vano las librerías de la Charing Cross Road londinense en busca de un ejemplar de la novela. Un tanto frustrado, entró en el metro de Leicester Square para volver a casa. Y allí, en un banco de la estación, encontró un ejemplar del libro, al parecer olvidado por otro pasajero. Dos años más tarde, Hopkins estaba en Viena trabajando en la película cuando recibió la visita del autor del libro, George Feifer, quien le dijo que no tenía ningún ejemplar de éste porque había dado el último a un amigo que lo había perdido en Londres. "¿Será éste", preguntó Hopkins, dándole el suyo, "con notas garabateadas en los márgenes?" Era, en efecto, el ejemplar de Feifer. La chica de Petrovka había vuelto al fin a casa. ( The Sunday Times de Londres, 5 de mayo de 1974)

Después de que Anthony Hopkins (arriba, con Goldie Hawn) accedió a actuar en La chica de Petrovka, encontró casualmente un ejemplar del libro. Las probabilidades pueden ponerse en cifras

Las observaciones y la historia que siguen le fueron

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proporcionadas a Arthur Koestler, en 1974, por el doctor Tom Leonard, profesor de estadística en la Universidad de Warwick (Inglaterra): Un determinado acontecimiento coincidente tiene, por definición, una probabilidad infinitesimalmente pequeña de ocurrir. No obstante, son infinitos los acontecimientos que pueden ocurrirle por coincidencia a una determinada persona, pero que no le ocurren. Si sumamos todos los acontecimientos coincidentes posibles, hallaríamos que la probabilidad de que al menos uno de ellos ocurra durante la vida de esa persona es muy grande. Me sorprendería mucho que abundaran las personas que pueden decir que nunca han experimentado una coincidencia asombrosa. La mejor historia de coincidencias que conozco es la siguiente. En su primera clase en esta universidad, un nuevo profesor de estadística estaba hablando a sus alumnos de las leves de la probabilidad. A modo de ejemplo, sacó una moneda del bolsillo y la lanzó al aire. Aterrizó sobre el suelo encerado, dio unas cuantas vueltas y, entre aplausos estruendosos, vino a detenerse... ;de canto! Lo que aquí nos importa es que fue una de las muchas coincidencias que podían haber ocurrido. Las probabilidades de que una moneda perfectamente redonda quede de canto tras haber sido lanzada al aire han sido calculadas por el matemático Warren Weaver como aproximadamente una entre mil millones. (Alan Vaughan, Incredible Coincidence, págs. 198-99) Un iceberg que cayó del cielo En julio de 1975 un gran bloque de hielo atravesó el tejado del hogar de los Melkis, en Dunstable (Bedford, Inglaterra). En el momento del incidente la familia estaba enfrascada viendo en la televisión una película acerca del Titanic., y cuando el hielo cayó sobre su techo esperaban en tensión el choque del barco contra el iceberg fatal. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 91) Los dos Walter Kellner En 1979, Das Beste (edición alemana de Selecciones del Readcr's Digest) ofreció un premio para la mejor historia de una experiencia personal de alguno de sus lectores. El ganador, elegido entre 7 000 participantes, fue un piloto llamado Walter Kellner, de Munich. Kellner contó cómo su avión, un Cessna 421, se estrelló en el mar Tirreno, entre Cerdeña y Sicilia, y cómo sobrevivió a la prueba en una lancha de hule. Los investigadores del Digest comprobaron cuidadosamente la historia con informes alemanes e italianos del accidente y se convencieron de que el relato dc Kellner era cierto. Su Cessna, número de registro D-INUR, había caído realmente desde 3 000 metros de altura al fondo del mar Tirreno tal como él lo contaba. La fecha de la entrega de premios era el 6 de diciembre,

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y Kellner iba a llevar la lancha de hule a las oficinas de Das Beste. La mañana de ese día llegó a Das Beste una carta dirigida al jefe de redacción, Wulf Schwarzwaller, que era quien iba a entregar el premio a Kellner. La firmaba Walter Kellner, otro Walter Kellner, que vivía en Kritzendorf (Austria). Era también piloto y decía que la historia era falsa. Había pilotado ese mismo Cessna durante cuatro años por Europa y el Mediterráneo, y aunque en una ocasión había tenido que hacer un aterrizaje forzoso por avería del motor en la pista de aterrizaje de Cagliari, en Cerdeña, nunca había caído al mar. Algún impostor había tomado su historia, le había cambiado el final y estaba a punto de apoderarse del dinero del premio. Sehwarzwaller quedó pasmado. ¿Cómo podía ser aquello cuando la historia había sido comprobada tan cuidadosamente? Y ¿qué hacer ahora? Su autor estaba a punto de llegar para ir a comer... Como estaba previsto, un sonriente Walter Kellner llegó a las oficinas de Das Beste, recibió la bienvenida... y en seguida le enseñaron la carta de su tocayo. Al principio se echó a reír. Sí, sabía por la documentación del avión que lo había pilotado otro Kellner, pero no tenía ni idea de que compartiesen también el nombre de pila. Después llegó a la parte de la carta que describía el aterrizaje forzoso del otro Kellner en Cerdeña y se puso pálido. El mismo avión, la misma zona, el mismo problema de motor y un piloto con el mismo nombre. ¿Qué clase de maleficio era aquél? ¿Por qué parecía que el Cessna sentía rencor contra los Walter Kellner, y por qué, al parecer, estaba decidido a acabar con ellos y consigo mismo en las cercanías del mar Tirreno? Eran preguntas sin respuesta. Los dos Walter Kellner habían entrado en contacto con un misterio del que con suerte sobrevivieron. Los editores de Das Beste habían abierto sin querer una puerta hacia lo desconocido, por la cual durante toda la entrega de premios pudieron sentir soplar un viento helado y misterioso. ( Courier, abril de 1980, págs. 12-13) LOS ANIMALES NO ESTÁN EXENTOS

Peces, escarabajos, saltamontes y gansos son parte involunraria (suponemos) de ciertas misteriosas coincidencias. La Yoz del pez La víspera de San Juan de 1626, un tal Mead, del Christ's College de Cambridge (Inglaterra), atravesaba la plaza del mercado cuando oyó una conmoción procedente de un puesto de pescado. Una pequeña muchedumbre se había reunido y examinaba un libro que la pcscadera acababa de descubrir dentro de un gran bacalao. Lo vi todo con mis propios ojos 'escribió el señor

Mead] —el pescado, el estómago, el trozo de lona, el libro— y observé todo cuanto he escrito, Lo


único que no vi fue cuando abrieron el pescado, a lo que pocos estuvieron presentes, y que se llevó a cabo sobre el puesto de la pescadera, quien primero separó la cabeza, de la que colgaba el estómago, y encontrándolo lleno, lo registró y halló todo corno ya he dicho. Quien hubiese tenido la nariz tan cerca corno yo ayer por la mañana hubiera quedado convencido de que no hubo impostura por falta de testigos. El pescado procedía de Lynn [King's Lynn, en Norfolls].

El libro, del que se hizo cargo el señor Mead, estaba envuelto en lona y, aunque viscoso y gastado, era perfectamente legible. Resultó ser un tratado teológico escrito por John Frith durante su prisión en Oxford cien años antes. En tan alta estima tuvieron las autoridades de Cambridge este notable sistema de distribución de libros que hicieron reimprimir el volumen bajo el titulo de Vox Piscis ("La voz del pez") or, The Bookfish, y lo adornaron con un grabado del pez, del libro y del cuchillo de la pescadera. El joven Frith había sido encerrado en una celda donde se guardaba pescado y donde el hedor era tan grande e insoportable que algunos de sus compañeros de prisión murieron a causa de él. Frith mismo fue quemado por hereje en 1533. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena• A Book of Wonders, pág. 92) El escarabajo dorado

Carl Gustav Jung, uno de los fundadores de la psicología del siglo xx, contaba lo siguiente en su tratado "La sincronicidad: un principio conectivo acausal", escrito en 1960: Una joven a la que yo trataba tuvo, en un

momento crítico, un sueño en el que le regalaban un escarabajo dorado. Mientras me lo contaba, yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De pronto oi detrás de mí un ruido, como un suave golpeteo. Me volteé y vi que un insecto volador golpeaba por fuera el vidrio de [a ventana. Abrí ésta y atrapé al insecto en el aire cuando entraba. Era lo más parecido a un escarabajo dorado que se encuentra en nuestras latitudes, un escarabcido llamado Colonia curato, que en contra de sus costumbres había sentido la necesidad de entrar en una habitación oscura en ese preciso momento... Parece haber un fundamento arquetípico para lo

Las teorías de la sincronicidad y del inconsciente colectivo figuran entre las grandes ideas de Carl G. Jung. El gran psiquiatra, que vivió de 1875 a 1961, tenía 60 años cuando le hicieron este retrato.

que ocurrió. Era un caso extremadamente dificil. y hasta el momento del sueño apenas habíamos hecho progresos. Deberla explicar que la principal razón para ello era el ánimo de mi paciente, que... se aferraba de tal modo a su idea de la realidad que tres médicos —yo era el tercero— no habíamos sido capaces de debilitarla. Era evidente que hacía falta algo totalmente irracional que no estaba en mi mano provocar. El sueño sólo había conseguido perturbar levemente la actitud racionalista de mi paciente. Pero cuando el "escarabajo" real entró volando por la ventana, ei ser natural de la paciente logró romper la armadura de la posesión de su ánimo, y al fin pudo ponerse en marcha el proceso de transformación. Cualquier cambio de actitud esencial significa una renovación psíquica, que suele ir acompañada de símbolos de renacimiento en los sueños y fantasías de los pacientes. El escarabajo es un ejemplo clásico de símbolo de renacimiento. [C.G. Jung, citado en C.G. Jung y W. Pauli, The

Interpretation of Nature and the Psyche,

págs. 31 - 331

Alter ego

El novelista inglés J.B. Priestley, casado con la conocida arqueóloga Jacquetta Hawkes, le contaba esta experiencia a Arthur Koestler en una carta fechada el 7 de febrero de 1972: Mi mujer compró tres grandes litografías de Graham Sutherland. Cuando llegaron de Londres las subió a su dormitorio, para colgarlas al día siguiente. Quedaron apoyadas en una silla y la primera, de frente a la habitación, representaba un saltamontes. Cuando esa noche se acostó Jacquetta, notó que algo se movía, por lo que se levantó y echó hacia atrás las sábanas: había un saltamontes en su cama. Nunca se había visto un saltamontes en ese cuarto, ni ha vuelto a verse, ni jamás los ha habido en esta casa. Research in Parapsychology, W .G. Roli, R.L. Morris y J.D. Morris, eds.,

pág. 209]

El escritor J. B. Priestley y su esposa, Jacquetta Hawkes, posan ante la chimenea de su estudio. Priestley, hombre de universal curiosidad, experimentó con temas parapsicológicos en algunos de sus escritos. Una historia de gansos

Cuando Noel McCabe, de Derby (Inglaterra), estaba en 1974 escuchando un disco en el que Frankie Laine cantaba "El grito del ganso salvaje", un ganso canadiense se estrelló contra el vidrio de su ventana, rompiéndolo, y otros dos gansos cayeron al suelo, fuera de la casa. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 91)

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DESTINOS MISTERIOSOS Misterioso y terrible es sin duda el sino de quien estalla en llamas sin que ese fuego tenga origen conocido, suerte corrida por un impresionante número de desdichados. Otra manifestación del ataque de agentes desconocidos es la ola de mutilaciones de ganado en ranchos del Oeste de los Estados Unidos, para la que se han dado explicaciones tan extrañas como los propios sucesos. La posesión demoniaca y las maldiciones capaces de matar son casi demasiado fantásticas para creer en ellas, pero en las mentes de sus víctimas tienen un poder perfectamente real. También son misteriosos los casos de personas que aparecen se diría que de la nada, y los de aquellas que de pronto e inexplicablemente se desvanecen en lo ignoto.

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ente un alma enfrentada al destino de la condenación.


COMBUSTIÓN HUMANA ESPONTÁNEA La combustión humana espontánea es un fenómeno perfectamente documentado en el que un cuerpo humano arde y se quema sin ningún contacto conocido con una fuente de fuego externa. En algunos casos los daños son leves; en otros la víctima queda reducida a cenizas. Yen algunos de los casos más extraños los objetos cercanos salen relativamente indemnes. La silla o cama en que la víctima estaba sentada o acostada, e incluso la ropa sobre el cuerpo achicharrado, pueden estar intactas o sólo ligeramente chamuscadas. A menudo, también., un pie, una pierna o las puntas de algunos dedos quedan intactos, aunque el resto del cuerpo se haya consumido. Los casos de combustión humana espontánea empiezan a aparecer en informes médicos del siglo xvii , y al llegar el xx, la literatura abunda ya en relatos detallados de inexplicables incineraciones humanas. A lo largo de cuatro siglos se ha informado de más de 200 de esos casos. En los primeros tiempos se creía que las víctimas clásicas de tan fiero destino eran ancianas alcohólicas, y generalmente corpulentas, que vivían solas. Casi siempre ardían en sus casas durante las noches de invierno y solía encontrárselas cerca del fuego. No hace falta decir que no había testigos. Sus muertes eran atribuidas al castigo divino por sus pecados. Pero incluso en aquellos tiempos hubo excepciones, como veremos por algunos de los casos relatados en este capítulo. De hecho, la investigación reciente de este extraño fenómeno muestra en las víctimas una representación bastante equilibrada de ambos sexos, con edades que van desde la infancia hasta los 114 años. Muchos eran abstemios y delgados. Algunos han ardido cerca de un posible origen del fuego, pero otros lo han hecho mientras manejaban, o simplemente paseando por lugares desprovistos de cualquier fuente de fuego externa. La opinión científica y médica contemporánea rechaza la idea de la combustión espontánea, descartando los muchos casos de muertes inexplicables por combustión como simplemente "enigmáticos" o "no resueltos". Aunque se han propuesto algunas teorías, no hay un modelo fisiológico aceptable que pueda explicar cómo puede un cuerpo humano prenderse fuego a sí mismo o arder con la suficiente violencia para quedar reducido a cenizas. Tal consunción de los tejidos y los huesos humanos sólo es posible a grandes temperaturas (más de 1 600 grados), como las que se logran en un crematorio a presión. Y, por supuesto, cuando hay que explicar las ropas intactas o la presencia de un miembro indemne entre los restos carbonizados, lo inexplicable se convierte en estrafalario. ANTES DE 1800

Uno de los primeros casos bien atestiguados de combustión humana espontánea fue registrado por Thomas Bartolin en 1673. Una pobre "mujer del pueblo" fue misteriosamente consumida por el fuego en París. Había sido gran bebedora de "licores fuertes", hasta el punto de no tomar ningún alimento durante tres años. Una noche se echó a dormir en un colchón de paja y ardió durante la noche. Por la mañana sólo se encontraron la cabeza y las puntas de los dedos; el resto de su cuerpo estaba reducido a cenizas. Refiere

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el caso Pierre-Aimé Lair, que en 1800 publicó el primer ensayo extenso sobre el tema de la combustión humana. (American Medicine, 9:657, 22 de abril de 1905; Pierre-Aimé Lair, Essai sur les combustions humaines, págs. 10-11) Un informe insólitamente vivaz y detallado de una incineración humana inexplicable fue el dado por Claude-Nicolas Le Cat, un médico que trabajaba como aprendiz de cirujano en Reims (Francia), donde vivía


en una posada. El posadero, Jean Millet, tenía una mujer de mal genio y que se emborrachaba a diario. La noche del 19 de febrero de 1725 la posada estaba llena de gente, por ser víspera de una gran feria. Millet y su mujer, Nicole, se acostaron temprano. La señora Millet no podía dormir y se levantó para bajar a la cocina, probablemente para emborracharse como de costumbre, hasta quedar inconsciente frente al fuego. Su marido se durmió, pero hacia las dos de la mañana despertó sobresaltado. Olió a fuego y corrió escaleras abajo, golpeando de paso las puertas para despertar a los huéspedes. Cuando el grupo llegó, presa del pánico, a la gran cocina, lo que encontraron ardiendo no fue la posada sino a la mujer del posadero, que estaba acostada cerca de la chimenea y casi totalmente consumida por el fuego. Sólo quedaban parte de la cabeza, las extremidades inferiores y algunas vértebras. El fuego había penetrado en la pequeña zona del piso que quedaba debajo del cuerpo, y la silla en que solía sentarse junto a la chimenea estaba ligeramente chamuscada, pero el resto de la habitación no había sido tocado por el fuego. Un teniente de policía que hacía su ronda acompañado por dos gendarmes oyó el tumulto en la posada, se apresuró a entrar, vio los restos humeantes e inmediatamente detuvo a Jean Millet bajo sospecha de asesinato. Era bien sabido que la señora Millet era no sólo una borracha, sino una arpía que hacía la vida imposible a su trabajador marido. En la ciudad se sospechaba que Jean estaba deseando librarse de ella para poder casarse con una sirvienta que trabajaba en la posada. La acusación fue que el posadero había derramado el resto de la botella de licor sobre el cuerpo de Nicole Millet (que para entonces ya estaría incons-

Retrato de Claude-Nicolas Le Cat, el médico cuyo testimonio ayudó a exculpar a un asesino convicto. Fa esposa del acusado había muerto quemada, y Le Cat convenció al tribunal de que el fuego le había sido enviado como castigo por su alcoholismo y su mal carácter,

ciente), le había prendido fuego deliberadamente y había tratado de hacer que pareciese un accidente. El joven médico Le Cat estaba entre los que se precipitaron escaleras abajo y vieron el cuerpo achicharrado de la señora Millet. Durante el juicio que siguió, testimonió a favor del posadero. Afirmó que no creía que ningún agente humano pudiera explicar la total combustión del cuerpo de la infortunada víctima de manera que sólo quedaran el cráneo y las extremidades, y además de tal modo que dejara intactos los objetos cercanos. La audiencia fue muy acalorada, pues la acusación insistía en que Jean Millet era un asesino. Fue declarado culpable y condenado a muerte. Sin embargo, la repetida declaración de Le Cat de que aquél no podía haber sido un incendio "normal", sino que se trataba de "un castigo de Dios", acabó por convencer al tribunal. La condena de Jean Millet fue revocada y se le puso en libertad. Pero para entonces la vida del pobre hombre estaba deshecha. Profundamente deprimido, pasó el resto de sus días en un hospital. (Theodoric R. y John B. Beck, Elements of Medical Jurisprudence, 10a ed., Vol. 2, págs. 94-105; chael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, tomado de diversos pasajes; Pierre-Aimé Lair, Essai sur les combustions humaines, págs. 22-25) El famoso caso de la condesa Di Bandi, de Cesena (Italia), fue descrito primero por el reverendo Joseph Bianchini, de Verona, en un relato fechado el 4 de abril de 1731, y que llegó a conocimiento de la Royal Society de Londres en 1745: La condesa Cornelia di Bandi, en el sexagésimo segundo año de su edad, estuvo todo el día tan bien como solía, pero esa noche, en la cena, se veía triste y abatida. Se retiró, la acostaron y allí pasó más de tres horas departiendo familiarmente con su doncella, y rezando algunas oraciones; al fin, se durmió y cerraron la puerta. Por la mañana, la doncella, al darse cuenta de que su señora no se despertaba a la hora de costumbre, entró en la alcoba y la llamó; pero al no recibir respuesta, temiendo algún accidente, abrió la ventana y vio el cuerpo de su ama en este deplorable estado. A cuatro pies de distancia de la cama había un montón de cenizas y dos piernas intactas, desde el pie hasta la rodilla, con las medias puestas; entre ellas estaba la cabeza de la señora, cuyos sesos, la mitad de la parte posterior del cráneo y toda la barbilla estaban reducidos a cenizas, entre las que se encontraron tres dedos ennegrecidos. Todo el resto eran cenizas, que tenian la particularidad de que al tomarlas en la mano dejaban una humedad grasienta y pestilente. Se observó también que el aire de la habitación estaba cargado de hollin que en él flotaba. Una pequeña lámpara de aceite que había en el suelo estaba cubierta de cenizas, pero sin aceite. Dos velas que había en sus candelabros sobre una mesa seguían en pie; en ambas quedaba la mecha, pero el sebo había desaparecido. Alrededor de la base de

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los candelabros había alguna humedad. La cama no sufrió el menor daño; mantas y sábanas estaban sólo levantadas de un lado, como cuando una persona entra o sale de ella. Todo el mobiliario, así como la cama, estaban cubiertos de humedad y hollín color ceniza, que había penetrado en la cómoda, llegando a ensuciar la ropa. Más aún, el hollín había penetrado también en una cocina vecina y cubierto sus paredes, muebles y utensilios. Un trozo de pan de la despensa, negro de ese hollín que lo cubría, fue dado a los perros, y todos se negaron a comerlo. En la habitación de arriba se notó además que de la parte inferior de las ventanas chorreaba un licor grasiento, amarillento, repugnante; y también allí notaron que olía mal sin saber por qué, hasta que vieron volar el hollín. Fue notable que el suelo tuviera una capa de una humedad viscosa tan gruesa que no pudieron quitársela, y el hedor fue extendiéndose más y más por las otras habitaciones.

Nótese que se trataba de una mujer de clase alta y buen carácter, no de una pobre vieja dada al alcohol. Sin embargo, sí existía alguna relación con el alcohol. Pocos días después de la muerte de la Condesa, un noble italiano que pasó por Cesena dijo que había sabido de buena fuente que la Condesa tenía la costumbre de lavarse el cuerpo con espíritu de vino alcanforado cuando se sentía indispuesta, y que era muy probable que lo hubiera hecho la noche anterior al accidente. Tras muchas especulaciones a cargo de las autoridades médicas de la época, la opinión final fue que, aunque también cabía echar la culpa a un rayo, lo más probable era que se hubiese producido en su cuerpo una combustión interna debida a causas naturales; que se había levantado de la cama para refrescarse y le había sobrevenido camino de la ventana. Su cuerpo se consumió desde dentro y no hubo llamas externas que pudiesen prender fuego al mobiliario. La combustión interna fue atribuida a efluvios inflamados de su sangre, por los jugos y fermentaciones de su estómago, debido a las muchas materias combustibles que abundan en los cuerpos vivos para los usos de la vida; y, finalmente, por los ardientes vapores que exhalan las heces del espíritu de vino, el aguardiente y otros licores en la tunica vinosa del estómago y otras membranas adiposas o grasas, dentro de las cuales (como observan los químicos) esos licores engendran una especie de alcanfor, y que por la noche, durante el sueño, con un aliento y respiración más plenos, cobran un mayor movimiento y son, en consecuencia, más aptas para prenderse fuego.

(American Medicine, 9:657-58, 22 de abril de 1905; Gentleman's Magazine, 16:369, 1746) Don Gio Maria Bertholi, un sacerdote italiano que ardió mientras rezaba, fue una de las pocas víctimas que sobrevivieron a esa prueba durante varios días. El caso fue referido en un periódico de Florencia de octubre de 1776 por el doctor Battaglia, el médico que lo

atendió. El sacerdote, que había estado viajando por la comarca, llegó de noche a casa de su cuñado y pidió que lo llevasen a su aposento. Una vez allí, pidió que le pusieran un pañuelo entre la camisa y la espalda. (Los sacerdotes de entonces llevaban a menudo como penitencia cilicios, que eran prendas tejidas de crines, y el pañuelo servía para aliviar las molestias que pudieran distraerlos durante sus devociones.) Lo dejaron solo, y a los pocos minutos se oyó un ruido extraño procedente de la habitación al que se mezclaban los gritos de dolor del sacerdote. Todos los de la casa se precipitaron a la habitación y encontraron a Bertholi tendido en el suelo y rodeado de una ligera llama, que cedió hasta desaparecer cuando se acercaron. A la mañana siguiente el paciente fue examinado por el doctor Battaglia, quien encontró la piel del brazo derecho casi totalmente separada y colgando del hueso. Desde los hombros hasta los muslos la piel estaba igualmente dañada. En la mano derecha, la parte más afectada, se había iniciado ya la putrefacción. A pesar del tratamiento inmediato, su estado empeoró. El paciente se quejaba de una sed abrasadora y tenía horribles convulsiones. Sus deposiciones estaban llenas de "una materia pútrida y biliosa", y los continuos vómitos acompañados de fiebre y delirio lo tenían agotado. Murió al cuarto día en estado de inconsciencia. El doctor Battaglia no pudo hallar rastros de ninguna enfermedad conocida. Uno de los peores aspectos de lo ocurrido al clérigo fue que, aun antes de morir, el olor de la carne en putrefacción se había hecho insufrible. El doctor Battaglia dijo haber visto a los gusanos arrastrarse del cuerpo a la cama, y que las uñas se habían desprendido de los dedos. La primera vez que llevaron al clérigo con el doctor Battaglia, le dijo que sólo recordaba un golpe como de un garrotazo en la mano derecha. Al mismo tiempo vio cómo una "llama vacilante" se adhería a su camisa, que inmediatamente quedó reducida a cenizas, aunque con los puños intactos. Asombrosamente, el pañuelo que le habían puesto en los hombros estaba también intacto. Tampoco sus pantalones habían sufrido daño; pero, aunque no tenía ni un solo pelo chamuscado, su bonete estaba totalmente consumido. No había habido fuego en la habitación; sin embargo, una lámpara de aceite antes llena estaba ahora completamente seca, y la mecha de la lámpara estaba reducida a cenizas. (Theodoric R. y John B. Beck, Elements of Medical Jurisprudence, 10a ed., Vol. 2, pág. 98; Journal of Criminal Law, Criminology and Political Science, 42:794-95, marzo-abril de 1952) Una fuente inglesa de 1788 cuenta el asombro de un hombre que al entrar en una habitación vio a una joven sirvienta frotando el piso mientras fe brotaba fuego de la espalda. Gritó alarmado, y sólo entonces la muchacha se dio cuenta del fuego y empezó a gritar, pero murió antes de que el recién llegado lograse apagar las llamas. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 265; True, mayo de 1964, pág. 112)

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al


Un caso de combustión humana misteriosa, aunque no espontánea, fue comunicado por cierto doctor De Brus en el Edinburgh Medical and Surgical Journal de marzo de 1829. De las manos del sujeto brotaron llamas azules cuando intentaba ayudar a su hermano, cuyas ropas se habían incendiado. Las llamas continuaron brotando y oscilando por encima de las manos durante varias horas, y sólo la constante inmersión en agua logró al fin extinguirlas. (Theodoric R. y John B. Beck, Elements of Medical Jurisprudence, 10' ed., Vol. 2, págs. 98-99)

El fenómeno de la combustión humana espontánea fue aceptado en el siglo xix y pudo haber inspirado este impresionante grabado.

DE 1800 A 1900

La señora Wright, madre de John Wright, un vendedor de ropa de Londres, fue hospitalizada con graves quemaduras de las que no se creía que pudiese sanar. Sus heridas fueron la culminación de una serie de extraños incendios espontáneos que habían venido ocurriendo en casa de los Wright desde el 5 de enero de 1820. En esa fecha hubo un pequeño incendio inexplicable. Después, el 7 de enero, la señora Wright, que había estado sentada con una sirvienta junto al fuego de la cocina, notó que sus ropas ardían cuando se levantó para marcharse. El 12 de enero sus vestidos volvieron a incendiarse, en presencia de la misma muchacha, pero esta vez la señora Wright no había estado cerca del fuego. Al día siguiente Wright oyó gritos procedentes de la cocina, donde estaba su madre, y donde había estado la muchacha. Corrió hacia allí y encontró a su madre envuelta en llamas. La joven acababa de salir, y esta vez Wright le echó la culpa. Pero la señora Wright pensaba que la muchacha no tenía nada que ver con sus desgracias y que era víctima de "algo sobrenatural". Envió a buscar a su hija, que acudió para hacerle compañía. Seguía creyendo que la muchacha no podía tener nada que ver con los incendios y fue a la cocina, donde estaba la chica, y de nuevo "por algún medio desconocido, se prendió. Sufrió tales quemaduras que tuvieron que acostarla". Cuando se durmió, sus hijos salieron del cuarto, para volver inmediatamente atraídos por sus gritos y encontrarla envuelta en llamas. Entonces hicieron que la muchacha abandonase la casa. Se marchó y no hubo más incendios. La prueba parecía concluyente, y los Wright hicieron que la arrestaran. En la audiencia, el magistrado dijo que no tenía duda de que la chica era culpable, pero no podía dictar sentencia hasta que la señora Wright no estuviera recuperada y pudiera declarar. [Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 927-28]

Un profesor de matemáticas de la Universidad de Nashville, en Tennessee (E.U.A.), fue descrito como víctima de una "combustión humana parcial" por el doctor John Overton en las Transactions of the Medical Society of Tennessee. El 5 de enero de 1835, James Hamilton acababa de volver a casa desde la Universidad, un paseo de poco más de un kilómetro, y había decidido consultar el higrómetro colgado de la fachada de su casa. Era un día muy frío; el termómetro registraba 22 grados bajo cero. De repente sintió en el muslo izquierdo un dolor agudo, como la picadura de una avispa, acompañado de una sensación de calor. Al mirarse, vio una llama brillante de varios centímetros de alto, ancha como el diámetro de una moneda y algo aplastada en la punta. Inmediatamente le dio un manotazo, pero no sirvió de nada. Hamilton mantuvo la serenidad y, razonando que si la dejaba sin oxígeno la llama se apagaría, cubrió con sus manos el lugar donde ardía la carne. Su presencia de ánimo le salvó la vida, porque efectivamente la llama se apagó. No obstante, el dolor continuó, y lo sentía como si procediese del interior del muslo. El profesor, sin perder la calma, entró a la casa, se quitó el pantalón y los calzoncillos y examinó la herida. Parecía una abrasión de unos dos centímetros de ancho y siete y medio de largo. La quemadura estaba lívida pero seca, y se extendía oblicuamente por la porción inferior de su muslo izquierdo. Examinó sus calzoncillos y advirtió que tenían un orificio quemado en el punto correspondiente a la herida, aunque sin rastros de chamuscado alrededor del agujero. Pero lo más asombroso era que en los pantalones no había la menor señal de quemadura. Frente al agujero del calzoncillo, las fibras del interior de la pernera del pantalón estaban ligeramente impregnadas de una pelusa de color amarillo oscuro, que el profesor pudo raspar con una navaja. El médico que lo examinó trató la herida como una quemadura común y corriente, aunque extraña en algunos aspectos. La herida era muy profunda y tardó treinta y dos días en curar. También los músculos de esa zona permanecieron adoloridos mucho tiempo, y la cicatriz tenía una lividez insólita. El doctor Overton afirmaba que el paciente había tenido siempre una excelente salud y siguió teniéndola a lo largo de su convalecencia. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 265-66; Michael Harrison, Fire From

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Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, pág. 84) En 1847 un matrimonio francés fue acusado de asesinar al padre del marido y de quemar su cuerpo para ocultar el crimen. Se alegó que el hombre, de 71 años, fue encontrado en "estado de combustión" en su cama el 6 de enero de ese año. Según el relato hecho ante el tribunal, la habitación estaba llena de un humo denso, y uno de los testigos afirmó que vio juguetear, alrededor del cuerpo del fallecido, una pequeña llama blancuzca que retrocedió al acercarse él. Las ropas

del muerto y las de la cama estaban casi totalmente consumidas, pero la madera sólo parcialmente

quemada. No había cenizas; únicamente una pequeña cantidad de carbón vegetal. No obstante, había una especie de residuo mezclado, alterado por el fuego, y algunos trozos de carbón animal, que evidentemente procedía de las articulaciones.

El hijo y la nuera de la víctima declararon que el muerto tenía, como de costumbre, un ladrillo caliente a sus pies cuando se acostó la noche anterior. Cuando pasaron por su puerta dos horas más tarde no notaron nada anormal. Sin embargo, por la mañana temprano el nieto de la víctima entró en el cuarto de su abuelo y encontró al viejo ardiendo como se ha descrito. La investigación estableció que la víctima no era aficionada a la bebida y que acostumbraba llevar cerillos "lucifer" (un antiguo tipo de fósforos de fricción) en el bolsillo del chaleco. El doctor Masson, encargado de investigar el caso, hizo que exhumasen el cuerpo y lo examinó. Encontró alrededor del cuello una y. corbata parcialmente quemada, de la manga del camisón intacta. Las manos quemadas sólo estaban unidas a los antebrazos por algunos tendones carbonizados, que cedieron al tocarlos. Las piernas estaban separadas del torso y se diría que habían sido deliberadamente cortadas, a no ser por la presencia de indicios de quemaduras en torno a sus bordes. El médico declaró que creía imposible que la víctima hubiese muerto quemada accidentalmente, o deliberadamente después de haber sido asesinada. Concluía que la incineración era el resultado de "alguna causa inherente al individuo", que tal vez fue provocada por el ladrillo caliente. Con todo, el doctor Masson se sentía incapaz de hacer que encajaran los datos que poseía. En su opinión, el caso debía clasificarse como de combustión espontánea. El hijo y la nuera fueron absueltos. (Theodoric R. y John B. Beck, Elements of Medical Jurisprudence, 10' ed., Vol. 2, págs. 104-105) La nochebuena de 1885, cerca de Ottawa (Illinois), Pa-

trick Rooney, su esposa, su hijo John y su criado John Larson estaban sentados a la mesa de la cocina celebrando la fiesta con una garrafa de whisky que el gran-

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jero Rooney acababa de traer del pueblo. Larson tomó unos cuantos tragos y se fue a dormir. John Rooney se quedó un rato, pero al fin se marchó a su granja, a kilómetro y medio de allí. La mañana de Navidad, Larson madrugó y bajó para empezar sus tareas. Trató de encender un cerillo en la estufa de hierro de la cocina, pero resultó que estaba cubierta de una capa de hollín grasiento. Alarmado, frotó rápidamente el cerillo contra la uña de su pulgar y encendió la lámpara. Entonces vio con horror a Patrick Rooney sentado, muerto, en una silla. De su mujer no había trazas. Larson se precipitó a ensillar un caballo y fue a galope a la granja de John Rooney. Cuando volvieron, encontraron lo que quedaba de la señora Rooney en un agujero de 90 por 120 centímetros en el suelo. Sobre la tierra desnuda, sesenta centímetros por debajo del nivel del piso, había un trozo de cráneo quemado, dos vértebras chamuscadas, un pie y un pequeño montón de cenizas: todo lo que quedaba de una mujer de 90 kilos. Ninguna otra parte del suelo estaba quemada, ni lo estaba tampoco ninguno de los muebles. Lo único dañado era la esquina del mantel que colgaba sobre el agujero, ligeramente chamuscada. Llamaron a la policía, que descubrió que el hollín, subiendo por las escaleras, había dibujado la cabeza de Larson sobre su almohada mientras dormía. Aunque las sospechas recayeron sobre él, no pudo probársele nada. El doctor Floyd Clemens, encargado de la investigación, indicó al desconcertado jurado que se trataba de un caso clásico de combustión espontánea: un cuerpo consumido por un intenso calor sin que hubiese fuego de ningún tipo. No obstante, el jurado no pudo llegar a otro veredicto que calificar de accidental la muerte de la señora Rooney. Pero la causa de la muerte de su marido estaba bien clara: lo había asfixiado el humo que desprendía el cuerpo en llamas de su mujer. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 217-18; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 79-80; Pursuit, 10:80, otoño de 1976; True, mayo de 1964, pág. 33) Un viejo soldado se subió a un pajar en Colchester (In-

glaterra) el domingo 19 de febrero de 1888, para dormir la borrachera. Lo encontraron completamente consumido por el fuego, en tanto que el heno que lo rodeaba, suelto y en pacas, ni siquiera estaba chamuscado. ( The British Medical Journal, 21 de abril de 1888, págs. 841-42) B.H. Hartwell, médico de Nueva Inglaterra, informó

que un niño le hizo señas pidiéndole ayuda en el camino cerca de Ayer (Massachusetts, E.U.A.), el 12 de mayo de 1890. En un claro del bosque encontró acurrucada a una mujer, la madre del chico, a la que le salían llamas de los hombros, el abdomen y las piernas. Hartwell no vio pruebas de que se hubiese prendido fuego ella misma y notó que el suelo estaba hú-


medo de un reciente chaparrón. Por lo que pudo ver, las llamas parecían haberle brotado sin causa aparente. El médico consiguió apagarlas arrojando tierra sobre el cuerpo ya gravemente quemado de la mujer. ( The Boston Medical and Surgical 126:135-36, enero-junio de 1892) DE 1900 A 1950

Cosas extrañas sucedieron en Binbrook (Lincolnshi-

re, Inglaterra) a finales de 1904. En diciembre, el reverendo A.C. Custance dijo que en la casa rectoral los objetos volaban por los aires y a veces se incendiaban. Un mes después, un granjero de Binbrook entró en su cocina y vio a la criada atareada barriendo, ajena a las llamas que le salían de la espalda del vestido. Gritó y se precipitó a apagarlas, pero ya había sufrido graves quemaduras. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 663-65) Un fuego muy extraño arrebató la vida a John Kiley y su esposa, un matrimonio jubilado, en Butlock's Heath, aldea cercana a Southampton (Inglaterra). La mañana del 26 de febrero de 1905, los vecinos oyeron unos "chirridos" procedentes de la casa de los Kiley, y al entrar encontraron el interior en llamas. El señor Kiley estaba en el suelo, totalmente consumido por el fuego. Su mujer estaba en un sillón de la misma habitación, también "malamente quemada, pero reconocible". Los investigadores de la policía encontraron una mesa volcada y una lámpara de aceite con el tubo de cristal hecho pedazos en el suelo, pero no estaba claro que esta lámpara pudiera haber sido causante de un fuego tan intenso. El sillón en el que apareció la señora Kiley no estaba quemado, ni siquiera chamuscado. El jurado dio un veredicto de "muerte accidental, sin que podamos decir por qué medios". (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 34-36, 109) Dos policías encontraron en 1907, en la aldea de Man-

ner, cerca de Dinapur (India), el cuerpo quemado de una mujer. Los dos hombres llevaron el cadáver, todavía envuelto en sus ropas intactas, a la sede del ma1 gistrado del distrito. La prensa india dijo que los policías no habían encontrado señales de fuego en la habitación donde estaba el cuerpo. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 930) 1

Dos maestras retiradas, Margaret y Wilhelmina Dewar, de Whitley Bay, cerca de Blyth (Inglaterra), se

vieron envueltas en un sensacional "caso de accidente" del que informó la prensa británica en 1908. La noche del 22 de marzo, Margaret Dewar corrió muy angustiada a casa de sus vecinos y les contó que había encontrado a su hermana muerta quemada. Cuando los vecinos entraron en casa de las Dewar, encontra-

El reverendo A.C. Custance refirió que, en tres ocasiones, varios objetos pequeños de su rectoría de Binbrook habían ardido sin causa aparente. ron el cuerpo carbonizado de Wilhelmina sobre la cama. Ni las sábanas ni la cama mostraban señales de fuego, y otro tamo ocurría con el resto de la casa. En la investigación, Margaret declaró repetidamente que había descubierto el cuerpo de su hermana sobre la cama exactamente como lo vieron sus vecinos. El encargado de la investigación se negó a creer una historia tan absurda. ¿Cómo podía un cuerpo quemarse sobre una cama intacta? Dijo a Margaret que mentía, la amenazó con acusarla de perjurio y pospuso el interrogatorio. La pobre Margaret se vio sometida a una tremenda presión por parte tanto de sus vecinos como de la prensa; nadie creía su historia. Al reanudarse la investigación admitió haber mentido. Dijo que lo que realmente había ocurrido era que había encontrado a Wilhelmina ardiendo, pero todavía viva, en el suelo; que había apagado las llamas y había llevado a su hermana arriba, y allí la había puesto en la cama, donde murió. Al parecer, esta historia satisfizo al encargado de la investigación más que la primera declaración de Margaret, aunque tampoco en la planta baja había indicios de fuego. Tras pronunciar un veredicto de "muerte accidental por fuego", el encargado de la investigación declaró que el caso era uno de los más extraordinarios que había investigado. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 909, 929-30; Vincent H. Gaddis, Mysreriou.s Fires and Lights, pág. 222; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 87-89) Un curioso caso de combustión espontánea ocurrió en Antigua (Antillas británicas), en agosto de 1929. La

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mujer implicada tuvo más suerte que la mayoría de las víctimas de tales incendios, pues sus ropas se incendiaban sin causa aparente pero ella salía indemne. También la ropa de su cama se veía afectada, y las sábanas de arriba y de abajo estaban frecuentemente chamuscadas cuando se despertaba. Su historia fue corroborada por las vecinas que le habían ayudado a reemplazar su guardarropa quemado. (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, pág. 228) En una fría mañana de enero de 1932, en Bladenboro

(Carolina del Norte, E.U.A.), el vestido de algodón de la esposa de Charles Williamson ardió súbitamente. No estaba cerca de ningún fuego, y su vestido no había estado en contacto con ningún líquido limpiador u otra sustancia inflamable. Su marido y su hija le arrancaron el vestido en llamas con las manos, y lo más notable es que ninguno de los tres sufrió la más leve quemadura. Poco después se incendiaron unos pantalones del señor Williamson, colgados en su armario. Más tarde fue una cama, así como las cortinas de una habitación vacía. Diversos objetos de la casa fueron encontrados ardiendo en medio de un chorro de llamas azuladas, pero lo extraño es que los objetos cercanos nunca se vieron afectados. Las llamas no producían humo ni olor, ni podían ser apagadas; simplemente desaparecían una vez que el objeto "atacado" se consumía totalmente. Se acudió a las autoridades; pero ni los expertos en incendios provocados, ni la policía, ni los investigadores de las compañías del gas y eléctrica fueron capaces de explicar esos fuegos. Al quinto día los incendios terminaron súbitamente. Una información periodística decía: "Los incendios empezaron, hicieron su obra y se desvanecieron tan misteriosamente como si hubieran sido guiados por una mano invisible. No ha habido explicación lógica." (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 166-67) La repentina combustión de la señora Mary Carpen-

ter, que pereció durante sus vacaciones en un yate de recreo frente a Norfolk (Inglaterra) el 29 de julio de 1938, tuvo lugar a la vista de su marido y de sus hijos. "Quedó envuelta en llamas y reducida a cadáver carbonizado" en pocos minutos. Nadie más se quemó y el barco no sufrió el menor daño. "Supongo que se le prendió la ropa", dijo el agente que investigó, "pero no logro entender cómo sucedió." (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 224; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, pág. 94) Phyllis Newcombe quedó envuelta en llamas en medio de la pista de baile la noche del 27 de agosto de 1938, en el Shire Hall de Chelmsford (Inglaterra). La muchacha, de 22 años, llevaba un vestido "a imita-

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ción de los antiguos miriñaques", y a media noche, cuando se disponía a abandonar la pista, se le incendió, y en pocos segundos se vio convertida en una cegadora masa de llamas azules. Su novio, Henry McAusiand, trató valientemente de apagar las llamas con las manos, pero ya era tarde. Phyllis murió antes de que llegase la ambulancia. El encargado de la investigación supuso inicialmente que el fuego de un cigarro le había incendiado el vestido, pero el padre de la joven pudo demostrar ante el tribunal que la tela no era tan inflamable. Utilizando un trozo del mismo tejido, demostró que sólo una llama, y no un cigarro por sí solo, era capaz de hacerlo arder. Dado que todos los testigos juraron que nadie había utilizado un encendedor o encendido un fósforo a media noche en el Shire Hall, el caso quedó sin resolver. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 224; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 92-93; True, mayo de 1964, págs. 32-33, 104-07, 112) A una de las víctimas más jóvenes de muertes por fuego inexplicable, el niño de once meses Peter Seaton, de Londres, lo habían acostado como de costumbre una noche de enero de 1939. Poco después, un visitante, Harold Huxstep, oyó gritos de terror. Corrió escaleras arriba hasta el cuarto de Peter, abrió la puerta y se encontró frente a un infierno de llamas que lo hicieron retroceder al pasillo. Le fue imposible rescatar al pequeño. Tras la intervención de los bomberos, una completa investigación del cuarto no reveló nada que hubiera podido causar semejante conflagración. Lo más notable era que, pese a la intensidad del fuego, apenas había señales de él en el mobiliario. (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 6-7) El cuerpo quemado de Allen M. Small, de 52 años,

fue encontrado en su casa de Deer Isle (Maine, E.U.A.), el 13 de enero de 1943. La alfombra que había debajo del cuerpo estaba chamuscada pero no se veían más indicios de fuego en ninguna parte de la casa. En la cocina, las tapas de la estufa estaban todas en su sitio, y la pipa de Small, apagada, descansaba sobre un mueble. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 227) El 15 de diciembre de 1949 la policía comunicó que una mujer de 53 años, Ellen K. Coutres, había muer-

to quemada en su casa de Manchester (Nuevo ,Hampshire E.U.A.). Su cuerpo, horriblemente desfigurado, fue descubierto acostado en el suelo de una habitación intacta. La chimenea no había sido utilizada y no había otro origen posible para el fuego. La noticia de la Associated Press decía: "No había ningún otro indicio de fuego, y aunque... la mujer debió de con-


vertirse en una antorcha humana, las llamas no habían prendido en la estructura de madera [de la casa]." (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 227; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in llaman Beings,

págs. 94-95) DESDE 1950 La muerte en 1951 de la señora Mary Reeser, de St. Petersburg (Florida), encontrada reducida a cenizas en un apartamento prácticamente intacto, marcó un hito en los casos de combustión espontánea, pues fue el primero en que se utilizaron todos los medios de la moderna investigación científica para determinar la causa de tan misterioso fenómeno. Pero, a pesar de los esfuerzos del FBI, el cuerpo de bomberos, los expertos en incendios provocados y los patólogos, un año después del incidente el detective Cass Burgess, de la policía de St. Petersburg, comentaba: Nuestra investigación no ha encontrado nada que pudiese probar. más allá de toda duda, lo que realmente sucedió. El caso sigue abierto. Estamos aún tan lejos de establecer una causa lógica para la muerte como lo estábamos cuando entramos por primera vez en el apartamento de la señora Reeser.

A lo que el jefe de policía, J.R. Reichert, añadió: En el terreno de las explicaciones lógicas, ésta es una de esas cosas que no pueden ocurrir, pero ocurren. El caso no está cerrado, y tal vez no llegue a estarlo nunca a satisfacción de todos los implicados. Y el doctor Wilton M. Krogman, antropólogo físico de la facultad de medicina de la Universidad de Pennsylvania y experto mundialmente reconocido en los efectos del fuego sobre el cuerpo humano, acabó por renunciar a tratar de comprender lo ocurrido. Decía Krogman: "Lo considero la cosa más asombrosa que he visto. Al recordarlo, eI pelo de la nuca se me eriza con un vago temor. Si estuviésemos en la Edad Media, hablaría de magia negra." He aquí los detalles del caso: Mary Hardy Reeser, una agradable y maternal viuda de 67 años, estaba viviendo en St. Petersburg para estar cerca de su hijo, el doctor Richard Reeser. La noche del lo de junio de 1951 había estado en casa de su hijo con uno de sus nietos, mientras el resto de la familia iba a la playa. Al volver se encontraron con que la señora Reeser se había marchado ya a su apartamento. Su nuera fue allí a ver si todo estaba en orden. Según su testimonio, ni en el aspecto ni en el comportamiento de su suegra encontró nada que pudiese alarmarla. Más tarde, esa noche, el doctor Reeser visitó a su madre, que estaba algo deprimida porque no había sabido nada de unos amigos que debían alquilarle un apartamento para cuando regresara a Columbia (Pennsylvania),

donde antes vivía. Le dijo que quería acostarse temprano y que tomaría un par de píldoras para asegurarse un buen descanso. El doctor Reeser volvió a su casa hacia las 8:30. La última persona que vio viva a la señora Reeser fue su casera, Pansy M. Carpenter, que vivía en otro apartamento del mismo edificio de cuatro (los dos de en medio estaban vacíos). La señora Carpenter vio un momento a la señora Reeser hacia las 9. Tenía puesto el camisón, una bata y pantuflas negras de raso, y estaba en un sillón fumando un cigarro. Había abierto ya la cama. La última noche de la señora Reeser fue una clásica noche de verano en Florida: a intervalos cruzaban el cielo los relámpagos de una tormenta de calor. Cuando la señora Carpenter se despertó el lunes a las cinco de la mañana, notó un ligero olor a humo, pero no se alarmó, pues lo atribuyó a una bomba de agua que había en el garage y que últimamente se sobrecalentaba. Se levantó, apagó la bomba y volvió a acostarse. Cuando se levantó una hora más tarde para salir a recoger el periódico, el olor a humo ya se había disipado. A las 8 llegó un telegrama para la señora Reeser. La señora Carpenter firmó de recibido y fue a llevarle el telegrama a su apartamento. Al tocar el pomo de la puerta lo notó caliente. Alarmada, se hizo hacia atrás y gritó pidiendo ayuda. Acudieron dos pintores que trabajaban al otro lado de la calle. Uno de ellos abrió la puerta y al entrar sintió una ráfaga de aire caliente. Pensando rescatar a la señora Reeser, la buscó frenéticamente, pero no vio ni rastro de ella. La cama estaba vacía. Había algo de humo, pero el único fuego era una pequeña llama sobre una viga de madera, en lo alto de un cancel que separaba el cuarto de estar de la cocina. Llegaron los bomberos, apagaron la pequeña llama con un extintor y deshicieron parte del cancel. Cuando el subjefe S.O. Griffith comenzó su inspección, no podía dar crédito a sus ojos. En medio del piso había una zona quemada como de 1.20 metros de diámetro, dentro de la cual encontró algunos resortes de sillón ennegrecidos y los restos de un cuerpo humano, consistentes en un hígado carbonizado unido a un trozo de columna vertebral, un cráneo reducido, un pie calzado todavía con una pantufla de raso negro y un montoncito de cenizas. Aunque desconcertado, el encargado de la investigación, Edward T. Silk, que había llegado para examinar el cuerpo y registrar el apartamento, decidió que la muerte era accidental y autorizó el levantamiento de los restos. Las cenizas, la pequeña cabeza reducida y el pie calzado fueron llevados en ambulancia a un hospital. En la investigación que siguió intervinieron la policía y los bomberos, así como expertos en incendios provocados. Los hechos a los que hubieron de enfrentarse parecían inexplicables, considerando la cantidad de calor necesaria para explicar el cuerpo incinerado

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Cuando la verdad es tan extraña como la ficción La combustión humana espontánea era un fenómeno tan conocido ya a finales del siglo XVIII y durante el xfx que algunos escritores lo utilizaron para acabar con sus personajes de ficción. En Casa desolada de Charles Dickens, publicada a mediados del siglo pasado, Krook, un viejo comerciante en trapos y botellas, cadavérico y atiborrado de ginebra, muere espantosamente por combustión espontánea. Krook era el símbolo de todos los males y desigualdades sociales que entonces había en Inglaterra, y a través de su terrible fin Dickens profetizó la autodestrucción de "toda autoridad allí donde, bajo uno u otro nombre, se cometen fraudes e injusticias". El capítulo que describía la muerte de Krook concluía: Cualquiera que sea el nombre que deis a la muerte, a quién la atribuyáis o cómo digáis que podía haber sido evitada, es eternamente la misma muerte, innata, congénita, engendrada en los corruptos humores del propio cuerpo vicioso, y sólo ésa: la Combustión Espontánea, y no ninguna otra de las muertes de las que se puede morir. Cuando apareció esta parte de Casa desolada (novela por entregas), el crítico literario George Henry Lewes reprendió a su viejo amigo Dickens por perpetuar lo que él creía que era una superstición vulgar y anticientífica. Pero Dickens defendió vigorosamen-

te la realidad de la combustión espontánea, citando muchos casos documentados, así como sus propios recuerdos de sucesos de su época de joven reportero. Más tarde, al reimprimirse Casa desolada en un solo volumen, Dickens aprovechó el prólogo para seguir defendiendo la autenticidad de la combustión humana: No renunciaré a los hechos hasta que el testimonio que suele servir de base a la aceptación de los acontecimientos humanos no haya sufrido una considerable Combustión Espontánea. El primer relato literario de una combustión espontánea aparece en 1798 en la novela Wieland, escrita por Charles Brockden Brown, primer novelista estadounidense y maestro del género gótico. El personaje principal es un pietista alemán que lleva a cabo los misteriosos y solitarios ritos de su religión en una ruinosa cabaña de madera a la que llama su capilla. Una noche su mujer ve, sorprendida, brotar una brillante luz sobre la capilla y escucha "una fuerte detonación, como la explosión de una mina". Oye también horribles chillidos, pero cuando llega a la cabaña la luz y los gritos han cesado. Encuentra a Wieland "inconsciente", con la ropa hecha cenizas y el cuerpo horriblemente quemado, pero la capilla intacta. El desdichado muere después de terribles sufrimientos: ...la enfermedad... mostró síntomas terribles. La fiebre y el delirio terminaron en un sopor letárgico. Pero no antes de que emanaciones insoportables y una putrefacción horripilante hubiesen alejado de su habitación y de la casa a cuantos no retenía allí el deber. (El lector reconocerá aquí una versión gótica del caso del sacerdote Bertholi, referido en la p ág ina 82.) En la novela Jacob Faithfut (1834), de Frederick Marryat, la madre del protagonista es víctima de la combustión espontánea. Marryat siguió de cerca en su relato los detalles de un caso ocurrido en Londres en 1832. Jacob entra en el camarote de sus padres, a bordo de una casa flotante del Támesis:

Esta ilustración de Casa desolada, de Dickens, muestra la llegada de William Guppy y un amigo a casa de Krook, donde lo encuentran quemado.

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La lámpara sujeta al mamparo de popa y protegida por un vidrio estaba aún encendida, y pude ver claramente todos los rincones del camarote, No había nada ardiendo; ni siquiera las cortinas de la cama de mi madre se veían chamuscadas. Parecía haber una masa negra en medio de la cama. Alargué temeroso la mano.


Era una especie de ceniza untuosa y que recordaba la brea. Grité horrorizado... Salí del camarote tambaleándome y me desplomé sobre cubierta en un estado cercano a la locura... Murió de lo que llaman combustión espontánea, una inflamación de los gases pgorenlachdbsie organismo. En Las almas muertas, de Gogol (1842), hay una apesadumbrada mención de la muerte de un herrero: Se incendió él mismo. Algo en su interior se prendió fuego. Sin duda había bebido demasiado. Sólo exhaló una llama azul y ardió y ardió hasta que se volvió tan negro como el carbón. Y era un herrero tan hábil...

Gogol es famoso por sus sátiras sociales, en las que ridiculizaba a la sociedad y la burocracia rusas. Las almas muertas, una de sus mejores obras, contiene un episodio en el que un hombre se incendia. Gogol suponía que las llamas, presumiblemente causadas por el alcohol, eran el justo castigo de este vicio.

También Herman Melville utilizó este recurso. En

Redburn (1849), Miguel, un marinero enrolado a la fuerza, es encontrado sobre cubierta medio atontado, borracho y apestando. Mientras el resto de la horrorizada tripulación lo contemplaba, ...dos hebras de fuego verdoso, como una lengua bífida, salieron disparadas de entre sus labios y en un momento su rostro cadavérico estuvo cubierto por un enjambre de llamas como gusanos... El cuerpo desnudo ardió ante

Redburn, de Herman Mel-

ville, se basa en su primera experiencia en el mar como grumete de un mercante que iba a Liverpool. ¿Presenciaría algún caso de combustión espontánea?

nosotros exactamente igual que un tiburón fosforescente en un mar de medianoche. Y Thomas de Quincey, en la edición revisada en 1856 de sus Confesiones de un comedor de opio inglés, incluía entre los "sufrimientos del opio" el temor a que el narcótico pudiese provocar, como el alcohol, combustión espontánea y a que llegase él mismo a despedirse así del mundo literario. Esa misteriosa y feroz muerte fue también utilizada por Mark Twain en su Vida en el Mississippi (1883): Jimmy Fina no fue quemado en el calabozo, sino que murió de muerte natural en una tina para curtir, a consecuencia de una combinación de delírium tremens y combustión espontánea. Cuando digo muerte natural me refiero a que era natural que Jimmy Finn muriese así. Por Ultimo, en la novela de Emile Zola El doctor Pascal (1893), uno de los miembros de la degenerada familia Macquart, sentado medio inconsciente a causa del alcohol, se incendia con el fuego de su pipa mientras su hermana lo observa horrorizada: Al principio Felicité pensó que era su ropa interior, sus calzoncillos o su camiseta, Io que estaba ardiendo, pero después ya no hubo duda de que era su carne la que ardía con una vacilante llama azul, ligera y danzarina como la que se extiende sobre la superficie de un plato con alcohol... Iba creciendo, extendiéndose rápidamente, y la piel iba agrietándose y la grasa empezaba a fundirse. Ahora la grasa líquida goteaba de las grietas de su piel, alimentando la llama, que iba extendiéndose hasta su vientre. Y Felicité se dio cuenta de que estaba consumiéndose pos completo, como una esponja empapada en alcohol.

Émile Zola, creador de la escuela naturalista francesa, subrayó en muchas de sus obras la influencia do la herencia en el individuo. En El doctos Pascal, una de las veinte novelas de su famosa serie Los RougonMacquart, pintó gráficamente la muerte de Amaine Macquart, que ardió mientras dormía borracho.

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de la señora Reeser. Excepto el sillón y la mesita que estaba al lado, el mobiliario apenas había sufrido daños, pero el apartamento había experimentado algunos curiosos efectos: El techo, las cortinas y las paredes estaban cubiertos de un hollín maloliente y grasiento a partir de un punto situado exactamente a 1.20 metros por encima del suelo. Por debajo de esa línea no había ninguno. La pintura de la pared contigua al slllón aparecía levemente oscurecida, pero la alfombra donde descansaba el slllón no estaba ni siquiera perforada por el fuego. Un espejo de pared situado a unos 3 metros se había roto, probablemente a causa del calor. Sobre un tocador, a unos 4 metros de allí, dos velas color de rosa se habían fundido, pero sus mechas estaban intactas en los candelabros. Por encima de la línea de 1.20 metros se habían derretido las tapas de plástico de los contactos eléctricos de las paredes, pero los fusibles no se habían fundido y seguía habiendo corriente. Los contactos del zoclo estaban intactos. Un reloj eléctrico conectado a uno de los contactos derretidos se había parado a las 4:20 en punto... pero volyió a funcionar perfectamente al conectarlo a uno de los del zoclo. Ni los periódicos que había cerca sobre una mesa ni .la ropa a mano en el sofá cama —todos inflamables— habían sufrido daños. Y aunque los pintores y la señora Carpenter sintieron una oleada de calor al abrir la puerta, ninguno de ellos había notado humo ni olor a quemado, ni visto ascuas o llamas en las cenizas. Enfrentadas a semejante misterio, las autoridades de St. Petersburg llamaron al FB1. El laboratorio encontró que los 80 kilos de peso calculados a la señora Reeser se habían convertido en menos de 4.5, incluidos el pie y la cabeza reducida. El informe final concluía que ningún agente químico conocido ni otros aceleradores habían intervenido en la iniciación del fuego, y terminaba diciendo que el caso era "insólito e inverosímil". Un famoso especialista en incendios provocados, del Consejo Nacional de Aseguradores, no se mostró menos perplejo. "Sólo puedo decir", admitió, "que la víctima murió a causa del fuego..." Por último se recurrió al ya mencionado doctor Krogman, autoridad en diferentes tipos de quemaduras, para que ayudase a aclarar el misterio. Tras revisar los hallazgos de sus predecesores, empezó a eliminar posibilidades. Consideró el rayo como una de las posibles causas, pero un ingeniero especializado en sus efectos sobre el cuerpo humano rechazó de plano tal conjetura. Además, no se sabía que hubiesen caído rayos en la inmediata vecindad la noche del accidente. Otra posibilidad era que los sedantes que tomó la señora Reeser le hubieran impedido darse cuenta de que el cigarro que estaba fumando había incendiado su camisón o el sillón. Pero ninguna de las dos cosas era particularmente inflamable, ni tenían material suficiente para producir el intenso calor necesario para reducir a cenizas un

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cuerpo humano. El doctor Krogman ha quemado cadáveres con gasolina, aceite, leña y todo tipo de agentes. Ha experimentado con huesos cubiertos de carne y pelados, húmedos y secos. En sus experimentos ha utilizado aparatos de combustión que van desde hogueras al aire libre al más moderno equipo crematorio a presión. Ha demostrado de modo concluyente que hace falta un calor enorme para consumir un cuerpo, y que sólo por encima de los 1 650 grados se hace el hueso lo bastante volátil para perder su forma y dejar sólo cenizas. "Ésos son calores muy grandes", decía, "que abrasan, carbonizan, chamuscan, estropean o afectan de algún modo todo lo que se encuentra dentro de un radio considerable. Dicen que la verdad es a veces más extraña que la ficción, y este caso lo prueba." El pie izquierdo calzado era ya por sí solo un misterio. Se averiguó que la señora Reeser tenía la costumbre de estirar la pierna izquierda a causa de una molestia que padecía en ella. Al parecer, el pie no se quemó porque estaba fuera del misterioso radio de incineración de 1.20 metros. Otra especulación, la de que el fuego podía haber sido causado por alguna falla en el sistema eléctrico, fue también descartada por los expertos: se hubiesen fundido los fusibles. Por último se consideraron el crimen y el suicidio. El primero fue eliminado porque no se sabía de ningún sospechoso, no habían revuelto el apartamento y ninguna hipótesis podía explicar cómo era posible cometer un crimen así. También se descartó el suicidio. La señora Reeser no carecía de nada ni estaba deprimida, y además ¿cómo hubiese podido provocar un incendio semejante? Al fin el doctor Krogman admitió la derrota, e informó al jefe de policía Reichert: Me he planteado una y otra vez el problema de cómo la señora Reeser pudo quedar totalmente destruida, hasta los huesos, mientras los objetos cercanos no eran afectados materialmente. Siempre termino rechazándolo en teoría, aunque los hechos sigan ahí.

Tampoco podía comprender la reducción del cráneo de la señora Reeser: ...en la incineración normal la cabeza no queda completa, y desde luego no se encoge ni se reduce

simétricamente a un tamaño mucho menor. En presencia de calor suficiente para destruir los tejidos blandos, el cráneo explota literalmente en pedazos. No he conocido ninguna excepción a esta regla. Nunca he visto un cráneo reducido de esa manera ni un cuerpo consumido tan completamente por el calor,

(Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 245-59; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 120-36; Francis Hitching, The Mysterious World: An Atlas of the Unexplained, pág. 21; True, mayo de 1964, págs. 32, 106-07, 112)


Las pruebas en favor de la combustión espontánea La combustión humana espontánea no es un fenómeno reconocido por la ciencia del siglo xx. A pesar de las pruebas aportadas por policías y bomberos, especialistas en incendios provocados, jueces de instrucción y patólogos, la mayoría de los médicos y científicos consideran esos casos, en apariencia indiscutibles, como simplemente no investigados a fondo. En los siglos XVII y xvin la combustión espontánea, especialmente de los borrachos, era considerada como un castigo divino; pero ya en el siglo xix los avances en biología y química animaron a los investigadores a buscar causas más terrenales para esos incendios al parecer inexplicables, Se sugirieron nuevas posibilidades que podrían explicar sucesos tan extraños : • Los gases intestinales son inflamables. • Los cadáveres producen gases inflamables. • Los pajares y los montones de estiércol pueden generar calor suficiente para la combustión espontánea. • Ciertos elementos y compuestos se incendian espontáneamente al ser expuestos al aire. Así ocurre, por ejemplo, con el fósforo, que es uno de los componentes del cuerpo humano. ▪ Algunos productos químicos que solos son inertes, al combinarse forman compuestos explosivos. • La luminiscencia de ciertos insectos y peces prueba la posibilidad de algún tipo de "fuego" interno. • Las grasas y aceites, que el cuerpo humano contiene en abundancia, son excelentes combustibles. • La electricidad estática produce chispas que podrían, en ciertas condiciones, prender fuego a un cuerpo. Las crecientes pruebas indicaban, sin embargo, que ninguna de estas hipótesis podría realmente explicar la combustión humana espontánea. En 1851, un químico alemán señaló que los más obesos bebedores de aguardiente no suelen arder cuando están cerca de un fuego. Hacia finales del siglo pasado, varios médicos dijeron que era difícil comprender cómo el cuerpo, de alto contenido de agua y relativamente poca grasa, podía incendiarse. Por último, el American Medicine del 22 de abril de 1905 asestaba un duro golpe a los cre-

Un caso especialmente extraño de muerte por ignición fue el de Glen B. Denney, un hombre de 46 arios propietario de una fundición y residente en Algiers (Luisiana). El 18 de septiembre de 1952, una vecina llamó a los bomberos al ver que salía humo del apartamento situado encima del suyo. Cuando los bomberos forzaron la puerta, encontraron en la sala el cuerpo calcinado de un hombre. Apagaron rápidamente las llamas con una cobija, y el teniente Louis Wattingney contaba:

yentes en la combustión humana espontánea al advertir: "Del número total de casos publicados, casi la mitad proceden de un país neurótico como es Francia." Para probar la teoría de que el alcohol hace el cuerpo altamente combustible, se puso una rata a remojo en alcohol durante un año y después se le prendió fuego. La piel ardió con fuerza, quemando algunas capas exteriores de carne, pero los tejidos y órganos internos del animal apenas resultaron afectados. El experimento se repitió con ejemplares de museo que habían estado sumergidos en alcohol durante periodos aún más largos, pero el resultado fue el mismo. Puede ser posible que los gases inflamables producidos por la digestión se acumulen en el cuerpo y representen un peligro. A un pastor inglés a quien le ocurría eso le advirtieron que no soplara para apagar las velas del altar al terminar los servicios, por miedo a que su aliento se inflamase. La electricidad estática parece otro buen candidato para iniciar esos incendios, con independencia de lo que pueda después servir de combustible. Según el manual de la asociación de protección contra el fuego, estadounidense, el cuerpo humano puede acumular una carga estática de varios miles de voltios. Se sabe de personas que acumulaban cargas aún mayores, llegando incluso a generar hasta 30 000 voltios. Por lo general esta electricidad se descarga sin peligro a través del pelo; pero en ciertos lugares, como fábricas de materiales combustibles o salas de operaciones de hospitales que utilizan anestésicos gaseosos, esas personas pueden provocar explosiones. Lo que no se sabe es que tales explosiones hayan alguna vez reducido a una persona a cenizas dejando la habitación y el mobiliario intactos. Se han apuntado otras causas físicas de la combustión espontánea (bólidos, rayos, explosiones atómicas internas, rayos láser, radiaciones de microondas, sonidos de alta frecuencia y flujo geomagnético), pero el mecanismo a través del cual puede actuar cualquiera de ellas sigue sin ser explicado. Otro tanto ocurre por ahora con la combustión humana espontánea.

El hombre estaba acostado en el suelo detrás de la puerta y era una masa de llamas. En el cuarto no ardía ni una sola cosa más. Estaba muerto. No sé lo que hizo que el fuego ardiese con tanta fuerza. Quizá estuviese saturado con algún tipo de aceite. Sin embargo, no olí nada. En toda mi experiencia nunca vi nada que superase esto. No había pruebas de que Denney fuese fumador, ni se encontraron cerillos. Todas las ventanas estaban

cerradas. No había rastro de líquidos inflamables por

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ninguna parte. Pero el descubrimiento más sorprendente fue que Denney se había cortado las muñecas antes de quedar envuelto en llamas: las arterias de ambas muñecas estaban cortadas, y en la cocina había un charco de sangre y un cuchillo ensangrentado. Se averiguó que Denney había estado deprimido y bebiendo mucho: la última vez que lo vieron vivo tenía el temblor característico de los alcohólicos. El veredicto final decía que Denney se había cortado las muñecas y después se había prendido fuego para "estar más seguro". Sin embargo, tanto las pruebas como la lógica contradecían de plano tal conclusión. ¿Cómo un hombre que perdía rápidamente sangre por cinco profundos cortes pudo ir de la cocina a la sala, regarse con un petróleo nunca descubierto de una lata que no se encontró y prenderse después fuego con un fósforo inexistente? (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 271) El cuerpo de Waymon Wood, de Greenville (Caroli-

na del Sur), fue encontrado carbonizado en el asiento delantero de su coche cerrado, el 1° de marzo de 1953. El coche estaba estacionado en la cuneta de la carretera de circunvalación 291. Aunque apenas quedaban restos de Wood, el automóvil, que tenía lleno medio tanque de gasolina, sólo había sufrido daños en el parabrisas, al que se le habían formado burbujas y que se había curvado hacia adentro por el intenso calor. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 227-28; True, mayo de 1964, pág. 112) En diciembre de 1956 un inválido de 78 años, Young

Sik Kim, que vivía en el 1130 de Maunakea Street (Honolulu), fue encontrado envuelto en llamas azules por su vecino. El calor era demasiado intenso para poder ni siquiera acercarse. Cuando llegaron los bomberos, un cuarto de hora más tarde, la víctima y el sillón de relleno especial en el que descansaba estaban reducidos a cenizas. Sin embargo, sus pies permanecían intactos y seguían apoyados en la silla de ruedas, frente al sillón en el que había estado sentado. En la habitación, ninguna otra cosa, ni siquiera las cortinas y ropas cercanas, había sufrido el menor daño. ( True, mayo de 1964, pág. 32) Los niños son raramente mencionados como víctimas

de la combustión espontánea, pero Ricky P. Pruitt, de Rockford (Illinois), puede haber sido una de las pocas excepciones. Este bebé de cuatro meses murió de graves quemaduras en la primavera de 1959, sin que se pudiese saber la causa. Sus vestidos no estaban chamuscados, ni tampoco la ropa de la cuna en la que apareció muerto. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 229; True, mayo de 1964, pág. 112) Una noche de octubre a fines de los años cincuenta, Maybelle Andrews, de 19 años, estaba bailando con

su novio, Billy Clifford, en una discoteca de Londres, cuando de repente se vio envuelta en llamas. El fuego

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le salía de la espalda y el pecho, envolviéndole la cabeza e incendiándole el pelo. Su novio y algunos de los presentes trataron de luchar contra las llamas, pero no pudieron salvarla. Murió camino del hospital. Según el testimonio de Clifford: No vi a nadie que fumara en la pista. No había

velas en las mesas ni vi que su vestido se prendiese con nada. Sé que suena increíble, pero me pareció que las llamas brotaban hacia fuera, como si naciesen dentro de su cuerpo.

Otros testigos pensaban lo mismo. El veredicto final fue "muerte accidental, causada por un fuego de origen desconocido". (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study óf Spontaneous Combustion in Human Beings, págs. 93-94) Billy Peterson, de unos 30 años, trabajador de una fá-

brica de automóviles de Pontiac (Michigan, E.U.A.), llevaba meses muy deprimido por su estado de salud. El 13 de diciembre de 1959, a las 7:45 de la noche, fue encontrado muerto en su coche, al parecer por suicidio. Cuando lo descubrieron, el asiento delantero derecho del coche ardía sin llamas por el sitio donde el tubo de escape había sido doblado para que entrara en el coche cerrado. El cuerpo de Peterson estaba sentado a cierta distancia de la tapicería incendiada. Su cuerpo fue llevado al hospital general de Pontiac, donde se le declaró muerto por envenenamiento con monóxido de carbono, conclusión coherente con la hipótesis del suicidio. Pero lo que no hubo modo de explicar fueron las quemaduras de tercer grado en la espalda, las piernas y los brazos de Billy, y lo abrasados que tenía la nariz, la garganta y los pulmones. Aún más sorprendente era que las ropas de Peterson, incluso la interior, no presentaban daño alguno, y que de la carne quemada sobresalían vellos intactos. Los investigadores empezaron por atribuirlo al calor de los gases del escape, y uno de los detectives propuso la idea de un "asesinato por tortura"; pero al final no hubo modo de explicar el estado de Billy. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 273-76; True, mayo de 1964, pág. 104) En Dallas (Texas), una ex actriz, Olga Worth Ste-

phens, de 75 años, estaba en octubre de 1964 sentada en su coche estacionado cuando varios testigos la vieron quedar envuelta en llamas. Sufrió quemaduras mortales antes de que pudiesen rescatarla. Los bomberos dijeron que el automóvil no presentaba daños ni contenía nada que pudiera ser causa del incendio. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 230; Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustión in Human Beings, pág. 153) En la pequeña ciudad de Coudersport (Pennsylvania),

Don E. Gosnell , inspector de medidores de la North


de baño en busca de agua para apagar las llamas. (La bata fue encontrada junto al desagüe de la tina, sólo chamuscada.) Pero, incluso si hubiese ardido la bata, ¿cómo pudo generar calor suficiente para incinerar un cuerpo? Y si el fuego se inició en el cuarto de estar, ¿por qué no había allí trazas de él? ¿Y cómo era posible que un cuerpo se consumiese tan completamente y el resto apenas quedase afectado? El certificado del investigador acabó por dar la "asfixia y quemaduras de un 90 por ciento" como causas de la muerte, en el fondo inexplicable, del doctor Bentley. (Francis Hitching, The Mysterious World: An Atlas of the Unexplained, págs. 20-21; Pursuit, 9:75-79, otoño de 1976) Varios testigos horrorizados vieron a la señora Olga

Worth Stephens convertida de pronto en una "antorcha humana" mientras estaba sentada en su coche estacionado. El automóvil no resultó dañado por las -

Penn Gas Company, salió para su ronda acostumbrada la mañana del 5 de diciembre de 1966. Su primera visita fue al doctor John Irving Bentley, un médico jubilado de 92 años, que estaba semiinválido pero aún podía moverse por la casa con ayuda de una andadera. Gosnell abrió la puerta de la calle y llamó, pero no obtuvo respuesta. Entonces bajó al sótano para ver el medidor del gas. Allí percibió "un humo azul claro de un olor raro... como el que se produce al arrancar un sistema de calefacción central recién instalado... un tanto dulzón". En un rincón del sucio suelo del sótano había un montón de finas cenizas de unos 35 centímetros de diámetro por 15 de altura, tal vez suficientes para llenar una cubeta. Distraídamente, lo esparció con el pie. No vio el agujero del techo —una abertura irregular de unos 75 centímetros de ancho por I20 de largo, con los bordes chamuscados—, hecho por el fuego después de traspasar el piso de madera que había encima. Leyó el medidor y subió para entrar a ver al doctor. Allí el humo era más denso, pero el doctor Bentley no estaba por ninguna parte. Don Gosnell se asomó al cuarto de baño, y lo que vio allí lo horrorizó. La andadera del médico estaba volcada sobre el agujero quemado del suelo, y junto a él cuanto quedaba del doctor Bentley: su pierna derecha desde la rodilla para abajo, tostada pero no carbonizada. El zapato estaba intacto. Gosnell salió corriendo de la casa, blanco como el papel, gritando a voz en cuello: "¡El doctor Bentiey se abrasó!" El encargado de la investigación, John Dec, encontró demasiadas preguntas sin respuesta para determinar cómo había ocurrido el accidente. Una de las teorías era que al médico le había ardido la bata en el cuarto de estar al prender un cerillo para encender su pipa, y después utilizó la andadera para ir al cuarto

Dos casos de combustión espontánea de niños se registraron en Inglaterra en 1973 y 1974. En 1973, el bebé de siete meses Parvinder Kaur y el cochecito en el que estaba se incendiaron de pronto en el cuarto de estar de sus padres. Fue tratado en la unidad de quemados del hospital de Birmingham. Los funcionarios no pudieron determinar la causa de/ fuego. Al año siguiente, el Evening Mail (también de Birmingham) del 26 de agosto de 1974 informaba de la muerte de la niña de seis meses Lisa Tipton. Fue encontrada muerta a causa de las quemaduras producidas por un fuego inexplicable, confinado a una sola habitación de la casa de sus padres en Highfields (Staffordshire). (Michael Harrison, Fire From Heaven: A Study of Spontaneous Combustion ¡II H11111(271 Beings, pág. 261) No una sino seis personas se vieron implicadas en lo que parece ser un caso de víctimas múltiples de la combustión espontánea. El siguiente relato está tomado del Nigerian Herald del 27 de diciembre de 1976: La muerte de seis miembros de una familia por el fuego en Lagos.., se ha convertido en un gran misterio. Ayer, una investigación sobre el terreno reveló que en la pequeña habitación de madera de Iponri, en las afueras de Lagos, todo permanecía intacto. Entre los objetos no tocados por el fuego estaban dos colchones de algodón puestos cuidadosamente sobre dos camas de hierro... En conjunto, la habitación no parecía afectada por el incendio que mató a las seis personas, cuando era de esperar que no hubiese quedado nada, incluidas las paredes de madera y las láminas metálicas que cubrían el tejado... Y aunque informaciones anteriores afirmaron que el fuego se debió al petróleo que alguien vertió sobre la familia por una abertura de la pared de madera mientras dormían [así lo afirmó la madre superviviente], ayer se supo que tal cosa no podía ser cierta... [Michael Harrison, Fire From Heaven:

A Study of Spontaneous Combustion in Beings, págs. 262 63]

Human

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CRÍMENES Y ATAQUES INEXPLICABLES En diferentes épocas y en diversas partes del mundo se ha informado de crímenes y ataques a personas —y a veces a animales— sin una solución fácilmente aceptable. Los casos descritos carecen de autores definibles. Son crímenes y ataques que han sido llevados a cabo de modo misterioso y por agentes casi nunca identificados. Se incluyen algunos crímenes de apariencia común: un apuñalamiento, muertes a tiros y un robo, cometidos por medios extraordinarios y desconocidos. Hay también algunos crímenes fuera de lo común, como mutilación de ganado y esclavitud por medios ocultistas, para los que no parece haber una explicación clara. A otro nivel están los asaltos por demonios y otros malos espíritus. Algunos de estos ataques pueden ser causados por agentes externos, y simplemente afectan a la víctima sin previo aviso. Pero pueden también ser autoinducidos por la creencia de la víctima en una maldición o maleficio lanzados por otro. Sólo si uno cree en ese tipo de maldiciones hará que se cumpla su intención aviesa. Al leer acerca de sucesos tan extraños e inexplicables, deberíamos recordar los límites de nuestro conocimiento, sin impresionarnos demasiado por lo que creemos saber. Al descubrir que algunas de nuestras creencias que nos son más caras son cuestionables, podremos hacernos más receptivos a la idea herética de que no somos infalibles en otras zonas de nuestra vida y pensamiento. CRÍMENES INEXPLICABLES

A pesar de la experiencia, lós modernos medios y redes de comunicación que comparten los departamentos de policía de muchos países, hay todavía algunos delitos en los que los hechos son tan desconcertantes que desafían cualquier solución lógica. El mismísimo Sherlock Holmes se hubiera visto en apuros con ejemplos como los siguientes:

¿Un suicidio imposible?

El) 1872, capitán George M, Colvocoresses fue 172contrado muerto a tiros en una calle muy frecuentada

ale Bridgeport (Connecticut , E.U.A.'. /Unto a( cuer-

po había una pistola y una billetera, y al principio la policía supuso que se trataba de un caso claro de asesinato. Pero al examinar más detenidamente el cuerpo descubrieron que ni en el saco ni en el chaleco había agujeros de bala, mientras que el orificio y la quemadura de pólvora de su camisa indicaban que la pistola había sido introducida bajo las prendas exteriores antes de disparar. Ni la policía ni los periodistas podían explicarse por qué un asesino iba a tomarse semejante trabajo. La conclusión inmediata fue que eI capitán Colvocoresses se había quitado la vida, idea reforzada por el descubrimiento de que pocos meses antes la había asegurado en 193 000 dólares. Pero cuando se vio que

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en su testamento sólo había legados de unos pocos miles de dólares, la tesis pareció dudosa. Aún más dudas suscitaba el carácter del capitán, que era, según el New York Times, "un hombre de mucho carácter y vida impecable", todo lo contrario de un presunto suicida. Estaban también las dificultades técnicas de la teoría del suicidio. ¿Por qué Colvocoresses puso la pistola cuidadosamente dentro de sus ropas antes de apretar el gatillo? No sería porque tenía miedo de estropear chaleco y saco. Pero si lo hizo, quizá precisamente para rodear de misterio su muerte, ¿cómo podía esta: seguro de que, tras dispararse al corazón, iba a tener tiempo de sacar la mano antes de morir? Y si no podía estar seguro de esto y no obstante quería que su suicidio pareciera asesinato, ¿por qué elegir ese método? Y, por último, si deseaba matarse sin que pareciera suicidio, ¿por qué decidió hacerlo a primeras horas de la noche en una calle muy concurrida? (The New York Times, de julio de 1872)

¿Cómo ocurrió?

En julio de 1891, Carl Gros fue muerto a tiros cerca de Maspeth (Long Island, E.U.A.). La bala penetró en su cuerpo sin hacer agujeros en la ropa. (Charles Fort, The Complete Bóoks of Charles Fort, pág. 913)


[

No hubo veredicto El 16 de marzo de 1901, el Cambridge Daily News in-

formaba de la muerte de Lavinia Farrar, una mujer de 72 años "de buena posición". Había sido encontrada en el piso de su cocina, totalmente vestida, con la cara arañada y la nariz rota. Junto a ella había un cuchillo ensangrentado y unas cuantas gotas de sangre. El reconocimiento reveló que había sido apuñalada en el corazón. La investigación condujo a un veredicto "abierto", sin mención de autor ni circunstancias, por las siguientes razones: Aunque la muerta había sido apuñalada, su ropa no había resultado perforada por el cuchillo ni tenía manchas de sangre, excepto la prenda más íntima, que estaba ligeramente manchada. Dado que la muerte había sido casi instantánea, era imposible que se hubiese apuñalado ella misma y vestido antes de morir. Además, ni la sangre del cuchillo ni la que había en el suelo junto a ella parecían ser suyas, ya que la herida "apenas había sangrado". (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 916)

La desaparición de las joyas de la Corona de Irlanda Uno de los robos más osados del siglo xx ocurrió en 1907 cuando las joyas de la Corona de Irlanda (valoradas en 250 000 dólares) fueron robadas de una caja fuerte situada en la bóveda blindada de la torre ,BdelcastiofDurbínpámetalvis de los cuatro hombres que las custodiaban. Entre el 28 de junio y el 6 de julio, el ladrón había obtenido sucesivamente las llaves de la puerta principal de la torre, de la bóveda blindada y por último de la caja fuerte, donde debió de pasar al menos de 10 a 15 minutos sacando las joyas de sus estuches. Y, sin embargo, no había despertado sospechas. Una larga investigación de Scotland Yard fracasó. El paradero del tesoro y la identidad del ladrón siguen siendo un misterio. (The New York Times, 6 de septiembre de 1931; Reader's Digest, eds., Strange Stories, Amazing Facts, pág. 354)

mo lo era el niño al que metieron por él; y la pregunta de por qué el asesino había de trepar a una pequeña ventana para escapar en vez de salir por la puerta parecía no tener respuesta. Una segunda teoría fue que a Fink le habían disparado desde el pasillo a través del tragaluz, pero las señales del cuerpo de Fink indicaban que los disparos había sido hechos a quemarropa. Más de dos años después del crimen, el comisionado de policía de Nueva York, Edward P. Mulrooney, calificó el asesinato de "misterio insoluble". (Charles Fort, The Complete Books óf Charles Fort, pág. 916; The New York Times, 10 de marzo de 1929)

Un asunto de peso

Al terminar un día de 1974 su jornada de trabajo, unos obreros de la constructora Dowling, de Indianápolis (E.U.A.), dejaron una bola de acero para demoliciones, de cinco toneladas, colgando de una grúa a 60 metros del suelo. Cuando volvieron a la mañana siguiente, la bola había desaparecido, ante el pasmo de la policía y de todos los afectados. La bola nunca fue encontrada. (Conversación telefónica con Loran Dowling, de Indianápolis, Indiana)

El misterio del cuarto cerrado

Isidore'Fink fue muerto a tiros a las 10:30 de la noche del 9 de marzo de 1929, en la trastienda de la lavandería Fifth Avenue, de su propiedad, en el número 4 de la calle 132 Este de Nueva York. La policía fue avisada por la señora Locklan Smith, que había oído gritos y rumor de lucha. Cuando llegaron, encontraron que las puertas de la habitación en que yacía Fink estaban cerradas, y tuvieron que entrar metiendo a un niño en el cuarto a través de un tragaluz. Fink tenía dos tiros en el pecho y uno en la mano izquierda, con rastros de quemaduras de pólvora. No apareció ninguna arma en el cuarto. Había dinero en el bolsillo de Fink y en la caja registradora. La policía empezó por pensar que quien hubiese matado a Fink, que siempre echaba el cerrojo a las puertas de la lavandería cuando trabajaba de noche, había entrado por el tragaluz. Pero éste era pequeño, co-

El cuadro de René Magritte "La búsqueda infinita" (1953) sugiere el misterio de la bola de acero que un día fue robada o desapareció por los aires.

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Revelaciones inexplicables Un antídoto limitado, aunque fascinante, para los crímenes inexplicables son los ejemplos de soluciones y revelaciones inexplicables. Hay considerable información sobre el tema, y, en algunos casos, desacuerdo en cuanto al auténtico valor de los "dotados" y videntes que aseguran ser capaces de resolver crímenes y encontrar, por medio de la percepción extrasensorial, a personas desaparecidas. Pero hay una vidente, un ama de casa de Nueva Jersey, de cuyos poderes la policía local no tiene dudas. A esos investigadores entrenados y concienzudos, las dotes psíquicas de Dorothy Allison deben de parecerles cosa de otro mundo. Su don consiste en ver sucesos, lugares y situaciones en su imaginación, como proyectados en una pantalla de TV. Esas visiones responden a veces a preguntas concretas acerca de una persona desaparecida. Otras viene a su mente, sin desearlo, la "noticia" de una tragedia. Fue uno de estos casos eI que la hizo entrar por primera vez en contacto con la policía. A las seis de la mañana del 3 de diciembre de 1967 se despertó de un sueño en el que había visto el cuerpo de un muchacho aprisionado en una tubería. Al cabo de varios días de estar preocupada por ello, decidió informar a la policía de Nutley (Nueva Jersey), la que averiguó que el niño de cinco años Michael Kurcsics se había ahogado en el río Third unas dos horas después del sueño, pero su cuerpo aún no había sido encontrado. La señora Allison confesó también que era "dotada", pero dado que los periódicos habían informado ya de la tragedia, la policía no la tomó muy en serio. Sln embargo, al ser interrogada, la señora Allison reveló detalles de la indumentaria del niño que no se habían publicado en los periódicos y ofreció el sorprendente dato de que llevaba los zapatos cambiados de pie. El policía encargado del caso, Donald Vicaro, solicitó la ayuda del doctor Richard Ribner, un psiquiatra de Nueva York. Éste sumió a la señora Allison en un estado semihipnótico, en el que reveló que veía el número 8, una escuela con una barda alrededor, una casa gris, una serie de oficinas con letras doradas en la puerta y una fábrica. El 7 de febrero fue encontra-

MUTILACIÓN DE GANADO

No cabe duda de que numerosas reses, y en ocasiones otro tipo de ganado, fueron encóntradas mutiladas en los años setenta en las vastas planicies del Oeste de los Estados Unidos. Sin embargo, hay una enconada controversia en cuanto a si fue obra de depredadores naturales ó de agentes desconócidos. A cóntinuación ofrecemós algunos casos.

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La "dotada" Dorothy Allison no puede explicar cómo ve en su mente, con tanta claridad, personas y su-

cesos desconocidos. Pero en varias ocasiones su don ha ayudado a localizar a personas desaparecidas. do el cadáver del niño en un estanque alimentado por el río Third, a unos cinco kilómetros del lugar donde había caído. AI presentarse allí Vicaro, quedó asombrado al ver la Escuela Pública No. 8, rodeada de una barda, una casa gris y una fábrica con un estacionamiento. Todos los detalles dados por Dorothy Allison, incluidos los zapatos cambiados de pie, eran exactos. Se supo más tarde que en la corriente que alimentaba el estanque se habían instalado grandes tubos, sobre los que se había improvisado un puente. Posiblemente el cuerpo del chico había quedado encajado en uno de los tubos durante algún tiempo. En otra ocasión, en el consultorio del doctor Ribner, Dorothy le dijo que un joven que estaba en la sala de espera tenía una pistola y pensaba suicidarse. También había notado que poseía grandes facultades y triunfaría una vez superada su enfermedad. Más tarde, durante su sesión con el médico, el joven admitió tener la pistola y estar pensando en usarla. Disuadido de su empeño, continuó con la terapia, y más tarde triunfó como diseñador industrial.

Vaciado, pero ¿por quién? El preludio a lo que después llegó a ser una larga y espantosa cadena de mutilaciones de ganado fue la misteriosa muerte, en 1967, de un caballo llamado Snippy. Se trataba de un animal de silla castrado, de tres años, propiedad de Berle Lewis y su esposa, de Alamosa (Colorado, E.U.A.), que pastaba en el rancho del hermano de la señora Lewis, a pocos kilómetros de allí.


Otro de sus éxitos fue el de la hija de Charles Little Eagle, joven de 18 años desaparecida el 6 de noviembre de 1975. El padre denunció la desaparición, pero al cabo de dos días recurrió a Dorothy Allison. Ésta le dijo inmediatamente que su hija estaba sana y salva, y que vivía en una casa de mala nota con una puerta roja yel número 106, 186 ó 168. Dijo también que la casa sería encontrada antes del 21 de enero y añadió: "Una cosa más. Va usted a ser abuelo." Más adelante, un investigador privado contratado para encontrar a la muchacha pidió ayuda a Dorothy. Ésta se subió a un coche con el detective y un colega, y los guió por un laberinto de calles neoyorquinas y después hasta Brooklyn, donde de repente dijo: "Tenemos que buscar algo relacionado con taxis. Y algo relacionado con el nombre de un presidente." Encontraron la calle Monroe, y los guió por ella hasta dar la vuelta a la esquina. En la calle siguiente encontraron una casa con el número 186, en la que había una oficina con vista a la calle que tomaba llamadas para un servicio de taxis. La mujer-que atendía el servicio negó que la muchacha desaparecida estuviese dentro. Dorothy estaba segura de lo contrario. El 21 de enero, Charles Little Eagle pidió a Dorothy que fuese a la casa con él para ayudarlo a recuperar a su hija. "Hoy no", dijo Dorothy. "No quiero verme envuelta en un accidente. Iré con usted mañana." El padre y los 'dos investigadores decidieron no esperar y, mientras iban hacia Brooklyn, otro coche patinó en el hielo y se estrelló contra el automóvil de ellos. Sufrieron magulladuras, pero el coche quedó destrozado. Al día siguiente Dorothy los acompañó. Encontraron a la chica y, efectivamente, estaba embarazada, aunque no lo estaba todavía en la fecha en que Dorothy había dicho al padre que iba a ser abuelo. Dorothy, cuya madre era también vidente, ha tenido conciencia de sus dotes desde la infancia. Directa y sincera, no puede explicar sus poderes ni cree interesante especular sobre ellos. Se niega a aceptar dinero por su tiempo y esfuerzos. "Si he sido bendecida con este don", dice, "estaría mal utilizarlo para algo que no sean fines humanitarios."

Snippy fue visto por última vez la noche del 7 de septiembre, tan fogoso y retozón como de costumbre. Les preocupó que a la mañana siguiente no se presentase para recibir su acostumbrada ración de grano y agua, y la segunda mañana que ocurrió esto empezaron a buscarlo. Apareció muerto en una pradera a unos cuatrocientos metros de la casa. El animal, acostado sobre el lado izquierdo, presentaba un aspecto horrible. Su cuello parecía haber sido cortado en re-

dondo hasta el hueso, como con un cuchillo afilado, y le faltaba la carne de la espalda. De la cabeza no quedaba más que el cráneo. Al sureste y al noroeste del cuerpo había varias manchas oscuras en el suelo. Dos matorrales cercanos al animal estaban aplastados, y cerca de uno de ellos había pequeños hoyos que no parecían naturales. En uno de los matorrales, la señora Lewis descubrió un trozo de crin del caballo. Lo más notable era la total ausencia de huellas —ni siquiera las de Snippy— dentro de un radio de treinta metros en torno al caballo muerto. Más allá, el rastro parecía demostrar que otros dos caballos habían ido corriendo con Snippy hasta cierto lugar, donde se apartaron de él para correr hacia la casa del rancho. Las huellas de Snippy parecían continuar un breve trecho y luego se detenían, aproximadamente treinta metros antes de donde yacía su cuerpo. En el chaparrón de noticias acerca del horrible caso, se dijo que al cadáver le faltaban la sangre, el líquido cerebroespinal y el tejido cerebral, y que los órganos internos habían desaparecido. Se dijo también que, aunque es sabido que el tejido cerebral se licua rápidamente en un clima cálido, septiembre era muy frío en aquel alto valle. Y, excepto dos coyotes que vinieron a merodear en torno al cadáver una semana después de su aparición, no había rastro de animales carroñeros. Además, la idea de que aves, hormigas y otros depredadores comieran solamente del cuello y la cabeza parecía absurda. Se habló de que se habían visto ovnis en la zona. ¿Habría sido Snippy víctima de uno de ellos? La Aerial Phenomena Research Organization envió a Don Richmond, de Pueblo (Colorado), a estudiar el asunto, pero ni su investigación ni las pruebas de laboratorio que se hicieron proporcionaron la menor pista en cuanto a la causa de la muerte de Snippy. Transcurrió un mes antes de que se hiciese la autopsia completa de los restos. El veterinario Robert O. Adams, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Ciencia Biomédica de la Universidad estatal de Colorado, dijo que no le parecía raro que los órganos internos hubiesen desaparecido, puesto que los animales carroñeros pequeños suelen introducirse en los cadáveres por las aberturas del cuerpo para devorar esas partes. En cuanto a la sangre, su explicación fue que sencillamente se había coagulado, y los tejidos cerebrales se habían licuado y evaporado en el curso normal de la descomposición. Pero el doctor Adams encontró pruebas de una gran infección en el flanco derecho del animal e indicios de que la piel de la espalda "había sido cortada". Pensaba que tal vez alguien había encontrado al caballo sufriendo grandes dolores y le había cortado el cuello para ponerles fin. Lo demás pudieron hacerlo depredadores naturales. Poco después los restos fueron entregados al doctor Wallace Leary, un veterinario que ejercía libremente en Alamosa. Al trabajar sobre el esqueleto, a Leary

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le sorprendió descubrir en el hueso pelviano heridas que eran indudablemente agujeros de bala. Convencido de que alguien le había disparado al animal, supuso que el caballo en su huida había tropezado con una cerca de alambre de púas, que le infligió las heridas encontradas en su cuerpo. El esqueleto de Snippy fue exhibido en el museo Luther Bean del Adams State College de Alamosa. La verdadera historia de la muerte del caballo sigue siendo desconocida. (Esquire, 84:64, diciembre de 1975; Penthóuse, 12:121-22, septiembre de 1980; Kenneth Ivl. Rommel, hijo, Operation Animal Mutilation, págs. 172-75; Ronald D. Story, ed., Encyclopedia óf UFO's, págs. 338-39) 1•111~11111111111111~~ ~1~ MINE imoissm Elmo gias alMINIMIN mes III MEM 3w,IWI ~si sw noill MIME ~O

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Los restos mutilados del caballo Snippy, cuyo esqueleto vemos arriba, fueron descubiertos en un terreno limpio de huellas. No se encontró explicación para su muerte.

Varios funcionarios del Departamento de Seguridad Pública de Texas examinaron el lugar de la mutilación, y encontraron que en torno a la ternera muerta la vegetación había sido curiosamente aplastada, y formaba dibujos o marcas en forma de hoja dispuestos en círculos concéntricos, como bajo el impacto de una fuerte corriente de aire procedente de lo alto. A unos cuarenta metros de la ternera muerta aparecían las mismas marcas en forma de hoja en una zona circular de unos diez metros de diámetro. (Michael D. Albers, The Terror, págs. 54-55) Doble golpe En Whiteface (Texas), en una zona donde se había se-

ñalado la presencia de ovnis durante semanas a principios de 1975, la policía examinó una novilla mutilada que el ranchero Darwood Marshall había encontrado el 10 de marzo dentro de un círculo de vegetación aplastada de unos diez metros. El cuello del animal estaba retorcido de modo que su cabeza apuntaba grotescamente hacia el cielo, le faltaban la lengua y los órganos externos, y el ombligo parecía haber sido arrancado. No se encontraron huellas de sangre cerca de la ternera. Pocos días antes, Marshall había descubierto un novillo mutilado en un círculo de trigo verde chamuscado. El alguacil Richards, al examinar si había radiación en el lugar, obtuvo una lectura positiva, y pidió ayuda a la base de las fuerzas aéreas de Reese. Sus exámenes revelaron que en ese lugar la radiación era sólo un 0.5 por ciento mayor de lo normal, diferencia no i mportante ni peligrosa. Pero lo que al alguacil Richards le hubiera gustado saber era por qué existía esa diferencia y qué era lo que había chamuscado aquel círculo de trigo. (Michael D. Albers, The Terror, págs. 55-56) La maleta azul

Cirugía geométrica

En el otoño de 1974 un granjero de Minnesota (E.U.A.) encontró en sus tierras una vaca muerta y descubrió que le faltaban la ubre, los órganos sexuales y una oreja. Según el granjero, la ubre le había sido extirpada mediante una incisión en forma de rombo. (Esquire, 84:62, diciembre de 1975) Visitas indeseadas

Muchos granjeros del Oeste de los Estados Unidos pensaban que los responsables de las muertes del ganado eran extraterrestres en naves espaciales, y numerosos avistamientos de ovnis en zonas donde habían ocurrido tales mutilaciones parecieron confirmar sus sospechas. Por ejemplo, a principios de 1975 se vio cerca de Cooperas Cove (Texas) una luz anaranjada que se cernía sobre el campo la noche en que una ternera fue mutilada. Algunos testigos dijeron que habían visto haces de una luz blanquiazulada que iban de un ovni al suelo.

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Mientras atravesaba sus tierras un día de finales de verano de 1975, un ranchero de Colorado (E.U.A.) vio en el suelo una maleta azul de plástico. Al abrirla encontró una oreja de vaca, una lengua y un escalpelo. Aquello parecía ser la primera clave de lo que muchos rancheros habían empezado a sospechar: que los responsables de las mutilaciones de ganado eran adeptos a algún culto satánico. Según Carl Whiteside , de la Oficina de Investigación de Colorado, muchas reses mutiladas fueron enviadas a la facultad de veterinaria de la Universidad estatal de Colorado, pero sólo seis "eran lo bastante recientes para permitir la autopsia". Aunque las seis habían muerto por causas naturales, se pensó que cinco de ellas habían sido mutiladas después por seres humanos. Whiteside, que acababa de regresar de una reunión de 300 rancheros en Kiowa , en el condado de Elbert, dijo que los hombres de Colorado están literalmente en armas... Lo que los tiene perplejos y asustados es que alguien pueda entrar en


su rancho y despedazar a un animal sin dejar rastro. Lo que nos tememos es que cualquier día se nos presente un caso de asesinato: una persona se queda sin gasolina, va a pedir ayuda a un rancho y de repente esos hambres asustados acaban cometiendo un asesinato.

(Esquire, 84:65, diciembre de 1975) ¿Entrega aérea? Aunque no se encontraron pruebas que permitieran relacionar la presencia de helicópteros con las mutilaciones de ganado, muchos rancheros estaban convencidos de la intervención de algún tipo de avión, porque a menudo el ganado muerto parecía haber caído desde lo alto. En agosto de 1975, el alguacil W.L. McDonald, del condado de Washington (Colorado, E.U.A.), dijo a los reporteros que había examinado una novilla mutilada que parecía haber sido arrojada a un estanque desde una altura de varios metros. En el condado de Park, dos vacas mutiladas fueron descubiertas en un prado cuya puerta estaba cerrada con candado. Según el alguacil Norman Howey, las vacas "no podían estar donde fueron encontradas a menos que las hubiesen lanzado desde un avión". No había huellas extrañas cerca de los cuerpos. (Michael D. Albers, The Terror, pág. 59; Fredrick W. Smith, Cattle Mutilation: The Unthinkable Truth, pág. 16) Los encapuchados

En septiembre de 1975, un empleado del servicio forestal dijo haber visto a varias personas con túnicas negras con capucha cerca de Cove Creek, en el condado de Blaine (Idaho, E.U.A.). Al día siguiente se encontraron reses mutiladas en la zona, y la policía buscó sin resultado a los supuestos adeptos a algún extraño culto. El 9 de octubre, un automovilista dijo a la policía que cuando iba por la Autopista 95, al norte de Idaho, a eso de las 3:30 de la madrugada, unas quince personas enmascaradas le cerraron el paso con los brazos entrelazados. Consiguió dar la vuelta y escapar. (Michael D. Albers, The Terror, págs. 86-87) Una incisión perfecta El 21 de octubre de 1975, un bisonte hembra de 700

kilos apareció muerto en su recinto del zoológico de la montaña de Cheyenne, en Colorado (E.U.A.). Le habían cortado una oreja y la ubre, tenía los genitales mutilados y le faltaba un trozo de pellejo, cuadrado, de 60 centímetros de lado. Las únicas huellas encontradas en torno al cadáver fueron las de otros animales del corral, en el que había unos 50 bisontes y 10 alces americanos. "No hay duda", dijo Dan Davis, director del zoológico, "de que el animal fue mutilado con algún tipo de instrumento cortante manejado por el hombre." La autopsia que le hizo al bisonte el veterinario del zoológico, Rodney C. Walker, descartó un ataque de

depredadores y no reveló ningún indicio de enfermedad mortal. En cambio si descubrió un hecho curioso: la sangre del animal muerto era anormalmente delgada, como si le hubiesen administrado un anticoagulante. "Era muy, muy extraño", dijo el doctor Walker. "Había una cantidad excesiva de fluido serosanguineo (impregnado de sangre) en las cavidades abdominal y torácica, que se había infiltrado en los tejidos del cuerpo e incluso en los globos oculares." El cadáver fue examinado también por el investigador del condado de El Paso, Dr. Raoul W. Urich, quien halló que el pellejo que faltaba había sido arrancado sin daño para los tejidos subyacentes. "El corte fue hecho limpiamente, y sin duda con un instrumento muy afilado. La disección era de un tipo que descarta cualquier especie de depredador. Yo mismo no lo hubiese hecho mejor. Fue realmente un trabajo de experto." El doctor Urich dijo también que el cuerpo fue encontrado no más de 24 horas después de la muerte del animal. La noche había sido fria, lo que retrasó la descomposición, y los restos estaban por ello en buenas condiciones cuando se hizo la autopsia. (Fredrick W. Smith, Cattle Mutilation: The Unthinkable Truth, págs. 11-12' Huellas de lo desconocido

Un "misterioso rastro de señales de succión como de ventosas" llamó la atención del inspector ganadero y del policía que investigaban un caso clásico de mutilación de ganado en el condado de Río Arriba (Nuevo México, E.U.A.). El incidente, en el que apareció una vaca de tres años a la que le faltaban los órganos sexuales, la lengua y una oreja, fue denunciado por un ranchero de la comarca de Dulce el 13 de junio de 1976. El 15 de junio, The Albuquerque Tribune decía que las marcas eran como las de un tripié, de unos 10 centímetros de diámetro y separadas unos 70 centímetros una de otra. Las huellas terminaban a unos 150 metros del animal muerto, según dijo el policía, "como si quienes fueron hubieran aterrizado en ese punto, ido hasta la vaca y vuelto otra vez a él". Al día siguiente de la visita de los investigadores, proseguía la información, el ranchero regresó y "encontró nuevas marcas encima de las huellas dejadas por las ruedas de su camión el día anterior". En la comarca de Dulce ocurrieron en 1978 varios incidentes parecidos. ( The Albuquerque Tribune, 15 de junio de 1976; Kenneth M. Rommel, hijo, Operation Animal Mutilation, págs. 12-13) ¿Un "ovninauta" cuidadoso?

Un toro muerto, "con partes de su cuerpo cortadas y tiradas allí cerca", fue encontrado una mañana de 1976 por Manuel Gómez mientras manejaba por su rancho, cercano a la ciudad de Dulce (Nuevo México). Gómez, perplejo, fue a la ciudad en busca del agente de policía del estado, Gabe Valdez. Al volver poco después adonde estaba el toro, los dos hombre descubrie-

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ron que los trozos cortados habían desaparecido y que al cadáver le faltaban nuevos pedazos. Gómez vio también "huellas como de vainas de chícharos sobre las de las ruedas de su camión". Howard Burgess, fotógrafo y periodista profesional de las revistas Popular Mechanics y Prevention, y que llegó al rancho 48 horas después de la "matanza", tomó un rollo de fotos en blanco y negro. Para su asombro, dos de las veinte fotos, "separadas por otras nueve tomas, mostraban dos pequeños puntos redondos en el cielo. La relación entre ambos cambia de una foto a la otra". Las demás fotos del rollo mostraban sólo "un cielo vacío sobre el campo donde fue encontrada la res mutilada". Burgess dijo que esos

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Según Howard Burgess, las manchas redondas que aparecen en el cielo no eran visibles a simple vista cuando tomó esta foto. Algunos sospecharón que estaban relacionadas cón las extrañas muertes de ganado. puntos en el cielo no eran visibles a simple vista. "Podría ser un defecto de la película, pero es la primera vez que me ocurre." (Albuquerque News, 21 de febrero de 1979) Preferencia por las orejas En enero de 1977, The Jasper County News de Mississippi informó que algo había estado devorando las orejas de varios cerdos vivos. A una de las víctimas, propiedad de Joseph Dickson, de la comunidad nazarena, se las habían cortado tan limpiamente que el trabajo podía muy bien haber sido hecho con tijeras. A la noche siguiente otro cerdo fue atacado en un corral, y un tercero a la otra. La tercera noche, Dickson vio a un animal en el corral. Según dijo, era mayor que el pastor alemán más grande, y podía saltar más alto que cualquier perro del mundo. Una semana más tarde, un vecino, Calvin Martin, se encontró con que las orejas de sus marranas habían sido arrancadas de cuajo. (The Jasper County News, 12 y 19 de enero de 1977) ¡Otra cosa! "Ya sean humanos u otra cosa, castraron a ese animal, y no fue ni una vaca, ni un caballo ni un depre-

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La policía de Nuevo México se vio perpleja ante la falta de huellas alrededór de los restos de reses mutiladas que investigaba. Aquí examinan una vaca encontrada muerta en 1978. dador lo que dejó esas huellas", aseguró el policía que investigó el caso, quien declaró estar "hecho un lío". La víctima era un toro de once meses, encontrado muerto y despojado de los órganos sexuales y el recto el 24 de abril de 1978. Casualmente, su propietario era el mismo ranchero de Dulce (Nuevo México) que había denunciado la mutilación de una vaca dos años antes. Según informaba el Albuquerque Journal, las huellas eran semejantes a las encontradas en el rancho en 1976. Diversas personas de la zona dijeron haber observado extrañas luces en el cielo a la hora en que se supuso que había ocurrido el hecho, y el funcionario del Departamento de Caza y Pesca dijo haber visto "una gran luz anaranjada en la oscuridad, a lo largo de un risco que hay enfrente, al sur del prado". (Kenneth M. Rommel, hijo, Operation Animal Mutilation, pág. 14) Helicópteros amenazadores La noche del 8 de abril de 1979, dos funcionarios de la reserva apache estaban de patrulla no lejos de Dulce (Nuevo México) cuando vieron una misteriosa aeronave "que se cernía a unos 15 metros del suelo con un poderoso foco dirigido hacia el ganado". Un tercer policía de la zona observó también la nave, que, dijo, "tenía que estar relacionada con la serie de recientes mutilaciones de ganado en la comarca". La nave no llegó a ser identificada, pero una persona dijo que tenía entendido que el ejército había construido un helicóptero a reacción relativamente silencioso para utilizarlo en Vietnam, y sugirió que se trataba de uno de ellos. Cinco años antes, el 15 de julio de 1974, Robert Smith, hijo, vio un helicóptero blanco y un bimotor negro. El helicóptero abrió fuego sobre Smith mientras éste manejaba un tractor en su granja de Honey Creek (Iowa), no lejos de la frontera de Nebraska.


Mutilación de ganado: ¿Una explicación? En los Estados Unldos, los atribulados rancheros de más de una docena de estados no sabían cómo explicarse la oleada de mutilaciones de ganado que tuvieron lugar durante Ios años setenta. Los que estaban convencidos de que no era obra de depredadores su gerían que se debía a agentes desconocidos, tales como sectas religiosas o satánicas, seres extraterrestres e incluso el ejército, sospechoso de llevar a cabo experimentos secretos con los animales durante la noche. En la primavera de 1979, el senador Harrison Schmitt, de Nuevo México, convocó a una audiencia pública en Albuquerque para examinar el problema. El resultado fue una subvención de 44 000 dólares para investigar los hechos. Dirigió la investigación Kenneth M. Rommel, hijo, un ex agente del FBI con fama de sagaz y competente, y durante ella él y sus colaboradores examinaron 27 supuestas mutilaciones que tuvieron lugar en Nuevo México durante ese periodo, revisaron los informes de 90 anteriores y buscaron la ayuda de los gobernadores, policías y veterinarios de otros estados. Rommel se encontró con que el caso de mutilación clásico presentaba, entre otras características, la extirpación mediante "cirugía de precisión" de partes del animal muerto (los órganos sexuales, un ojo, una oreja, la lengua y —en las hembras— la ubre), el vaciado del recto y la falta de sangre en el cadáver. Al cabo de un año de trabajo, afirmó que todas las mutilaciones que había investigado "correspondían a lo que uno esperaría encontrar tras una depredación normal, la actividad de los animales carroñeros y la normal descomposición de todo animal muerto". Creía que esto era también cierto para "la mayoría de las otras mutilaciones denunciadas". La explicación basada en la acción de depredadores y carroñeros puede resumirse como slgue: En primer lugar, los carroñeros suelen cebarse en los órganos externos y otras partes blandas del cadáver antes que en las demás, simplemente porque son más accesibles. Algunos depredadores —los coyotes, por ejemplo— tienen dientes que pueden cortar limpiamente la carne, contribuyendo así a dar la impresión de "precisión quirúrgica", y las moscas azules, al actuar sobre las heridas hechas por otros carroñeros, pueden limpiar los bordes de un modo que completa el efecto quirúrgico. De modo semejante, el supuesto vaciado del recto era atribuido a una combinación de la actividad de

los carroñeros y el proceso de descomposición corporal. En cuanto a la ausencia de sangre, también se demostró que era natural: en un animal muerto, la sangre afluye por gravedad a las partes más bajas del cuerpo y se coagula allí. En los casos en que faltaba un

En 1979, el senador Harrison Schmitt convocó a una audiencia pública para que se investigaran los cientos de muertes de ganado, inexplicables aunque extrañamente semejantes, que asólaron su estado y otros más en los años setenta.

ojo o una oreja, Rommel señalaba que esto ocurría siempre en el lado del animal que quedaba hacia arriba, y que por tanto era accesible. Por último, decía Rommel, los testigos habían sido con frecuencia muy imprecisos en sus relatos. ¿Cómo explicarlo, cuando muchos de ellos eran rancheros veteranos, acostumbrados a encontrar ganado muerto y a ver los resultados de la acción de los carroñeros y depredadores? Según el profesor James R. Stewart, de la Universidad de Dakota del Sur, las historias sobre mutilación de ganado eran un caso de ilusión colectiva, fomentada por la tensión, la ansiedad y las confusas declaraciones de veterinarios y policías, y también en parte por la afición del público a las historias de sangre, misterio y conspiración. Sin embargo, Rommel no toma en cuenta el caso del bisonte mutilado en el zoológico de la montaña de Cheyenne en 1975, al que le habían quitado un trozo de pellejo de 60 centímetros de lado sin dañar el tejido subyacente. Este fue sólo uno de los casos en que los cadáveres mostraban limpias incisiones cuadrangulares. Es evidente que los depredadores no comen con arreglo a normas geométricas ni acostumbran desdeñar la carne que hay debajo del pellejo. También es difícil explicar el hallazgo que hizo en 1975 el alguacil George Yarnell, del condado de Elbert (Colorado), de una ubre cuyo contenido natural había sido extraído y reemplazado por arena. Y en febrero de 1976, también en Colorado, el descubrimiento de una ternera mutilada que tenía en la boca tiras de

papel metalizado de las que dejan caer los aviones para confundir al radar enemigo, al parecer muy semejantes a las utilizadas por las fuerzas aéreas de los Estados Unidos. Y, sin embargo, según la teoría de los depredadores, estaban en un error los rancheros y las asociaciones de ganaderos, por lo que no se tomó en cuenta su testimonio. La divergencia de puntos de vista queda expresada en este diálogo entre un ranchero y Rommel. Apegado cada cual a su teoría, el ranchero argüía: "Si esto lo hicieron los coyotes, lo hicieron con cuchillos." A lo que Rommel replicó: "Yo digo que si lo hicieron cirujanos, lo hicieron con los dientes."

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Ninguno de los dos aparatos tenía matrícula, como exige la ley, y la policía fue incapaz de encontrarlos. La presencia y el comportamiento agresivo de helicópteros sin marcas de identificación cerca de numerosos lugares donde han ocurrido mutilaciones aumentó el temor de muchos rancheros de que los miembros de alguna secta estaban reuniendo los órganos y la sangre del ganado muerto para utilizarlos en sus ritos. (Michael D. Albers, The Terror, págs. 13-15; Kenneth M. Rommel, hijo, Operatión Animal Mutilation , págs. 22-23; Fredrick W. Smith, Cattle Mutilation, pág. 21)

La Policía Montada no habla

La Real Policía Montada del Canadá de Calgary (Alberta) tuvo la certeza de que una secta estaba mutilando ganado en su zona. Durante su investigación de tres casos en junio de 1980, dijeron que dos de los cadáveres mostraban "las características de los observados el otoño pasado", a los que les faltaban los órganos externos. Los Mounties no quisieron decir dónde habían ocurrido los tres casos ni dar más detalles. (The New York Times, 5 de junio de 1980) DEMONIOS Y EXORCISMOS

Por razones desconocidas, a veces algunas persónas perfectamente normales muestran de prontó un cambio impresionante de su modó de ser. Empiezan a comportarse de manera violenta y en apariencia inhumana. Pueden arrojar sustancias fétidas, proferir blasfemias increíbles, emitir extrañós sonidos animales y hacer toda clase de contorsiónes. En algunos medios, tales actos son considerados prueba de que están poseídas por el Demonio, y para eso el único antídoto es el rito del exorcismo.

Las contorsiones del Diablo

En 1865, en la pequeña ciudad de Illfurth, en Alsacia (Francia), algo horrible irrumpió en las vidas de Joseph y Theobald Bruner, de 8 y 10 años respectivamente, hijos de un granjero. De acuerdo con la documentación conservada y el relato del párroco Karl Brey, los primeros indicios de que a los chicos les ocurría algo grave fueron su fascinación por las cosas diabólicas y su aversión por todo lo religioso: Cuando estaban acostados, acostumbraban voltearse hacia la pared, pintar en ella horribles caras del Demonio y después hablarles y jugar con ellas. Si mientras uno de los posesos estaba dormido se ponía un rosario en su cama, inmediatamente se escondía bajo las sábanas y se negaba a salir mientras no se lo quitaran. Más extraordinarias eran las contorsiones físicas que experimentaban Ios chicos. Entrelazaban sus piernas cada dos o tres horas de un modo antinatural. Las anudaban de manera tan intrincada que era imposible separárselas, y sin

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embargo ellos podían desenredarlas de repente con la velocidad del rayo. A veces se echaban hacia atrás y se apoyaban simultáneamente en la cabeza y las piernas, con el cuerpo arqueado. Ninguna presión exterior era suficiente para devolver sus cuerpos a una posición normal, hasta que el Diablo creía conveniente conceder a esos objetos de sus tormentos alguna paz temporal. Por éstas y otras extrañas manifestaciones, el padre Brey estaba convencido de que los hermanos eran víctimas de posesión demoniaca. A veces, sus cuerpos se hinchaban como si estuviesen a punto de estallar. Cuando esto ocurría, el muchacho vomitaba, y de su boca salían espuma amarilla, plumas y algas. A menudo sus ropas estaban cubiertas de plumas malolientes... Por muy a menudo que les cambiasen de camisa y de ropa exterior, aparecían nuevas plumas y algas. Esas plumas, que cubrían sus cuerpos de modo inexplicable, llenaban el aire de un hedor tal que había que quemarlas... Para quien quisiera mayores pruebas de que los muchachos eran presa de un poder sobrenatural, ahí estaban sus frecuentes demostraciones de clarividencia. Theobald predijo con acierto en varias ocasiones la muerte de alguna persona. Dos horas antes de la muerte de una tal Frau Müller. el muchacho se arrodilló junto a su cama e hizo como que tocaba a muerto. Otra vez hizo lo mismo durante una hora. Cuando le preguntaron por quién tocaba, respondió: "Por Gregor Kunegel." La hija de Kunegel estaba precisamente de visita en la casa, y sorprendida y enfadada dijo a Theobald: "Eres un mentiroso. Mi padre ni siquiera está enfermo. Está trabajando en la construcción del nuevo seminario." Theobald respondió: "Puede ser, pero acaba de sufrir una caída. ¡Vete y pregunta!" Los hechos confirmaron sus palabras. El pobre hombre se había caído del andamio y se había desnucado, precisamente mientras Theobald hacía como si tocase la campana. Nadie en Illfruth conocía del accidente. Cuando sus padres y el párroco decidieron que el exorcismo era el único medio eficaz de ayudar a los chicos, Theobald fue enviado al orfanato de St. Charles, en Schiltigheim, cerca de Estrasburgo. El establecimiento estaba regido por monjas, y el superior era cierto padre Stumpf. Durante los tres primeros días, Theobald —la entidad diabólica— guardó silencio, pero al cuarto dijo: "He venido y estoy furioso." Una de las monjas preguntó: "¿Y quién eres tú?" A lo que una voz no humana respondió: "¡ Soy el Señor de las Tinieblas!" Más adelante también Joseph fue enviado al orfanato. Durante el prolongado periodo de exorcismo llevado a cabo por el padre Stumpf, la posesión demoniaca de los dos hermanos se manifestó de diversos mo-


Exorcizando al demonio

San Wolfgang de Ratisbona, obispo alemán del siglo x, aparece aquí enfrentándose al Diablo, a quien se atribuía el poder de inmiscuirse en la vida cotidiana.

cargo al desgarrarse los vestidos, romper una de las columnas de su cama, gruñir como un animal y conversar con seres invisibles. En un momento de lucidez, dijo: "Por favor, hermana, llame al padre Erasmus. Tengo que confesarme y decirlo todo. Pero dése prisa o Satán me matará. ¡Me tiene en su poder! No llevo nada bendecido; he tirado todas las medallas que usted me dio." Ese mismo día, más tarde, volvió a decir: "Me has traicionado. Me habías prometido días de gloria, pero ahora me tratas cruelmente." Hasta que no empezaron estos arrebatos, los sacerdotes y las monjas de la escuela misionera de la Orden de Marianhill en Umzinto, a unos ochenta kilómetros al sur de Durban (África del Sur), habían considerado a Germana una joven normal y saludable, aunque un tanto excéntrica. A medida que empeoraba su estado, Germana empezó a mostrar los síntomas por los que la Iglesia católica identifica los casos de posesión demoniaca. Por ejemplo, el agua bendita la quemaba cuando la rociaban con ella o se la daban a beber, pero cuando la rociaban con agua común y corriente con que habían llenado a escondidas la pila, simplemente se reía. Daba grandes quejidos cuando le acercaban una cruz, y podía descubrir la presencia de un objeto religioso aunque hubiera sido envuelto a conciencia o escondido de cualquier otro modo. Empezó a manifestarse también en Germana una clarividencia de mayor alcance. Podía describir los detalles cotidianos del viaje de un clérigo desde África hasta Roma, incluidas las direcciones de los lugares donde paraba a lo largo del camino; y, para avergonzar a un joven que se burló de ella, reveló detalles escandalosos de su vida privada, con fechas, ocasiones y nombres. Entre las manifestaciones físicas de Germana su confesor citó numerosos casos de levitación:

dos. Por ejemplo, ambos se vieron infestados de piojos de cabeza roja, que se multiplicaban tan rápidamente que tres o cuatro personas con cepillos y peines eran incapaces de hacerles frente. Al fin el sacerdote vertió agua bendita sobre la plaga y desaparecieron. En conjunto, la posesión de Theobald y Joseph Bruner duró cuatro años, hasta que al fin se vieron liberados mediante los ritos de exorcismo. Theobald murió dos años después, el 3 de abril de 1871, cuando tenía 16 años. Joseph, cuyos síntomas habían sido más leves, falleció en 1882. ( Demon Children, Martin Ebon, ed., págs. 131-39)

Germana flotaba a menudo hasta a metro y medio del suelo, unas veces verticalmente, con los pies hacia abajo, y otras horizontal, con el cuerpo flotando sobre su cama. Permanecía en una postura rígida, y ni siquiera la ropa le caía hacia abajo, como hubiera sido normal; por el contrario, sus vestidos seguían pegados a su cuerpo y sus piernas. Si la rociaban con agua bendita, descendía inmediatamente, y su ropa caía suelta sobre la cama. Este fenómeno tuvo lugar en presencia de testigos, incluidos extraños. Aun en la iglesia, donde todos podían verla, flotaba por encima de su asiento. Algunos trataban de hacerla bajar a la fuerza, jalándola de los pies, pero era imposible.

Un pacto con Satán Cuando Clara Germana Cele tenía 16 años hizo un pacto con Satán, o al menos eso le dijo a su confesor, el padre Erasmus Hórner , en la escuela misionera a la que había asistido desde que tenía cuatro años. En las semanas que siguieron a su confesión, Germana empezó a comportarse extrañamente, y el 20 de agosto de 1906 alarmó a las hermanas que la tenían a su

Otra curiosa propiedad física que asombraba a los sacerdotes y monjas presentes era su capacidad para transformarse en un ser con aspecto de serpiente. Todo su cuerpo se volvía tan flexible como el hule, y se retorcía por el suelo. A veces su cuello parecía alargarse, aumentando así la impresión como de serpiente que daba. En una ocasión, mientras la estaban sujetando, se tiró como un rayo a una monja arrodilla103


da frente a ella y la mordió en el brazo. La herida mostraba las señales de los dientes de Germana y una pequeña punción roja semejante a la mordedura de una serpiente. El 10 de septiembre de 1906 se concedió el permiso para el exorcismo de Germana, que llevarían a cabo el padre Erasmus, su confesor, y el padre Mansuet, rector de la misión. Los ritos comenzaron por la mañana, duraron hasta mediodía, se iniciaron de nuevo a las 3 y prosiguieron hasta bien entrada la noche. A la mañana siguiente empezaron a las 8 y duraron hasta las 10. Bajo la intensa presión de los dos exorcistas, el demonio dijo que indicaría su marcha mediante un acto de levitación, lo que ocurrió ante 170 testigos en la capilla de la misión. Después se rezaron oraciones de acción de gracias. En enero de 1907, en ausencia del padre Erasmus, Germana sufrió una recaída e hizo un nuevo pacto con el Diablo. El 24 de abril comenzó un nuevo exorcismo. Duró dos días y tuvo éxito; la marcha definitiva del Demonio quedó señalada por un olor de una fetidez incomparable. (Demón Children, Martin Ebon, ed., págs. 154-64; Adolf Rodewyk, Possessed by Satan, págs. 120-27) La hija del Demonio

La víctima de uno de los casos más conocidos de posesión demoniaca registrados en los Estados Unidos del siglo xx fue una mujer del Medio Oeste cuyo nombre nunca se hizo público. De niña había sido muy piadosa, pero cuando tenía 14 años, voces blasfemas interrumpían sus prácticas religiosas, asustándola y avergonzándola. En los años siguientes fue examinada por varios médicos, quienes, al no encontrar ninguna enfermedad o anormalidad físicas, concluyeron unánimemente que su personalidad no era nerviosa ni histérica, que era "normal en el sentido más pleno". A pesar de este diagnóstico, la que llamaremos Mary empezó a manifestar los conocidos signos de la posesión demoniaca. Se ponía furiosa y echaba espumarajos por la boca cuando la bendecía un sacerdote, y podía decir infaliblemente cuándo un objeto había sido secretamente bendecido o rociado con agua bendita. También comprendía lenguas que nunca le habían enseñado. En 1928, cuando tenía 40 años, Mary accedió a ser exorcizada. Su exorcista fue el padre Theophilus Riesinger, un capuchino de 60 años de la comunidad de St. Anthony, de Marathon (Wisconsin, E.U.A.), hombre de considerable experiencia en la aplicación del antiguo rito. Como lugar del exorcismo, el padre Theophilus eligió un convento franciscano de Earling (Iowa), cuyo pastor, el padre Joseph Steiger, era viejo amigo suyo. En su primera noche en el convento, Mary se puso furiosa cuando se dio cuenta de que le habían rociado la comida con agua bendita. Ronroneaba como gato y se negó a comer, y así siguió hasta que le pusieron delante comida no bendecida.

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A la mañana siguiente, los padres Theophilus y Steiger iniciaron el exorcismo, para el que se había preparado una gran sala. Estaban presentes algunas monjas físicamente fuertes para ayudar, y Mary fue colocada en un colchón sobre una cama de hierro. Apenas había comenzado el exorcismo cuando quedó inconsciente, con los ojos tan fuertemente cerrados que no pudieron abrírselos por la fuerza. En ese estado permaneció durante toda la ceremonia. Se oyó en la sala un chillido, fuerte pero al mismo tiempo al parecer lejano, y a continuación salió de los labios de Mary un alboroto de aullidos y rugidos, como de animales salvajes. "¡Silencio, Satán!", gritó el padre Theophilus, pero el espantoso y torturado clamor no disminuyó. Ni el padre Steiger ni las monjas pudieron soportar mucho tiempo los aullidos ni la vista del cuerpo y el rostro de aquella mujer, horriblemente retorcidos y distorsionados por el ataque. De vez en cuando tenían que abandonar la sala; pero el padre Theophilus, acostumbrado a los gritos de los diablos ante el dolor del exorcismo, permaneció constante y atento todo el tiempo. El exorcismo continuó día tras día, y con él los aullidos, el retorcer de miembros, y los excrementos y vómitos en grandes cantidades. Aunque la víctima sólo había tomado alguna cucharada de leche o agua durante todo el día para sostenerse, a veces vomitaba palanganas llenas de lo que parecían ser tiras de hojas de tabaco u otras materias igualmente dudosas. Al fin el padre Theophilus supo los nombres de los demonios que infestaban a su paciente. Uno de ellos, que dijo llamarse Belcebú, le dijo que Mary había estado poseída desde los 14 años, y había sido maldecida por su padre, que se había incorporado al grupo de demonios posesores tras su muerte y condenación. Este demonio —el padre de Mary, Jacob— habló con el padre Theophilus, revelando que con frecuencia había tratado de forzar a su hija a una relación incestuosa, pero que ella siempre le había resistido y que entonces él le había lanzado la maldición de que fuese penetrada por los demonios para destruir su castidad. Una demonia, que dijo llamarse Mina, en vida la amante de Jacob, se unió al coloquio. Dijo que estaba condenada por haber dado muerte a cuatro de sus hijos. Un cuarto demonio, Judas, confesó que había tratado de impulsar a Mary al suicidio. Fuera lo que fuese lo que se expresaba en esas voces, demostraba a veces un misterioso conocimiento de cosas que Mary no podía saber. En una ocasión, para probarla, pusieron sobre su cabeza un trozo de papel con una inscripción en latín. Las monjas, que creían que era una oración, se sorprendieron al ver que los demonios toleraban su presencia. En realidad, el texto no tenía el menor contenido religioso; pero cuando pusieron en la cabeza de Mary un segundo papel que había sido bendecido en secreto, inmediatamente lo hizo pedazos. A medida que proseguían las penosas semanas de


exorcismo, las relaciones entre los dos sacerdotes se enfriaron, y el padre Steiger empezó a desear no haber permitido nunca que el exorcismo tuviese lugar en su parroquia. Pero el padre Theophilus consideró esto obra del Diablo, que parecía guardar al padre Steiger un especial rencor. —¡Espera —dijo un día una voz demoniaca al padre Steiger— hasta el final de la semana! Cuando llegue el viernes, entonces... Ese día, al volver de visitar a un feligrés enfermo, el padre Steiger, recordando la amenaza del demonio, manejaba con especial cuidado. De pronto, cuando estaba a punto de cruzar un puente sobre un profundo barranco, una nube negra pareció descender sobre su automóvil. No podía ver nada, pero sintió cómo el coche chocaba violentamente contra el pretil del puente y después se balanceaba. Un granjero que araba cerca de allí oyó el choque y acudió corriendo. El sacerdote salió con gran trabajo de entre los restos. No tenía heridas graves, a pesar de que incluso el volante del coche había quedado aplastado. Cuando llegó al convento lo recibió en la sala del exorcismo un coro de risas maliciosas. —¡ Hoy —dijo a gritos el demonio— encogió su brioso cuello y le ganaron por puntos! Lo he puesto en evidencia. ¿Qué me dices de tu coche nuevo, ese elegante automóvil que quedó hecho añicos? ¡Te está bien empleado! Las monjas y el padre Theophilus le preguntaron si era cierto. —Sí, lo que dice es verdad. Mi auto es una completa ruina. Pero a mí no pudo hacerme daño. —Nuestra intención era ir por ti —dijo el demonio—, pero alguien desbarató nuestros planes. Fue la fuerza de tu santo patrón [San José] quien nos lo impidió. (Durante esta y todas las demás conversaciones, los labios de la posesa no se movían; estaba inconsciente y sus labios no se separaban nunca. Las voces parecían venir de su interior.) El solemne exorcismo fue repetido durante dos semanas sin el menor indicio de éxito. El padre Theophilus decidió continuar durante toda la noche, para no dar respiro a Satán (ni a sí mismo). Oró durante tres días y tres noches; pero los demonios se mantuvieron firmes, y al llegar el vigésimo tercer día el padre Theophilus estaba al borde del colapso. Fue entonces cuando empezó a notarse un cambio en la conducta de los demonios. Eran menos agresivos y se quejaban más de las torturas que les infligía el exorcismo. Después, cuando el padre Theophilus les pidió en nombre de la Santísima Trinidad que se marcharan, accedieron. El 23 de diciembre, hacia las 9 de la noche, la posesa se liberó de quienes la sujetaban y se plantó ante ellos. "¡Echadla al suelo! ¡Echadla al suelo!", gritaba el padre Steiger, mientras el padre Theophilus la bendecía y declamaba: " ¡Marchaos, abortos del infierno! ¡Vete, Satán! ¡ Reina el León de Judá!"

Después la rigidez abandonó el cuerpo de Mary, que cayó en la cama. Se alzó un sonido tan penetrante que la habitación vibraba, y a continuación un murmullo de voces que repetían "Belcebú, Judas, Jacob, Mina" cada vez más débilmente, hasta que, tras decir "¡Infierno, infierno, infierno!", desaparecieron. Entonces Mary' se sentó, abrió los ojos, sonrió y dijo: "¡Piedad, Jesús mío! ;Alabado sea Jesucristo!" (Exorcism: Fact Not Fiction, Martini Ebon, ed., págs. 212-45; Rev. John Nicola, Diabolical Possession and Exorcism, págs. 126-31) Un caso trágico En noviembre de 1973, Anneliese Michel, joven estudiante de la Universidad de Würzburg (Alemania Occidental), fue llevada por sus padres a ver al párroco de Klingenberg, donde vivían. Había mostrado tales indicios de comportamiento anormal en la universidad —se negaba a comer y tenía violentos accesos de cólera, en los que gritaba y trataba de atacar a quienes la rodeaban— que sus padres estaban muy preocupados. En opinión del clérigo, Anneliese estaba poseída por los demonios, así que recomendó un exorcismo. Conforme al procedimiento católico, el caso fue investigado por una prominente autoridad en exorcismo y posesión demoniaca, el padre Adolf Rodewyk, jesuita de 81 años. El padre Rodewyk se mostró de acuerdo con el diagnóstico del sacerdote, y por recomendación suya el obispo de la diócesis, padre Josef Stangl, dio permiso para que se llevase a cabo el exorcismo. Los exorcistas elegidos fueron los reverendos Arnold Renz y Ernst Alt. Hasta entonces, Anneliese había recibido durante cuatro años tratamiento médico como epiléptica. El 1° de julio de 1976, tras varios meses de exorcismo, Anneliese murió de desnutrición y deshidratación a la edad de 23 años. Pesaba 31 kilos. El 2 de marzo de 1978, los dos exorcistas y los padres de Anneliese fueron acusados de homicidio por negligencia, basándose en que habían permitido que el estado de su hija empeorase hasta llegar a la muerte sin ponerla en manos de los médicos. El obispo Stangl y el padre Rodewyk, que al parecer no sabían que carecía de asistencia médica, no fueron acusados. En abril de 1978 los dos sacerdotes fueron declarados culpables y se les

Los intentos de expulsar a los demonios que poseían a Anneliese Michel acabaron en tragedia, al suprimirle la asistencia médica durante el exorcismo. Ahora la Iglesia católica alemana exige que siempre que se hagan exorcismos esté presente un médico.

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condenó a penas de seis meses de prisión en suspenso. Para la Iglesia católica, la muerte de Anneliese Michel fue una pesadilla que demostraba los peligros inherentes al ritual del exorcismo y las poco claras distinciones entre la responsabilidad sacerdotal y la médica. En el libro del padre Rodewyk sobre posesión y exorcismo, publicado en 1963, se invita a los sacerdo-

tes a considerar las explicaciones médicas en tos casos de aparente posesión. Una de sus partes se titula ";No pensemos siempre en posesión!". Subrayando la responsabilidad del obispo, el padre Rodewyk dice que "puede nombrar una comisión de teólogos y médicos para emprender nuevas investigaciones" y previene que los exorcistas "deben evitar desempeñar el

¿Posesión, epilepsia o histeria? Para muchos médicos y psiquiatras, el diagnóstico de estaba o curvado en semicírculo o flojo y con posesión demoniaca destila superstición e ignorancia los miembros colgantes. A veces echaba la medievales, y los síntomas que llevan a él están excabeza hacia la derecha o la izquierda, y puestos a un amplio abanico de interpretaciones mécuando la echaba hacia atrás con vehemencia dicas y psiquiátricas o bien a ser descartados como parecía sobresalir de un cuello hinchado. El errores de percepción o alucinaciones. rostro, abotagado, reflejaba alternativamente Otros estados médicos y psicológicos que pueden horror, cólera e incluso furia, y mostraba en su producir síntomas que se confunden con los de la pocoloración tonos violáceos. sesión son la epilepsia, la histeria y la personalidad Uno de los detalles más característicos de esta desmúltiple. Durante un ataque convulsivo, el epiléptico cripción es el del cuerpo "curvado en semicírculo". puede experimentar una gran rigidez muscular y echar A esto se le llama también arco histérico y aparece freespuma por la boca, y a veces balancea rápidamente cuentemente en los casos de posesión. Todos los otros la cabeza de atrás hacia adelante. Puede desfigurársíntomas descritos han sido observados por los exorsele la cara, y un espasmo en los músculos de la garcistas. Además, se sabe también que la aparición de ganta produce extraños ruidos guturales. Durante el marcas lívidas en la piel es producida por la histeria. periodo inmediatamente anterior al ataque, el paciente Entonces, ¿cómo distingue la Iglesia entre histeria y puede experimentar alucinaciones auditiyas y visuaposesión? Si los síntomas surgen en relación con el les y diversas distorsiones sensoriales. La mayoría de odio a los objetos religiosos y van acompañados de los ataques no duran más de cinco minutos. fenómenos paranormales (la capacidad de descubrir Todos estos síntomas pueden hallarse también en objetos religiosos ocultos, de comprender lenguas no las personas a las que la Iglesia diagnostica posesión, conocidas, de levitar, etc.), la Iglesia tiende a consipero se diferencian por otras características. La priderarlos manifestaciones del Demonio. mera es que el ataque diabólico puede continuar duTan misteriosa como la historia, y tan propensa corante muchas horas. Se caracteriza por una extrema mo ella a ser confundida con la posesión, es la persoanimación, en vez de la rigidez, y los reflejos muscunalidad múltiple, en la que el paciente puede manilares tienden a ser fuertes. Según el ritual romano, festar en diferentes ocasiones una, dos, tres o incluso otros indicios de la posesión son "la capacidad de hamás personalidades distintas, cada una con sus problar con cierta familiaridad en una lengua extraña o pios objetlvos, gustos, modos de expresarse y recuerde entenderla cuando la habla otro; la facultad de didos. Cada una puede ser indiferente u opuesta a las vulgar sucesos futuros y ocultos, y la exhlbición de otras, o bien ignorarlas. Si alguna o algunas tienen facultades que superan la edad y la condición natural apariencia diabólica, los criterios de la Iglesia para dedel sujeto". terminar si debe tratar el caso como posesión son los También la histeria produce muchos de los síntomismos que aplica para distinguir la histeria de la mas de la posesión. La siguiente descripción de un caso posesión. de histeria femenina fue hecha a principios de siglo Estos criterios son el odio a los objetos religiosos por Paul Richter, médico de La Salpétriere, un famoso y los fenómenos paranormales de que ya hemos hahospital parisino para enfermos mentales: blado, precisamente los fenómenos que muchos médicos y psiquiatras rechazarían como errores de perDe repente oímos grltos agudos. Su cuerpo, cepción o alucinaciones de los testigos. Por otra parque experimentaba una serie de complicados te, los menos escépticos se inclinan a considerar tales movimientos, pasaba de las más frenéticas cosas como parapsicológicas, pero no como obra de rotaciones a la inmovilidad catatónica. Sus los demonios. También aquí la prueba que aplique la piernas tan pronto se entrecruzaban como se Iglesia será probablemente si las manifestaciones paseparaban. Cruzaba y descruzaba los brazos y ranormales ocurren o no en el contexto de un odio se le doblaban las muñecas. Tenía algunos general a la religión. dedos estirados y otros doblados. El cuerpo

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papel de médico cuando encuentren síntomas fisiológicos". Cita como autoridad el ritual romano del exorcismo: "El exorcista debe evitar dar o recomendar algún tipo de medicación al poseso; ésa es tarea del médico." Aunque tales afirmaciones sugieren claramente que ames y durante el exorcismo puede ser necesario un médico, no se estipula que deba estar presente. Esta deficiencia en el procedimiento eclesiástico fue corregida, al menos en Alemania, tras la condena de los dos sacerdotes en el caso Michel. En mayo de 1968, la Conferencia Episcopal alemana dispuso que en el futuro no se permitiría ningún exorcismo sin que estuviese presente un médico. ( The New Yórk Times, 8 de agosto de 1976; Adolf Rodewyk, Possessed by Salan, págs. 11-20; Time, 111:80-81, 8 de agosto de 1978) LA LANZA MENTAL

En muchas sociedades primitivas existe la creencia de que, mediante un ritual establecido, puede lanzarse un maleficio o maldición contra una persona, y, a menos que esa maldición sea cancelada también ritualmente, la terrible predicción de dolor, daño o muerte se cumplirá. Magia retroactiva Durante su estancia en el Congo en 1682, el misionero italiano padre Jerónimo Merolla da Sorrento oyó una curiosa historia que demuestra los efectos fatales que puede tener el temor supersticioso. Durante un viaje. un joven negro había pasado la noche en casa de un amigo, y al levantarse vio que éste había preparado una gallina silvestre para desayunar. Era un alimento que a los jóvenes les estaba prohibido comer, por costumbre tribal inviolable, y el visitante preguntó a su amigo si el plato que había preparado era realmente gallina silvestre. El anfitrión le dijo que no, y el joven huésped desayunó abundantemente. Pocos años después los dos hombres volvieron a encontrarse, y el amigo preguntó a su antiguo invitado si se comería una gallina silvestre. Éste le respondió que era imposible, pues había sido advertido solemnemente por un mago de que no comiese nunca tal manjar. El amigo se echó a reír y le preguntó por qué había de negarse a comerlo ahora cuando tan a gusto lo había comido antes. Tan pronto como el huésped supo la verdad acerca del desayuno que en aquella ocasión le había servido su anfitrión, le acometió un temblor violento y antes de veinticuatro horas había muerto, víctima de su miedo. (American Anthrópologist, Nueva Serie 44:169-70, abril-junio de 1942) Un cambio sorprendente Los malos efectos de una maldición pueden cesar inmediatamente si la víctima cree que se ha librado de ella. Esto indica que los efectos de las maldiciones, como consta desde fecha muy lejana, son psicosomáti-

cos (ver pág. 109), lo que concuerda con descubrimientos psicológicos relativamente recientes. El siguiente caso, ocurrido en Australia hacia 1919, fue más tarde comunicado por el doctor S.M. Lambert cuando formaba parte de la International Health Division de la Fundación Rockefeller. Ejemplo de cambio sorprendente, ocurrió como sigue: En la misión de Mona Mona, en Queensland del

Norte, había muchos nativos conversas, pero en sus alrededores vivía un grupo de no conversos entre los que estaba un tal Nebo, famoso hechicero. El principal ayudante del misionero era Rob, un nativo converso. Cuando el doctor Lambert llegó a la misión, supo que Rob estaba enfermo y el misionero quiso que lo examinara. Así lo hizo, y no le encontró fiebre, ni se quejaba de dolores, ni había síntomas o indicios de ningún mal. No obstante, si los había, y claros, de que Rob estaba seriamente enfermo y extremadamente débil. Por el misionero supo que Nebo había apuntado a Rob con un hueso, y éste estaba convencido de que por esa causa iba a morir. El doctor Lambert y el misionero fueron a ver a Nebo y le dijeron que si le ocurría algo a Rob le quitarían la ración de comida y lo expulsarían a él y a los suyos de la misión. Nebo accedió inmediatamente a ir con ellos a ver a Rob. Se inclinó sobre la cama del enfermo y le dijo que todo era un error, una simple broma, v que en manera alguna le había apuntado con un hueso. El alivio, testimoniaba el doctor Lambert, fue casi instantánea. Esa tarde Rob volvió a trabajar, otra vez feliz y en plena posesión de sus fuerzas. [American Anthropologist, Nueva Serie 44:170-71, abril-junio de 1942]

Profecía cumplida Un viernes 13 de 1946, una comadrona de Georgia (E.U.A.) fue llamada para asistir a un parto triple en la zona del pantano de Okefenokee, y, por la razón que fuese, echó una maldición a las tres niñas. Dijo que una moriría antes de cumplir 16 años, otra antes de llegar a los 21 y la tercera no viviría para ver su vigésimo tercer cumpleaños. Las dos primeras predicciones resultaron tristemente ciertas. Una de las chicas murió a los 15 años en un accidente de automóvil, y la segunda fue alcanzada por disparos durante una reyerta en un club nocturno la víspera de su vigésimo primer cumpleaños. Dos años más tarde, en 1969, la tercera muchacha pidió ingresar en un hospital de Baltimore, declarando en pleno ataque de histeria que estaba condenada a morir antes de cumplir 23 años, para lo que sólo le faltaban tres días. Aunque no parecía estar enferma, era evidente que se hallaba bajo una gran tensión emocional y fue admitida en observación. A la mañana siguiente, dos días antes de la fecha fatal, fue encontrada muerta en su cama, víctima, evidentemente, de su creencia en la fuerza de la maldición de la comadrona. (Science Digest, 80:45, agosto de 1976)

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Estos instrumentós, hechós de huesos y cabello humanos, son cargados con energía psíquica para servir de arma en un tipo de ejecución ritual que practican ciertos aborígenes australianos. El implacable Kurdaitcha En 1953, un aborigen llamado Kinjika fue llevado en avión de su nativa Tierra Arnhem, en el Territorio del Norte australiano, a un hospital de Darwin, la capital. No había sido herido ni envenenado, no padecía ninguna enfermedad conocida, pero se hallaba moribundo. Kinjika sobrevivió cuatro días entre grandes dolores y al quinto murió víctima del hueso asesino, un método de ejecución —o asesinato— que no deja huella y casi nunca falla. El muerto era miembro de la tribu de los maillis y había quebrantado una de las leyes que regulaban las relaciones incestuosas. En consecuencia, fue convocado ante un consejo tribal, se negó a acudir y fue condenado a muerte en ausencia. Kinjika huyó entonces de su tierra, y el verdugo de la tribu, el mulunguwa, hizo y "cargó" ritualmente el hueso asesino o kundela. El hueso suele ser humano, de canguro o de emú, pero también puede hacerse de madera. La forma varía de una tribu a otra. La mayoría tienen de 15 a 22 centímetros de largo, afilados por un extremo y raspados hasta darles una tersa redondez. Al otro extremo se sujeta una trenza de pelo, por medio de un agujero o con una goma resinosa sacada de un arbusto australiano. Para resultar eficaz, el kundela debe ser cargado con poderosa energía psíquica, en un complejo ritual que debe llevarse a cabo sin el menor defecto. El proceso es secreto para las mujeres y para cuantos no son miembros de la tribu. Si el condenado ha huido de su aldea, el hueso cargado es entregado a los kurdaitcha, asesinos rituales de la tribu.

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Los kurdaitcha deben su nombre al calzado especial que llevan cuando dan caza a un condenado. Está hecho de plumas de cacatúa y pelo humano, y prácticamente no deja huella. Los cazadores se visten con pelo de canguro, que pegan a su piel untándosela antes con sangre humana, y se ponen máscaras de plumas de emú. Suelen actuar en grupos de dos o tres, son implacables y persiguen a su presa durante años si es necesario. Cuando al fin acorralan a su hombre, se acercan a unos cuatro o cinco metros y uno de ellos, doblando la rodilla, empuña el hueso y lo apunta como una pistola. Se dice que en ese instante el condenado queda paralizado por el miedo. El kurdaitcha finge asestarle una estocada con el hueso y emite un canto breve y penetrante. Después, él y sus compañeros de cacería se retiran, dejando solo al "señalado". Cuando vuelven a su aldea, el kundela es quemado en una ceremonia. El condenado puede vivir todavía algunos días o semanas; pero sus parientes y los miembros de cualquier otra tribu a la que pueda ir (que sin duda sabrán ya que ha sido señalado), convencidos del poder fatal del kundela, lo tratan como si ya estuviese muerto. La carga ritual del kundela crea un doble psíquico del hueso —una auténtica "lanza mental"— que traspasa al condenado cuando le apuntan con él. Una vez "alcanzado", su muerte es segura, como si lo hubiese atravesado una verdadera lanza. (John Godwin, Unsolved: The World of the Unknown, págs. 163-76; Ronald Rose, Living Magic, págs. 30-36) La canción de la muerte (o poco menos) A mediados de abril de 1956, en la Tierra Arnhem (Australia), un joven aborigen llamado Lya Wulumu cayó enfermo y fue llevado en avión a un hospital de Darwin. Era incapaz de comer o beber porque, aunque lo intentaba, no podía tragar. Sin embargo, no había causa aparente para su enfermedad. Los reconocimientos, incluidos rayos X, análisis de sangre y punciones lumbares, no revelaron nada anormal. Otra cosa era lo que ocurría en el ánimo de la víctima. Pidió a un ministro metodista que rezase por él porque, según dijo, "me han cantado y estoy acabado". El cantar a que se refería Wulumu es una forma de ejecución ritual practicada por su pueblo. En su caso, su suegra había pedido a un grupo de mujeres que le cantaran para que muriese, quizá en represalia por algún tabú que había quebrantado. Para iniciar el ritual, las mujeres robaron la lanza y el bumerang (woomera) de Wulumu y los colgaron de un poste ceremonial. Después entonaron las canciones que se cree que atraen la maldición mortal sobre el propietario de los objetos sustraídos. Terminado el cántico, colgaron su maza (nulla nulla) de la copa de un árbol, para proclamar que la maldición había sido llevada felizmente a término. Cuando Wulumu vio el arma, supo lo ocurrido, y al intentar tragar no pudo.


La magia mortal de la credulidad Desde los tiempos del Egipto y la Mesopotamia antiguos hasta la época moderna en Haití, Australia, África y otros lugares, muchas personas sanas se han puesto enfermas y han muerto porque alguien las había maldecido o hechizado, o les había echado mal de ojo. Los métodos para llevar a cabo la maldición son tan numerosos como variados. Se puede hacer una efigie de la víctima y clavarle alfileres o quemarla. Para ello se utiliza cera, madera, arcilla, trapos o paja. También puede hacerse el maleficio sobre pelo o uñas. Se puede maldecir cantando; se pueden cargar mágicamente piedras o armas, o bien utilizar un recipiente con polvos o hierbas de mágicos poderes para llevar a cabo el hechizo. Aunque los métodos difieren, la magia actúa cuando se cree lo suficiente en ella. El hechicero debe tener una confianza absoluta en sus poderes, la víctima debe creer que su magia es todopoderosa, y la comunidad compartir esa creencia. Esto último es especialmente importante. Imaginémonos el efecto de la magia en aquellas culturas en las que la comunidad considera a la víctima virtualmente muerta desde el momento en que tiene noticia de la maldición. A veces la víctima deja incluso de comer y beber (como hacen los muertos), lo que sirve para apresurar su fin. Un método de muerte por sugestión bien documentado es el del "hueso asesino", forma de ejecución ritual que practican en ocasiones los aborígenes australianos. No hay contacto físico con la víctima, pero su destino suele quedar tan firmemente sellado como si le atravesasen el corazón con una lanza. El arma con que le apuntan puede ser de hueso, madera o piedra. Lo que cuenta es la creencia en su magia. Una descripción muy gráfica de los efectos de ese método se encuentra en el libro del doctor Herbert Basedow The Australian Aboriginal (1925). El espectáculo del que descubre que está siendo apuntado con el hueso por un enemigo es ciertamente lastimoso. Se queda espantado, con los ojos clavados en el arma traidora y las manos levantadas como para desviar el mortal instrumento, que imagina que está entrando en su cuerpo. Palidece, se le ponen los ojos vidriosos y la cara se le desfigura horriblemente. Intenta gritar, pero la voz suele ahogársele en la garganta, y sólo puede vérsele echar espumarajos por la boca. Retrocede y cae al suelo, al parecer desmayado; pero poco después empieza a retorcerse como en una agonía mortal, mientras gime y se tapa la cara con las manos. Al cabo de un rato se tranquiliza un tanto y se arrastra hasta su

cabaña. A partir de entonces enferma y vive atormentado, se niega a comer y se mantiene apartado de la vida normal de la tribu. A menos que reciba ayuda en forma de un contrahechizo, administrado por manos del Nangarri o hechicero, su muerte es cuestión de poco tiempo. Si el hechicero llega a tiempo, puede salvarse. Se ha sugerido una posible explicación fisiológica de esta reacción de la víctima del hueso asesino. Las consecuencias del miedo extremo son semejantes a las de una gran cólera: las glándulas suprarrenales aumentan su producción de adrenalina, reduciendo el suministro de sangre a las partes menos esenciales del cuerpo a fin de asegurar un suministro adecuado a los músculos, de cuya eficacia para la huida o la lucha puede depender la vida del sujeto. La adrenalina produce ese resultado constriñendo los pequeños vasos sanguíneos en aquellas partes del cuerpo que pueden sobrevivir temporalmente con un aporte de sangre reducido. Pero la ventaja lograda por este sistema tiene un precio. Al reducir el aporte de sangre, se reduce también el de oxígeno, que es transportado por los glóbulos rojos de la sangre. Cuando los finos vasos sanguíneos capilares se ven privados de oxígeno, se hacen más permeables al plasma sanguíneo, que se infiltra en el tejido que rodea el vaso. En un estado prolongado de miedo o cólera hay una reducción general del volumen de la circulación sanguínea. Esto a su vez reduce la presión sanguínea, pudiendo establecerse así un ciclo potencialmente desastroso. La presión sanguínea reducida tiene un efecto adverso sobre aquellas partes del cuerpo encargadas de mantener la circulación de la sangre, y la menor circulación reduce aún más la presión sanguínea. Esta secuencia resulta fatal si algo no viene a interrumpirla. Es bastante misterioso que un maleficio, conjuro o maldición pueda desencadenar tales desórdenes fisiológicos. Aún más extraños son los casos de muerte en los que la autopsia no revela reducción de la presión sanguínea ni acumulación anormal de glóbulos rojos. Un ejemplo es el de Kinjika, el miembro de la tribu mailli cuya muerte se describe en las páginas 107-08. Otro, un informe de cierto doctor P.S. Clarke acerca de un miembro de la tribu kanaka, del norte de Queensland (Australia), quien dijo que pronto moriría porque le habían hecho un maleficio. El reconocimiento médico no reveló ninguna anormalidad, pero pocos días después ese hombre había muerto. Se diría que en las sociedades en las que los efectos de una maldición son algo creído por todos, no cabe duda de que la "lanza mental" puede matar.

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Wulumu hubiera muerto sin duda de no haber sido por el pulmón de acero. Al ayudarlo a respirar, lo convenció de que la magia del hombre blanco era más poderosa que la de su tribu. Y tenía razón. (John Godwin, Unsolved: The World of the Unknown, pág. 169; The Times de Londres, 14 de agosto de 1956) Las maldiciones de una madre

No todas las muertes por maldición ocurren en lugares primitivos. Por ejemplo, los acontecimientos a que vamos a referirnos tuvieron lugar en Oklahoma (E.U.A.) en 1960. El caso afectó a un hombre que había sido criado por una madre muy dominante. Cuando decidió abrir un club nocturno, ella lo ayudó a financiarlo y después se quedó para ayudarlo a regentarlo. Unos 14 años más tarde, cuando tenía 38, nuestro hombre se casó, y poco después decidió vender el club. Su madre le advirtió que no lo hiciese, pues de lo contrario "le ocurriría algo terrible". Dos días después, el amenazado, que nunca había tenido trastornos respiratorios, experimentó un leve ataque de asma. No obstante, siguió adelante y vendió el club. Al día siguiente de la operación llamó a su madre para comunicárselo. Ella volvió a decirle que "algo iba a ocurrirle". Inmediatamente su asma empeoró, y tuvo que ser llevado precipitadamente al hospital. Un psiquiatra consiguió hacerle ver la relación entre su enfermedad y las advertencias de su madre, y el asma empezó a ceder. Sintiéndose mejor, el hombre empezó a hacer planes para emprender otro negocio, esta vez sin su madre. Después, un día la llamó para decírselo. Ella no intentó disuadirlo, pero le advirtió que si seguía con su empeño debía esperar "resultados aún más terribles". No había pasado una hora desde esa fatal llamada telefónica cuando el hijo tuvo otro ataque de asma y murió. (Psychosomatic Medicine, 26:104-07, 1964) Vivir huyendo

El kundela es utilizado por ciertos aborígenes australianos en las ceremonias de iniciación, contra los enemigos y contra quienes quebrantan las leyes tribales. Dentro de esos ámbitos su poder es temible. Al parecer, sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido, tras ser condenada a morir por el hueso, sin que interviniese la medicina del hombre blanco. Ese hombre, Alan Webb, un aborigen puro de la tribu de los aruntas, había matado a otro miembro de la tribu durante una pelea por un rifle. En abril de 1969, el tribunal encontró que Webb había sido atacado y el rifle se había disparado accidentalmente, por lo que fue declarado inocente de la acusación de homicidio. Hecho público el veredicto, a Webb lo esperó a la puerta de la sala de audiencia una delegación de su tribu. Le dijeron que el juicio de los blancos carecía de valor y que tendría que ser juzgado por sus iguales según la costumbre tribal.

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Webb sabía de sobra cuál iba a ser el veredicto. Había matado a un miembro de su propia tribu y en consecuencia debía morir. Se apresuró a abandonar Alice Springs y fue condenado a muerte in absentia por los aruntas. Esta vez el kurdaitcha tuvo una tarea más difícil que de costumbre. Su presa manejaba una camioneta y vivía en ella con su mujer, dos hijos y tres perros. Dormía con un rifle al lado, esperando ser despertado en cualquier momento por el ladrido de los perros. En 1976, fecha de la última información disponible, Alan Webb había conseguido eludir al kurdaitcha durante siete años, y se ganaba la vida trabajando a salto de mata y marchándose en cuanto oía que la escuadra de la muerte llegaba en su busca. Es poco probable que alguien haya sobrevivido a una condena a muerte aborigen durante más tiempo. Pero Webb sabía, y quizá lo sabe aún, que el kurdaitcha nunca abandonaría su persecución; y, aunque vivía al margen de la sociedad blanca, se daba cuenta de que si quienes le daban caza llegaban a acercársele alguna vez lo suficiente para apuntarle con el kundela, sería hombre muerto; asesinado, sin rastro de herida, por algo tan inmaterial como es una lanza mental. (John Godwin, Unsolved: The World óf the Unknown, págs. 175-76) ZOMBIES: LOS MUERTOS QUE CAMINAN

Hay en Haití quienes creen que los sacerdotes del vudú (houngan) tienen el poder de resucitar a los muertos. El houngan roba el alma del cadáver, al que después reanima cómó un autómata sin voluntad, un zombie. Con sólo tomar ciertas precauciones, esa pobre criatura hará ya siempre lo que quiera su dueño.

Las huellas de los muertos

El amor y la venganza tienen papeles relevantes en el vudú, y uno ha de andar siempre con cuidado de no ofender a quien no debe. Un houngan se insinuó a cierta jovencita, pero ella, comprometida con un hombre a quien amaba, lo rechazó de plano. Al enfurecido houngan se le oyó mascullar amenazas mientras se marchaba, y a los pocos días la muchacha cayó enferma y murió. La familia la llevó a su aldea para enterrarla, y entonces descubrieron que el ataúd encargado a la ciudad era demasiado corto; tuvieron que doblarle el cuello para conseguir acomodarla. En el velorio alguien dejó caer accidentalmente un cigarro sobre uno de los pies del cadáver, al que produjo una pequeña quemadura. Meses más tarde corrieron rumores de que habían visto a la muerta en compañía del houngan rechazado, pero no había pruebas y la historia fue pronto olvidada. Al cabo de unos años la muchacha reapareció en su casa, pues el houngan se había arrepentido y había puesto en libertad a todos sus zombies. Fue identificada por muchos de los que habían asistido a


Ceremonias vuduistas Los esclavos africanos de Haití crearon los ritos del vudú mezclando elementos de la fe católica con creencias tribales. Con frecuencia celebran ceremonias acompañadas de cánticos, tambores y danzas para conseguir el favor de un determinado loa o dios. Durante tales sesiones, el loa puede tomar posesión de algunos de los partícipes. Éstos, en trance, empiezan a bailar con creciente frenesí hasta que acaban desplomándose, lo que se tiene por indicio de que el loa se muestra ya propicio y se puede invocar su ayuda.

El vudú haitiano se practica en algunos lugares de los Estados Unidos. Esta muñeca atravesada por alfileres fue encontrada en 1981 junto a un pollo decapitado, ambos relacionados con la magia del vudú, en un cementerio de Nueva Orleáns.

Las ceremonias vuduistas, oficiadas por los houngan o sacerdotes, se celebran en el suelo de tierra de un templo o en el patio. Los acólitos del houngan tienen matracas que serán utilizadas más tarde para el baile. Un houngan dibuja en el suelo, con harina de maíz, los símbolos del loa o deidad. El corazón que aquí vemos simboliza a Erzulie, dios del amor. Al fondo hay un dibujo que nos dice que en la vida todo tiene un límite. A medida que prosigue la ceremonia, los houngan añaden símbolos de otros loa.

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su funeral, que recordaban el cuello doblado y la cicatriz de la quemadura en el pie. (Alfred Métraux, Voódoó in Haiti, trad. Hugo Charteris, págs. 284-85) Regreso a la tumba Se dice que si un zombie llega a enterarse de lo que le ha ocurrido, no hay quien pueda dominarlo, y también que la sal es una sustancia que puede provocar esa toma de conciencia. En su libro The Magic Island, publicado en 1929, William B. Seabrook relataba un horrible caso que había tenido lugar pocos años antes. Un houngan llamado Joseph tenía unos cuantos zombies a los que utilizaba como cortadores de caña en Hasco, la enorme factoría y plantación de la Haitian-American Sugar Company en las afueras de Port-au-Prince. La mujer de Joseph, que era quien cuidaba de los zombies, cometió el irreparable error de darles de comer unos dulces que tenían cacahuates salados. Nada más ingerir la sal, los zombies se dieron cuenta de su terrible situación y emprendieron, decididos, el camino de su pueblo natal. Cuando llegaron, fueron reconocidos por sus familias, que trataron de abordarlos y de hablar con ellos, pero los zombies no podían ser detenidos y continuaron por la fuerza hasta el cementerio. Allí trataron desesperadamente de abrirse paso hasta sus tumbas cavando con las manos, pero al tocar la tierra se convirtieron en cadáveres putrefactos. (William B. Seabrook, The Magic Island, págs. 95-99) Los recolectores de algodón Durante un trabajo de campo en Haití en 1930, el antropólogo francés Georges de Rouquet tuvo la oportunidad, insólita para un hombre blanco, de observar a cuatro zombies, aunque no se le permitió tocarlos. De Rouquet, que tenía la ventaja de hablar con fluidez el criollo e iba acompañado de un guía haitiano muy informado, registró la experiencia en su diario: Al anochecer encontramos a un grupo de cuatro hombres que venían del cercano algodonal, donde habían estado trabajando. Me impresionó verlos caminar arrastrando los pies, en contraste con la ligereza de otros nativos. El capataz que iba con ellos detuvo su marcha, permitiéndome observarlos de cerca durante unos minutos. Iban vestidos con harapos hechos de tela de costal. Los brazos les colgaban a los costados, y se bamboleaban de un modo curiosamente falto de vida. Sus caras y manos parecían desprovistas de carne, y tenían la piel adherida a los huesos como si fuese pergamino oscuro y arrugado. También noté que no sudaban, aunque habían estado trabajando y el sol aún calentaba mucho. Ni siquiera pude calcular su edad. Lo mismo podían ser jóvenes que muy viejos. Pero lo más llamativo eran sus ojos. Todos miraban fijamente hacia adelante, con mirada apagada y desenfocada como la de los ciegos. No dleron la menor muestra de haber advertido mi presencia, ni siquiera cuando me acerqué mucho a ellos. Para

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probar sus reflejos, hice ademán de clavarle a uno de ellos mis dedos rígidos en los ojos. No pestañeó ni retrocedió. Pero cuando intenté tocar su mano, el capataz me previno, diciéndome que eso no estaba permitido. Mi impresión inmediata fue que esas criaturas eran débiles mentales obligados a trabajar sólo por el sustento. Pero Baptiste me aseguró que se trataba de zombies, es decir, personas muertas resucitadas mediante la hechicería y utilizadas como trabajadores sin paga.

De Rouquet vio cómo los zombies eran encerrados en un pequeño cobertizo sin ventanas (mucho más pequeño y de construcción más fuerte que las habituales cabañas campesinas de techo de paja) y sugirió a Baptiste que investigaran esa prisión. Pero el guía, que hasta entonces había mostrado un frío despego, pareció muy asustado e insistió en que se fuesen inmediatamente, diciéndole a De Rouquet, que iba armado, que un arma de fuego era a menudo una defensa inútil en Haiti. (John Godwin, Unsolved: The World of the Unknown, págs. 205-06, 216) Un esclavo de doce dólares Aunque en general las clases superiores y educadas de Haití afirman ser escépticas en materia de vudú, la riqueza y el saber no siempre les ofrecen una protección adecuada contra la hechicería. A un hombre acomodado, un "Monsieur", se le ponchó una llanta en las afueras de un pequeño pueblo. Cuando se bajó del coche para cambiarla, se le acercó un viejo pequeñito y de barba blanca (en realidad un houngan), que se ofreció para buscar la ayuda de un amigo, y sugirió que entre tanto el Monsieur podía acompañarlo a su casa para tomar café. De camino, el houngan confesó que había utilizado un conjuro para hacer que la rueda se ponchase, y, mientras tomaban café, advirtió al Monsieur que había un wanga (un maleficio) escondido en su coche. Al notar el escepticismo burlón del Monsieur, el houngan se molestó y preguntó a su huésped si conocía a Monsieur Célestin, muerto seis meses antes. El Monsieur le dijo que Célestin era amigo suyo, tras de lo cual el houngan le preguntó si le gustaría ver a su amigo y, sin esperar respuesta, hizo restallar seis veces su látigo. Inmediatamente entró en la habitación, andando hacia atrás, un hombre cuya figura le resultó vagamente familiar al Monsieur. Cuando, a una orden del houngan, se volteó, el Monsieur reconoció a su viejo amigo Célestin. Pero no era ya el Célestin de antaño: ahora estaba inmóvil, con la cabeza colgando, la cara totalmente inexpresiva, sin habla y sin dar muestras de reconocerlo: un zombie. El Monsieur se quedó atónito. El houngan le explicó que la muerte de Célestin había sido causada por el maleficio de un hechicero, el cual después lo había transformado en zombie y se lo había vendido a él por 12 dólares. (Alfred Métraux, Voodoo in Haiti, trad. Hugo Charteris, págs. 283-84)


Un zomble vagabundo Que la creencia en los zombies no es únicamente cosa de campesinos supersticiosos lo demuestra este relato, que fue presenciado y luego atestiguado por un sacerdote católico. Se cuenta que un día de 1959 apareció un zombie arrastrando los pies en una aldea de Haití y entró en el patio de una casa particular, cuyo dueño lo detuvo. El hombre amarró las manos del zombie y lo llevó al puesto de policía local. El policía dio al zombie un vaso de agua salada (para revivir su memoria), y el zombie, con la mente ya despejada, le dijo su nombre. Descubrieron que tenía una tía en el pueblo, a la que llamaron para que ayudase a aclarar la situación. Tan pronto como llegó, identificó a su sobrino y juró que

éste habla muerto cuatro años antes y que ella había asistido al entierro. Al ser interrogado por el sacerdote católico del pue-

blo, el zombie dijo que era sólo uno de los muchos esclavizados por un houngan local. Al oír esto, el policía, a quien aterraba el poder de aquel hombre, ofreció devolverle el zombie, pero dos días después el infortunado ser fue encontrado muerto. Dando por supuesto que el houngan había matado al zombie por haber contado sus andanzas a las autoridades, la policía lo detuvo por asesinato. Pero los demás zombies no fueron rescatados: la mujer del houngan los había reunido y huyó con ellos a las colinas. (Man, Myth and Magic, Richard Cavendish, ed., Vol. 22, págs. 3095-96)

Qué son los zombies Las repetidas noticias de zombies, personas en estado coma de trance que trabajan como esclavos en los campos de Haití, cobran verosimilitud a la luz del relato de una antigua víctima, Clairvius Narcisse, del pueblo de L'Estére, publicado por el National Enquirer en 1982. Narcisse, que había gozado siempre de excelente salud, se puso repentina e inexplicablemente enfermo en 1962. Su hermana lo llevó al hospital Albert Schweitzer de Deschabelle: Apenas podía respirar [decía Narcissei. Mi corazón se iba quedando sin fuerza, el estómago me ardía. Después sentí que me quedaba helado. Oí que el médico decía a mi hermana: "Lo siento, está muerto." Quería gritar, decirle que estaba vivo, pero era incapaz de moverme. Clairvius Narcisse señala su nombre sobre la tumba de la que cree que salió como esclavo zombie. Un investigador sugirió que Narcisse pudo haber sido drogado, enterrado y desenterrado más tarde.

El médico lo examinó, le cubrió la cabeza con una sábana y firmó el certificado de defunción. Más tarde llegaron sus amigos para rendirle su último tributo, y Narcisse contaba que, aunque podía verlos y oírlos, no sentía la menor emoción. En el cementerio oyó los lamentos de los que lo habían acompañado y el ruido de la tierra que caía sobre su ataúd. Lo siguiente que recuerda es que estaba de pie junto a su tumba en un estado como de trance. Había dos hombres, que llenaron la tumba, le ataron una cuerda alrededor de las muñecas y lo llevaron a una granja, donde se convirtió en esclavo y trabajaba los campos junto a otras cien almas infortunadas. Según el doctor Lamarque Douyon, director del Centro Psiquiátrico de Port-au-Prince, los llamados zombies son personas que han sido drogadas por un hechicero vuduista, dadas por muertas, enterradas, y a continuación sacadas de sus tumbas y mantenidas drogadas durante su esclavitud como trabajadores agrícolas. Narcisse cree que llevaba unos dos años en este estado cuando un día, al parecer, al que los cuidaba se le olvidó administrarles la dosis de droga que mantenía a las víctimas en su condición sumisa. Algunos de los zombies recuperaron sus facultades, se dieron cuenta del estado en que se encontraban y mataron al cuidador. Libre de los efectos de la droga, Narcisse no tardó en recuperar su personalidad normal. No volvió a su pueblo natal porque creía que el hermano que vivía allí era quien había hecho que un hechicero vuduista lo dragara. Pero cuando en enero de 1980 supo que su hermano había muerto, decidió volver a L'Estere. De este modo, 18 años después de que lo creyeron muerto y enterrado, Clairvius Narcisse volvió a entrar en las vidas de los amigos y parientes que habían llorado su muerte casi dos decenios antes.

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APARICIONES Y DESAPARICIONES Se ha calculado que, actualmente, en los Estados Unidos son denunciados unos 10 millones de casos de desaparición de personas cada año. Aproximadamente 95 por ciento de ellas vuelven a su casa en horas o días, pero el restante 5 por ciento desaparecen para siempre. Los adolescentes forman el grupo mayor de desaparecidos. Acuden a las grandes ciudades, donde suele tragárselos un sórdido submundo. Entre los adultos desaparecidos, un porcentaje creciente son mujeres, lo que constituye sin duda un aspecto interesante de la liberación femenina. Un estudio de Tracers mostraba que en 1960 desaparecieron unas 300 veces más maridos que esposas, mientras que en 1980 el número de ambos se había igualado. No es tan fácil desaparecer sin dejar rastro, y no obstante ocurre a menudo. En las páginas siguientes se da noticia de muchas personas que lo han hecho. Sus historias tienen todos los ingredientes de un buen relato de misterio, salvo por el final, que en estos casos queda abierto a la imaginación. Las circunstancias que rodean las desapariciones son extrañas y a veces ridículas, y los modos en que esas personas se desvanecen sin dejar rastro —de un tren, un barco o un avión, o mientras atraviesan una calle o un campo— son inexplicables. Nos intrigan los posibles motivos: dictados del corazón, ansia irresistible de escapar de una existencia monótona o de responsabilidades no deseadas, afanes de aventura y de riqueza, una carrera comprometida, intrigas políticas, oscuras relaciones con criminales o los peligros que acechan al que sabe demasiado. Leyéndolas, reflexionamos sobre la dificultad de desaparecer sin dejar rastro; de abandonar las antiguas ocupaciones, cortar los viejos lazos y asumir una nueva identidad, y contemplamos los oscuros destinos de los perdidos inexplicablemente en su búsqueda de aventuras y novedades. Imaginamos también la suerte de las familias cuyas vidas se ven trágicamente afectadas por la pérdida de uno de sus miembros, la insoportable incertidumbre, la aprensión, la sensación de culpabilidad, el anhelo de una explicación que nunca llegará. Mucho más raros, y quizá más extraños que las historias de quienes se han desvanecido en el abismo de lo desconocido, son los casos documentados de personas llegadas de no se sabe dónde y cuya identidad sigue siendo un misterio. Algunas pueden ser amnésicos desaparecidos hacía mucho tiempo; otras, los "niños salvajes" que tantas especulaciones han suscitado en cuanto al ser del hombre. La idea de alguien que se sume en el olvido, o que carece de pasado, es difícil de admitir, especialmente hoy, cuando a toda persona la acompaña un rosario de fichas, certificados y tarjetas de identidad desde que nace hasta que muere. ANTES DE 1800

En la historia colonial de los Estados Unidos destaca como un hito fantasmal la desaparición de la colonia de Roanoke, fundada en 1587 por más de cien ingleses de ambos sexos. Cuando se establecieron en la isla costera de Virginia (hoy en Carolina del Norte), pensaban cultivarla y pagar los suministros de la metrópoli vendiendo sasafrás silvestre, un costoso artículo de importación muy apreciado como medicina en In-

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glaterra. El gobernador de la colonia, John White, se embarcó para Inglaterra en busca de suministros con los cuales mantener a los colonos en el invierno que se avecinaba. Detenido allí por la guerra con España, White volvió al fin a Roanoke en 1591, para encontrarse con que todo había desaparecido, incluidas su hija y su nieta, Virginia Dare, la primera criatura blanca nacida en América del Norte. Grabada en un poste


de la barda abandonada se veía la palabra "Croatan", nombre de una isla cercana y de una de las tribus indias de la zona. El mal tiempo impidió averiguar más, y White regresó a Inglaterra. El único indicio de la suerte de la colonia perdida surgió un siglo después, cuando los colonos dijeron haber visto indios de ojos grises y pelo rubio. (Reader's Digest, eds., American Folklore and Legend, pág. 31)

Cuando un soldado de los que custodiaban el palacio de Manila quiso hacer la guardia en el de la ciudad de México, fue interrogado por las autoridades. Su increíble historia lo hizó dar con sus huesos en la cárcel. Un doble misterio que combina una extraña desapa-

rición con una aparición aún más extraña tuvo lugar el 24 de octubre de 1593, cuando un soldado destinado en Manila se presentó a prestar servicio con la guardia de palacio en la ciudad de México. Como al momento llamó la atención su uniforme, fue interrogado. El soldado, perplejo al verse en un país extraño, dijo que aquella misma mañana había recibido instrucciones de presentarse en el palacio de Manila, y añadió que el gobernador de Filipinas había sido muerto la noche anterior. Las autoridades, incrédulas, lo metieron en la cárcel. Dos meses después llegaron a México noticias que confirmaban su historia: efectivamente, el gobernador del archipiélago había sido asesinado en Manila la noche antes de que aquel hombre apareciese en México. Al soldado se le permitió regresar a Filipinas. (Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 29) En julio de 1669, agentes del rey Luis XIV de Francia

aprehendieron a un hombre cerca de la puerta de Dunkerque y lo enviaron en secreto a la cárcel con severas instrucciones para el alcaide: Es de la mayor importancia que no se le permita

decir lo que sabe a ninguna persona viviente. Debéis llevarle en persona, una vez al día, lo que necesite y no escuchar nunca, bajo ningún pretexto, lo que

pueda querer revelaros. Debéis amenazarle de muerte si alguna vez se confía a vos sobre cualquier tema que no sean sus necesidades cotidianas.

El preso fue trasladado durante 34 años de unos confortables aposentos carcelarios a otros hasta que murió en la Bastilla de París en 1703. Llevó siempre puesta una máscara de terciopelo negro. Se cuenta que en una ocasión grabó un mensaje en una charola de plata y la tiró por la ventana. El pescador que la encontró y la llevó a las puertas de la prisión conservó la vida ¡gracias a que no sabía leer! Lo único que se sabe realmente del preso en cuestión es que su cara era peligrosamente reconocible, que era demasiado valioso para matarlo pero excesivamente peligroso para dejarlo libre, y que lo que sabía era tan explosivo que incluso un sencillo pescador podía haber conmocionado a Francia con semejante información. La cara más conocida de Francia era, por supuesto, la del rey. El gran escritor y filósofo Voltaire estuvo preso en la Bastilla en 1717, siendo aún muy joven. Allí tuvo oportunidad de hablar con carceleros que habían conocido al hombre enmascarado y cuanto se murmuraba de él, pero no su identidad. Interesado en desacreditar a la monarquía, Voltaire urdió más tarde la teoría de que el enmascarado era el hermano mayor de Luis XIV, encarcelado por el rey para evitar disturbios en torno a potenciales pretendientes al trono. En 1801, después de la Revolución Francesa, se rumoreó que el preso había sido el propio Luis XIV, desplazado del trono por su medio hermano ilegítimo. Se había casado en la cárcel (cosa no rara en aquellos tiempos), proseguía la historia, y engendrado un hijo que fue llevado a Córcega, donde se crió y fue el abueEsta ilustración de la narración de Alejandro Dumas sóbre el hómbre de la máscara de hierro muestra al preso elegantemente vestido en su cómoda celda de la


lo de Napoleón Bonaparte. Esta versión, que servía para relacionar al dictador revolucionario francés con el Antiguo Régimen, nunca ha sido tomada en serio por los historiadores. La versión más famosa de la historia es la de Alejandro Dumas, padre, quien alteró la de Voltaire conviniendo al preso en hermano gemelo del rey, y también cambió el material de que estaba hecha la máscara. Su novela El hombre de la máscara de hierro se publicó en 1848. El folklore y el cine han propagado esta historia, que los especialistas descartan por completo. Otra versión es que el preso era el verdadero padre de Luis XIV. El nacimiento de Luis XIV en 1638 fue considerado por entonces como una especie de milagro. Su madre, Ana de Austria, y su supuesto padre, Luis XIII, habían vivido como extraños durante muchos años y no habían tenido hijos. Dado que la real pareja necesitaba dar un heredero al trono y Luis XIII estaba achacoso y muy probablemente impotente, es posible que se buscase a alguien que hiciera sus veces. Esta interpretación explicaría por qué Luis XIV mantuvo al hombre misterioso en prisión en vez de hacerlo matar, lo que le hubiese hecho caer en el pecado de parricidio. Son tantos los historiadores y los amantes del misterio que han intentado descifrar éste en los últimos 300 años, que cualquier prueba concluyente hubiese sin duda aparecido ya. No las ha habido, por lo que parece probable que continúen tejiéndose teorías en torno al preso enmascarado, que salió de la historia para entrar en la leyenda en 1669. (Tighe Hopkins, The Man in the Iron Mask, tomado de diversos pasajes; Hugh Ross Williamson, Enigmas of History, págs. 207-28) El 27 de julio de 1724 fue capturado cerca de la ciudad alemana de Hameln el muchacho al que después llamarían Peter el Salvaje. Aparentaba unos doce años, no sabía hablar y sólo comía verduras y hierba y chupaba el jugo de los tallos verdes. Al principio rechazaba el pan. La historia del muchacho salvaje no tardó en difundirse, y en febrero de 1726 el rey Jorge I de Inglaterra (que era también rey de Hannover) envió en su busca. Fue durante poco tiempo uno de los favoritos de la corte y llegó a identificar a su benefactor como ki scho y a la reina Carolina como qui ca, aunque nunca aprendió a hablar de forma articulada. Un naturalista y erudito alemán examinó más tarde las primeras noticias sobre Peter el Salvaje y llegó a la conclusión de que debía de haber vivido con personas hasta poco antes de ser capturado, pues tenía un trapo alrededor del cuello y algunas partes de su cuerpo estaban más pálidas, como si hubiera llevado pantalones. Pero no todos estuvieron de acuerdo. El caso de Peter (como el de otros "niños salvajes", ver pág. 119) influyó mucho en las opiniones contemporáneas acerca de cómo llegó a civilizarse la especie humana. El filósofo francés Jean Jacques Rousseau con116

El conde de Saint-Germain Fue confidente de dos reyes de Francia, brilló en sociedad con su personalidad tan rica y dotada, protagonizó mil rumores, pero nadie sabe el lugar y la fecha de su nacimiento, quién era ni cuándo murió. Algunos creen que todavía vive. Se ha supuesto que Saint-Germain era hijo natural de la viuda de Carlos II de España, aunque los teósofos han presentado argumentos convincentes que lo hacen hijo de Francis Racoczi II, príncipe de Transilvania. Ambas genealogías situarían el año de su nacimiento alrededor de 1690. Sin embargo, el músico Jean-Philippe Rameau estaba seguro de haberse encontrado en 1710 con el conde, bajo el nombre de marqués de Montferrat, y aseguraba que por entonces aparentaba tener cuarenta y tantos años. La vida del supuesto conde es tan brumosa como su origen. Parece haberse hecho célebre en el decenio de 1750 como amigo de Luis XV y Madame de Pompadour, que pasaba veladas enteras con él por el placer de su conversación. No sólo era notablemente culto, sino que poseía otros atributos: artista del violín, talentoso como pintor, experto en alquimia y química, y además repartía con generosidad piedras preciosas. Se sabía que llevaba joyas cosidas a la ropa, y se decía que había regalado una cruz adornada con gemas a una mujer a la que apenas conocía, sólo porque ésta se había quedado admirándola. El conde aseguraba que podía convertir varios diamantes pequeños en uno grande, y hacer crecer las perlas hasta que alcanzaran un tamaño espectacular. Se sospechaba que también conocía el secreto de convertir en oro los metales de baja ley. Ya fuese un genio o un charlatán, Saint-Germain tenía talento para hacerse notar y convertirse en centro de las habladurías; pero en Versalles y París fue además consejero y confidente de Luis XV. Este puesto le atrajo la envidia y la enemistad de los ministros del rey, que lo denunciaron como un simple aventurero. La situación llegó a un punto decisivo en 1760, cuando el conde —a petición del rey— se inmiscuyó en los asuntos exteriores a espaldas del ministro. Amenazado de detención, se vio obligado a huir a Inglaterra, donde permaneció algún tiempo. De Inglaterra, el conde de Saint-Germain fue al parecer a Rusia, donde se asegura que tomó parte en la conspiración que llevó a Catalina la Grande al trono en 1762. Después sus pasos se pierden hasta 1764, cuando Luis XVI y María Antonieta accedieron al trono. Saint-Germain regresó entonces a Francia, y se dice que previno a la real pareja acerca de la Revolución, para la que faltaban quince años, diciendo: "Habrá una república sedienta de sangre cuyo cetro será la cuchilla del verdugo." Por otro lado, se relacionó


sideraba a Peter el Salvaje como el modelo de "hombre natural" aún no echado a perder, y el escocés lord

El conde de Saint-Germain, cuya longevidad y aspecto juvenil lo hacían parecer inmortal, era "un hombre que lo sabe todo y que nunca muere", según dijo su contemporáneo Voltaire. Algunos pensaron que el conde había encontrado el "elixir de la juventud" con muchas personas cuyo interés por el ocultismo era en realidad una tapadera de sus actividades revolucio-

narias, y sus verdaderas inclinaciones políticas —si acaso tenía alguna— son aún discutidas. Las sociedades secretas estaban de moda en la ipFrevolaucn,ygdeasrconi en Saint-Germain a un adepto, alguien que poseía los antiguos conocimientos a los que se alude en los ritos de masones, rosacruces y templarios. Y es que al relatar sucesos de siglos pasados, el conde deliberadamente hacía pensar a sus crédulos oyentes que había estado presente en ellos. "Esos estúpidos parisienses creen que tengo quinientos años", dijo en cierta ocasión a un amigo. "Yo los confirmo en esa idea porque veo que les complace, no porque sea infinitamente más viejo de Io que parezco." Atribuía su apariencia juvenil en parte a ser abstemio, y también a una dieta compuesta principalmente de harina de avena. Más tarde vivió en Alemania como protegido del príncipe Carlos de Hesse-Kassel. Eran amigos íntimos y trabajaron juntos en la alquimia. La mayoría de las obras de consulta dicen que el conde murió en la corte de ese príncipe el 27 de febrero de 1784. Según Maurice Magre, autor de Magicians, Seers and Mystics (1932), el príncipe Carlos se mostraba poco comunicativo en cuanto a la muerte de su amigo "y cambiaba de conversación si alguien le hablaba de él. Su comportamiento da pábulo a la suposición de que era cómplice de una supuesta muerte". Muchos continuaron insistiendo en que el conde estaba vivo. Documentos masónicos indican que representó a la masonería en una reunión de 1785. Madame de Getilis aseguraba haberlo visto en Viena en 1821. Varios viajeros del siglo pasado estaban seguros de haberlo visto en el Lejano Oriente y otras partes del mundo. La teósofa Annie Besant dijo que se había encontrado en 1896 con el conde encarnado como "Maestro" o jefe espiritual. Por último, en 1972, un frans llamado Richard Chanfray aseguró ser SaintGermain, y para probarlo apareció en televisión para demostrar que podía convertir el plomo en oro, como se cree que hacía el legendario conde.

Monboddo escribía: "Considero su historia como una breve crónica o extracto del progreso de la naturaleza humana, desde el simple animal a la primera etapa de vida civilizada." (Roger Shattuck, The Forbidden Experiment, págs. 194-95; The Wild Man Within, Edward Dudley y Maximillian E. Novak, eds., pág. 198; Joseph Singh y Robert M. Zingg, Wolf Children and Feral Man, págs. 182-97) DE 1800 A 1830

En 1809, Inglaterra trataba de persuadir a Austria para que se uniese a la confederación enfrentada a Napoleón. Benjamin Bathurst, un diplomático de 25 años que se había distinguido ya en el servicio exterior, fue a Viena para prometer que atacarían a los franceses que ocupaban España a cambio de que Austria se aliase con Inglaterra. El trato resultó mal: Napoleón venció en Wagram, sobre el Danubio, y Austria se vio obligada a cederle territorios. Ese otoño, Bathurst inició el regreso a través de Alemania. El 25 de noviembre, viajando bajo el nombre de Koch y haciéndose pasar por un acaudalado comerciante, él, su secretario y un criado se detuvieron en una posada de Perleberg. Un testigo contó que parecía muy nervioso. Pidió al comandante de la guarnición local que le proporcionara hombres armados contra unos misteriosos perseguidores, tal vez agentes de Napoleón. En medio de la noche, mientras su coche se preparaba para partir, Bathurst salió a la calle, por lo demás desierta, caminó alrededor de sus caballos... Y desapareció. El criado, que estaba en la trasera del coche con el equipaje, miró a ambos lados del vehículo y sólo vio al mozo que acababa de enganchar los caballos. El secretario, que a la puerta de la posada pagaba la cuenta, no lo vio volver. Los soldados a ambos extremos de la calle no habían visto pasar a nadie. Las autoridades registraron primero la posada y después todo Perleberg. Las indagaciones del Foreign Office británico hicieron que Napoleón negase cualquier intervención de sus agentes. Circularon historias de que Bathurst había sido desvalijado y asesinado, de que había continuado en secreto hasta un puerto y se había Benjamin Bathurst, enviado en misión secreta a Austria en 1809, volvía a Inglaterra cuando desapareció para siempre en una pequeña ciudad alemana. El distinguido y joven diplomático, que viajaba de incógnito, pudo haber sido descubierto y asesinado por soldados franceses.

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perdido en el mar, y otras más; pero lo único que se sabe de la desaparición de Benjamin Bathurst en una tranquila calle de una pequeña ciudad alemana queda resumido en las palabras de Charles Fort, cl incansable coleccionista de sucesos sin pies ni cabeza: "Se le vio ir hacia el otro lado de los caballos." (Dictionary of National Biography, Vol. 1, pág. 1327; Charles Fort, The Complete Books of Charles Fórt, pág. 681; Colín Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 37) La monótona existencia de los reclusos de la cárcel prusiana de Weichselmunde se vio sorprendentemente interrumpida en 1815. Un criado llamado Diderici, encarcelado por hacerse pasar por su amo después de haber muerto éste de un ataque, paseaba encadenado por el patio, donde hacía ejercicio en compañía de otros presos que iban detrás y delante de él, cuando empezó a desaparecer. Tanto los presos como los guardianes aseguraron que en pocos segundos se había hecho invisible, y después sus esposas y grilletes cayeron al suelo. Nadie volvió a ver a Diderici, que en cierto modo había hecho realidad el sueño de todo recluso. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 331) No uno, sino dos tesoros fabulosos desaparecieron en algún lugar de la rocosa e inhóspita isla de los Cocos, a 400 kilómetros al suroeste de Costa Rica, en el Pacífico, en 1819 y 1820. El primero fue el del pirata Benito Bonito, que había capturado un barco español cargado con unas 150 toneladas de oro. Tras enterrar el botín, Bonito mató a la mayor parte de su tripulación y se hizo a la mar con el resto. La Armada británica dijo que había muerto poco después en una batalla naval, pero algunos creen que fue el único que consiguió llegar a tierra, aunque nunca volvió a la isla. Poco después, funcionarios del virreinato español del Perú reunieron los tesoros estatales y eclesiásticos de Lima para evitar que cayesen en manos del ejército independentista. El tesoro fue enviado a Panamá a bordo del navío británico Mary Dier, pero su capitán, Charles Thompson, cambió de rumbo y navegó hasta Cocos, donde él y su tripulación enterraron el tesoro. A diferencia de Bonito, el capitán Thompson no asesinó a sus hombres para guardar el secreto, y sin embargo el Mary Dier y cuantos iban a bordo desaparecieron. En 1840, Thompson —o alguien que decía ser él— apareció en Terranova con un mapa de Cocos y un febril deseo de organizar una expedición para recobrar el tesoro. Nadie le creyó y poco después desapareció. El famoso tesoro de Cocos nunca ha aparecido a pesar de que muchos lo han buscado. (Jay Robert Nash, Among the Missing, págs. 190-92) El zar Alejandro I de Rusia murió eI 19 de noviembre de 1825, cuando contaba 47 años. Al llegar la noticia de su muerte a la capital, San Petersburgo, un puñado de soldados se rebelaron contra la sucesión de su hermano Nicolás. El levantamiento fue rápidamente sofocado, pero los "decembristas", como se les lla-

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A Alejandro L zar de Rusia durante 24 años, lo sucedió, tras su muerte en 1825, su impopular hermano. Los persistentes rumores de que en realidad Alejandro había huido a Siberia llevaron a abrir su tumba un siglo después: estaba vacía.

mó, se convirtieron en héroes para los liberales rusos durante el duro reinado del zar Nicolás. Quizá a causa de que el mando de Nicolás fue objetado desde el mismo comienzo de su reinado, no tardaron en correr rumores de que Alejandro no había muerto, sino que había abdicado en secreto para abrazar la vida de ermitaño. En Tornsk, mucho más al oeste, apareció un hombre llamado Fedor Kuzmich, y los vecinos susurraban que quien vivía entre ellos era Alejandro Romanov. En 1864, en su lecho de muerte, el ermitaño Kuzmich les dijo: "Dios sabe mi verdadero nombre." Al año siguiente, cuando Alejandro II intentó acabar con los rumores haciendo abrir el féretro de su tío, muchos dijeron que lo habían encontrado vacío. Al menos así estaba la tumba cuando fue abierta de nuevo en 1926. (lan Grey, The Romanovs, págs. 262-68, 367-68) El 26 de mayo de 1828 apareció en Nuremberg (Alemania) un adolescente cubierto de harapos y con unas botas que no le quedaban y le habían lastimado los delicados pies. Apenas sabía hablar, pero garabateó en un papel el nombre de Kaspar Hauser. [(aspar permanecía sentado e inmóvil durante horas, y parecía preferir la oscuridad. Sólo tomaba pan y agua. Le gustaba jugar con un caballo de cartón (llamaba a todos los animales "caballo", así como a todas las personas "chico"). Pero en pocas semanas aprendió muchas cosas de adulto, y no tardó en contar una extaña historia: había estado encerrado durante años en una oscura celda, tan pequeña que no podía ponerse de pie, drogado mientras le cambiaban de ropa y aislado del contacto humano. Según dijo, el único ser humano al que había visto antes de entrar en Nuremberg había sido un hombre misterioso que le enseñó a escribir su nombre y a decir: "Quiero ser soldado como mi padre." La creencia popular sostenía que Kaspar era hijo legítimo de la casa real de Baden, apartado y mantenido encerrado en favor de otro heredero. En octubre de 1829 lo encontraron inconsciente con una herida en la frente. Cuando se recobró habló de un atacante enmascarado. Un famoso abogado, Anselm von Feuerbach, estudió su caso y defendió la teoría del heredero suplan-


Los niños salvajes A lo largo de la historia han aparecido de vez en cuando niños salvajes, con aspecto de haberse criado solos o en compañía de animales. ¿Puede un niño sobrevivir solo en medio de la naturaleza? ¿Puede ser "adoptado" por lobos, osos, monos o gacelas? Y si fuese llevado entre los humanos, ¿estaría fatalmente retrasado y sería un recordatorio de la parte bestial de nuestra naturaleza o, por el contrario, sería un noble salvaje, libre de las corrupciones de la civilización? Desde el primer caso documentado, el de un "niño lobo" capturado en el principado alemán de Hesse en 1344, se han encontrado niños que se pensó que habían sido criados por animales, o que eran simplemente huérfanos, abandonados por su atraso o atrasados por haberse visto privados de contacto humano. En tiempos modernos, el único caso estudiado es el de Kamala y Amala, las niñas lobo de Midnapore (India). El reverendo J.A.L. Singh, que administraba un orfanato y escuela eclesiásticos, recorría en 1920 su distrito cuando oyó hablar de manush baghas, u hombres-fieras, formas fantasmales vistas entre los lobos que habían hecho su cubil en un termitero abandonado. Él mismo los vio una noche, y volvió de día con ayuda para derribar el termitero. Dos de los lobos escaparon corriendo, y el tercero, una hembra, atacó a los intrusos, que le dieron muerte. Dentro del montículo Singh encontró a dos niñas, de aproximadamente ocho y dos años, acurrucadas junto a dos lobeznos. Las llevó al orfanato e inició el que creía su deber cristiano de humanizadas. La tarea no fue fácil, porque corrían a cuatro patas, les asustaba la luz diurna, aullaban como lobos, hasta donde se lo permidan sus cuerdas vocales, y preferían la carne, y aun la carroña, a los cereales y las verduras. Amala, la más pequeña, murió antes de un año. Kamala vivió nueve, y aprendió a caminar erguida y a decir frases sencillas, aunque nunca progresó tanto como los demás niños. La veracidad del relato de Singh ha sido comprobada por numerosos investigadores. Arnold Gesell, experto en desarrollo infantil, basó en él un libro. El escritor Charles Maclean, escéptico acerca de la hlstoria de los niños lobo cuando fue a la India en 1975, concluía que "el relato del diario del reverendo Singh sobre lo que aconteció en la selva es cierto, aunque tal vez no toda la verdad". El psicólogo Bruno Bettelheim disentía en un trabajo publicado en 1959. Argüía que las niñas lobo de Singh eran en realidad niñas autistas abandonadas por sus padres. Basaba su conclusión en las semejanzas entre el comportamiento de los niños autistas a su cuidado y el de Amala y Kamala, tal como lo describió Singh. Bettelheim y otros señalaban, muy razonablemente, que para quienes previamente creen estar ob-

servando a niños criados por animales, cualquier conducta de tipo animal es tomada por una confirmación. Lo anterior no sería aplicable al niño gacela del Sahara español, al que el antropólogo francés JeanClaude Armen vio hacia 1970 como "una forma humana desnuda... esbelta y con largo pelo negro, corriendo con saltos enormes entre una larga cabalgata de gacelas blancas". Según Armen, en las huellas del muchacho (que no fue capturado) "el peso descansa sobre la parte delantera del pie y apenas deja impresión en la arena, lo que revela una rara flexibilidad". Sus observaciones le confirmaron que el muchacho, de unos 10 años, se había adaptado totalmente a la vida del rebaño, hasta el punto de olisquear y lamer a las gacelas como hacían éstas entre sí. La adaptación era tan notable que Armen se preguntaba: "¿Cómo pudo un niño atrasado, aun 'ayudado' por los animales, seguir existiendo en un medio tan duro como el desierto?" Después sugería que posiblemente el trauma y la desorientación de la captura eran los que hacían que los niños salvajes pareciesen atrasados. La popularidad de la idea de los niños salvajes aparece claramente en el mito de Rómulo y Remo, amamantados por una loba, y en el duradero atractivo del Tarzán de Edgar Rice Burroughs, y de Mowgli, el muchacho de la selva de Rudyard Kipling. Damos por sentado que a los niños les fascinan los animales, a los que tratan como iguales, y nos encanta saber de un cachorrillo adoptado por una gata o del ganso que adoptó al investigador de la conducta animal Konrad Lorenz y Io seguía a todas partes. Pero es tanto lo que esos casos ponen en tela de juicio —nuestro concepto de nosotros mismos y de nuestro lugar en la naturaleza—, que las noticias de niños adoptados por animales salvajes nos intrigarán siempre. En El libro de la selva, de Kipling, un muchacho indio, Mowgli, es adoptado por los lobos. Esta ilustración pertenece a una edición francesa del libro.

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tado. Pero Feuerbach murió en 1833, y poco después Kaspar apareció en casa de su maestro sangrando por múltiples heridas y afirmando que un extraño lo había atacado en el parque. Los escépticos pretendieron hacerle admitir que se había apuñalado él mismo para reavivar el interés público por su caso, pero tres días más tarde Kaspar moría, no sin antes decir: "No lo hice yo." (Francis Hitching, The Mysterious World: An Atlas of the Unexplained, págs. 210-13; Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, págs. 134-36) La desaparición del juez Joseph S. Crater, adjunto al tribunal supremo del estado de Nueva York (ver págs. 127-28), levantó gran revuelo, pero pocos saben que un predecesor suyo en el cargo había desaparecido no menos misteriosamente cien años antes. John Lansing había luchado en la Revolución Norteamericana y después había sido diputado, alcalde de Albany y juez. Desde 1790 hasta 1801 perteneció al tribunal supremo de Nueva York, y en 1798 fue presidente de sala. Durante años formó parte del grupo político integrado en torno a la acaudalada familia Clinton, pero rompió con ellos al negarse a postularse como gobernador, corno ellos pretendían. En vez de ello, siguió siendo juez hasta su jubilación en 1814, cuando se convirtió en regente de la universidad estatal y consejero económico del Columbia College. Era este segundo cargo el que lo había llevado a un hotel de Nueva York el 12 de diciembre de 1829. Esa noche salió a echar unas cartas para que alcanzasen el barco nocturno que iba por el Hudson hasta Albany, y nunca volvió a vérsele. La búsqueda fue exhaustiva, dado que Lansing había sido figura prominente en la vida del estado; pero aquel hombre de 75 años había desaparecido en la noche invernal tan completamente como si nunca hubiese existido. (Dictionary of American Biography, Vol. 5, pág. 608; Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 166) DE 1830 A 1860

The Times de Londres del 6 de noviembre de 1840 publicó este relato de un corresponsal en las Bahamas: Un gran navío francés que se dirigía de Hamburgo a La Habana fue abordado por uno de nuestros barcos de cabotaje, y con ese motivo se descubrió que estaba completamente abandonado. El cargamento, compuesto de vino, fruta, seda, etc., se hallaba en perfectas condiciones. Los papeles del capitán iban a buen recaudo en los sitios adecuados... Los únicos seres vivos a bordo eran un gato, algunas gallinas y varios canarios medio muertos de hambre... En el navío, que debía de haber sido abandonado hacía pocas horas, había varias balas de mercancías destinadas a comerciantes de La Habana. Es muy grande, de construcción reciente y se llama Rosalie. De su tripulación y pasajeros no se ha tenido noticia. Una investigación en los archivos del Lloyd's de Londres reveló lo que al principio parecía una simple

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confusión: en los archivos del Lloyd's figuraba el Rossini, un barco que hacía la línea Hamburgo-La Habana, como encallado en el canal de las Bahamas el día 3 de agosto. Los que iban a bordo fueron llevados a tierra, y el 17 de agosto el Rossini fue remolcado a Nassau por barcos de salvamento. Y sin embargo, ¿qué había dado al corresponsal del Times la impresión de que el Rosalie/Rossini (si es que en realidad se trataba del mismo barco) había sido abandonado "hacía pocas horas", especialmente si los canarios de a bordo tenían tanta hambre? ¿Cómo no se había llevado el capitán sus papeles cuando fue rescatado? ¿No hubiera sido noticia en Nassau la llegada de los pasajeros? ¿Y cuáles eran las "curiosas circunstancias" a que aludían las actas del tribunal de salvamento en el caso del Rossini? (Paul Begg, Into Thin Air, pág. 52) Una expedición dirigida por Ludwig Leichhardt partió para atravesar el desierto central de Australia en marzo de 1848. Nunca se encontró el menor rastro de los hombres ni de sus más de 70 animales de carga. En 1975, un guardabosques llamado Zac Mathias llegó a Darwin, en el Territorio del Norte, con fotos de pinturas rupestres aborígenes que representaban hombres blancos y un animal; pero antes de que pudiera organizarse una expedición a las cuevas donde dijo haber encontrado los dibujos, el propio Mathias desapareció. (Paul Begg, Into Thin Air, pág. 17; Dictionary of National Biography, Vol. 11, pág. 807) La goleta holandesa Hermania fue descubierta en 1849 a lo largo de la costa inglesa de Cornualles con los mástiles arrancados, la tripulación desaparecida sin dejar rastro y el bote salvavidas a bordo. ¿Habían sido barridos todos por una ola mientras capeaban el temporal? ¿habían abandonado a toda prisa el barco, creyéndolo a punto de hundirse? ¿O se los habían... llevado? (Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 44) El James B. Chester estaba, a diferencia del Hermania, en perfectas condiciones cuando fue encontrado abandonado en medio del Atlántico el 28 de febrero de 1855. La brújula y los papeles del barco habían desaparecido, y por las trazas la gente había sacado a toda prisa sus pertenencias de los cajones; pero todos los botes salvavidas estaban en su sitio. (Paul Begg, Into Thin Air, pág. 56) DE 1860 A 1880

El ¡ron Mountain, un barco del Mississippi de más de 60 metros de largo, partió en junio de 1872 de Vicksburg, remolcando barcazas cargadas de algodón y melaza. Más tarde las barcazas llegaron flotando aguas abajo; el cabo de remolque había sido cortado, no roto ni soltado. Nadie volvió a ver al Iron Mountain ni a sus 52 pasajeros. Tampoco se encontraron restos de naufragio, ni de la parte del cargamento que iba en cubierta. (Paul Begg, Intó Thin Air, págs. 56-67)


Esta pintura del bergantín Mary Celeste no deja adivinar las desgracias que cayeron sobre el barco y cuantos se relacionaban con él. Desde su botadura en 1861, lo persiguió la mala suerte, y en su estela fueron la muerte, el fuego, la colisión, el encallamiento y la bancarrota. El 4 de diciembre de 1872 el bergantín Mary Celeste

fue descubierto al este de las Azores cuando navegaba cabeceando a media vela y desierto. El capitán Benjamin Briggs, su mujer, Sarah, su hija de dos años, Sophia, y los siete tripulantes habían desaparecido. Una anotación hecha en un pizarrón pero aún no pasada aI diario de a bordo, y fechada el 25 de noviembre, lo situaba a casi 600 kilómetros al oeste de donde fue encontrado. Su cargamento estaba en perfecto orden. Faltaban dos cierres de escotilla y el bote salvavidas, se había perdido la gavia alta de proa y la bitácora estaba volcada. Y, cosa más importante, el timón no estaba amarrado, indicio de que el barco había sido abandonado a toda prisa. Casualmente, el capitán del Dei Gratia, autor del descubrimiento, era amigo de los Briggs y había cenado con ellos hacía menos de un mes, brindando por su nuevo mando. El capitán David Morehouse y los tripulantes que intervinieron en el salvamento del Mary Celeste testimoniaron largamente en Gibraltar durante los tres meses que duró la investigación acerca del bergantín abandonado. Desde el principio surgieron leyendas y rumores sobre el caso. El fiscal general de Gibraltar sostuvo la teoría de que la tripulación había bebido el alcohol metilico que llevaban como cargamento y después, en pleno desenfreno, asesinaron a Briggs y a su familia y huyeron en el bote salvavidas. En realidad, ese alcohol hubiese dejado ciego o matado a quien hubiera sido lo bastante insensato para beberlo. Otros susurraban que Morehouse y Briggs habían planeado abandonar el Mary Celeste para cobrar el dinero del salvamento, y después se pelearon a bordo del Dei Gratia con fatales resultados. Pero la amistad de ambos hombres era bien conocida y no hubo prueba que avalase una historia semejante. No obstante, el tribunal naval decidió conceder al Dei Gratia una prima de salvamento que era sólo una fracción —la quinta parte— de lo que normalmente le hubiese correspondido. Según una versión, Briggs creyó que el cargamento inflamable que llevaba tenía una fuga y abandonó precipitadamente el barco, del que después lo separó el viento. Posiblemente la mejor explicación es que el Mary Celeste fue alcanzado por una tromba marina. La presión atmosférica en el interior de la tromba es muy baja, y la diferencia con la presión normal del interior del barco pudo hacer que saltasen los cierres de las es-

Misteriosas evanescencias ¿Pueden algunas personas perderse de vista repentinamente y dejar de existir? En julio de 1854, Orion Williamson, un granjero de Selma. (Alabama, E.U.A.), echó a andar por un campo para ir a buscar unos caballos que allí pastaban. Su mujer y su hijo lo observaban desde el porche, y desde el otro extremo del campo lo saludaron dos vecinos que pasaban a caballo. Pues bien: ante sus ojos, Williamson desapareció. Los testigos buscaron por el campo, pero no encontraron ningún agujero en el suelo ni rastro de Williamson. Vino gente de la ciudad y se utilizaron sabuesos, pero no sirvió de nada. Acudieron también periodistas, entre ellos el joven Ambrose Bierce, que escribió el cuento "La dificultad de cruzar un campo". El 23 de septiembre de 1880 se repitió la desaparición de Williamson: David Lang, un granjero que vivía cerca de Gallatin (Tennessee), echó a andar por el campo que había frente a su casa y desapareció mientras estaba totalmente a la vista de su mujer. La desaparición fue contemplada también por el juez Augustus Peck, de Gallatin, y su cuñado. Un registro del campo no reveló sumideros ni cavidades ocultas. La historia de Lang, supuestamente relatada por su hija años más tarde, apareció en la revista Fare en 1953. Sólo entonces fue investigado el caso. Al examinar el censo de 1880 del condado de Sumner, donde vivían los Lang, no se encontró ni este nombre ni el de Peck. Tampoco apareció la granja ni ninguna otra prueba que permitiese comprobar la historia. ¿Se había apropiado alguien la narración de Bierce para añadirle nuevos detalles? Según el New York Sun del 25 de abril de 1885, un tercer granjero, Isaac Martin, de Salem (Virginia), echó a andar por un campo y desapareció. Lo que no se sabe es si lo vio alguien. El ir de noche a buscar agua al pozo era tan azaroso como cruzar un campo, según tres relatos: En noviembre de 1878, un muchacho de 16 años, Charles Ashmore, de Quincy (Illinois, E.U.A.), salió de noche a buscar agua con una cubeta. Como no volvió al cabo de unos minutos, su padre y su hermana salieron en su busca. Encontraron sus huellas claramente marcadas en la nieve recién caída. Llegaban a medio camino del pozo, donde se detenían. En la Nochebuena de 1889, el niño de 11 años Oliver Larch, de South Bend (Indiana), fue a buscar agua, gritó pidiendo ayuda y desapareció. Y en otra Nochebuena, la de 1909, Oliver Thomas, de Rhayader (Gales), también de 11 años, salió en busca de agua y gritó: "¡Socorro! ;Me han agarrado!" Sus huellas terminaban a medio camino del pozo. En su antología lato Thin Air, Paul Begg escribió que esos incidentes "deben de ser relatos repetidos de una misma historia, aunque cuál sea la original, si lo es alguna, queda al arbitrio del lector".

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cotillas y que el agua de la sentina ascendiese al depósito de la bomba, con lo que parecería que el barco había embarcado más de dos metros de agua y estaba hundiéndose. A lo largo de los años se publicó cierto número de "explicaciones auténticas", algunas de ellas atribuidas a supervivientes del Mary Celeste. Uno de estos relatos, claramente ficticio, salió de la pluma de Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes. Publicado en 1884, fue reproducido como cierto por muchos periódicos, y desde entonces todos los investigadores han tenido que abrirse paso por entre la selva de fábulas creadas por la fértil imaginación de Doyle: que el té estaba todavía caliente cuando subió a bordo la tripulación del Deí Gratia, que del cuaderno de bitácora había sido arrancada una página crucial y que el desayuno estaba todavía a la lumbre. El caso del Mary Celeste sigue siendo un clásico del misterio náutico, al que añade una nota patética la últi ma carta de Briggs a su madre, que vivía en Maine: "Nuestro barco está en perfecto estado. Espero que tengamos una excelente travesía, pero como es la primera vez que voy en él, no sé cómo se portará navegando." (Paul Begg, Into Thin Air, págs. 88-117; Greshom Bradford, The Secret of Mary Celeste, tomado de diversos pasajes; Jay Robert Nash, Among the Missing, págs. 334-37) En 1873, el zapatero inglés James Worson aceptó la apuesta de sus amigos de que era incapaz de ir corriendo desde Leamington Spa, donde vivía, hasta Coventry (a unos 25 kilómetros) y luego de regreso. Partió al trote, con sus tres amigos siguiéndolo en un coche. Al cabo de varios kilómetros, y cuando aún seguía marchando con soltura, el zapatero dio un traspié, cayó hacia adelante... y desapareció. Los tres hombres lo buscaron, presa del pánico, sabiendo que no había explicación racional para lo que acababan de ver. Cuando no consiguieron encontrar ni rastro de su amigo, volvieron a Leamington Spa y contaron lo sucedido a la policía. A pesar del prolongado interrogatorio, no pudieron añadir nada a su sencilla historia, pero tampoco se retractaron de nada de lo dicho. Worson iba allí, corriendo pocos metros delante de ellos, y de pronto desapareció. (Paul Begg, Into Thin Air, pág. 31) Una de las razones por las que el consejo paterno de no aceptar nunca golosinas de extraños se convirtió en frase familiar fue el sensacional rapto, en julio de 1874, del pequeño Charlie Ross, de cuatro años, hijo de un acaudalado hombre de negocios de Germantown (Pennsylvania, E.U.A.). Charlie y su hermano Walter, de seis años, acostumbraban jugar junto al camino que pasaba frente a su casa. Durante la última semana de junio, dos desconocidos que iban en coche se detuvieron a diario para hablar con ellos y darles caramelos. Después, el 1° de julio, se ofrecieron a llevarlos a Filadelfia para com-

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prar cohetes para celebrar el 4 de julio, Día de la Independencia. Ya en la ciudad, enviaron a Walter a una tienda con 25 centavos, suma principesca para un niño de su edad en aquellos tiempos. Cuando Walter salió de la tienda, el coche, los dos hombres y Charlie habían desaparecido. Dos días más tarde, el padre de los niños, Christian K. Ross, recibió una nota mal escrita y apenas legible en la que se le advertía: "No se engañe y piense que los detectives pueden dar con él, porque es imposible. Sabrá de nosotros dentro de pocos días." No tardó en llegar una petición de rescate de 20 000 dólares, pero el intento de cita para entregar el dinero fracasó. La policía de Nueva York identificó la letra de las notas como perteneciente a William Mosher, un ladrón de los muelles; pero antes de que pudiesen dar con él, Mosher y su cómplice, Joseph Douglass, fueron muertos durante un robo en Bay Ridge (Nueva York). Mosher murió inmediatamente; Douglass sobrevivió lo suficiente para confesar, pero aseguró que sólo Mosher sabía dónde estaba Charlie. El pequeño Walter Ross identificó a los dos muertos como los raptores de su hermano. El cuñado de Mosher, un ex policía llamado William Westervelt, fue juzgado por su supuesta participación en el delito. Condenado a siete años de prisión incomunicada, nunca admitió su culpabilidad, pero al salir en 1882 se perdió de vista. (Frank Leslie's Illustrated Newspaper, 15 de agosto de 1874, 18 de junio de 1875; Harper's Weekly, 8 de agosto de 1874, pág. 652) Al cabo de tres años de matrimonio, Anna M. Fellows, de Cambridge (Massachusetts), abandonó a su marido, William, en 1879. No hubo rastro de ella durante veinte años. Después, al llegar un día a casa, Fellows la encontró en la cocina, preparando la comida como si no hubiese pasado nada. No dio la menor explicación, y volvieron a vivir juntos; pero a los tres años Anna se marchó de nuevo, esta vez para siempre. (Jay Robert Nash, Among the Missing, págs. 250-51) DE 1880 A 1900

En agosto de 1880, un joven que se hacía llamar Henry Edward desapareció de la noche a la mañana del City of Dallas, vapor de cabotaje de Florida. Aunque la' noche era tranquila y el mar estaba en calma, nadie oyó un chapuzón ni vio a Edward saltar por la borda. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 245) Dos niños salieron de un cueva cerca de Banjos (España) en agosto de 1887. Tenían la piel verdosa y las ropas de un tejido extraño. No hablaban español y sus ojos parecían orientales. Al principio no quisieron comer, y el niño murió; la niña sobrevivió y aprendió el suficiente español para explicar que procedían de un país sin sol, donde un día los había arrebatado un torbellino para depositarlos en la cueva. Es comprensible que semejante expli-


catión no ayudase a disipar el asombro que la rodeaba. Murió en 1892, sin que se conociesen sus orígenes. (Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 131)

orden y un brillante futuro cuando subió al tren. Pero nunca se supo que hubiera bajado de él. Siete años después fue declarado oficialmente muerto. (Jay Robert Nash, Amóng the Missing, pág. 158) Grace Marian Perkins desapareció de su casa de Nueva Inglaterra en 1898. Tras una búsqueda infructuosa, sus padres identificaron en Bridgeport (Connecticut) a una víctima de asesinato como su hija. Pero el 17 de septiembre de 1898, víspera del funeral, Grace Perkins apareció para explicar que simplemente se había fugado para casarse... y que ahora la publicidad iba a estropear su luna de miel! (The New York Times, 18 y 19 de septiembre de 1898) DE 1900 A 1920

La historia de los niños verdes encontrados en España es muy semejante a la de dos niños, también verdes —chico y chica—, que salieron de una cueva de Woolpit (Inglaterra) en el siglo xi. La niña dijo que venían de un país sin sol. Un día de mayo de 1889 se presentó en la embajada británica en París una joven inglesa muy alterada. Ella y su madre, que volvían de la India, habían tomado hacía poco dos habitaciones individuales en un hotel, y la madre había enfermado. El médico del hotel la examinó y envió a la hija a comprar una medicina. Cuando regresó, el personal del hotel negó haber visto nunca a su madre. En el registro sólo figuraba el nombre de la joven. Cuando insistió en ver la habitación que había ocupado su madre, encontró que no era la que ella recordaba. Incluso el médico del hotel negó haberla visto antes. Incapaz de hacer que le creyesen, la muchacha terminó en un manicomio de Inglaterra. Algunos han supuesto que la madre había contraído la peste en el Lejano Oriente y que el personal del hotel se puso de acuerdo para ocultar la noticia, llegando incluso a redecorar la habitación que ocupaba y a hacer desaparecer su cadáver con tal de que no sufriese el negocio. Pero la única prueba en favor de la desaparición era el testimonio de la joven, posiblemente un indicio de locura, pero, de ser cierto, sin duda suficiente para volverla loca. (Reader's Digest, eds., Strange Stories, Amazing Facts, pág. 361) El hombre que debería haber sido conocido como el padre del cine, Louis Le Prince, desapareció de un tren francés en septiembre de 1890. A principios de año había demostrado su sistema para hacer películas —utilizaba una técnica que más tarde fue atribuida a Edison— en la Ópera de París. Tenía la patente en

Cuando el buque de aprovisionamiento Hesperus se acercó a la isla de Eilean Mor, en la costa occidental de Escocia, no había en tierra señales de vida. Uno de los pasajeros, Joseph Moore, farero de una isla cercana y que también hacía turno en Eilean Mor, estaba especialmente preocupado: el faro llevaba once días apagado, desde el 15 de diciembre de 1900. Moore y los demás registraron el faro, encontrándolo todo en orden, aunque faltaba la ropa impermeable de dos de los tres fareros. Los daños causados por la tormenta en el malecón sugerían la posibilidad de que los tres hombrcs hubiesen sido arrebatados por una ola gigantesca; pero ¿habrían sido tan imprudentes como para asomarse allí en plena tempestad? No hubo respuesta, porque ninguno de los tres apareció nunca. (Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 44)

El faró de la isla escócesa de Eilean Mor, encóntrado abandonadó peró en perfecto orden en 1900, no contenía el menor indicio de la suerte de sus tres foreros. "Vuelvo en seguida. Guárdame la cena", dijo Charles E. Austin, de Yonkers (Nueva York), a su mujer cuando salió de casa la noche del 28 de marzo de 1905.

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Eso fue lo último que ella y los demás supieron de él. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 253) El 4 de julio de 1906 se celebró la boda de William McKeekin, ingeniero de Nueva Jersey. Una hora después de la ceremonia le dijo a su novia que iba a buscar un coche. Al parecer, no estaba muy contento con lo que acababa de hacer, pues no volvió nunca. La señora McKeekin, "viuda" instantánea, lo buscó durante más de 17 años antes de pedir la anulación. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 374) Dorothy Arnold salió de la casa de su familia, en Manhattan (Nueva York), la mañana del 12 de diciembre de 1910 para comprar un vestido que pensaba ponerse en la fiesta de presentación en sociedad de su hermana menor. Era graduada de un exclusivo colegio de señoritas e hija de un próspero importador y de una

En 1910, Dorothy Arnold, una atractiva muchacha de sociedad y graduada del colegio Bryn Mawr, salió de su casa de Manhattan para ir de compras y nunca volvió. Aunque se llevó a cabo una búsqueda a escala mundial, no se encontró el menor rastro de la "rica heredera desaparecida". dama de sociedad. Varios conocidos que la vieron caminar por la Quinta Avenida y dirigirse después a una librería de la calle 27 dijeron que parecía muy alegre. La empleada que le vendió una caja de chocolates no notó nada raro, como tampoco el amigo que se encontró con ella frente a la librería. Y, sin embargo, nadie volvió a ver a Dorothy Arnold, a pesar de la búsqueda a nivel internacional de la "rica heredera desaparecida". Al principio la familia Arnold mantuvo en secreto la desaparición, llevando a cabo investigaciones por su cuenta a través de un amigo de la familia y de la agencia de detectives Pinkerton; pero al cabo de seis semanas recurrieron a la policía, y el señor Arnold convocó a los reporteros para informarles que estaba convencido de que habían atacado a su hija en Central Park cuando volvía a casa y habían echado su cadáver al embalse. Por horrible que fuese, al parecer el rígido y respetable señor Arnold prefería eso a la otra posibilidad: que su hija se hubiese fugado con George Griscom, hijo, con quien meses antes había pasado a escondidas una semana. Griscom negó conocer el paradero de Dorothy, y le devolvió a su familia una carta que ella le había escrito, en la que se lamentaba de que una revista le hubiese rechazado el cuento que había enviado, y concluía: "Sólo veo ante mí un largo camino sin regre-

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so." ¿Había estado ocultando una profunda depresión, lo bastante honda como para llevarla al suicidio? Otra sugerencia fue que había resbalado y caído sobre el pavimento helado, la conmoción le había producido amnesia y la habían hospitalizado. Pero en ningún hospital de Manhattan había ingresado nadie parecido a ella. Cuantos más investigadores escrutaban la vida de Dorothy Arnold, más cosas aparecían tras su fachada de muchacha refinada y de buena educación, pero ninguna que hiciese sospechar un suicidio o una fuga. La que nunca apareció fue Dorothy Arnold. (A merican Herilage, 11:5:21-95, agosto de 1960; Allen Churchill, They Never Carne Back, págs. 33-50; The New York Times, 11 y 12 de diciembre de 1911) "Me voy a México con un propósito bien definido que no se puede descubrir ahora", escribía Ambrose Bierce a su secretario el 16 de diciembre de 1913. A los 71 años, el satírico autor de A mitad de la vida y El diccionario del Diablo tenía todavía energía y curiosidad suficientes para querer ver por sí mismo la rebelión de Pancho Villa, aunque sabía el peligro que corría: "Si oís que en México me han puesto contra un paredón y me han acribillado a balazos, sabed que pienso que ésa es una manera estupenda de dejar esta vida. Es mucho mejor que la vejez, las enfermedades o caerse por las escaleras del sótano. Ser gringo en México... ¡ah, eso es pura eutanasia!", escribió irónicamente. Ni su secretario ni sus conocidos volvieron a saber de Bierce, y su caso se hizo clásico en los anales de las desapariciones misteriosas. Los sucesos posteriores pueden haber proporcionado la solución. En 1923 su amigo Adolphe de Castro vino a México a interrogar a Villa, quien le dijo que había ordenado a Bierce abandonar el campamento después de que el escritor dijo algunas palabras inconvenientes en favor de Carranza, enemigo de Villa. ¿Y qué le ocurrió después? "¡Pues quién sabe!", dijo Villa encogiéndose de hombros. Sin embargo, más tarde el hermano de Villa, Hipótito, y su camarada el general Reyes llevaron a Castro aparte y le confiaron que dos pistoleros habían sido enviados tras el viejo iconoclasta estadounidense. Esto pudo haber sido tan sólo un cuento inventado para decirle a Castro lo que evidentemente esperaba oír, pero es lo más cercano a una explicación de la desapari-

Esta caricatura de Ambrose Bierce, escritor iconoclasta conocido afectuosamente como "el cascarrabias de San Francisco", fue hecha por Swennerton en 1911. Bierce desapareció en México dos años después, durante la Revolución.


ción de Bierce. Pocas muertes habrían merecido mejor la tan trillada frase de los entierros: "Así le hubiera gustado a él." (Men Churchill, They Never Carne Back, págs. 51-69; The New York Times, 29 de noviembre de 1914; The New York Times Magazine, 1° de enero de 1928) James Regara, pasajero a bordo del Prinz Heinrich en ruta de Marsella a Nápoles, el 28 de enero de 1914 desapareció inexplicablemente junto con su equipaje a mitad del viaje. ¿Un suicidio con maletas? (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 378) Según muchos especialistas en ovnis y ocultismo, centenares de soldados británicos fueron misteriosamente "raptados" por una nube que se situó sobre ellos cuando avanzaban hacia las posiciones turcas durante una de las batallas de la campaña de Gallípoli, en 1915. La fuente de esta historia es una declaración suscrita 50 años después por tres soldados neozelande-

significativo que este informe fuese mantenido en secreto hasta 1965, y su publicación puede haber avivado los confusos recuerdos de los neozelandeses. Aunque los detalles sean discutibles, sigue habiendo un misterio en torno a los muertos. Como dice Begg: "De los 34 000 soldados británicos y del Imperio que murieron en Gallípoli, 27 000 no tienen tumba conocida. A la luz de tan descomunal carnicería, ¿cuántas "extrañas desapariciones" más ocultan esas frías estadísticas?" (Paul Begg, Into Thin Air, págs. 40-51; The Unexplained: Mysteries of Mirad Space and Time, Vol. 3, No. 31) La tripulación del Zebrina desapareció en octubre de 1917, durante una travesía del canal de la Mancha con buen tiempo. A bordo no se encontró el menor indicio de su suerte. (Paul Begg, Into Thin Air, pág. 60) Varios misioneros británicos fueron llamados al lecho de muerte de un sacerdote hindú en 1917, en Nepal. En la habitación estaba un muchacho blanco de 14 años. El sacerdote moribundo lo señaló con un gesto y dijo: "Tomé a este niño de una calle de Wimbledon, en Inglaterra, en 1910." No dio más detalles antes de morir. Los misioneros informaron del asunto a las autoridades, que fueron incapaces de dar con los padres del chico. Lo único que éste pudo decir es que se llamaba Albert. Pasó el resto de su vida en la India sin saber nada más acerca de sus orígenes. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 691-92; Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 107) La dinastía Romanov , que había gobernado Rusia desde 1613, concluyó con la Revolución Rusa de 1917.

La mayor parte de los 34 000 soldados aliados muertos en Gallípoli en la Primera Guerra Mundial no tienen tumba conocida. Algunas personas dijeron que los soldados entraron en una nube y desaparecieron.

ses, que declararon haber visto cómo una densa nube, de aspecto sólido y en forma de rebanada de pan de caja, se situaba sobre el campo en el camino de una columna que avanzaba. Una vez que los hombres se internaron en ella, proseguía el relato, la nube se elevó, llevándoselos. En Into Thin Air, Paul Begg concluía que esa desaparición no pudo ocurrir como ellos decían. El batallón al que se referían los neozelandeses no fue dado como desaparecido. Hubo otro batallón que sí fue diezmado en combate, pero eso ocurrió nueve días antes de la fecha dada por ellos, y el informe de la comisión que, después de la guerra, investigó la desastrosa campaña de Gallípoli mencionaba una niebla inoportuna que cegó a los artilleros aliados mientras ayudaba a los turcos a aniquilar a una unidad británica. Es

Se supone que Nicolás II, último zar de Rusia, y su familia fueron ejecutados en 1918. ¿Fueron salvados en secreto su hijo Alexei y su hija menor, Anastasia?

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El zar Nicolás II, su esposa Alejandra, su hijo y sus cuatro hijas fueron encerrados en Ekaterinburgo, en los montes Urales, custodiados por la policía secreta del nuevo gobierno. Según la mayoría de los relatos, fueron muertos a tiros y sus cuerpos quemados el 16 de julio de 1918, cuando un ejército contrarrevolucionario se abría camino hacia Ekaterinburgo para rescatarlos; pero desde esa fecha no han cesado los rumores de que habían sobrevivido. Algunos dijeron que habían huido a Polonia en un tren precintado, con el permiso tácito de Lenin. A lo largo de los años ha habido varios pretendientes al apellido Romanov, en especial eI coronel Michael Goleniewski, un oficial polaco que huyó a Estados Unidos en 1960. Su pretensión de ser el Gran Duque Alexei, hijo de Nicolás, fue apoyada por un ex director de investigaciones de la CIA. Varias mujeres han dicho ser Anastasia, la hija menor del zar. El picante misterio imperial y el aliciente de la desaparecida fortuna de los Romanov (supuestamente todavía en bancos de Occidente) han sazonado fantásticas versiones de su improbable fuga de los bolcheviques en Ekaterinburgo. (LeRoy Hayman, Thirteen Who Vanished, pág. 37; Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 381) Ambrose J. Small, propietario de teatros y hombre de

mundo de Toronto, acababa de concluir la venta de su cadena de teatros, y su esposa había depositado un cheque por un millón de dólares. Esa noche, 2 de diciembre de 1919, salió bajo una gran tormenta de nieve a comprar el New York Times, y prorrumpió en una sarta de palabrotas cuando supo que el tren que solía traer el periódico venía con retraso. Esas palabrotas fueron lo último que alguien oyó decir al airado Ambrose Small. El caso no impresionó demasiado, pues se sabía que Small había tenido varias amantes y jugaba mucho. Su secretario, John Doughty, dio un nuevo giro a la historia al fugarse con 100 000 dólares en obligaciones ese mismo día. Capturado y juzgado un año después, no pareció que tuviese nada que ver con la desaparición de su patrón. Como en el caso de los Romanov, el cebo del dinero hizo aparecer a muchos impostores, pero Small fue dado por muerto en 1923. Muchos degustadores de misterios lo recuerdan mejor por la extraña vinculación que hizo Charles Fort entre su desaparición y la de Ambrose Bierce (ver pág. 124): "¿Qué pudo tener que ver la desaparición de un Ambrose en Texas [sic] con la de otro Ambrose en Canadá? ¿Es que alguien estaba coleccionando Ambroses?" (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 844-45, 847; The New York Times Magazine, 1° de enero de 1928) DE 1920 A 1940 El cuerpo desnudo de un hombre de treinta y tantos

años fue encontrado en febrero de 1920 en un campo de Hampshire (Inglaterra). Las huellas mostraban que 126

había caminado un trecho antes de desplomarse y morir abandonado. Las investigaciones no pudieron relacionar al muerto con ninguna desaparición, ni había prueba alguna de que se tratara de un asesinato. Escribía el Daily News de Londres: Aunque se ha enviado su fotografía a los cuatro puntos cardinales del Reino Unido, la policía no tiene todavía pistas, ni se sabe de ningún desaparecido que tuviese la menor semejanza con este hombre, presumiblemente educado y de buena posición.

(Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort,

págs. 692-93)

Los alpinistas George Leigh-Mallory y Andrew C. Irvine estaban el 8 de junio de 1924 a menos de 300 me-

tros de la cima del monte Everest. Después la ventisca y la niebla los ocultaron del telescopio instalado en el campamento base... y no volvió a vérseles. El Everest fue conquistado "oficialmente" en 1953, pero es posible que dos hombres hubiesen alcanzado su cumbre casi treinta años antes. Leigh-Mallory, de 36 años, había participado en dos intentos anteriores. El jefe de esa tercera expedición lo describía como "el alma de la empresa; aquello se había convertido en cuestión personal para él". Irvi-

ne, de 22 años, tenía poca experiencia como alpinista, pero era un experto en el voluminoso e incómodo equipo de oxígeno. La noche anterior habían acampado a 8 170 metros de altura, y enviaron a sus sherpas abajo para decir a los demás que esperaban alcanzar la cima al día siguiente temprano. Por alguna razón, salieron tarde o encontraron dificultades en la primera parte de la escalada, pues eran ya las 12:50 cuando fueron observados a 8 600 metros. Después las nubes se cerraron, y el único rastro que se encontró fue el piolet de Leigh-Mallory o de Irvine, descubierto a lo largo de su ruta en 1933. Quizá cayeron en una grieta o fueron barridos por un alud que los sepultó lejos de la desafiante cima. La respuesta, como los propios escaladores, se perdió en las nubes del "techo del mundo". (Climbing Everest, Geoffrey Broughton, ed., págs. 54-67, 70) Cuando oímos hablar de expediciones en busca de ciu-

dades desaparecidas, pensamos en el sueño de El Dorado que alimentaron los conquistadores españoles y portugueses del siglo XVI. Pero una expedición semejante se internó en el mal conocido Mato Grosso brasileño el 20 de abril de 1925. La mandaba el teniente coronel Percy Fawcett, arqueólogo, geógrafo y aventurero cuyos sueños descubridores eran no menos vivos y acuciantes que los de los conquistadores. Ellos

lo condujeron, junto con su hijo Jack y Raleigh RimelI, compañero de ambos, a un destino desconocido en una tierra inhóspita. Fawcett había servido a principios de siglo en el ejército británico de la India, en Ceilán, donde pasaba su


tiempo libre buscando tumbas y tesoros antiguos. Ya en Sudamérica, pasó los años 1906 a 1909 recorriendo "un largo y malsano sector de la frontera brasileñoboliviana". Fue al final de ese periodo cuando estudió cuidadosamente un relato portugués del siglo XVIII que hablaba de una gran ciudad en ruinas, pero supuestamente rica en oro y piedras preciosas. Convencido de que la ciudad existía y, en realidad, de que las ciudades desaparecidas de Brasil eran incluso más antiguas que las de Egipto, Fawcett y su grupo salieron de Cuiabá, con poca impedimenta y pensando vivir sobre el terreno. Su último mensaje, fechado el 30 de mayo, decía entre otras cosas: Hemos cruzado millas de cerraba, una tierra de monte bajo y reseco; hemos atravesado innumerables pequeños ríos a nado y vadeando; hemos escalado alturas rocosas de imponente aspecto; hemos sido devorados por los insectos... No llegaremos a una tierra interesante sino hasta dentro de dos semanas. El mundo no volvió a saber más de Fawcett y sus compañeros. Dado que habían dicho que estarían fuera al menos dos años, y como su mujer estaba convencida de que se encontraba bien, no se les buscó antes de mayo de 1928, y para entonces el rastro estaba ya borrado. Los indios de varias de las tribus mutuamente hostiles de la zona se acusaron entre sí de haber dado muerte a los expedicionarios. Otros dijeron haber visto a los ingleses a punto de morir de enfermedades y agotamiento. Durante más de diez años hubo viajeros que regresaron con historias de que Fawcett se había vuelto "indígena" y era ahora un viejo medio loco y cubierto de harapos que moraba entre los indios; pero no apareció ninguna prueba que resolviese el misterio. (Peter Fleming, Brazilian Adven-

ture, págs. 6-13, 40-43, 187-90; Francis Hitching, The Mysterious World: An Atlas of the Unexplained, págs. 235-36)

Un caso extraordinario de amnesia, que abarca 40

años, fue publicado en 1927. Albert Mayfield, un súbdito británico que viajaba a bordo del vapor Siam, se desplomó tras sangrar por la nariz y los oídos. Cuando recobró el conocimiento, se identificó a sí mismo como Albert Gurney, de Rose (Minnesota, E.U.A.), pero su recuerdo más reciente era el de cuando, a los 14 años, un compañero de colegio le dio una pedrada en la cabeza. Según el New York Times del 16 de julio de 1927: Gurney tuvo que ser tranquilizado cuando vio el primer avión, y nunca ha oído jazz. Las personas que lo conocieron antes de su accidente en el vapor le han asegurado que hablaba varios idiomas, pero ahora los ignora, y tampoco sabe nada de su mujer y sus dos hijos mayores, de los que hablaba a bordo.

Sus vecinos del barrio neoyorquino del Bronx veían

al doctor Charles Brancati como un inmigrante que

había triunfado como médico y un inversionista en aquel paraíso de especuladores que era la Bolsa de finales de los años veinte. Pero tras su desaparición el 19 de noviembre de 1928, supieron que en su carrera había algo siniestro, quizá tanto como para que alguien deseara verlo muerto. Aquella mañana de domingo, Brancati había hecho que su criado lo llevara en coche a una cercana estación de metro. Dijo que tenía prisa por llegar a su consultorio de Manhattan. Durante los cuatro meses siguientes, sus hermanos recibieron cartas suyas con matasellos primero de Nueva Jersey, después de Canadá y por último de Inglaterra. Cuando fue avisada la policía, encontraron la casa de Brancati patas arriba, cubierta de restos de papel y muebles volcados. Había agujeros de bala en una de las paredes, y una carta amenazadora sin firma referente a una mujer que había desdeñado al autor. La policía pensaba ya en un secuestro cuando los federales les informaron que Brancati tenía un largo historial de relaciones con falsificadores y con el gangster Arnold Rothstein, asesinado dos semanas antes de la desaparición de Brancati. ¿Había temido éste que le ocurriese a él otro tanto? ¿Era él quien había traicionado a Rothstein? ¿Era la carta amenazadora un indicio real o un torpe intento de crear pistas falsas? Las posibilidades eran tan variadas que difícilmente cabía reducirlas sin conocer primero qué había sido de Brancati, y eso nunca se supo. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 147) Ninguna desaparición en la historia de los Estados Uni-

dos ha suscitado tantas especulaciones como la de Joseph F. Crater, juez del tribunal supremo de Nueva York, el 6 de agosto de 1930. Alto, imponente y vivaz, Crater, de 41 años, era una figura ascendente en la corrupta administración municipal demócrata Tammany, de la ciudad. Coincidiendo con su nombramiento como juez interino había retirado del banco más de 20 000 dólares. La suma era casi el salario de un año, lo que acostumbraba pagar Tammany por un

Sally Lou Ritz (izquierda) fue una de las últimas personas que vieron al juez Crater (derecha). Al desaparecer también ella semanas después, se pensó que tal vez "sabía demasiado".


puesto lucrativo. Según los investigadores que más tarde examinaron su papel como síndico de un hotel en quiebra, la inversión no fue infructuosa. Crater vendió el hotel a una firma de fianzas e hipotecas en 75 000 dólares, y dos meses después el Ayuntamiento volvió a comprarlo para la proyectada ampliación de la calle a un precio de expropiación de casi tres millones. En junio de 1930 eI juez Crater y su esposa fueron a su casa de verano en Maine. A finales de julio recibió una llamada telefónica y dijo a su esposa que tenía que volver a la ciudad "para meter en cintura a esos tipos". Hizo un viaje a Atlantic City con una de las coristas a las que frecuentaba y volvió a Maine el 1° de agosto. El 3 de agosto regresó a Nueva York, y el 6 cobró cheques por más de 5 000 dólares y después pasó la tarde recogiendo papeles de su oficina. Esa noche, con un boleto para un espectáculo de Broadway en la bolsa, cenó en un restaurante del centro, en compañía de su amigo el abogado William Klein y de una atractiva corista llamada Sally Lou Ritz. Después paró un taxi, se subió a él y desapareció para siempre. Las explicaciones propuestas para la desaparición de Crater llenarían un libro: sus turbios amigos políticos se habían librado de él antes de que pudiera ser llamado a declarar en una investigación por soborno; murió en compañía de su amante o de una prostituta; fue atraído a Westchester y muerto en una disputa por cuestiones de dinero, o decidió comenzar una nueva vida en Quebec, el Caribe o Europa. Tras su desaparición, su nombre se mencionó durante décadas al hablar de alguien que escapaba a sus responsabilidades (to pull a Crater era huir para siempre). Lo único que puede decirse hoy es lo que se dijo ya en los años treinta: Joseph F. Crater lo mismo puede estar muerto que vivo (andaría ahora por los 90 años), y quizá encantado de haber llevado a cabo uno de los números de desaparición más misteriosos e investigados a fondo que se recuerdan. (Harper's, 219:41-47, noviembre de 1959; Life, 47:42-44, 16 de noviembre de 1959)

El atracador de bancos John Dillinger fue, según las autoridades, abatido por agentes federales de Chicago el 22 de julio de 1934. Pero según el historiador del crimen Jay Robert Nash, el informe de la autopsia demostró que el cadáver era más bajo y fornido que Dillinger, tenía los ojos color café en vez de azules y mostraba indicios de una enfermedad cardiaca de tipo reumático que Dillinger no padecía. ¿Fue todo un truco publicitario? Su captura aumentó grandemente el prestigio del Bureau of Investigation (más tarde conocido como FBI), de J. Edgar Hoover. ¿Siguió en realidad viviendo Dillinger, seguro al saber que ya "muerto" no iba a aparecer en los carteles de "Se le busca vivo" pegados a las paredes de las oficinas de correos? (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 394; Julian Symons, A Pictorial History of Crime, págs. 140-42)

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El último vuelo de Amelia Earhart La llamaban Lady Lindy, por Charles A. Lindbergh, pero para ser aceptada como una gran piloto tuvo que vencer una oposición que nunca encontraron ni Lindbergh ni otros hombres. Amelia Earhart, nacida en 1898 en Atchison (E.U.A.), estudiaba medicina cuando le entró el entusiasmo por volar. Aprendió pronto y en 1922 estableció un récord de altitud para mujeres. Al convertirse en 1928 en la primera mujer que hizo un vuelo trasatlántico, fue el centro de una enorme campaña publicitaria orquestada por George Putnam, con quien se casó en 1931. En 1932 cruzó sola el Atlántico, y emprendió después otras aventuras en solitario, mientras defendía los derechos de la mujer. El pináculo de su carrera iba a ser un vuelo alrededor del mundo, yendo hacia el este, en un bimotor especialmente equipado. Saliendo de California el 20 de mayo de 1937, ella y su navegante y copiloto, Fred Noonan, recorrieron Florida, Brasil, África Occidental, Pakistán, India, Birmania, Singapur y Australia. El 2 de julio, con los tanques de combustible llenos, Earhart y Noonan partieron de Lae, Nueva Guinea, para un yuelo de más de 4 000 kilómetros hasta la pequeña isla de Howland, en el Pacífico Central. Allí los esperaba el guardacostas Itaska para enviarles señales de orientación, mientras otros barcos patrullaban la zona. Al acercarse la hora de llegada, el Itaska recibió mensajes fragmentarios: "Nubosidad cerrada... no puedo orientarme." No se oyó nada más. Apenas supo Putnam que su esposa había desaparecido, acudió a una amiga de Amelia, Jacqueline Cochran, también destacada piloto. Cochran había ya localizado con éxito aviones perdidos, y como Amelia estaba convencida de que poseía percepción extrasensorial, antes de despegar le había pedido que utilizase esos poderes en su favor si lo necesitaba. En su autobiografía Estrellas a mediodía, Jacqueline recordaba haber dicho una vez a Putnam que Amelia estaba viva. Especificó la zona del Pacífico donde flotaba su avión y nombró dos barcos cercanos, uno de ellos el Itaska (del que aún no había oído hablar) y el otro un pesquero japonés. Pidió a Putnam

En 1936, a pocas cuadras de donde el juez Crater fue visto por última vez subiendo al taxi, el financiero Fred Lloyd dejó a un amigo tras un viaje juntos, también en taxi, y siguió después hacia el centro de la ciudad. No se le volvió a ver. Su esposa seguía creyendo que volvería, y cuando ella murió en 1945, en su suite del hotel se encontraron a su nombre tres pólizas de seguros sin cobrar. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 395)


Los admiradores de Amelia Earhart, primera mujer que cruzó sola el Atlántico, se negaban a atribuir a un error de pilotaje su desaparición, ocurrida en .1 937. no mezclar mi nombre en ello, sino enviar barcos y aviones a la zona en cuestión. Aviones de la Armada y abundantes barcos recorrieron esa zona, pero sin encontrar rastro. Seguí el curso de su deriva durante dos días. Seguía estando en la zona donde la buscaban. Una búsqueda masiva no descubrió nada; pero el país, negándose a aceptar la pérdida de su heroína, se aferraba a sus esperanzas. Durante semanas circularon rumores de que se habían captado mensajes por radio que decían: "Al suroeste coralino de una isla desconocida." Al pasar el tiempo, se sugirió que Amelia tuvo que descender sobre una isla volcánica que más tarde se hundió, o sobre una isla ocupada por los japoneses, fuera del alcance de los Estados Unidos. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se dijo que la Earhart iba en misión de espionaje militar y había sido hecha prisionera. Según Fred Goetner , autor de The Search for Amelia Earhart, el almirante Chester Nimitz le dijo que ambos pilotos habían sido capturados (y presumiblemente ejecutados) por los japoneses. Después de la guerra, un californiano que vivía en la isla de Saipan en 1937, aseguró haber visto allí a dos aviadores, uno de los cuales se parecía a Amelia. Es una historia difícil de creer, pero las especulaciones en torno a la suerte de Lady Lindy y Fred Noonan aún continúan.

Cuando el joven y acaudalado piloto A.C. Whitfield desapareció en 1938 durante un corto vueló sobre la densamente poblada Long Island, se organizó una intensa búsqueda por aire y tierra. Nunca se encontró rastró de él ni de su avión.

El 17 de abril de 1938 se produjo la inexplicable desaparición de un avión en una región densamente poblada. Andrew Carnegie Whitfield, sobrino del magnate del acero, despegó del campo de aterrizaje Roosevelt , de Long Island, rumbo a otro, distante unos 35 kilómetros. Tenía 200 horas de vuelo y en su pequeño avión había combustible suficiente para 240 kilómetros, pero ni él ni el aeroplano aparecieron nunca. La imaginación del público, alimentada por la ola de desapariciones y raptos que hubo en los años treinta, veía al aviador de 28 años perdido en todas partes, incluso en Council Bluffs (Iowa), donde más de un año después los detectives del ferrocarril creyeron verlo a bordo de un vagón de mercancías, con un gastado traje de vuelo, mostrándoles un puñado de billetes grandes y sonriendo. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 333) Richard Halliburton, aventurero y escritor mundialmente famoso, desapareció con una tripulación de doce hombres a bordo de un junco chino especialmente construido, el Sea Dragan, durante un tifón en el Pacífico a finales de marzo de 1939. El viaje había comenzado en Hong Kong el 4 de marzo y debía concluir en San Francisco (E.U.A.), donde aquel verano se celebraba la Exposición Mundial, pero su último mensaje se recibió el 23 de marzo. Sus siete libros y la columna que publicaba en gran número de periódicos habían proporcionado a Halliburton millones de lectores de sus hazañas en escena-

Tras recibir la bendición sacerdotal, Richard Halliburton zarpó de Hong Kong en 1939 para cruzar el Pacifico en un junco, y al parecer se perdió en el mar.

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dos románticos y exóticos, desde el Helesponto (donde pasó nadando de Europa a Asia, como había hecho lord Byron) hasta Yucatán (donde nadó en un cenote, estanque sagrado usado en otro tiempo para el culto y los sacrificios por los sacerdotes mayas). Su viaje en el Sea Dragon debía dar color de autenticidad a un nuevo libro sobre la posibilidad de antiguas travesías por el Pacífico hasta América, pero el mar dispuso otra cosa. Los esfuerzos por localizar el junco de desafiantes pinturas fueron al fin abandonados. (Say Robert Nash, Among the Missi ng, pág. 93-96) DE 1940 A 1960

Las víctimas de la Segunda Guerra Mundial incluyen, naturalmente, los millones de soldados y civiles que murieron, las decenas de millares de niños que quedaron huérfanos y los amnésicos a causa de neurosis de guerra. Fueron también incontables los desaparecidos inexplicablemente, entre ellos Glenn Miller, Leslie Howard y otros famosos. Tanto para los mayores como para los niños, una de Vas desapariciones más conmovedoras fue la de Antoine de Saint-Exupéry, el aviador y escritor francés cuyo libro El principito, hoy ya un clásico de la literatura moderadamente fantástica, fue publicado en 1943. Saint-Exupéry encantaba y arrastraba con su energía y entusiasmo a cuantos lo conocían. Era el primogénito de una familia noble y se inició en la aviación militar en los años veinte; después fue piloto de co-

Antoine de Saint-Exupéry, cuyo exuberante amor por la aviación lo llevó a convertirse en piloto de correo aéreo en África del Norte, nos dejó en sus escritos toda la poesía del vuelo sobre lugares extraños y lejanos. El aviador francés desapareció durante una misión al servicio de la Francia Libre en 1944. rreo aéreo en África del Norte y a través del Atlántico. Sus libros Vuelo nocturno y Tierra de hombres tuvieron una acogida entusiasta. Tras la caída de Francia en 1940, pasó tres años en los Estados Unidos, y después —a los 43 años y con el brazo izquierdo incapacitado por un accidente aéreo— consiguió ser admitido en las fuerzas aéreas de la Francia Libre y empezó a volar en misiones de reconocimiento sobre Italia y el Mediterráneo. El 31 de julio de 1944, mientras estaba en contacto por radio con su base de Córcega, Saint-Exupéry desapareció, quizá de manera no más

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misteriosa que tantos otros en misiones de guerra, pero dejando tras de sí la estela de aquella poesía del vuelo que siempre lo envolvió. (LeRoy Hayman, Thirteen Whó Vanished, págs. 49-60) Como ayudante de confianza de Adolfo Hitler, Martin Bormann estaba con él en el bunker de Berlín cuando el dictador y una mujer que se cree que era Eva Braun se suicidaron el 30 de abril de 1945. Bormann ayudó lealmente a sacar de allí los cuerpos y a quemarlos en el jardín batido por la artillería. A la noche siguiente, él y otros del grupo de Hitler llegaron por una serie de túneles a una estación de ferrocarril, y después caminaron junto a los tanques alemanes por las calles iluminadas por los incendios. Uno de los que formaban el grupo declararía más tarde que había visto a Bormann caído en el suelo, ileso pero sin respiración. El tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg, escéptico, lo condenó a muerte in absentia. Circularon rumores de que Bormann había sido muerto en Dinamarca mientras intentaba llegar hasta el almirante Karl Doenítz, sucesor legal de Hitler, y también de que había huido a Italia y un submarino lo había llevado a América del Sur. Simon Wiesenthal, el conocido cazador de criminales de guerra nazis, cree que Bormann cambió botín nazi por pasaportes falsos y una nueva identidad en Argentina, y después en Chile. El escritor Ladislas Farago afirmaba haberlo visitado en un hospital de Bolivia en 1973. Si Bormann estuviera vivo, tendría hoy más de 80 años, y le sobran razones para no dejarse ver. (Hugh TrevorRoper, The Last Days of Hitler, págs. 212-17) Seis personas desaparecieron en el Long Trail (Camino Largo) de Vermont o en sus cercanías entre noviembre de 1945 y diciembre de 1950. Sólo apareció el cuerpo de una de ellas. La primera desaparición fue la de Middie Rivers, de 75 años, un cazador de ciervos que conocía bien la región del Trail cercana al monte Glastenbury. Policías, soldados, boy scouts y vecinos peinaron los bosques cuando no regresó de una jornada de caza el 12 de noviembre de 1945, pero sin resultado. Un día de diciembre de 1946, Paula Weiden estudiante del Bennington College, dijo a su compañera de cuarto que iba a dar un paseo. La última persona que vio viva a esa muchacha de 18 años fue un vigi-

El Long Trail de Vermont, que vemos en este mapa, discurre por la cresta de los móntes Green. Nó se ha encontrado explicación alguna para la desaparición de seis personas en ese camino o en sus cercanías a lo largo de un periodo de cinco añós.


l

ante

del diario local, que le indicó por dónde podía ir al Long Trail. A pesar de la intensa búsqueda y la publicidad que recibió a nivel nacional, no hubo modo de dar con Paula Welden, y empezaron a extenderse los rumores de un "asesino loco". La tercera víctima (si ésta es la palabra), James Telford, fue vista por última vez en el Trail el 1° de diciembre de 1949. A principios de 1950, Frieda Langer, de la que se dijo que tenía gran experiencia en los bosques, desapareció cuando iba de excursión por el Trail. Su cuerpo fue encontrado finalmente el 12 de mayo de 1951, en un claro del bosque que al parecer había sido pasado por alto en rastreos anteriores. Cuando el 6 de noviembre de 1950 desapareció Martha Jones , se pensó que se había fugado para ir a reunirse con su novio en Virginia. Al ver que no era así, se inició su búsqueda, sin resultado. El último de los seis fue Frances Christman , que salió el 3 de diciembre de 1950 para visitar a un amigo que vivía cerca de allí y no volvió a ser visto. Si los seis casos no tenían más relación que la del sitio, la coincidencia funcionó a gran escala. Pero si hubo un "asesino loco del Long Trail", nunca sabremos por qué empezaron ni por qué terminaron los crímenes: el bosque de Vermont no ha revelado su secreto. (Paul Begg, Into Thin Air, págs. 19-30) La leyenda del Triángulo de las Bermudas, la zona al este de Florida donde se dice que barcos y aviones desaparecen en número demasiado grande para ser casual, aumentó con la pérdida de la Patrulla 19 el 5 de diciembre de 1945. Cinco bombarderos torpederos TBM Avenger salieron de Fort Lauderdale para un ejercicio de navegación de unos 500 kilómetros que de-

Las desapariciones de barcós y aviones en diversos lugares de la zona delimitada arriba han creado un temor supersticioso al llamado Triángulo de las Bermudas.

hería haberlos llevado al este, después al norte, sobre la isla Gran Bahama, y finalmente al suroeste, de vuelta a la base. Comandaba la Patrulla 19 el teniente Charles Carroll Taylor, uno de los dos tripulantes con experiencia que iban a bordo. Los otros doce pilotos, radiotelegrafistas y artilleros eran estudiantes en prácticas. Menos de dos horas después del despegue, efectuado a las 2:10 de la tarde, los mensajes por radio indicaron que Taylor estaba desorientado: "Ninguna de mis dos brújulas funciona... Estoy sobre tierra, pero se han estropeado. Estoy seguro de encontrarme en los Cayos, pero no sé a qué distancia ni cómo volver a Fort Lauderdale." En realidad, un rumbo parecido al planeado debería haber llevado a la Patrulla 19 cerca del Gran Banco Sale, 320 kilómetros al noreste de los Cayos de Florida. Durante las dos horas siguientes, varios contactos fragmentarios por radio permitieron saber que la Patrulla 19 se dirigía casi siempre al norte y al este, en la aparente creencia de que estaban sobre el Golfo de México y encontrarían pronto la costa occidental de Florida. Una de las últimas transmisiones de Taylor anunciaba: "Todos los aviones en formación cerrada... Tendremos que hacer un amaraje forzoso a menos que avistemos tierra... Cuando alguien se quede con menos de diez galones aterrizaremos juntos en el agua." Desde Miami salió un hidroavión para buscar a la patrulla presumiblemente amarada, pero tuvo que regresar al formársele hielo en la antena. Otro partió de la estación aérea naval de Banana River. Media hora más tarde, un petrolero observó llamas e investigó una mancha de petróleo y restos donde sin duda se había estrellado el hidroavión. En cuanto a la Patrulla 19, cinco días de búsqueda sobre 650 000 kilómetros cuadrados de océano no consiguieron encontrar el menor rastro de ella. A lo largo de los años, la exageración y la leyenda han hecho la historia de la Patrulla 19 aún más inexplicable, adornándola con indicios de ovnis y supuestos mensajes por radio tales como "Incluso el mar no tiene el aspecto de costumbre" y "No me sigan... Parece un..." Sin embargo, hay interrogantes que ni siquiera el informe de 400 páginas de la Armada pudo contestar. ¿Por qué fallaron las dos brújulas de Taylor poco después de haber sido revisadas en la inspección previa al vuelo? Aun cuando las Bahamas más septentrionales se parecen mucho desde el aire a los Cayos de Florida, ¿por qué se convencieron los pilotos de que la primera etapa de su vuelo los había llevado tan al sur, en vez de al este? Todas las pruebas apuntan a la conclusión de que la Patrulla 19 se quedó sin combustible y sus tripulantes no pudieron usar las lanchas antes de que los aviones amarados se hundiesen en las agitadas aguas. Pero lo que no explican es cómo su vuelo de entrenamiento de dos horas se convirtió en cinco horas de vagar sin rumbo camino de ninguna parte. (Lawrence David Kusche, The Bermuda Triangle Mystery—Solved, págs. 97-122)

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El cadete Richard Cox, de 22 años, estudiante de segundo curso de West Point, desapareció el 14 de enero de 1950. Cox se había alistado en el ejército en 1946 y sirvió en la Alemania ocupada. Tras ingresar a la Academia, se convirtió en un gran corredor de fondo y un estudiante superior al promedio. Ninguno de sus compañeros sabia que hubiese nada oscuro en su vida. El 7 de enero de 1950 recibió la visita de alguien que dijo llamarse "George" y haber servido en Alemania con él. Los dos cenaron y bebieron juntos. A la mañana siguiente, Cox contó a sus amigos que su visitante le había estado contando morbosas historias acerca de peleas sangrientas y del asesinato de una alemana con la que había vivido. A pesar de ello, cuando una semana después apareció de nuevo el visitante, Cox fue a reunirse con él y dijo que cenarían juntos. "No parecía temer nada", recordaba el compañero de cuarto de Cox; "sólo estaba como disgustado. Sospeché que tomaba aquello como una excusa para salir y comer en el hotel Thayer, contiguo a la Academia." Esa noche el cadete Richard Cox desapareció: nadie recordaba haberlo visto salir de West Point ni cenar en el hotel. Los investigadores del ejército y el FBI fueron incapaces de avanzar en su larga búsqueda, aunque siguieron más de un millar de posibles pistas. Se registraron los terrenos de la Academia y la región circundante. En los archivos militares no apareció ningún soldado de servicio en Alemania que pudiera ser identificado como "George". A diferencia de la mayoría de las personas desaparecidas cuyos expedientes policiales permanecen abiertos, Richard Cox se halla oficialmente, y de modo inexplicable, ausente sin permiso. (Allen Churchill, They Never Carne Back, págs. 149-69; Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 262) El padre Henry Borynski desapareció el 13 de julio de 1953 de su parroquia en un suburbio de Bradford (Inglaterra). Se había hecho famoso entre los emigrantes y refugiados polacos de Inglaterra por sus diatribas contra el régimen comunista polaco de posguerra. La ocasión aparente de la desaparición de Borynski fue una llamada telefónica. "Ya ha llegado... Debo ir", dijo enigmáticamente a su ama de llaves. Sin recoger ninguno ele sus papeles ni pertenencias, salió de la casa parroquial, y pocos minutos después fue visto esperando en una esquina. Aunque el capitán y los óficiales del Joyita afirmaban que era insumergible, ellos y los pasajeros abandonaron el barco. Su suerte sigue siendo descónocida.

Una teoría no probada es que familiares u otras relaciones suyas de Polonia habían obligado al padre Borynski a plegarse a las exigencias de los comunistas polacos, y había sido llevado a un barco ruso que zarpó para Leningrado. Se rumoreó que en la lista de pasajeros había dos hombres no identificados: el sacerdote y un asesino profesional. El gobierno británico se negó a responder a una interpelación parlamentaria acerca del caso Borynski, alegando que tales revelaciones "no servirían al interés público". (Jay Robert Nash, Among the Missing, págs. 228-29) El pequeño barco Joyita zarpó de Apia, en la Samoa Occidental, a principios de octubre de 1955, con destino a otra isla distante unos 500 kilómetros. Más de un mes después fue encontrado abandonado, con una toldilla extendida como para recoger agua de lluvia. Una tubería rota lo había hecho naufragar, pero su casco forrado de corcho se hubiese mantenido a flote indefinidamente. El radio y uno de los motores gemelos habían fallado. Varias vendas ensangrentadas sugerían una herida, o quizá una lucha a bordo. Pero ni el capitán, Dusty Miller, ni su tripulación y pasajeros aparecieron nunca para responder a las preguntas sobre el último viaje del Joyita. (Colin Wilson, Enigmas and Mysteries, pág. 48) La desaparición del intelectual y activista Jesús María de Galíndez en Nueva York el 12 de marzo de 1956 condujo a investigaciones que revelaron una enmarañada red internacional. Galíndez, refugiado primero de la España de Franco y después de la República Dominicana de Rafael Trujillo, enseñaba Historia y Política hispanoamericanas en la Universidad de Columbia. Era conocido por sus discursos contra Trujillo y había escrito una tesis doctoral de 750 páginas en la que documentaba los crímenes del dictador. Galíndez desapareció camino del metro tras una clase nocturna en Columbia. Nueve meses más tarde, un joven piloto estadounidense llamado Gerald Murphy desapareció en la República Dominicana. Las autoridades locales dijeron que había muerto en una pelea Esta página de la agenda de Gerald Murphy lo relaciona con el profesor Galíndez, quien desapareció en 1956, posiblemente víctima de un complot criminal.


con un ciudadano dominicano que después se ahorcó en la cárcel; pero investigaciones promovidas primero por la familia Murphy, más tarde por el Departamento de Estado y finalmente por la revista Life condujeron a una reconstrucción según la cual Murphy había sido contratado para trasladar al secuestrado Galíndez primero de Long Island a Miami y después a la isla de Trujillo. Murphy dijo más tarde a unos conocidos que la noche del 12 de marzo una ambulancia había llevado a un "rico inválido" al aeropuerto de Long Island, y no hay duda de que después del vuelo Murphy vivió a [o grande en la República Dominicana. El gobierno de Trujillo negó la menor relación entre Galíndez y Murphy, y su suerte era todavía un misterio cuando Trujillo fue asesinado en mayo de 1961, poniendo así fin a sus treinta años de tiranía. (Lile, 42:24-31, 25 de febrero de 1957; 45:70, 7 de julio de 1958; Newsweek, 47:46, 4 de junio de 1956; 47:65, 11 de junio de 1956; 50:49, 29 de julio de 1957; Time, 67:41, 2 de abril de 1956; 67:45, 4 de junio de 1956; 68:30, 16 de julio de 1956; 69:21, 11 de febrero de 1957) Una visita familiar fue el último viaje del consejero de inversiones Bruce Campbell. El 14 de abril de 1959, él y su mujer partieron de su casa de Massachusetts (E.U.A.) para ver a su hijo. Pararon en un motel de Jacksonville (Illinois), donde la señora Campbell vio al despertar que su marido se había marchado... en piyama, dejando el coche, el dinero y toda su ropa. No volvió a saberse nada de él. (Jay Robert Nash, Among the Missing, pág. 406) DESDE 1960

Las aguas costeras de una isla del Pacífico o una de las selvas más inhóspitas del mundo acabaron en noviembre de 1961 con la vida de Michael Rockefeller, de 23 años, hijo del gobernador del estado de Nueva York (y más tarde vicepresidente) Nelson Rockefeller. Michael Rockefeller, graduado en Harvard, había estado buscando "algo romántico y aventurado" antes de empezar sus estudios de administración de empresas y trabajar como banquero. Así que tomó parte en una expedición del Museo Peabody, de Harvard, a las selvas de Nueva Guinea, donde pasó seis meses grabando cantos de los aborígenes. Después de regresar por poco tiempo a los Estados Unidos, volvió a las selvas para buscar artefactos nativos para el MuSe cree que Michael Rockefeller, a quien vemos aquí en un río de Nueva Guinea meses antes de su desaparición, se ahogó al intentar llegar a tierra nadandó desde una embarcación volcada y a la deriva, pero no hay pruebas de su muerte.

seo de Arte Primitivo, de Nueva York, institución patrocinada por la Fundación Rockefeller. El 16 de noviembre, Rockefeller, el antropólogo holandés René Wassink y dos guías viajaban a lo largo de la costa meridional de Nueva Guinea a bordo de un catamarán (dos piraguas atadas juntas) provisto de un motor fuera de borda. Una gran ola cayó sobre la embarcación, volcándola y dejándola a la deriva. Los guías llegaron nadando a la orilla y dieron cuenta del accidente, mientras el catamarán era arrastrado a cinco o seis kilómetros de la costa. Finalmente Rockefeller decidió seguir a los guías, a pesar de la advertencia de Wassink de que había tiburones y cocodrilos de agua salada. Con dos latas de gasolina vacías como flotadores, se lanzó a nadar hacia tierra. Muchas horas más tarde un avión descubrió y rescató al antropólogo, todavía aferrado al catamarán. Poco después, Nelson Rockefeller y la hermana gemela de Michael, Mary, salían para la isla del Pacifico. Partidas de holandeses, australianos y nativos fueron enviadas a escudriñar minuciosamente el mar de la zona y a recorrer los pueblos de la costa ofreciendo grandes recompensas por cualquier noticia del joven estadounidense, pero lo único que apareció fue una lata de gasolina flotando. Recordando que Rockefeller era un gran nadador, algunos funcionarios y misioneros de la isla se inclinaban a pensar que había [legado a tierra y perdido la vida en la selva. Probablemente nunca se sabrá su suerte. (John Godwin, Unsolved: The World of the Unknown, págs. 1-16; LeRoy Hayman, Thirteen Who Vanished, págs. 136-43) Tres alemanes relacionados con el programa de cohetes egipcio desaparecieron de la zona de Munich (Alemania) en septiembre de 1962. El doctor Wolfgang Pilz y el profesor Paul Górke, que trabajaban en la fábrica egipcia de cohetes situada en un suburbio de El Cairo, desaparecieron casi al mismo tiempo que el doctor Heinz Krug, cuya compañía comercial de Stuttgart había suministrado piezas para esos cohetes. Krug fue visto por última vez en Munich en compañía de un árabe que decía llamarse Mr. Saleh. Pocos días después apareció abandonado el coche de Krug. Muchos egipcios pensaron que los alemanes habían sido raptados por agentes israelíes para tratar de detener los progresos militares de un Estado enemigo. El destino de los tres puede haber sido también otro de los enigmas de la Esfinge. (Newsweek, 60:36-37, de octubre de 1962) En una sola semana de enero de 1967 se perdieron tres aviones y ocho pasajeros sobre el Triángulo de las Bermudas, una zona marítima en la que ha ocurrido toda una serie de inexplicables y siniestras desapariciones. En la búsqueda no se encontraron restos flotantes de dos de los aviones. Si aparecieron los del tercero, pero no se pudo determinar la causa del accidente. (Lawrence David Kusche, The Bermuda Triangle Mystery—Solved, págs. 211-15)

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A principios de julio de 1969 Donald Crowhurst cayó

por la borda de su velero, el Teignmouth Electron, en medio del Atlántico. Se había inscrito, lleno de esperanza, en una carrera alrededor del mundo patrocinada por The Times de Londres, aunque su recién construido trimarán (bautizado con tan extraño nombre en honor de su puerto de procedencia y de la medio quebrada empresa de electrónica marina de Crowhurst) apenas estaba preparado para una prueba tan difícil al iniciarse la carrera el 31 de octubre de 1968. Un mes tras otro, los cablegramas e informes de posición indicaban que Crowhurst estaba logrando un buen tiempo en un viaje que rodeaba África, atravesaba los océanos Índico y Pacífico y daba la vuelta al cabo de Hornos, en el extremo sur de América. En realidad, había quedado retrasado en las primeras semanas del viaje y decidió hacer tiempo en el Atlántico Sur mientras falsificaba sus mensajes y el cuaderno de bitácora. (En un segundo libro de a bordo, auténtico, anotaba sus discusiones consigo mismo sobre lo que estaba haciendo.) Parece que en abril de 1969 Crowhurst decidió dejar que el único barco que aún seguía en la carrera cantase victoria, a fin de que nadie se ocupase excesivamente de él. Pero el 21 de mayo el barco de su competidor se hundió cerca de las Azores, y Crowhurst se encontró en una situación insalvable, pues la publicidad que iba a suscitar su victoria sería seguramente excesiva para que su historia pudiese tenerse en pie. Su cuaderno de bitácora se hizo más incoherente, lleno de discursos filosóficos sin ilación y de meditaciones sobre "el pecado de ocultación". Su último mensaje por radio fue el 30 de junio. El 11 de julio un carguero británico encontró el Teignmouth Electrón abandonado. (LeRoy Hayman, Thirteen Who Vanished, págs. 24-36) El 15 de mayo de 1970, Edward y Stephania Andrews asistieron a una fiesta de la cámara de comercio en el hotel Sheraton de Chicago. Tenedor de libros él e investigadora de créditos ella, ambos tenían 63 años y eran el arquetipo del ciudadano respetable, con una confortable residencia en Arlington Heights. En la fiesta, Edward Andrews se quejó de un pequeño malestar, que atribuyó a las punzadas del hambre: sólo había entremeses para comer. Cuando, al marcharse, bajaron al garage del hotel, el encargado notó que Stephania parecía estar llorando y Andrews conducía como si estuviese un tanto achispado: al salir rozó la puerta con la defensa del auto. Nadie volvió a ver a los Andrews. La policía supuso que habrían caído de un puente al río Chicago, pero ni las dragas ni los detectores de metales consiguieron encontrar el coche. (Conversación telefónica con el Departamento de Policía de Arlington Heights, Illinois) La lluviosa noche del día de Acción de Gracias de

1971, Dan Cooper se lanzó en paracaídas del Boeing

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WASHINGTON

Retrato hablado de Dan Cooper, que secuestró un Boeing 727 (arriba) que volaba sobre el estado de Washington. El mapa muestra aproximadamente dónde saltó en paracaídas y dónde fue encontrada una parte del rescate. A Cooper no se le ha vuelto a ver.

,CENTPALIA .. CHEHALIS

Wi HAL,.AZGC. DE 8.1LETE.V. DEL RESCATE 10.211e

727 de la Northwest Airlines que había secuestrado. Cooper se había apoderado del avión tras despegar éste de Portland (Oregon), y ordenó que aterrizase en Seattle para recoger un paracaídas y 200 000 dólares en efectivo. Sus exigencias fueron atendidas y el avión volvió a despegar. Tras el despegue, Cooper envió a la aeromoza a la cabina de los pilotos y utilizó el intercomunicador para repetir sus instrucciones de que mantuviesen el aparato a 200 millas por hora. Cuando estaban aproximadamente sobre el río Lewis, Cooper abrió la puerta trasera y saltó, sin equipo protector contra el viento y la helada lluvia, 'pero al parecer confiado. Años después aparecieron en los bosques un letrero de plástico de la puerta trasera de un 727 y un paracaídas. Después, en 1980, algunos de los billetes marcados del botín de Cooper fueron encontrados en barro dragado del río Columbia. Esto confirmó la creencia de algunos de que Cooper no sobrevivió a su fuga y que sus restos yacen bajo el agua o en lo más espeso del bosque. Pero para otros, cautivados por la sangre fría y la imaginación de Cooper, se trata de un heroico granuja que merece estar viviendo bien dondequiera que esté. (The New York Times, 26, 27, 28 y 30 de noviembre de 1971; 13, 14 y 22 de febrero de 1980) Dos envejecidos soldados japoneses surgieron en 1972 y 1974 de las selvas del Pacífico para encontrarse con un mundo casi irreconocible. Shoichi Yokoi fue capturado en enero de 1972 por pescadores de la isla de


Guam, donde él y nueve compañeros se habían ocultado al desembarcar las tropas estadounidenses en 1944. Los otros ya habían muerto o se habían entregado, pero Yokoi había hecho caso omiso de un folleto que anunciaba la rendición de su país porque, según dijo, " a los soldados japoneses nos enseñaron a preferir la muerte a la desgracia de ser capturados vivos". El teniente Hiroo Onoda resistió dos años más, y salió de las selvas de Filipinas el 10 de marzo de 1974. A diferencia de Yokoi, nadie le había informado que la Segunda Guerra Mundial había terminado. Cuando le preguntaron por qué no había salido antes, dijo; "Nadie me lo ordenó," Los dos viejos soldados fueron recibidos como héroes cuando volvieron al Japón. El conflicto del Pacífico afectó a tantas islas diminutas, muchas de ellas todavía poco visitadas, que aún pueden aparecer más fieles soldados del Emperador. (The New York Times, 11 y 12 de marzo de 1974; Time, 99:41-42, 7 de febrero de 1972)

Jimmy Hoffa desapareció en 1975. Se cree que fue asesinado en el curso de las luchas por el poder dentro del sindicato de camioneros Teamsters.

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El sargento Shoichi Yokoi, del ejército imperial japonés, en 1941 y con el aspecto que tenía cuando fue capturado en 1972. Había permanecido 28 años oculto en la jungla para no sufrir la vergüenza de rendirse. Jimmy Hoffa, presidente de un sindicato de camioneros estadounidense desde 1957 hasta su ingreso en la cárcel en 1967, desapareció el 30 de julio de 1975. Algunos dicen que había sido puesto en libertad bajo palabra a raíz de un trato en el que el vicepresidente del sindicato, Frank Fitzsimmons, aseguró a la Casa Blanca que Hoffa no recuperaría su cargo sino hasta 1980, al final de su condena. Según esta versión, Hoffa se puso furioso al enterarse de lo pactado por Fitzsimmons, y estaba empezando a "irse de la lengua" en el asunto de las relaciones entre el sindicato y el crimen organizado. En 1975, Hoffa estaba en su casa de verano al norte de Detroit cuando el 30 de julio acudió a una comida con el supuesto jefe mafioso Tony Giacalone, alias "Jack", y con Toni Provenzano, alias "Pro", un camionero que había estado en la cárcel con Hoffa. Al parecer le dieron plantón, pues horas más tarde llamó a su casa para ver si habían dejado algún recado para él. Su última llamada fue a su viejo amigo y socio Louis Linteau. La última persona que lo vio dijo

que Hoffa estaba con otras personas en el asiento trasero de un coche, inclinado hacia adelante para hablar con el chofer. La desaparición de Hoffa desencadenó una verdadera cacería humana. Las autoridades investigaron sus contactos con el hampa, excavaron maizales y rompieron pisos de cemento de los sótanos en busca de su cuerpo. Varios libros han relacionado el asesinato (porque nadie cree que Hoffa siga vivo) con diferentes aspectos de las continuas relaciones con el hampa que han hecho que los fondos de pensiones del sindicato hayan estado mezclados con los beneficios del juego, la prostitución y las drogas. Después de todo, hacer desaparecer un cadáver no es tan difícil como muchos creen, y menos para los profesionales del crimen, y muchos conocidos de Hoffa lo eran. (Lester Velie, Desperate Bargain, tornado de diversos pasajes) El largo viaje entre Miami (Florida) y Scarsdale (Nueva York) era algo rutinario para Charles R. Romer y su esposa, Catharine. Ambos de más de setenta años, habían pasado el invierno de 1980 en Florida, y el 8 de abril regresaban a su casa. Esa tarde pararon en un motel de Brunswick City (Georgia). Poco más tarde, un policía de tránsito vio su auto por la carretera. Tal vez iban a cenar a un restaurante. De ser así, nunca llegaron. Ellos y el coche desaparecieron. Tres días más tarde, viendo que no había dormido nadie en la habitación, la dirección del motel se lo notificó a las autoridades. La policía sólo pudo sospechar que los Romer se habían salido de la carretera y caído a un pantano, o habían sido asaltados y asesinados. Aparte de un equipaje en un cuarto de motel y un coche visto de refilón, no había pistas. "Es increíble que dos personas puedan desaparecer sin dejar rastro", decía su hijo. Increíble.., pero cierto. (The New York Times, 19, 20 y 27 de abril de 1980)

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MONSTRUOS Y ESPECTROS En diferentes mares, lagos y regiones montañosas del mundo se han visto, y a veces fotografiado, criaturas desconocidas de talla descomunal. Nessie y el Abominable hombre de las nieves han sido descritos con tanta frecuencia que ya son familiares. En cuanto a los espectros y fantasmas, el incontable número de ciudadanos sobrios que han visto u oído lo que sólo pudieron definir como una presencia espectral sugiere que debe existir alguna especie de manifestación etérea más allá de nuestra comprensión. Los que se han encontrado ante una aparición están convencidos de ello, y no puede decirse que el no haberlas visto sea una prueba concluyente de que no existen.

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MONSTRUOS Los antropólogos, los psiquiatras y otros estudiosos del comportamiento humano tienden a ver en la creencia del hombre en los monstruos un indicio de la necesidad que siente de ellos. Suponen que creamos los monstruos para dar una forma aceptable a nuestras ansiedades innominadas; que los inventamos por proyección, a manera de bestiales depósitos para cuanto de salvaje, libidinoso o indeseable hay en nosotros, o que intentamos justificar nuestro temor a lo desconocido exagerando las características de cualquier criatura de extraño aspecto y poco común, a fin de hacerla más terrible de lo que es en realidad. Pero el hombre moderno parece sentir también otra necesidad: la de resistirse a creer en lo extraño o paranormal, la de negar la existencia de lo que no puede ser explicado. Los gigantes de los cuentos de hadas y los Godzillas y King Kong pueden muy bien servir como depositarios de la maldad que hay en nosotros; desde luego, sabemos que tales monstruos son ficticios, invenciones del hombre, pero eso no quiere decir que el yeti sea una creación imaginaria. La mezcla de miedo y atracción que el hombre siente por los monstruos es tan vieja como su existencia. A lo largo de los siglos, los seres humanos han hablado de prodigios tales como dragones que escupen fuego, extraños reptiles con múltiples apéndices, seres con forma humana de rostro bestial y cubiertos de pelo, y colosos subacuáticos que hunden barcos. Tan increíbles criaturas no eran invenciones; alguien las vio. Sin duda muchas fueron transformadas por defectos de observación, afán de exagerar e incluso un toque poético que las entretejió con los mitos para servir de contraste a los héroes en una lucha de símbolos. Pero la materia prima, los fenómenos observados, estaban ahí. Y algo sigue estando ahí, a pesar de nuestra necesidad posmedieval de ridiculizar las visiones monstruosas presentándolas como alucinaciones o falsificaciones. La verdad es que en nuestra edad científica pocos deseamos realmente ver o experimentar lo inexplicable, y cuando lo hacemos distorsionamos esa percepción para convertirla en algo a lo que podamos enfrentarnos. Muchos observadores se han entregado a una extraordinaria gimnasia mental para convencerse a sí mismos de que no veían lo que creían estar viendo. Pie Grande era un oso o un bromista disfrazado de oso; la serpiente de mar era un efecto de la luz, el romper de una ola, un tronco flotante, una maraña de algas o cincuenta delfines nadando en fila india. En cuanto a los escépticos que no han llegado a verlos, prefieren inventar y tragarse la "explicación" más retorcida a creer en el más claro y sencillo de los informes. La opinión actual acerca de lo que llamarnos monstruos es que los que siguen viviendo entre nosotros son probablemente explicables como reliquias o especies fósiles que han buscado refugio en regiones remotas y casi impenetrables. Los monstruos pertenecen a dos tipos básicos: acuáticos y terrestres (aunque algunos entusiastas sugieran una conexión extraterrestre). De vez en cuando alguna extraña criatura resulta anfibia o ambigua, y en ocasiones pasa volando ante nosotros algo que nos parece una increíble incógnita alada. Ambas categorías son tratadas aquí de acuerdo con el hábitat de su elección —primero el agua, después la tierra— y en orden cronológico dentro de cada categoría. El escéptico que después de leer estas noticias se sienta inclinado a decir "Sí, pero..." no debe olvidar que se han omitido centenares de informes por cada uno incluido, y que muchos de los testigos creen ahora en lo que antes tomaban a broma. 138


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MONSTRUOS DE LAGOS Y MARES ANTES DE 1900

En julio de 1734, Hans Egede, un misionero noruego que iba a Groenlandia, vio algo increíble cuando su navío se aproximaba a la colonia danesa de Buena Esperanza, en el estrecho de Davis. Como contaría más tarde con gran sencillez, el día 6 apareció un animal marino muy terrible, que se levantó tanto sobre el agua que su cabeza sobrepasaba nuestra cofa mayor. Tenía un hocico largo y agudo y resoplaba como una ballena; tenía aletas anchas y grandes, y el cuerpo estaba, como si dijésemos, cubierto de piel dura, muy arrugada y desigual; además, en su parte baja tenía forma como de serpiente, y cuando volvió a sumergirse se combó hacia atrás, y al hacerlo levantó del agua una cola del largo de un navío. Esa noche tuvimos muy mal tiempo. [Richard Carrington, Mermaids and Mastodons, págs. 23-241

del agua, y a veces sobresalen tan altos y grandes como los mástiles de un barco de mediano tamaño. Parece que ésos son los brazos del monstruo y, se dice, si se apoderaran del mayor buque de guerra, se lo llevarían al fondo. [Bernard Heuvelmans, In the Wake of the Sea-Serpents, págs. 49-50]

Una serpiente de mar de impresionante tamaño fue vista al parecer por muchas personas en Gloucester Harbor (Massachusetts, E.U.A.) y sus alrededores durante el mes de agosto de 1817. El acalorado debate entre creyentes y escépticos hizo que un comité especial de la Linnaean Society de Nueva Inglaterra recogiese un montón de declaraciones juradas de supuestos testigos. Era representativa la de Matthew Gaffney, carpintero naval, quien decía: que el 14 de agosto del año del Señor de 1817, entre las cuatro y las cinco de la tarde, vi un extraño animal marino, parecido a una serpiente, en el puerto de la dicha Gloucester. Yo estaba en un barco, a menos de 30 pies de él. Su cabeza parecía mayor que un barril de cuatro galones, su cuerpo tan grande como un tonel, y su longitud, que yo vi, la calculo en no menos de 40 pies. Lo alto de su cabeza era de un color oscuro, y la parte inferior casi blanca, como lo eran también ). arios pies de su vientre que vi... Disparé contra él cuando más cerca estaba de mí. El monstruo, proseguía Gaffney, se volvió como para acometer al barco, y después se hundió como una

piedra y reapareció a unos cien metros. Se movía aproximadamente 1 600 metros cada dos o tres minutos. (Reader's Digest, eds., American Folklore and Legend, págs. 245-46)

A alguien de tan incuestionable integridad como el mi-

sioneró Hans Egede debemos una de las primeras noticias dignas de confianza acerca de una serpiente de mar, vista por él cerca de la costa de Gróenlandia.

"El que es sin disputa el monstruo marino mayor del mundo" fue descrito por Erik E. Pontoppidan, obispo de Bergen, en su Historia Natural de Noruega (1752-53). El kraken, como lo llamaban los pescadores y el obispo, era tan enorme que ni siquiera cuando salía a la superficie aparecía todo su cuerpo. Escribía Pontoppidan: ... su lomo o parte superior, que parece tener cerca de una milla y media inglesa de circunferencia (algunos dicen más, pero prefiero la menor para mayor seguridad), aparece al principio como una serie de pequeñas islas, rodeadas de algo que flota y fluctúa como algas... Al final aparecen varias puntas o cuernos brillantes, que van haciéndose más gruesos a medida que ascienden sobre la superficie

El capitán Peter M'Quhae y la mayor parte de los oficiales y tripulación del Daedalus fueron invitados a ver "una serpiente de mar de extraordinarias dimensiones" mientras iban de las Indias Orientales a Plymouth (Inglaterra) en 1848. En una detallada y sobria declaración fechada el 11 de octubre, el capitán M'Quhae participaba a los lores del Almirantazgo que a las cinco de la tarde del 6 de agosto —el Daedalus estaba entonces en e! Atlántico Sur, a casi 500 kilómetros de la costa occidental de África— "algo muy insólito fue visto por Mr. Sartoris, guardamarina, acercándose rápidamente al barco por proa". Mr. Sartoris dio inmediatamente cuenta de tal circunstancia al capitán M'Quhae y a dos oficiales que paseaban por el alcázar. Lo que ellos y algunos otros presentes vieron fue algo enorme, ondulante y parecido a una serpiente "que mantenía constantemente la ,cabeza y los hombros unos cuatro pies por encima de la superficie del agua". Hasta donde podían juzgar comparándola con la de la percha de la gavia mayor, la longitud visible de la serpiente era de más de 20 metros, su diámetro detrás de la cabeza de unos 40 centímetros, y parecía tener una especie de crin cayéndole del lomo.

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hacía balancearse violentamente al Alecton, y las pocas balas que alcanzaron al monstruo no surtieron efecto. Bouyer y sus hombres consiguieron después arponear aquello y pasarle un lazo corredizo alrededor de la cola. Agitando violentamente sus tentáculos, la presa rompió el arpón y dejó libre la mayor parte de su cuerpo. La tripulación sólo izó a bordo un trozo de la cola, que pesó unos 18 kilos. Pero tanto los oficiales como los marineros habían estado lo bastante cerca del monstruo para poder dar de él una descripción detallada. En su informe al ministro de Marina, escribía Bouyer: Un monstruo marino de 20 metros de largó pasó a pocos metros del barco de guerra británico Daedalus, según el informe del capitán Peter M'Quhae al Almirantazgo. Manteniendo rumbo sudoeste a una marcha de 12 a 15 millas por hora, el monstruo pasó rápidamente al Daedalus, decía M'Quhae, "tan cerca de nuestro costado de sotavento que de haberse tratado de alguien conocido hubiese distinguido fácilmente sus facciones a simple vista". (Bernard Heuvelmans, In the Wake of the Sea-Serpents, págs. 198-217) Durante la travesía de Cádiz a Tenerife, la corbeta

francesa Alecton encontró una monstruosa criatura marina el 30 de noviembre de 1861. Aunque había algo de marejada, el tiempo era extremadamente favorable, y el teniente Bouyer, comandante de la nave, resolvió intentar capturar lo que más tarde informó que había reconocido "como el Póulpe géant [pulpo gigante] cuya existencia ha sido muy discutida y hoy parece relegada al reino de los mitos". Pero el oleaje

En realidad se trataba del calamar gigante, pero la forma de la cola sugería que pertenecía a una especie aún no descrita. El cuerpo parecía medir de 5 a 6 metros de largo. La cabeza tenia un pico como de loro rodeado de 8 brazas de unos 2 metros de largo. Su aspecto era verdaderamente espantoso. De color rojo ladrillo, informe y viscoso, resultaba repulsivo y terrible. (Richard Carrington, Mermaids and Mastodons, pág. 54) Un monstruo de agua dulce que nunca ha sido captu-

rado, aunque si al parecer visto varias veces, es la esquiva criatura habitante del lago Champlain, de 160 kilómetros de largo, que une Vermont y el estado de Nueva York con Canadá. De los primeros en describirlo fueron, el 30 de agosto de 1878, los seis ocupantes de un pequeño yate. Lo que vieron era un ser vivo extraordinario con, según dijo uno de ellos, "dos grandes pliegues detrás de la cabeza que sobresalían del agua y, a cierta distancia, unos 17 metros o más detrás, dos o más pliegues de lo que parecía ser la cola". Más tarde este monstruo —o quizá un descendiente suyo— llegaría a ser conocido como Champ. Ha vuelto a vcrsele a lo largo de los años, la última vez en 1981. (Roy P. Mackal, Searching for Hidden Animals, págs. 217-18) Thimble Tickle, en Terranova, fue el escenario donde

Los tripulantes del Alecton pasaron un nudo corredizó alrededor de la cola de este calamar gigante; al estar izándoló a bordo la cuerda se soltó.

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se vio un pez monstruoso el 2 de noviembre de 1878. Tres pescadores estaban en un bote no lejos de la orilla cuando vieron un objeto voluminoso que tomaron por parte de un naufragio. Al remar hacia él, descubrieron que era una enorme criatura marina de ojos vidriosos que agitaba frenéticamente los tentáculos y la cola porque la marea la había dejado varada. Engancharon al monstruo con un arpón de lengüeta provisto de una cuerda, que ataron a un árbol. El animal luchó algún tiempo, pero después, a medida que el agua seguía retrocediendo, murió. Los tres hombres calcularon que el cuerpo tenía 6 metros desde el pico hasta el extremo de la cola. Uno de los tentáculos medía más de 10 metros. Sin cuidarse de científicos y escépticos, los pescadores convirtieron su captura en comida para perros. (Bernard Heuvelmans, In the Wake of the Sea-Serpents, págs. 63-65)


Cuál no sería la sorpresa del señor Hoad, de Adelaide (Australia), cuando, mientras paseaba a lo largo de Brungle Creek un día de comienzos del otoño de 1883, se encontró con los restos de una criatura de otro mundo. Aquello tenía forma de cerdo, con un tronco sin cabeza y un apéndice que se curvaba hacia adentro como la cola de una langosta. No hace falta decir que nunca ha sido identificado. (Charles Fort, The Complete Boóks óf Charles Fort, pág. 609) DE 1900 A 1970 Cuando estudiaba la cuenca del Amazonas por cuenta de la Royal Geographical Society de Londres, en 1907, el mayor Percy Fawcett no podía dar crédito a las historias de enormes serpientes que vivían en los pantanos y los ríos. Pero, como decía en sus memorias, la experiencia personal lo convenció de que eran ciertas. Fawcett y su tripulación de indios descendían lentamente por el perezoso río Abuná cuando, casi bajo la proa de su frágil embarcación, ...aparecieron una cabeza triangular y varios pies de cuerpo ondulante. Era una anaconda gigante. Eché mano al rifle mientras el monstruo empezaba a ir hacia la orilla, y sin apenas apuntar le metí una bala del 44 en el espinazo, tres metros más abajo de la espantosa cabeza. En seguida hubo un agitarse de espuma y varios fuertes golpes contra la quilla del bote, que nos sacudieron como si hubiésemos embarrancado... Bajamos a tierra y nos acercamos al reptil con precaución. Estaba fuera de combate, pero recorrían su cuerpo estremecimientos como rachas de viento en un lago de montaña. Hasta donde era posible medir, 15 metros de reptil yacían fuera del agua y 6 dentro, lo que hacía un total de 21 metros. De vuelta a Londres, Fawcett fue tenido por mentiroso por su pretensión de haber cazado una anaconda de 21 metros. Los científicos aseguraron que ese animal no podía medir más de unos 15 metros, y en consecuencia lo que contaba era pura fantasía. (Bernard Heuvelmans, On the Track óf Unknówn Animals, págs. 284-86) Mientras el padre Victor Heinz se dedicaba a su labor pastoral en América del Sur vio lo que le pareció una serpiente de agua mucho mayor que la anaconda de Fawcett. El sacerdote, casualmente íntimo amigo del alemán Lorenz Hagenbeck, famoso comerciante en animales y director de zoológico, explicaba: Durante las grandes crecidas de 1922, el 22 de mayo, hacia las tres... me llevaban a casa en canoa por el Amazonas desde Obidos [Brasil] cuando de pronto observé algo sorprendente en medio de la corriente. Reconocí claramente a una gigantesca serpiente de agua a una distancia de unos 30 metros... Enroscado en dos anillos, el monstruo se dejaba llevar tranquilamente corriente abajo. Mi aterrada

tripulación había dejado de remar. Paralizados, contemplábamos todos al espantoso animal. Calculé que su cuerpo era tan grueso como un barril y su longitud visible de unos veinticinco metros. Cuando estábamos suficientemente lejos y mis remeros se atrevieron a volver a hablar, dijeron que el monstruo nos hubiese aplastado como a una caja de cerillos de no haberse tragado previamente varias grandes capibaras [roedores gigantes]. [Bernard Heuvelmans, On Me Track of Unknown Animals, págs. 292-94) Un hombre de negocios londinense, George Spicer, viajaba con su esposa al sur de Inverness, a lo largo de la orilla del Loch Ness, camino de la pequeña población de Foyers. Era la tarde del 22 de julio de 1933 y los Spicer disfrutaban de unas tranquilas vacaciones en Escocia. De pronto los helechos de la ladera de la colina, a unos 180 metros de allí, se agitaron, y salió de ellos un enorme animal de largo cuello, que cruzó la estrecha carretera moviéndose a sacudidas. Asombrado, Spicer aceleró para verlo más de cerca, pero cuando llegaron al sitio el monstruo se había internado entre los matorrales de la orilla del lago y había desaparecido. Al contar poco después su encuentro a la prensa, los Spicer dijeron que aquel ser tenía aproximadamente 1.80 metros de largo y 1.20 de alto (en relatos posteriores el animal llegó a alcanzar una longitud de 8 a 10 metros). Recordaban también que su cuello ondulaba "como una montaña rusa". Además de estas rarezas, la extraordinaria criatura era de un "terrible color gris elefante, de una textura repugnante, que recordaba a un caracol". Bastó esta descripción, posiblemente calumniosa, de su aspecto para que el monstruo de Loch Ness se convirtiese en una figura pública. El monstruo había sido visto ya muchas veces por quienes frecuentaban el loch y sus alrededores, incluido el irlandés San Columbo en el año 565, pero la "carta al director" del señor Spicer dio publicidad al que se ha convertido en el monstruo más famoso del mundo: Nessie. Posteriormente fue visto muchas veces más. (Peter Costello, In Search óf Lake Monsters, págs. 8-19) Nessie no solía andar por los caminos, pero lo hizo repetidamente la clara noche del 5 de enero de 1934. Hacia la una de la madrugada, un joven estudiante de medicina llamado Arthur Grant iba en moto a toda velocidad por la carretera del lago, cerca de Lochend, cuando vio enfrente una gran mancha oscura sombreada por la vegetación que bordeaba el camino. Cuando se acercó, el objeto saltó al medio de la carretera y estuvo a punto de chocar con la moto. A la luz de la luna, el joven vio a un ser con una pequeña cabeza como de anguila y ojos ovalados, cuello largo, un gran cuerpo que iba adelgazándose hasta formar una larga cola redondeada, y cuatro patas en forma de aleta. Pensó que tendría de 5 a 6 metros de largo y piel oscura parecida a la de una ballena.

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Saltando de su moto, Grant persiguió al monstruo mientras éste se alejaba rápidamente y se zambullía en el loch. Grant señaló el sitio y, aI llegar a casa, hizo un dibujo de aquel ser. "Como sé algo de historia natural", declaró Grant algún tiempo después, "puedo decir que en mi vida he visto nada parecido a ese animal. Semejaba un híbrido, un cruce entre un plesiosaurio y un miembro de la familia de las focas." (Peter Costello, In Search of Lake Monsters, págs. 30-32) Dos cazadores de patos canadienses que se encontraban en la orilla rocosa de la isla de South Pender, a la altura de Vancouver (Columbia Británica), levantaron una pieza inverosímil la mañana del 4 de febrero de 1934. Tras abatir a un pato que se agitaba, malherido, en el agua, Cyril H. Andrews y Norman Georgeson saltaron a su pequeña lancha para ir a buscarlo. Cuando se aproximaban a su presa, vieron "una cabeza y dos ondulaciones o segmentos" de algo extraño que sobresalía claramente del agua. Los cazadores observaron, fascinados, cómo el monstruo —que no estaba a más de tres metros de distancia— abría la boca, se tragaba el pato, tiraba dentelladas a unas gaviotas y volvía a sumergirse. Pudieron ver sus dientes de sierra, su lengua puntiaguda, su coloración color café grisáceo y la forma caballuna de la cabeza. Andrews saltó a tierra y corrió a un teléfono. El juez de paz de Bedwell Harbor, G.F. Parkyn, y otras personas llegadas a toda prisa pudieron ver todavía al monstruo nadando a unos veinte metros de la orilla, con el cuerpo ondulando rítmicamente y la cabeza descansando sobre el agua. Andrews calculó que tendría unos doce metros de largo y de sesenta a noventa centímetros de diámetro en su parte más gruesa, con la cabeza de unos noventa centímetros de largo. (Roy P. Mackal, Searching fór Hidden Animals, págs. 19-21) El 8 de octubre de 1936, el supuesto monstruo residente de Loch Ness se exhibió durante un cuarto de hora cerca del castillo de Urquhart, unas ruinas que hay sobre un promontorio que se interna en el lago. Visto primero a unos 450 metros de la orilla por el inquilino de una casa de campo situada en la carretera que la circunda, el animal no tardó en atraer a dos autobuses de turistas y varios coches llenos de curiosos. Unas cincuenta personas, algunas de ellas provistas de catalejos o prismáticos, vieron el tranquilo paseo del monstruo por las aguas en calma del loch. Todos coincidieron en describirlo como algo con dos jorobas detrás de una cabeza y un cuello. Después, repentinamente, el animal desapareció. (Dennis L. Meredith, Search at Loch Ness, pág. 105) El lago Okanagan, en la Columbia Británica, unido al Pacífico por el río Columbia, parece ser el hábitat de un enorme animal acuático conocido popularmente como Ogopogo. Avistado unas doscientas veces des-

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Esta representación de Ogopogo, el monstruo del lago canadiense de Okanagan, se basó en descripciones hechas por varias personas que aseguran haberló visto. de el año 1700, fue observado a corta distancia por varias personas el 2 de julio de 1949. Leslie L. Kerry, de Kelowna, que vivía con su mujer en una casa que daba al lago, acompañaba a la familia Watson, de Montreal, en un paseo en lancha cuando vieron en el agua una gran forma como de serpiente. Ondulando verticalmente, el objeto avanzaba unas veces por encima y otras por debajo de la superficie del lago. Cuantos iban en la embarcación, adultos y niños, vieron un cuerpo de unos 9 metros de largo y unos 30 centímetros de diámetro, con una cola bífida que azotaba arriba y abajo. La señora Kerry vio el acontecimiento desde la orilla y llamó a sus vecinos, el doctor Stanley Underhill y su esposa. Juntos corrieron a la playa y observaron con binoculares al monstruo, que fue visible durante al menos quince minutos. El doctor Underhill lo describió como liso y negro y con "ondulaciones o anillos" de unos dos metros de largo. Dada la distancia entre algunos de los anillos, pensó que había al menos dos animales. Al parecer Ogopogo no está solo. (Roy P. Mackal, Searching fór Hidden Animals, págs. 222-27) Los profesionales de los medios de información rara vez tienen la suerte de estar presentes cuando aparece un monstruo, pero un periodista que paseaba en yate por el lago Okanagan, cerca de la ciudad de Vernon, el 17 de julio de 1959, tuvo esa fortuna, aunque no tanta como para disponer de una cámara. R.H. Miller, director del Vernon Advertiser, y su esposa iban acompañados por su amigo Pat Marten, su esposa y su hijo Murray. Volvían a casa al anochecer cuando Miller observó un gran animal que seguía la estela de su pequeño yate a una distancia de unos 75 metros. Pat Marten, que estaba al timón, dio vuelta al yate para verlo mejor. Mientras se acercaban lentamente, los Miller y los Marten examinaron con prismáticos aquel ser y fueron incapaces de identificar su cabeza, roma y como de serpiente, con la de ningún animal conocido. Al parecer no muy contento con lo que veía, el monstruo fue sumergiéndose y se perdió de vista. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, págs. 6-8) Un hombre que iba a convertirse en incansable perseguidor del monstruo de Loch Ness comenzó su bús-


queda en la primavera de 1960. Tim Dinsdale, de Reading (Inglaterra), llegó al loch con su equipo para acampar y una cámara de cinc de 16 milímetros, preparado para pasar seis días al acecho del monstruo. El 23 de abril, su último día de vigilancia, estaba observando el loch desde una altura de unos 100 metros cuando vio un objeto inmóvil en la superficie del agua. Calculando la distancia en unos 1 190 metros, Dinsdale dirigió sus prismáticos y vio una forma color caoba con una mancha oscura en el costado izquierdo. Cuando aquello comenzó a moverse, Dinsdale tomó su cámara y empezó a filmar, siguiendo a la forma mientras zigzagueaba por el loch y se sumergía para emerger de nuevo a lo largo de unos 450 metros. El resultado fue un trozo de película, defectuoso pero emocionante, que muestra a un ser vivo cuya apariencia coincide con muchas de las descripciones que otros testigos oculares han hecho del monstruo del lago. Al menos un científico, antes escéptico, se convenció de que en las aguas de Loch Ness había algo inexplicable y que valía la pena investigarlo. Es comprensible que a Dinsdale su éxito lo llenase de satisfacción, y ese entusiasmo se refleja en lo que escribió más tarde: "A través del mágico lente de mi cámara había salvado de un salto más de mil metros: ¿casi podía agarrar al monstruo por la cola!" (Tim Dinsdale, Loch Ness Monster, págs. 78-104)

Esta foto de una película del investigador de monstruos Tim Dinsdale, hecha en abril de 1960, muestra la extraña forma que vio durante unos cuatro minutos flotando pór el Loch Ness. Una expedición de la Universidad de Moscú, que estudió los yacimientos minerales de la Siberia oriental entre junio y octubre de 1964, se detuvo en el lago Jaiyr para investigar los rumores de un monstruo que allí vivía. Según un artículo de G. Rokosuev, jefe adjunto del equipo, en la Kómsomolskaya Pravda, el biólogo N. Gladkikh "tropezó literalmente con él del modo más inesperado". Explicaba Rokosuev: Ocurrió así: Gladkikh fue al lago a buscar agua y vio a un animal que había trepado a la orilla, al parecer para pastar: una pequeña cabeza sobre un largo cuello reluciente, un enorme cuerpo de piel

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El biólogo N. Gladkikh hizo este dibujó, publicado en un periódicó ruso en 1964, del monstruo que él y otros investigadores de la Universidad de Moscú vieron en el lago Jaiyr. negra como el azabache y una aleta vertical a lo largo del lomo. Muy alarmado, Gladkíkh se apresuró a volver a la base con sus noticias. Varios miembros del equipo, armados con cámaras y rifles, corrieron a la orilla del lago. Pero el monstruo se había ido, y de su paso sólo quedaba la hierba aplastada y unas leves arrugas en la superficie del agua. Gladkikh hizo rápidamente un dibujo de lo que había visto, sin sospechar que su monstruo iba a resultar muy familiar a quienes han visto el de Loch Ness. Cualquier duda sobre lo referido por Gladkikh se desvaneció cuando el animal reapareció y fue visto por el jefe de la expedición y varios miembros del equipo. Escribía Rokosuev: De repente en el centro del lago apareció una cabeza, y después una aleta dorsal. El animal azotaba el agua con su larga cola, levantando olas. Es de imaginarse nuestro asombro cuando vimos con nuestros propios ojos que lo que contaban era cierto.

(Peter Costello, In Search of Lake Monsters, págs. 224-25; Tim Dinsdale, Monster Hunt, págs. 36-38) Des paracaidistas del ejército británico que estaban de licencia, el capitán John Ridgway y el sargento Chay Blyth, pasaron en 1966 noventa y dos días remando a través del Atlántico en una prueba voluntaria de supervivencia de la que formó parte inesperada un extraño encuentro. Al amanecer del 25 de julio, el sargento estaba profundamente dormido y Ridgway, soñoliento, movía mecánicamente los remos de su bote abierto de 6 metros cuando algo vino a perturbar la oscura calma. Como escribió Ridgway más tarde: Me despabiló un rumor a estribor. Miré el agua y de repente vi la forma retorcida, serpenteante, de un gran animal. Lo contorneaba la fosforescencia

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El capitán John Ridgway y el sargento Chay que remaban para cruzar el Atlántico en el verano de 1966, se vieron amenazados por una serpiente

de mar de casi dos veces la longitud de su embarcación, según vemos en esta versión gráfica del encuentro.

del mar como si llevara colgada una guirnalda de luces de neón. Era enorme, de unos 10 metros o más de largo, y venía hacia mí muy deprisa. Debí de contemplarlo durante unos diez segundos. Vino derecho hacia mí y desapareció debajo de donde yo estaba.

se de un lado para otro, cuando el perro empezó a ladrar, excitado. Atraído por los ladridos, el animal se acercó a la orilla y abrió la boca de un modo aterrador; pero cuando Coyne sujetó al perro, aquello se alejó y siguió nadando de acá para allá. Coyne continuó observando mientras el niño corría a casa a llamar a su madre. La señora Coyne y el resto de los hijos corrieron al lough para ver aquella criatura extraordinaria. Mientras el animal continuaba sumergiéndose y reapareciendo, la familia pudo observar que tenía unos tres metros y medio de largo, dos jorobas y protuberancias a manera de cuernos en la cabeza, pero no ojos. En una ocasión dio un coletazo hasta cerca de la cabeza, de modo que formó un lazo o círculo casi completo. Por lo visto no sólo era larga sino también muy flexible. Los siete miembros de la familia Coyne estuvieron mirando hasta que se hizo de noche, y volvieron a casa con tema de conversación para rato. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, págs. 3-6)

Casi paralizado por esta aparición, Ridgway dejó de remar. Al cabo de un momento se decidió a voltearse y mirar. No vio nada, pero a los pocos segundos oyó "un tremendo chapuzón", como si el monstruo hubiese aflorado y se hubiese zambullido de nuevo en el mar. Ridgway estaba conmocionado. Su relato prosigue: No soy hombre imaginativo, y busqué una explicación racional. Chay y yo habíamos visto ballenas y tiburones, delfines y marsopas, peces voladores, toda clase de criaturas marinas, pero aquel monstruo nocturno no era ninguno de ellos. A regañadientes tuve que admitir que sólo podía haber visto una cosa: una serpiente de mar.

Seguro de no ser creído, Ridgway concluía: "Sólo puedo decir que lo vi con mis propios ojos y que he dejado de ser incrédulo." (John Ridgway y Chay Blyth, A Fighting Chance, págs. 12, 131-32) Siete miembros de una familia que vivía entre los lagos y turberas de Connemara, en el oeste de Irlanda, vieron a un gran animal juguetear en Lough Nahooin durante todo el crepúsculo vespertino del 22 de febrero de 1968. El granjero Stephen Coyne, acompañado por uno de sus hijos y el perro de la familia, había bajado a primeras horas de esa noche a un pantano cercano al lough para coger turba seca cuando vio algo negro en el agua. Mientras lo contemplaban él y su hijo, vieron que se trataba de un animal, pero de lo más extraño. Tenía el cuello como un poste y la cabeza de casi 30 centímetros de diámetro, la cola aplastada y la piel lustrosa. Nadaba sin rumbo, moviendo-

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Cinco jóvenes esquiadores acuáticos entre 14 y 21 años estaban ludiendo sus habilidades en el lago Okanagan el 23 de julio de 1968 cuando, según dijeron, vieron de cerca a Ogopogo. Sheri Campbell, que iba en esquíes detrás de la lancha, fue la primera en ver la larga forma flotando perezosamente en la superficie del agua. Alarmada ante el espectáculo de aquellos 6 metros de inesperada criatura, soltó la cuerda y pataleó nerviosa en el agua hasta que sus amigos volvieron con la embarcación a recogerla. Para entonces Ogopogo estaba ya en movimiento. Los jóvenes decidieron seguir al animal para verlo más de cerca y, según dijeron, llegaron hasta metro y medio de él, lo bastante cerca, según Sheri, para ver "unas escamas azul verde gris" que relucían al sol. En ese momento Ogopogo se sumergió bruscamente y se alejó nadando a una velocidad sorprendente, de-

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jando una estela en V. Aunque lo persiguieron a 65 kilómetros por hora, los dejó atrás y pronto lo perdieron de vista. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, págs. 8-9) Loch Morar, en el condado de Inverness, es un lago del norte de Escocia que frecuentemente se menciona por creerse que está habitado por seres semejantes a los que se dice que viven en Loch Ness. Aunque los informes sobre Loch Morar se remontan a 1887, sólo en 1969 empezó el competidor de Nessie a ser llamado Morag. La ocasión fue de esas que destrozan los nervios para Duncan MacDonnell y William Simpson, que en una calurosa tarde de verano, el 19 de agosto, volvían a casa atravesando el loch en su pequeño yate, después de un agradable día de pesca. Ambos pensaron que era la hora de tomar el té, y Simpson entró en el camarote para poner el agua a hervir mientras MacDonnell quedaba al timón. Según contó más tarde MacDonnell a Elizabeth Campbell, durante su encuesta sobre Morag: Oí un chapuzón o como si alguien agitara el agua detrás de nosotros. Levanté la vista y a unos 18 metros vi a aquel ser, que seguía nuestra estela. Sólo tardó unos segundos en alcanzarnos. Rozó el costado de la embarcación, estoy seguro que sin querer. Cuando chocó con el bote pareció detenerse, o al menos disminuir la marcha. Agarré el remo e intenté alejarlo, pues mi único temor era que si se metía debajo del yate pudiera volcarlo.

Boston, en cooperación con el Loch Ness Investigation Bureau británico. La principal misión del equipo era encontrar pruebas de grandes objetos en movimiento en el loch. Utilizando un nuevo sonar de alta frecuencia y barrido lateral diseñado por el ingeniero subacuático Martin Klein, también presente entre los "cazadores de monstruos" de la Academia, los investigadores hicieron un cierto número de intrigantes contactos con blancos de diversos tamaños, móviles pero inidentificables. A finales de octubre hubo una serie de contactos especialmente afortunados mientras el sonar estaba instalado cerca de un embarcadero de la bahía de Urquhart. Algo voluminoso cruzó el rayo del sonar no lejos del embarcadero. Después, a intervalos sucesivos de 10 a 15 minutos, objetos semejantes pero mayores fueron detectados desde distancias superiores. Fueran lo que fueran, esos objetos se movían al parecer por su cuenta y eran de 10 a 50 veces mayores que los peces registrados por el aparato. Los contactos fueron prueba inequívoca, aunque no concluyente, de que en Loch Ness hay grandes seres misteriosos. (Technology Review, 8:27, marzo-abril de 1976; conversación telefónica con Martin Klein, de Salem, Nuevo Hampshire) California, a pesar de ser tan rica, carece inexplicablemente de monstruos acuáticos. No obstante, al parecer desde 1884, se ha visto uno de vez en cuando en el lago Elsinore, cerca de Riverside. Una vecina del lago llamada Bonnie Pray dijo haberlo visto dos veces en 1970. Según ella, es una especie de serpiente de tres metros y medio y unos 90 centímetros de grueso que se desplaza por el agua con un movimiento ondulante de arriba abajo, a diferencia de las serpientes, que lo hacen horizontalmente. En fecha posterior, tres empleados del parque estatal de Elsinore que cruzaban el lago aseguraron haber visto un animal semejante en la superficie a unos 15 metros de su embarcación. Demasiado confundidos para una observación precisa, dieron descripciones diferentes, aunque estuvieron de acuerdo en que se trataba de algo muy extraño. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, pág. 10) ,

Bill Simpson notó el golpe y vio cómo la tetera res-

balaba y se caía, derramando el agua sobre la estufa y apagándola. Cerró la llave del gas y subió de un salto a cubierta, donde vio a MacDonnell empujando al monstruo con el renio. Durante unos momentos ambos hombres lucharon para evitar que volcase la embarcación. Era un ser enorme, más bien repulsivo y extrañísimo, de unos 7 a 8 metros de largo y con una gran cabeza como de serpiente de cerca de 30 centímetros de ancho; el lomo tenía tres jorobas que sobresalían unos 45 centímetros de la superficie del agua, y la piel era color café sucio y de textura rugosa. El remo se rompió, y uno de los hombres tomó un rifle, lo cargó y disparó. El animal se hundió lentamente. Los dos pescadores se dirigieron a casa a toda velocidad, tan horrorizados por su encuentro con lo imposible como por el aspecto del animal. "No quiero volver a verlo", diría Bill Simpson. "Estaba aterrado." (Janet y Colin Bord, Alien Animals, págs. 1-2) DESDE 1970

En 1970, después de casi 40 años de informes de testigos dignos de crédito, Loch Ness fue visitado por una expedición perfectamente equipada, compuesta por miembros de la Academia de Ciencias Aplicadas, de

El río White, a su paso por Newport (Arkansas, E.U.A.), fue escenario de varias apariciones en los años setenta. El 28 de julio de 1971, Cloyce Warren, de la compañía maderera del río White, fue de pesca con dos amigos. Amarraron la embarcación junto al puente y lanzaron el anzuelo. De pronto los tres se asombraron al ver alzarse hacia el cielo una enorme columna de agua desde un punto situado a unos 60 metros de allí. "Yo no sabía lo que ocurría", contó más tarde Warren a los reporteros: Aquella forma gigantesca subió a la superficie y empezó a moverse en medio del río, lejos del bote. Era muy larga y de color grisáceo... Habíamos llevado una pequeña cámara Polaroid Swinger para tomar fotos de nuestras capturas.

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un gran animal, que irguió la cabeza hasta dos metros por encima del agua y después se alejó nadando perezosamente. Sin apenas poder dar crédito a sus ojos, ambos estuvieron observando al animal unos veinte segundos hasta que se sumergió. El monstruo había sido visto por muchos frailes de la abadía, pero para el padre Gregory era la primera vez. "Sentimos una mezcla de temor y asombro", contaba. "Mi amigo decía que de no haber estado yo con él, probablemente hubiese echado a correr." Pero no porque se creyera en peligro, sino por la sensación que produce lo inexplicable. "Nos parecía algo de otro mundo." (Dermis L. Meredith, Search at Loch Ness, pág. 110) Cloyce Warren, una de las muchas persónas que han visto al monstruó del río White salir a la superficie, pudo tómar esta fotógrafía instantes antes de que se sumergiese. La agarré y conseguí tomar una foto antes de que se sumergiese. Parecía tener un espinazo con púas que se extendía a más de 10 metros. Era dificil saber exactamente qué aspecto tenía de frente, pero era terriblemente grande.

El Newport Daily Independent publicó la foto dos días más tarde. El monstruo del río White, visto de lejos, tenía dos contornos un tanto difuminados, pero parecía ser un gran animal desconocido hasta entonces. (Newport Daily Independent, 30 de julio de 1971) -

Inquebrantable en su fe, el padre Gregory Brusey no dudaba haber visto un monstruo en Loch Ness el 14 de octubre de 1971. Él y un visitante estaban disfrutando de la vista del lago en calma desde los terrenos de la abadía benedictina de Fort Augustus cuando a ambos los sobresaltó una súbita y violenta agitación de las aguas. A unos 250 metros de allí surgió ante ellos

El padre Gregory Brusey en la orilla de Loch Ness, cerca del lugar donde un amigo y él se sobresaltaron al ver a una enorme criatura salir del agua en 1971.

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La esposa de Robert A. Green no vio tan corroborada como deseaba su afirmación de haber visto a Champ, el monstruo del lago Champlain, pero la culpa no fue suya. En una fecha no especificada de 1971, la señora Green, su madre y una amiga estaban en un hotel con vista al lago. Mientras contemplaban las tranquilas aguas, vieron deslizarse serenamente por ellas una cabeza como de serpiente y tres oscuras jorobas. Buscando un testigo que no perteneciera a su pequeño grupo, la señora Green llamó al cantinero del hotel para que viniese a verlo. El hombre echó una rápida e incrédula ojeada, volvió a su bar, sacudió la cabeza y dijo con firmeza: "No pienso decir nunca que lo he visto." (Janet y Colin Bord, Alíen Animals, pág. 9) El problema de probar la existencia de un monstruo no identificado en Loch Ness —difícil a causa del carácter esquivo del animal y de la necesidad que sienten los incrédulos de negarla aun por los medios más inverosímiles— se agrava por las propias características del lago. A causa del laberíntico fondo del loch en lugares donde tiene de 200 a 300 metros de profundidad, las criaturas subacuáticas pueden escapar fácilmente a la detección electrónica. Añádase a esto la oscuridad del agua, que tiene grandes cantidades de partículas de turba en suspensión. Incluso a poca distancia de la superficie, la visibilidad máxima es con frecuencia de sólo dos o tres metros. Con estas dificultades in mente llegó en 1972 al loch la expedición de la Academia de Ciencias Aplicadas de Boston, dirigida por el doctor Robert H. Rimes provisto de un moderno equipo de sonar completado por un sistema de cámara estroboscópica creado por el doctor Harold E. Edgerton, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, para fotografiar la vida subacuática. Consistía este sistema en una cámara de cine de 16 mm para hacer tomas a intervalos prefijados, provista de flash sincronizado de unos 50 vatio-segundos_ El objetivo —el sueño casi imposible— era obtener una combinación de pruebas sonáricas y fotográficas del "animal" escocés conocido como Nessie.

La suerte iba a tener tanta importancia como el equipo, porque evidentemente los investigadores no tenían


la menor idea de dónde podía estar su legendario objetivo. Debían limitarse a desplegar su equipo en las zonas donde se había visto con más frecuencia al monstruo y esperar que se le ocurriese volver a pasar por allí. La noche del 8 de agosto la superficie del loch estaba insólitamente lisa y tranquila, y los miembros del equipo investigador esperaban en embarcaciones ancladas en la bahía de Urquhart, a poca distancia de la orilla. Un transductor sonárico fue bajado de una de las embarcaciones y colocado suavemente sobre una ladera subacuática, con sus ondas apuntando al interior del loch. La cámara estroboscópica fue colocada un poco más abajo y apuntada, con la lámpara encendiéndose a intervalos, a la zona que abarcaban las ondas del sonar. Hacia la una de la madrugada el equipo empezó a ver en la pantalla del sonar las pesadas y oscuras señales de un gran objeto en movimiento. Las trazas eran semejantes a las obtenidas por la expedición de 1970. La emoción aumentaba, y con ella la sensación de algo ominoso. A la 1:40 el sonar registró el paso de unos salmones (señalado por trazos más leves y discontinuos) y la aparición de dos objetos mayores. Al mismo tiempo la cámara estroboscópica fotografió las manchas captadas por las ondas del sonar. A causa de lo turbio del agua, las fotografías no eran muy nítidas, pero al tratarlas mediante una computadora se hicieron visibles varias imágenes pasmosas. Dos de las tomas mostraban una aleta. Hechas con 45 segundos de diferencia, las dos fotos mostraban lo que parecía ser un mismo apéndice en dos posturas diferentes, lo que indicaba movimiento. Una tercera foto reveló dos objetos que parecían ser grandes ani-

males. La correlación y análisis de los hallazgos indicó que la aleta tenía de 1.20 a 1.80 metros de largo y los dos cuerpos estaban separados por unos 3.5 metros. Al fin se habían logrado pruebas simultáneas de sonar y fotográficas de que en Loch Ness vivía un gran animal —quizá dos— largo y provisto de aletas. Y sin embargo, aún hay quienes siguen sin convencerse. (Dennis L. Meredith, Search at Loch Ness, págs. 25-28; Technólogy Review, 8:25-30, marzo-abril de 1976) Los monstruos lacustres rusos volvieron a ser noticia

en los años setenta. Tras oír hablar de una enorme serpiente de agua en la región de Dzhambul, de la república soviética de Kazakistán, en el Asia Central, el geógrafo Anatoly Pechersky y su hijo Volodya pasaron sus vacaciones de 1975 en esa zona, junto al lago Kok-kol. Un día, mientras Pechersky y su hijo estaban en la orilla, empezaron a formarse grandes ondas en la superficie del lago a unos 8 metros de ellos, y en medio de esa agitación apareció un monstruo en forma de serpiente. Su maciza cabeza tenía como 1.80 metros de largo y su cuerpo, grueso y sinuoso, unos 15. Pechersky, aterrado, gritó para advertir a su hijo y trepó por la empinada ribera para agarrar su rifle. El monstruo seguía a la vista cuando padre e hijo volvieron a la orilla, pero en seguida empezó a sumergirse. Sólo cuando se hundió y el agua se arremolinó sobre él se dio cuenta Pechersky de que bien podía haber tomado la cámara fotográfica o la de cine en vez de un arma. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, pág. 12)

o

En 1972, un sondeo con sonar de Loch Ness registró en fórma de fuertes trazos negros el movimiento de grandes objetós. Los números de la parte inferiór muestran que el móvimiento se inició a la I y a la 1:40 de la madrugada. La imagen de la izquierda, que se dice que parece una gran aleta, fue tomada por una cámara subacuática hacia la 1:40 de la madrugada, hora coincidente con la del movimiento registrado en el trazo del sonar.

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El triunfo logrado en Loa Ness dio una emoción especial a la expedición que la Academia de Ciencias Aplicadas, de Boston, organizó en junio de 1975. Añadido al arsenal de sistemas de detección de que disponía el equipo iba una cámara estroboscópica mejorada con nuevas técnicas destinadas a corregir algunos de los problemas que habían perjudicado la investigación de 1972. El aparato que entonces se había usado lo llevaron para utilizarlo como sistema auxiliar. Ambas cámaras iban provistas de película más rápida, es decir, más sensible. El sistema principal de toma de vistas, que se disparaba mediante el sonar, fue situado en un saliente a una profundidad de 25 metros. La cámara estroboscópica de reserva fue suspendida de una embarcación a 12 metros por encima del sistema principal. El sonar registró repetidamente objetos grandes cerca de la nueva cámara, pero la película no reveló na-

da. Algo en el fondo había levantado nubes de lodo que impedían la visión bajo el agua, y eso fue lo único que fotografió la maravilla de la técnica. Pero la humilde cámara de reserva colgada a 12 metros funcionó fielmente durante 24 horas, del 19 al 20 de junio, tomando foto tras foto a los intervalos prefijados. Varias de esas fotos muestran objetos grandes dentro del rayo de luz estroboscópica. Una de ellas incluye parte de un cuerpo rosáceo; otra, lo que parece la parte superior del torso, el cuello y la cabeza de una criatura viva con dos rechonchos apéndices. Entre fotos de anguilas y peces, hay una secuencia de tomas que revela que algo había hecho balancearse violentamente a la cámara, de tal modo que hubo un momento en que apuntó hacia arriba y fotografió el fondo de la embarcación. En la toma siguiente, mirando a la cámara, está la

El monstruo más famoso del mundo Quizá ninguna imagen de Nessie sea tan sugestiva como la foto subacuática (abajo, izquierda) que en 1975 Robert Rines hizo de lo que podrían ser la cabeza y la parte superior del torso. Las otras fotos son, en el sentido del reloj, de la cabeza y el cuello tomada en

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1934 por R.K. Wilson; una vaga forma en el lago fotografiada en 1934; algo inexplicable en el agua cerca del castillo de Urquhart y una imagen como de una cabeza tomada en 1977. En el centro una foto de 1951 de lo que pueden ser tres de las jorobas de Nessie.


cabeza del monstruo... o de algo parecido a un dragón subacuático. La cabeza está medio de perfil, y muestra los ollares, la boca abierta y varios salientes a modo de cuernos. El estudio de las diversas tomas que muestran segmentos de cuerpo sugiere que se trata de una criatura viva con una longitud total de 6 metros, un cuello de 45 centímetros de grueso, una boca de 23 centímetros de largo y 12 de anchura, y cuernos de unos 15 centímetros de largo, separados unos 25. Otros ejemplares pueden, por supuesto, ser considerablemente mayores. Sea o no esta manifestación el famoso monstruo de Loch Ness, se trata innegablemente de un fenómeno que exige una explicación. (Technology Review, 8:28, 31-40, marzo-abril de 1976) Nessie se dejó ver con frecuencia en los meses siguientes a la expedición de junio de 1975. Dos de estos casos, referidos por el editor científico Dermis L. Meredith tras una temporada en Loch Ness, destacan por su extravagancia casi carnavalesca. El 8 de julio de 1975, el maestro Allen Wilkins y su hijo Tan establecieron, aproximadamente a dos kilómetros y medio al sur de Invermoriston, el que fue probablemente el récord de avistamientos repetidos. A las 7:20 de la mañana, Wilkins vio cómo una forma negra de 6 metros de largo aparecía y desaparecía a alguna distancia lago adentro. A las 10:12, Wilkins, acompañado de su mujer y otras personas, vio y fotografió tres grandes jorobas triangulares que se movían en el agua como jugueteando y que desaparecieron al acercarse una lancha de motor. A las 9:25 de la noche, Wilkins y otros observaron cómo emergía del agua una mancha negra con dos jorobas, que segundos más tarde se alejó y desapareció. A las 10:25, Wilkins y sus fascinados acompañantes vieron tres jorobas muy juntas como de 1.20 metros de altura, que entraban y salían del agua describiendo una graciosa curva. Finalmente se sumergieron todas a la vez. El 12 de julio de 1976 dos mecánicos de Inverness navegaban a unos 400 metros del embarcadero de Abriachan cuando vieron que una joroba seguía su estela. Curiosos y no muy sorprendidos, Ian Dunn y Billy Kennedy dieron media vuelta y fueron a echar una ojeada. Y la sorpresa vino entonces. Agitándose y ondulando a su alrededor había cinco jorobas negras de 3 a 3.5 metros de largo y de 60 a 90 centímetros de alto. Asustados, pero a la vez hipnotizados, Kennedy y Dunn se pusieron sus chalecos salvavidas, se aferraron a su balanceante embarcación y observaron el espectáculo durante veinte minutos. "Era como estar en medio de un banco de ballenas", dijo más tarde Duna. Después cayó un chaparrón sobre el loch y nuestros hombres se dirigieron a la orilla, seguidos durante un rato por uno de los animales. (Dennis L. Meredith, Search at Loch Ness, págs. 108-09, 116) Casi un año después, el 25 de abril de 1977, a muchos miles de millas de allí, el pesquero japonés Zuiyó Ma-

ru izó a bordo un enorme animal muerto que nadie ha podido identificar. Estaban pescando caballa a lo largo de las costas de Nueva Zelandia cuando lo atraparon en sus redes, a una profundidad de 275 metros, sólo para descubrir que habían capturado un cadáver podrido. Los restos no pertenecían, con toda seguridad, ni a un pez, ni a una ballena, ni a ningún otro mamífero reconocible. Tampoco se trataba de una jugarreta de la imaginación, pues pesaba unos 180 kilos, medía cerca de 10 metros y fue visto por los 18 tripulantes. A pesar de su estado de descomposición, se vio que tenía un largo cuello, una cola también larga, cuatro

En 1977, un pesquero japonés capturó el cuerpo descómpuesto de una criatura marina no identificada, con el largo cuello colgando. aletas y un espinazo bien desarrollado. A bordo del barco iba Michihiko Yano, adjunto al jefe de producción de Taiyo Fisheries, Ltd., quien midió el cuerpo, tomó muestras de los tejidos y sacó fotos a color. Después los restos fueron echados por la borda y Yano volvió a Japón para dejar perplejos a los científicos con tan notables despojos. (Oceans, 10:56-59, noviembre-diciembre de 1977) Un día de principios de julio de 1977, Sandra Mansi y un amigo disfrutaban de la tranquila bellcza del lago Champlain cuando advirtieron que el agua empc-

Sandra Mansi vio surgir del lago Champlain un ser Terrorífico, con un gran cuerpo y un largó cuello. Consiguió fótografiarlo antes de que desapareciese.


zaba a borbotear. Después, ante sus incrédulos ojos, emergieron una cabeza y un cuello largo y esbelto, que se curvaba sobre una oscura masa flotante. Se dieron cuenta de que aquello no era un pez. Aunque medio paralizada por el temor, Sandra consiguió apuntar su cámara hacia el monstruo y tomar una instantánea. El resultado fue una clara fotografía de un objeto aparentemente animado, de color gris pardo y rasgos serpentinos. Algún tiempo después tuvo lugar en Montpelier, la capital de Vermont, una audiencia pública para apoyar la aprobación de leyes que protegiesen al monstruo. Sandra, presente en la sesión, declaró con fervor: "Sólo quiero que sepan que `Champ' está allí. Créanme, está allí." (The New York Times, 31 de agosto de 1981; Pursuit 14:51-58, segundo trimestre de 1981) Dos publicaciones oficiales chinas informaron en 1980 que en lagos de Manchuria y el Tíbet habían sido avistadas varias formas de vida desconocidas. El primer reportaje, aparecido en el Peking Evening News, decía que una extraña criatura semejante a un dinosaurio había sido vista en varias ocasiones en el lago Wenbu, en un lugar remoto del Tíbet. En una ocasión, al parecer capturó y se tragó un yak que se había detenido para pastar a orillas del lago. Añade verosimilitud a la historia el hecho de que fuese contada por un funcionario del partido comunista local, quien dijo que llevaba el yak al mercado cuando ocurrió el incidente. Otros avistamientos, según informaciones publicadas en el mismo periódico, tuvieron lugar en un cráter convertido en lago cerca de la cumbre de una montaña en la provincia nororiental de Jilin. Varios visitantes del cráter y el personal de una estación meteorológica cercana aseguraron haber visto a un ser con la cabeza como la de una vaca, pero mucho mayor, y un pico plano parecido al de un pato. Dijeron que nadaba a una velocidad que levantaba una estela como la de una lancha de motor. A finales de 1980, el Guangming Daily informaba que un respetado escritor chino llamado Leí Jia había visto dos veces a una criatura lacustre en la región montañosa de Changbai, en Manchuria. Dijo que aquel animal desconocido parecía un reptil negro de unos dos metros de longitud, cuello largo y cabeza ovalada. Tres funcionarios de la oficina meteorológica local aseguraron haberlo visto también. Dispararon contra él y fallaron, y el animal desapareció. (Fate, 34:60, septiembre de 1981) Basándose en dos expediciones de investigación llevadas a cabo en 1980 y 1981, el doctor Roy P. Mackal, biólogo de la Universidad de Chicago, está convencido de la existencia de un monstruo legendario en la pantanosa cuenca del Ubangi-Congo, en el África Central. Conocido por mokele-mbembe y descrito por los pigmeos congoleños como una mezcla de elefante y dragón y mucho más temible que un cocodrilo, el ani-

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mal ha estado esquivando a los exploradores-cazadores desde principios del siglo xx, aunque las noticias de algo extraño en los ríos y pantanos del África Central se remontan al siglo anterior. En 1980, Roy Mackal y James H. Powell, hijo, especialista en cocodrilos, se internaron en el corazón de la salvaje región de Likouala para seguir esas historias hasta su fuente y tratar de identificar al animal. A principios de febrero llegaron al remoto puesto fronterizo de Impfondo, y, aunque asustados ante los pantanos y selvas casi vírgenes que tenían enfrente, les animó saber que el mokele-mbembe era algo de lo que se hablaba como de un fenómeno bien conocido, aunque el animal fuese extraño. Uno de los informes oculares más antiguos fue el de un tal Firman Mosomele, quien dijo que hacía unos 45 años, cuando él tenía 14, había visto a ese ser mientras él iba remando en su canoa por un meandro del río Likouala aux Herbes, cerca del pueblo de Epéna. Esperó sólo lo suficiente para ver una cabeza y un cuello como de serpiente de un color pardo rojizo y de 1.80 a 2.25 metros de longitud antes de escapar a todo lo que daban sus remos, pero la imagen había quedado grabada a fuego en su cerebro. Al mostrársele un libro con dibujos de animales, Mosomele eligió un saurópodo o dinosaurio como el animal que había visto. El siguiente informe, de una mujer de Epéna, confirmó que la criat ura era realmente familiar en la zona. Dijo que dos de esos animales habían entrado recientemente en el lago Tele procedentes del río Bai. Uno de ellos había sido muerto por los vecinos del lago, y después despedazado y comido a pesar de la creencia local de que quien comía su carne moría pronto. Los exploradores y sus porteadores pasaron casi todo el resto del mes viajando con dificultad a través del territorio del mokele-mbembe, persiguiendo a la extraña criatura y reuniendo otros muchos relatos de primera mano. Uno de los más detallados fue el proporcionado por Nicolas Mondongo, un congoleño del pueblo de Bandéko. Durante un viaje por el Likouala aux Herbes entre Mokengi y Bandéko había visto a un mokele-mbembe "que hizo bajar el nivel del agua cuando salió del río". En ese punto el agua tenía sólo una profundidad de 90 centímetros a 1.80 metros, y el animal era visible casi por entero. Mondongo dijo haber visto su dorso, cuello y cabeza, y parte de una larga cola y unas cortas piernas. La cabeza estaba rematada por una especie de cresta. Por lo que pudo calcular, el animal medía cerca de 10 metros, de los que 2 ó 3 eran cabeza y cuello. Convencido por tales informes de que, "aunque raros, los mokele-mbembes existen y no corresponden a ninguna forma de vida conocida por la ciencia", el doctor Mackal volvió a África en 1981 para una expedición de seis semanas con un grupo de científicos franceses, estadounidenses y congoleños. Lo más des-


Ni pez ni fantasía Las denominaciones "serpiente de mar" y "monstruo lacustre" tienen un aura mitológica que sugiere que los extraños animales a los que se refieren están fuera de la realidad. Sin embargo, hay miles de noticias irrefutables de su existencia, desde Siberia hasta Escocia y dondequiera que hay aguas profundas. Esos monstruos ubicuos han sido vistos repetidamente por grupos de personas no relacionadas entre sí, en ocasiones hasta doscientas al mismo tiempo. Algunas de esas criaturas incluso han vuelto a diario, como para dar a todo el mundo la oportunidad de asombrarse. En opinión de algunas autoridades, entre ellas el doctor Frederic A. Lucas, "hay más declaraciones juradas a favor de ese animal de las que necesitaría cualquier tribunal como prueba de un caso común y corriente". Pero ¿qué es esa misteriosa forma de vida? Para empezar, no se trata de una sola criatura. Parece evidente, por los relatos de los testigos, que hay varias especies de enormes animales subacuáticos, algunos de los cuales han sido identificados de manera provisional. Los gigantescos seres con tentáculos con los que tan a menudo nos tropezamos en los anales griegos y romanos, y a los que llamaban kraken los marinos noruegos, son para la mayoría de los autores el calamar gigante. El zoólogo Bernard Heuvelmans, que distingue nueve tipos diferentes de serpiente de mar, ha documentado la existencia de calamares que miden 73 metros de tentáculo a tentáculo. El doctor Roy Mackal, que sigue el rastro del mokele-mbembe, sugiere que otro posible kraken puede ser un tipo de pulpo gigante, que, según él, mide hasta 60 metros. Algunas manifestaciones desconcertantes resultan tener explicaciones sencillas aunque sorprendentes. El doctor Mackal no duda en identificar al monstruo del río White de Arkansas basándose en múltiples descripciones de testigos: "El caso del río White", escribe Mackal, "es un claro ejemplo de un animal acuático conocido que es observado fuera de su hábitat o zona normal, y en consecuencia no es identificado por unos observadores no familiarizados con él. El animal en cuestión era sin duda un gran macho de elefante marino", un solitario que había remontado el Mississippi y penetrado en e) río White. Mackal tiene algunas ()tías sugerencias interesantes, basadas en la apariencia física y en la posible persistencia de algunas formas arcaicas. Afirma que el tipo de serpiente de mar grande y que ondula verticalmente puede muy bien ser el zeuglodonte, una primitiva ballena dentada que se cree extinguida desde hace mucho tiempo. El doctor Mackal cree que aún puede sobrevivir una pequeña población de .zEelmuognstrdaOk corespnd a la descripción del zeuglodonte, lo mismo que el

El dibujo sugiere que Nessie esta relacionada con el elasmosauro, que vivió hace más de 70 millones de años. monstruo del lago Champlain y las serpientes de mar de la Columbia Británica. Cuando los científicos japoneses acabaron de examinar la masa descompuesta izada a bordo del Zuiyo Maru (ver pág. 149), llegaron a una conclusión provisional. "Se parece mucho a un plesiosauro", dijo uno de ellos, y a ninguno se le ocurrió una idea mejor. Las imágenes del monstruo de Loch Ness muestran un notable parecido con el plesiosauro, un gran reptil acuático de la era mesozoica. Según Dennis Meredith, miembro de la expedición de 1976 al Loch Ness, "un tipo concreto de plesiosauro, el elasmosauro , es el mejor candidato". Los monstruos acuáticos tienen una sorprendente cualidad. Al verlos, algunas personas se quedan como petrificadas, presa de una repugnancia paralizante que hace que se olviden de utilizar las cámaras que tienen en la mano o que se confundan al enfocarlas. Incluso F.W. Holiday, un avezado entusiasta de los monstruos, piensa que hay algo muy especial en el de loch Ness, y admite sentir "una mezcla de admiración, temor repulsión". Y. sin embargo, ese monstruo, al que algunas personas encuentran "inmundo", es conocido afectuosamente por el diminutivo femenino de Nessie, como si se tratase de un ser lindo y encantador. Muchos monstruos acuáticos tienen estos apodos tranquilizadores: Champ el del lago Champlain; Ogopogo el del Okanagan; Igopogo el del Simcoe , cerca de Toronto; Manipogo el del Manitoba; Chessie, la serpiente de mar de la bahía de Chesapeake; Slimy Slim o Sharlie el del lago Payette, en Idaho, y Whitey el monstruo del río White, en Arkansas. Uno se pregunta si esos nombres cariñosos corresponden a un sentimiento de camaradería o a un intento de reducir lo increíble a algo que no nos sobresalte.

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tacado de su empresa fue el descubrimiento de "enormes huellas y una amplia franja de vegetación doblada y aplastada. El rastro conducía al río". Por su tamaño, las huellas eran comparables a las de un elefante, pero la vegetación aplastada sugería que el rastro había sido obra de una criatura reptiliana "más alta y más ancha que cualquier cocodrilo conocido". Mackal, que está ahora "más convencido que nunca" de la existencia del animal, cree que habita en los pantanos pero utiliza los ríos para desplazarse. Se esperan nuevos intentos de encontrarlo. (Animal Kingdom, 83:4-10, diciembre de 1980; The New York Times, 18 de octubre y 10 de diciembre de 1981) Por resolución oficial del 6 de octubre de 1980, las fuerzas vivas de Port Henry, un pueblo situado al extremo meridional del lazo Champlain, en el estado de Nueva York, prohibieron molestar a los monstruos marinos. Los defensores de Champ resolvieron que "...por la presente se declara que todas las aguas del lago Champlain cercanas al pueblo de Port Henry están prohibidas para cualquiera que intente de algún modo hacer daño, hostigar o dar muerte al monstruo marino del lago Champlain". Como animado por esta declaración, el monstruo fue generoso en sus apariciones durante 1981. Al alcalde de Pon Henry, Robert Brown, no le disgustó este estímulo al negocio turístico. Según el New York Times, al menos tres docenas de personas vieron al animal durante el año, incluidos "17 alumnos de un curso sobre la Biblia". Según el alcalde, una joven había tomado cuatro fotos de Champ, que estaban siendo analizadas. Añadió, muy orgulloso, que quienes participaban en un seminario de verano para aspirantes al doctorado en filosofía habían llegado a esta conclusión: "Es evidente que ahí hay algo." ( The New York Times, 4 de octubre de 1981; Pursuit, 14:51, segundo trimestre de 1981) MONSTRUOS TERRESTRES, PRINCIPALMENTE BIPEDOS ANTES DE 1900

Un aventurero inglés llamado Andrew Battel pasó muchos años en África durante el siglo xvi y al volver a su patria le hizo un relato detallado de sus experiencias a su amigo Samuel Purchas. El relato figura en la famosa recopilación de escritos de viajes Purchas his Pilgrimes, publicada en 1625. Según Battel, asombrado ante los mandriles, monos y micos de las selvas, dos clases de monstruos eran también comunes, ambos muy peligrosos: El mayor de esos dos monstruos recibe en su lengua el nombre de Pongo, y al más pequeño lo llaman Engeco. Ese Pongo es en todas sus proporciones como un hombre, pero su estatura es más de gigante que de hombre, porque es muy alto, con rostro humano, ojos hundidos y cejas muy pobladas. Su cara y orejas no tienen pelo, y tampoco sus manos. Su cuerpo está lleno de pelo,

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pero no muy espeso, y de un color pardusco. No se diferencia de un hombre a no ser por sus piernas, que carecen de pantorrilla. Camina siempre sobre ellas, y lle v a las manos en la nuca cuando va por el suelo... Van muchos juntos, y matan a muchos negros que trabajan en los bosques. Muchas veces caen sobre los elefantes que vienen a comer donde están ellos, y los golpean de tal modo con el puño cerrado y con estacas que huyen de ellos bramando. A esos Pongos nunca los cazan vivos, porque son tan fuertes que diez hombres no logran sujetar a uno de ellos... [Bernard Heuvelmans, On the Track of Unknown Animals, pág. 43]

"Las huellas de los cascos del Diablo" fueron llamadas así por los asombrados aldeanos que las vieron aparecer de la noche a la mañana en la Inglaterra rural de 1855. La mañana del 8 de febrero fueron descubiertas en la nieve caída en torno a 18 aldeas del condado de Devon un número incontable de huellas inidentificables. Tenían forma de pequeñas herraduras e iban en líneas absolutamente rectas, una detrás de otra, como si el que las había hecho tuviese sólo una pierna, o bien estuviera jugando "gallo gallina". En una sola noche el desconocido animal había viajado unos 160 kilómetros, cruzado un ancho río y merodeado en torno a las casas. Al parecer, en algunos sitios habla subido por las paredes y caminado por los tejados, y aquí y allá las huellas daban la impresión de que incluso los había atravesado. Durante algún tiempo, la gente no se atrevió a salir después de oscurecer, y los supersticiosos creían que las huellas habían sido dejadas por el mismísimo Satán. (Bernard Heuvelmans, 017 the Track of Unknown Animals, págs. 324-25)

Dos testigos oculares hicieron estos dibujos de las "huellas de los cascos del Diabló", vistas en Devón en 1855.

Un animal parecido a un gusano, gigantesco y posiblemente anfibio, fue visto en diversas partes del Brasil durante el decenio de 1860. Más adelante, un tal Francisco de Amaral Varella vio algo parecido a una enorme lombriz de tierra a orillas del río Das Caveiras. Tenía más de cuatro palmos de grueso y un hocico como de cerdo en lo que era presumiblemente la cabeza. Cuando el testigo llamó a sus vecinos, la criatura desapareció en el suelo, dejando en su camino profundos surcos de unos cuatro palmos de ancho. (Bernard Heuvelmans, On the Tracks of Unknown Animals, págs. 298-99) En 1889, en el principado nororiental de Sikkim, el mayor Laurence Austine Waddell , del Cuerpo de Sanidad del Ejército de la India, encontró grandes hue-


Un encuentro con un hombre mono en las tierras vírgenes de la costa noroccidental del Pacifico dejó a un joven trampero tan afectado que añós más tarde aún temblaba cuando se lo recordaban. Has en Las nieves del Himalaya, a 5 000 metros de altitud. Escribía en su libro Among the Himalayas (1899): Dijeron [los sherpas] que era el rastro de los hombres peludos que se cree que viven entre las nieves eternas, lo mismo que los míticos leones blancos, cuyo rugido afirman que se escucha durante las tormentas. Todos los tibetanos creen en esas criaturas. [Bernard Heuvelmans , On the Track of Unknown Animals, págs. 127-28; John Napier, Bigfoot, págs. 34-35] Teodoro Roosevelt no era persona crédula, pero lo impresionó una historia que contó en su libro The Wilderness Hunter, publicado en 1893. El incidente, ocu-

rrido muchos años antes, le fue contado a Roosevelt, según decía, por un viejo cazador montañés, canoso y curtido, llamado Bauman, que había nacido en la frontera y se había pasado la vida en ella. Debía de creer lo que decía, porque en algunos puntos de la historia no pudo reprimir un estremecimiento... Cuando ocurrió, Bauman era todavía joven, y estaba cazando con trampas, en compañía de un socio, en las montañas que dividen los brazos del

río Salmon del nacimiento del río Wisdom No habían tenido mucha suerte, y decidieron subir a un desfiladero particularmente salvaje y solitario por el que corría un pequeño arroyo donde decían que había muchos castores. El paso tenía mala fama porque el año anterior un cazador solitario que se había aventurado en él fue muerto allí, al parecer por un animal salvaje, y sus restos medio devorados habían sido encontrados por prospectares mineros... apenas la noche anterior.

Pero Bauman y su compañero eran atrevidos y no les preocupó aquella historia. Acamparon en un pequeño claro y marcharon corriente arriba a colocar sus trampas. Al anochecer regresaron. Les sorprendió ver que durante su corta ausencia alguien, aparentemente un oso, había visitado el campamento y había estada revolviendo sus cosas, esparciendo el contenido de sus bultos y destruyendo su cobertizo con todo descara. Las huellas del animal eran muy claras, pero al principio no se fijaron mucho en ellas...

Más tarde las examinaron con mayor atención y vieron que el intruso caminaba erguido, pero las huellas no eran de un ser humano. 153


A media noche, a Bauman lo despertó un ruido, y

se incorporó en sus mantas. Al hacerlo le llegó a la nariz un fuerte olor a animal salvaje, y vio la silueta borrosa de un gran cuerpo en la oscuridad de la entrada del cobertizo. Agarró su rifle y disparó a la vaga y amenazadora sombra, pero sin duda falló, porque inmediatamente oyó aplastar la maleza mientras aquello, fuera lo que fuera, se adentraba en la impenetrable oscuridad del bosque nocturno.

Los dos hombres no durmieron mucho después de aquello y al día siguiente no se separaron mientras trabajaban. Al volver al campamento vieron que estaba otra vez desbaratado y todo su equipo de acampar y su ropa de cama revueltos. En la tierra blanda que había a lo largo del arroyo cercano se veían claramente huellas de dos patas. Los tramperos pasaron la noche sentados junto al fuego, alternándose en la guardia y escuchando preocupados el crujir de las ramas y el grito de algo que profería un "lamento interminable y discordante, un sonido extrañamente siniestro". Por la mañana decidieron recoger sus trampas y marcharse esa misma tarde. También ahora trabajaron juntos, hasta que sólo quedaban por recoger tres trampas. El sol estaba alto, las trampas distaban sólo unos tres kilómetros del campamento y acordaron que Bauman iría por ellas mientras su compañero volvía al cobertizo para empaquetar el equipo. En las trampas había tres castores, y a Bauman le llevó algún tiempo prepararlos. Al iniciar la marcha hacia el campamento notó con desasosiego lo bajo que estaba ya el sol. Al fin llegó al borde del pequeño claro donde estaba el campamento y al acercarse gritó, pero no hubo respuesta. La fogata se había apagado, aunque todavía ascendía una columnilla de humo azul. Junto a ella estaban los bultos, ya dlspuestos. Al principio Bauman no pudo ver nada. Al no recibir respuesta a su llamada, se adelantó y volvió a gritar, y cuando lo hacía su mirada tropezó con el cuerpo de su amigo, extendido junto al tronco de un gran abeto. Al precipitarse hacia él, el trampero vio horrorizado que el cuerpo estaba todavía caliente, pero tenía el cuello roto y cuatro grandes marcas de colmillos en el cuello. Las huellas del animal desconocido, profundamente impresas en el suelo blando, explicaban lo ocurrido. El desafortunado hombre, al terminar de recoger, se habla sentado sobre el tronco de abeto frente al fuego, dando la espalda a los espesos bosques, a esperar a su compañero. Aquello no había devorado el cuerpo, pero al parecer había retozado y brincado a su alrededor con feroz regocijo, revolcándose a veces sobre él, antes de escapar una vez más a las insondables profundidades de los bosques. Bauman, totalmente desconcertado, y pensando que la criatura con la que tenía que habérselas era medio hombre o medio diablo, lo abandonó todo menos su rifle, salió a toda velocidad desfiladero

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abajo y no paró hasta llegar a la pradera donde seguían pastando los caballos trabados. Montó y galopó en medio de la noche hasta estar seguro de hallarse fuera de su alcance.

Aunque Roosevelt no tuvo experiencias personales de este tipo durante sus años en el Oeste, no pareció desechar la historia por inverosímil. (Theodore Roosevelt, The Wilderness Hunter, págs. 441-47) DE 1900 A 1970

Un monstruo ergnido y peludo de casi dos metros y medio de estatura, que esgrimía una maza, aterrorizó a un grupo de patinadores cerca de Chesterfield (Idaho, E.U.A.) en 1902. Sus huellas, con cuatro dedos, medían 55 centímetros de largo por 17.5 de ancho. (Janet y Colín Bord, Alíen Animals, pág. 175) Un topógrafo de Sydney llamado Charles Harper, que acampaba con varios compañeros en el monte Currockbilly, de Nueva Gales del Sur (Australia), tuvo una experiencia desconcertante una noche de 1912. Alarmados por los ruidos procedentes de los bosques cercanos, los hombres echaron más leña a la fogata, y el círculo de luz se ensanchó hasta incluir a un extraño monstruo. Como Harper dijo después a la prensa: Un enorme animal parecido a un hombre estaba erguido a menos de 20 metros de la fogata, gruñendo... y golpeándose el pecho con sus enormes zarpas como puños. Miré a mi alrededor y vi que uno de mis compañeros se había desmayado. Estuvo inconsciente varias horas. La criatura permaneció en el mismo sitio durante algún tiempo... Calculo que su estatura cuando estaba de pie sería de 1.72 a 1.77 metros. Tenía torso, piernas y brazos cubiertos de un largo pelo rojo pardusco, que se estremecía a cada movimiento. El pelo de toda su espalda parecía a la débil luz de la fogata negro azabache, y largo; pero lo que me sorprendió... fue la forma aparentemente de hombre, y sin embargo tan diferente. ...La estructura corporal era enorme, e indicaba una gran fuerza y capacidad de resistencia. Los brazos y las zarpas delanteras eran extremadamente largos y anchos, y muy musculosos, y estaban cubiertos de pelo más corto. La cabeza y la cara eran muy pequeñas, pero muy humanas. Tenía los ojos grandes, oscuros y penetrantes, muy hundidos. Una boca horrenda estaba adornada con dos grandes y largos caninos, que cuando cerraba las mandíbulas sobresalían del labio inferior. Todas estas observaciones me llevaron unos minutos, mientras la criatura permanecía erguida, como si la luz de la fogata la hubiese paralizado. Tras unos cuantos gruñidos más, y golpeándose el pecho, se alejó, los primeros metros erguida, y después a un rápido trote a cuatro patas por entre el monte bajo. Nada haría ya a mis compañeros continuar la excursión, lo que no me contrarió en absoluto...


Harper se apresuró a salir del territorio de lo que creía que era un gorila, pero en Australia no hay gorilas. Lo que si hay es un animal peludo de dos patas, un hombre salvaje al que llaman elYowie. (Janet y Colí n Bord, Alien Animals, págs. 151-52) Cuando el teniente coronel C.K. Howard-Burv y sus

acompañantes iban de Jarta a Lhakpa La, en el Tíbet, durante la primera expedición de reconocimiento al Everest en 1921, divisaron varias formas oscuras en un campo nevado situado muy por encima de ellos. Cuando el 22 de septiembre llegaron al lugar donde habían estado esos seres, vieron —a más de 6 000 metros de altitud— numerosas huellas de enorme tamaño. Howard-Burv dijo que al principio parecían humanas. pero eran unas tres veces mayores de lo normal, y luego declaró que sin duda habían sido hechas por un gran lobo gris. Pero las criaturas vistas eran varias. Los sherpas estaban seguros de que las huellas habían sido hechas por un humanoide erguido al que llamaban metoh o mehteh kangmi ("criatura de las nieves o salvaje" ). Un periodista lo bautizó más tarde como Abominable hombre de las nieves. Según los sherpas, el Abominable es una mezcla de hombre y animal, enorme y peludo, que vive en cuevas en lo alto de las montañas. Tiene las piernas arqueadas, sus brazos de mono le llegan hasta las rodillas y es tan fuerte que puede arrancar árboles de cuajo. FI pelo de su cuerpo es espeso y oscuro, pero la cara, al parecer, es blanca y humanoide. Por lo general esos seres comen yaks y gusanos de la nieve, pero cuando les aprieta el hambre bajan a los valles y capturan seres humanos. Así comenzó el alud de intrigantes historias sobre el hombre de las nieves. (Bernard Heuvelmans, On the Track of Unknown Animals, págs. 128-29; Ivan Sanderson, Abominable Snowmen, págs. 51-52) pasaron por una prueba angustiosa en Ape Canyon, en la ladera oriental del monte Saint Helens (estado de Washington). En 1924, Fred Beck y varios colegas prospectares estaban preocupados por haber encontrado en más de una ocasión enormes huellas de pies en torno a su cabaña. Al fin, un día vieron a un gran ser parecido a un mono que los observaba desde detrás de un árbol. Uno de los mineros disparó contra él, y lo que fuese escapó a todo correr, al parecer herido en la cabeza. Más tarde Fred Beck vislumbró a otra de esas criaturas al borde de la pared del cañón y le pegó un tiro en la espalda. Cayó del risco y lo perdieron de vista. Esa noche al menos dos de aquellos seres atacaron la cabaña, golpeando el techo y las paredes como para entrar. Una tira de madera fue arrancada de entre dos troncos de la cabaña, y desde dentro se oían en el tejado golpes como de grandes piedras. Pero la cabaña estaba construida a prueba de aludes y sin ventanas, y como la puerta estaba apuntalada desde den-

tro, las criaturas fueron incapaces de forzar la entrada. Los disparos no consiguieron alejarlas. Unas cinco horas más tarde, ya a punto de amanecer, los frustrados visitantes se marcharon, dejando un revoltijo de grandes huellas en torno a la cabaña. También los mineros se fueron, abandonando cabaña y mina. Una criatura de ese tipo es la que más tarde sería conocida en Estados Unidos y Canadá como Pie Grande o sasquatch. (John Green, On The Track of the Sasquatch, pág. 59) que trabajaba como leñador y en la construcción, decidió pasar sus vacaciones buscando una mina de oro perdida que se rumoreaba que estaba en la cabecera de Toba, un brazo de mar de la Columbia Británica, frente a la isla de Vancouver. De camino, un viejo barquero indio le contó historias de enormes seres peludos —"gigantes"— que vivían en las montañas cerca de la supuesta mina, pero Ostman se negó a creer tales fábulas. No obstante, recordaría el nombre: sasquatch. Ostman salió a pie de la ensenada con su rifle, una mochila con comida, utensilios para cocinar, un saco de dormir y una tela impermeable, y viajó durante una semana antes de establecerse en un lugar excepcionalmente hermoso, entre dos altos cipreses y cerca de una fuente. El campamento resultó perfecto salvo que, al despertarse por las mañanas, Ostman encontraba que sus provisiones habían sido revueltas y faltaba comida. Una noche, con la idea de permanecer despierto para descubrir quién era el visitante, se metió en el saco de dormir vestido y sin botas, y en compañía de su rifle. "Me despertó", escribía, En 1924 un tal Albert Ostman,

la sensación de que me levantaban. Medio dormido, al principio no recordé dónde estaba. Cuando

tinos mineros estadounidenses

Albert Ostman (sentadó a la derecha) ha cóntado cómo vivió durante seis días prisionero de una familia de gigantescas criaturas semihumanas.

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empecé a serenarme, recordé que me encontraba en mi viaje de prospección y en mi saco de dormir. Mi primera idea fue que se trataba de un alud, pero no había nieve alrededor del campamento. Después sentí como si me echaran sobre un caballo, pero pude notar que, quienquiera que fuese, estaba caminando.

Transcurrieron horas de incómodo viaje. Medio asfixiado y acalambrado dentro del saco, Ostman trató en vano de alcanzar su cuchillo para liberarse. Al fin el que lo llevaba lo puso en el suelo, dejó caer su mochila junto a él y pudo oír una especie de rara charla que no lograba entender. Al amanecer consiguió salir del saco y distinguió a cuatro personas, desnudas y cubiertas de pelo. Ostman pensó que debía de estar entre los gigantes sasquatch de que le había hablado el indio. Cuando se hizo de día, pudo ver que se encontraba en un valle rodeado de montañas y que aquella gente peluda parecía constituir una familia: "El viejo, la vieja y dos jóvenes, chico y chica." No intentaban hacerle ningún daño, pero parecían decididos a conservarlo. Excepto la chica, de pecho plano e inmadura, todos eran enormes, aunque a Ostman le parecieron humanos. El joven podía tener entre 11 y 18 años, medía más de 2 metros y pesaría unos 136 kilos. Su pecho

tendría de 1.25 a 1.40 metros y su cintura de 90 a 95 centímetros. Tenía amplias mandíbulas y una frente angosta que retrocedía en pendiente hacia la coronilla, 10 ó 12 centímetros más alta que la frente. El pelo de sus cabezas tenía unos 15 centímetros de largo, y el del resto del cuerpo era corto y en algunos lugares espeso. El de las mujeres era algo más largo en la cabeza, con rizos encima de la frente formando una especie de fleco. La mujer mayor podría tener cualquier edad entre 40 y 70 años. Medía más de 2.25 metros de estatura y pesaría de 225 a 270 kilos. Tenía las caderas muy anchas y un andar como de ganso. No estaba hecha para la belleza ni para la velocidad... Los caninos del hombre eran más largos que el resto de los dientes, pero no lo suficiente para llamarlos colmillos. Debía de medir unos 2.45 metros. Con el pecho como un tonel y una gran joroba, tenía fuertes hombros y unos bíceps enormes que iban estrechándose hasta el codo. Sus antebrazos eran más largos de lo usual, pero bien proporcionados. Sus manos eran anchas, con la palma larga y acucharada. Los dedos eran cortos en proporción al resto de la mano, y las uñas como cinceles. El único sitio donde esos seres no tenían pelo era la palma de las manos, la planta de los pies y la parte superior de la nariz y los párpados. Nunca les vi las orejas, cubiertas por el pelo que colgaba sobre ellas.

Al cabo de seis días en semejante compañía, Albert Ostman decidió que ya había tenido bastante. Eligiendo el momento, disparó su rifle, lo que sobresaltó de tal modo a la familia de sasquatch que pudo salir huyendo.

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No contó su historia durante muchos años, temiendo, no sin razón, que nadie iba a creerle. Pero su relato de la familia de gigantes parece verdad, lo mismo

que los múltiples detalles de su asombrosa historia. (John Green, On the Track of the Sasquatch, págs. 13-21)

Cuando las tropas rusas penetraron en 1925 en los altísimos montes Vanch de la meseta de Pamir en persecución de los soldados del ejército blanco, oyeron a sus habitantes referir historias de "hombresanimales" que vivían en las zonas más altas. Los soldados encontraron también huellas y otras pruebas de su existencia. Después, un día, mataron uno. Los soldados rojos habían disparado dentro de una cueva donde creían que se ocultaban los blancos. Ante su sorpresa, lo que salió corriendo fue una criatura salvaje y peluda que daba gritos inarticulados y fue muerta al instante por el fuego de las ametralladoras. Al mirar el cadáver, el general Mikjail Stepanovich Topil'skiy creyó al principio que se trataba de un mono. "Estaba cubierto de piel. Pero yo sabía que en el Pamir no había monos y además el cuerpo parecía mucho más humano que simiesco; en realidad totalmente humano." Sin embargo, tras un examen más detenido, su oficial médico fue de otra opinión: aquella criatura no era un hombre. Pero ¿qué era? ¿Sería el ser salvaje al que habían dado muerte el hombre de las nieves? El cuerpo, perteneciente a un macho, tenía 1.67 metros de largo y estaba cubierto por un espeso pelo color café grisáceo, excepto en la cara (tenía algunos pelos dispersos en el labio superior), orejas, palmas, rodillas, pies y nalgas. La piel de las manos, rodillas y pies era áspera y con un grueso callo. La cara era oscura, con ojos también oscuros, frente grande y oblicua, mejillas prominentes, nariz aplastada y una fuerte mandíbula inferior. Aunque los dientes eran muy grandes, parecían los de un hombre. Tenía el pecho ancho e insólitamente musculoso, pero por lo demás su torso era muy semejante al de un hombre. Incapaces de llevar el cuerpo consigo por aquellos despeñaderos. los soldados lo cubrieron con piedras. (Odette Tchernine, The Yeti, págs. 104-05) Un indio de la tribu nootka, de la costa occidental de la isla de Vancouver (Columbia Británica), aseguró en 1928 que había sido raptado por un banda de Pies Grandes. Muchalat Harry, un trampero de poderoso físico, era un tipo intrépido que disfrutaba pasando semanas solo en los bosques con su canoa, sus trampas y su equipo de acampar. Camino del río Conuma para pasar el otoño en su terreno de caza favorito, no le temía a nada, aunque otros de su tribu hablaban con cautela de los gigantes que había en los montes cercanos. Pero Harry se convirtió en otro hombre tras ser sacado de su campamento una noche, en ropa interior y envuelto en cobijas, y llevado a tres o cuatro kilómetros de allí por un Pie Grande.


El Abominable hombre de las nieves y su numerosa familia Desde que la denominación de "Abominable hombre de las nieves" saltó a un mundo sorprendido y encantado, se ha visto claramente que no sólo hay un gran homínido erecto y peludo vagando por las tierras vírgenes, sino todo un clan, tan extenso como variado. Parece que en la zona tibetano-himalayica puede haber tres tipos de yeti: pequeño, grande y supergrande, que pueden estar o no emparentados. Sólo el grande parece tener alguna relación con Pie Grande, sasquatch, el Mono mofeta de los Everglades, Momo, el monstruo del Missouri, y otras variedades del norte de América. El hombre mono de China tiene un fuerte parecido con este grupo, pero el Kaptar ruso parece pertenecer a una clase propia. ¿Son éstas diferentes razas geográficas de una misma especie o tipos diferentes sin nada en común más que el andar erguido y el mucho pelo? ¿Y qué resulta de su comparación? John Green, famoso perseguldor del sasquatch, se arriesga a responder: En términos muy aproximativos, la variedad del norte de América es mucho mayor que las otras, mientras que la rusa es más alta que la del Himalaya, aunque quizá no tan pesada. La criatura del Himalaya, según prueban tanto su descripción como sus huellas, es totalmente diferente al hombre. Por el contrario, la variedad rusa quizá sea la más humana. Para aquellos que temen que el matar a un Pie Grande con el fin de estudiarlo constituiría no sólo un asesinato sino la eliminación de una rara criatura, Green afirma tajantemente que "no hay la menor posibilidad de considerar a los sasquatch como humanos o semihumanos, ni son una especie en peligro de extinción". En su opinión, son numerosos. Con unas pocas excepciones, Pie Grande es un amable gigantón, gratuitamente convertido en monstruo por quienes no lo conciben como miembro del reino animal. El yeti ha sido también víctima de un sensacionalismo fuera de toda proporción con la realidad. Para los sherpas no hay en él nada de misterioso: ha formado parte de sus vidas y recuerdos durante al menos 200 años. Los aldeanos y cazadores del Himalaya lo incluyen siempre al hablar de la fauna local. Si parece esquivo, es porque su hábitat queda lejos de las sendas humanas. Los cazadores del Himalaya dicen que el yeti no es un hombre, ni vlve en la zona de las nieves. Su hogar son los bosques más altos del Himalaya, de espesuras casi impenetrables. Aseguran que allí se mueve a cuatro patas o se columpia de un árbol a otro. Cuando se aventura en la zona nevada, donde los alpinistas pueden verlo o encontrar sus huellas, camina erguido y bamboleándose. Los sherpas dicen que si cruza los

campos de nieve es para buscar un musgo salado que crece en las rocas de las morrenas. Ivan Sanderson dice que lo que busca son líquenes, de gran valor nutritivo. La criatura del norte de América parece algo más gregaria y mucho más curiosa que su homólogo asiático, pero también a ella parece gustarle vivir aislada. Los escépticos pueden preguntarse cómo es que un animal tan grande y supuestamente común consigue eludir tan fácilmente a quienes lo buscan. Peter Byrne señala que gran parte de los 323 000 kilómetros cuadrados de territorio donde habita el sasquatch en el Noroeste son montes cubiertos de espesos bosques y sin apenas carreteras, con una población dispersa y casi ningún visitante. En esa especie de santuario biológico sobra espacio para que Ios sasquatch y otras criaturas retraídas vivan en un aislamiento pacífico y sin amenazas. El vivir en bosques impenetrables parece ser característico de todos esos grandes seres peludos y erectos, y sugiere que pueden ser criaturas marginadas de la evolución que buscan refugio contra un mundo hostil. Si unos cuantos zeuglodontes y piesiosauros han pasado a través de la red del tiempo, quizá estos enigmas de dos patas sean también reliquias. Bernard Heuvelmans sugiere que los "hombres salv ajes" de Asia pueden ser restos de la raza del Pithecanthropus, que ocupó el Asia del sureste a finales del periodo pliocénico, en particular los grandes ejemplares del antiguo grupo de homínidos llamados Pithecanthropus robustus y Meganthropus palaeojavanicus.

Incluso pueden haber sobrevivido variedades enanas de la especie, lo que explicaría las criaturas simiescas más pequeñas y no identificadas que a veces se han visto. Zhou Guoxing piensa que los animales simiescos vistos en la provincia de Hubei y sus cercanías en los años setenta pueden ser descendientes del Meganthropus,"un homínido gigantesco que desapareció porque carecia de inteligencia suficiente para adaptarse a su entorno". Pero hay más candidatos. El paleontólogo Ralph von Koenigswald descubrió en 1935 una colección de dientes fósiles de origen asiático que eran "virtualmente idénticos a los humanos, pero seis veces mayores". Decidió que debían de proceder de una especie de mono gigante, probablemente extinguido hace medio millón de años, al que llamó Gigantopithecus. Pero el Giganropithecus puede no haberse extinguido. El zoólogo Edward Cronin sugiere que durante el pleistoceno el Gigantopithecus asiático trató de ponerse a salvo del Homo erectus en los valles casi inaccesibles del Himalaya. Y los parientes, lejanos o cercanos, del mono gigante bien pueden haber hallado refugio en las espesuras aún inexploradas del Nuevo Mundo.


Al amanecer, tras haber sido dejado en tierra, vio que estaba rodeado por unas veinte de esas grandes criaturas peludas, machos y hembras, en un campamento cubierto de grandes huesos. El susto que tenía se convirtió en terror al pensar que sus captores pensaban comérselo. Mientras lo examinaban, de vez en cuando se acercaba alguno a tocarlo, jalando levemente lo que al parecer creían que era su piel. Para su asombro, la notaban suelta... porque se trataba de su camiseta. A todo esto, Harry' seguía sentado inmóvil. A última hora de la tarde los Pies Grandes parecieron cansarse de él como curiosidad, y la mayoría se fueron a lo que supuso que sería una expedición en busca de comida. Al quedar casi sin vigilancia, Harry se puso en pie de un salto y se largó. Lleno de pánico, se precipitó hacia su campamento, corrió 18 kilómetros más hasta la desembocadura del río Conuma, donde había escondido su canoa, y remó otros 70 sin detenerse hasta volver a Nootka. Llegó allí casi helado en su rota y empapada ropa interior y, profiriendo gritos salvajes, cayó exhausto. Harry recuperó la salud gracias a los cuidados de los hermanos de una misión benedictina de Nootka, pero no volvió a poner sus trampas en los bosques, ni apenas el pie fuera del pueblo. (Peter Byrne, The Search for Bigfoot, págs. 31-34) Cuando estaba destinado en la República Socialista Soviética Autónoma de Dagestán durante los últimos meses de 1941, un teniente coronel del Ejército Soviético llamado V.S. Karapetyan fue encargado por las autoridades locales de examinar a un hombre capturado en las montañas, cerca de Buinaksk. Se sospechaba que el prisionero, un individuo de aspecto extraño, era un espía disfrazado, y esperaban que Karapetyan, oficial de sanidad, pudiera decidir si efectivamente llevaba disfraz. Corno informó el coronel: Aún puedo ver de pie ante mí a aquel ser, un varón desnudo y descalzo. Era indudablemente un hombre, porque toda su forma era humana. Sin embargo, el pecho, la espalda y los hombros los tenía cubiertos de pelo enmarañado de un color café oscuro... Estaba totalmente erguido con los brazos colgando, y su estatura era superior a la media, unos 180 centímetros. Estaba de pie ante mí como un gigante, sacando el poderoso pecho. Sus dedos eran gruesos, fuertes y excepcionalmente anchos. En conjunto era considerablemente más grande que cualquiera de los vecinos del lugar. Sus ojos no me decían nada. Eran tristes y vacíos, ojos de animal... Cuando se le mantenía en una habitación caldeada sudaba a mares. Mientras yo estuve allí, le acercaron a la boca agua y después comida, y alguien le ofreció su mano, pero no reaccionó. Ml opinión fue que no se trataba de una persona disfrazada, sino de algún tipo de salvaje.

Sin duda le hubiese sorprendido saber que tales seres eran bien conocidos en el Cáucaso con el nombre •

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Cerca del mónte Everest en 1951, Eric Shiptón (arriba) descubrió y fotógrafió un rastro de enormes huellas de pies, posiblemente las de un Abominable hombre de las nieves. El piolet muestra el tamaño de una de ellas. de Kaptar. (Ivan Sanderson, Abominable Snowmen, págs. 292-99) Una prueba inequívoca en favor del yeti fue descubierta el 8 de noviembre de 1951 por los alpinistas británicos Eric Shipton y Michael Ward: de regreso de una expedición de reconocimiento al Everest, estaban explorando las laderas sudoccidentales del glaciar de Menlung cuando encontraron un rastro fresco de huellas enormes, pero de aspecto humano, que iban a lo largo del borde de una masa de hielo. Shipton fotografió las huellas. Las fotos de una huella particularmente clara indican un pie no del todo humano, de unos 33 centímetros de largo y mucho más ancho que una bota de alpinismo. Esto parece sugerir un bípedo de unos 2.40 metros de estatura. También alguien muy ágil: "Donde las huellas atravesaban una grieta", escribía Shipton, "podía verse claramente cómo aquel ser había saltado y utilizado sus dedos para agarrarse a la nieve del otro lado." (Bernard Heuvelmans, On the Track of Unknown Animals, pág. 127) Según la agencia de noticias comunista china, un director de cine llamado Pai Hsin, de los estudios cinematográficos del Ejército Popular Chino, vio en 1954 una pareja de extrañas criaturas bípedas en la meseta de Pamir. Se ignora el lugar exacto. Al regreso de una expedición fílmica a los Himalayas, Pai Hsin y tres colegas viajaban a una altitud de unos 6 000 metros cuando vieron a dos extraños seres erguidos que marchaban "uno detrás del otro subiendo una ladera", no lejos de ellos. Eran de poca estatura, caminaban encorvados y se movían con facilidad entre las rocas. Los viajeros gritaron y dispararon al aire, pero las dos siluetas no les hicieron caso y pronto se perdieron de vista. Pai Hsin dijo más tarde que había oído muchas historias de hombres salvajes en Pamir. (Odette Tchernine, The Yeti, págs. 86-87) Un cazador informó de su encuentro con un sasquatch en octubre de 1955, cerca del pequeño pueblo de Téte


Jaune Cache, en Columbia Británica (Canadá). William Roe estaba una tarde escalando el monte Mica —"sólo por hacer algo"— armado con su rifle cuando vio lo que le pareció un oso pardo al otro lado de un pequeño claro. Momentos más tarde, mientras lo observaba, el animal salió al claro, y Roe se dio cuenta de que no era un oso. En una declaración jurada diría más tarde: Así son, a lo que puedo recordar, el aspecto de aquel ser y lo que hizo cuando vino hacia mí atravesando el claro. Mi primera impresión fue la de un hombre enorme, de unos 2 metros de alto y casi uno de grueso, y que probablemente pesaría cerca de 135 kilos. Estaba cubierto de pies a cabeza de un pelo café oscuro con las puntas blancuzcas. Pero cuando se acercó más vi por sus pechos que era hembra. Y, sin embargo, su torso no tenía curvas como el de una hembra. sino que era recto del hombro a la cadera. Sus brazos eran mucho más gruesos que los de un hombre, y más largos; le llegaban casi a las rodillas. Sus pies eran también proporcionalmente más anchos, unos 13 centímetros en el frente que se reducían hacia los talones, mucho más finos. La criatura se aproximó a unos 6 metros de Roe, que estaba acurrucado detrás de un arbusto, y se pu-_ so en cuclillas. Mientras arrancaba y mascaba hojas de los matorrales, Roe notó cómo su cabeza termina. ba en punta hacia atrás. Tenía la nariz aplastada, la mandíbula saliente y los ojos como abalorios, y le sorprendió su cuello corto y grueso, "no humano". Aquel ser salvaje captó inmediatamente el olor de Roe y lo miró a través de una abertura en la maleza. Un gesto de cómico asombro cruzó por su cara mientras se erguía y empezaba a alejarse.

Se me ocurrió que si disparaba contra aquello me

haría posiblemente con un ejemplar de gran interés para los científicos del inundo entero. Había oído hablar del sasquatch... Quizá éste fuese uno de

ellos... Le apunté con mi rifle. La criatura se alejaba

todavía rápidamente, volviendo la cabeza para mlrar hacia donde yo estaba. Bajé el rifle. Aunque he utilizado la palabra "aquello" para hablar de esa criatura, sentía que se trataba de un ser humano

y sabía que si lo mataba nunca me lo perdonaría.

Al internarse en la maleza del otro lado del claro emitió una especie de relincho, "entre risa y habla" Más allá de un grupo de pinos echó brevemente la cabeza hacia atrás y lanzó el mismo grito. Después desapareció en el bosque. (John Green, On the Track of the Sasquatch, págs. 10-12) Las mujeres de un pueblo de la poco poblada provincia oriental china de Zhejiang tuvieron un encuentro con un hombre mono una tarde de mayo de 1957, cuando todos los hombres estaban trabajando en los montes. Al oír gritar a su hija, Xu Fudi se precipitó

hacia donde estaba atendiendo al ganado y la vio debatiéndose en brazos de una criatura parecida a un mono, como de 1.45 metros de estatura. La madre tomó un palo y golpeó frenéticamente a aquel ser. La criatura saltó a un arrozal y trató de correr, pero se lo impedía el barro. Xu Fudi volvió a golpearla antes de que se volteara para atacarla. Para entonces ya habían llegado multitud de mujeres excitadas, de las que una docena se unió a Xu Fudi para golpear al animal hasta dejarlo atontado. Pero no estaba muerto; recobró el conocimiento, con los ojos llenos de lágrimas, y empezó a gruñir. Esta vez las mujeres lo mataron. Después lo hicieron pedazos, y al día siguiente oyeron gruñidos lastimeros procedentes de las alturas circundantes. El Sonyang Daily hizo investigaciones y describió más tarde a aquel ser como un joven macho que pesaba unos 40 kilos, cubierto de largo pelo café oscuro. Tenía el pecho grande, la nariz hundida y los dientes blancos; la lengua, las orejas y las cejas eran como los de un hombre, lo mismo que el ombligo, los genitales y las pantorrillas, y la piel de debajo del pelo era suave y blanca. Un joven profesor de biología de un pueblo cercano conservó cuidadosamente las manos y los pies de la criatura (ver pág. 164). (Pursuit, 14:64-66, segundo trimestre de 1981) Durante el otoño de 1958, el noroeste de California se conmocionó con la historia de Jerry Crew y las enormes huellas humanas que él y sus amigos habían estado viendo durante semanas alrededor de sus excavadoras. A la primera emoción siguió el intento por parte de Crew, del condado de Humboldt, de probar la existencia y autenticidad de esas grandes huellas. El 6 de octubre, una noticia de la Associated Press procedente de Eureka decía: Jerry Crew, un tractorista de dura mirada que se gana la vida abriendo caminos forestales con su excavadora, vino al pueblo este fin de semana con el molde en yeso de la huella de un pie. La huella parece humana, pero tiene 40 centímetros de largo por 18 de ancho, y el Eran peso de la criatura hizo que se hundiera 5 centimetros en la tierra. Crew dice que en ese terreno un pie común y corriente sólo penetraría unos 13 milímetros. He visto centenares de esas huellas en las últimas semanas —dijo Crew. Añadió que tomó el molde de la huella en la tierra que había movido el viernes en una operación de tala y transporte en los bosques que hay por encima de Weitchpeg, 80 kilómetros al noreste de aquí, en la comarca del río Klamath, al noroeste de California. Crew dijo que él y sus compañeros de trabajo no habían visto nunca al animal, pero habían tenido a menudo la sensación de ser observados mlentras trabajaban en el bosque alto... —Todas las mañanas encontramos sus huellas en la tierra que removimos el dia anterior —dijo Crew. —

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Dijo también que Robert Titmus, un taxidermista de Redding, estudió las huellas y aseguró que no habían sido hechas por ningún animal conocido. [John Green, Ora the Track of the sasquatch, pág.

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Mientras trabajaba en los solitarios valles del Cáuca-

so en los años sesenta, la profesora Jeanne Josefovna Kofman estuvo a punto de dar caza a la criatura erecta y peluda conocida a veces corno "Almas". La profesora Kofman y su equipo reunieron centenares de informes de testigos oculares campesinos, aldeanos, recolectores de té y segadores— de un ser casi humano con la frente y la barbilla oblicuas, la nariz aplastada, los pies planos y cubierto de pelo rojizo o negro. Un día hicieron un descubrimiento sin precedentes: dos nidos, o guaridas, hechos en medio de "altas hierbas, de ordinario impenetrables", y cerca una despensa. En el montón de comida había dos calabazas, algunas moras, ocho papas, parte de un girasol, tres corazones de manzana y una mazorca medio masticada. Mezclado con ellos había estiércol de caballo, que se dice que encanta a los Almas por la sal que contiene. Otras mazorcas encontradas más tarde mostraron huellas de los dientes casi humanos de una mandíbula de anchura no humana. (Odette Tchernine. The Yeti, págs. 18-21)

Cuando buscaba indiciós del sasquatch a lo largo de Bluff Creek, en el norte de California, Roger Patersón ncontró a una criatue ra peluda sentada al borde del torrente. Los fotogramas de la película que Patterson consiguió tornar muestran a ese ser alejándóse y después volteándose a mirar. Patterson hizo también móldes de las huellas, que aquí compara con su própió pie (izquierda).

Durante una migración de salmones en el río Nook-

sack, cerca de Marietta (Washington), a mediados de septiembre de 1967, varios pescadores locales dijeron haber visto al sasquatch. Una mañana temprano, Harold James iba río arriba a unos cinco metros de la orilla cuando percibió un fuerte olor a animal mojado que le era vagamente familiar. Al mirar hacia una ciénaga, vio algo sentado sobre un tocón; y cuando aquello se levantó y echó a andar, vio que era una criatura oscura de dos veces el tamaño de un hombre. Esa tarde, un matrimonio que también estaba pescando vio a unos 180 metros a un ser que estaba de pie en el río. Metido en el agua hasta las rodillas, tenía unos tres metros de estatura y era levemente cargado de espaldas. Su cuerpo era negro, su cara aplastada y no tenía cuello. Mientras la pareja lo observaba, la criatura se agachó y se sumergió. Las huellas encontradas en la arena mostraban un pie con cinco dedos, de 35 centímetros de largo y una zancada de 1.15 metros. Cuando Johnny Green iba cierta noche arrastrando su red vertical por un canal, descubrió que ésta iba desapareciendo poco a poco por la borda de la embarcación. La potente lámpara que Green llevaba en la cabeza iluminó a una gran bestia peluda que estaba de pie en el agua jalando de la red. Green llamó a gritos a sus amigos, Reynold James y Randy Kinley, que acudieron y enfocaron nuevas luces sobre la criatura. Ésta soltó la red y desapareció caminando pesadamente por la orilla. (John Green, The Sasquarch File, pág. 36) Roger Patterson, entusiasta de Pie Grande durante

muchos años, acampó en octubre de 1967 en el fondo del valle de Bluff Creek, al norte de California, con la intención de filmar huellas recientes con su cámara de 16 mm. Acompañado por su colega Bob Gimlin, Patterson recorrió todos los días a caballo los bancos de arena en los que ya se habían visto huellas. Un día, cuando rodeaban un meandro, vieron un gran animal oscuro sentado en la orilla al otro lado de la quebrada. Los caballos se encabritaron y el de Patterson tiró a su jinete. Cuando éste consiguió ponerse en pie, abrió fre-


néticamente su alforja para sacar la cámara, pero para entonces la criatura ya se alejaba. Patterson corrió tras ella, se detuvo y filmó desde una distancia de unos 25 metros. Consiguió algunas tomas claras que muestran a un ser corpulento de unos 2.10 metros de estatura y 90 centímetros de anchura de hombros, cubierto de pelo negro. Camina con tranquilidad, doblando las rodillas. Cuando se voltea para mirar a Patterson, muestra unos pechos grandes y caídos. La cara es aplastada y peluda, con grandes arcos superciliares. La cabeza acaba en pico y está firmemente asentada sobre los hombros. La criatura —una hembra— se internó en la espesura, dejando huellas de 37 centímetros de largo. Patterson y Gimlin hicieron dos moldes y varias fotos fijas de las huellas. Según el investigador John Green, el análisis de este material no reveló pruebas de fraude. (John Green, On the Track óf the Sasquatch, págs. 51-57, y The Sasquatch File, pág. 39)

El delegado del alguacil del condado de Grays Harbor, estado de Washington, describió a John Green, investigador del sasquatch, su encuentro nocturno con un animal desconocido. Tuvo lugar a las 2:35 de la madrugada del 26 de julio de 1969, cuando el delegado, Verlin Herrington, de 30 años, volvía a su casa de Copalis Beach por la carretera de Deekay tras intervenir en un incidente en el pueblo de Humptulips. Al tomar una curva, Herrington vio una enorme silueta de pie en medio de la carretera. Su primera impresión fue que se trataba de un oso. Para no atropellarlo, Herrington pisó el freno y se detuvo entre rechinidos. Entonces vio que el animal no era un oso: "Tenía cara." Sus ojos, como los de un animal nocturno, reflejaban la luz de los faros. Tenía pies en vez de zarpas, y también pechos. Se dirigió al borde de la carretera, "erguido, como lo haría una persona". Pero no era una persona. Herrington le apuntó su foco y salió del coche revólver en mano. Vio que el cuerpo de aquel ser estaba cubierto de pelo negro pardusco, excepto la cara —"curtida, como de cuero"— y las plantas de los pies. Sus pies y los dedos de éstos estaban muy diferenciados, así como los dedos de sus manos. El delegado amartilló el arma, y la criatura se internó en la espesura. Sus zancadas parecían cortas para su tamaño, aunque largas para un ser humano. Ya de día, Herrington volvió al lugar y fotografió una huella de pie de 47 centímetros de largo. "El animal", calculó, "tenía de 2.15 a 2.30 metros de estatura y pesaba de 140 a 150 kilos." (John Green, Year óf the Sasquatch, págs. 27-29) DESDE 1970

Un encuentro parecido desconcertó a la señora Loui-

se Baxter, de Skamania (Washington), el 19 de agosto de 1970. Cuando manejaba cerca del trailer park de Beacon Rock, la señora Baxter empezó a sospechar

que tenía una llanta ponchada, de modo que se bajó para comprobarlo: Di una patada a la llanta, que estaba bien, y después me agaché para ver si hacía el ruido algo que se hubiera metido bajo la defensa. De pronto sentí como si estuviesen observándome, y, sin incorporarme, miré hacia la zona boscosa que había junto a la carretera y me topé con el rostro de la criatura más grande que había visto nunca. Era de color café oscuro y aspecto desgreñado y sucio... Tenía la boca entreabierta y vi una fila de grandes dientes blancos y cuadrados. La cabeza era voluminosa y parecía estar plantada directamente sobre los hombros. No se le podían ver las orejas debido al largo pelo que le rodeaba la cabeza, y que parecía tener unos cinco centímetros de largo en la parte alta. Tenía la barbilla saliente y la frente huidiza. La nariz y el labio superior eran menos peludos, y aquélla era ancha y con grandes fosas nasales. Los ojos eran lo más sorprendente, pues tenían color ambarino y parecían relucir corno los de un animal cuando de noche les da la luz de los faros. Parecía encantado allí y debía de estar comiendo, pues se llevaba el puño izquierdo a la boca como si tuviese algo en él. Grité, pero no sé sl me salió la voz, porque estaba aterrada. Sé que aquello no se movió mientras lo miraba. No recuerdo cómo volví a subir al coche, ni cómo lo puse en marcha. Cuando arranqué, pude verlo todavía allí plantado, con sus tres metros y pico de estatura. [John Green, The Sasquatch File, pág. 53]

Un nuevo elemento empezó a infiltrarse en los años

setenta en el retrato, compuesto a escala mundial, de los grandes monstruos erectos: la posible relación entre algunos bípedos no identificados y el fenómeno ovni. Un curioso episodio de este género ocurrió una noche de agosto de 1972 en Roachdale (Indiana, E.U.A.), donde la familia Rogers vivía en un remolque. La serie de acontecimientos se inició cuando uno de los Rogers vio un objeto luminoso cerniéndose en el cielo sobre un maizal cercano. A partir de entonces, en varias ocasiones todos los Rogers oyeron ruidos por la noche, y cuando uno de los hombres salió a investigar, pudo vislumbrar a un ser corpulento entre el maíz. Una vez, la señora Rogers lo vio mirando por la ventana del remolque y observó que estaba de pie como un hombre, pero corría a cuatro patas. Los avistamientos nunca fueron muy claros, porque siempre tuvieron lugar de noche, pero los Rogers pudieron ver que la criatura estaba cubierta de pelo negro y tenía un olor "como los animales muertos o la basura". Una característica especial es que parecía ser inmaterial: Lo misterioso era que nunca podíamos encontrar

huellas, aunque corriese sobre barro. Corría y saltaba, pero era como si no tocase nada. Cuando corría por entre la maleza no se oía nada, y a

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veces, al mirarlo, parecía como si uno pudiese ver a través de él. Pero el monstruo no era del todo inmaterial. Entre otras personas que lo vieron estaban varios granjeros, que encontraron docenas de pollos mutilados, aunque no devorados, tras las visitas del animal. Los Burdine encontraron en su propiedad varios pollos muertos, la hierba aplastada y una barda rota. Notaron también que el recipiente de la comida de los cerdos había sido vaciado de jitomates y pepinos. Una noche vieron al supuesto culpable de pie a la puerta de su gallinero. Según uno de los Burdine: Aquella cosa tapaba completamente las luces del interior. La puerta tiene 1.80 por 2.40 metros y sus hombros llegaban hasta lo alto, donde debería haber estado el cuello, pero aquella cosa no. tenía cuello. A mí me pareció un orangután o un gorila. Tenía pelo largo, de un color como de óxido. Nunca vi sus ojos ni su cara. Emitía una especie de gruñido.

Los Burdine lo persiguieron y dispararon sobre él mientras corría, pero aunque la distancia era poca y estaban seguros de haberle dado, al parecer no le afectó. (Janet y Colin Bord, A lien Animals, págs. 170-71) Entre los casos considerados creíbles por el Centro de

Información sobre Pie Grande de The Dalles (Oregon, E.U.A.), está el relatado por Jack Cochran, un leñador de Parksdale que cuando lo vio en 1974 trabajaba con otros en el bosque nacional del río Hood. El 12 de mayo de ese año Cochran se tomaba el descanso de las diez de la mañana en la cabina de su grúa cuando, al mirar a través de un claro, vio "una gran cosa peluda" que estaba de pie en silencio a unos 50 metros de allí. Cochran, cazador y pintor aficionado, especializado en estudios de la naturaleza, una vez recobrado del susto inicial estudió a aquel ser con ojos de experto. "Estaba cubierto de espeso pelo negro... Medía casi dos metros y tenía fuertes hombros." Mientras lo miraba, se alejó andando graciosamente, "como un atleta", y desapareció entre los árboles. Al día siguiente, aproximadamente a la misma hora, según una noticia del New York Times, los leñadores estaban de nuevo descansando. Cochran se hallaba junto a su grúa, mirando hacia el bosque pero sin ver nada que le llamara la atención: Sin embargo, sus dos compañeros dijeron que

habían entrado en el bosque en busca de sombra y se sobresaltaron al ver a una gran criatura levantarse de entre los matorrales y alejarse rápidamente sobre dos patas. Uno de los dos hombres, Fermio Osborne, la persiguió e incluso le tiró algunas piedras. Más tarde, algunos miembros del Centro de Información sobre Pie Grande llevaron a cabo una investlgación en la zona. Encontraron el rastro de la criatura: unas impresiones poco nítidas de un pie suave pero pesado que iban del borde del claro a unas colinas boscosas.

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Comentando la mansedumbre de aquel ser y lo soso del relato, el periodista del Times añadía: "Muchas personas han coincidido en que es poco probable que una alucinación o un fraude originaran una historia tan aburrida e insulsa." ( The New York Times, 30 de junio de 1976) Una oscura noche de mayo de 1976 seis funcionarios

del partido comunista viajaban por la provincia de Hubei, al sur de la China Central, cuando de repente el conductor de su jeep vio en la carretera un gran animal peludo. Tocó la bocina, y la criatura empezó a trepar por una empinada ladera, pero se resbaló y cayó de nuevo a la carretera. Allí quedó en cuclillas, mirando a los faros con ojos de loco. El conductor se detuvo pero siguió tocando el claxon, y sus pasajeros se bajaron para rodear a aquel ser... a conveniente distancia. Uno de ellos le tiró una piedra. La criatura se irguió sobre sus patas traseras, caminó pesadamente hasta una hondonada y trepó por una ladera hasta los bosques. Los hombres convinieron después en que tenía un pelo fino y suave con el de un camello, con una raya rojo oscuro por la espalda, y la cara color de lino. Sus piernas eran largas y fuertes, sus muslos gruesos, y las plantas de sus pies tan suaves que no hacía ningún ruido al andar. La cara era larga, ancha en la frente y angosta en la barbilla, y la boca grande. Aunque la criatura desapareció mucho antes de que llegasen investigadores para estudiarla, Zhou Guoxing, antropólogo del Museo de Historia Natural de Pekín, sugirió que podía tratarse de un pariente lejano del Abominable hombre de las nieves o de Pie Grande. (International Wildlife, 11:18-19, enero-febrero de 1981; The New York Times, 5 de enero de 1980) Gong Yulan es una campesina que vive en la comuna

de Qiaoshang, de la provincia de Hubei (China Central). El 19 de junio de 1976 fue un día como cualquier otro, excepto que Gong Yulan se había quedado sin hierba para sus cerdos, por lo que fue a buscarla al monte acompañada de su hijo de cuatro años. Cuando madre e hijo cruzaban un desfiladero, vieron a unos seis metros un gran objeto rojo que se movía. La mujer se detuvo y contempló lo que resultó ser un extraño animal peludo que se rascaba la espalda contra un árbol. (Más tarde, en una entrevista con científicos, describió cómo lo hacía. "Estaba de pie igual que un hombre, así", dijo, y Io demostró rascándose la espalda contra una pared.) Al verlo, le asustó su extraño aspecto. Cargó a su hijo y echó a correr y, para su horror, la criatura vino tras ellos, profiriendo gritos que sonaban como "ya, ya". Con su hijo en brazos, Gong Yulan corrió unos cuatrocientos metros hasta la casa del jefe de brigada de su comuna. La esposa de éste, con quien se encontró en la puerta, recordaba: "Cuando Gong llegó a mi casa, las gotas de sudor de su frente eran tan grandes como frijoles de soya. Sólo repetía: 'Hombre salvaje'."


Posteriormente se recogieron pelos del árbol contra el que se rascaba la criatura, y fueron examinados en el Instituto Médico Beijing. Se decidió que no eran de oso, sino que se parecían a los de "los primates superiores, que incluyen al hombre". (International Wildlife, 11:18-19, enero-febrero de 1981) La región montañosa de Shennongjia, cerca de las in-

tersecciones de las fronteras provinciales de Hubei, Shansi y Sichuan, fue tan a menudo escenario de avistamientos de la criatura peluda durante 1976 que la Academia China de Ciencias de Pekín decidió proceder a buscarla. En marzo de 1977 envió una expedición de 110 miembros formada por biólogos, zoólogos, fotógrafos y soldados equipados con fusiles, proyectiles tranquilizantes, grabadoras, cámaras y perros. La investigación científica estaba a cargo de Zhou Guoxing, del Museo de Historia Natural de Pekín. Según informaba el New York Times, la búsqueda continuó durante ocho meses, y, aunque la expedición no consiguió capturar a ninguna de esas criaturas simiescas, vio una a corta distancia y reunió pruebas suficientes para dar por buena su existencia. Se encontraron muchas huellas de pies, de 30 a 40

centímetros de largo. Se analizaron heces encontradas junto a las huellas y que se presumía que eran de la criatura, y se vio que no eran ni humanas ni de oso, según el señor Zhou. Las muestras de pelo encontradas adheridas a la corteza de un árbol, y que se cree que proceden del animal, sugieren que es algún tipo de primate superior. Por las pruebas reunidas, que incluyen declaraciones de quienes dicen haberla visto, el señor Zhou describió a la criatura como de casi dos metros de estatura, cubierta de pelo rojo ondulado; el de la cabeza le llega casi hasta la cintura. Dicen que camina erguida y sus huellas muestran que tiene los pies planos, de ahí su torpe andar. Los tres dedos más pequeños de los cinco del pie no están del todo separados, por lo que puede tener el pie prensil. No se le ha visto cola, pero algunos testigos dicen haber observado pechos. Se cree que la criatura es omnívora, pero se dice que prefiere las nueces y las castañas, las hojas y raíces tiernas y los insectos. Aunque no se ha llegado a grabar su voz, quienes la han oído dicen que emite un grito largo seguido de otro corto. [The New York Times, 5 de enero de 1980 Un insólito encuentro con Pie Grande tuvo lugar cer-

ca de Wantage, en la Nueva Jersey rural, en 1977. El 12 de mayo la familia Sites descubrió que durante la noche habían muerto varios de sus conejos, al parecer estrangulados por algo que había arañado y arrancado una puerta de madera para llegar hasta ellos. El presunto culpable apareció otra vez esa noche y se plantó, como alardeando, en el patio brillantemente iluminado. "Era grande y peludo", contaba la señora Sites. "De color café, parecía un ser humano con barba y bigote. No tenía cuello, la cabeza estaba co-

mo plantada directamente sobre sus hombros, y sus grandes ojos eran rojos y relucientes." Cuando le ladró un perro, le dio un golpe repentino como de pasada y lo mandó volando a 6 metros. A la noche siguiente reapareció bajo las luces del patio. El señor Sites y tres acompañantes, que lo esperaban con las escopetas cargadas, dispararon contra él varias veces. Gruñó y escapó atravesando un huerto. Sites estaba seguro de haberle dado, pero al amanecer no encontraron huellas de sangre. Varios miembros de la Sociedad para la Investigación de lo Inexplicable llevaron a cabo una búsqueda exhaustiva en la zona, y examinaron los cadáveres de los conejos y los daños en el cobertizo. Oyeron también, procedente de un pantano cercano, un grito que les dijeron emitía aquel ser; no lo vieron, pero quedaron convencidos de la sinceridad de los Sites. Después de su marcha, la criatura fue vista de nuevo varias veces, una de ellas por los hijos de los Sites, que la vieron arrastrarse por la hierba con los brazos extendidos como si estuviese herida y pidiese ayuda. (Janet y Colin Bord, Alien Animals, págs. 177-78) Más pruebas tentadoras de la existencia del escurridi-

zo yeti nepalés fueron encontradas durante la expedición británica al Hinku en 1979, después de que los alpinistas John Edwards y John Allen hallaron su posible guarida a casi 5 200 metros de altitud cuando bajaban al campamento base. El 10 de noviembre, Edwards observó un "peñasco saliente que formaba una cueva natural" y le dijo a Allen que esperara mientras él lo examinaba. Le asombró ver una serie de huellas casi humanas en la nieve. Cuando Allen se reunió con él, a ambos los sobresaltó "un grito penetrante, helador, inhumano, que duró de cinco a diez segundos". Edwards y Allen pensaron que debían de hallarse cerca de un Abominable hombre de las nieves. Al día siguiente todo el equipo humano, dirigido por John Whyte, volvió al lugar y fotografió las huellas, todavía visibles, con su cámara de la BBC. Las "huellas eran de distintos tamaños" y sugerían una pareja o incluso una pequeña familia de aquellas criaturas. Los excrementos encontrados cerca de las huellas fueron recogidos para llevarlos a analizar a Inglaterra. "Hemos fotografiado una huella", dice Whyte, "que nadie puede identificar satisfactoriamente. EsUna cajetilla de cigarros muestra el tamaño relativo de unas huellas no identificadas encontradas en las nieves del Himalaya por alpinistas británicos y fotografiadas cón una cámara de la BBC.


toy convencido de que allá arriba hay un animal aún no registrado por los naturalistas." (Peóple, 13:20-23, 21 de enero de 1980) A consecuencia de lo acontecido en decenios anteriores, un equipo de científicos chinos recorrió a finales de 1980 la provincia de Zhejiang en busca de pruebas concluyentes de la existencia de hombres mono. En la escuela de educación media de Bihu, en el condado de Lishui, los investigadores chinos obtuvieron del profesor de biología Zhou Shousong las manos y pies bien conservados de la criatura simiesca descubierta por Xu Fudi en 1957. (Ver pág. 159.) Aparte de un cierto encogimiento de los músculos, los restos se hallaban en buen estado. Los pies, cubiertos de un suave pelo café amarillento, medían unos 19 centímetros de largo, y las palmas de las manos unos 14. Acordaron que el animal era probablemente un primate, posible pariente del chimpancé. Al explorar los bosques y alturas dc Zhejiang llevando como guía a un recolector de plantas medicinales local, el equipo encontró, a una altitud de unos 1 500 metros, algo parecido a una pequeña empalizada que, "insertada entre unos árboles y un peñasco", estaba hecha de ramas y forrada de hierba y hojas. El tamaño de las ramas, arrancadas de los árboles cercanos, sugería una tremenda fuerza, y la construcción del nido indicaba una inteligencia algo superior a la del mono. Al ascender aún más, el equipo encontró otros 11 nidos esparcidos por una zona llamada Fengshuyang, algunos de ellos construidos en árboles y otros en el suelo. A juzgar por su estado, así como por las huellas y excrementos cercanos, ninguno tenía más de dos años. Uno de ellos parecía haber sido construido sólo un mes antes. Se encontraron también muestras de un pelo café suave. Otros nidos de reciente construcción fueron descubiertos cerca de la cima, raramente visitada, de los montes de los Nueve Dragones, junto con huellas de un pie izquierdo de unos 33 centímetros de largo, de dedos separados como los de un ser humano. Para los aldeanos del valle, esos hallazgos no fueron ninguna sorpresa. Zhang Qilin, del pueblo de Xikangli, dijo: Durante los últimos treinta años o más he estado

subiendo todos los años, en septiembre u octubre, a los montes de los Nue \.e Dragones, para guardar la cosecha de maíz y protegerla de los hombres mono. Hace unos diez años vi a uno de ellos. Venía del rumbo de Fengshuyang. Era tan alto como la puerta de una casa y estaba cubierto de pelo café rojizo, con una larga melena que le caía sobre los hombros y la cara... Caminaba erguido... En otra ocasión vi a un hombre mono echado en su nido, en un árbol. Estaba muy tranquilo y aplaudió al verme. Se pasaba allí acostado la mayor parte del tiempo, comiendo maíz. Había un gran montón de mazorcas en el suelo.

Tampoco se sorprendió Huang Jialiang, del pueblo

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de Chenkang, que había visto a un hombre mono el 14 de agosto de 1978. Llevaba una estaca e iba caminando por el bosque, a unos 20 metros de donde él estaba, en dirección a Fengshuyang. Comentando la afición de aquel ser al maíz, Huang añadió, sin darle i mportancia: "Sabernos que también les gusta comer pérsimon y peras silvestres." (Pursuit, 14:64,66, segundo trimestre de 1981) Según ion Erik Beckjord, fundador y director de la

Operación Pie Grande, de Seattle (Washington), no hay mes en que alguien no vea un Pie Grande o un sasquatch. El 3 de julio de 1981, varios leñadores del sudoeste de Washington vieron a un sasquatch de unos 2.70 a 3 metros de estatura a una distancia de 120 metros. El 18 de octubre, un leñador que recogía hongos en esa misma zona oyó gruñidos y notó el fuerte olor caracteristico del gran monstruo peludo. La Operación Pie Grande recoge no sólo relatos de testigos oculares, sino también muestras de pelo y sangre. Las obtenidas en los escenarios de los cuatro casos siguientes han sido cuidadosamente analizadas por científicos escépticos. En el Rock State Park de Maryland, cerca de Bel Air, Peter Hronek manejaba un coche deportivo una noche de 1975 cuando atropelló algo que creyó que era un Pie Grande. Al recobrar el equilibrio, la criatura se irguió amenazadora junto al coche, lanzando gruñidos, y después se alejó a buen paso. El pelo pegado al faro abollado fue recogido para analizarlo. En la reserva de indios lummi de Bellingham (Washington), un sasquatch trató de penetrar en la despensa de los Jefferson la noche del 14 de enero de 1976. La familia se despertó al ruido de vidrios rotos. El señor Jefferson saltó de la cama, tomó su rifle y encontró el vidrio de la ventana de la despensa, de metro y medio de altura, esparcido por el suelo y con manchas de sangre. En la ventana y entre los trozos de vidrio del suelo aparecieron pelos negros con la punta blanca. El propio Jon Beckjord acudió a recoger las muestras de sangre y pelo y reunir informes de los muchos avistamientos e intentos de entrada de los sasquatch en las casas de la reserva india. En mayo de 1976, cerca de Sacramento (California), un grupo de adolescentes vio a un sasquatch arrancando ramas de un chabacano v comiendo la fruta. La criatura dejó huellas de 64 centímetros de largo. Los muchachos recogieron pelo de una barda y se lo llevaron a Beckjord. En 1977, en Lebanon (Oregon), un ser enorme arrancó las puertas de un cobertizo y destruyó las bardas mientras lanzaba gritos penetrantes. También aquí tomó Beckjord muestras de pelo. La única muestra de sangre conseguida en el curso de la investigación (la del vidrio roto en casa de los Jefferson) fue analizada por el doctor Vincent Sarich, antropólogo físico y bioquímico de la Universidad de California en Berkeley. Descubrió que pertenecía a un primate superior. Los pelos unidos a la muestra de san-


gre, así como las otras muestras de pelo, fueron analizados por tres expertos, quienes llegaron a la conclusión de que no provenían de un ser humano, un lobo, un oso u otro mamífero semejante. Tampoco era igual que el de ningún otro de los primates estudiados, aunque se parecía mucho al del gorila.

Beckjord dice que esas criaturas "son demasiado grandes para ser hombres y están demasiado presentes para ser un mito. Puede tratarse de primates homínidos emparentados con el hombre". (Frontiers of Science, 3:22-27, marzo-abril de 1981; conversación telefónica con Jon Beckjord, de Seattle, Washington)

¿De veras vuelan los monstruos? Los monstruos que llegan por tierra y por mar están bastante bien documentados, y si es cierto que la humanidad tiene una necesidad innata de creer en criaturas ajenas a este mundo, no es sorprendente que haya quienes las han visto llegar también por los aires. En antiguos relatos aparecen dragones voladores que escupen fuego, el temible roe de Las mil y una noches, las rapaces arpías aladas de la mitología griega y el impresionante "pájaro del trueno" del folklore de los indios de América del Norte. La mejor prueba a favor de las bestias aladas son los restos fósiles del pterodáctilo, un reptil de agudos dientes con una envergadura de más de 7.5 metros. Si la humanidad posee realmente una memoria racial, aquí tenemos un monstruo volador listo para las más espeluznantes pesadillas. Pero ¿es explicación suficiente de las persistentes noticias de monstruos voladores? ¿O podrían tales criaturas atávicas, más o menos grandes, ser una realidad actual? Según leemos en Alíen Animals, de Janet y Colin Bord, en Nueva Jersey ha habido noticias periódicas del Demonio de Jersey. Este ser inverosímil, que según algunos tlene el tamaño de una enorme grúa, tiene cuello largo y grueso, largas patas traseras con pezuñas hendidas, patas delanteras cortas y con garras, alas como de murciélago separadas unos 60 centímetros, cabeza de caballo, perro o carnero, y cola larga y delgada. En su libro In Witchhound Africa, Frank H. Melland refiere que oyó hablar repetidamente del Kongamato, parecido a un lagarto volador con la piel lisa, el pico lleno de dientes, y alas con piel de murciélago y una envergadura de 1.20 a 2.15 metros. Esto nos recuerda sospechosamente a un pariente del

en que de ella emana un aura de miedo espeluznante. Uno de los testigos confesó el terror irrazonable que lo invadió durante su encuentro con Mothman. Nunca había tenido esa sensación, una clase de miedo misterioso. Era algo que te atenazaba y dominaba. El mejor modo de explicarlo sería decir que aquella cosa no tenía sentido. Sé que esto puede no tenerlo tampoco, pero soy incapaz de decir de otro modo lo que sentí. Este extraño hombre volador gris podría, no obstante, estar relacionado con fenómenos bien documentados de avistamientos de objetos voladores no identificados. Si la humanidad necesita monstruos que vuelen, puede tener que contentarse con los ovnis.

pterodáctilo. Quienes dicen haber visto al Kongamato o al Demonio de Jersey son sin duda sinceros. Los avistamientos suelen ser demasiado escasos para constituir prueba convincente; pero si se hiciesen tan frecuentes como los de Nessie o el sasquatch, tendríamos candidatos alados a la Sociedad de Probables Monstruos. De lugares tan apartados como Washington, Texas y Virginia Occidental (E.U.A.) han llegado notlcias de Mothman, según leemos en el libro de John A. Keel The Mothman Prophecies. Se dice que esta extraña criatura tiene forma humana y es de color gris. La mayoría de quienes dicen haberla visto están de acuerdo

Este dibujo del "Demonio de Jersey", al parecer visto en 1909 en Gloucester (Nueva Jersey), apareció ilustrando la noticia en un periódico de Filadelfia.

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INCURSIONES ESPECTRALES Quienes se burlan de la idea de que fantasmas y espectros vagan y brillan con luz trémula por el mundo lo hacen porque hasta ahora nadie ha encerrado a un fantasma en una botella, porque son escépticos por costumbre o porque se resisten a la idea de que la muerte pueda no ser el final. Para muchos, la palabra `fantasma" evoca una figura vestida de blanco, un espíritu que ha vuelto de la tumba para rondar a los vivos. Pero en los anales del reino de los espíritus los seres espectrales revisten una gran variedad de formas, y algunos no toman nunca apariencia alguna, aunque hagan sentir su presencia. Los fantasmas difieren también en su conducta: pueden vagar sin objeto o tener uno bien determinado; ser juguetones, angélicos e incluso demoniacos. Hay tres tipos de explicación para los fenómenos fantasmales: la espiritual, la mecánica y la psicológica. La tesis espiritual sostiene que los fantasmas son seres inteligentes. La primera versión de esta idea dice que los fantasmas son espíritus de personas muertas. Siguen pareciéndose a sus formas terrenales y se les encuentra haciendo cosas que ya hicieron en el pasado, ligados a los sitios donde se aparecen por la culpa, el remordimiento, el deseo o el hábito. Pueden ser malévolos, amables o indiferentes hacia los seres humanos. Las personas que tienen esta opinión de los fantasmas los consideran como haciendo tiempo en una posada espiritual a medio camino entre este mundo y el cielo, el purgatorio o el infierno. Según otra versión de la tesis espiritual, el parecido de un fantasma con una persona o animal muertos es en realidad una máscara que adopta para sus fines, pues la apariencia real de los fantasmas es muy diferente. Finalmente, para una tercera concepción de los fantamas como fenómeno espiritual, estas apariciones son ilusiones creadas por poderosas clases de seres angélicos o demoniacos con el fin de ayudar o hacer daño a quienes los ven. Los milagros son un ejemplo de intervención de poderes angélicos o iluminados, mientras que los casos de poltergeist se consideran demoniacos. La interpretación mecánica dice que los fantasmas son imágenes inmateriales que se registran en un medio etéreo y son visibles bajo ciertas condiciones para quienes se encuentran en una determinada disposición de ánimo. Esta idea concuerda con algunos fenómenos frecuentemente observados —el modo que algunos fantasmas tienen de evaporarse—, pero no explica aquellos casos en que hay una interacción inteligente entre el fantasma y quienes lo ven. En la concepción psicológica del fenómeno, los fantasmas revelan todo un abanico de capacidades poderosas pero aún no exploradas de la mente humana. Para ella, ciertos fantasmas son producto de poderes telepáticos, como cuando un pariente o amigo se aparece a alguien en el momento de su muerte; otros —los fenómenos de poltergeist— sugieren capacidades psicocinéticas involuntarias e incontroladas; y algunos —la aparición de dobles fantasmas— indican que las experiencias extracorpóreas pueden a veces hacerse manifiestas a otros. En realidad, la mayoría de los creyentes en los fantasmas están probablemente dispuestos a aceptar todas estas tesis. Por el contrario, los escépticos, recurriendo a los secos pero enérgicos argumentos de lo que consideran sentido común, están dispuestos a sostener que esas historias de fantasmas son mentiras, alucinaciones o simplemente la exposición sincera de una percepción errónea. Pero la prueba más convincente de la existencia de espectros sigue siendo su aparición en escena. 166


El pollo helado de Pond Square Un fantasma triste, extraño y que merece un lugar en los anales de la preparación comercial de alimentos va unido a Pond Square, en la Highgate londinense. Es el fantasma de un pollo medio desnudo, medio helado. El que mueve los hilos de esta historia de fantasmas es nada menos que el gran filósofo Francis Bacon, un día Lord Canciller de Inglaterra. En 1626, cuando tenía 65 años, fue acusado de cohecho, condenado a la Torre de Londres y multado con 40 000 libras. Aunque más tarde fue perdonado, a Bacon se le prohibió volver a ocupar cargos públicos; y, libre así de la lucha por los poderes terrenales, volvió su mente a los misterios del universo y a los métodos por los que el hombre puede resolverlos. Un día de nevada, en marzo de 1626, iba a caballo por las calles de Highgate cuando le vino a la mente un misterio universal. ¿Por quc la hierba que había estado todo el invierno bajo la nieve seguía verde y fresca cuando la descubrían las ruedas del carruaje? ¿Acaso la nieve había hecho de algún modo el papel de conservador? Bacon detuvo inmediatamente su coche en Pond Square y ordenó a su cochero que comprase un pollo en un criadero cercano. A continuación hizo que el cochero matase el ave, le arrancase la mayor parte de las plumas y limpiase la cavidad abdominal. Después, ante el asombro de los que se apiñaban a su alrededor, Bacon se apeó y empezó a rellenar de nieve el ave. Hecho esto, la puso en un costal, que llenó de nieve. Mientras estaba tratando al pollo de modo tan extraño, le acometieron grandes escalofríos y se derrumbó sobre la nieve. Lo llevaron a casa de su amigo lord Arundel y allí murió a los pocos días. Lo que le ocurrió a lord Bacon después de su muerte nadie lo sabe; pero el polio, ligado al parecer a los alrededores de Pond Square por el inesperado ultraje cometido con él, ha sido visto allí frecuentemente desde entonces. Desplumado y tembloroso, corre y aletea, siempre en círculo. Según la esposa de John Greenhill, que residió en Pond Square durante la Segunda Guerra Mundial y a menudo vio al pollo las noches de luna, "era un ave grande y blancuzca". Otro de los testigos fue el cabo segundo Terence Long, también durante la guerra. Una noche cruzaba la plaza cuando oyó ruido de cascos y ruedas de coche. Al mirar a su alrededor, no vio más que un pollo tembloroso y medio pelado que aleteaba patéticamente en círculo. Un vigilante que apareció por allí dijo al cabo Long que el ave era una visitante asidua de la plaza. Un par de meses antes un hombre había tratado de echarle el guante, pero había desaparecido metiéndose en una pared de ladrillo. Una noche de enero de 1969, un automovilista que se había demorado en Pond Square por una falla vio una gran ave blanca cerca de la pared. Viendo que le habían arrancado la mayor parte de las plumas, y pensando que sería cosa de alguna pandilla de jóvenes, miró a su alrededor antes de ir a rescatar a la pobre

criatura. Cuando dio la vuelta, el ave había desaparecido. Un año más tarde, en febrero, una pareja de jóvenes estaban despidiéndose cuando una gran ave blanca se posó ruidosamente en el suelo junto a ellos. Corrió dos veces en círculo y se desvaneció en la oscuridad. (Peter Underwood, Haunted London, págs. 125-27)

Venganza desde la tumba Una noche de 1681 un molinero, James Graeme, del condado inglés de Durham, fue abordado por el horrible fantasma de una joven. Estaba ensangrentada y tenía cinco heridas en la cabeza. Dijo a Graeme que se llamaba Anne Walker y había sido asesinada con un azadón por un tal Mark Sharp, quien seguía instrucciones de un pariente de ella, también apellidado Walker, de quien estaba embarazada. Le dijo también que, a menos que informase de lo ocurrido al magistrado local, continuaría apareciéndosele. Graeme, negándose a creer lo que le había pasado, no hizo nada. Pero, después de que el espectro se le apareciese y le rogase y amenazase otras dos veces, acudió a las autoridades con la espantosa historia. Buscaron el pozo del que había hablado el fantasma y en él apareció el cuerpo de Anne. Sharp y Walker fueron detenidos, juzgados, declarados culpables y ahorcados. El espíritu de Anne, ya vengado, no volvió a aparecerse. (Reader's Digest, eds., Fólklóre, Myths and Legends of Britain, págs. 106-07)

El fantasma de Anne Walker sólo pudo hallar la paz cuando los dos hombres que la habían asesinadó fueron detenidos y ahorcados.

La banshee de los barones Entre el pueblo gaélico las banshees —espíritus guardianes femeninos— han sido bien conocidas durante siglos. La banshee se vincula a una persona o familia, vela por ella durante toda la vida y predice las muertes inminentes gritando, llorando y gimiendo. Así ocurre con la banshee de los Rossmore, del condado de Monagham, en Irlanda. Sus terribles lamentos se oyeron por primera vez en

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1801, cuando el general Robert Cunningham, primer barón de Rossmore, estaba moribundo. El sexto barón, William Rossmore, describió así la primera aparición de la banshee, historia transmitida en la familia a través de los años: Robert Rossmore estaba en términos de gran

amistad con sir Jonah y lady Barrington, y cuando en una ocasión se encontraron en una recepción en Dublín, Rossmore los convenció para que fuesen al día siguiente a Mount Kennedy, donde entonces vivía. Como pensaban levantarse temprano, la primera noche los Barrington se retiraron pronto, y durmieron profundamente hasta las dos de la madrugada, cuando a sir Jonah lo despertó un alarido lastimero. Despertó sin tardanza a su mujer, y la asustada pareja se levantó y abrió la ventana, que daba a un pequeño jardín. Era una noche de luna que permitía distinguir con facilidad cuanto había en torno a la casa, pero en la dirección de la que procedía aquel ruido fantasmal no se veía nada. Ya totalmente asustada, lady Barrington llamó a su doncella, quien se negó terminantemente a escuchar o mirar y huyó aterrorizada a las habitaciones de la servidumbre. El misterioso ruido continuó durante hora y media y después cesó bruscamente. Luego se oyó una voz que gritaba "Rossmore, Rossmore, Rossmore", y después todo quedó en silencio. Los Barrington se miraron consternados, y absolutamente perplejos en cuanto a lo que el grito podía significar. Decidieron no hablar del incidente en Mount Kennedy y volvieron a acostarse con la esperanza de reanudar su descanso interrumpido. No pasaron mucho tiempo tranquilos, pues a las siete los despertaron fuertes golpes en la puerta del dormitorio y el sirviente de sir Jonah, Lawyer, entró en la habltación pálido de terror. —¿Qué ocurre? —inquirió sir Jonah—. ¿Ha muerto alguien? —Oh, señor —respondió el criado—, el lacayo de lord Rossmore acaba de llegar a toda prisa y me ha dicho que mi señor, tras regresar del castillo, se

había acostado perfectamente sano, pero que hacia las dos y media de esta mañana oyó ruido en su cuarto, entró y lo encontró agonizando, y antes de que pudiera avisar a los criados su señoría había muerto. Gritando, gimiendo y llorando "Rossmore, Rossmore", la banshee ha anunciado desde entonces la muerte de todos los herederos del título, incluida la del sexto barón, que murió en 1958. (Raymond Lamont Brown, Phantom Soldiers, págs. 80-81)

Diríjase al noroeste

En 1828, un navío británico procedente de Liverpool se dirigía a Nueva Escocia, en las heladas aguas del Atlántico Norte. Llevaba ya muchas semanas en el mar cuando un día el primer piloto, Robert Bruce, encontró a un hombre extraño escribiendo en un pizarrón en el camarote del capitán. A Bruce lo asombró descubrir a bordo a alguien a quien no reconocía, y, desconcertado, fue a dar cuenta al capitán. Éste no quería creerlo. ¿Cómo podía haber en el barco alguien a quien ni él ni el piloto habían visto antes? No obstante, siguió a Bruce al camarote y miró el pizarrón. En él se veían claramente las palabras "DIRÍJASE AL NOROESTE", pero el extraño había desaparecido. El capitán pidió entonces a cuantos iban en el barco que escribiesen esas mismas palabras, pero su letra no coincidió en ningún caso con la del pizarrón. El capitán, aunque incapaz de explicarse la aparición y su mensaje, ordenó poner rumbo al noroeste. Unas horas más tarde el vigía divisó otro barco, atascado en el hielo. Subieron a bordo a sus pasajeros y Bruce reconoció entre ellos al hombre que había visto en el camarote. El.capitán le pidió entonces que escribiese las palabras del mensaje. Su letra coincidía exactamente con la del original. Según el capitán del barco atrapado por los hielos, el pasajero en cuestión se había quedado dormido aproximadamente a la misma hora en que fue visto su doble, y al despertarse había expresado su total seguridad de que serían salvados. (Robert Dale Owen, Footfalls on the Boundary óf Another World, págs. 333-40) La maldición de la Charles Haskell

Este grabado muestra a una banshee, espíritu fq emnio ue se dice que frecuenta a las viejas y nobles familias irlandesas, a veces para vengar crueldades infligidas por alguno de sus antepasados.

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Entre 1830 y 1892 se perdieron unos 600 barcos y más de 3 000 vidas en las traidoras y tempestuosas aguas del gran Banco de Terranova. Las víctimas eran pescadores que buscaban bacalao en aquellos fondos helados y poco profundos, y la mayoría de ellos se ahogaron al chocar sus barcos en la fiera competencia por la pesca o naufragaron en los bajíos. Era un trabajo duro y exasperante, y los hombres, que arriesgaban la vida cada vez que salían a la mar, estaban alerta a cualquier tipo de presagio, bueno o malo, real o imaginado. En 1869, la Charles Haskell, una graciosa goleta construida y equipada para la pesca del bacalao, esta-


ba sufriendo la inspección final cuando un obrero resbaló en una escalera de la toldilla y se desnucó. No podía haber peor presagio, y el capitán que iba a mandar la Charles Haskell en. su primer viaje se negó a navegar en ella. Durante un año nadie quiso tomar el mando del barco, hasta que finalmente un capitán llamado Curtis, de Gloucester (Massachusetts), aceptó el puesto. Durante su primer invierno en el mar, notablemente riguroso, la Haskell pescaba junto con otro centenar de barcos frente al banco George cuando sobrevino un huracán. En la confusión, la Haskell embistió al Andrew Johnson. Ambos barcos resultaron con graves daños pero la Haskell consiguió volver a puerto, mientras que el Andrew Johnson se perdió con toda su tripulación. La Haskell había salido con bien, lo que parecía desmentir su fama, pero los pescadores no lo creyeron así: era demasiada suerte. La goleta debería haberse hundido con el Andrew Johnson, y el que se hubiera salvado había sido obra del Diablo. Al fin llegó la primavera, y con ella mejor tiempo y excelentes capturas. Una vez más la Haskell se hizo a la mar, para pescar a la altura de los bancos. Al sexto día, los dos pescadores que hacían guardia a medianoche quedaron aterrados: muchos hombres con los impermeables chorreando trepaban silenciosamente por la borda, mirando con ojos vacíos. Avisaron al capitán, y él y la tripulación vieron a los fantasmas instalarse sobre los bancos de los pescadores y hacer Ios movimientos de cebar y echar al agua sedales invisibles. Después, terminada su tarea y en fila india, los 26 marineros muertos volvieron a trepar por encima de la barandilla y regresaron a las profundidades del mar. El capitán Curtis puso inmediatamente rumbo a puerto, pero pasó otra noche antes de llegar a tierra. De nuevo, a medianoche, los muertos treparon desde el mar a cubierta y representaron su espectral pantomima. Pero esta vez, cuando amaneció y la Haskell se acercaba al puerto de Gloucester, saltaron por la borda y formaron una muda y macabra procesión que se dirigió, mar adelante, hacia Salem. Aquél fue el último viaje de la Charles Haskell, porque en adelante no hubo un solo hombre que quisiera formar parte de su tripulación; finalmente acabó deshaciéndose amarrada. (Mary Bolte, Haunted New England: A Devilish View of the Yankee Past, págs. 43-46) La venganza del Mayor El mayor Stewart murió en 1876, en Ballechin House (Perthshire, Escocia). Había vivido allí durante más de 40 años y a lo largo de ese periodo había adquirido una cierta reputación de excéntrico, basada tan sólo, al parecer, en su creencia en Tos espíritus, su firme convicción de que las almas transmigraban y una insólita afición a los perros, de los que a su muerte tenía catorce. Incluso dijo que, de ser posible, le gustaría vol-

ver a la tierra como propietario del cuerpo de su favorito, un perro de aguas negro. Sin embargo, después de su muerte su familia hizo matar a los canes. con lo que cometió un serio error. Los primeros indicios de algo anormal en la casa ocurrieron no mucho después de que el sobrino del Mayor, que había sido el heredero, se mudase a ella con su mujer. Esta señora tenía la costumbre de hacer las cuentas de los gastos domésticos en la habitación que el Mayor utilizaba como despacho. Un día, enfrascada en sus libros, notó de pronto y de manera inconfundible el olor a perro que antes reinaba en la habitación. Lo que ocurrió después fue aún peor: algo invisible la empujó, y de algún modo notó que lo que la había empujado era un animal. Ocurrieron más cosas inquietantes. Había ruidos inexplicables, golpes en las puertas, explosiones, y a veces voces que discutían cuando no había nadie. Hacia 1896 se decía que Ballechin House estaba "encantada". Pero sus terrenos eran amplios, abundaban las perdices y al nuevo propietario, un tal capitán Stewart, no le fue difícil ese mes de agosto arrendar la casa y los derechos de caza para la temporada a personas ricas aficionadas al deporte. No se sabe si les advirtió de la fama que tenía el lugar. Lo había comprado sólo hacía un año, cuando el sobrino del viejo Mayor fue atropellado y muerto por un taxi en Londres. Lo cierto es que los inquilinos se mudaron a ella. Habían pagado por adelantado la renta de varios meses, pero pronto fueron empujados y olisqueados y sufrieron sustos mortales por obra de animales a los que no podían ver. Al cabo de pocas semanas se fueron, perdiendo su dinero. Cuando el marqués de Bute supo lo que ocurría en Ballechin, se apoderó de él el afán de investigar. Estaba muy interesado en el espiritismo y era miembro de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas. Con la aprobación del capitán Stewart, alquiló la casa, en compañía del mayor Le Mesurier Taylor y otros miembros de la sociedad, y se preparó para una investigación sobre el terreno. A su debido tiempo el Marqués, el Mayor y cierta señorita Goodrich-Freer reunieron a 35 personas en Ballechin, en apariencia para una estancia de varios días como invitados. La mayoría de ellos desconocían la reputación de la casa. Pronto iban a descubrir cómo se la había ganado. Al principio todos pensaban que las lechuzas y las tuberías, y quizá los criados, eran quienes causaban los ruidos. Cuando se hizo evidente que los golpes y explosiones ahogadas, el arrastrar de pies, las discusiones y alguna interminable lectura en voz alta eran un repertorio excesivo incluso para un bosque lleno de lechuzas, un ejército de criados y las tuberías más versátiles del mundo, los huéspedes empezaron a acusarse entre sí. Al final los hombres pasaban la noche sentados en grupos, cejijuntos, armados con pistolas y atizadores.

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La impresionante Ballechin House se hizo famosa por las apariciones de su propietario muerto y sus perros.

El marqués de Bute y la señorita Goodrich-Freer investigarón los extraños sucesos de Ballechin House.

Pero no consiguieron disuadir a los fantasmas de Ballechin. Se oía que algo golpeaba fuertemente contra las puertas de los dormitorios, y casi todos en la casa vieron un perro de aguas negro que parecía surgir del aire y después se fundía en la nada. Los huéspedes estaban acostumbrados a ser hociqueados y olfateados por perros fantasma y a oír golpear la madera del zoclo por colas invisibles. Una noche, una señora que compartía el dormitorio con otra fue despertada por los gemidos de su perrito. Siguió la mirada del animal hasta una mesita y allí, descansando sobre ella, había dos patas negras que terminaban en el aire. En otra ocasión uno de los caballeros vio una mano sin cuerpo que sostenía un crucifijo en el aire a los pies de su cama. Una monja fue vista llorando en una cañada cercana, y después dos monjas juntas; una religiosa, posiblemente hermana del viejo Mayor, había muerto 16 años antes. Al terminar su estancia, todos salvo uno de los 35 huéspedes se habían convencido de que Ballechin House estaba encantada. Hasta el momento se ignora si el Marqués y los otros anfitriones recibieron cartas de agradecimiento. (Charles G. Harper, Haunted Houses, págs. 116-20)

Me quedé dormido, creo que hacia las once, y descansé profundamente durante algún tiempo. De repente me desperté sin razón aparente, y sentí el impulso de voltearme, desde la postura en que estaba, cara a la pared. Antes de hacerlo miré hacia arriba y vi una suave luz en la habitación. El gas seguía encendido muy bajo en el pasillo, y como la puerta del dormitorio estaba abierta, pensé que la luz provendría de allí. Pero pronto se hizo evidente que no era así. Me di la vuelta y mi mirada tropezó con una maravillosa visión. Sobre la segunda cama a partir de la mía, y en el mismo lado de la habitación, flotaba una pequeña nube luminosa, formando un halo tan brillante como la Luna en noche despejada. Me incorporé en la cama, contemplando aquella extraña aparición, tomé mi reloj y vi que las manecillas señalaban la una menos cinco. Todo estaba en silencio y los niños dormían profundamente. La cama sobre la que parecía flotar la luz era la del más pequeño. Me pregunté: "¿Estaré soñando?" ¡No! Estaba bien despierto. Me acometió un fuerte impulso de levantarme y tocar aquella sustancia (o lo que fuese, pues estaba a metro y medio de altura), e iba a hacerlo cuando algo pareció retenerme. Estoy seguro de que no oí nada, pero sentí y entendí perfectamente las palabras "No; sigue acostado, eso no va a hacerte daño". Me apresuré a hacer lo que había sentido que me mandaban. Poco después me quedé dormido y me desperté a las cinco y media, mi hora de costumbre. A las seis... empecé a vestir a los niños, comenzando por la cama más alejada de la mía. No tardé en llegar a aquella sobre la que había visto la luz. Torné al pequeño, lo puse sobre mis rodillas y empecé a vestirlo. De repente el niño, que había estado hablando con los demás, guardó silencio, y después, mirándome a la cara con una expresión extraordinaria, dijo: "Señor Jupp, mi madre vino a verme anoche. ¿La vio usted?" Por un momento fui incapaz de responderle. Después pensé que sería mejor pasarlo por alto, y dije: "Vamos; hemos de darnos prisa o llegaremos tarde al desayuno."

La luz del orfanato Una luz amorosa, un niño sin madre, un testigo de impecable rectitud: la siguiente historia la narró el reverendo Charles Jupp, director del orfanato y casa de convalecencia de Aberlour, cerca de Craigellachie (Escocia). Según contaba, en 1878 fueron admitidos en la institución tres niños que se habían quedado huérfanos al morir su madre. Pocos meses más tarde llegaron varios visitantes inesperados, y a fin de acomodarlos para pasar la noche, el reverendo Jupp decidió ocupar una cama vacía en el dormitorio de los niños. A la mañana siguiente, durante el desayuno, el director contó a sus colaboradores y amigos lo que había ocurrido durante la noche:

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r

EI reverendo Jupp nunca habló de aquello con el

p equeño, ni éste volvió a referirse a ello. Sin embar-

go, algún tiempo después, la pequeña revista que editaba el orfanato publicó un relato del incidente, Cuando el muchacho lo leyó, escribió el reverendo Jupp en el año 1883, su semblante cambió y, mirándome, dijo: "Señor

Jupp, ése soy yo.'' Yo le dije: "Si, es lo que vimos." El asintió: "Sí", y a continuación pareció sumirse en profundos pensamientos, llenos sin duda de recuerdos placenteros, pues sonreía dulcemente para sí y pareció olvidarse de mi presencia.

(Edmund Gurney, Frederick W.H. Myers y Frank Podmore, Phantasms of the Living, págs. 493-94) Un olor a violetas Tras la desastrosa guerra franco-prusiana de 1870, la reina Victoria dio asilo en Inglaterra al emperador Napoleón III, la emperatriz Eugenia y su hijo Luis. Luis fue leal a su país de adopción y se incorporó a un regimiento británico que iba a combatir en África del Sur. En 1879 el Príncipe fue muerto en una batalla con los zulúes y enterrado precipitadamente en la selva. Eugenia se mostró inflexible en su deseo de que el

Luis, hijó de Napoleón III, fue muerto en combate en África del Sur (arriba). Su madre contó más tarde cómo su perfume favoritó la había guiado por entre la espesa selva hasta su tumba perdida.

cuerpo de Luis volviera a Inglaterra y fuese enterrado en el panteón familiar, junto a su padre. En 1880 se fue a África con dos acompañantes para buscar la sepultura del Príncipe, y contrató guías zulúes para que la ayudasen a buscarla. Pero la selva crece muy deprisa y no hubo modo de encontrar la tumba. Sus amigos, temiendo por su salud, le decían que abandonase aquella misión, al parecer imposible, pero ella se empeñó en continuar. Una mañana se adentró en la selva gritando: "Par ici! C'est la route!"("¡Por aquí! ;Éste es el camina n Los incrédulos acompañantes la siguieron mientras corría por la espesura, sobre piedras y troncos caídos y por entre hierbas tan altas como su cabeza, como por un camino despejado, hasta que llegó a una piedra tan rodeada de maleza que quedaba completamente oculta. Era la tumba del príncipe Luis. A sus asombrados compañeros les dijo que la había guiado el olor a violetas. A Luis le encantaba ese olor y siempre lo usaba. Ella siguió el olor a violetas hasta que se disipó, y asi llegó a la tumba. (Raymond Lamont Brown, Phantom Soldiers, págs. 101-02) El almirante desaparecido

Trece navíos acorazados de la flota británica del Mediterráneo, al mando del almirante sir George Trvon, salieron de Beirut para unas maniobras rutinarias en la mañana del 22 de junio de 1893. Poco después de las dos de la tarde, a la altura de Tripoli, sir George ordenó desde su navío insignia, el Victória, que formasen dos columnas, separadas seis cables (1 100 metros). El almirante, táctico naval muy respetado, dio después una orden tan extraña como fatal: hizo señales a los barcos que iban a la cabeza y a los que los seguían para que cambiasen de rumbo dirigiéndose unos hacia otros. El contralmirante Albert Hastings Markham, que encabezaba la otra columna en el navío Camperdown , vio que ambas estaban demasiado cercanas para poder virar sin peligro. Pidió confirmación de la señal, y sir George repitió la orden. Los barcos viraron, y el Camperdown se estrelló contra la proa del Victoria, que se hundió en menos de quince minutos. De los 649 hombres que iban a bordo, 358, entre ellos el Almirante, se ahogaron. Mientras se hundía su barco, sir George dijo a su ayuda de campo: "La culpa es sólo mía." A la misma hora, a unos 3 000 kilómetros de allí, en la lujosa residencia londinense de los Trvon en Eaton Square, su esposa, Clementina, daba una recepción. De repente, ante el asombro de los invitados que sabian que él estaba en el mar, la alta figura de sir George apareció y anduvo entre ellos; y, cuando ya se apartaban para dejarle paso, simplemente se desvaneció. La trágica noticia del hundimiento del Victória y de la muerte del Almirante llegó a Londres unos días más tarde. (Marc Alexander, "amoral Britain, págs. 178-79; Dictionary of Natiónal Biographv, Vol. 19, págs. 1 200-01)

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Extraña reunión La Primera Guerra Mundial terminó oficialmente a las once de la mañana del 11 de noviembre de 1918. En esa fecha Harold Owen era oficial a bordo del Astraea, un crucero británico entonces anclado en Table Bay (Unión Sudafricana). Para celebrar el armisticio, el capitán del barco invitó a los oficiales a beber en su camarote; pero Owen, que entonces contaba 21 años, fue incapaz de animarse. Lo atenazaba un senti miento de aprensión: ¿habría sobrevivido su hermano Wilfred a la guerra? Sufrió un acceso de profunda depresión. Al poco tiempo el Astraea abandonó Table Bay, rumbo a la costa de los Camerunes. Allí, anclados frente a Victoria, Owen enfermó de malaria y, débil y todavía deprimido, tuvo "una experiencia extraordinaria e inexplicable", que describió más tarde: Había bajado a mi camarote pensando escribir unas cartas. Aparté la cortina de la puerta, entré y con asombro vi a Wilfred sentado en mi silla. Todo mi cuerpo se estremeció, y a la vez pude sentir cómo mi cara se quedaba sin sangre. No me precipité hacia él, sino que entré tambaleante en el camarote, con los miembros rígidos y que apenas me respondían. Sin sentarme, dije mirándolo fijamente: "Wilfred, ¿cómo llegaste hasta aquí?" El no se levantó, y me di cuenta de que su inmovilidad era involuntaria, pero en sus ojos, que no se habían apartado un momento de los míos, brillaba aquella mirada tan familiar con la que trataba de hacerme comprender algo. Cuando le hablé, todo su rostro se iluminó con la más dulce y atractiva de sus sonrisas enigmáticas. Yo no sentía miedo, y tampoco lo había sentido cuando aparté la cortina y lo vi allí; sólo un exquisito placer mental al contemplarlo así. De lo único que tenía conciencia era de una sensación de enorme conmoción y profundo asombro porque estuviese allí, en mi camarote. Volví a hablar; "Querido Wilfred, ¿cómo puedes estar aquí? No es posible..." Pero él siguió callado, limitándose a sonreír. El que no hablase ya no me parecía, como al principio, extraño, ni siquiera antinatural; no sólo era, de un modo inexplicable, perfectamente natural, sino que irradiaba algo que hacia su presencia allí conmigo innegablemente fundada y en modo alguno fuera de lo común. Me gustaba tenerlo allí; no podía, ni quería, tratar de comprender cómo había llegado. Estaba contento de aceptarlo, y me bastaba que estuviese allí conmigo. No podía dudar de nada; la reunión en sí era completa y extrañamente perfecta. Él iba de uniforme, y recuerdo que pensé cuán fuera de lugar parecía el color caqui entre el mobiliario del camarote. Al pensarlo debí de apartar los ojos de él, y cuando volví a mirarlo la silla estaba vacía... Sentí que la sangre volé la lentamente a mi cara y la flexibilidad a mis miembros, y con ellas una sensación abrumadora de vacío y pérdida irreparable... Me pregunté si habría estado soñando, pero en seguida me di cuenta de que aún seguía de pie. De repente me sentí terriblemente cansado. y

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fui hasta mi litera y me acosté. Al momento caí en el olvido de un profundo sueño, y al despertar supe con absoluta certeza que Wilfred había muerto.

Wilfred Owen, el famoso poeta de guerra, fue muerto el 4 de noviembre de 1918. Sus padres recibieron la notificación a mediodía del 11 de noviembre, una hora después de haber terminado las hostilidades. Quizá el poema por el que más se le recuerda sea "Extraña reunión", en el que imaginaba un encuentro con los espíritus de los muertos en la guerra. (Andrew MacKenzie, A Gallery of Ghosts, págs. 139-41; Harold Owen, Jóurney From Obscurity, Wilfred Owen, 1893-1918, Vol. 3, págs. 192-201)

Haróld Owen ha referido que el día en que terminó la Primera Guerra Mundial, vio a su hermano Wilfred (derecha) sentado en su camarote de un cruceró británico. Sóló más tarde supo que su hermano había muerto una semana antes de la sorprendente visita. Acontecimientos en la rectoría A principios de agosto de 1919 empezó a "chorrear" petróleo de las paredes y los techos de la rectoría de Swanton Novers, en Norfolk (Inglaterra). Al principio se supuso que la casa estaba sobre un pozo de petróleo y que las paredes absorbían el líquido y después lo expulsaban. Pero se abandonó esta teoría al comprobar que se trataba de gasolina refinada. Siguieron chaparrones de agua, alcohol metílico y aceite de sándalo. En un punto el aceite fluía a razón de poco más de un litro cada diez minutos. El párroco, reverendo Hugh Guy, se vio pronto obligado a trasladar sus muebles a otra casa. Un mago llamado Oswald Williams y su mujer fueron a la rectoría a investigar. Tras poner cubetas de agua salada por la casa, se escondieron y observaron. El 9 de septiembre anunciaron que la culpable era la sirvienta de 15 años, a quien sorprendieron arrojando agua salada al techo. Pero la muchacha lo negó y dijo que le habían pegado para obligarla a confesar. El capataz de una compañía petrolera fue a registrar la casa y recogió más de 9 litros de petróleo en cuatro horas, y un segundo mago, convertido también en investigador, afirmó haber observado cómo manaban "barriles" de petróleo durante su visita al lugar. El origen del petróleo no llegó a saberse nunca, pero parece improbable que la muchacha pudiese manejarlo en tales cantidades. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fórt, págs. 577-81)


Compañeros de viaje En diciembre de 1924, dos miembros de la tripulación del Watertown, un gran petrolero, fueron víctimas de las emanaciones mientras limpiaban uno de los tanques y murieron. El Watertown se dirigía desde la costa occidental de los Estados Unidos a Panamá cuando ocurrió el accidente, y los dos hombres, James Courtney y Michael Meehan, fueron sepultados en el mar el 4 de diciembre. Al día siguiente el primer piloto dijo al capitán Keith Tracy que se veían flotando en el mar las caras de Courtney y Meehan, que acompañaban al Watertown apareciendo y desapareciendo. Durante el resto del viaje a Panamá todos los hombres de a bordo pudieron verlas, siguiéndolos al costado del barco. Cuando el Watertown atracó en Nueva Orleáns, el capitán Tracy contó lo sucedido en una reunión de oficiales de la Cities Services Company, y alguien sugirió que quizá fuese posible fotografiar las caras. Al hacerse de nuevo a la mar el Watertown, las caras reaparecieron, y se tomaron seis fotografías. Cinco no mostraban nada especial, pero en la otra eran claramente visibles los dos rostros. El negativo fue examinado por la agencia de detectives Burns en busca de una posible falsificación, y las circunstancias en que habían sido tomadas fueron atestiguadas por el capitán y el maquinista de guardia. (D. Scott Rogo, An Experience of Phantóms, págs. 58-60)

Esta fotografía, tornada desde la cubierta del Watertown, parece mostrar dos róstros fantasmales en el agua. Los tripulantes aseguraron que són el vivo retrato de dos marineros muertos en un accidente en el barco. .—

Las piedras devueltas El conocido naturalista y escritor Ivan Sanderson estuvo en 1928 visitando una plantación hulera en Sumatra, y allí participó en la que fue quizá la más extraña diversión de su vida. Habían terminado de cenar y estaban todos reunidos en la terraza cuando empezaron a llover piedras de la oscuridad que tenían delante. Después, contaba Sanderson, nuestro anfitrión nos dijo... que esas pequeñas

piedras caían continuamente, sobre todo ciertas noches, por lo general tranquilas pero no necesariamente oscuras. Como todos se mostraron asombrados y escépticos, nos dijo que marcáramos

las piedras del modo que quisiéramos y las

arrojáramos a cualquier lugar de la espesa maraña de vegetación que había en torno al jardín y a la casa. Para marcarlas nos trajo gis de su escritorio, una lima y lápices, Las señoras utilizaron los de labios, e hicimos todo tipo de dibujos y marcas. Después lanzamos las piedras, con más o menos fuerza, en todas las direcciones concebibles. La mayor parte de las piedras marcadas volvieron a caer en la terraza en cuestión de segundos, y unos pocos minutos más tarde. Calculo que esa noche fueron así marcadas y lanzadas no menos de cincuenta piedras... Garantizo que hubiera sido abolutamente imposible para un ser humano buscar, encontrar y volver a tirar las piedras marcadas en aquella maraña vegetal, y no digamos ya despejarla y examinar toda su superficie. [William G. Roll, The Poltergeist, pág. 38j

Kilómetro 239 A finales del verano de 1929 fue abierta al tránsito una nueva carretera entre Bremen y Bremerhaven, en Alemania. Antes de un año, más de cien automóviles se habían estrellado misteriosamente en ella, siempre en el señalamiento del kilómetro 239, en un tramo perfectamente recto. A las preguntas de la policía, los supervivientes respondían que habían sentido "un tremendo escalofrío" al llegar al señalamiento y que una gran fuerza se había apoderado de sus vehículos y los había arrojado fuera de la carretera. En un solo día, el 7 de septiembre de 1930, se estrellaron 9 coches en el señalamiento fatal. La policía y otros investigadores estaban desconcertados, pero un zahorí local, Carl Wehrs, sugirió que la fuerza misteriosa era una poderosa corriente magnética generada por un río subterráneo. Para probar su teoría, caminó lentamente hacia el señalamiento 239 con una varilla de acero en las manos. Cuando estaba frente a él, y a unos 4 metros de distancia, la varilla se le escapó repentinamente de las manos como arrojada al otro lado de la calzada por una fuerza invisible, la cual hizo girar casi en redondo al propio Wehrs. Satisfecho en cuanto a lo acertado de su teoría, Wehrs aplicó al problema una solución de su cosecha, consistente en enterrar una caja de cobre llena de trocitos de cobre en forma de estrella en la base del señalamiento de piedra. La caja permaneció enterrada allí

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una semana, y durante ese tiempo no hubo accidentes. Cuando la desenterraron, los tres primeros coches que pasaron frente al señalamiento se estrellaron. Volvieron a enterrar la caja a toda prisa, y desde entonces no ha habido accidentes en el kilómetro 239. Aunque Carl Wehrs vivía de encontrar agua, y presumiblemente sabía algo de corrientes subterráneas, los agricultores locales pensaban que el responsable de los accidentes era un demonio. Dijeron que, una vez exorcizado de la carretera, se había metido en sus radios, en los que a partir de entonces no se oyeron más que interferencias, ( The Breathless Moment, Philip van Doren Stern, ed.) El autobús fantasma de Ladbroke Grove "Estaba tomando la curva y vi que un autobús venía a toda velocidad hacia mí", declaró el automovilista a la policía: Llevaba las luces de ambos plsos y los faros encendidos, pero no vi ni rastro de empleados o pasajeros. Di un volantazo y me subí a la acera, rozando la pared. El autobús se desvaneció.

El conductor que hizo este relato a las autoridades de North Kensington (Londres) a mediados de los años treinta puede haber estado borracho, alucinado o soñando al volante cuando tuvo el accidente. Pero, en ese caso, también lo estaban los centenares de automovilistas que se quejaron de haber sido obligados a salirse de la carretera por un autobús fantasma que tomaba a toda marcha la curva que desde St. Mark's Road desemboca en Cambridge Gardens, cerca de la estación de metro de Ladbroke Grove. Después de un accidente fatal, el encargado de la investigación reunió pruebas de la aparición, y descubrió que docenas de vecinos de la zona aseguraban haber visto el espectral autobús de dos pisos. Desde luego, había habido muchos accidentes, varios de ellos fatales, en el famoso cruce. Más adelante el ayuntamiento suprimió la curva, y la tasa de accidentes se vio muy reducida. En adelante nadie volvió a ver el fantasmal autobús rojo. (Frank Smyth, Ghosts and Poltergeists, pág. 60) Una sensación de terror pánico... Hereward Carrington fue uno de los pioneros de la investigación parapsicológico en los Estados Unidos, un escudriñador incansable de la telepatía, los médiums y los fenómenos de poltergeist. Decía haber "presenciado fenómenos altamente curiosos e inexplicables en casas encantadas" en más de una ocasión. Como uno de los más sorprendentes, eligió el siguiente: La noche del 13 de agosto de 1937 la pasamos en una famosa "casa encantada" situada a unos 80 kilómetros de Nueva York... Formábamos el grupo el anterior inquilino [que se había marchado antes de que expirase el alquiler, a causa de las perturbaciones], dos amigos suyos, dos amigos

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Los automovilistas cuyos coches se estrellaron en esta curva de Londres explicaron que se habían desviado para evitar a un misterióso autobús rojo. Dijeron que, tras precipitarse sobre ellos, éste desapareció de repente. nuestros, mi mujer y yo. También llevamos con nosotros a un perro que había vivido en la casa mientras estuvo ocupada, y que según decían se había comportado en varias ocasiones de un modo extraordinario. Carrington sugirió explorar la casa, que a su llegada iluminaron totalmente para asegurarse de que quienes la hacían inhabitable no eran bromistas, gatos, murciélagos, ratas o ratones. El examen del sótano y de la planta baja no reveló nada inusual. Sin embargo, en la segunda planta dos o tres de nosotros notamos algo extraño en uno de los dormitorios del centro. Era una sensación intangible pero claramente presente, y parecía tener algo que ver con una vieja cómoda que había contra una pared... Siguiendo por el pasillo, llegamos a una puerta que había escapado a nuestra atención la primera vez que pasamos ante ella. —¿A dónde da esto? —pregunté. —A las habitaciones de la servidumbre —dijo el señor X.—. ¿Le gustaría subir? —Por supuesto —dije, abriendo la puerta. Al levantar los ojos pude ver que el piso de arriba estaba brillantemente iluminado, y que tenía ante mí un empinado tramo de escaleras. Primero subí yo, con los demás pisándome los talones, y al dar una brusca vuelta a la derecha me encontré frente a una serie de pequeños cuartos. En ese momento sentí como si me hubiesen dado un golpe demoledor en el plexo solar. La frente se me cubrió de sudor, empezó a darme vueltas la cabeza y apenas podía tragar. Era una sensación extraordinaria, claramente fisiológica y diferente a cuanto había experimentado hasta entonces. Se apoderó de mí un terror pánico, y por un momento me fue muy difícil contenerme para no dar media


yuelta y huir escaleras abajo. Me recuerdo vagamente diciendo en voz alta: —;Muy poderoso! ;Muy poderoso! Mi mujer, que estaba detrás de mí, había avanzado ya unos pasos y exclamado: "¡Oh, qué cuartitos tan monos!" cuando gritó: ";No! ;No!" y corrió por las empinadas escaleras abajo como un conejo asustado.

Carrington señalaba que tanto él como su mujer eran investigadores curtidos "acostumbrados a todo tipo de manifestaciones parapsicológicas", y que ninguno de los dos había experimentado antes un momento de terror comparable. Bajó las escaleras para asegurarse de que su mujer estaba bien y la encontró sentada en el porche "poniendo poco a poco en orden sus pensamientos". Lo tranquilizó, y el grupo, cuyos componentes se habían visto sin excepción fuertemente afectados, se reunió después en círculo en uno de los dormitorios. Apagaron las luces y esperaron, con las cámaras y los flashes dispuestos. Transcurrida una hora sin que ocurriese nada, volvieron a subir las escaleras, y "esta vez no hubo ningún tipo de sensación. La habitación parecía libre de cualquier tipo de influencia, limpia, pura y normal..." Incluso el perro, que en la primera ocasión había gruñido con los pelos erizados corno un gato y se había negado a ser empujado escaleras arriba, subió ahora del mejor grado meneando la cola. Sólo después de que Carrington y los demás hubieron inspeccionado el lugar y experimentado sus "primeras y violentas reacciones" les contó el antiguo inquilino que "alauien se había suicidado en el piso de arriba, y creían que esas habitaciones eran la 'sede' del encantamiento". (Hereward Carrington, Essays in the Occult, págs. 19-25)

Después de haber pasado años investigando los fenómenos parapsicólógicos en Inglaterra, el Dr. Hereward Carrington fue a los Estados Unidós en los años veinte para proseguir sus trabajós. Éstos lo condujeron a uno de los trances más aterradores de su vida.

Película de terror Era un sábado hacia la media noche y ya había terminado la última función. Bernard Mattimore y Jerry

Adams, vicegerente y operador, respectivamente, del viejo Tower Cinema de Peckharn, en el sur de Londres, iban hacia la salida posterior cuando se detuvieron. No estaban solos en el cine. Alguien caminaba por el aire a unos tres metros del suelo. Su figura parecía la de un hombre de mediana edad con ropas de otra época, y se diría que relucía en la oscuridad. Los dos hombres vieron cómo cruzaba lentamente el escenario y desaparecía en un hueco tapiado con tabiques donde había habido un órgano. Dos años antes, en 1953, dos tapiceros dijeron haber visto un fantasma una noche en que se quedaron trabajando en el teatro. Uno de ellos se asustó tanto que no volvió. Un obrero de la construcción aseguró haber visto al fantasma en 1954. Y, recordando, la gente hizo memoria de ciertos extraños incidentes ocurridos en el cine: las bolsas de cemento inexplicablemente desgarradas durante las obras de reparación, y una filtración de agua del techo en tiempo seco y sin que hubiese tuberías encima de donde goteaba. Según un piano de 1819, el cine ocupaba el solar de tina antigua capilla, cuyo suelo había estado situado unos tres metros por encima del actual auditorio. (Peter Underwood, Hazinted Lóndon, págs. 170-71) El Vardogr Erkson Gorique no había estado nunca en Noruega, pero se dedicaba al comercio exterior y en 1955 decidió que debía ir a Oslo a investigar las posibilidades de importar porcelana y cristal. En consecuencia, en julio tomó un avión para Oslo y al llegar fue al mejor hotel. —Me alegro de ver que ha vuelto, señor Gorique —dijo el empleado cuando se registró—. Es estupendo tenerlo otra vez por aquí. —Gorique se sobresaltó: —Pero si ésta es la primera vez que vengo —dijo—. Debe de haberme confundido con algún otro. Ahora fue al empleado a quien le tocó soprenderse: —Pero, señor, ¿no lo recuerda? Vino usted hace pocos meses para hacer una reservación y dijo que volvería en verano por estas fechas. Su nombre... bueno, no es muy común; creo que por eso lo recuerdo. —Es imposible —repuso Gorique—. Es la primera vez que he estado aquí. —Entonces debo de estar equivocado, señor —dijo el empleado, dándose cuenta de que pisaba un terreno delicado—. Le ruego que me perdone. Al día siguiente, Gorique fue a ver a un comerciante al por mayor, un tal Olsen. —¡ Ah, señor Gorique! —lo saludó cordialmente Olsen—. Estoy encantado de que por fin haya vuelto. Lo esperaba, porque su visita de hace unos meses fue tan corta... Demasiado. Gorique estaba ya totalmente desconcertado y explicó a Olsen la causa. Por fortuna, Olsen lo tranquilizó: un doble psíquico, una aparición que va por delante de su pareja de carne y hueso, no era algo tan raro, no debería alarmarse sin motivo. Le explicó que

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Engendros de la mente Las criaturas de la mente revisten una gran variedad de formas. Esta notable población de entidades que parecen vivas habita el mundo de los sueños, y muchos niños crean convincentes compañeros de juego fingidos, a veces de larga duración. Eso para no hablar del verdadero zoológico de visiones que provocan las drogas y el alcohol. Todas estas manifestaciones son subjetivas y los demás no las perciben. Pero hay también apariciones de un carácter más público. Se dice que algunas de ellas son el doble perceptible —la contrafigura etérea— de una persona viva que está sufriendo una experiencia extracorpórea. Aún más misteriosas son las manifestaciones perceptibles, exteriorizadas, de algo cuya existencia se originó en la mente de su creador en virtud de su increíble poder de concentración, visualización y otros esfuerzos mentales más ocultos. En el Tíbet, donde se practican tales cosas, a un fantasma de este tipo se le llama tulpa. Un tulpa suele ser producido por un experto mago o yogui, aunque en algunos casos se dice que surge de la imaginación colectiva de los aldeanos supersticiosos o de los viajeros que cruzan por un lugar de apariencia siniestra. Los tibetanos aseguran que en ocasiones un tulpa puede ser tan vigoroso como para producir una emanación secundaria, llamada yang-tul, que a su vez puede producir otra de tercer grado, un nying-tul. Los adeptos capaces de producir tales manifestaciones múltiples son escasos y suelen encontrarse entre los santos budistas, los bodhísattvas. Algunos son capaces de producir diez tipos diferentes de tulpa, entre ellos seres aparentemente animados —ya sean humanos, animales o sobrenaturales— y las emanaciones que aparecen en los sueños de aquellos a quienes pretende ayudar el bodhisattva. Pocos occidentales han tenido la oportunidad de investigar esas afirmaciones, aparentemente fantásticas, de los tibetanos. Entre ellos está Alexandra DavidNeel, erudita y viajera francesa, quien pasó 14 años dealTíbñtyusoiómcrna co con varios lamas eminentes. Como en esa época era la única mujer lama, recibió múltiples honores por su contribuclón a la comprensión del pensamiento tibetano. Más tarde publicó dos relatos de sus experiencias en ese remoto y poco conocido país. La siguiente descripción de la que tuvo con un tulpa está tomada de su libro Magia y misterios en el Tíbet:

en Noruega a eso lo llamaban V ardogr (precursor), y no lo tomaban demasiado en serio. Ignoramos la reacción de Erkson Gorique a tan consoladoras nuevas. (F-S. Edsall. The World of Psychic Phenomena, págs. 12-13)

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Aparte de haber tenido pocas oportunidades de ver formas mentales, mi incredulidad habitual me llevó a hacer experimentos por mi cuenta, y mis esfuerzos tuvieron algún éxito... Elegí para mi experimento a un tipo de lo más insignificante: un monje bajito y gordo, de natural inocente y jovial. Me encerré en tsams [reclusión meditativa] y procedí a llevar a cabo la concentración de pensamiento y otros ritos prescritos. Al cabo de algunos meses se formó el fantasma del monje. Su forma fue haciéndose poco a poco fija y cobrando vitalidad. Se convirtió en una especie de huésped que vivía en mi casa. Entonces rompí mi reclusión y salí de viaje, con mis criados y tiendas. El monje fue de la partida. Aunque yo vivía al aire libre y recorría a diario muchos kilómetros a caballo, la ilusión persistía. Veía al gordo trapa [monje novicio], y a veces no me hacia falta pensar en él para que apareciese. El fantasma llevó a cabo varios actos naturales en los viajeros y que yo no le había ordenado. Por ejemplo, caminaba, se detenía, miraba a su alrededor... La ilusión era en su mayor parte visual, pero a veces sentía como sl una túnica rozase levemente la mía, y en una ocasión pareció que una mano me tocaba el hombro. Los rasgos que yo había imaginado al construir mi fantasma fueron experimentando cambios. El tipo gordo y mofletudo adelgazó y su cara tomó un aire vagamente burlón, astuto, malicioso. Se hizo más travieso y atrevido. En resumen: escapó a mi control. Una vez un pastor que me trajo mantequilla de regalo vio al tulpa en mi tienda y lo tomó

por un lama vívo. Debí haber dejado que el fenómeno siguiera su curso, pero la presenciade aquella compañia no deseada empezó a poner a prueba mis nervios: se convirtió en una pesadilla diurna. Además, yo iba... a Lhasa..., de modo que decidí disolver el fantasma. Lo conseguí, pero sólo al cabo de seis meses de dura lucha. La criatura de mi mente se aferraba con tenacidad a la vida.

Visitante nocturno John Church y su esposa, destinados en Asia con una misión del gobierno estadounidense durante los años 1960-61, pasaban sus vacaciones en la India. Y mientras estaban en Nueva Delhi, parando en el espléndi-


do y viejo hotel Imperial, la señora Church tuvo la siguiente experiencia:

I

1

Una noche me desperté de un profundo sueño al oír a mi hermano David pronunciar mi nombre. En esa época él vivía en Goshen (Nueva York), donde tenía a su cargo un servicio de vuelos charter. Al abrir los ojos, lo encontré de pie no lejos de mí, junto a la mesita de café. Había luz suficiente para poder verlo con toda claridad, y observé que llevaba su uniforme de piloto. Pero, curiosamente, su cara estaba lisa, carente de rasgos. Queriendo asegurarme de que estaba despierta y no soñando, me pellizqué, identifiqué lo que me rodeaba y toqué a mi marido, dormido a mi lado. Lo hice sin dejar de mirar a mi hermano; no cabía la menor duda de que estaba allí, en la habitación. Desconcertada pero no asustada, me preguntaba si debía hablar. Al cabo de un momento su figura onduló y después, lentamente, se disolvió en vapor, empezando por la cabeza, hasta que por último desapareció. Durante la semana siguiente esperamos, preocupados, carta de mi familia; felizmente, no hubo malas noticias. A mi regreso a los Estados Unidos un año más tarde, le conté mi experiencia a mi hermano. Entonces recordó un vuelo aterrador el año anterior, durante el cual creyó que iba a morir. A su avión le habían fallado los dos motores; pero, cuando ya caía, milagrosamente uno de ellos se puso de nuevo en marcha. Aunque no pudimos sincronizar exactamente ambas experiencias, sí encontramos que habían tenido lugar en fecha muy parecida. [Informe directo a los Editores]

Una estación de lluvias inesperada

La cosa empezó un día de octubre de 1963, cuando la familia de Francis Martin, de Methuen (Massachusetts), notó que en la pared del cuarto de la televisión aparecía una mancha de humedad. Les extrañó, porque el tiempo era demasiado bueno para que las tuberías se helaran y se rompieran. A los pocos momentos su desconcierto se trocó en asombro: se oyó como un taponazo y de repente brotó de la pared un chorro de agua. Al cabo de varios días de estampidos y misteriosos manantiales (los chorros solían durar unos 20 segundos y se producían aproximadamente cada cuarto de hora en diversos lugares), la casa estaba tan inundada que se mudaron a la vivienda de la suegra de Martin, en Lawrence, no lejos de Methuen. Por desgracia, el duende acuático los siguió y al poco tiempo cinco habitaciones de la nueva casa estaban también empapadas. Llamaron al jefe de bomberos para que investigase, y la casa fue registrada en busca de fugas de agua en las tuberías. No las había. El agente Mains, delegado del alguacil, estaba presente cuando un chorro de agua brotó a través de una pared de yeso y saltó 60 centímetros dentro del cuarto. También escuchó el curioso taponazo. Para no imponer el problema a su suegra, Francis Martin decidió volver con su mujer y su hija a la casa

de Methuen. Esta vez cerraron la llave de paso del agua y vaclaron las tuberías, pero los misteriosos chorros, borbotones y diluvios no disminuyeron. La casa volvió a hacerse inhabitable, y los Martin retornaron a Lawrence, a donde otra vez los siguió el duende. Con el tiempo los asaltos acuáticos a los Martin fueron terminándose. La familia nunca llegó a descubrir cómo podían brotar de las secas paredes de yeso de su casa litros y litros de agua, ni qué clase de espíritu acuoso los había seguido hasta Lawrence, así como tampoco pudieron explicarse el cese gradual de aquel fenómeno. Se diría que durante algún tiempo había caído sobre ellos una especie de estación de lluvias parapsíquica, y después, como ocurre con las de verdad, simplemente había pasado. (D. Scott Rogo, The Poltergeist Experience, págs. 185-86) Los encantamientos de Haw Branch

Hubo una época en que la plantación de Haw Branch, no lejos de la pequeña ciudad de Amelia, en Virginia (E.U.A.), tenía más de 6 000 hectáreas, y la residencia, con sus altas chimeneas, su foso seco y los numerosos edificios anexos, era una de las joyas de la arquitectura de antes de la guerra. Pero a medida que pasaban los años la propiedad fue reduciéndose, la casa arruinándose y los jardines y prados creciendo descuidados. Después, en 1964, compraron la propiedad Cary McConnaughey y su esposa, Gibson. La abuela de la señora McConnaughey había vivido en la casa muchos años antes, y Gibson la había visitado de niña; pero hacía cincuenta años que no la ocupaba ningún miembro de su familia. El 13 de agosto de 1965 la mansión había sido restaurada hasta tal punto que los McConnaughey pudieron mudarse a ella. Al cabo de cuatro años de duro trabajo, el lugar había recuperado su antiguo estilo, y en 1969 un primo de edad avanzada hizo a Gibson un regalo: un gran retrato de Florence Wright, una parienta lejana muerta hacía mucho tiempo. Lo úni-

co que el primo de Gibson pudo decirle fue que el retrato había sido hecho en una casa de verano que los Wright tenían en Duxbury (Massachusetts), y que Florence había muerto de repente antes de que estuviese terminado, cuando todavía era joven. Añadió que el retrato estaba hecho al pastel y era de bellos colores. Cuando los McConnaughey desenvolvieron la pintura y limpiaron el vidrio, les asombró ver que el retrato era al carbón: en vez de los vivos tonos pastel que esperaban, vieron una composición en negros, grises y blancos sucios. Pero, a pesar de su desilusión, colgaron el retrato sobre la chimenea de la biblioteca. Pocos días más tarde, estando la señora McConnaughey en el sótano, oyó voces de mujer procedentes de la biblioteca, y suponiendo que habrían llegado algunas amigas sin avisar, gritó "ahora subo", y fue escaleras arriba. Siguió oyendo las voces hasta que estaba ya junto a la puerta de la biblioteca, momento en que cesaron. La ha-

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bitación estaba vacía. Buscó por el resto de la casa, pero no pudo encontrar a nadie. Pocos meses después, en febrero de 1970, Gary McConnaughey estaba sentado en la biblioteca leyendo un periódico cuando se le ocurrió mirar el cuadro de Florence Wright. Si sus ojos no lo engañaban, parte de la pintura —una rosa en un florero que había sobre una mesa cerca de la joven— no era ya de un gris oscuro: poco a poco iba volviéndose rosada. Se levantó para estudiarla más de cerca. No sólo la rosa estaba ganando color, sino que el pelo de Florence, antes negro carbón, iba aclarándose, su piel gris iba tomando un matiz de carne viva, y el color iba apareciendo en la mayoría de los tonos grises y negros del cuadro. En los días siguientes los colores se hicieron más vivos. De vez en cuando se oían voces de mujer en la biblioteca, pero nunca vieron allí a nadie. En pocos meses el retrato se transformó por completo, y Florence Wright se convirtió en una pelirroja de ojos azules sentada en un sillón tapizado de yerde. El florero que había en el cuadro se volvió de un pálido verde jade y la rosa adquirió su color natural. Una vez terminada la transformación del retrato, los McConnaughey no volvieron a oír rumor de voces femeninas en la biblioteca. Según un vidente local, que había oído hablar del cuadro y lo examinó, el espíritu de Florence estaba encerrado en él porque murió antes de que estuviese terminado, y tenía el poder de despojarlo de todo color si no le gustaba el sitio en que lo colgaban. Para restaurar el color había buscado la ayuda de otros dos espíritus, y las voces que se oían eran de ellos. Si el espíritu de Florence Wright se hallaba contento en Haw Branch, parece que alguna otra entidad estaba lejos de ser feliz allí. Tres meses después de haberse trasladado a la casa, el 23 de noviembre de 1965, los McConnaughey fueron despertados por un grito de mujer. Parecía proceder de uno de los pisos superiores, así que corrieron escaleras arriba para investigar. Sus hijos estaban al pie de la escalera del ático y dijeron que era de allí de donde había salido el grito. Los dos perros de la familia parecían aterrados. Nadie investigó el ático sino hasta que se hizo de día, y cuando al fin se decidieron no encontraron nada extraño. A los seis meses justos, los McConnaughey volvieron a oír aquel grito espeluznante, y tampoco pudieron encontrar de dónde procedía. Esto ocurrió dos veces más, siempre a intervalos de seis meses, el 23 de noviembre y el 23 de mayo. Después los gritos fueron reemplazados por la aparición de una joven. La primera que la vio fue Gibson McConnaughey, en el verano de 1967: Pude ver claramente la silueta de una esbelta muchacha con un vestido largo de falda holgada, no tan amplio como un miriñaque, sino perteneciente a una época anterior. No distinguí rasgo alguno, pero no era transparente; sólo una

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Cuando Gibson McConnaughey vio por primera vez este retrato de una antepasada suya, estaba, según dijo, en colores gris y negro. Bastaron unos meses en la casa familiar para que recobrase sus tonos originales. silueta blanca. La vi durante unos diez segundos, y al momento siguiente ya no estaba. No fue una desaparición gradual; simplemente, se desvaneció de un instante a otro.

Varias noches más tarde, una de las hijas de Ios McConnaughey no podía dormir a causa de los ladridos del perro en el porche y lo dejó entrar. El animal pasó corriendo junto a ella y se dirigió a la sala. "Cuando miré allí", dijo la muchacha, "Blackie estaba sentado meneando la cola y mirando a una dama de blanco que estaba de pie frente a la chimenea, Antes de que yo pudiese decir nada, la dama desapareció ante mis ojos." Cuando los McConnaughey hablaron de la Dama de Blanco a otros miembros de la familia, descubrieron que no era una recién llegada a Haw Branch: Harriet Mason, su bisabuela, había hablado de ella, y contó cómo en cierta ocasión la aparición la había tocado, despertándola de un profundo sueño. Al llegar otra vez el 23 de noviembre, los McConnaughey se prepararon para los esperados gritos, y pasaron toda la noche sentados con linternas y una grabadora. No oyeron nada. Lo mismo hicieron el 23 de mayo de 1968. Esta vez se escucharon unas fuertes pisadas que cruzaban el patio, y los McConnaughey salieron sigilosamente al porche a echar una ojeada. No se veía nada, pero oyeron ruido de pasos que corrían y, unos segundos más tarde, un grito procedente de atrás del granero.


—A la mañana siguiente —contó la señora McConnaughey—, nuestros hijos dijeron que habían visto un pájaro gigantesco en el patio a la luz de la luna, debajo de sus ventanas. Estaba allí con las alas extendidas y aparentaba tener una envergadura de casi dos metros. Al pájaro no volvieron a verlo, pero el misterioso chillido se oyó varias veces más los 23 de mayo y de noviembre. No volvieron a oír gritar a la mujer, ni la vieron; pero ocurrieron otras cosas curiosas en la casa y en torno a ella. Las habitaciones se llenaban de pronto de olor a rosas o a naranjas, aunque no las había. Se oían también ruidos inexplicables, a veces el golpe de algo pesado y blando que caía al foso, y un sonar de cencerros en torno a la casa por la noche. Nunca se descubrió el origen de tales ruidos. En otra ocasión salió del granero y se acercó a la casa lo que parecía ser un hombre con una lámpara de petróleo. Cuando llegó junto al porche, los McConnaughey vieron que la luz estaba balanceándose en el aire sin que la sostuviese nadie. Hasta ahora no se ha descubierto ningún origen antiguo, siniestro o trágico de los encantamientos de Haw Branch. (Richard Winer y Nancy Osborn, Haunted Houses, págs. 1-12) Matthew Manning y la fuerza misteriosa Cuando se iniciaron las perturbaciones en febrero de 1967, Matthew Manning tenía once años y vivía con sus padres en Cambridge (Inglaterra). La casa no era extraña ni tétrica, y, al ser bastante nueva, tampoco había inspirado historias de fantasmas. Pero una mañana Derek Manning, padre de Matthew, notó algo extraño: una jarra de plata que tenía siempre sobre cierta repisa de madera apareció en el suelo. Volvió a ponerla en su sitio, y a la mañana siguiente estaba otra vez por tierra. Este extraño desplazamiento continuó día tras día. Los niños negaron tener nada que ver con ello, de modo que una noche el señor Manning espolvoreó cuidadosamente la repisa con talco, pensando que las huellas que quedaran en ella identificarían al culpable. A la mañana siguiente la jarra apareció de nuevo en el suelo, pero el talco estaba intacto. Después empezaron a ocurrir más cosas extrañas, aunque ninguna espectacular. Los objetos aparecían en lugares donde no deberían estar y donde no habían sido vistos la última vez. Al fin el señor Manning se encontró lo bastante confundido y preocupado para llamar a la policía. Le aconsejaron, sin inmutarse, que se pusiera en contacto con la Sociedad de Investigaciones Parapsicológicas de Cambridge. El secretario de la sociedad, Dr. A.R.G. Owen, le dijo que aquello parecía obra de un poltergeist y que no había remedio conocido. Entretanto las perturbaciones iban haciéndose más graves. Matthew Manning las describiría años más tarde en su libro The Link:

Los objetos que se movían eran siempre adornos de poco peso, sillas, cubiertos, ceniceros, cestos, bandejas, una mesita de café y otras muchas cosas, pero ninguna se rompió ni se cayó nunca... A medida que aumentaban las manifestaciones físicas, la casa se llenó de golpecitos y crujidos irregulares e insospechados. Los ruidos iban desde unos golpes sordos hasta un ruido corno el de una piedrecita arrojada a la ventana, y proseguían día noche por toda la casa.

El doctor Owen vino a investigar los fenómenos, y él y Manning se apostaron en la casa con la esperanza de ver algún objeto movido por una fuerza invisible. No lo consiguieron, aunque los desplazamientos continuaban. Entonces el doctor Owen le dijo a Manning que a menudo parecía existir una relación entre los fenómenos de poltergeist y la presencia de adolescentes. Los tres hijos de los Manning fueron enviados a vivir con parientes, y en seguida terminaron los desplazamientos misteriosos. Pero sólo mientras Matthew estuvo fuera de casa. Cuando volvió, los extraños fenómenos comenzaron de nuevo, esta vez con más fuerza. Ahora lo movido y volcado eran muebles y otros objetos grandes. Poco a poco, la fuerza misteriosa pareció debilitarse, Matthew marchó a un internado, y durante algún tiempo pareció que el duende había seguido su camino. La tregua fue engañosa. Durante las vacaciones navideñas de 1970, Matthew oyó rascar detrás de los paneles de madera de su cuarto, y pasos frente a su ventana. Volvió al colegio, y allí no ocurrió nada; pero cuando regresó a casa las manifestaciones empezaron de nuevo, ahora con un tinte siniestro: Me había ido a la cama [escribla Matthewl... y permanecí en ella inquieto... De repente oí en la dirección del ropero un ruido como si rascaran, que continuó durante casi treinta segundos. Tras escucharlo un momento, encendí la lámpara y yi con horror que el ropero iba separándose poco a poco de la pared y venía hacia mí. Cuando se detuvo había avanzado casi medio metro. Apagué la luz, y casi simultáneamente mi cama empezó a vibrar violentamente de atrás para adelante. A esas alturas yo estaba demasiado asustado para moverme, y permanecía acostado esperando los acontecimientos. La vibración cesó, y noté que los pies de la cama se levantaban del suelo hasta una altura como de unos 30 centímetros. Después fue la cabecera la que se levantó unos ocho centímetros, a la vez que la cama salía disparada hacia el centro de la habitación hasta situarse formando ángulo con la pared.

Matthew, despavorido, fue a la habitación de sus padres y se acurrucó en un saco de dormir. El resto de la noche transcurrió con tranquilidad, pero al levantarse la familia a la mañana siguiente, encontraron la casa toda revuelta:

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La primera habitación que vimos fue el comedor. Parecía que le hubiese caído una bomba. Las sillas estaban volcadas o simplemente faltaban de la habitación. La mesa no seguía sobre sus patas, y los objetos de adorno estaban esparcidos por rudas partes en el suelo. La sala se hallaba ea un estado parecido, así como casi todas las demás habitaciones de la planta baja. Las mesas y las sillas yacían amontonadas unas sobre otras, los cuadros estaban descolgados, y varios objetos 5 piezas de la cuchillería habían desaparecido. Aquello se repitio en los días siguientes, pero con nuevas peculiaridades: aparecían charcos de agua por toda la casa, y monigotes infantiles arruinaban las paredes. En el apogeo del ataque se descubrieron las palabras "Ten cuidado, Mathew", y ahora la familia veía a los objetos moverse sin ayuda, e incluso volar por los aires y describir ángulos de 90 arados. Si pedían que un objeto determinado fuera a un lugar concreto. con frecuencia el poltergeist los complacía. Esta vez el poltergeist acompañó a Matthew cuando volvió al colegio, manifestándose primero sólo en su cuarto y más tarde volcando muebles y materializando charcos por todo el dormitorio. Los objetos volaban por los aires hacia alguien ''como para golpearlo, y después cambiaban de dirección antes de llegar o lo golpeaban tan levemente que apenas lo sentía El ama de lías es del colegio contó sus experiencias con los extraños fenómenos: -

Podía estar sentada en mi cuarto, a lo mejor

cosiendo u oyendo la radio. cuando de repente me quedaba helada de frio. v del techo caía una lluvia de guijarros. Algunas noches eran virutas de madera lo que me caía en el regazo. Por esas fechas descubrió Mal I hew lo que parecía ser un medio dereenc uzar la energía del Poltergeist . Empezó por entregarse a experimentos de escritura automática y después, como ampliación de esa actividad, a realizar una serie de delicados dibujos. Según dijo más tarde, no tenia la menor idea de si éstos eran puramente producto de su mente o si a vece el servia de médium a través del cual se expresaban otras entidades. Calculaba que hasta un cinco por cielito de su escritura automática podía ser considerada mensajes de los muertos. Cualquiera que fuese la verdad, cuando inició estas actividades los fenómenos Poltergeist fueron disminuyendo hasta cesar. Matthew contin u ó sus experimentos, y se dice que llegó a desarrollar cierto número de convincentes capacidades parapsicológicas en los ámbitos de la PES y la psicocinesis. (Matthew Manning, The Link, tomado de diversos pasajes; D . Scott Rogo, The. Poltergeist Experience , págs. 261-68) a

s

Los fantasmas del vuelo 401 •n diciembre de 1972 se estrelló en un pantano de Florida un as ión a reacción Trillar de la Eastern Airlines, que cubría el vuelo 401. En el accidente murie-

I SO

ron 101 personas, entre ellas el piloto, Bob Loft, el ingeniero de vuelo, Don Repo. A partir de entonces. en más de veinte ocasiones los tripulantes de otros TriStars de la [astero —y en especial de los que hahian sido provistos de piezas salvadas del accidente del vuelo 401— vieron apariciones, que parecían vivas, de Loft y Repo. En unos casos las apariciones fueron identificadas por personas que habían conocido a ambos, y en otros consultando fotografias. ( Time D'exMoine& .Mysteries of Mind Space arad Time, Vol. 3, No. 32) Resurrection Mary Durante varios años, algunos automovilistas que iban por la ayenida Archer, en el South Sidc de Chicago, han contado que habían ayudado a una guapa joven que pedía que la llevaran, una rubia con un vestido blanco que parece responder a la moda de los años veinte o treinta. Se dice que esos conductores son en su mayoría hombres solos. y la chica sube a menudo a sus coches sin ser invitada, diciendo que necesita que la lleven a casa. Su casa resulta ser el cementerio Resurrection i on, en e! número 7 200 de South Archer Avenue, y cuando el coche llega a esa altura la joven se

apea (unas veces abriendo la puerta, otras pasando a través de ella). se dirige a las puertas metálicas cerradas y las atraviesa, desapareciendo una vez dentro del cementerio. Cuentan que Resurrection Mary, como ha sido hati. rizado el espectro, es el fantasma de una joven polaca que murió en 1931 en ten accidente de automóvil cuando la lleyaban a casa de regreso de un baile en el salón 0.henry (ahora salon Willowhrook), situado en la avenida Archer, y fue enterrada con su vestido de fiesta y sus zapatos de baile en el cementerio Resurrection. Una noche de diciembre de 1977 un automovilista vio a una joven vestida de blanco dentro del cementerio, junto a las puertas. Estaba mirando hacia afuera y- agarrada a los barrotes. Pensando que la habrían dejado encerrada sin querer. llamó a la policía, pero cuando llegó la patrulla, la muchacha había desaparecido. FI policía dirigió la luz de su linterna al cementerio, pero no vio nada. Sin embargo, él y el automovilista notaron que dos de los barrotes de hierro de la puerta habían sido doblados para separarlos, y que en el sitio donde estaban curvados se veían las huellas, aparentemente grabaás en el hierro, de dos pequeñas manos. ( U.S. Catholic, agosto de 1979, pág. 12; Richard Winer y Nancy Oshorn. 1haunted Houses, págs. 75-761

El

ti i ajero

silencioso

Una noche de octubre de 1979, Roy Fulton. colocador de alfombras, volvía a casa en coche después de tina partida de dardos en Feighton Buzzarci Bedfordshire. Inglaterra). Cuando se acercaba al pueblo de StanbridRe, se detuvo para recoger a un joven que pedía que lo llevaran. un hombre de cara pálida, pelo


Poltergeist y PK Uno de los fenómenos parapsicológicos mejor conocidos es el llamado poltergeist, de cuyas actividades se tienen noticias desde tiempos antiguos. La palabra, traducida literalmente del alemán, significa "duende revoltoso", y, en efecto, esta bien documentada categoría de actividad fantasmal no es nunca tranquila o silenciosa. Las diversiones usuales del alborotador poltergeist incluyen golpes y golpecitos, fuertes pisadas, fuegos repentinos, lanzamiento de piedras y otros objetos, rotura de vajillas, puertas golpeadas, picaportes y pestillos que se mueven, ventanas y cajones que se abren, muebles que se voltean y se mueven solos, y traqueteo y levitación de las camas y sus ocupantes. Se sabe también de algunos poltergeist que sollozan, gimen y gritan. Como sugieren todas estas diabluras, destinadas a llamar la atención aunque a veces malintencionadas, el poltergeist va casi siempre unido a la presencia en la casa de una persona joven, generalmente un adolescente. En el caso Manning, el poltergeist se relacionaba con Matthew, de once años, uno de los tres chicos que había en la casa en 1967, cuando empezaron las manifestaciones. Las perturbaciones —que consistían principalmente en golpeteos y movimiento de muebles y objetos— cesaban cuando se ausentaba Matthew, y se reanudaban a su vuelta. El poltergeist llegó a seguirlo a su internado. Sólo en 1971, cuando al parecer Matthew canalizó la energía o fuerza que había detrás de esas manifestaciones a sus capacidades artísticas y psíquicas en desarrollo, el poltergeist se ausentó al fin. Hay que hacer notar que el poltergeist de los Manning era de una tenacidad insólita, pues pocas visitas de este género duran más de dos meses. Aunque la investigación ha demostrado que algunos casos de poltergeist eran fraudulentos, los investigadores han hallado suficientes ejemplos exentos de cualquier sospecha para convencerse de que el poltergeisl. es un auténtico fenómeno parapsicológico, no gobernado por las leyes físicas normales. Las pruebas sugieren que las manifestaciones de poltergeist son

corto y rizado, pantalones oscuros y camisa blanca con un cuello redondo pasado de moda. Cuando le preguntó a dónde iba, el joven se limitó a señalar carretera adelante. Fulton pensó que sería sordomudo y siguió manejando en silencio. Pero, al cabo de varios kilómetros, y siempre a una velocidad de 70 por hora, pensó que un cigarro podía ayudar a romper el hielo, y se volvió para ofrecérselo a su acompañante. El asiento del pasajero estaba vacío. El joven había

producidas por estallidos de actividad psíquica emanadas de su agente, la única persona cuya presencia es siempre necesaria. En su intento de comprender qué fuerzas son las que actúan, los parapsicólogos han lanzado la hipótesis de que las proezas del poltergeist al mover objetos (a los que con frecuencia se ve volar violando las leyes de la gravedad, deslizándose, ascendiendo y volteando esquinas) son casos de psicocinesis o PK: la capacidad de influir en objetos inanimados mediante la fuerza mental. Los ejemplos más conocidos de supuesta psicocinesis son los de Uri Geller, pero en la actualidad han sido ya plenamente descartados por fraudulentos. (Por ejemplo, Geller utilizaba un imán oculto para mover las manecillas de los relojes.) Un exponente del PK menos conocido, pero posiblemente más convincente, es una rusa llamada Nula Kulagina, descubierta en los años sesenta. Varios parapsicólogos occidentales han sido testigos de su capacidad para mover o afectar de otro modo a pequeños objetos sin contacto físico con ellos, pero nunca ha sido sometida a prueba bajo rigurosas condiciones de laboratorio en Occidente, ni sus hazañas han sufrido el escrutinio de magos profesionales. Sin embargo, la falla de la teoría de la psicocinesis como explicación de los fenómenos de poltergeist es que la energía que implican muchas de estas perturbaciones excede en mucho a la que alegan los defensores de Kulagina y otros dotados de psicocinesis. Lo más que ellos pueden conseguir es mover un pequeño objeto, como una pluma fuente, mientras que un poltergeist puede hacer que la vajilla cruce volando una habitación. En vista de ello, algunos investigadores han tratado de encontrar una fuente de energía que pueda ser utilizada por los poltergeist, pero hasta ahora sus intentos de explicar este tipo de fenómenos se han limitado a reemplazar un misterio por otro. Aún más misterioso es por qué un espíritu o ser capaz de manejar una energía psíquica de tal calibre iba a malgastarla en cosas tan inútiles.

desaparecido en silencio de un vehículo en marcha cuya puerta no se había abierto en ningún momento. Fulton fue derecho a la taberna de su pueblo, pidió un whisky doble para calmar sus nervios y contó lo sucedido. El dueño de la taberna y el inspector de policía de Dunstable dijeron más tarde que creían que FuiIon había tenido una experiencia extraña y que su historia podía ser cierta. (Fortean Times, No. 34, invierno de 1981, pág. 16)

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CIELOS INQUIETOS Esperamos ver caer del cielo lluvia, nieve y granizo; pero cuando lo que cae son peces, ranas, piedras y otros objetos inverosímiles, estamos ante otro tipo de fenómenos celestes. En el ámbito de los misterios aéreos destacan los miles de avistamientos de objetos voladores no identificados. Éstos han recibido una publicidad tan amplia que su perfil de platillo le es tan familiar a nuestra imaginación como la forma de las aeronaves comunes. Hay también muchas rarezas astronómicas y atmosféricas, incluidos los ruidos extraños, que parecen desafiar cualquier explicación, a pesar de que proliferan las técnicas e instrumentos destinados a interpretar tales fenómenos.

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COSAS EXTRAÑAS DE LO ALTO Todos los años, al comienzo de la estación lluviosa, los habitantes de Yoro, en Honduras, preparan cubetas, barriles, palanganas y redes para recoger los peces que van a caer del cielo. Y todos los años, hasta donde llega la memoria, han caído sardinas por barriles. La "lluvia de pescado", como la llama la gente del lugar, suele comenzar de cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. El pescado es depositado vivo y coleando sobre una pradera que hay al suroeste del pueblo. En 1833, una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan. En otros lugares han caído ringleras de un material que parece seda e hilos ondulantes, como procedentes de una gran mercería. En muchas partes del mundo, en numerosas ocasiones y en número monstruoso, han caído también ranas y sapos, y también lo han hecho caracoles marinos, gusanos y serpientes. Se ha visto gotear y aun chorrear sangre del cielo, y caer frijoles y granos, así como carne de todo tipo, como si allá arriba navegaran graneros y rastros invisibles. En este capítulo se incluyen noticias de estas y otras muchas clases de lluvias. En cuanto a su verosimilitud, van desde las más o menos aceptables a las totalmente increibles. En los extremos de este espectro hay sucesos que bien pudieran pertenecer a otras categorías de lo inexplicable. Por ejemplo, sí puede concebirse que caigan del cielo piedras no ,mqeutizoáríacsjdpnvloarstdpunbelio.Ehc de que esas piedras caigan repetidamente sobre los mismos dos tejados contiguos (como ocurrió en Chico, California, en 1921 y 1922} empieza a poner a prueba la imaginación, y el que ciertos chaparrones de piedras elijan y persigan a determinadas personas (dos pescadores fueron víctimas de uno en 1973) resulta ya increíble. Pero que las piedras caigan de techos intactos en habitaciones cerradas o dentro de una tienda de campaña también cerrada (aquí la víctima fue un granjero australiano, en 1957) traslada ya tales incidentes del reino de lo material al de los poltergeist. ANTES DE 1600

Quizá la noticia más antigua de una lluvia misteriosa —o milagrosa— sea la que encontramos en el capítulo 10, versículo 11, del libro de Josué en el Antiguo Testamento. Los israelitas, conducidos por Josué, habían derrotado al ejército amorita mediante un ataque nocturno por sorpresa e iban en su persecución: Cuando iban huyendo ante Israel en la pendiente de Betorón, Yavé hizo caer sobre ellos una tremenda granizada hasta Azeca y murieron todos. Murieron más por las piedras de granizo que por la espada de

los israelitas.

Dos versículos después se describe uno de los acontecimientos más asombrosos del Antiguo Testamento: el Sol se detiene hasta que los israelitas se han vengado. Cualquiera que sea la explicación de esto, en siglos

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posteriores encontraremos muchos relatos de discos aéreos inmóviles y brillantes. Una referencia menos explícita a una intervención aérea en favor de los israelitas se encuentra en el Libro de los Jueces, capítulo 5, versículo 4: Yavé, cuando saliste de Seir, cuando avanzaste

desde los campos de Edom, tembló la tierra, retemblaron los cielos y las nubes se deshicieron en agua.

Cualquiera que sea el sentido de ese "retemblar" de los cielos, parece referirse a algo distinto de la lluvia, ya que se habla de ésta como un hecho adicional. La siguiente mención del cielo aparece en el versículo 20: Desde los cielos combatieron las estrellas, desde sus senderos combatieron a Sisara.


En el primer libro de Samuel, capítulo 7, versículos 10-12, el Señor interviene una vez más en favor de los israelitas: Mientras Samuel ofrecía el holocausto, los filisteos se acercaron para atacar a Israel, pero aquel día tronó Yavé con gran aparato contra los filisteos, cundió el pánico entre ellos, y fueron derrotados por Israel. Los israelitas [...] persiguieron a los filisteos y les batieron hasta más abajo de Betorón. Entonces Samuel levantó una piedra entre Masfa y Jesana, y la llamó Eben Ezer, diciendo: "Hasta aquí nos ha socorrido Yavé." Las palabras eben ezer significan en hebreo "piedra de ayuda".

Una lluvia de piedras en un contexto militar tuvo lu-

gar a mediados del siglo vi, cuando el ejército abisinio que sitiaba La Meca fue puesto en fuga por un chaparrón de piedras, supuestamente lanzadas por aves. Pero también en tiempos más antiguos tuvo lugar al menos una famosa lluvia de piedras a consecuencia de una acción militar. Lo cuenta Tito Livio en el capítulo 31 del libro primero de su historia de Roma, Desde

"península" en griego, y no se sabe exactamente cuál se refiere] en cierta ocasión llovieron peces ininterrumpidamente durante tres días; y dice en su cuarto libro que la gente había visto frecuencia llover peces, y también llover trigo, y que otro tanto había ocurrido con las ranas. En todo caso, Heráclides Lembos, en el libro 21 de su Historia, dice: "Según cuentan, en Peonia y Dardania han llovido ranas antes de ahora; y era tan grande su número que casas y caminos estaban llenos de ellas, y al principio, durante unos días, los habitantes, procurando matarlas y cerrando sus casas, soportaron la plaga; pero cuando ya no les sirvió de nada, sino que se encontraron con que todas sus vasijas estaban llenas de ellas y hallaban ranas cocidas y asadas en todo lo que comían, y cuando además de todo esto no podían usar ninguna agua, ni poner los pies en el suelo a causa de las ranas que saltaban por todas partes, y habían de sufrir también el olor de las que morían, huyeron del país." e

Más noticias de lluvias de peces, grano y ranas se encuentran en la historia más reciente, pero lo más parecido a la plaga de ranas de Peonia y Dardania es el relato de la segunda plaga de Egipto (Éxodo, 8.1-14):

la fundación de la ciudad:

Tras la derrota de los sabinos, cuando el rey Tulo [673-641 a.C.] y todo el Estado romano se hallaban en el ápice de su gloria y prosperidad, tes fue comunicado al rey y a los senadores que había habido una lluvia de piedras en el monte Albano. Como era difícil creerlo, se enviaron legados que examinasen el prodigio, y ante sus ojos cayó del cielo, como el granizo que el viento amontona en el suelo, una lluvia de guijarros. Los enviados creyeron también oír "una potente voz que salía del bosquecillo que había en la cima de la montaña", y que ordenaba a los albanos reanudar los sacrificios rituales que habían descuidado desde la victoria romana. Los propios romanos, según Livio, tomaron a pecho esta orden, pues en adelante "se hizo costumbre que siempre que había noticia de ese mismo prodigio hubiese una observancia de nueve días". (No está claro si "ese mismo prodigio" se refiere a todas las lluvias de piedras posteriores o sólo a las que volviesen a caer sobre el monte Albano.)

Las noticias de antiguas lluvias de esta clase son menos numerosas que las modernas, pero no menos diversas. Por ejemplo, el historiador griego Ateneo se refiere a una lluvia de peces que duró tres días y a un espectacular diluvio de ranas en su antología histórica Deipnosophistae ("Banquete de los sofistas"), escrito hacia el año 200 de nuestra era: Sé también que con mucha frecuencia han llovido peces. En cualquier caso, Fallas, en el libro segundo de su Magistrados eresios, dice que en el Quersoneso [esta palabra significa simplemente

Esta ilustración de la lluvia de que habla el Libro de Josué muestra grandes piedras arrojadas desde el cielo sobre los amoritas, que los hicieron huir ante el ejército israelita. Muchos soldados fueron muertós por ellas.

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[Yavé dijo a Moisés: Azotaré con la plaga de ranas a todo tu país. El río hormigueará de ranas, que subirán y penetrarán en tu casa, en tu dormitorio, en tu lecho, en la casa de tus servidores y de tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas [...] y las ranas subieron y cubrieron el país de Egipto [...] Las reunieron en grandes montones y la tierra quedó apestada.

El libro del Éxodo, capítulo 9, versículos 18-34, habla de granizo mortal, y rayos y truenos mezclados con él, como la séptima plaga de Egipto. Historiadores antiguos, entre ellos Procopio, Marcelino y Teófanes, registran una lluvia de polvo negro en el año 472 a.C., durante la cual el cielo parecía arder. La localización de esa lluvia es incierta, pero puede haber tenido lugar en Constantinopla. Durante el reinado de Carlomagno (siglo ix) cayó del cielo un enorme bloque de hielo de 29 metros cúbicos. (Camille Flammarion, The Atmosphere, pág. 398) Un objeto incandescente cayó en el lago Van (Armenia) en el año 1110, poniendo rojas sus aguas. En la primera plaga de Egipto el Nilo se convirtió en sangre (Éxodo 7.15-24): La mayor parte de esas lluvias que registran los anales antiguos tienen paralelos modernos, pero algunas

La segunda de las plagas de Egipto, de las cuales habla el Libró del Éxodo, aparece en este grabado de las innumerables ranas que invadieron calles y casas. son únicas. Por ejemplo, no hay ninguna reciente que sea parecida a la lluvia de ratones amarillos que tuvo lugar en Bergen (Noruega) en 1578, o a la de los lemming que cayeron allí en 1579. ( The Jóurnal óf Cycle Research, 6:3, enero de 1957) DE 1640 A 1700 En junio de 1642, varios trozos de azufre ardiendo del tamaño de un puño cayeron del cielo sobre el tejado del castillo de Loburg, a unos 30 kilómetros de Magdeburgo, en Alemania. (Report of the Forty-fóurth Meeting óf the British Association fór the Advancemem of Science, 1874, pág. 272) Un meteoro luminoso fue visto caer en Italia en 1652, y cerca del lugar de su aterrizaje se encontró "jalea estelar". (Annals of Philosophy, Nueva Serie 12:93, agosto de 1826) (Para más lluvias de material gelatinoso relacionadas con supuestos meteoritos, ver otras noticias en esta misma sección.) Una sustancia fibrosa parecida a seda azul cayó en grandes cantidades en Naumburg (suroeste de Leipzig, Alemania) el 23 de marzo de 1665. (A nnals of Philosophy, Nueva Serie 12:93, agosto de 1826)

‘"Trovi~

-1 1'

El Libro del Éxodo cuenta cómo una lluvia nocturna de maná sustentó a los israelitas durante su estancia en el desierto. Esta pintura renacentista los !nuestra recogiéndolo para hacer pan. (Éxodo 16.4-36)

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El miércoles de Ceniza de 1666 un campo de 80 áreas de Cranstead, cerca de Wrotham (en Kent, Inglaterra), apareció cubierto de peces del tamaño del meñique de un hombre. Se pensó que habían caído durante una violenta tormenta, y quienes los vieron convinieron en que se trataba de alevines de corvina. El señor Ware, propietario del campo, calculó que había caído aproximadamente medio barril de pescado, todo en ese único campo, y envió muestras a Londres, como curiosi-


dad, para que las examinaran los magistrados. Las corvinas, miembros de la familia de los esciénidos, son peces de agua salada. Cranstead está a unos 16 y 11 kilómetros, respectivamente, de las masas de agua salobre más cercanas, los estuarios de los ríos Támesis y Medway. (John Micha y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 12) En Acle, pueblo de Norfolk (Inglaterra), cayeron del cielo pequeños sapos en tan gran número que causaron múltiples molestias a los habitantes del lugar. En octubre de 1683 se dijo que los aldeanos tenían que recogerlos a cubetadas para quemarlos. (John Michel y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 12)

mismo tiempo, agua, peces y fango de toba. Es este singular fenómeno el que proporciona el pez que los habitantes de las tierras altas de Quito llaman "preñadilla". ...Cuando la cumbre del monte Carguairazo, de 6 000 metros de altura y situado al norte del Chimborazo, se desplomó en la noche del 19 al 20 de junio de 1698, los campos aledaños, hasta una extensión de unos 100 kllómetros cuadrados, quedaron cubiertos de barro y peces. La fiebre que asoló la ciudad de Ibarra siete años antes había sido también atribuida a una erupción de peces del volcán Imbabura. [Annals of Philosophy, Nueva Serie 6:130, agosto de 18231

Se encontraron semillas de hiedra dentro de los granizos que cayeron en Wiltshire (Inglaterra) en 1687. (Philosophical Transactións óf the Roya! Society of London, 16:281, enero-marzo de 1687) Hacia 1687, varios pedazos de un material fibroso co-

lor negro carbón, algunos tan grandes como tableros de mesa, cayeron sobre una nevada reciente cerca de la ciudad de Memel, hoy Klaipeda (Lituania), en la costa oriental del ruar Báltico. Los copos estaban húmedos, olían a algas podridas y se rasgaban como papel; una vez secos desaparecía el olor. Parte de este material fue conservado durante 150 años, y al ser finalmente examinado, resultó que estaba compuesto en parte de "materia vegetal, sobre todo Conferva crispara [un alga verde filamentosa], y en parte de unas 29 especies de infusorios [protozoos, diminutos animales acuáticos]" . (Proceedings of the Roya! Irish Academy, 1:381, 9 de diciembre de 1839) Una sustancia maloliente, de la consistencia de la mantequilla, cayó sobre amplias zonas del sur de Irlanda en el invierno y la primavera de 1696. Según el obispo de Cloyne, este "rocío maloliente" caía en "copos, a menudo tan grandes como la punta de un dedo", era "blando, pegajoso y de un color amarillo oscuro", y en los campos donde cayó, el ganado continuó comiendo como de costumbre. Según Robert Vans, de Kilkenny, la población local consideraba la "mantequilla" como medicinal y la recogía y conservaba en recipientes. (Philosóphical Transactions of the Royal Society of London, 19:224-25, marzo-mayo de 1696) El naturalista alemán Alexander von Humboldt, que viajó mucho por América del Sur, hace el siguiente relato de las lluvias de peces en los Andes, donde se cree que son expulsados durante las erupciones volcánicas:

Cuando los terremotos que preceden a toda

erupción en la cadena de los Andes sacuden con poderosa fuerza la masa entera del volcán, las bóvedas subterráneas se abren y emiten, a un

Alexander von Humboldt, que exploró América del Sur con A.J.A. Bonpland de 1799 a 1804, supo de una lluvia de peces en los Andes. El pensaba que habían sido lanzados al aire por una erupción volcánica. DE 1700 A 1800

Un globo ardlente cayó sobre la isla de Lethv (India),

y en el lugar de su aterrizaje apareció una materia gelatinosa. (The Edinburgh Philosophical Journal, 1:234, octubre de 1819)

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Una de las primeras noticias acerca de la sustancia hoy conocida como cabello de ángel se encuentra en The Natural History of Selborne (Inglaterra), de Gilbert White, quien describe cómo el 21 de septiembre de 1741 salió al campo antes de amanecer y encontró la hierba cubierta de una "tela de araña" tan espesa que sus perros tenían que quitársela de los ojos. Después, hacia las nueve, hizo su insólita aparición

y reclamó nuestra atención una lluvia de telas de araña que caía de regiones muy elevadas y continuó sin interrupción hasta el final del día. Esas telas no eran hilos transparentes aislados que flotaban en el aire en todas direcciones, sino copos o jirones perfectos, algunos de casi 3 centímetros de ancho y de 12 a 15 de largo, que caían con una cierta velocidad, pues eran considerablemente más pesados que la atmósfera.

Cabello de ángel y telas de araña Sea lo que sea el "cabello de ángel" (y el término se

aplica probablemente a varias sustancias diferentes), suele describirsele como parecido a hilos de arana, seda o algodón en rama, blanco, brillante y fuerte. En lo que todas esas descripciones coinciden es en que cuando se intenta recoger la sustancia para analizarla, se funde y desaparece. A pesar de ello, suele afirmarse que el cabello de ángel es una simple tela de araña. Una concisa exposición de esta opinión apareció en el Marine Observer en octubre de 1963, en respuesta a una carta en la que el capitán Pape describía una lluvia de cabello de ángel en el puerto de Montreal (ver págs. 205-06). El autor de la explicación, D.J. Clark, del Museo de Historia Natural de Londres, decía al capitán Pape: Creo que las arañas son las responsables de los fenómenos que usted describe. La mayoría de ellas pertenecen a la familia Linyphiidae y maduran en otoño, con días buenos, cálidos y soleados, y especialmente cuando el rocío matinal ha sido copioso, las arañas empiezan a dispersarse y emigran a fin de colonizar nuevas zonas donde haya más alimento disponible. El método que utilizan es una especie de viaje en globo. Cuando el sol seca el rocío, se producen corrientes de aire ascendentes. La araña sube a lo alto de una planta, barda, etc. y, levantando el extremo de su abdomen, segrega un glóbulo de seda líquida. Esta seda es estirada por las corrientes de aire hasta formar una hebra, y se endurece como resultado de ese estiramiento, no simplemente por el contacto con el aire. Cuando la hebra es lo bastante larga para soportar a la araña, ésta se suelta de su soporte y vuela. A veces las arañas son llevadas a muchos kilómetros. Acaban por caer a tierra, y al aterrizar se liberan del "paracaídas", que vuelve a flotar y se enreda con otras hebras. A veces se forman así cintas muy gruesas, que cuando a su vez se posan son muy visibles. Una hebra aislada es muy fina y difícil de ver a menos que refleje la luz; en cambio, cuando se junta con otras es fácil verla y resulta muy dura y resistente.

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No puedo explicar la desaparición de esas hebras cuando las tenía en su mano. Tal vez las de la cinta que usted describe no estaban muy enmarañadas, y al manejarlas se separaron, haciéndose así difícilmente visibles. La seda de araña no puede fundirse porque el calor no le afecta; es, en conjunto, menos soluble que la seda auténtica. Como en tantas explicaciones, la tesis de la araña sólo logra abrirse paso a costa de devaluar una parte

Esta foto del cabello de ángel que cayó el 4 de octubre de 1957 en Iwate-ken, a unos 400 kilómetros al noroeste de Tokio, fue distribuida por el Consejo para la Investigación de los Platillos Voladores japonés.

de la prueba que explica. En este caso, por ejemplo,

se supone que el capitán Pape se equivocó en cuanto a la sustancia que desapareció de su mano: estaba allí, pero él no la veía. Por la misma razón, los partidarios de la tesis de la araña ignoran una prueba negativa que invalida su teoría: el hecho de que en tantos metros de hilos voladores no se vio ni una sola araña. Dada esta tendencia a llegar a explicaciones que ignoran lo observado o lo declaran carente de valor, cuando no lo etiquetan como simple coincidencia, no es sorprendente que pasen por alto las ocasiones en que se ha visto caer cabello de ángel en presencia de objetos voladores no identificados. Tampoco debe sorprendernos, por la misma razón, que los defensores de la teoría que relaciona el cabello de ángel con los ovnis ignoren las ocasiones en que la sustancia ha caído —al menos según las noticias— sin que hubiese por allí distribuidores en forma de cigarro o platillo.


A cualquier lugar a donde el observador volviese los ojos podía ver caer una continua sucesión de nuevos copos, que titilaban como estrellas al volver sus caras hacia el sol. Sería difícil decir hasta dónde alcanzó esta lluvia; pero sabemos que llegó hasta Bradley, Selborne y Alresford, tres lugares que forman una especie de triángulo, el más corto de cuyos lados tiene unos trece kilómetros.

El 5 de mayo de 1786, último día de una sequía que

había durado desde el noviembre anterior, "una gran cantidad" de huevos negros cayó sobre Port-au-Prince (Haití). Eclosionaron al día siguiente, y algunos de esos extraños animales del cielo fueron conservados en un frasco con agua. Los animalillos cambiaron de piel varias veces y se parecían a los renacuajos. (Moreau de Saint-Méry, A Naturalist's Sojourn in Jamaica) El siguiente relato se refiere a un diluvio de sapos sobre el pueblo de Lalain (Francia) en 1794: Hacía mucho calor. De pronto, hacia las tres de la tarde, cayó tal abundancia de lluvia que 150 hombres de la gran guardia, para no verse sumergidos, tuvieron que abandonar una depresión en la que estaban ocultos. Pero cuál no seria su sorpresa cuando comenzaron a caer al suelo, todo a su alrededor, un considerable número de sapos, del tamaño de avellanas, que empezaron a saltar en todas direcciones. M. Gayet lel soldado que facilitó la informaclón], que no podía creer que esas miríadas de reptiles cayesen con la lluvia, extendió un pañuelo a la altura de un hombre mientras sus compañeros lo sostenían por las puntas, y así juntaron un número conslderable de sapos, la mayoría de los cuales tenían la parte posterior alargada en forma de cola, es decir, en estado de renacuajo. Durante esta tempestad de lluvia, que duró cosa de media hora, los hombres de la gran , guardia notaron claramente en sus sombreros y sus ropas los golpes de los sapos que caían. Como una última prueba de la realidad del fenómeno, M. Gayet refiere que una vez pasada la tormenta, los tricornios de los hombres de la guardia tenían en sus pliegues algunos de esos reptiles. [Monrhly Weather Review, 45:217-24, mayo de 1917] DE 1800 A 1830

El 21 de enero de 1803, una estrella fugaz cayó a tie-

rra en Silesia, entre Barsdorf y Friburgo (hoy Swiebodzice). Su trayectoria era baja, y los testigos oyeron un zumbido cuando pasó. Durante algún tiempo el meteorito pareció quedar ardiendo en el suelo, por lo que fue fácil observar su punto de impacto. Por la mañana apareció sobre la nieve, en el lugar del aterrizaje, una masa de un material de consistencia de jalea. La noticia de este suceso no menciona ninguna nevada subsiguiente al descenso del meteoro; tampoco se dice si había rastro de nieve fundida en el punto de impacto. (Report of the Thirtieth Meeting of the British

Association fór the Advancement óf Science, 30:62-63, 1860) El 23 de julio de 1809, M. Mauduy, conservador de

historia natural de Poitiers (Francia), fue sorprendido por una gran lluvia. En el agua que caía vio "pequeños cuerpos del tamaño de avellanas que en un momento cubrieron el suelo, y que reconocí como pequeños sapos". (Mónthly Weather Review, 45:217-24, mayo de 1917)

La Academia Francesa recibió el siguiente informe de

un tal M. Duparque: En agosto de 1814, tras varias semanas de sequía y calor, un domingo hacia las 3:30 de la tarde estalló una tormenta sobre el pueblo de Fremon (Fremontiers ], a poco más de un kilómetro de Amicus. Esta tormenta fue precedida por ráfagas de viento tan violentas que sacudieron la iglesia y asustaron a los fieles. Mientras atravesábamos el espacio que separa la iglesia del presbiterio, quedamos empapados, pero lo que me sorprendió fue verme golpeado en mi persona y mis ropas por pequeñas ranas... Un gran número de esos pequeños animales saltaban por el suelo. Al llegar al presbiterio, encontramos cubierto de agua y ranas el piso de uno de los aposentos, en el que había quedado abierta una ventana cara a la tormenta. [Monthly Weather Review, 45:217 - 24, mayo de 1917]

Tras un periodo de temporal y una noche de espesa lluv ia en 1817, unos niños encontraron más de tres ba-

rriles de alevines de arenque, de 4 a 8 centímetros de largo, esparcidos por el suelo cubierto de musgo, cerca del ferry de Shien, en Argyllshire (Escocia). Aunque Loch Creran está a sólo unos 275 metros de donde apareció el pescado, queda al sur, y en vista de los vientos del norte que habían estado soplando, se supuso que el arenque había sido arrastrado desde Loch Linnhe, a casi cinco kilómetros al norte cruzando un páramo de 90 metros de altura sobre el nivel del mar. No obstante, los peces no mostraban señales de magulladuras, ni había indicio de que hubiese caído agua con ellos. (Carta del reverendo Colin Smith, de Appin, al Edinburgh New Philosophical Journal, 1:186-87, abril-octubre de 1826) Un objeto maloliente cubierto de una pelusa como de tela cayó en Amherst (Massachusetts) el 13 de agosto de 1819. Fue examinado por el profesor Rufus Graves, que al quitar la pelusa descubrió "una sustancia pulposa y amarillenta". Al ser expuesta al aire, se volvió de un color "lívido, semejante al de la sangre venosa". Se dijo que el objeto había caído con una luz brillante. (Animal Register, 63:687, 1821) El 2 de noviembre de 1819 cayó lluvia roja sobre Blan-

kenberge (Bélgica). La explicación usual de la lluvia

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roja es que contiene fina arena rojiza arrebatada por un torbellino, pero cuando unos 4 litros de la lluvia de Blankenberge fueron reducidos mediante evaporación a poco más de un decilitro, no se encontró arena. Nuevos análisis de la lluvia revelaron la presencia de un cloruro de cobalto, pero en el informe no se daba la menor explicación de cómo pudo ocurrir esto. (Annals of Philosophy, 16:226, septiembre de 1820) En octubre de 1820 cayeron chaparrones de una sustancia sedosa en torno a Pernambuco (Brasil), en una zona que se extendía 145 kilómetros hacia el interior y casi otros tantos mar adentro, donde un barco francés quedó adornado con ella. (Carta de M. Laine, cónsul francés en Pernambuco, al Annual Register, 63:681, 1821)

Loch Melfort es un brazo de mar y uno de los pocos lugares de esta parte de Escocia donde pueden capturarse los arenques con mosca, lo que indica que con frecuencia nadan cerca de la superficie. (The Edinburgh New Philosophical Journal, 1:186, abril-octubre de 1826) En 1828 se informó que una lluvia había dejado varios distritos de Persia cubiertos de una capa de 17 a 20 centímetros de grueso, de una materia que el ganado devoraba con entusiasmo. (Nature, 43:225, 15 de enero de 1891)

En 1828, al cabo de 10 ó 12 días de lluvia, en una zanja a medio abrir en un terreno propiedad de Joseph Muse, de Cambridge (Maryland, E.U.A.), aparecieron cientos de ejemplares de 10 a 17 centímetros de largo de dos variedades de perca. Antes de que empezara a llover, no había habido agua en la zanja, ni ésta se comunicaba con el río más cercano (situado a más de kilómetro y medio de allí), cuyo nivel era, en cualquier caso, inferior en 3 metros al de la zanja. ( The American Journal of Science and Arts, 1:16:41-42, julio de 1829) DE 1830 A 1850

Grandes peces cayeron del cielo en Faridpur (India) el 19 de febrero de 1830. Los siguientes relatos de testigos oculares forman parte de las nueve declaraciones, hechas originalmente en bengalí, que fueron traducidas al inglés y publicadas en el número de diciembre de 1833 de The Journal of the Asiatic Society of

Bengal:

Un día de julio de 1827, varios campesinos de Denbighshire (Gales) observaron media tonelada de heno que viajaba por los aires. Al paso del heno cayeron revoloteando algunos manojos. (Illustrated London News, 24 de julio de 1827)

Una lluvia de arenques cayó en 1821 sobre una colina que dominaba la casa Melfort, en el distrito de Lorn de Argyllshire (Escocia). Los peces eran grandes y de buena calidad, y los inquilinos de la casa enviaron algunos al propietario de ésta, en Edimburgo. El tiempo era "extremadamente tempestuoso". El viento dominante en esa zona sopla de Loch Melfort, hacia donde da la ladera de la colina en cuestión.

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Estaba trabajando en un prado cuando vi, a las doce, que el cielo se nublaba, y empezó a llover ligeramente. Después cayó al suelo un gran pez después de golpearme la espalda con su cabeza. Sorprendido, miré a mi alrededor, y vi cómo un buen número de peces iguales caían del cielo. Eran [aquí enumera cinco especies locales]. Recogí diez u once de esos peces, y vi a otras muchas personas recogerlos en abundancia. [Declaración de Shekh Claudhari Ahmedj El viernes a las 12 de la tarde, en el mes de Phalgun... cuando estaba yo trabajando en un campo, vi cómo el cielo se nublaba, empezó a llover un poco y cayó del cielo un gran pez. El verlo me confundió, y me apresuré a entrar en mi pequeña choza, que estaba al lado; pero volví a salir tan pronto como cesó la lluvia, y encontré todas las partes de mi cabaña sembradas de pescado. Había boduli, mirgal y nouchi, en total unos 25. (Declaración de Shekh Suduruddlnl

En marzo de 1832 cayó en los campos cercanos a Volokolamsk (Rusia) una sustancia amarilla. Al principio los aldeanos pensaron que se trataba de nieve teñida, pero pronto descubrieron que era una materia muy parecida al algodón. Pusieron alguna al fuego y


Explicaciones inexplicables Además de las explicaciones más o menos científicas de las lluvias insólitas, otras recurren a mecanismos aún más misteriosos que el fenómeno que tratan de explicar. Tales explicaciones se dividen en extraterrestres, sobrenaturales y de la curvatura del tiempo. En la hipótesis extraterrestre se supone que naves del espacio exterior, por razones no especificadas pero quizá científicas o culinarias, reúnen muestras de materiales terrestres y después los desechan todos, o al menos la mayoría. O bien —también por razones no reveladas pero quizá relacionadas con la horticultura o la zoocultura, o tal vez simplemente en un acceso de generosidad interplanetaria—, desde otro planeta semejante son enviados materiales a la Tierra y volcados sobre nosotros en la alta atmósfera. En la teoría sobrenatural, dioses, demonios, espíritus, poltergeist y otras entidades innominadas son los responsables de esas lluvias, o al menos de parte de ellas. Los defensores de esta tesis ponen como ejemplos de una especie de benevolencia sobrenatural los casos en que estanques secos o zanjas recién abiertas han aparecido llenos de peces después de un chaparrón —como si se tratara de satisfacer misteriosamente alguna acuciante necesidad de pescado—, mientras que las prolongadas lluvias de piedras procedentes de cielos despejados serían casos de maldad extraterrena. En la teoría de la curvatura del tiempo se piensa que mundos de otra dimensión, pero de constitución paralela, se cruzan ocasionalmente con el nuestro, y que cuando lo hacen, ante nuestros ojos caen corrientes de peces, campos de hielo, acumulaciones de piedras y montones de materia gelatinosa. Lo bueno de estas teorías es que explican todas las contingencias, por extrañas que sean. Su falla está en que lo hacen invocando fuerzas no comprobables y circunstancias aún más fantásticas. Con eso no queremos decir que no pueda haber algo de verdad en esas teorías, sino simplemente que si lo hay será una verdad de la especie más remota. Por otro lado, si esos objetos se materializan realmente en nuestro mundo procedentes de otros, quizá éstos sufran las correspondientes desapariciones. Tal vez tengan lugar lluvias inversas, en las que los objetos son inexplicablemente absorbidos por el aire. Por supuesto, no hay pruebas de ello, pero si tales acontecimientos ocurriesen en nuestro mundo, podríamos sentirnos más seguros al teorizar atribuyéndolos a otros. Por eso incluimos aquí las siguientes noticias de lluvias inversas. El Times de Londres del 5 de julio de 1842 tomaba lo siguiente del Fife Herald escocés:

El miércoles por la mañana [29 de junio] fue observado un fenómeno del carácter más raro y extraordinario en las inmediaciones de Cupar [Escocia]. Hacia las doce y media, con el cielo despejado y el aire en perfecta calma, una muchacha ocupada en lavar ropa en una tina en el campo comunal, oyó sobre su cabeza un estampido fuerte y seco, seguido de una ráfaga de viento de extraordinaria violencia, y que sólo duró unos instantes. Al mirar a su alrededor, observó que todos los manteles, sábanas, etc. estaban en el suelo formando una franja de cierta anchura sobre el verde a varios cientos de metros de distancia; pero otra parte de las prendas, cortinas y cosas más pequeñas, eran llevadas hacia arriba a una altura inmensa, de modo que ya casi se perdían de vista, y gradualmente desaparecieron por completo en dirección sureste y no se ha vuelto a saber de ellas. En el momento de la detonación que precedió al viento, se vio el ganado del prado vecino correr asustado de un lado para otro, y durante algún tiempo después continuó amontonándose con visible terror. La violencia del viento era tal que una mujer que en ese momento sostenía una sábana fue incapaz de retenerla por miedo a verse arrastrada con ella. Es notable que, mientras incluso las prendas más pesadas eran llevadas lejos corriendo por el verde, como si dijésemos, y los lazos que sujetaban varias sábanas se rompieron, las prendas ligeras que había sueltas a ambos lados del holt [colina poblada de árboles] no se movieron de su sitio. El número del 10 de julio de 1880 del Scientific American trae esta noticia, tomada del Plain Dealer de East Kent (Ontario): Los señores David Muckle y W.R. McKay... estaban en un campo de la granja del primero cuando oyeron un súbito estruendo, como de un cañón. Se volvieron justo a tiempo para ver una nube de piedras volar hacia lo alto desde un lugar del campo. Tremendamente sorprendidos, examinaron el lugar, que era circular y de unos 45 metros de diámetro, pero no había indicios de erupción ni nada que indicase la caída allí de un cuerpo pesado. El terreno estaba simplemente barrido. Están seguros de que la causa no fue un meteorito, ni una erupción de la tierra, ni un torbellino.

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vieron que ardía con una llama azul. Al ponerla a remojo en agua, se volvió resinosa, y cuando la pusieron al fuego, hirvió y burbujeó, pero no llegó a arder. Al parecer la resina era de color ambarino, con una textura parecida a la del hule y un olor "como de aceite preparado mezclado con cera". La lluvia cubrió una zona de unos 60 metros cuadrados hasta una altura de unos cinco centímetros. (Annual Register, 74:447-48, 1832) M. Heard presenció en junio de 1833, en

,Jouy-ensa cerca de Versalles (Francia), una lluvia de sapos que duró diez minutos. Rebotaban en su paraguas, saltaban sobre el pavimento y eran tan numerosos como las gotas de lluvia. Los vio esparcidos por unos 400 metros. (Monthly Weather Review, 45:217-24, mayo de 1917) Los vecinos de Rahway (Nueva Jersey, E.U.A.) en-

contraron, el 13 de noviembre de 1833, "pedazos de jalea" en el sitio donde habían visto caer "lluvia ardiente". Y una mujer que ordeñaba una vaca en West Point (Nueva York) ese mismo día vio aterrizar junto a ella "algo que hizo plaf". Era una masa redonda y aplastada del tamaño de una taza y perfectamente transparente. Esto ocurría al amanecer. A las 10 salió para enseñar a algunas personas la jalea, pero había desaparecido. En su lugar un chico encontró algunas partículas blancas del tamaño de la cabeza de un alfiler, pero se convirtieron en polvo y desaparecieron cuando trató de agarrarlas. (Carta de Alexander C. Twining al profesor Denison olmsted , del Yale College) La noticia de estos incidentes se comunicó en relación con una lluvia de estrellas que tuvo lugar sobre

EXTRAÑOS OBJETOS DE LO ALTO 81 Antes ele 1700

1700-1550 1850-1900 Después de 1900

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el este de los Estados Unidos el 13 de noviembre. (The American Journal of Science and Arts, 1:363-411, enero de 1934)

Unos granizos muy especiales cayeron en Padua (Ita-

lia) el 26 de agosto de 1834. Tenían hasta 2.5 centímetros de grueso y forma laminar. En algunos, a través de una de sus superficies podían verse otras láminas, rectilíneas o curvas, transparentes u opacas, mientras que de la superficie opuesta, en ángulos de unos 45 grados, salían cristales de cuatro facetas y unos cuatro centímetros de largo, con sus bases entrelazadas y coronadas por una pirámide tetraédrica. Otras láminas de hielo eran convexas por ambas caras, de figura irregular y con cristales tetraédricos rudimentarios; otras más, en fin, eran circulares o elípticas y estaban formadas por capas concéntricas de hielo alternativamente transparente y opaco. En su centro había un núcleo blanco opaco. El diámetro de las láminas de este grupo menos regular variaba de 4 a 10 centímetros. Por último, se encontraron trozos de hielo transparente más gruesos en los bordes que en el centro. Los bordes eran a rayas, de 3 a 5 capas de hielo opaco y transparente. En el centro tenían círculos blanquecinos en torno a un núcleo claro que, al fundirse antes que el resto, los dejaba convertidos en anillos de hielo. El diámetro de esos insólitos trozos de hielo era de 4 a 8 centímetros. (The Edinburgh New Philosophical Journal, 19:83-88, abril-octubre de 1835) En Marsala, en la costa occidental de Sicilia, en medio de un cielo despejado apareció una pequeña nube oscura que fue aumentando de tamaño y acabó por soltar sobre la ciudad un chaparrón de piedras, algu-

Objetivo: La Tierra Durante miles de años han caído del cielo multitud de extraños objetos: cabello de ángel en Brasil, huevos negros en Haití, piedras en Sicilia, caramelo en California. Las noticias de lluvias insólitas son incontables. A la izquierda puede verse la localización aproximada en diversas partes del mundo de muchos de esos fenómenos, observados a lo largo de los siglos y descritos en estas páginas.


nas de las cuales dañaron tejas y tejados. (Miles Weekly Register, 48:397, 8 de agosto de 1835) La aparición de una pequeña nube oscura, a menudo roja, amarilla o negra, en un cielo claro ha sido señalada a menudo como preludio de un diluvio de materiales extraños.

trozos de carne, al parecer de res, sobre los soldados que hacían la instrucción. Varias muestras, "desde el tamaño de un huevo de paloma hasta el de una naranja", fueron entregados al médico militar, quien dijo que algunos trozos estaban ligeramente echados a perder. (San Francisco Herald, 24 de julio de 1851)

Durante una tormenta torrencial en julio de 1841, centenares de peces y ranas pequeños cayeron mezclados con hielo y lluvia sobre la ciudad de Derby (Inglaterra). Los peces, algunos de ellos picones, tenían de dos a cinco centímetros de largo. Las ranas eran del tamaño de frijoles grandes, y muchas de ellas sobrevivieron a la caída sobre el duro pavimento. Algunas fueron conservadas vivas y "parecían estar a gusto en un vaso con agua y hojas". ( The Athenaeurn, 17 de julio de 1841, pág. 542)

El 17 de julio de 1857, un granjero de Ottawa (Illinois) oyó un ruido sibilante y al mirar arriba vio caer una lluvia de cenizas. Aterrizaron en forma de V a unos 15 metros de él, haciendo que el suelo humeara. Las cenizas mayores quedaron casi totalmente enterradas y las más pequeñas semienterradas. El señor Bradley vio una pequeña nube oscura y densa "cerniéndose sobre el jardín". El tiempo había estado lluvioso, pero sin truenos ni relámpagos. (The American Journal of Science and Arts, 2:449, noviembre de 1857)

Un polvo gris oliváceo cayó sobre Shanghai (China) el 16 de marzo de 1846. Examinado al microscopio, al principio parecía estar compuesto de dos clases de pelo. Un instrumento más potente permitió apreciar que la sustancia se componía de una especie de algas. Sin embargo, aI arder, las fibras despedían "el olor y el humo amoniacal característicos de pelo o plumas quemados". Según la noticia, esa lluvia afectó a una zona de más de 9 000 kilómetros cuadrados. ( The Journal of the Asiatic Society of Bengal, febrero de 1847, págs. 193-99)

Una lluvia de caramelo cayó sobre algunas zonas de Lake County (California) en las noches del 2 y el 11 de septiembre de 1857. "Se dice que esas dos noches cayó un chaparrón de caramelo o azúcar. Los cristales medían de 3 a 6 milímetros de largo y eran del tamaño de una pluma de ganso. Algunas vecinas hicieron jarabe con ellos." (Lyman L. Palmer, History of Napa and Lake Counties, California, pág. 71)

Muchos trozos del tamaño de nueces de una materia resinosa, gris e inodora, cayeron sobre Vilna (Lituania) durante una tempestad de lluvia el 4 de abril de 1846. Al ser quemada, esa materia desprendía un olor dulzón y penetrante; sumergida 24 horas en agua, se hinchaba y se hacía gelatinosa. ( Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de l'Académie des Sciences, 23:542) El 11 de noviembre de ese mismo año cayó en Loweville (Nueva York) un objeto luminoso como de 1.20 metros de diámetro que se convirtió en un montón de jalea maloliente, o la dejó como residuo. (Scientific American, 2:79, 28 de noviembre de 1846) Inmediatamente después del estruendo de un gran trueno en 1849, cayó sobre la granja de Balvullich, cerca de Ord, en la isla de Skye (Escocia), un bloque de hielo de 6 metros de circunferencia y "un grosor proporcional". El hielo era casi completamente transparente y estaba compuesto de cristales cuadrados y romboidales de 2.5 a 7.5 centímetros de largo. No hubo acompañamiento de granizo o nieve. ( The Edinburgh New Philosophical Journal, 47:371, 1849) DE 1850 A 1870

En el puesto militar de Benicia, cerca de San Francisco (E.U.A.), el 20 de julio de 1851 cayeron sangre y

John Lewis, un aserrador de Mountain Ash, en Glamorganshire (Gales), hizo el siguiente relato tras una lluvia de peces que cayó sobre su pueblo en 1859: El miércoles 9 de febrero, estaba yo sacando un trozo de madera, con el propóslto de prepararla para la sierra, cuando me sobresaltó algo que me caía encima, por el cuello, la cabeza y la espalda. Al llevarme la mano al cuello me sorprendió encontrar que eran pequeños peces. Para entonces vi ya todo el campo cubierto de ellos. Me quité el sombrero, que tenía el ala llena, Saltaban por todas partes. Cubrieron el campo en una larga franja de unos setenta metros por diez, según medimos más tarde. Ese tejado (señalando el de un taller muy grande) estaba cubierto de ellos, y las artesas (desagües) completamente llenas. Mi compañero y yo pudimos haberlos juntado por montones, sin más que agacharnos. Recogimos muchos, como una cubeta llena, y los echamos en la charca, donde algunos siguen. Hubo dos chaparrones, con un intervalo de unos 10 minutos, y cada uno de ellos duró cosa de dos minutos. Eran las once de la mañana. Precisamente pasaba entonces el tren de Aberdare. El viento no era muy fuerte, pero sí muy húmedo, como el que hay hoy, y venía de esa dirección (señalando hacia el suroeste). Cayeron "formando cuerpo" con la lluvia.

El pez más grande, de I2.5 centímetros de largo, murió poco después de haberlo encontrado. Unos 18 ó 20 ejemplares vivos, los mayores de 10 centímetros, fueron enviados a cierto profesor Owen para su examen, pero no constan sus observaciones. (Annual Register, 101:14-15, 1859)

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Durante las lluvias que siguieron a un terremoto en 1861, cayeron peces sóbre lós habitantes de Singapur,

que se apresuraron a llenar sus cestos. Al secarse los charcos, aparecierón numerosos peces muertos.

En la revista The Zoologist, W. Winter hacía el si-

ciales los días 20, 21 y 22. Francis de Castelnau, un eminente viajero y naturalista que estaba viviendo allí, hizo el siguiente relato:

guiente relato de una lluvia de sapos en Norfolk (Inglaterra), en julio de 1860: Estaba yo cazando insectos a orillas del río Waveney, hacia las nueve y cuarto de la noche del viernes, cuando sobrevino una tormenta. Corrí a refugiarme en los edificios de Aldeby Hall. La lluvia caía a torrentes. Cuando estaba a punto de salir de la zona pantanosa, observé algunos pequeños sapos sobre mis brazos, y varios cayeron en mi red; en el suelo, el campo y los senderos los había a millares. Estoy completamente seguro de que no había ninguno de esos sapos en mi red cuando empecé a caminar. Creo que cayeron de las nubes con la lluvia. ¿Pueden ilustrarme acerca del tema? Otras dos personas me han dicho que les ocurrió lo mismo a alguna distancia del lugar donde yo me encontraba. [ The Zoologist, 18:7146, 1860]

Durante una fuerte tormenta, en Wolverhampton (In-

glaterra) cayó tal cantidad de piedras negras angulosas, que tuvieron que ser retiradas con palas. (La Science Pour Tous, 5:264, 19 de julio de 1860) El 16 de febrero de 1861 Singapur sufrió un terremoto, seguido de grandes lluvias que se hicieron torren-

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A las diez de la mañana salió el sol, y desde mi ventana vi a gran número de malayos y chinos llenar cestos con peces que recogían de los charcos de agua de lluvia que cubrían el suelo. Al preguntarles de dónde procedían los peces, dijeron que habían caldo del cielo. Tres días después, cuando ya se habían secado los charcos, encontramos muchos peces muertos. Al examinar los animales, los reconocí como Clarias Batrachi... una especie de bagre que abunda en el agua dulce de Singapur y la península malaya, Siam, Sumatra, Borneo, etc. Tenían de 25 a 30 centímetros de largo, y eran, por tanto, animales adultos. Estos silúridos, lo mismo que Ophicephaius, etc., pueden vivir largo tiempo fuera del agua y desplazarse alguna distancia en tierra, y al momento pensé que procedían de algún pequeño río cercano que se había desbordado; pero el patio de la casa en que vivo está rodeado de un muro que les hubiese impedido entrar de esa manera. Un viejo malayo me dijo después que en su juventud había vista un fenómeno semejante. [Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de l'Académie des Sciences, 52:880-81. 18611


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Torbellinos y trombas marinas La clásica explicación de la gran mayoría de las lluvias insólitas es que todo lo que cae fue antes absorbido por un torbellino o una tromba marina. Además de ser la explicación más lógica, la tesis del torbellino se basa en algunas pruebas de peso, fruto de la observación. Por la atmósfera circulan constantemente una gran variedad de pequeños organismos y restos vegetales y animales. En muestras de aire recogidas con aspiradores especialmente diseñados se han encontrado esporas de hongos, musgos, líquenes y algas, huevos de insectos, bacterias, escamas de alas, pelos y trozos de plumas. Aunque para levantar del suelo esas pequeñas partículas no haga falta mucha energía, los grandes torbellinos, tornados y trombas marinas generan corrientes ascendentes de una fuerza enorme. En el embudo de un tornado los vientos pueden girar a velocidades de 270 a 480 kilómetros por hora y producir una presión de más de 135 kilos por cada 10 centímetros cuadrados sobre todo cuanto encuentren en su camino. Semejante fuerza es más que adecuada para algunas de las más impresionantes estadísticas sobre tornados. Por ejemplo, el 22 de abril de 1883, en Beauregard (Mississippi), un tornado se llevó volando a 275 metros el tornillo de 300 kilos de una prensa de algodón. En Walterborough (Carolina de Sur), una viga de madera de 270 kilos fue arrastrada 400 metros por el tornado del 16 de abril de 1875, y un gallinero de 35 kilos, más de 6 kilómetros. Y en el tornado del 4 de junio de 1877, en Mount Carmel (Illinois), la aguja de una iglesia fue llevada por los aires 25 kilómetros. La acción de las trombas marinas ha sido observada con menos frecuencia que la de los torbellinos, pero también han hecho cosas extraordinarias. Por ejemplo, en Christiansten (Noruega), el puerto fue una vez casi vaciado de ese modo, y, en menor escala, se sabe de estanques que quedaron secos. Durante una tormenta en el lago Bassenthwaite (Inglaterra) se vio cómo los peces eran lanzados a tierra. En la medida en que la energía generada por los torbellinos basta para levantar hasta el cielo lo que se ha visto caer de él, la explicación parece acertada, e indudablemente da cuenta de algunas lluvias insólitas. Sin embargo, esta teoría suscita preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿cómo se las arreglan torbellinos y trombas para ser tan selectivos? Las cosas que caen del cielo suelen estar perfectamente clasificadas: en un determinado chaparrón caen sólo peces, o sólo ranas, o sólo piedras, y además sólo peces de cierta especie o ranas de cierta edad. Pero torbellinos y trombas barren cuanto encuentran a su paso. ¿Por qué entonces no hay lluvias de seres y despojos surtidos, por ejem-

Con una velocidad de casi 480 kilómetros por hora, la corriente ascendente del embudo de un tornado crea una poderosa succión capaz de levantar y llevarse casi todo lo que encuentre en su camino.

plo barro y algas junto con los peces? Si damos por supuesto algún mecanismo de selección aéreo —por ejemplo, de acuerdo con el peso y la aerodinámica de los objetos—, sería de esperar que cayesen chaparrones variados —peces aquí, barro allí, algas más allá— en la misma zona y más o menos al mismo tiempo; pero esto no sucede. ¿Cómo, entonces, sobreviven los peces y otras criaturas a los rigores del transporte por un torbellino? La teoría de los torbellinos y las trombas exige creer, primero, que los peces, que a menudo caen vivos a considerable distancia de su aparente punto de origen, pueden sobrevivir por un periodo indefinidamente largo en la saturada atmósfera de una nube de lluvia. Segundo, que fuerzas lo bastante poderosas para sacar peces, ranas, sapos, anguilas y serpientes de su hábitat normal y lanzarlos al cielo no bastan para inferirles daños físicos, y que los repentinos cambios de temperatura y presión son igualmente inofensivos. Aunque tales teorías pueden apelar al sentido común, carecen de pruebas firmes que las apoyen. Queda por último la pregunta de cómo pueden los torbellinos cernerse sobre un lugar o regresar a él. Dado que la característica más permanente del viento es el movimiento, y el mover cuanto viaja en él, la teoría del torbellino no explica los numerosos casos en que las mismas cosas caen repetidamente en el mismo sitio, como si procediesen de algún lugar fijo del cielo.

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La noche del 9 de mayo de 1867 varios policías de Dublín (Irlanda) buscaron refugio contra una rociada de nueces o bayas que cayeron del cielo "en gran cantidad y con gran fuerza" durante un "tremendo chaparrón". Las "bayas" tenían la "forma de una naranja muy pequeña, como de un centímetro de diámetro, de color negro y, al cortarlas, parecían hechas de alguna madera dura de color café oscuro. Tienen también un ligero olor aromático". Según un observador, los objetos eran "simplemente avellanas, conservadas en una ciénaga durante siglos". Pero no explicaba cómo habían llegado a caer del cielo. (Symons's Monthly Meteorological Magazine, 2:59, junio de 1867) La noche del 18 de octubre de 1867, en Thames Ditton (Surrey, Inglaterra), pareció llover fuego del cielo durante aproximadamente 10 minutos. Por la mañana "los aljibes y charcos de la parte alta del pueblo estaban cubiertos de una espesa capa de azufre". (Symons's Monthly Meteorological Magazine, 2:130, diciembre de 1867) Carne y sangre cayeron durante tres minutos y cubrieron unas 80 áreas de la granja perteneciente a J. Hudson, cerca de Los Nietos (California), el 1° de agosto de 1869. Era un día despejado y sin viento, y la carne cayó tanto en finas partículas como en tiras de 2.5 a 15 centímetros de largo. Cayeron con ella pelos cortos y finos. En el artículo que sobre este fenómeno publicó el San Francisco Evening Bulletin el 9 de agosto de 1869 también se decía que en el condado de Santa Clara había caído carne y sangre hacía aproximadamente dos meses. DE 1870 A 1880 Una sustancia amarillenta cayó sobre Génova (Italia) la mañana del 14 de febrero de 1870. Fue analizada por M.G. Boccardo y el profesor Castellani, del Instituto Técnico de Génova, quienes la hallaron compuesta por 66% de arena (sobre todo del tipo sílice, y con algo de arcilla), 15°7o de óxido de hierro (herrumbre), 9°7o de carbonato de cal, 7°7o de materia orgánica y el resto agua. La materia orgánica contenía partículas semejantes a esporas, granos de almidón, fragmentos de diatomeas (algas cuyas paredes celulares contienen sílice) y unos glóbulos color azul cobalto no identificados. (The Journal of the Franklin Institute, 3:11-12, julio de 1870) Un diluvio de salamandras de entre cinco y veinte centímetros de largo cayó sobre Sacramento (California) en agosto de 1870. Cubrieron el tejado del edificio de la ópera e inundaron las calles. Cientos de ellas sobrevivieron durante varios días en el agua de lluvia que inundó un sótano en construcción perteneciente a cierto juez Spicer. (The Sacramentó Reporter, 6 de agosto de 1870)

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Varias criaturas no identificadas, aparentemente en estado larval (estaban encerradas en una sustancia gelatinosa), cayeron en 1871 sobre Bath (Inglaterra) durante una violenta tormenta de lluvia y granizo. Tenían unos 4 centímetros de largo y fueron descritas, tras ser examinadas "bajo un poderoso lente", como "animales de cuerpo rechoncho, en el que es perfectamente visible el movimiento de las vísceras, con cabeza como de cigarra provista de largas antenas, y aletas pectorales y caudales a modo de patas". Unos cuantos ejemplares de estos animales se conservaron en la taberna Derby and Midland, "donde hombres científicos, al inspeccionarlos, dicen que se trata de insectos marinos, probablemente llevados a las nubes por una tromba marina en el canal de Bristol". (Symóns's Mónthly Meteorological Magazine, 6:59, mayo de 1871) El viernes 3 de marzo de 1876 cayeron varios trozos de carne sobre la zona de 90 metros de largo por 45 de ancho cercana a la casa de la familia de Allen Crouch, no lejos de las Olimpian Springs, en el sur del condado de Bath (Kentucky). En ese momento el cielo estaba despejado. Los trozos de carne tenían de 5 a 50 centímetros cuadrados y su aspecto era de carne de res fresca. Sin embargo, según la opinión de "dos caballeros" que la probaron, la sustancia era cordero o venado. (Scientific American, 34:197, 25 de marzo de 1876) Pero en julio, según un tal Leopold Brandeis que `TtN escribía en el Sanitarian, la lluvia de carne de Kentucky quedó explicada: la sustancia caída no era otra cosa que Nostoc, "una forma inferior de existencia vegetal" (aunque cómo había caído tal cosa de un cielo claro seguía siendo un misterio). Por desgracia para los melindrosos, esta descripción menos alarmante no prevaleció largo tiempo. El doctor A. Mead Edwards, presidente de la Newark Scientific Association, acudió al señor Brandeis para ver si él podía obtener una muestra de aquella materia. Brandeis le dio amablemente la que él tenía, diciéndole que la había conseguido de un médico de Brooklyn, a quien a su vez se la había dado un tal profesor Chandler. Pero después apareció en el Medical Record una carta del doctor Allan McLane Hamilton en la que decía que él y el doctor J.W.S. Arnold habían examinado al microscopio el material de la lluvia de carne de Kentucky proporcionado por el profesor Chandler. Añadía que habían identificado la sustancia como tejido pulmonar de un niño o de un caballo ("la estructura del órgano es muy semejante en ambos casos"). Tras leer esta carta, el doctor Edwards visitó al doctor Hamilton y fue de nuevo recompensado con la muestra en cuestión, esta vez con la información de que habían enviado dos muestras de Kentucky al director del Agriculturist, quien se las dio al profesor Chandler. Éste había dado una al profesor Hamilton y otra al médico de Brooklyn que se la había dado a Brandeis.


El doctor Edwards tenía ahora en su poder ambas muestras. Confirmó la identificación del doctor Hamilton y a su vez identificó la muestra dada a Brandeis como también de tejido pulmonar, aunque peor conservado. Poco después mostraron al doctor Edwards una preparación microscópica de una tercera muestra de la carne de Kentucky, que le había dado al profesor J. Phin, del American Journal of Microscopy, un tal Walmsley, de Filadelfia, quien a su vez la había recibido de Kentucky. Se trataba "indudablemente de fibra muscular contraída". Posteriormente, el profesor Phin enseñó al doctor Edwards una cuarta muestra, que le había sido enviada de Lexington (Kentucky) por un tal A.T. Parker, que le envió tres muestras más: dos en su estado natural y una tercera preparada para el microscopio. Dos de ellas resultaron ser cartílagos, y la otra tejido muscular con "lo que parece ser tejido conjuntivo denso". Resulta, pues, que de las siete muestras examinadas, dos eran de tejido pulmonar, tres de tejido muscular y otras dos de cartílago. Como epílogo a la historia, el doctor Edwards transmitía una teoría del suceso que le había sido facilitada por el señor Parker: según la gente del lugar, la carne era probablemente vomitada por los buitres, "los que tienen por costumbre, cuando ven vomitar a uno de sus congéneres, apresurarse a imitarlo". No se dice nada de cuántos buitres serían necesarios para cubrir cuatro mil metros cuadrados con carne vomitada, o a qué altura deberían volar para ser invisibles. (Scientific American Supplement, 2:437, 22 de julio de 1876) Una lluvia de serpientes vivas cayó sobre la zona sur

de Memphis (Tennessee) en 1877. Medían de 30 a 45 centímetros de largo y se supuso que habían sido lanzadas al aire por un huracán, pero dónde podía haber serpientes "en tal abundancia" —pues cayeron a millares— "es todavía un misterio". (Scientific American, 36:86, 10 de febrero de 1877) Más de una hectárea de terreno quedó cubierta por

un diluvio de pececillos que cayeron de un cielo despejado en Chico (California) en 1878 ; la información la proporcionó el New York Times del 2 de septiembre de ese año. Una gran tormenta de granizo, acompañada de truenos y relámpagos, pasó sobre las colinas de Lomond, cerca de Falkland (Escocia), la noche del sábado 30 de agosto de 1879. El domingo "las colinas aparecieron en varios lugares cubiertas de algas, o de una sustancia que se les parecía mucho, que también fue vista colgando de los árboles y arbustos del distrito. En algunos lugares las algas formaban una capa bastante espesa, de modo que podían recogerse en cantidad de la hierba". Las colinas de Lomond están a unos 16 kilómetros del golfo de Forth. (Symons's Monthly Meteorological Magazine, 14:136, septiembre de 1879)

DE 1880 A 1890 Una tormenta de un "rigor desacostumbrado" des-

cargó sobre la ciudad de Worcester (Inglaterra) el 28 de mayo de 1881. Durante la primera parte de ella, los granizos deshojaron árboles y enredaderas, y dañaron huertos y frutales. A continuación, una lluvia extraordinariamente copiosa inundó un paso subterráneo de la estación del ferrocarril de Henwich hasta alcanzar una altura de 1.20 metros. Un tal John Greenall, que se había refugiado de la tormenta en un invernadero del suburbio de St. John, se asombró al ver que con la lluvia caían grandes cantidades de caracoles marinos, con tal fuerza que algunos se enterraban en el suelo y otros rebotaban en él. Numerosos vecinos acudieron a recogerlos, y hubo quien consiguió hasta medio barril de ellos. Cuando oscureció, continuaron recogiendo a la luz de los faroles. Dentro de una gran concha apareció un cangrejo ermitaño vivo. En otra parte de la ciudad, "un par de guijarros, de los que se encuentran a la orilla del mar, atravesaron una claraboya de la casa del señor Latty, en High Street". Worcester está a más de cien kilómetros del mar. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 15) En Milwaukee, Green Bay y otras ciudades de Wisconsin (E.U.A.) cayeron a finales de octubre de 1881

telas de araña fuertes y blancas. Su tamaño iba desde simples motas a hebras de 18 metros de largo. Parecían proceder del lago Michigan, a veces eran tan espesas como para estorbar la visión y se extendían cielo arriba hasta donde alcanzaba la vista. "Curiosamente, en ninguna de las noticias... se habla de la presencia de arañas en esta lluvia general de sus telas." (Scientific American, 45:337, 26 de noviembre de 1881) Un grupo de trabajadores del ferrocarril fueron sor-

prendidos por una granizada en las afueras de Salina (Kansas) a principios de agosto de 1882. Se apresuraron a volver a Salina, mientras los granizos iban haciéndose mayores y más numerosos a medida que se acercaban a la ciudad, hasta que llegaron a un sitio donde formaban una capa tan espesa como una nevada invernal. Allí encontraron un bloque de hielo que pesaría unos treinta y cinco kilos, y que llevaron consigo a la ciudad. Por la noche, cuando ya se había fun-

dido en parte, el trozo de hielo medía 73 por 40 por 5 centímetros. (Scientific American, 47:119, 19 de agosto de 1882) El 16 de octubre de 1883 apareció una densa nube so-

bre Montussan, en el distrito francés de la Gironde. De ella cayó una sustancia blanca y lanosa en trozos del tamaño de un puño, lo que llevó a algunos observadores a suponer que la nube entera estaba compuesta de esa materia. Se enviaron muestras al director de una

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revista científica, La Nature, pero fue incapaz de identificarla, y sólo dijo que era algo que se carbonizaba al arder. Cuando ocurrió el fenómeno estaba lloviendo. (La Natura, 1:342, 27 de octubre de 1883) Un chaparrón de piedras calientes cayó junto a las ofi-

cinas del News and Courier, de Charleston (Carolina del Sur), a las 2:30 de la madrugada del 4 de septiembre de 1886. El fenómeno se repitió a las 7:30 y nuevamente a la 1:30 de la tarde. Por lo que podía verse, las piedras parecían caer de algún lugar situado sobre las oficinas del periódico, en una pequeña zona. Caían con gran fuerza, y algunas se rompieron sobre el pavimento. Fueron descritas como guijarros de pedernal pulimentados, el más pequeño del tamaño de una uva y el mayor del de un huevo de gallina. Se recogió aproximadamente la cuarta parte. (News and Courier de Charleston, 6 de septiembre de 1886) El mismo periódico había informado previamente que Charleston se había visto afectado por un fuerte terremoto el 31 de agosto. Durante diez o doce días despejados y soleados cayó un diluvio casi incesante sobre una pequeña zona del

condado de Chesterfield, en Carolina del Sur. (Sun de Nueva York, 24 de octubre de 1886) DE 1890 A 1900 Una sustancia comestible compuesta por pequeñas es-

feritas amarillentas, blancas por dentro, cayó sobre una zona de unos 8 kilómetros cuadrados en las inmediaciones de Mardin y Diyarbakir (Turquía) en agosto de 1890. Los habitantes de la zona hicieron con ella pan, al parecer de buen sabor y fácil digestión. Los botánicos dijeron que la sustancia era un liquen, quizá Lecanora esculenta. (Nature, 43:255, 15 de enero de 1891) En un día de chaparrones y sol alternados, a finales

de octubre de 1890, tuvo lugar un curioso suceso en Dalgonar Farm, de la parroquia de Penpoint, en Dumfriesshire (Escocia). El señor Wright paseaba por unas colinas cuando me sorprendió una extraña aparición en la atmósfera; al principio los tomé por una bandada de pájaros, pero al verlos caer a tierra mi curiosidad se avivó. Fijé la vista en uno de los mayores y, tras correr unos noventa metros colina arriba hasta ponerme debajo, esperaba su llegada cuando descubrí que era una hoja de roble. Al

mirar arriba vi que el aire estaba lleno de ellas, y su descenso casi vertical, balancéandose y reluciendo al sol, constituía un espectáculo tan hermoso como raro... Al examinar las colinas después de que cayeron las hojas, se vio que éstas cubrían una zona de aproximadamente kllómetro y medio de ancho por unos tres de largo. Las hojas eran sin duda de roble, pero no hay robles a menos de 13 kilómetros

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de allí. El viejo pastor, que lleva en la granja desde 1826, nunca había visto nada parecido. [Nature, 42:637, 30 de octubre de 1890] Durante el invierno de 1891, los habitantes del distri-

to de Valley Bend, en el condado de Randolph (Virginia Occidental), encontraron en varias ocasiones la nieve cubierta de gusanos. Dado que esa nieve tenía 60 centímetros de espesor y una costra helada, se pensó con mucha lógica que sólo podían haber caído del cielo junto con la nieve. Se informó que parecían "orugas nocturnas comunes y corrientes", y eran tan abundantes que "había días en que era difícil encontrar un palmo cuadrado de nieve sin una docena de esos gusanos encima". (Scientific American, 64: 116, 21 de febrero de 1891) La mañana del 30 de jnnio de 1892 cayeron ranas blan-

cas sobre Mosely, un suburbio de Birmingham (Inglaterra), durante una fuerte tormenta. (Symons's Monthly Meteorological Magazine, 32:107, agosto de 1897) Una pequeña nube amarilla cruzó rápidamente sobre

Paderborn (Alemania) durante una tormenta. Cuando descargó, cayó sobre la ciudad una ruidosa lluvia de mejillones de estanque (Anodonta anatina) vivos. (Nature, 47:278, 19 de enero de 1893)

Durante una fuerte granizada el 11 de mayo de 1894,5

cayó sobre Bovina, 12 kilómetros al este de Vicksburg (Mississippi), una tortuga encerrada en hielo. Durante la misma tormenta cayó sobre la propia Vicksburg un pequeño bloque de alabastro, también cubierto de hielo. (Mónthly Weather Review, 22:215, mayo de 1894) El 3 de junio de 1894, en los condados de Harney,

Grant y Union, del este de Oregon, un tornado dejó a su paso láminas de hielo. Tenían de 50 a 100 centímetros cuadrados y de 2 a 4 centímetros de grueso. "Su superficie era suave, y al caer daban la impresión de un gran campo o lámina de hielo suspendido en la atmósfera, y de repente se rompieron en fragmentos aproximadamente del tamaño de la palma de la mano." (Monthly Weather Review, 22:293, julio de 1894)

Un diluvio de aves muertas cayó de madrugada, de

un cielo despejado, sobre Baton Rouge (Luisiana) en noviembre de 1896, "llenando literalmente las calles de la ciudad. Había patos silvestres, tordos cantores, pájaros carpinteros y muchas aves de extraño plumaje, algunas parecidas a los canarios, pero todas muertas, cayendo a montones a lo largo de las vías públicas..." La única explicación posible de tan triste suceso fue que habían sido arrastradas tierra adentro por una reciente tormenta en la costa de Florida, y habían muerto a causa de un súbito cambio de temperatura


que había tenido lugar en la zona de Baton Rouge. No obstante, si las tormentas y los cambios de temperatura son comunes, las lluvias de aves no lo son. (Monthly Weather Review, 45:223, mayo de 1917) Algo calificado de "lluvia sulfurosa" cayó el 21 de marzo de 1898 sobre Mount Vernon (Kentucky) y varios otros lugares del condado de Rockcastle. La sustancia era inflamable y olía a azufre. (Monthly Weather Review, 26:115, marzo de 1898) El 21 de noviembre de 1898 cayó sobre Montgomery (Alabama) una sustancia parecida a una tela de araña, pero en realidad tenía una textura más semejante a la del asbesto. Parte de esa materia estaba en forma de hebras y parte en copos de varios centímetros de largo y ancho. Aún más curioso: la sustancia era fosforescente. (Monthly Weather Review, 26:566, diciembre de 1898) DE 1900 A 1910

Centenares de pequeños bagres, truchas y percas cayeron en junio de 1901 sobre Tiller's Ferry (Carolina del Sur) durante una espesa lluvia. Más tarde aparecieron nadando en los charcos que se habían formado entre las hileras de algodón de una plantación perteneciente a Charles Raley. (Monthly Weather Review, 29:263, junio de 1901) Una serie de curiosos granizos cayeron en 1901 durante una tormenta sobre el río San Lorenzo, cerca del blo de Alexandria Bay (Nueva York). Al principio eran cilíndricos, del grueso de un lápiz y de unos tres centímetros de largo. Siguieron piedras del tamaño de una nuez, que a su vez fueron seguidas por granizos en forma de disco de 5 centímetros de grueso y 7 de diámetro. Eran lo bastante duros para rebotar en la roca sin romperse, y cuando estaban ya medio fundidos "muchos tenían la apariencia de un ojo humano, con una pupila en el centro y un anillo rodeándola, y finas líneas que irradiaban en todas direcciones". "Durante la tormenta", continuaba el informador, "el río presentaba un hermoso aspecto, con millones de pequeños surtidores que medían desde 30 centímetros hasta casi dos metros de alto donde caían los granizos." (Monthly Weather Review, 29:506-07, noviembre de 1901) La noche del domingo de la Santísima Trinidad de 1908, el párroco de Saint-Étienne-les-Remiremont, una parroquia situada unos kilómetros al oeste de los Vosgos, en la Francia oriental, estaba confortablemente instalado en su presbiterio con "un grueso tratado de geología". Apenas había leído unas cuantas páginas sobre la formación del hielo cuando oyó cómo se abría la puerta del presbiterio y Mlle. Marie André gritó: ";Monsieur le Curé, venga en seguida, que se derriten!"

En el dibujo se reproducen algunas de las extrañas variedades de granizos observadas en Alexandria Bay en 1901. A regañadientes, pues sufría de reumatismo, el abate Gueniot fue a ver lo que ocurría. El resto de la historia lo referirá él mismo: —Mire me dijo—, aquí está la imagen de Nuestra Señora del Tesoro, impresa en los granizos. —Vamos, vamos —le dije—, no me vengas con esos cuentos. Para complacerla, miré descuidadamente dos granizos que tenía en la mano. Pero, dado que no quería ver nada, y tampoco podía hacerlo sin lentes, me di media vuelta para volver a mi libro. Ella me apremió: "Le ruego que se ponga los lentes." Así lo hice y vi muy claramente en la superficie de los granizos, que eran levemente convexos en el centro aunque con los bordes algo gastados, el busto de una mujer con una túnica con el dobladillo levantado, como una capa pluvial. Quizá fuese más exacto decir que era como la Virgen de los Ermitaños. Las líneas de la imagen estaban ligeramente ahuecadas, como hechas con un punzón, pero el trazo era firme. Mile. André me pidió que me fijara en ciertos detalles del vestido, pero me negué a seguir mirando. Estaba avergonzado de mi credulidad, y seguro de que la Santísima Virgen no se ocuparía de poner so foto en los granizos. Le dije: "Pero ¿no ves que esos granizos deben de haber caído sobre las plantas y de ahí proceden las impresiones? Llévatelos, no los quiero para nada." Volví a mi llbro sin prestar más atención a lo sucedido. —

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Pero la extraña formación de esos granizos no se me iba de la cabeza. Recogí tres, para pesarlos, sin

mirarlos con atención. Pesaban entre 170 y 200

gramos. Uno de ellos era perfectamente redondo, como las canicas con que juegan los niños, y tenía alrededor una rebaba como si lo hubieran fundido en un molde. [Nota: las noticias de granizos con rebabas no son raras.] Durante la cena (estaba solo) me dije: "De todos modos, esos granizos tiene una forma extraña, y lo impreso en los dos que examiné estaba tan bien hecho que difícilmente puede deberse a la casualidad." Pero pronto reprimí todo pensamiento acerca de algo sobrenatural, y me avergonce de haber pensado en ello un solo momento.

Cuando el párroco terminó de cenar había cesado la tormenta, y fue al jardín para comprobar los daños. Para su sorpresa, encontró las plantas sin novedad, pero más tarde supo que el granizo había roto unos 1 400 vidrios de ventana en la zona. (Al parecer, la tormenta había descargado dos tipos de granizos: los que llevaban la imagen milagrosa y otros más grandes y dañinos.) "Lo que parece más digno de mención", continuaba el sacerdote, "es que los granizos, que debían de haberse precipitado violentamente a tierra de acuerdo con las leyes de la aceleración de la velocidad de los cuerpos en caída, parecían proceder de una altura de pocos metros y haber adquirido únicamente la velocidad inicial del cuerpo que cae." El clérigo cotinuaba: Hacia las siete y media se había extendido por la vecindad de la casa parroquia} la noticia de que muchas personas habían observado en los granizos la efigie de Nuestra Señora del Tesoro, y que algunos de ellos tenían forma de medallones. Los niños los habían recogido en sus delantales y se los habían enseñado a sus padres, que habían comprobado la presencia de la imagen. Algunos advirtieron incluso detalles como la corona de la Virgen, el Niño Jesús, los bordes del vestido... ¿Sería todo ello pura imaginación? Pero, excepto esos detalles, no cabe duda de que la mayor parte de los granizos examinados llevaban claramente la efigie de Nuestra Señora del Tesoro. A la mañana siguiente, los lecheros, al volver de Remiremont, contaron que también en la ciudad muchas personas habían observado lo mismo.

Al domingo siguiente, después de vísperas, el párroco recogió firmas de cincuenta personas ."plenamente convencidas de la verdad de sus observaciones". Él no concedía "importancia a esas firmas, en las que se puede sospechar que he influido, pero fueron dadas espontáneamente". El cura concluía observando que, aunque el ayuntamiento de Remiremont había prohibido una "magnífica procesión que estaba preparándose" para el domingo de la Santísima Trinidad, "la artillería celestial organizó una procesión vertical que nadie pudo 200

prohibir". (English Mechanic and World of Science,

87:436, 12 de junio de 1908) Una granizada parecida tuvo lugar en 1552 en Dordrecht (Holanda). He aquí la traducción del informe original de aquel suceso, que vemos en la página opuesta: Un granizo prodigiosamente grande En el año de 1552, el viernes 17 de mayo, entre las 4 y las 5 de la tarde, hubo una tormenta especialmente violenta en cierta ciudad holandesa llamada Dordrecht, que hizo a los habitantes refugiarse aterrados en sus casas como si fuese a acabarse el mundo, porque durante más de media hora hubo un continuo bombardeo de horribles granizos, hasta el punto de que jardines y huertos quedaron deshechos. Algunos de los granizos eran gigantescos y de una forma muy curiosa. Centenares de personas los vieron, entre ellos un pintor que los dibujó como vemos arriba. Algunos granizos tenían la forma natural de un sol. En otros aparecía una corona de espinas. Algunos pesaron hasta un cuarto de kilo. El agua de esos granizos olía como si estuvlese hirviendo. Esa granizada fue seguida por una nube maloliente. Es un misterio lo que tales signos puedan significar. Pero eso es algo que sólo Dios Todopoderoso sabe. Que él nos proteja en Cristo. Amén. DE 1910 A 1950 Cientos de anguilas de arena (Ammodytes tóbianus)

cayeron el 24 de agosto de 1918 sobre una zona de unas trece áreas en Hendon, un suburbio de Sunderland (Inglaterra). Llovía mucho, y los peces estaban no sólo muertos, sino rígidos y duros, cuando fueron recogidos al dejar de llover. (Nature, 102:46, 19 de septiembre de 1918) En julio de 1921 empezaron a caer piedras del cielo

sobre el pueblo de Chico (California), y aún seguían cayendo intermitentemente en noviembre. El fenómeno no despertó gran atención sino hasta enero siguiente, cuando el jefe de policía J.A. Peck inició una investigación. Sus conclusiones fueron publicadas en el Examiner de San Francisco el 14 de marzo. Había visto y oído caer las piedras, pero era incapaz de explicarlo; sospechaba que "el culpable es alguien que tiene una máquina". El origen de las piedras siguió siendo un enigma. Según el profesor C.K. Studley, que escribió en la misma edición del Examiner, "algunas de las piedras son tan grandes que no podrían ser lanzadas por medios comunes. Una de ellas pesa casi medio kilo. No son de origen meteórico, como parece que se ha apuntado, pues dos de ellas muestran señales de cementación, natural o artificial, y nunca se ha relacionado ningún factor meteórico con una fábrica de cemento". En marzo de 1922, el Chronicle de San Francisco publicaba una serie de relatos del suceso. Decía que


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las piedras llevaban cayendo en Chico, a intervalos, cuatro meses, generalmente sobre los tejados de dos almacenes adyacentes. Se hablaba de una "lluvia de piedras ovaladas" y de "un fuerte chaparrón de piedras calientes". Una escritora, Miriam Allen de Ford, contaba: "Miré arriba, a un cielo sin nubes, y de pronto vi caer una piedra, como si se hubiese hecho visible al llegar lo bastante cerca. Golpeó el tejado con un ruido sordo, rebotó en el camino que había junto al almacén y no pude encontrarla." El 17 de marzo se dijo que una persona que formaba parte de un grupo había sido herida por una de las piedras. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 533-35) Para el relato de una tupida lluvia de pececillos en Chico, véase la noticia de 1878. Durante una gran nevada en 1922 se informó que ha-

bían caído "millares de raros insectos parecidos a arañas, orugas y enormes hormigas" sobre numerosas laderas de los Alpes suizos. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 535) Una bola de caliza cayó del cielo cerca de Bleckens-

tad (Suecia) el 11 de abril de 1925. Al aterrizar se rompió en pedazos, entre los cuales el profesor Hadding, de la Universidad de Lund, encontró conchas fósiles y huellas de un ser semejante a un trilobites. (John Michel' y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 17) Centenares de ranas diminutas cayeron durante un

chaparrón sobre Trowbridge, en Wiltshire (Inglaterra), la tarde del 16 de junio de 1939. (The Meteorological Magazine, 74:184-85, julio de 1939) Numerosas monedas de plata cayeron en agosto de

1940 durante una tormenta en la región de Meshchera, en Rusia central. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 19)

comparado con las telarañas, el algodón y la seda— hay un interesante suberupo que relaciona las caídas de este material fibroso con la aparición de objetos voladores no identificados. El siguiente informe de P.L. Lewis apareció en Weather en abril de 1949: Domingo 26 de septiembre de 1948. Pont Hope (Ontario)

Era un día cálido y el cielo estaba despejado. Habíamos comido en el jardín y yo estaba acostado en el pasto, con la cabeza a la sombra de la casa, cuando me sobresaltó el ver un objeto parecido a una estrella cruzar rápidamente el cielo. Eran las dos, hora del Este.

Lo primero que se me ocurrió fue que las

recientes noticias sobre "platillos voladores" no habían sido exageradas. Aparecieron por encima de la casa más de esos objetos, que desaparecían cuando estaban casi sobre mi cabeza. Con los prismáticos pude ver que eran casi esféricos, con el centro algo más brillante que los bordes. Los prismáticos me permitieron descubrir otros muchos a alturas que los hacían invisibles a simple vista. Con sólo una gaviota en el cielo para poder comparar, calculé la altitud de los más bajos en unos 100 metros, y la de los más altos en unos 700. El tamaño era de aproximadamente 30 centímetros de diámetro, y la velocidad de unos 80 kilómetros por hora, en dirección suroeste-noreste. También eran yisibles de vez en cuando largas hebras, aparentemente hilos de araña. Algunas reflejaban la luz en una longitud de 3 6 4 metros, aunque podían por supuesto ser más largas. Estaban en posición más o menos horizontal, y se movían perpendicularmente a su longitud. En uno de los casos un revoltijo de ellas tenía la apariencia de un cordón de seda deshilachado. Estas hebras sólo se veían en los niveles inferiores. Parece razonable pensar que se trataba de bolas de hilos de araña, posiblemente con cadillos enredados, pero llamaba la atención el modo en que captaban los rayos del sol y lo mucho que relucían. [ Weather, 4:121-22, abril de 1949]

Entre las 7 y las 8 de la mañana del 23 de octubre de

1947 cayeron gran número de peces de agua dulce sobre Marksville (Luisiana). El tiempo era en ese momento sereno y algo neblinoso, y los peces —lobinas, peces luna, sábalos y pequeños peces de agua dulce— se hallaban "totalmente frescos y aptos para el consumo humano". Algunos estaban congelados y otros simplemente fríos. Cayeron en una zona de aproximadamente 300 metros de largo por 25 de ancho, y algunos golpearon a los peatones. En ese momento no llovía y la oficina meteorológica de Nueva Orleáns no tenía noticia de tornados en la vecindad, aunque el día anterior habían sido observados numerosos devildusters o tornados en miniatura. (Science, 109:402, 22 de abril de 1949) Entre las numerosas noticias de "cabello de aligd"

—nombre general de una sustancia variable que se ha

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DESDE 1950

Los policías John Collins y Joe Keenan patrullaban

en su coche por las calles de Filadelfia la noche del 26 de septiembre de 1950. Cuando iban por una tranquila calle cerca de la esquina de Ware Avenue y la calle 26, sus faros descubrieron un extraño objeto reluciente que parecía que iba a aterrizar en un lugar abierto como a media cuadra de ellos. Cuando se acercaron a investigar, sus faros iluminaron un disco, rematado en cúpula, de una especie de temblorosa jalea rojiza, de 1.80 metros de diámetro, 30 centímetros de grueso cerca del centro y 3 ó 4 en el borde. Tuvieron la curiosa sensación de que estaba vivo. Al apagar los faros, lo vieron relucir con una débil luz púrpura. Después pidieron ayuda por radio.


Carcoma de estrellas

en evaporarse, dejando sólo una espuma pegajosa e inodora. A la media hora de haber llegado Cook y Cooper al lugar, se había evaporado por completo. (Frank Edwards, Strange World, pág. 344) Un carpintero que trabajaba en el tejado de su casa cerca de Düsseldorf (Alemania) el 10 de enero de 1951 murió al ser atravesado por una lanza de hielo. Ésta medía 1,80 metros de largo y 15 centímetros de diámetro, y cayó del cielo. (Frank Edwards, Strangest of Al!)

"Jalea de estrellas" es uno de los varios nombres que se dan a una sustancia gelatinosa encontrada supuestamente en el sitio donde ha aterrizado una estrella fugaz. Otros nombres antiguos son costra, granalla y, en galés, pwdre ser, "carcoma de estrellas". Como suele decirse que la jalea de estrellas se evapora antes de poder hacerle un análisis completo, los intentos de identificar esa sustancia son puramente conjeturales, y las conclusiones varían. Sólo coinciden en dar por supuesto que esa materia, sea lo que sea, no tiene la menor relación con los astros. Los dos principales candidatos al papel de protagonista en el misterio de la jalea estelar son Nostoc y el plasmodium. Nostoc es un alga color azul verdoso que crece formando sartas dentro de una masa gelatinosa sobre el sucio o flotando en el agua; sus colonias pueden ser microscópicas o tan grandes como nueces. Plasmodium es el nombre general de las congregaciones gelatinosas de mohos del fango o de ciertas clases de. hongos. Otros tipos de sustancias gelatinosas que generalmente se acepta que han caído del cielo han sido descritos como masas de huevos de insectos o anfibios; pero, al no tener relación aparente con la caída de cuerpos luminosos, no son clasificadas como jalea de estrellas. No obstante, se ha sugerido que son masas de huevos lo que la gente ve cuando cree haber encontrado jalea de estrellas. Otra idea es que esa materia puede ser la baba gelatinosa del pescado a medio digerir vomitado por las gaviotas. Algunos e incluso todos esos materiales pueden explicar el fenómeno de la jalea estelar. Lo que ninguno de ellos explica, salvo invocando la coincidencia o un defecto de observación, es por qué, durante cientos de años, tantas personas que han ido a ver el sitio donde suponían que había caído una estrella se han encontrado con un montón de jalea.

No tardaron en unírseles el sargento Joe Cook y el agente James Cooper. El sargento sugirió que tratasen de agarrar aquello, pero cuando el agente Collins lo intentó, se le deshizo en las manos, como gelatina. Los fragmentos que se le habían pegado no tardaron

El 17 de octubre de 1952 los habitantes de Oloron-Ste.Marie, en los Pirineos franceses, vieron un objeto en forma de cigarro que volaba en un ángulo de 45 grados por encima de su pueblo. Lo acompañaban 30 naves más pequeñas en forma de platillo. Diez días más tarde unas cien personas vieron el mismo espectáculo en los cielos de Gaillac. En ambas ocasiones, de los objetos no identificados cayó una sustancia que parecía telaraña o gasa muy fina, pero cuando trataron de recoger muestras de ella se volvió gelatinosa y se sublimó. (Miné Michel, The Truth A bout Flying Saucers , pág. 64) Varios automóviles fueron dañados por una espesa lluvia de hielo a lo largo de la American Avenue de Long Beach (California) el 4 de junio de 1953. H.A. Boyd, que en ese tiempo trabajaba en un lote de coches usados, contaba lo siguiente en el Los Angeles Examiner: "Acababa yo de limpiar aquel coche [uno cuya cajuela y defensa fueron alcanzadas por un trozo de hielo] y estaba a unos 18 metros de él, cuando oí un ruldo silbante, miré hacia arriba y vi el aire lleno de una cosa blanca que caía. Un gran trozo de hielo, que me pareció casi tan grande como un hombre, dio contra el coche, se partió y los pedazos volaron por todas partes." Enfrente del lote de coches usados estaba la oficina de Charles Roscoe, un antiguo piloto de P-38. Oyó el golpe y salió corriendo a ver lo que había sucedido. Contó a las autoridades que cuando llegaba a la puerta, en el 1461 de la American Avenue, "algo golpeó el tejado con un ruido como si aterrizase sobre él una gran piedra. Miré hacia arriba y pude ver el resplandor del sol sobre grandes trozos que caían de 700 metros de altura. Giraban, se retorcían y relucían como una catarata. Busqué un avión, pero no pude ver ninguno."

Aunque la teoría de los meteorólogos fue que el hielo había caído de un avión, no se vio ninguno, y de haberlo habido hubiera sido difícil que pudiese volar con tanto hielo en las alas; además, la lluvia de hielo, que duró unos 2 minutos, se concentró en una zona relativamente pequeña. Si hubiera procedido de un avión en movimiento, parece razonable suponer que se habría esparcido más. (Los Angeles Examiner, 5 de

junio de 1953)

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Un chaparrón de ranas (o sapos) "de todas clases"

cayó sobre Leicester (Massachusetts) el 7 ele septiembre de 1953. La Paxton Avenue estaba llena de ellas, y los chicos las juntaban a montones sin más ayuda que las manos. Aparecieron muchas en los tejados y los desagües, lo que pareció desmentir la explicación de que procedían de un estanque desbordado. ( Telegram and Gazette de Worcester, 6 de enero de 1959) Ed Mootz estaba trabajando en el jardín de su casa

de Boal Street, en Cincinnati (Ohio, E.U.A.), a las 5:30 de la tarde del 22 de julio de 1955, cuando de pronto le cayeron en los brazos y las manos unas cuantas gotas de un líquido rojo y caliente. A los pocos instantes la lluvia roja caía a todo su alrededor. De la nube sobresalía una protuberancia oscura, y de allí caía la "lluvia" roja, precisamente encima de un duraznero que había en el jardín.

Era verde oscuro, rojo y rosa, los colores de la sustancia que caía sobre mí y el árbol. Pude ver que, fuera lo que fuera lo que llovía sobre mí, procedía de aquella nube. La observé durante un minuto tratando de dar con lo que era, y después empezaron a arderme los brazos y las manos donde me habían caído las gotas. Incluso me dolían. Sentía como si me hubiese puesto aguarrás en una cortada. Corrí a casa y me lavé con jabón fuerte y agua caliente."

De hecho, la "lluvia" parecía sangre. Era algo grasosa y pegajosa al tacto. A la mañana siguiente, Ed Mootz descubrió que su duraznero se había marchitado junto con el pasto que tenía debajo, y toda la fruta se había secado en la rama. No había aviones en la zona cuando cayó la lluvia, y parece poco probable que una fábrica de productos químicos pudiese producir una nube capaz de cernerse sobre un solo lugar durante varios minutos. Varios representantes de las fuerzas aéreas vinieron a hablar con Mootz y tomaron muestras del árbol, la fruta y el pasto. Si descubrieron algo, se lo callaron, y la naturaleza de la lluvia siguió siendo un misterio. (Enquirer de Cincinnati, 28 de agosto de 1955; The Cincinnati Post, 3 de febrero de 1975) Muchas monedas de penique y medio penique caye-

ron un día de 1956 sobre los niños que salían de la escuela en Hanham, un suburbio de Bristol, Inglaterra. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Bóok óf Wónders, pág. 19) "Millares" de billetes de 1 000 francos llovieron sobre Bourges (Francia) en 1957. Nadie los reclamó ni denunció su pérdida. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenómena: A Book of Wonders, pág. 19) Una Iuz cruzó el cielo nocturno sobre el condado ir-

landés de Westmeath en febrero de 1958, y se vio que aterrizaba en un campo. Acudieron numerosas personas, pero al llegar sólo encontraron una masa de materia gelatinosa. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book of Wonders, pág. 15)

Edward Mootz, de Cincinnati, examina la fruta seca y las ramas parduscas y deshojadas de su duraznero, marchitado de la noche a la mañana después ele caer lluvia roja el 22 de julió de 1955.

Una tarde de noviembre de 1958 llovió durante dos horas y media sobre una zona de un metro cuadrado de la casa de la señora R. Babington, en Alexandria (Luisiana). El cielo estaba totalmente despejado en ese momento, y ni la oficina meteorológica local ni la cercana base de las fuerzas aéreas pudieron dar explicación alguna del fenómeno. (Alexandria Daily Town Talk, 11 de noviembre de 1958) Los carpinteros que trabajaban sobre el tejado de una

"Miré arriba", dijo el señor Mootz, "y cerniéndose sobre mí a unos 350 metros de altura estaba la nube más extraña que había visto en mi vida. No era muy grande, pero tenía unos colores muy extraños.

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casa en Shreveport (Luisiana) el 12 de julio de 1961 tuvieron que protegerse de un breve diluvio de duraznos verdes. Eran aproximadamente del tamaño de pelotas de golf y se les vio caer de una espesa nube. Se-


gún la oficina meteorológica local, las condiciones atmosféricas de ese día en torno a Shreveport no eran adecuadas para producir remolinos, tornados, trombas de agua o cualquier otro tipo de corriente ascendente lo bastante fuerte para lanzar al cielo la fruta. (Jim Brandon, Weird America, pág. 98) Los picotijeras negros son grandes aves acuáticas que emigran por millones desde sus zonas de cría en Australia, Nueva Zelandia y América del Sur para pasar el verano y el inicio del otoño en las aguas costeras del norte del Atlántico y el Pacífico, desde California hasta Alaska, y de Groenlandia a la península del Labrador. Aunque pasan la mayor parte del tiempo en el mar, a veces son empujadas hacia la costa por el mal tiempo.

El 18 de agosto de 1961, toneladas de picotijeras muertos y heridos cayeron sobre la costa de California, desde Pleasure Point hasta Río del Mar, a lo largo de la bahía de Monterey. Miles de cadáveres, de 40 centímetros de largo y más de 90 de envergadura, cubrieron caminos, carreteras y playas, quedaron colgados en tendidos eléctricos y cercas, y empalados en antenas de televisión. Millares de ellos seguían vivos, aunque incapaces de volar, y los habitantes de la zona los llevaron al mar, donde la mayoría se recuperaron. Se dieron varias explicaciones de lo ocurrido. Quizá las aves, confundidas por la niebla, se habían dirigido hacia las luces de la ciudad. Pero ¿por qué a esa zona y no a una de las ciudades costeras, mucho más iluminadas? ¿Y por qué no se daba con regularidad esa lluvia de aves marinas ofuscadas? Tal vez algunos alimentos envenenados o una enfermedad repentina habían acabado con las aves. Pero las autopsias no revelaron ninguna enfermedad: habían muerto simplemente a causa de la caída, y la razón de ésta sigue siendo un misterio. (Santa Cruz Sentinel, 18 de agosto de 1961) El 28 de agosto de 1962, mientras Grady Honeycutt, de Harrisburg (Carolina del Norte), estaba pescando en un lago cerca de Concord, vio caer lentamente al agua un globo brillante. Remó hacia él y no tardó en verlo descansar en el fondo del lago. A través del agua clara pudo distinguir sus características: tenía aproximadamente el tamaño de una bola de boliche, relucía y estaba cubierto de puntas cortas. Remó hacia la orilla y llamó a la oficina del alguacil. Cuando llegaron los ayudantes de éste, Ted May y Bob Eury, la cosa parecía haberse desintegrado hasta formar un revoltijo de alambre reluciente. Pidieron más ayuda. La Unidad número 2 del servicio de desactivación de explosivos del Ejército les envió tres buceadores, pero cuando llegaron a las siete de la mañana siguiente, aquello se había disuelto por completo, y aunque exploraron el lecho del lago, sólo pudieron encontrar algunas tiras de papel de aluminio del tipo de las que dejan caer las fuerzas aéreas para confundir a los radares enemigos. ( The Concórd Tribune, 29 de agosto de 1962) El Roxburgh Castk estaba atracado en Montreal el 10 de octubre de 1962. Su capitán, R.H. Pape, tomaba el aire en cubierta cuando observó que unos "finos filamentos blancos de un tipo desconocido" cubrían las barandillas y los candeleros.

Numerosos picotijeras negros cayeron sobre Capitola (California) el 18 de agóstó de 1961. En la foto, un policía examina algunas de las aves, heridas e incapaces de volar.

Tras avisar al primer oficial, arranqué una de esas tiras de un candelero y vi que era muy dura y elástica. La estiré, pero no era fácil romperla (como hubiese ocurrido, por ejemplo, con una telaraña), y a los 3 ó 4 minutos de tenerla en mi mano desapareció por completo; en otras palabras, se desvaneció.


Al mirar arriba [prosiguió el capitán], pudimos ver pequeños copos de esa materia que bajaban flotando del cielo, pero ni encima ni al nivel de la calle había nada que explicase tan extraordinario suceso. [The Marine Observer, 33:187, octubre de 1963]

Un gran ruido que se oyó a las dos de la tarde del 5 de febrero de 1968 en casa del matrimonio Morris, en Elmira Avenue 89, Washington, D.C., hizo salir corriendo a los vecinos para ver qué ocurría. Los Morris no estaban en casa en ese momento. Lo que la gente vio fue un trozo de aluminio desprendido de una marquesina de la casa, y hielo esparcido por el pasto. En el metal había un agujero de unos 15 a 20 centímetros de diámetro, hecho evidentemente por el impacto de un objeto al caer. Se supuso que un trozo de hielo "del tamaño de una toronja" se había hecho pedazos tras atravesar la marquesina y golpear contra una barandilla de hierro. Una suposición comprensible sería que el hielo había caído de un avión. Pero la casa de los Morris está aproximadamente a 800 metros de la ruta de aterrizaje más cercana, e incluso si un avión se hubiese apartado de ella, habría ido demasiado bajo para que se le formase hielo. La temperatura era en ese momento de cerca de 10 grados y había una ligera neblina. Salvo una visita de la policía local al lugar, no hubo investigación oficial del fenómeno. No obstante, se hizo un análisis espectroscópico de parte del agua

fundida, y se encontró que era insólitamente pura y exenta de materia orgánica, lo que puede indicar que el hielo tuvo un origen meteorológico. Un aspecto curioso de este caso es la marca que presentaba el aluminio en el punto aparente de impacto: una mancha en relieve, vítrea, que parecía estar parcialmente quemada. Cómo pudo haber dejado el hielo trazas de calor es ya bastante misterioso, por no hablar del posible origen de ese hielo. (Info .Journal, 1:17 19, primavera de 1968) -

El 27 de agosto de 1968 cayeron sangre y carne sobre una zona de cerca de un kilómetro cuadrado entre las localidades brasileñas de Cacapava y Sáo José dos Campos. Se informó que esa extraña lluvia había durado aproximadamente de cinco a siete minutos. (John Michell y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Boók of Wónders, pág. 15) Durante 1968 cayó en cuatro ocasiones un diluvio de barro, madera, vidrios y trozos de cerámica sobre la ciudad cubana de Pinar del Río. (John Michel' y Robert J.M. Rickard, Phenomena: A Book óf Wonders, pág. 19) Centenares de patos de diversas especies, malheridos, cayeron sobre St. Mary's City (Maryland, E.U.A,), en enero de 1969. Se pensó que habían recibido sus heridas —huesos rotos y hemorragias— mientras volaban, pero se ignora qué pudo causarlas. (The Enterprise, 30 de enero de 1969) No sabe cómo ni por qué, pero un puñado de piedras cayó del cielo sobre la esposa de Thomas Potter, de San Diego (California), el 31 de agosto de 1969. "Salí hacia las 7:30 de la tarde", contaba la señora Potter, "y esas piedras rojas nos acribillaron. Vinieron con una ráfaga de viento del norte, dos veces." La señora Potter sacó las "piedras del cielo" del frasco de café instantáneo donde las había guardado. Eran de poco peso, como piedra pómez; rugosas al tacto por estar llenas de hoyos y picaduras, y de color rojo oscuro. La más grande tenía aproximadamente 2 centímetros de diámetro. "Cayeron y rebotaron en los coches estacionados", dijo la señora Potter. "Durante unos segundos fue como si granizara." Ella y su marido, Thomas Potter, recogieron cuantas pudieron encontrar. "No sé lo que son", dijo Potter, "pero no había ningún avión en ese momento, ni pasaban coches o camiones." (San Diego Union, 2 de septiembre de 1969)

Ésta es la marquesina que resultó dañada por la caída de hielo en la casa del matrimonio Morris, de Washington, D.C. Se desconoce el origen del hielo.

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Muchos billetes de banco por valor de 2 000 marcos cayeron de un cielo despejado en Limburgo (Alemania Occidental) en enero de 1976 y fueron recogidos por dos clérigos. (Bath and West Evening Chronicle, 6 de enero de 1976)


OBJETOS VOLADORES NO IDENTIFICADOS Millones de personas han visto en el cielo objetos que no pudieron identificar, y muchos millares se han tomado el tiempo y la molestia de presentar informes escritos sobre ellos. La gran mayoría de los objetos vistos pudieron muy bien ser meteoros, planetas, estrellas, globos meteorológicos, gas de los pantanos y perturbaciones atmosféricas. Queda, no obstante, un importante grupo de experiencias realmente inexplicables. No cabe duda de que objetos en forma de disco (con perfil de cigarro) han sido vistos por un gran número de hombres y mujeres serios, serenos y perplejos. Esos objetos han sido seguidos por radares con base en tierra y aerotransportados, y fotografiados por cámaras fotográficas y cinematográficas en blanco y negro y en color. Se ha visto cómo el aparato se cernía, se movía en línea recta arriba y abajo, y aceleraba y maniobraba a velocidades que excedían con mucho a la de cualquier avión conocido. Por lo que sabemos, los ovnis sólo han hecho daño a la psique y la reputación de algunos de los que los han visto, y a no pocos de nuestros prejuicios sobre el universo y las leyes físicas. Las experiencias referidas a continuación siguen un orden cronológico hasta 1948. A partir de esa fecha van subdivididas en las categorías ideadas por el doctor J. Alíen Hynek, astrónomo e investigador de los ovnis. ANTES DE 1800

El avistamiento de objetos extraños en el cielo puede ser incluso anterior a la aparición del hombre moderno. Tal vez las representaciones más antiguas de objetos cilíndricos semejantes a naves espaciales, con los que pueden ser sus ocupantes extraterrestres, sean las esculpidas en una montaña de granito y varias rocas de una isla de la provincia china de Hunan. Se les ha asignado una edad aproximada de 47 000 años, lo que las sitúa dentro de la época del hombre de Neanderthal, anterior al moderno Homo sapiens. (Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 1)

nunca. Brillan más en el cielo que el resplandor del sol, y se extienden hasta los límites de los cuatro soportes de los cielos... Fuerte era la posición de los círculos de fuego. El ejército del Faraón, con él en medio, los observaba. Fue tras haber cenado. Inmediatamente después esos círculos de fuego se remontaron por el cielo hacia el sur... El Faraón hizo que trajesen incienso para poner paz en los corazones. Y lo que sucedió ordenó el Faraón que fuese escrito en los anales de la Casa de la Vida, para que sea eternamente recordado. [Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucers Story, págs. 81-82]

Uno de los primeros relatos escritos de un avistamiento de ovnis —una flota de platillos voladores quizá— es el siguiente extracto de un papiro egipcio, parte de los anales de Tutmés III, que reinó hacia 15041450 a.C.: En el año 22 del tercer mes del invierno, a la sexta hora del día... los escribas de la Casa de la Vida vieron venir por el cielo un círculo de fuego... No tenía cabeza y el aliento de su boca era fétido. Su cuerpo, de clnco varas de alto y otro tanto de ancho. No tenía voz. Sus corazones se llenaron de confusión; después se acostaron boca abajo. Acudieron al Faraón... para darle noticia de ello. Su Majestad ordenó... [un examen de] todo lo que está escrito en los rollos de papiro de la Casa de la Vida. Su Majestad estuvo meditando sobre lo sucedido. Ahora, transcurridos varios días, esas cosas se han hecho más numerosas en los cielos que

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Este papiro egipcio, de más de 3 400 años de antigüedad, registra el avistamiento de numerosos objetos brillantes en el cieló por el faraón Tutmés III, su ejército y sus escribas.

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ruedas era como brillante crisólito... y su estructura era como si una estuviese en medio de otra... Su circunferencia era muy grande, y las llantas de las cuatro estaban llenas de ojos por todas partes. Cuando los seres se movían, iban también las ruedas a su lado, y cuando aquéllos se elevaban del suelo se elevaban también las ruedas. ¿Iban esos humanoides en una nave espacial de resplandor verdoso rodeada por un anillo de ventanas o troneras? Pero todavía hay más: En el firmamento que habla sobre sus cabezas... apareció como una piedra de zafiro, en forma de trono, y sobre esta especie de trono como la figura de un hombre. Desde lo que parecían sus caderas para arriba vi algo como un metal brillante... Vi algo como fuego, como el arco iris que aparece en las nubes en un día de lluvia... A su vista caí rostro en tierra, y oí una voz que hablaba.

La visión por Ezequiel del aterrizaje de un vehículo de ruedas con cuatro ocupantes, cada uno con cuatro caras y cuatró alas, es el tema de este grabado del siglo XIX. La "visión" del profeta Ezequiel que leemos en la Biblia es para algunos el avistamiento de un ovni. Su descripción habla de un extraño "vehículo" que vino del cielo y aterrizó cerca del río (o canal) Quebar, en Caldea (hoy Irak), el quinto año del cautiverio de los judíos (592 a.C.) bajo Nabucodonosor II de Babilonia: Miré y vi un viento huracanado del norte, una gran nube con resplandores en torno, un fuego que echaba relámpagos, y en el centro del fuego como el fulgor del electro. ¿Qué clase de "máquina" era ésta? Ezequiel continúa: En medio del electro aparecía la figura de cuatro seres, cuyo aspecto era éste: parecían hombres, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; sus piernas eran rectas y la planta de sus pies como las de un buey; brillaban como bronce bruñido; debajo de las alas, en los cuatro costados, tenían manos humanas... por delante cara de hombre, a la derecha de león, a la izquierda de toro y atrás de águila... Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto: dos se tocaban mutuamente y otras dos cubrían sus cuerpos. Cada cual marchaba de frente... sin volverse de espaldas al andar... Los seres iban y venían como el rayo. ¿Quiénes eran esos "ocupantes" humanoides? ¿Astronautas con cascos y trajes espaciales provistos de un dispositivo para volar sujeto con correas? ¿O quizá robots voladores extraterrestres? El relato prosigue: Yo miraba, y apareció en el suelo una rueda al lado de cada uno de los cuatro seres. El aspecto de las

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Le dicen a Ezequiel que los israelitas han pecado y serán castigados a menos que obedezcan los mandamientos del Señor. Ezequiel, elegido como mensajero ante su pueblo, es llevado a bordo ("el espíritu me arrebató"). La nave espacial parte ("oí... el ruido de un gran temblor... y el ruido de las ruedas"), y Ezequiel es llevado a Tel Abib, donde están sus compañeros de exilio y donde permanece "como aturdido siete días con ellos", traumatizado por su experiencia (Ezequiel 1-3). (Como veremos por los encuentros con ovnis contemporáneos, esto podría ser interpretado como un informe casi clásico del rapto y regreso de humanos.) El autor romano Julius Obsequens, que se cree que vivió en el siglo iv de nuestra era, utilizó a Tito Livio y otras fuentes de su época para compilar su obra Prodigiorum liber, que describe muchos fenómenos extraños, algunos de los cuales podrían ser interpretados como avistamientos de ovnis. He aquí varios ejemplos: [216 a.C.] Cosas como naves fueron vistas en el cielo sobre Italia... En Arpi (180 millas romanas al este de Roma, en Apulia) fue visto en el cielo un escudo redondo... En Capua, el cielo entero estaba en llamas, y uno vio figuras como naves... [99 a.C.] Bajo el consulado de C. Murius y L. Valerius, en Tarquinia cayó en diferentes lugares... una cosa como una antorcha ardiendo, que vino repentinamente del cielo. Hacia el anochecer pasó por el cielo de oeste a este un objeto redondo como un globo o un escudo circular. [90 a.C.] En el territorio de Spoletium (65 millas romanas al norte de Roma, en Umbria) cayó a tierra, girando, un globo de fuego de color dorado. Después pareció aumentar de tamaño, se alzó de la tierra y ascendió al cielo, donde oscureció con su brillantez el disco del sol. Giraba hacia el cuadrante oriental del cielo. [Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, págs. 164-69]


Un cronista posterior de fenómenos inexplicables, Conrad Wolffhart (profesor de gramática y dialéctica, que bajo el seudónimo de Lycosthenes escribió el compendio Prodigiorum ac Ostentorum Chronicon, publicado en 1567), menciona los siguientes acontecimientos: [año 393] En tiempos del emperador Teodo.sio fueron vistas en el cielo extrañas luces. De repente, a media noche, apareció un globo brillante. Relucía cerca del lucero del alba (el planeta Venus), cerca del círculo del zodiaco. Este globo brillaba poco menos que el planeta, y, poco a poco, vinieron junto a él un gran número de otros globos brillantes. El espectáculo era como el de un enjambre de abejas volando alrededor del apicultor, y daban la impresión de estar chocando violentamente unos contra otros. De repente se fundieron en una llama enorme que se presentaba a la vista como una horrible espada de dos filos. El extraño globo que había sido visto en primer lugar parecía ahora el pomo de una empuñadura, y todos los más pequeños, fundidos con el primero, brillaban tanto como él. [Este informe es muy semejante a los modernos relatos de formaciones de ovnis.] [Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, págs. 174, 177]

Un raro incunable de 1493, conservado en un museo de Verdún (Francia), contiene la que puede ser la más antigua representación pictórica de un ovni en Europa. El autor de este Liber Chronicarum, Hartmann Schedel, describe cómo en 1034 una extraña esfera llameante surcó el cielo en línea recta de sur a este y después giró hacia el sol poniente. La ilustración que acompaña el relato muestra un objeto en forma de cigarro, con un halo de llamas, navegando por un cielo azul sobre un paisaje verde y ondulado. (Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy oí a Phenoinenon, pág. 9) Un término equivalente a nuestro "platillo volador" fue utilizado por los japoneses aproximadamente 700 años antes de ser usado en Occidente. Antiguos documentos describen un raro objeto brillante, visto la noche del 27 de octubre de 1180, como tina "vasija de barro" voladora. Al cabo de un rato, el objeto, que había estado dirigiéndose hacia el noreste desde una montaña de la provincia de Kii, cambió de rumbo y desapareció bajo el horizonte, dejando un rastro luminoso. (Jacques Vallée, Passport to Magonia, págs. 4-5) He aquí la clásica descripción que la Crónica de William de Newburgh hace de un platillo volador visto en Inglaterra a finales del siglo En la abadía de Byland o Begeland (la mayor abadía cisterciense de Inglaterra), en el Riding Norte de Yorkshire, mientras el abad y los monjes estaban en el refectorio, voló sobre la abadía un

objeto [discos es la palabra que utiliza el texto en latín] plano, redondo, brillante y plateado que causó un gran terror. [Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, p. 185]

Lo que podría ser calificado de la primera investigación oficial de un avistamiento de ovnis tuvo lugar en Japón en 1235. Durante la noche del 24 de septiembre, mientras el general Yoritsume y su ejército estaban acampados, observaron luces misteriosas en el cielo. Las luces fueron vistas en el suroeste durante muchas horas, balanceándose, describiendo círculos y haciendo giros. El general ordenó una "investigación científica a gran escala" de tan extraño suceso. El informe que finalmente le fue presentado tenía el tono "tranquilizador" de tantas explicaciones actuales del fenómeno ovni. En esencia decía: "No hay nada en ello que no sea natural, General. Sólo es el viento que hace balancearse a las estrellas." (Jacques Vallée, Passpor! to Magonia, pág. 5) Las crónicas japonesas de la Edad Media recogen muchos raros fenómenos celestiales. Como en la sociedad occidental, tales sucesos solían ser considerados "portentos", y a menudo provocaban pánico y otras alteraciones sociales. He aquí algunos ejemplos: ...el 12 de septiembre de 1271, el famoso sacerdote Nichiren estaba a punto de ser decapitado en Tatsunokuchi (Kamakura) cuando apareció en el cielo un objeto como una luna llena, brillante y resplandeciente. No hace falta decir que los funcionarios fueron presa del pánico y la ejecución no se llevó a cabo. En 1361, un objeto volador descrito como "de la forma de un tambor de unos 6 metros de diámetro" emergió del mar interior frente al Japón occidental... ...el 8 de marzo de 1468 un objeto oscuro, que hacía "un ruido como el de una rueda", voló a media noche desde el monte Kasuga hacia el oeste. [Jacques Vallée, Passporl to Magonia, págs. 5-6]

Las noticias de posibles avistamientos de ovnis continuaron registrándose en gran parte de Europa durante los siglos xiv y xv: [año 1322] A primeras horas de la noche del 4 de noviembre... fue vista en el cielo sobre Uxbridge (Inglaterra) una columna de fuego del tamaño de un pequeño barco, de color pálido y lívido. Se alzó desde el sur y cruzó el cielo con movimiento lento y grave dirigiéndose hacia el norte. Del frente de la columna brotaba una ardiente llama roja con grandes rayos de luz. Su velocidad aumentó, y atravesó los aires... [año 1387] En noviembre y diciembre de este año, durante gran parte del invierno fueron vistos en el condado de Leicester (Inglaterra) y en Northamptonshire un fuego en el cielo, corno una rueda que ardía y giraba o como un barril en

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El testigo de este suceso fue un tal Cracker, de Fleet, una pequeña localidad de Dorset (Inglaterra). Dijo haber visto su "platillo volador" a plena luz del día el 8 de diciembre de 1733. (Fate, abril de 1951, pág. 24) Un miembro de la Royal Society de Londres que salía de una de sus reuniones estaba a punto de cruzar el parque de St. James, camino de su casa, el 16 de diciembre de 1742, cuando lo sobresaltó la aparición de un notable objeto celestial:

Las nubes de esta parte del fresco "La leyenda de la Vera Cruz", de Piero della Francesca (s. xv), pueden ser simples formaciones lenticulares, pero han sido interpretadas como ovnis. llamas que echaba fuego por arriba, y otros en forma de una larga viga ardiente. [año 1461] El 1° de noviembre fue vista en el cielo sobre Arras (Francia), durante menos de un cuarto de hora, una cosa ardiente como una barra de hierro bastante larga y tan grande como la mitad de la luna. Este objeto fue también descrito como "en forma de barco, del que se veía salir fuego". [Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 9; Harold T. Wiikins, Flying Saucers on the Attack, págs. 187, 188]

La siguiente descripción de 1733 es otro clásico relato de uno de esos cuerpos relucientes y plateados a los que hoy llamamos platillos voladores: Algo en el cielo apareció por el norte, pero desapareció de mi vista al ser interceptado por los árboles. Yo estaba en un valle. El tiempo era cálido y lucía el sol. De pronto reapareció, como una flecha y con un centelleo asombroso. El color de este fenómeno era como de plata bruñida o recién limpia. Su velocidad era la de una estrella errante en la noche, pero tenia un cuerpo mucho mayor y una cola más larga que la de ninguna estrella fugaz que yo haya visto... Al día siguiente, el señor Edgecombe me informó que él y otro caballero habían visto también ese extraño fenómeno al mismo tiempo que yo. Fue a unos 24 kilómetros de donde yo lo vi, y llevaba rumbo del E. al N.

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...surgió una luz de detrás de los árboles y las casas, hacia el suroeste, que al principio pensé que sería un cohete de gran tamaño. Pero una vez que hubo ascendido 20 grados, se movió paralela al horizonte, onduló así —dibuja una línea ondulada— y continuó en dirección noreste. Parecía muy cercana. Su movimiento era muy lento. Pude verla durante casi 800 metros. Despedía una leve llama hacia atrás por la resistencia que le presentaba el aire. Por uno de sus extremos emitía un brillante resplandor y un fuego como el del carbón de leña. Ese extremo era un armazón como de barras de hierro, totalmente opaca a mi vista. De un punto del cuerpo longitudinal, o cilindro, salía una especie de cola de luz, más brillante en un punto de la barra o cilindro, y que iba haciéndose más débil hacia su final, de modo que era transparente en más de la mitad de su longitud. La cabeza de este extraño objeto parecía como de medio grado de diámetro, y la cola de casi tres grados de largo.

El observador, que firmaba con las iniciales "C.M.", probablemente prefirió permanecer anónimo para evitar la reacción entre escéptica y burlona de sus colegas. (Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, pág. 206) Este relato de un raro avistamiento se debe a Monsieur de Rostan, astrónomo aficionado y miembro de la sociedad medicofísica de Basilea (Suiza). El 9 de agosto de 1762 observó en la ciudad suiza de Lausana, mediante un telescopio, un objeto en forma de huso que eclipsó el Sol a su paso. Monsieur de Rostan pudo observarlo casi a diario durante cerca de un mes. También consiguió trazar su perfil con una cámara oscura y enviarlo a la Real Academia de Ciencias de París. Por desgracia, esta imagen —casi con toda seguridad la primera obtenida de un ovni— se ha perdido. Un amigo de Monsieur de Rostan que vivía en Sole, cerca de Basilea, observó también el objeto en forma de huso a contrasol, pero éste parecía presentar más de un borde y no era tan ancho. Es curioso que el ovni no fuera visible para un tercer astrónomo, un tal Messier, que por esos mismos días estudiaba el Sol desde París; eso indica que no se trataba de una mancha solar, ya que sólo era visible desde ciertos ángulos. (Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, págs. 211-12)


El último año del siglo XVIII tuvo también su cuota de fenómenos celestiales. Un número del Gentleman's

Magazine publicaba la siguiente historia: El 19 de septiembre [17991 toda Inglaterra vio, a las 8:30 de la noche, una hermosa bola resplandeciente de luz blanca que cruzó de NO. a SE. Avanzaba rápidamente, con un suave movimiento trémulo y sin ruido. La luz que arrojaba era muy viva, y se desprendían de ella chispas rojas... El 12 de noviembre, algo rojo, parecido a una gran columna de fuego, pasó de norte a sur sobre Hereford y alarmó a los habitantes del bosque de Dean, a unos kilómetros de allí. Desde varias horas antes, su

aparición fue precedida por relámpagos eléctricos

extremadamente intensos, a intervalos de media hora. Ocurría esto a las 5:45 de la mañana... Esa noche, la Luna lucia con una fuerza extraordinaria cuando, entre las 5 y las 6 de la mañana, se quedaron quietas en el cielo unas luces brillantes. Después estallaron en llamas sin ruido audible y fueron hacia el norte, dejando tras de si hermosas colas de fuego. Unas eran puntiagudas y otras radiadas. Algunas centelleaban y otras tenían grandes columnas... El 19 de noviembre, a las 6 de la mañana, los habitantes de Huncoate.s, en Lincolnshire, fueron alarmados por los intensos relámpagos, que duraron 30 segundos, de una bola de fuego que pasaba por eI cielo. [Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, pág. 2111

...durante un eclipse de luna fueron vistos extraños objetos moviéndose en línea recta. Se mantenían todos a la misma distancia y perrnanecian alineados durante sus evoluciones. Sus movimientos mostraban una precisión militar. [Jacques Vallée, UFO's in Space.. Anatomy of a Phenomenon. pág. 111

El 22 de marzo de 1870 el navío británico Lady of "he Lake se hallaba frente a la costa de Río de Oro, en el noroeste de África, cuando su capitán, F.W. Banner, vio en el cielo un objeto notabilísimo. Avisado por los miembros de la tripulación, observó "una 'nube' de forma circular, y dentro un semicírculo dividido en cuatro partes, con un eje central que sobresalía mucho del centro del círculo y se curvaba hacia atrás..." Lo que convenció a todos de que el fenómeno no era una "nube" fue el hecho de que iba "viajando contra el viento". Se aproximó desde el sur y "se situó cara al viento". El capitán Banner contempló este ovni durante aproximadamente media hora, mientras permaneció visible por debajo de las nubes. Cuando oscureció, ya no pudo vérselo. El capitán hizo un dibujo de él que "parecía una media luna con un largo eje saliendo del centro". (Harold T. Wilkins , Flying Saacers on the Attack. pág. 217)

DE 1800 A 1948

Con el comienzo del siglo xtx, en las publicaciones científicas de varios países occidentales proliferaron los informes sobre ovnis. He aquí un relato de una revista de las ciencias y las artes, escrito por John Staveley, de Hatton Garden (Londres), tras observar el 10 de agosto de 1809, durante una tormenta, lo que, corno era de esperar, tomó por meteoros: Vi muchos meteoros moviéndose en torno a una nube negra de la que salían relámpagos. Eran como manchas de luz deslumbradoras, bailando y moviéndose entre las nubes. Una de ellas aumentó de tamaño hasta adquirir la brillantez y magnitud de Venus en una noche clara; pero no pude ver ningún cuerpo en la luz. Se movía con gran rapidez, y fue bordeando la nube. Después se quedó quieta, perdió su resplandor y desapareció. Vi esas extrañas luces durante minutos, no sólo unos segundos. Esas luces, tan extrañas, y en puntos innumerables, estuvieron entrando y saliendo de aquella nube negra durante al menos una hora. No vi ningún relámpago procedente de las nubes donde jugaban esas luces. Cuando los meteoros aumentaban de tamaño, parecían descender. [Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, pág. 215]

En Embrun (Francia), numerosos testigos observaron el 7 de septiembre de 1820 un fenómeno celeste de lo más enigmático, una formación de objetos en movimiento:

Una forma parecida a una enorme trompeta de unos 130 metros de largo fue vista balanceándose en el cielo de Oaxaca el 6 de julio de 1874. Una de las infor111 aciones dice que lúe visible durante varios minutos.

La primera aparición i mpresa del término "platillo" tuvo lugar en 1878, casi 70 años antes de que el famoso avistamiento de Arnold (ver pág. 215) hiciese el término casi sinónimo de objeto volador no identificado. El 24 de enero de aquel año, John Martin, un granjero de Texas que vivía al sur de Denison, vio un objeto oscuro en forma de disco cruzar a gran altura por el cielo "a una velocidad increíble". Al contar lo que había visto, lo describió como un "platillo". La noticia fue publicada al día siguiente en el Denison Daily Herald. (Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 1) Dos "gigantescas ruedas luminosas", que se calculó

que tenían unos 40 metros de diámetro, fueron vistas por la tripulación del Vulture el 15 de mayo de 1879: giraban por encima del golfo Pérsico, hasta cuya su-

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perficie descendieron después lentamente. En mayo del año siguiente, un vapor de la British East India Company, el Patna, avistó "ruedas" de un tipo semejante en el mismo lugar. En este último caso se vio un resplandor fosforescente en las aguas que rodeaban a esos objetos giratorios. Años más tarde, otras noticias parecidas vinieron a aumentar el misterio. Una enorme rueda rotatoria fue observada por el Kilwa en el golfo Pérsico a las 8:30 de la noche del 10 de abril de 1901. En 1906 un vapor británico informó de una rueda gigantesca en el golfo de Omán, y en 1909 un capitán danés vio algo parecido en el mar de la China. Según este último, la rueda, que giraba muy cerca de la superficie del agua, estaba iluminada y tenía eje. Por último, otra rueda, una especie de disco de luz horizontal que giraba sobre el agua, fue observada en agosto de 1910 en el mar de China meridional por el vapor holandés Valentijn. Se ha pensado que estas ruedas giratorias semiacuáticas procedían del mar o eran tal vez naves espaciales sumergibles. (Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 13; Harold T. Wilkins, Flying Saucers on Me Attack, pág. 221)

En 1906, la tripulación de un vapor británico vio una enorme rueda iluminada, que parecía mayor que el barco y que giraba sobre las aguas del golfo Pérsico, cerca de Omán.

La mañana del 12 de agosto de 1883, José A.Y. Bonilla, director del observatorio de Zacatecas (México), estudiaba las manchas solares cuando observó un pequeño cuerpo luminoso que cruzaba el disco solar. Apenas había tomado una fotografía del objeto cuando lo sobresaltó ver toda una sucesión de esos singulares cuerpos que, de uno en uno, de dos en dos o en grupos de quince a veinte y separados por cortos intervalos, cruzaban frente al Sol en la misma dirección.

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La mancha de la parte superior izquierda de esta fotografía del Sol, tomada por José Bonilla, director del observatorio de Zacatecas, es sólo una entre los centenares de tales imágenes que recogió su película. En el curso de dos horas contó 283, a la mayor parte de los cuales fotografió. La mayoría resultaban oscuros o negros vistos contra el resplandor del Sol, pero, según Bonilla, despedían "brillantes colas luminosas" mientras cruzaban el disco solar. Al día siguiente, de 8 a 9:45 de la mañana, vio a otros 116 de esos ovnis cruzar por su campo de visión mientras observaba el Sol. Se puso en contacto con otros observatorios del país, pero en ninguno habían visto los cuerpos misteriosos. Algunos miembros de la comunidad científica de la época interpretaron esos objetos móviles corno insectos, aves o polvo en la alta atmósfera, pero no es una explicación muy aceptable. Bonilla estaba convencido de que esos misteriosos cuerpos estaban "viajando por el espacio cerca de la Tierra, pero no tan lejos como la Luna". (Harold T. Wilkins, Flying Saucers on Me Attack, págs. 218-19) En 1896 y 1897 aparecieron en la prensa de los Estados Unidos y Canadá docenas de noticias de extrañas luces voladoras y "naves aéreas" en forma de cigarro o de barril. Las fechas de esos informes sobre ovnis, notablemente coherentes, preceden en varios años a los vuelos de aviones de los que hay noticia. Desde noviembre de 1896 fueron vistos ovnis principalmente en California, pero también en el estado de Washington y en Canadá. En Tulare (California), centenares de testigos vieron una noche cómo algo descendía y después se elevaba y viraba bruscamente hacia el oeste. Lo que fuese emitía luces rojas, blancas y azules. En enero de 1897 cesaron los avistamientos en California, pero a mediados de febrero de ese mismo año llegaron noticias de naves desconocidas y luces misteriosas en el cielo nocturno de muchas partes de Nebraska. En marzo hubo avistamientos en la vecina Kansas y en Michigan, y en abril 10 000 residentes de Kansas City (Missouri) observaron una gran aero-


nave negra que se cernía en el cielo. "El objeto surgió rápidamente, pareció detenerse y cernerse sobre la ciudad durante diez minutos y después, tras despedir luces verdiazuladas y blancas, se perdió espacio arriba", informaba el Chicago Record del 2 de abril de 1897. Los vecinos de Everest (Kansas) describieron el objeto como parecido a una canoa india de 8 a 9 metros de largo provista de "un reflector de colores cambiantes". Las descripciones de las "aeronaves" encajaban en la pauta general de tener "forma de cigarro" y ser "metálicas", pero variaban en cuanto al tipo de apéndices aparentemente unidos al cuerpo: diferentes testigos hablaron de alas, hélices y aletas. Se informó de avistamientos tanto de día como de noche, y en estos últimos se vieron luces intensas. Las noticias continuaron durante el mes de mayo, procedentes de casi todos los estados situados al este de las montañas Rocosas, con especial concentración en el Medio Oeste. (The Encyclopedia of UFO's, Ronald D. Story, ed., págs. 8-11)

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En su diario de viaje de 1926, el conocido artista y explorador Nicholas Roerich hablaba de un extraño avistamiento en el norte de China: El 5 de agosto, algo notable. Estábamos acampados en el distrito de Kukunor, no lejos de la cadena Humboldt. Por la mañana, hacia las 9 y media, algunos de nuestros caravaneros divisaron un águila

negra de gran tamaño volando sobre nosotros, Éramos siete y empezamos a observar al insólito

anima]. En ese momento otro de los caravaneros dijo: "Hay algo muy por encima del ave", y gritó asombrado. Todos vimos, en dirección norte-sur, algo grande y brillante que relucía al sol, como un óvalo enorme moviéndose a gran velocidad. Al cruzar sobre nuestro campamento, aquella cosa cambió de dirección, hacia el suroeste, y vimos cómo desaparecía en el cielo, de un azul intenso. Tuvimos incluso tiempo de agarrar nuestros prismáticos y ver muy claramente una forma ovalada con la superficie brillante, uno de cuyos costados centelleaba al sol. [Nicholas Roerich, Altai-Himalaya: A Travel Diary, págs. 361-62]

Nicholas Roerich fue un paisajista y arqueólogo ruso que viajó mucho por la India y Asia entre 1923 y 1928. El museo Roerich de Nueva York conserva centenares de sus cuadros.

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1909 pertenecen al reino de lo inexplicable tanto como los avistamientos estadounidenses de 1896 y 1897. (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer págs. 73-74)

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Una gran oleada de avistamientos de ovnis tuvo lugar en California a finales del siglo pasado. Esta información ilustrada apareció en un periódico de San Francisco el 22 de noviembre de 1896. Desde Nueva Zelandia llegaron en 1909 noticias de otra oleada de "aeronaves . Durante seis semanas, desde finales de julio hasta principios de septiembre, centenares de personas observaron aeronaves en forma de cigarro sobre ambas islas, del Norte y del Sur. Los avistamientos tuvieron lugar tanto de día como de noche. Los primeros años de nuestro siglo fueron una época de aeronaves experimentales. Los globos dirigibles que construía en Alemania el conde Ferdinand von Zeppelin se hallaban todavía en su primera etapa de desarrollo, y otro tanto ocurría con los que estaban siendo probados en Francia. Ninguno de ellos pudo haber llegado a Nueva Zelandia. Por tanto, las noticias de "aeronaves" recibidas de esa parte del mundo en -

Sir Francis Chichester, un navegante a vela y piloto que se hizo mundialmente famoso a finales de los años veinte y en los treinta por sus valientes travesías marítimas y aéreas en solitario, describió su encuentro con un ovni cuando, el 10 de junio de 1931, trataba de orientarse después de una tormenta. Estaba solo en su avión Gypsy Moth sobre el mar de Tasmania, tras haber despegado horas antes de la isla Lord Howe para un largo vuelo entre Nueva Zelandia y Australia: De repente, delante de mí y 30 grados a la izquierda, observé en varios lugares fuertes relámpagos, como los destellos de un heliógrafo. Vi que se acercaba un dirigible de un blanco grisáceo. Parecía imposible, pero hubiese jurado que si era un dirigible, que venía hacia mí como una perla oblonga. Salvo un par de nubes, no había nada más en el cielo. Miré a mi alrededor, captando a veces un relámpago o un destello, y al volverme de nuevo

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Sir Francis Chichester, experto aviador, marino y navegante, estaba familiarizado con todo tipo de fenómenos atmosféricos. Su descripción de lo que parecía ser un platillo volador puede considerarse exacta.

para observar el dirigible vi que había desaparecido. Esforcé la vista, incapaz de darle crédito, y conduje el hidroavión de un lado para otro, pensando que estaría oculto por un punto ciego. Los relámpagos destellantes continuaban en cuatro o cinco lugares diferentes, pero yo seguía sin poder distinguir ningún tipo de avión. Después, saliendo de unas nubes que tenía enfrente, a mi derecha, vi avanzar otra aeronave, o la misma. La observé atentamente. decidido a no apartar la vista ni una fracción de segundo. Vería lo que le ocurría a ésta aunque tuviese que darle caza. Seguía acercándose, hasta kilómetro y medio de distancia, cuando de pronto desapareció. Después reapareció, muy cerca de donde se había desvanecido. Yo la observaba con intensidad colérica. Se acercó más, y pude ver el pálido resplandor de su trompa y dorso. Siguió avanzando, pero en vez de aumentar de tamaño disminuía a medida que se acercaba. Cuando estaba ya muy cerca, de repente se convirtió en su propio fantasma: durante un segundo, pude ver a través de ella, y al siguiente se había desvanecido. Decidí que sólo podía tratarse de una nube diminuta, con la forma perfecta de una aeronave y que después se disolvió; pero resultaba misterioso que pudiese volver a tomar exactamente la misma forma tras haberse desvanecido. Me volteé hacia los relámpagos, pero también habían desaparecido. Todo esto ocurría muchos años antes de que se hablase de platillos voladores y, fuera lo que fuera lo que vi, parece haber sido algo muy parecido a Io que la gente entiende hoy por ese nombre. [Francis Chichester, The Lonely Sea and the Sky, pág. 165] Varios "cohetes fantasma" fueron vistos sobre las re-

giones septentrionales de Europa en 1946. El hecho tuvo su primer reconocimiento oficial el 26 de febrero, cuando la radio de Helsinki anunció una "desmesurada actividad meteórica" en el norte de Finlandia, cerca del circulo polar ártico. Afluyeron más y más noticias, que describían un objeto "que arrojaba un rastro de humo" e iba dejando un resplandor luminoso a su paso por el cielo nocturno de Helsinki a una altitud de unos 300 metros; "un cuerpo luminoso no identificado que soltaba vapor resplandeciente y se aproximó a la costa finlandesa desde... el Báltico, sólo para girar bruscamente y volver por donde había venido"; y objetos voladores que se suponía que eran bólidos (un tipo de meteorito), que "aparecen y desaparecen, desvaneciéndose en las profundidades del espacio con un ruido infernal".

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Las misteriosas bolas igneas El 23 de noviembre de 1944, los miembros de la tripulación de un bombardero 8-29 en misión nocturna sobre Alemania vieron unos puntos lejanos parecidos a estrellas, que al hacerse más claramente visibles resultaron ser unas diez esferas luminosas que cambiaron del anaranjado al rojo al acercarse al avión. Fue el primero de los muchos informes sobre unas misteriosas bolas de fuego que aparecieron sobre Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. El siguiente (tomado del libro Flying Saucers 011 the Attack, de Haroid T. Wilkins) describe cómo se le aparecieron una noche al teniente piloto David McFalls: A las 0600 horas [de la mañana], cerca de Flagenau, a 10 000 pies de altitud, dos luces muy brillantes subieron hacia nosotros desde tierra. Se pusieron en trayectoria horizontal y se situaron a la cola de nuestro avión. Eran enormes y de un color anaranjado brillante. Permanecieron allí dos minutos. Estaban perfectamente controladas. Después se alejaron y pareció que se apagaban. Informes semejantes empezaron a afluir de Alemania, y más tarde también del teatro de la guerra del Pacífico. Los objetos eran siempre bolas brillantes con luz anaranjada, roja o blanca, al parecer bajo control inteligente, que seguían durante algún tiempo a un avión antes de alejarse y desaparecer. Después de la guerra se supo que los pilotos japoneses se habían encontrado también con el fenómeno, y suponían que se trataba de algún artilugio secreto, estadounidense o ruso, para confundir al radar. Por la misma razón, los servicios de información estadounidenses supusieron que eran obra de los alemanes. Su verdadero carácter nunca ha sido determinado. Otros fueron vistos volando horizontalmente, picando, ascendiendo, haciendo toneles y girando hacia atrás, unas veces cruzando el cielo a grandes velocidades y otras moviéndose "sin prisa". Se informó tanto de objetos redondos como alargados, aquéllos descritos como "un cuerpo luminoso", "una bola reluciente", "una enorme pompa de jabón" o "un objeto giratorio que desprendía chispas", y éstos "en forma de balón de futbol americano", en "forma de cigarro", "como un proyectil", "elípticos" y "como un raqueta de squash". En julio de 1946, Suecia experimentó una oleada de misteriosas luces como proyectiles que los periódicos no tardaron en llamar cohetes fantasma. Centenares de esos extraños objetos fueron vistos por los cielos meridionales del país. El fenómeno aéreo se trasladó después hacia el sur, a medida que avanzaba el año, llegando a alcanzar


Tánger, Italia, Grecia e incluso la India en septiembre. Pero de todas las naciones afectadas, la más preocupada fue Suecia, con hasta 1 000 avistamientos. El gobierno sospechó algún tipo de interferencia soviética, y puso en alerta a sus fuerzas armadas. Sin embargo, nunca hubo pruebas concluyentes de daños o bombardeos, y las investigaciones llevadas a cabo tras supuestas explosiones de "cohetes fantasma" revelaron sólo fragmentos difíciles de identificar de una especie de escorias de color oscuro, y en otros casos nada en absoluto. Los avistamientos fueron disminuyendo hasta cesar en otoño. En un último comunicado militar, publicado el 10 de octubre de 1946, el gobierno sueco afirmaba que, aunque la mayoría de los relatos de avistamientos eran imprecisos, muchos de los informes constituían "observaciones claras e inequívocas", y algo definido había sido registrado por diferentes instrumentos. La conclusión era que 20 por ciento de los informes sobre cohetes fantasma no podían ser explicados ni como aeronaves conocidas ni como fenómenos naturales. Es decir, eran objetos voladores no identificados. En 1948, el Times de Londres informaba que los cohetes fantasma estaban surcando de nuevo los cielos de varios países escandinavos. Los pilotos de línea noruegos informaron de objetos parecidos a proyectiles que despedían llamas verdiazuladas y volaban a velocidades de hasta 10 000 kilómetros por hora a altitudes que iban desde 7 500 metros hasta el nivel de las copas de los árboles. Los ovnis del tipo "cohete fantasma" son vistos aún esporádicamente por todo el mundo, y siguen siendo tan misteriosos como en 1946. (The Encyclopedia of UFOS, Ronald D. Story, ed., págs. 147-49; Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 47) Un caso clásico en la historia de los ovnis es el avistamiento de Kenneth Arnold el 24 de junio de 1947, que hizo que al fin las fuerzas aéreas estadounidenses tomasen en cuenta oficialmente el fenómeno, Arnold, piloto civil y propietario de una compañía de material contra incendios en Boise (Idaho), despegó a las 2 de la tarde del aeropuerto de Chehalis (Washington) en su avión monomotor para buscar a un transporte C-46 de la Marina que se había estrellado en algún lugar de los montes de las Cascadas. Era una tarde hermosa y soleada, con excelente visibilidad. Arnold había estado volando durante cerca de una hora en las cercanías del monte Rainier y empezaba a describir un amplio giro cuando de pronto relampagueó una luz brillante al costado de su avión. Miró a su alrededor, pero no vio nada más que un DC-4, demasiado lejos a su izquierda y atrás para que la luz procediese de él. Súbitamente se repitió el relámpago, y esta vez pudo seguir su trayectoria. Vio con asombro nueve objetos relucientes que se dirigían hacia el sur desde la zona del monte Baker, dando vi-

Para Kenneth Arnold, los objetos que vio se parecían mucho a éstos de la portada de su libro The Coming of the Saucers. No obstante, los vio a gran distancia. rajes en torno a las cumbres más altas y volando en formación escalonada, en dos filas paralelas de cuatro y cinco "aparatos" respectivamente. Mientras pasaban, Arnold se hallaba casualmente en una excelente posición para triangular su velocidad entre el monte Rainier y el monte Adams, unos 70 kilómetros al sur. Sus cálculos indicaban la asombrosa velocidad de 2 500 kilómetros por hora, casi tres veces la velocidad máxima de cualquier avión de la época. Arnold dijo que los objetos eran "planos como una sartén y tan brillantes que reflejaban el sol como espejos". Su movimiento era también extraño, comparable al de "lanchas de motor sobre aguas encrespadas", y volaban "como lo haría un platillo lanzado sobre la superficie del agua". Los tuvo a la vista durante unos tres minutos. Una interesante posdata pusieron el 4 de julio, apenas diez días después del avistamiento de Arnold, el capitán E.J . Smith, de la United Airlines, y su copiloto, Ralph Stevens, que acababan de despegar del aeropuerto de Boise (Idaho) cuando vieron una formación de cinco objetos parecidos. Al cabo de un minuto, los

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La investigación de los ovnis La historia de la documentación oficial sobre los ovnis comienza en 1948, cuando las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos pusieron en marcha el programa Sign, reorganizado en 1949 con el nombre de Grudge, y más tarde con el de Libro Azul (Blue Book). Su finalidad era investigar y evaluar los informes sobre ovnis en los Estados Unidos y en sus guarniciones en otros países, con vistas a cualquier posible amenaza para la seguridad nacional, procedente tanto de potencias extranjeras como del espacio exterior. Hubo críticas que acusaron al programa de carecer de personal científicamente cualificado y de ser una simple tapadera para tranquilizar a un público alarmado. No obstante, el programa Libro Azul resultó muy eficaz. Durante 18 años reunió más de 12 600 casos, la mayoría explicados como fenómenos naturales mal interpretados o aeronaves conocidas. Pero 701 avistamientos quedaron como "no identificados". En 1966, las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos patrocinaron una investigación independiente y acelerada de los ovnis por un equipo de científicos de la Universidad de Colorado bajo la dirección del doctor Edward U. Condon, físico eminente. De 59 casos que seleccionaron, 23 fueron de explicación imposible. No obstante, en su informe final, en 1969, Condon concluía que 21 años de estudio de los ovnis no habían añadido nada al conocimiento científico, y que probablemente no valía la pena "seguir con un estudio a gran escala". Y añadía: "Podemos decir sin temor a equivocarnos que ninguna vida inteligente de fuera de nuestro sistema solar tiene la menor posibilidad de visitar la Tierra en los próximos 10 000 años." Tras la publicación del informe Condon, las Fuerzas Aéreas convinieron en que los ovnis no suponían ninguna amenaza para la seguridad nacional y no ha-

cinco "platillos" se marcharon a una velocidad asombrosa y aparecieron otros cuatro. ¿Sería el mismo grupo de ovnis que había observado Kenneth Arnold en Washington pocos días antes? (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., pág. 25; Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, págs. 23-24; Jacques Vallée, UFO's in Space: Anatomy of a Phenomenon, pág. 55) DESDE 1948 La edad moderna de los platillos voladores comienza con el avistamiento de Arnold. Aunque no fue en modo alguno el único incidente de 1947, sí fue el más extraordinario. La historia de Arnold, pronto transmitida al mundo entero por la radio y la prensa, hizo que 216

bía pruebas de que los objetos avistados fuesen de origen extraterrestre. El programa Libro Azul fue dado por concluido y todos sus archivos abiertos al público. Pero el hecho de que otros documentos sobre ovnis siguieran siendo secretos hizo que algunos grupos privados que también investigaban ovnis apremiasen para que se les diese acceso a ellos, basándose en que el público tiene derecho a saberlo todo. Todavía hoy, muchos entusiastas de los ovnis creen que la verdadera investigación sobre éstos estaba —y está— siendo llevada a cabo en secreto por personal gubernamental de alto nivel; pero en este momento sólo organizaciones privadas se dedican a investigar en serio los "platillos voladores". Entre las asociaciones, las más conocidas son la Mutual UFO Network (MUFON), fundada en 1969; el National Investigations Committee on Aerial Phenomena (NICAP), fundado en 1956 en Washington, D.C., y la Aerial Phenomena Research Organization (APRO), fundada en 1952 por Jim y Coral Lorenzen. Una organización de otro tipo, altamente considerada, es el Center for UFO Studies (CUFOS), fundado en 1973 por el astrónomo J. Allen Hynek, ex consejero científico del programa Libro Azul. En 1982 CUFOS disponía de una lista por computadora de 70 000 informes de avistamientos de todas las partes del mundo. Se vio que aproximadamente 80% de ellos eran fácilmente explicables, mientras que otro 20 07o sigue sujeto a mayor investigación. Otros países, en especial Francia, Gran Bretaña y Australia, tienen también organizaciones civiles que reúnen e investigan en serio los informes sobre ovnis. Aunque la conciencia del fenómeno sólo se mantiene viva en empresas privadas, los informes de ovnis procedentes de todo el mundo siguen acumulándose y contribuyendo al misterio más esquivo de nuestra época.

las fuerzas aéreas estadounidenses comenzasen a investigar las noticias sobre ovnis. Para facilitar el estudio, el doctor J. Alíen Hynek, el astrónomo que durante 20 años iba a ser consultor de las fuerzas aéreas estadounidenses en los programas Sign y Blue Book, dividió en categorías los numerosos informes sobre ovnis. La primera gran categoría incluía los avistamientos de ovnis a una distancia de más de 150 metros. Éstos fueron subdivididos en tres clases: Luces nocturnas, luces bien definidas que no pueden ser explicadas por las fuentes luminosas normales; Discos diurnos, objetos de apariencia metálica ovalados o en forma de platillo, y Avistamientos radar-oculares, trazas no identificadas en las pantallas de radar que confirman avistamientos oculares simultáneos


El doctor J. Alíen Hynek, astrónomo de la Northwestern University, abordó el tema de los ovnis como consultor del programa Libro Azul. Empezó como escéptico, pero descubrió que aproximadamente 20% de los avistamientos no eran identificables. La segunda gran categoría, la de los avistamientos a una distancia de menos de 150 metros, fue subdividida como sigue: Encuentros cercanos del primer tipo, aquellos en los que no hay interacción entre el ovni y el entorno; Encuentros cercanos del segundo tipo, los que manifiestan alguna interacción, tales como interferencias en los sistemas de encendido de los coches, quemaduras en el suelo y efectos físicos sobre los animales o el hombre, y Encuentros cercanos del tercer tipo, aquellos en los que se informa haber visto en el ovni ocupantes extraterrestres. En años recientes los testigos de apariciones de ovnis han descrito contactos personales con sus ocupantes, e incluso retenciones temporales. Estos casos son denominados con frecuencia Encuentros cercanos del cuarto tipo. Los siguientes relatos, elegidos por su interés y verosimilitud, están ordenados por categorías y son sólo una fracción de los millares de informes sobre ovnis surgidos en todas las partes del globo durante los últimos 40 años. LUCES NOCTURNAS

El "combate aéreo" de Gorman, como suele llamár-

sele, en el que durante 27 minutos se vieron envueltos el teniente George F. Gorman, de la Air National Guard, y un ovni sobre Fargo (Dakota del Norte) la noche del 1° de octubre de 1948, es uno de los primeros clásicos del género. Gorman, que había llevado a cabo un vuelo a campo traviesa con su escuadrón, había decidido seguir en el aire después de aterrizar los otros aviones para tener algunas horas más de vuelo nocturno. Hacia las 9 de la noche, se preparaba a aterrizar cuando la torre de control informó que había otro avión —una Piper Cub— en los alrededores. Gorman pudo ver claramente la avioneta por debajo de él, pero después cruzó como un rayo, a su derecha, lo que parecía ser la luz de cola de otro avión. Cuando la torre le informó que no tenían noticias de ningún otro aparato en las cercanías, Gorman decidió investigar. Ascendió con su F-51 hacia la luz que se movía. Cuando estaba a unos 900 metros de ella, pudo ver claramente el objeto: Tenía de 15 a 20 centímetros de diámetro, y era de color blanco claro y completamente redondo, sin salientes. Se encendía y apagaba. No obstante, cuando me acerqué, la luz se hizo de pronto

continua y aquello viró bruscamente a la izquierda. Pensé que estaba haciendo señales a la torre. Piqué detrás de él y aumenté mi presión variable a sesenta pulgadas, pero no pude alcanzarlo. Aquello empezó a ganar altura y viró de nuevo a la izquierda. Imprimí un giro brusco a mi F-51 y traté de atajarlo mientras viraba. Para entonces estábamos a unos 7 000 pies. De pronto aquello hizo un brusco giro a la derecha y nos fuimos uno contra otro. Cuando estábamos a punto de chocar, supongo que me asusté. Hice una picada y la luz pasó a unos 500 pies por encima de mi cabina. Después describió un círculo a la izquierda, a unos mil pies de mí, y volví a perseguirla.

Gorman se fue derecho hacia la luz, que venía de nuevo hacia él. Cuando ya parecía inevitable el choque, el ovni ascendió en vertical y desapareció. Gorman trató de perseguirlo, pero su avión entró en pérdida de velocidad a unos 4 200 metros y no volvió a ver el objeto. La persecución había durado en total desde las 9 hasta las 9:27 de la noche. A Gorman le afectó tanto este encuentro que le fue difícil aterrizar. Dijo no haber notado ningún ruido, ni olor o rastro del tubo de escape del ovni, ni la menor desviación en sus instrumentos. Los dos controladores de tráfico de servicio, Lloyd D. Jensen y H.E. Johnson, que vieron la extraña luz al mismo tiempo que a la Piper Cub, corroboraron el incidente. Describieron aquello en términos muy parecidos a los de Gorman —"una luz redonda, de forma perfecta, de la que no salían ni un resplandor borroso ni rayos"— y notaron su, en apariencia, gran velocidad. Otros dos testigos, el piloto de la Piper Cub y su pasajero, no sólo vieron los rápidos movimientos de la luz mientras estaban en comunicación por radio con la torre, sino que después de aterrizar siguieron observando el objeto y cómo lo perseguía el avión de Gorman. Éste afirmó que se había convencido de que el ovni demostraba "inteligencia" en sus maniobras y que estaba persiguiendo a un tipo de nave extraordinariamente "pilotada". Nadie ha dado una explicación normal satisfactoria del "combate aéreo" de Gorman. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 151-52)

Toda una serie de luces nocturnas, algunas con perfil

de "avión" en forma de ala, fueron vistas en Lubbock (Texas) y sus alrededores durante los meses de agosto y septiembre de 1951. Centenares de personas vieron las luces y una las fotografió; también fueron seguidas por el radar. El primer avistamiento tuvo lugar sobre Albuquerque (Nuevo México) la noche del 25 de agosto de 1951. Un empleado de la Comisión de Energía Atómica y su mujer informaron que habían visto pasar sobre sus cabezas un enorme ovni "en forma de ala" con luces azuladas en la parte posterior. Iba a sólo unos 300 metros de altura. Pudieron ver que el "ala" tenía forma de flecha muy aguda y como vez y media el tamaño

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turales, como el reflejo de las lámparas de vapor recién instaladas en las calles o el reflejo de las blancas pechugas de aves en vuelo (chorlitos), pero quienes habían visto las luces no consideraron muy verosímiles tales explicaciones. (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 215-18) II

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Esta fotografía de las "luces" de Lubbock fue tomada por Carl Hart, lujo, en agosto de 1951. Los investigadores de las Fuerzas Aéreas estudiaron los avistamientos, pero fueron incapaces de dar una explicación satisfactoria. de un B-36. Varias franjas oscuras iban desde el frente a la parte posterior, y las "luces de las alas" eran de un color verdiazul que relucía tenuemente. La misma noche del avistamiento de Nuevo México, pero algo más tarde, varios profesores universitarios sentados en un porche de Lubbock (Texas) vieron pasar rápidamente sobre ellos unas luces en formación vagamente semicircular. Al cabo de varias horas las luces reaparecieron, y pudo verse que eran objetos con un tenue resplandor azulado que se movían en formación más abierta que la primera vez. Esa misma noche una mujer de Lubbock vio también un aparato gigantesco, "como un ala", con luces azuladas en la parte de atrás, que pasó silenciosamente sobre su casa. Ocurría esto minutos después del avistamiento de Albuquerque, del que esa mujer no podía tener noticia. Durante las dos semanas siguientes, en varias ocasiones fueron vistas sobre Lubbock esas luces nocturnas que se desplazaban rápidamente. Los observadores coincidieron en que las "escuadrillas" aparecían siempre unos 45 grados por encima del horizonte norte, recorrían 90 grados de cielo, a menudo en poco más de tres segundos, y desaparecían unos 45 grados por encima del horizonte meridional. Entre quienes las vieron estaba cierto doctor George, profesor de física con amplios estudios sobre la atmósfera, que tampoco pudo dar una explicación científica. Probablemente fueron esas mismas luces las que fotografió un aficionado llamado Carl Hart, hijo, la noche del 31 de agosto. Una de sus fotos, que muestra una serie de objetos brillantes en forma de disco volando en V por el cielo nocturno, apareció en un periódico local. Las fuerzas aéreas llevaron a cabo una completa investigación de las "luces" de Lubbock, pero no consiguieron llegar a ninguna explicación satisfactoria. Los negativos de Hart resultaron auténticos, y docenas de testigos confirmaron haber visto tenues luces azuladas pasar como balas de un horizonte a otro. A veces esos objetos, en número desde 3 hasta varias docenas, dibujaban una V perfecta, pero otras iban en formaciones más aleatorias. Se sugirieron causas na-

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El incidente del Centaurus en 1954 es uno de los mejores ejemplos de un clásico avistamiento de ovnis. Tuvo lugar sobre Labrador la noche del 29 de junio. Las observaciones fueron hechas por el capitán James Howard y su tripulación desde el Centauros, un Boeing Stratocruiser de la BOAC que se dirigía a Londres desde el aeropuerto neoyorquino de Idlewild (hoy Kennedy). El capitán y su copiloto, el primer oficial Lee Boyd, avistaron los ovnis a las 9:05 de la noche, hora de Labrador. Observaron un gran objeto iluminado rodeado por seis más pequeños. Volaban paralelamente al Centaurus a una distancia de unos ocho kilómetros y acompañaron al avión durante 18 minutos y a lo largo de unos 130 kilómetros. De vez en cuando el objeto grande cambiaba de forma —o quizá sólo parecía hacerlo cuando alteraba su ángulo de vuelo—, y en ese momento los más pequeños se reordenaban a su alrededor. Al cabo de unos minutos de tan sorprendentes observaciones, el capitán Howard entró en contacto con el personal de vuelo de Goose Bay. Dijeron que mandaban a un piloto de caza a investigar. Para entonces el ovni grande había cambiado su forma primitiva de pera invertida por la de flecha, de la que pasó a algo que parecía "un gigantesco receptor telefónico del tamaño de un trasatlántico". Los 8 miembros de la tripulación y los 14 pasajeros que iban despiertos estaban ya observando el fenómeno cuando los ovnis más pequeños empezaron a desaparecer. George AlIen, el navegante que había estado observando desde el principio, informaría más tarde

Una gran nave alargada acompañada por seis objetos circulares más pequeños, visibles en la esquina inferior derecha, siguió a un Boeing Stratocruiser sobre Labrador.


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que a él le pareció que se metían dentro del mayor. Por último, éste partió "a una velocidad tremenda". El capitán Howard comunicó al piloto del avión interceptor recién llegado la desaparición gradual de la flota de ovnis y de su "nave base" acompañante. Más tarde, en el número del 11 de diciembre de 1954 del Everybody's Weekly, diría: "No hay explicación racional, salvo si hablamos de naves espaciales y platillos voladores. Sobre esa base, debe de haber sido alguna misteriosa forma de nave espacial de otro mundo." Seguía convencido de que lo que había visto eran objetos sólidos, "maniobrables y controlados inteligentemente, una especie de nave base unida de algún modo a los satélites menores que la acompañaban". (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, págs. 34-36)

El avistamiento de un ovni por Jimmy Carter tuvo lugar hacia las 7:15 de la noche del 6 de enero de 1969 en Leary (Georgia). El ex presidente de los Estados Unidos, entonces gobernador de Georgia, esperaba al aire libre el momento de hablar ante el Club de Leones local, y lo acompañaba un grupo de unas doce personas. He aquí su informe, tal como apareció el 8 de junio de 1976 en el National Enquirer:

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Una flota de cuatro cazabombarderos portugueses comandada por el capitán José Luis Ferreira tuvo también un encuentro con una "nave nodriza" de ovnis y sus "satélites". Los aviones volaban la noche del 4 de septiembre de 1957 a 7 500 metros de altura entre Granada (España) y Portalegre (Portugal) cuando el capitán vio un objeto parecido a una estrella muy brillante, "extraordinariamente grande y destellante y con un núcleo que cambiaba de color constantemente, pasando del verde oscuro al azul y después a los colores amarillentos y rojizos del espectro". Los demás pilotos vieron también el objeto. De repente el ovni pareció aumentar de tamaño, hasta cinco o seis veces el original, y después encogerse hasta ser un punto amarillo apenas visible. Tales expansiones y contracciones se repitieron varias veces. El capitán Ferreira pensaba que esos cambios de tamaño podían deberse a cambios de posición. Los bombarderos cambiaron de rumbo, pero el objeto mantuvo su posición a 90 grados a su izquierda. Ahora era de un rojo brillante. De repente los pilotos vieron que emergía de él un pequeño círculo de luz amarilla. Después vieron otros tres objetos amarillos a la derecha del ovni principal. Al cabo de nuevas maniobras, los pequeños objetos desaparecieron. Todos los pilotos estuvieron de acuerdo en que lo que habían presenciado carecía de explicación racional. El capitán Ferreira hablaba también por ellos cuando dijo: "Después de esto, que no me vengan con esas historias de Venus, globos, aviones y cosas parecidas, que han sido hasta ahora la panacea para casi todas las apariciones de ovnis." (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, págs. 39-41)

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Al informar sobre un ovni que vio cuando era gobernador de Georgia, Jimmy Carter describió un objeto redondo y dotado de luz propia, azulado al principio y que se volvió rojizo. Arriba puede verse la primera página de su informe.

Estoy convencido de que existen los ovnis porque he visto uno. Era una auténtica aberración, pero lo vieron unas veinte personas. Fue la cosa más increíble que he visto jamás. Era grande y muy brillante. Cambiaba de color y tenía aproximadamente el tamaño de la Luna. Lo vimos durante diez minutos, pero ninguno de nosotros pudo explicarse lo que era...

En octubre de 1973, el gobernador Carter llenó una forma impresa muy detallada para el Comité Nacional de Investigaciones sobre Fenómenos Aéreos (NICAP). Calculaba que el objeto estaba a unos 30 grados sobre el horizonte, era tan brillante como la Luna, pero algo más pequeño, y se hallaba a una distancia de 275 a 900 metros. Dijo que se había acercado y alejado varias veces antes de desaparecer. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 63-65) Tasmania experimentó una oleada de "luces nocturnas" desde febrero hasta octubre de 1974. Los primeros avistamientos tuvieron lugar en la parte norte y noroeste de la isla, mientras que los últimos, de mayo

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a octubre, fueron en su mayoría en la parte noreste. He aquí uno de los informes más interesantes: El 25 de febrero, en la zona del valle de Derwent, hacia las 4:20 de la mañana, el señor M. vio hacia el noreste una luz redonda. El resplandor aumentó, y pronto el testigo tuvo encima de su coche una luz blanca deslumbradora de superficie plana y con un anillo anaranjado mal definido cerca del borde exterior. El señor M. calculó que el ovni, que "acompañó" a su coche durante muchos kilómetros antes de desaparecer, tendría unos 4.5 metros de ancho. El 27 de febrero, cerca de Latrobe, a las 9:45 de la noche, Greg Thornton y Sally Lamprey vieron en el cielo un punto anaranjado que venía hacia su coche. Aumentó de tamaño hasta aproximadamente el diámetro de una pelota de tenis, y al principio parecía "un triángulo con las esquinas redondeadas", pero después se puso de costado y lo que vieron fue "una línea recta anaranjada, como un lápiz en un ángulo de 45 grados". Otro testigo vio el mismo objeto pocos minutos después. A juzgar por su tamaño y distancia aparentes, calculó que tendría un diámetro de 6 metros. El 25 de mayo, tres testigos de Boobyalla Estate (un grupo de casas y corrales) vieron desde su coche algo que al principio pensaron que era la Luna. Pero pronto se dieron cuenta de que se trataba de una extraña luz inmóvil, "como un gran plátano, pero más gruesa por el centro. Era de color anaranjado brillante por debajo y rojo fuego por el medio, con mezcla de amarillo brillante en la parte superior. Estaba a sólo 7 metros sobre el suelo". Empezó a avanzar hacia ellos hasta quedar a unos 180 metros. Calcularon que tenía aproximadamente 30 metros de largo. Asustados, abandonaron la zona. Dos noches más tarde (27 de mayo), una docena de vecinos de Boobyalla vieron el mismo objeto u otro muy semejante, descrito esta vez como un plátano o una media luna acostada. Todos los testigos coincidieron en que estaba cerca del suelo y emitía un fuerte resplandor que iluminaba los corrales. (Flying Saucer Review, 21:47-50, noviembre de 1975) El 19 de septiembre de 1976, los vecinos de Teherán

(Irán) empezaron a llamar a media noche al puesto de mando de las fuerzas aéreas diciendo que veían en el cielo un objeto extraño. Las descripciones iban desde "como un ave" y "una luz brillante" hasta "un helicóptero con una luz muy fuerte". B.G. Yousefit, ayudante del subjefe de operaciones, decidió enviar un F-4 de la base de Shahrokhi a investigar el ovni y, si era posible, interceptarlo. Pero el avión perdió toda comunicación instrumental a unos 65 kilómetros del despegue. El piloto regresó y fue enviado otro F-4. Mientras este segundo avión se aproximaba al ovni, se hizo contacto por radar, y la traza recibida era la que cabía esperar de un Boeing 707. Cuando el segundo F-4 llegó al punto en que el primero había quedado incomunicado, el ovni aumentó de pronto su velocidad, haciendo imposible al piloto acercarse a él

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a pesar de volar a velocidad supersónica. El piloto y otros miembros de la tripulación observaron el gran brillo del ovni, que, según dijeron, tenía forma rectangular con luces de colores destellantes. De repente, mientras el F-4 seguía persiguiendo al ovni, un objeto brillante más pequeño que salió de él a gran velocidad se dirigió hacia el avión. El piloto estaba a punto de dispararle un proyectil cuando su panel de control de armas se inutilizó, y también él perdió toda comunicación. El piloto giró y empezó a picar para evitar lo que suponía era un proyectil del ovni; pero el pequeño objeto cambió también de rumbo, lo siguió un momento y después subió a reunirse con el otro ovni. El F-4 reanudó la caza. De pronto un segundo objeto abandonó el costado del ovni, picó a gran velocidad hacia tierra y pareció aterrizar suavemente en las lejanas colinas. Ahora el ovni grande aumentó su velocidad a muchas veces la del sonido y desapareció. Mientras hacía una larga aproximación a la base, el tripulante del F-4 vio un objeto cilíndrico, aproximadamente del tamaño de un caza, acercársele desde una altitud superior. Tenía potentes luces a cada extremo y otra intermitente en el centro. El personal de la torre de control no sabía que hubiese ningún otro avión en la zona, pero confirmó ocularmente el avistamiento. Al ser sometido al Servicio de Información de la Defensa de los Estados Unidos, el incidente fue considerado excepcional para el estudio de los ovnis. (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 358-60) DISCOS DIURNOS

El 18 de marzo de 1950, los 5 000 habitantes de Far-

mington (Nuevo México) —incluidos el alcalde, periodistas y policías— vieron "centenares de objetos extraños" que hicieron acrobacias en el cielo durante más de una hora. Algunos de los objetos, descritos como naves espaciales, se movían a velocidades calculadas en más de 1 600 kilómetros por hora e hicieron vuelos en formación. Los ovnis desaparecieron antes de mediodía, pero volvieron por la tarde. La prensa daba cuenta de su "increíble maniobrabilidad y capacidad de control en una fracción de segundo, lo que les permite evitar las colisiones". (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, pág. 27; Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, pág. 128) Un extraño objeto en forma de disco fue fotografia-

do por Paul Trent el 11 de mayo de 1950 en Oregon. Las dos fotos que obtuvo son de gran importancia para el estudio de los ovnis ("ufología") por su claridad y por las muchas investigaciones llevadas a cabo para comprobar su autenticidad. Actualmente hay acuerdo en que un objeto extraordinario, del tipo descrito más abajo, voló realmente a la vista de Paul Trent y su esposa. Lo que los Trent observaron en su granja del municipio de McMinnville (Oregon) fue "una cosa extra-


cia. Ocurrieron con diez días de diferencia, y fueron presenciados por centenares de personas. El 17 de octubre, hacia las 12:50 de la tarde, el seflor Ives Prigent, superintendente general del Liceo de Oloron, se disponía a sentarse a comer en compañía de su mujer y sus hijos cuando uno de éstos, que se hacía el remolón en la ventana, gritó de pronto: "¡Ven, papá, mira, es fantástico!" El resto de la familia corrió junto a él, y éste es el relato que hizo Trigent de lo que vieron:

En 1950 Paul Trent tomó dos de las fotos más claras que se han hecho nunca de un ovni (arriba y centro). El análisis de los negativos no reveló fraudes. A la izquierda, una ampliación del ovni solo. ña, como una gran tapa de basurero con una especie de espolón encima". Trent dijo que el objeto volador era "brillante como plata bruñida, no hacía ruido ni despedía humo o vapor. Al cabo de unos minutos, se dirigió hacia el noroeste y se perdió en el horizonte". Lo vio al anochecer y calculó que tendría unos 10 metros de diámetro. Cuando apareció, volaba lentamente pero no parecía girar. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 223-26; Harold T. Wilkins, Flying Saucers on the Attack, págs. 131-32) En octubre de 1952 tuvieron lugar das notables avistamientos diurnos, casi idénticos, en las localidades de

Oloron-Ste.-Marie y Gaillac, en eI suroeste de Fran-

Allá en el norte, flotaba contra el cielo azul una nube algodonosa de forma extraña. Por encima de ella, un cilindro largo y estrecho, inclinado en apariencia en un ángulo de 45 grados, se movía lentamente en línea recta hacia el suroeste. Calculé su altitud en unos 2 ó 3 kilómetros. El objeto era blanquecino, no luminoso y de forma bien definida. De su extremo superior salía una especie de pluma de humo blanco. Delante del cilindro y a alguna distancia seguían su misma trayectoria como otros 30 objetos. A simple vista parecían esferas informes, como bocanadas de humo, pero con ayuda de unos gemelos de teatro pude distinguir una esfera roja central rodeada por una especie de anillo amarillento inclinado en ángulo. Este ángulo era tal que ocultaba casi por completo la parte inferior de la esfera central, mientras dejaba ver su superficie superior. Los "platillos" se movían por parejas, siguiendo una ruta caracterizada por un rápido y corto zigzag. Cuando dos de los platillos se alejaban uno de otro, se producía entre ellos un rayo blanquecino, como un arco voltaico. Todos esos extraños objetos dejaban tras de sí una abundante estela, que caía lentamente al suelo al dispersarse. Restos de ella quedaron durante varias horas colgados de los árboles, los hilos del teléfono y los tejados de las casas.

--Esta interpretación pictórica de los objetos vistos por centenares de testigos sobre dos ciudades francesas en 1952 muestra una gran forma tubular, esferas anilladas que se mueven en parejas y estelas filamentosas.

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Estas fibras parecidas a telarañas o gasa, que a veces se encuentran coincidiendo con avistamientos de ovnis, son conocidas como cabello de ángel. Parecen de lana o nylon, pero tienden a desintegrarse rápidamente. (Para más detalles, ver pág. 188.) El 27 de octubre, a las 5 de la tarde, un espectáculo semejante fue visto en el cielo en Gaillac, una localidad distante 240 kilómetros de Oloron-Ste.-Marie. Unos cien testigos dieron análoga descripción del acontecimiento, que duró veinte minutos: Un largo cilindro empenachado con una inclinación de 45 erados avanzaba lentamente hacia el sureste en medio de una veintena de "platillos" que brillaban al sol y volaban de dos en dos en rápido zigzag. La única diferencia (en el avistamiento de Gaillacl fue que aquí algunas parejas de platillos a veces descendieron mucho, a una altitud calculada Por los observadores en 300-400 metros.

También en esta ocasión los testigos vieron caer cabello de ángel, que asimismo desapareció apenas recogido. (Aimé Michel, The Truth About Flying Saucers, págs. 145-50) Un policía libre de servicio, Ernst W. Akerberg, y su

mujer, Karin, salían la noche del 5 de agosto de 1957 de su casa de verano en la isla de Gotland (Suecia) cuando vieron un objeto en forma de disco que se acercaba desde el mar. Cuando llegó a la orilla, a unos centenares de metros de ellos, hizo un brusco viraje, se inclinó sobre su borde y se balanceó durante unos momentos. Después siguió su rumbo durante unos 800 metros, hizo otro viraje repentino y se perdió de vista. Casi inmediatamente llegó otro objeto de la misma dirección y llevó a cabo las mismas maniobras. Ambos hicieron que el agua se ondulara y que se balancearan las copas de los árboles cuando pasaron a una altura de unos 180 metros. Los Akerberg calcularon que medirían unos 23 ó 24 metros de ancho. Tenían la forma de un "timbre de bicicleta" aerodinámico y eran de un gris plata metálico. Podían verse uniones remachadas en su parte inferior, sobre la que parecía girar lentamente la superior. Ambos discos tenían un "tubo de un rojo cereza" reluciente, y sus bordes un "brillo borroso, tenue". Hacían un ruido muy parecido al de darle cuerda a un reloj. Tras investigar este avistamiento, las fuerzas aéreas suecas clasificaron los objetos como "no identificados". ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 152-53) Los últimos meses de 1978 estuvieron marcados en tie-

rras australianas por algunos acontecimientos insólitos relacionados con los ovnis. El trágico caso de Frederick Valentich es el punto de partida de toda una serie de contactos oculares, por radar y filmados con extraños objetos voladores. "Se acerca a mí por el este", radió el joven piloto australiano 50 minutos después de haber despegado

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Guido Valentich sostiene un retrato de su hijo Frederick, que desapareció sin dejar rastro mientras volaba en un pequeño avión al sur de Australia. Dado que Frederick comunicó, inmediatamente antes de que se interrumpiese el contacto por radio, que una extraña nave se cernía sobre él, su padre cree que fue raptado por seres de otro planeta. del aeropuerto de Moorabbin, en Victoria, para volar en solitario en una Cessna 182 a través del estrecho de Bass hasta la isla King. Su conciso mensaje continuaba: Parece estar jugando a algo. Vuela a una velocidad que no puedo calcular... Ahora pasa por mi lado. Es de forma alargada... Ahora se acerca por mi derecha... Tiene una luz verde y una especie de luz metálica por la parte exterior.

Valentich hablaba con el controlador de servicio en Melbourne, Steve Robey, tras haber pedido confirmación de un gran aparato con "cuatro luces brillantes" y habérsele dicho que no se sabía de ningún avión en la zona. La cosa está orbitando encima de mí.

El motor de la Cessna empezó a renquear y toser, y Valentich llamó para anunciar: Me dirijo a la isla King. Avión desconocido cerniéndose ahora sobre mí.

Fueron las últimas palabras del joven piloto. Desde tierra se oyó un fuerte sonido metálico durante 17 segundos, y después se cortó la comunicación. Nunca se encontraron indicios ni de Valentich ni de su avión, y el misterio continúa sin resolverse. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., pág. 379; Flying Saucer Review, 24:3-5, marzo de 1979) AVISTAMIENTOS RADAR OCULARES -

Dos operadores de radar del polígono de lanzamiento

de misiles de White Sands (Nuevo México) captaron en la mañana del 14 de julio de 1951 un objeto no identificado que se movía a gran velocidad. Alguien que desde tierra observaba casualmente con prismáticos un B-29 vio un gran ovni cerca del avión. Un segundo observador, provisto de una cámara de 35 mm, tomó 60 metros de película del objeto. Las noticias dicen que la filmación mostraba una mancha brillante y redonda, pero la película desapareció no se sabe cómo y no ha vuelto a ser vista. (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, pág. 28)


Siete extrañas manchas aparecieron repentinamente en

una pantalla de radar del aeropuerto nacional de Washington la noche del sábado 19 de julio de 1952. Al no poder identificar las imágenes, el controlador de tráfico Edward Nugent pidió a su supervisor, Henry G. Barnes, que echase una mirada. Lo que sigue es un extracto del informe que más tarde hizo Barnes: Las "cosas" que hicieron que Ted me pidiera que me acercara a la pantalla eran siete blips [indicación visual de radar] arracimados irregularmente en una esquina... Eran como manchas violeta pálido... Los siete blips indicaban que los objetos —o lo que fueran— estaban en el aire en una zona de unos 14 kilómetros de diámetro, a 24 kilómetros al sursuroeste de Washington. Inmediatamente nos dimos cuenta de que se trataba de una situación muy extraña. Seguimos el rastro de los siete blips durante unos 5 minutos, y rápidamente determinamos que se movían a velocidades de entre 160 y 180 kilómetros por hora mientras pudimos observarlos. Pero sus movimientos no se parecían en nada a los de un avión normal. No seguían un rumbo fijo, ni iban en formación determinada, y no parecíamos poder seguirlos más de 4 kilómetros de una vez...

Barnes dio instrucciones a la fuerza aérea para que enviaran cazas y continuaron observando la pantalla. Ya entonces algunos de los pilotos que llegaban decían por radio que veían luces no identificadas en el cielo. La base de las fuerzas aéreas en Andrews empezó también a captar extraños ecos en sus pantallas, que correspondían a los del Nacional de Washington. El personal de tierra vio una "luz anaranjada brillante". Un piloto de una línea aérea anunció que tenía imágenes oculares, una de ellas de seis luces, que correspondían a otras tantas imágenes en el radar. Al fin llegaron los cazas, varias horas después de la llamada de Barnes, pero no pudieron encontrar nada, y para Julio de 1952: tres controladores de tráfico observan una pantalla de radar en el Aeropuerto Nacional de Washington, D.C. Entre el 19 y el 26 de ese mes aparecieron dos veces en ella una serie de extrañas imágenes, coincidiendo con informes oculares de luces no identificadas.

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Esta gráfica de las imágenes irregulares aparecidas en la pantalla de radar del Aeropuerto Nacional de Washington, D.C., el 26 de julio de 1952 fue hecha por las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Los expertos en radar aseguran que el fenómeno no pudo deberse a una inversión térmica. entonces las extrañas imágenes ya no eran visibles en la pantalla del radar. Pero apenas se habían marchado los cazas cuando volvieron a aparecer las manchas en las pantallas del aeropuerto. Los informes oculares y por radar, coincidentes, continuaron durante toda la noche. Exactamente una semana más tarde, el sábado 26 de julio, otra serie parecida de imágenes misteriosas fue vista en la pantalla de radar del aeropuerto y confirmada ocularmente por numerosos aviones. Esta vez los aparatos interceptores acudieron rápidamente, pero sólo uno de los pilotos vio algo. Intentó acercarse a cuatro luces que divisó a lo lejos, sin conseguirlo. El incidente fue exagerado en los titulares periodísticos de todo el país. Uno de ellos decía: "El día en que los platillos visitaron Washington D.C." Sin embargo, los investigadores de las fuerzas aéreas concluyeron que ambos incidentes "eran debidos a efectos de espejismo provocados por una doble inversión térmica", conclusión negada por el doctor James E. McDonald, un meteorólogo de la Universidad de Arizona que había investigado el caso por su cuenta. (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 388-89)

La noche del 19 de febrero de 1956, la pantalla de ra-

dar de la sala de control del aeropuerto parisiense de Orly mostró de repente una imagen con un eco dos veces mayor que el del mayor avión conocido. La imagen se comportó de un modo muy irregular, disminuyendo la velocidad hasta quedar inmóvil y acelerando después espectacularmente, de un modo diferente por completo a cuanto el operador había visto hasta entonces. En ese momento apareció en la pantalla una imagen más familiar, que en seguida fue identificada como un Douglas Dakota de Air France en su vuelo re-

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guiar París-Londres. La torre de control comunicó al avión que había un ovni en su ruta. El radiotelegrafista que recibió el mensaje miró por la ventanilla y se asombró al ver una forma enorme y borrosa con un resplandor rojo. Él y el capitán pudieron observar el ovni durante medio minuto antes de que desapareciese. En su informe, el capitán decía que el objeto que vieron no llevaba ninguna de las luces de navegación reglamentarias. En Orly, los radaristas siguieron en sus pantallas el extraño vuelo del ovni durante cuatro horas. Después desapareció. Una extraña peculiaridad de esta historia es que ni el aeropuerto de Le Bourget ni el observatorio de París registraron ese ovni en sus pantallas de radar. (Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, págs. 38-39) Un clásico de la literatura sobre ovnis es la historia del avistamiento por radar que llevó a cabo un RB-47 el 17 de julio de 1957. Hela aquí tal como fue resumida en la introducción de un largo y detallado relato del incidente publicado en la revista Astronautics & Aeronautics por el Subcomité para Ovnis del Instituto de Aeronáutica y Astronáutica de los Estados Unidos: Un RB-47 de las Fuerzas Aéreas, equipado con dispositivos de contramedidas electrónicas (ECM} y tripulado por seis oficiales, fue seguido por un objeto no identificado a lo largo de más de mil kilómetros y durante un periodo de tiempo de 1.5 horas, mientras se dirigía de Mississippi a Oklahoma a través de Luisiana y Texas. El objeto fue visto ocularmente varias veces por los tripulantes desde la cabina como una luz muy intensa, seguido por el radar de tierra y detectado por el equipo ECM de a bordo. De especial interés son en este caso varios ejemplos de apariciones y desapariciones simultáneas en esos tres "canales", físicamente distintos, y la rapidez de las maniobras, que excedían a cuanto había visto la tripulación.

El informe completo ocupa cinco páginas de la revista, y contiene todos los detalles de las observaciones por radar y oculares. Los repetidos avistamientos, coincidentes con imágenes no identificadas en el radar, consistieron en una "intensa luz blanca" que a veces parecía estar "siguiendo" al avión. Todos los intentos de interceptar al ovni fracasaron. El programa Libro Azul acabó desechando el caso al identificar el ovni con el Vuelo 655 de la American Airlines, conclusión totalmente infundada según muchos expertos, entre ellos los oficiales del RB-47. (Astronautics & Aeronautics, 9:66-70, julio de 1971; The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 297-98) El radar confirmó un sorprendente encuentro ocurrido el 3 de mayo de 1975 sobre la ciudad de México. Carlos Antonio de los Santos Monde! iba acercándose a la ciudad en su Piper PA-24 cuando la avioneta empezó a vibrar sin razón aparente. Fue entonces

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Un piloto mexicano dibujó su encuentro con tres ovnis. Al acercarse los objetos oscuros, los mandos e instrumentos de su pequeño avión dejaron de jimcionar. cuando vio más allá del extremo de su ala derecha un objeto gris oscuro en forma de disco, y de unos 3 a 4 metros de diámetro. Pero eso no era todo. A su izquierda había otro disco, y lo más espantoso de todo era un tercer ovni que venía derecho a él. Este último disco rozó la parte inferior del fuselaje de su aparato, propinándole una sacudida. En ese momento, De los Santos descubrió que los mandos no funcionaban, aunque lo cierto era que eI avión seguía volando con relativa suavidad a unos 200 kilómetros por hora. El piloto casi lloraba cuando finalmente se comunicó con la torre del aeropuerto de México. Para entonces los ovnis habían desaparecido y los instrumentos del avión habían vuelto a funcionar, lo que le permitió aterrizar normalmente. Los controladores tomaron en serio el informe de De los Santos porque habían seguido los tres objetos en el radar al mismo tiempo que el piloto describía su encuentro. Uno de ellos dijo a un reportero: Los objetos hicieron un giro de 270 grados a 830 kilómetros por hora en un arco de sólo 5 kilómetros. Normalmente un avión que va a esa velocidad necesita de 12 a 16 kilómetros para hacer un viraje como ése. En mis 17 años como controlador aéreo nunca he visto nada parecido.

(Flying Saucer Review, 24:8, enero de 1979) Las primeras horas del 31 de diciembre de 1978 han pasado a los anales de la investigación sobre los ovnis porque fue la primera vez que se hicieron grabaciones sobre el terreno mientras unos ovnis estaban siendo observados, filmados y simultáneamente seguidos mediante el radar tanto en tierra como en el aire. La cosa ocurrió al este de la isla Sur de Nueva Zelandia. Un avión de transporte Argosy, que llevaba a un equipo de tres miembros de la televisión de Melbourne encabezado por eI reportero Quentin Fogarty, del Canal O, estaba recorriendo la ruta entre Welling-


ton y Christchurch, a lo largo de la cual las tripulaciones aéreas habían venido observando, durante varias semanas, luces no identificadas. En el vuelo de ida, la noche del 30 de diciembre, el equipo vio unas luces misteriosas que se movían demasiado irregularmente para poder filmarías. Pero el regreso de Christchurch a Blenheim fue más fructífero. A las 2:15 de la madrugada, algo se acercó a 16 kilómetros del avión. Uno de los miembros del equipo de televisión lo describió como compuesto por "una base brillante iluminada y una especie de cúpula transparente". El objeto fue captado por el radar del avión, y —lo que era aún más emocionante consiguieron fotografiarlo en color y 16 mm. El ovni se mantuvo a cierta distancia del avión durante algún tiempo, y después se puso enfrente, más tarde a la izquierda y por último se alejó. El radar de tierra confirmó imágenes no identificadas cerca del avión en esos momentos. Unos 23 000 fotogramas fueron entregados para su análisis al doctor Bruce Maccabee, un físico óptico que trabajaba para la Armada de los Estados Unidos. La película mostraba varias secuencias breves, de imágenes extrañas e inidentificables, una de las cuales tenía la forma de campana de que había hablado el fotógrafo. Otra toma mostraba la estela del ovni mientras describía un 8, y otra de las secuencias, el cambio de un objeto desde una forma grande, brillante, amarillenta y redonda a otra oscura, más rojiza y triangular. El doctor Maccabee calculó que uno de los objetos tenía de 18 a 30 metros de diámetro y emitía una luz equivalente a la de un foco de cien mil vatios. Se calculó que el ovni que hacía el 8 iba a unos 4 800 kilómetros por hora. La película y el resto de la documentación fueron más tarde examinados por un grupo de científicos es-

tadounidenses, especialistas en óptica. rzricy . fisiología óptica y astronomía. A pesar gue declaraciones oficiales previas rechazaban zbservaciones como fenómenos naturales. es te ezpripin tuvo de acuerdo en que las luces registradas rae puchar explicarse diciendo que eran Venus u otros planetas. ni tampoco estrellas, meteoros, globos, aviones fuera de rumbo, satélites, efectos atmosféricos, luces rellIe jadas, ni siquiera un fraude. Las cosas vistas, das y seguidas por el radar entre Christchurch y Bleuheim eran sin duda objetos voladores no identi 5.mbles. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. S:cr y. ed., págs. 393-95) -

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ENCUENTROS CERCANOS DEL PRIMER TIPO

Uno de los primeros informes de la visión cercana de un ovni que pasaba fue el de Clarence S. Chiles y John B. Whitted, pilotos de la Eastern Airlines, el 24 de julio de 1948. A las 2:45 de la madrugada, 30 kilómetros al oeste de Montgomery (Alabama), vieron un avión que se dirigía hacia ellos y lo tomaron por un caza: Llevaba rumbo suroeste, exactamente contrario al nuestro. Lo que fuese se precipitó hacia nosotros a una velocidad espantosa. Viramos a la izquierda, y aquello viró bruscamente también y pasó frente a nosotros, unos 200 metros a la derecha. Entonces vi que no tenía alas.

Cuando las ,fuerzas aéreas investigaron el ovni visto por dos pilotos en 1948, acordaron que "no es de origen terrestre", opinión que respalda esta ilustración. En los años sesenta el avistamiento fue reclasificado como un meteoro. A la luz de los informes, tal explicación no parece muy verosímil. Tal fue el informe de Chiles. El misterioso aparato pasó por el lado de Whitted, de modo que fue éste quien lo vio mejor. Según él: Tenía unos 35 metros de largo, en forma de cigarro y sin alas, y aproximadamente el diámetro de un B-29 sin salientes.

Arriba, dos imágenes realizadas por computadora de la película de un ovni tomada sobre Nueva Zelandia en la madrugada del 31 de diciembre de 1978. A la izq., foto de otro objeto volador no identificado visto el 3 de enero de 1979.

El oficial Chiles añadió a la descripción: Del costado de la nave salía un intenso resplandor azul oscuro que iba a todo lo largo del fuselaje, como una luz fluorescente azul. El escape era una llama de un rojo anaranjado...

Ambos vieron filas de ventanas y una luz brillante dentro del objeto. Chiles observó también una "trompa" que sobresalía como un mástil de radar del fren-


te de la nave. Tras pasar junto a ellos, el ovni se introdujo en unas nubes y lo perdieron de vista. Chiles visitó entonces la cabina para hablar con los pasajeros. El único que estaba despierto era Clarence McKelvie. También él había visto pasar junto a la ventanilla una especie de relámpago. "Parecía un cigarro con una llama color cereza saliendo de la parte de atrás. Había una fila de ventanas... Desapareció muy rápidamente", dijo. Los investigadores de las Fuerzas Aéreas, incapaces de identificar el aparato, acabaron por calificarlo de meteoro y cerraron el caso. (Robert Emenegger, UFO's Past, Present and Future, págs. 36-41; Brinsley Le Poer Trench, The Flying Saucer Story, págs. 24-25)

Cerca de Amiens (Francia), a unos 115 kilómetros al norte de París, dos albañiles vieron algo insólito hacia las 7:15 de la mañana del 7 de septiembre de 1954. Émile Renard e Yves Degillerboz iban en bicicleta a su trabajo cuando tuvieron que detenerse para arreglar una llanta ponchada. Entonces atrajo su atención un silo de extraño aspecto que había en el campo, a unos 200 metros. Parecía como si estuviese "sin terminar", con un "plato volteado encima". Después, para su asombro, el "silo" empezó a balancearse de atrás hacia adelante y a oscilar lentamente. Cuando los albañiles dejaron sus bicicletas y corrieron hacia él, el objeto despegó inclinado, ascendiendo en diagonal durante unos 15 metros para después volar hacia arriba en línea recta. Contemplaron el ovni durante unos tres minutos hasta que desapareció entre las nubes. Renard recordaba: El objeto volaba sin hacer el menor ruido, despidiendo un poco de humo por abajo y a la derecha. Era de un color gris azulado y podía tener unos 9 metros de diámetro y unos 3 de altura. Como ya dije, parecía un plato volteado. En la parte de abajo, a la izquierda, pudimos ver una especie de placa, como una puerta, más ancha que alta. Aquello estaba a unos 130 metros de nosotros cuando despegó...

Los albañiles contaron su historia a un gendarme local, quien, muy en contra de su voluntad, les hizo repetirla a la policía de la ciudad vecina. El mismo día, en pueblos dispersos a 30 kilómetros a la redonda de este encuentro, muchas personas que dijeron haber visto un objeto coincidieron en todos los detalles de hora, dimensiones y color con el informe de los albañiles. (Aimé Michel, Flying Saucers and the Straight-Line Mystery, págs. 35-38) Al agente Reg Toland, de guardia en el puesto de policía de Exeter (Nuevo Hampshire), le sorprendió a las 2:24 de la madrugada del 3 de septiembre de 1965 la irrupción de un joven asustado. Se llamaba Norman Muscarello y estaba al borde del histerismo. Se dirigía a su domicilio de Exeter cuando, tras cruzar a pie la divisoria del condado, vio de pronto venir "flotando desde el cielo" hacia él un objeto redondo de 25

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Los policías David Hunt (izquierda) y Eugene Bertrand, de Exeter (Nuevo Hampshire), vieron de cerca un ovni con luces intermitentes. Ambos estaban seguros de que no era un avión común. a 30 metros de diámetro con luces rojas destellantes en el borde. Aquello "se balanceó, dio bandazos y quedó cerniéndose" sobre su cabeza sin hacer el menor ruido, por lo que, temiendo que fuese a aplastarlo, se lanzó a la cuneta. Pero el ovni se alejó lentamente, deteniéndose un rato sobre una de las dos casas cercanas. Después, bruscamente, desapareció. Muscarello, presa del pánico, pidió que lo llevasen al puesto de policía de Exeter. El agente Toland tomó nota de lo que le contó, sin saber qué pensar. Pero, profesional concienzudo, llamó a una patrulla para que fuera a investigar. El policía que respondió a la llamada, Eugene Bertrand, le dijo a Toland que precisamente acababa de hablar con una mujer que estaba aterrorizada en su coche estacionado porque también ella había visto un gran objeto redondo que volaba muy bajo con luces rojas centelleantes. Bertrand condujo a Muscarello de vuelta al lugar donde éste había visto el ovni. Mientras caminaban por el campo, Bertrand, que pensaba que el objeto de que hablaban no era más que un helicóptero, lo vio por sí mismo. Había vuelto y se cernía en silencio a unos 30 metros sobre el campo. A los pocos minutos llegó otra patrulla, pedida por radio, y manejada por David Hunt. El ovni seguía allí, y los dos policías y Muscarello observaron cómo sus brillantes luces rojas se encendían y apagaban, tiñendo de escarlata el suelo. Finalmente empezó a alejarse, deteniéndose a intervalos antes de ascender y desaparecer hacia el este. El ovni fue visto, no sólo por Muscarello y los dos policías, sino también por otras personas de la zona de Exeter, que informaron haber observado lo que era al parecer el mismo objeto. El caso fue investigado por las fuerzas aéreas, pero nunca se atribuyó a fenómenos naturales o aviones conocidos. (Look, 30:36-42, 22 de febrero de 1966; Len Ortzen, Strange Stories of UFOs, págs. 129-31)

En la madrugada del 17 de abril de 1966, cerca de Ravenna (Ohio), cuatro policías persiguieron durante


Los ovnis, ¿ilusión o realidad? Los científicos siempre tienen explicaciones que traducen la mayoría de las apariciones de ovnis a fenómenos físicos conocidos. Pero entre tanto, la complejidad del fenómeno ovni ha llevado a un enfoque relativamente nuevo del problema de su realidad. ¿Estarán los relatos de ovnis relacionados con las muchas experiencias psíquicas y paranormales que han sido relatadas a lo largo de la historia? Ciertamente, los informes sobre esos extraños objetos, y sobre sus raros ocupantes, que a veces transmiten mensajes a los humanos, tienen un carácter mítico y a menudo visionario. En su libro Pasaporte a Magonia, Jacques Vallée rastrea los numerosos paralelos entre los antiguos mitos de todas las culturas y las actuales historias de ovnis. Incluso llega a sugerir que estas experiencias son de naturaleza paranormal y constituyen en la era espacial el equivalente de un fenómeno que adopta diferentes disfraces en los diferentes contextos históricos. Vallée sugiere que la vida humana está sujeta a la imaginación y al mito, y que las experiencias paranormales son el medio por el que el hombre se forma constantemente ideas acerca de sí mismo y de su universo. Tales experiencias cobran especial importancia en épocas de tensión social. En su opinión, el fenómeno ovni es la "herramienta" actual de este sistema de control. El gran misterio es si ese control forma parte de la estructura genética del hombre o le es impuesto a través de una intervención extraterrestre. El psiquiatra Carl G. Jung propuso también una explicación "supranormal" para los ovnis. En su obra Flying Saucers: A Modem Myth of Things Seen in the Skies sugería que el fenómeno ovni es una manifestación del "inconsciente colectivo" del hombre, un depósito de imágenes e impresiones arquetípicas que afloran en forma de símbolos, sueños y mitos, y predispone al hombre a producir ideas muy semejantes, cualquiera que sea la época o el lugar. Señalaba el paralelismo entre el antiguo símbolo religioso al que llamaba mandala —un dibujo circular que representa "la idea de lo universal"— y la forma redonda de la mayoría de los ovnis. Jung consideraba éstos como una proyección psicológica de las esperanzas y temores del hombre en un mundo incierto. Con ello los privaba de realidad física. Las ideas de Vallée se parecen a las de Jung en muchos aspectos, pero difieren al aceptar la existencia de los ovnis, en el sentido de que quienes dicen haberlos visto se han hallado ante un acontecimiento real. En el número de Fate de febrero de 1978 sugiere que lo que experimentaron es algún tipo de cambio en la energía electromagnética de su entorno inmediato, produci-

do por el propio testigo, de un modo interno y espontáneo, o por algún agente externo. En cualquier caso, lo que nos cuentan [los testigos] es que han visto un platillo volador [o que tuvieron un encuentro con extraterrestres]. Pero pueden haberlo visto o... haber visto su imagen, o haber tenido una alucinación bajo la influencia de una radiación de microondas, o pueden haber ocurrido otras muchas cosas. El hecho es que los testigos sufrieron los efectos de un acontecimiento, y como resultado experimentaron una alteración extremadamente compleja de la percepción que los hizo describir el objeto u objetos que figuran en su declaración. Las teorías de Jung y Vallée parecen verse respaldadas por el análisis de las historias que cuentan los "secuestrados" por un ovni. Aunque los detalles de sus relatos varían mucho, describen una serie de acontecimientos parecida: la persona ve una luz brillante; es conducida a la nave, a menudo en estado semiconsciente, casi "extracorpóreo"; sufre un reconocimiento, entra en comunicación telepática con los "extraterrestres" y por último regresa. Esa misma secuencia de acontecimientos la describen sujetos hipnotizados que nunca han tenido la experiencia de un encuentro con un ovni, pero a quienes se ha pedido que la imaginen. Esto no niega en modo alguno la validez del testimonio de los testigos "auténticos"; más bien sugiere que la mente humana está "programada" para pensar de cierta manera en respuesta a ciertos estímulos. Al parecer son numerosos los estímulos capaces de producir el peculiar estado de conciencia susceptible a las experiencias tipo ovni. Tales estímulos pueden ser drogas que alteran la mente, la cercanía de la muerte, tal vez la carga eléctrica que provoca un rayo bola o... un verdadero encuentro con un platillo volador. Los acontecimientos descritos por quienes han vuelto a un estado de conciencia normal, desde las puertas de la muerte o desde un estado alucinatorio o hipnótico o un trance religioso, son asombrosamente parecidos, y en ellos figuran la luz, el "guía" o "raptor", el examen, los mensajes, etc. Todo esto sugiere la posibilidad de que en la mente haya una matriz común que puede ser accionada para propiciar experiencias paranormales del tipo en el que intervienen ovnis. Hasta qué punto pueden llamarse reales tales experiencias pasa a ser una pura cuestión semántica. No obstante, la teoría "paranormal" ofrece un nuevo aspecto de lo que sigue siendo un fenómeno inexplicable.

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Las declaraciones juradas de los cuatro agentes coincidían en todos los detalles. Momentos antes de desaparecer el ovni, todos ellos vieron pasar bajo él un avión procedente del aeropuerto de Pittsburgh. Tras una larga investigación, las fuerzas aéreas descartaron el avistamiento como "interpretaciones erróneas de objetos convencionales y fenómenos naturales", explicación inverosímil si tenemos en cuenta todo lo ocurrido. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 271-72; Len Ortzen, Strange Stories of UFOs, págs. 59-63)

E¿r vicealguacil Dale Spaur persiguió a un ovni parecido a la cabeza de la linterna que aquí sostiene. El dibujo (recuadro) fue hecho a partir de bocetos del propio Spaur. más de una hora a un objeto brillantemente iluminado "tan grande como una casa" . Los primeros implicados fueron el vicealguacil Dale Spaur y su ayudante, Wilbur Neff, que poco antes del amanecer vieron el objeto cuando se acercaba volando bajo sobre los bosques. Era tan brillante que tuvieron que apartar la vista. Mientras se cernía sobre ellos con un zumbido, los dos policías se refugiaron en su coche. Finalmente el ovni se alejó y Spaur llamó a la jefatura para dar cuenta del incidente. Le dijeron que persiguiese al objeto. Éste volaba lentamente rumbo a Pennsylvania. Spaur y Neff le dieron caza durante unos 60 kilómetros antes de encontrarse con Wayne Huston, otro policía que también lo había visto pasar sobre él y se unió a la persecución. Lo que sigue es un extracto del informe de Huston: Lo vi pasar sobre mi cabeza. Lo más aproximado que puedo decir es que se parecía a un cono de helado, con la punta hacia abajo; arriba tenía forma de cúpula. Llegaron por la carretera Spaur y Neff, que venían persiguiéndolo, y los seguí. Íbamos entre 130 y 135 kilómetros por hora... Lo teníamos delante. Llevaban ya recorridos otros 60 kilómetros cuando vieron otro coche de la policía estacionado al borde de la carretera. Junto a él estaba el agente Frank Panzanella, contemplando asombrado el ovni. Más tarde dijo que llevaba observándolo unos 10 minutos: Era muy brillante y tenía de 8 a 10 metros de diámetro. Después se alejó... y ascendió muy de prisa a más de 1 000 metros y siguió subiendo hasta ser tan pequeño como un bolígrafo... Los cuatro vimos cómo aquello ascendía y desaparecía...

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Una carretera cerca de Gdansk (la antigua Danzig, en Polonia) fue el escenario de un sobrecogedor encuentro con un ovni el 5 de septiembre de 1980. Hacia las 3:30 de la madrugada, una ambulancia en la que iban la doctora Bárbara Piazza, el chofer y un camillero llevaba a toda prisa al hospital a Elzbieta Pluta, a punto de dar a luz. De repente la doctora Piazza vio en el cielo una gran bola roja. Preguntó qué podía ser, y todos bromearon diciendo que era un ovni. La bola fue haciéndose mayor, hasta que tuvo aproximadamente el tamaño de la Luna, visible en ese momento. Pronto estuvo al nivel de las copas de los árboles y a unos 200 metros de distancia. El chofer aceleró, pero el objeto, como dijo la doctora, "estaba bajo control inteligente. No podíamos dejarlo atrás. ¡Corría tras de nosotros!" De repente la bola roja apareció a unos 180 metros de la ambulancia y le cerró el paso, pues sus bordes sobresalían medio metro a cada lado de la calzada de casi seis metros de ancho. Todos vieron las bandas curvadas sobre la superficie, las líneas negras irregulares que subían y bajaban verticalmente, y las manchas amarillo anaranjado sobre el exterior carmesí. Dos guardias del cercano paso del tren estaban también contemplando el ovni. Las contracciones de la señora Pluta se habían hecho más frecuentes. La doctora llamó por radio a la policía, para comunicarles que un ovni "bloqueaba la carretera". Desesperada, dijo al chofer que hiciese destellos con los faros. Lo hizo dos veces, y el ovni que tenía enfrente desapareció "como cuando se apaga un televisor". La ambulancia llegó al hospital diez minutos más tarde, y la señora Pluta dio a luz una hermosa niña de 2.7 kilos. (Flying Saucer Review, 26:2-4, marzo de 1981) ENCUENTROS CERCANOS DEL SEGUNDO TIPO El del "jefe de exploradores de Florida" es uno de los primeros informes estadounidenses de un ovni que deja pruebas tangibles en el suelo. La noche del 19 de agosto de 1952, C.S. Desverges llevaba a tres boy scouts a casa cuando vio una luz encima de un bosquecillo de palmitos. El jefe de exploradores detuvo el coche, dijo a los chicos que si no volvía dentro de un cuarto de hora fuesen a buscar ayuda y siguió a pie provisto de una linterna, para investigar lo que pensó que podía ser el aterrizaje de emergencia de un pequeño avión.


con él en una carretera de Texas la noche del 2 de noviembre de 1957:

• C. S. Desverges lee una información sobre su encuentro. Los investigadores de las fuerzas aéreas decidieron que se trataba de un fraude, pero no pudieron explicar cómo había sido perpetrado. Según contó Desverges más tarde al alguacil y a los oficiales de las fuerzas aéreas, mientras se abría paso con un machete por el bosquecillo hasta el lugar donde creía haber visto la luz notó un olor penetrante y un súbito aumento de la temperatura. Siguió adelante durante unos 30 metros, hasta llegar a un claro. Allí el calor se hizo casi insoportable. Cuando miró al cielo para orientarse, una forma oscura le obstruyó totalmente la visión. Retrocedió y enfocó con su linterna el objeto, que se cernía a unos 10 ó 12 metros del suelo. Tenía forma de disco, con la superficie lisa y gris. La parte inferior era cóncava, y la superior tenia una cúpula en el centro. A lo largo de los bordes había aletas, con pequeñas aberturas entre ellas. Después oyó un ruido "como cuando se abre una puerta de seguridad bien engrasada", y una pequeña bola roja, que fue expandiéndose hasta formar una especie de niebla rojiza, vino hacia él. Cuando la niebla lo envolvió, se desmayó. Los muchachos habían estado siguiendo la marcha de su jefe a través de la espesura por la luz de su linterna. Al cabo de 10 minutos, contaron más tarde, lo vieron dirigir la luz hacia arriba; después lo envolvió una bola de fuego rojo y lo vieron caer. Salieron del coche y corrieron en busca de ayuda a una granja vecina. Cuando llegaron el vicealguacil y un agente, Desverges había recobrado el sentido y volvía tambaleándose a la carretera. Contó su historia de un modo coherente y volvieron todos al claro; pero, aparte de encontrar la linterna y el machete de Desverges en el suelo, y alguna hierba aplastada, no se veía nada anormal. Sólo más tarde, cuando volvían en el coche, notó Desverges que tenía chamuscado el vello de los brazos y leves quemaduras en brazos y manos. También su gorra estaba ligeramente chamuscada. No obstante, las heridas de Desverges no tuvieron explicación, coma tampoco los pequeños agujeros y señales de quemaduras de su gorra, que parecían hechos por chispas eléctricas. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 128-31; Len Ortzen, Strange Stories of UFOs, págs. 28-33) La siguiente declaración fue hecha por el chofer Pe-

dro Saucedo y confirmada por otro chofer que estaba

Conducía mi camión por la carretera 116. hacia el norte. A unos 6 kilómetros de Levelland (Texas) s enfrente una gran llama... Pensé que sería un relámpago, pero cuando aquel objeto llegó a donde yo estaba me convencí de que no, pues hizo que tanto el motor de mi camión como las luces dejasen de funcionar... Parecía un torpedo de unos 70 metros de largo, e iría a una velocidad como de 900 a 1 200 kilómetros por hora.

Cuando las deslumbrantes luces del ovni se perdieron a lo lejos, los faros del camión volvieron a encenderse y el motor arrancó con facilidad. Al policía de tránsito A.J. Fowler, que recibió la llamada, un tanto histérica, en que Saucedo cuenta el incidente, le llegaron esa noche otras quince de personas que habían visto una especie de gran ovni al mismo tiempo que los motores de sus coches dejaban de funcionar. Según la declaración firmada más tarde por uno de los que telefonearon. vi un objeto de forma ovalada y fondo plano, plantado allí enfrente, en la carretera... Tendría unos 40 metros de largo... y relucía con una luz verdiazulada. Parecía estar hecho de un material semejante al aluminio, pero no tenía marcas de identificación. Finalmente se elevó por los aires, casi en vertical.

(Robert Emenegger, UFO's Past, Present and Future, pág. 54; Len Ortzen, Strange Stories of UFOs, págs. 40-41) Un cultivador de plátanos, George Pedley, de Tully

(Queensland del Norte, Australia), iba a las 9 de la mañana del 19 de enero de 1966 manejando su tractor por la vecina plantación de caña de Albert Pennisi cuando vio una "nave espacial" elevarse de la laguna de Horseshoe, zona pantanosa de la que apenas lo separaban 25 metros. Describió la nave como de color beige azulado y de unos 8 metros de ancho por 3 de alto, y añadió: Giraba a una velocidad tremenda mientras se elevaba verticalmente hasta unos 20 metros. Después hizo una breve picada y ascendió bruscamente. Viajando a una velocidad fantástica, se alejó en dirección suroeste. Se perdió de vista en pocos segundos.

Cuando Pedley reconoció el lugar donde había visto el ovni, encontró una zona circular aplastada de unos 10 metros de diámetro. Dentro del círculo los juncos estaban sin excepción torcidos por debajo del nivel del agua, muertos y arremolinados en el sentido de las agujas del reloj, como si hubieran estado sometidos a una tremenda fuerza rotatoria.

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"se notaba extraña, con una capa dura y resbaladiza, como si estuviese cristalizado". La madre de Ronald dijo que sintió los dedos dormidos, "como si le hubiesen aplicado anestesia local", después de tocar la huella del ovni. Le duró dos semanas. Un mes después nevó, y la nieve se fundió en el suelo salvo en ese anillo, que permaneció blanco. Al examinarlo, resultó que el suelo que había debajo era impermeable al agua y estaba "seco hasta una profundidad de al menos un pie". Además, una muestra de tierra de la zona del anillo presentaba una alta concentración de un organismo primitivo que a menudo crece en compañía de un hongo que a veces es fluorescente. Si la energía que emanaba del ovni había provocado su crecimiento, esto podría explicar el anillo luminoso. Después de lo ocurrido, durante aproximadamente dos semanas, las ovejas se escapaban de noche del redil y corrían enloquecidas. También el perro trataba desesperadamente de entrar en casa al anochecer. Ronald resultó asimismo afectado, con irritación de ojos, dolores de cabeza y una repetida pesadilla de la que se despertaba gritando. (Jacques Vallée, The Invisible College, págs. 35-38) r

Este "nido de platillo" australiano muestra un perímetro bien definido y un círculo de juncos rotos que sugieren que desde allí pudo ascender un objeto giratorio. Más tarde, Pedley dijo que había notado olor a azufre en la zona que rodeaba el "nido", después de que se alejó el ovni. La investigación de la zona circular permitió ver que en su interior había una capa de 23 centímetros de juncos arrancados de raíz y que flotaban en metro y medio de agua. Debajo del "nido" se descubrieron tres grandes agujeros, que se pensó que eran "señales del aterrizaje". Más tarde se descubrieron otros dos "nidos" a sólo 25 metros del primero. El veredicto oficial fue que los "nidos" eran "el resultado de una fuerte turbulencia, como las que normalmente acompañan a las borrascas y tormentas que abundan en Queensland del Norte en esa época del año". Pero ese día hacía buen tiempo. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 370-71) Cerca de Delphos (Kansas), Ronald Johnson, un chi-

co de 16 años, cuidaba las ovejas en la granja de su padre en compañía de su perro la noche del 2 de noviembre de 1971. De repente vio un objeto en forma de hongo, con la superficie cubierta de luces multicolores. El ovni estaba a sólo 25 metros, cerniéndose a unos 60 centímetros del suelo. Ronald calculó que tendría unos tres metros de diámetro. El objeto hacía un ruido muy parecido al de "una lavadora vieja que vibra". Antes de que despegase, salió de su base una luz intensa que cegó temporalmente a Ronald. Cuando recobró la visión al cabo de unos minutos, corrió a la casa para avisar a sus padres. Salieron, y también dijeron que habían visto el objeto, "a no mucha altura en el cielo", antes de que desapareciese. En el sitio donde había estado cerniéndose el ovni, los tres testigos vieron "un anillo reluciente en el suelo", y luminiscencia en zonas de los árboles circundantes. Un investigador dijo que la textura del suelo La familia Johnson encontró en sus tierras un anillo blanco luminiscente con la superficie endurecida. El anillo, que se pensó que había sido producido por la cercanía de un ovni, permaneció visible más de un mes durante el invierno. -

Algunas interesantes huellas del aterrizaje de un ovni fue-

ron encontradas en los Alpes de Transilvania (Rumania) la noche del 27 de septiembre de 1972. Un vigilante nocturno de la parroquia de Posesti había visto un objeto misterioso cruzar por el cielo y posarse después en la ladera de una colina. A la mañana siguiente los aldeanos encontraron allí un maizal con un grupo de tallos doblados como a un metro del suelo. El maíz doblado formaba un círculo de unos 6 metros de diámetro, en cuyo centro había un angosto agujero cilíndrico de 2.5 metros de profundidad, aparentemente perforado en la tierra. De él irradiaban tres largas huellas rectangulares regularmente espaciadas. Los lugareños tuvieron la impresión de que un objeto redondo con tres soportes se había posado en el maizal. Semanas después llegó un equipo de investigadores de la Universidad de Bucarest. Midieron las huellas, fotografiaron el lugar, estudiaron la topografía y se llevaron veinte muestras de suelo y vegetación para analizarlas. Los investigadores concluyeron que había aterrizado un objeto muy pesado que descansaba sobre un soporte de tres patas. Puesto que el maíz no había sido aplastado, se supuso que el cuerpo había estado aproximadamente a un metro del suelo. El ovni debió de haber aterrizado y despegado verticalmente entre tres manzanos que permanecían intactos. El análisis del suelo reveló una radioactividad insólita, y la muestra de hierba tomada del círculo resultó estar quemada. Se descubrió también que el ritmo biológico de los topos que vivían cerca se había visto perturbado: aunque todavía era otoño, estaban empezando a salir de la hibernación, a diferencia de otros miembros de su especie más alejados del lugar. (Len Ortzen, Strange Stories of UFOs, págs. 38-39)


ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO El primer avistamiento de ocupantes de un ovni del

que se tuvo noticia tras el caso Arnold ocurrió el 23 de julio de 1947 cerca de Bauru (Brasil). José C. Higgins, que trabajaba con un equipo de topógrafos, oyó un silbido muy fuerte y penetrante momentos antes de ver cómo aterrizaba un gran objeto en forma de disco. Calculó que tendría unos 45 metros de diámetro. Parecía estar hecho de metal blanco grisáceo, con una llanta de un metro de ancho alrededor, y descansaba sobre patas curvas. Los demás miembros del equipo huyeron y Higgins se encontró solo frente a tres seres de más de dos metros de estatura. Llevaban "trajes transparentes que les cubrían la cabeza y el cuerpo, inflados como bolsas de hule", y "cajas de metal" a la espalda. Sus ropas, visibles a través de esos trajes exteriores, parecían de papel de colores. Todos los tripulantes parecían iguales. Tenían enormes ojos redondos y grandes cabezas, también redondeadas, sin cejas ni barbas. Sus cuerpos eran parecidos a los nuestros, salvo las piernas, proporcionalmente más largas. A Higgins le parecieron muy hermosos, en un estilo asexuado. Uno de ellos utilizó un bastón para hacer en el suelo ocho agujeros que sugerían un sistema solar con siete planetas. Señaló el más exterior como aquel donde vivían y lo llamó Orque. (Para algunos entusiastas de los ovnis eso quiere decir que procedían de Urano.) Trataron de convencer a Higgins para que subiera a su nave, pero consiguió marcharse. Oculto durante media hora entre unos matorrales, los vio brincar y retozar, jugando a lanzar enormes piedras. Después subieron al disco, que despegó y desapareció hacia el norte. (The Humanoids, Charles Bowen, ed., págs. 88-89) Entre las primeras noticias de aterrizajes, una de las

más impresionantes llegó de Flatwoods (Virginia Occidental) en 1952. La noche del 12 de septiembre, un grupo de jóvenes vieron posarse lo que parecía un "meteoro" en la cima de una colina, y se dirigieron allí con un vecino, sus dos hijos y un miembro de la Guardia Nacional. Todos los testigos afirmaron haber visto un globo tan grande como una casa que emitía una especie de zumbido o silbido. Cuando un miembro del grupo enfocó una linterna a lo que pensó que eran los ojos de un animal en las ramas de un árbol, vieron todos una enorme figura, de unos 3 a 4.5 metros de estatura, con la " 'cara' rojo sangre" Kathleen May sostiene el dibujo que un profesional hizo del monstruo de Flatwoods, que ella y otras seis personas aseguraron haber visto en lo alto de una colina de Virginia Occidental. Nótese su tamaño en relación con la figura humana.

y unos extraños " 'ojos' relucientes de un anaranjado verdoso". El monstruo "flotó" lentamente hacia los testigos, que huyeron colina abajo. Más tarde aparecieron en el lugar dos señales de patines paralelas y un gran círculo de hierba aplastada, y persistía un extraño olor. (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 127-28; The Hutnanoids, Charles Rowen, ed., págs. 144-45) En Ranton, cerca de Shrewsbury (Inglaterra), la se-

ñora Jennie Roestenberg y sus dos hijos vieron el 11 de octubre de 1954, a las 4:45 de la tarde, un ovni en forma de disco y de color aluminio encima de su casa. La señora afirmó que pudo ver a dos "hombres" a través de dos secciones transparentes que había en el costado del objeto. Eran muy pálidos, con el pelo hasta los hombros y la frente tan desproporcionadamente alta que todos sus rasgos parecían concentrados en la mitad inferior de la cara. Llevaban trajes azul turquesa como de esquiar y cascos transparentes. Mientras el ovni se cernía inclinado, los dos humanoides contemplaban la escena "muy serios, no con severidad, sino casi con tristeza, compadecidos". (The Humanoids, Charles Bowen, ed., pág. 16) El 28 de noviembre de 1954, a las dos de la madruga-

da, dos camioneros, Gustavo González y José Ponce, vieron su vehículo bloqueado por una esfera reluciente, de casi 3 metros de diámetro, que volaba a unos tres metros por encima de la carretera, en las afueras de Caracas (Venezuela). Cuando González fue a investigar, se vio atacado por un enano peludo e hirsuto, con garras y ojos brillantes. Al repeler su ataque, comprobó que aquel ser pesaba muy poco pero era muy fuerte, pues lo mandó a unos cinco metros de distancia. Cuando González dio un navajazo al enano, la hoja rebotó en su cuerpo como si fuese de acero. Otro ser parecido, que salió de la esfera, dejó sin vista a González con "la luz cegadora de un pequeño tubo". Durante la pelea, Ponce vio aparecer a otros dos enanos por un lado de la carretera, llevando en los brazos lo que parecía ser tierra y piedras. Saltaron ágilmente a la esfera por una abertura lateral. Ponce, alarmado, corrió al cercano puesto de policía. Estaba contando su historia cuando llegó González, "agotado y muerto de miedo". Tenía un "largo y profundo arañazo rojo" en el costado. Les administraron calmantes y estuvieron varios días en observación. Uno de los médicos que los trató más tarde aseguró que él había visto toda la pelea, exactamente como la habían descrito los dos hombres, cuando volvía en coche a su casa después de atender una llamada nocturna. (The Humanoids, Charles Bowen, ed., pág. 93) Joe Simonton, plomero de Eagle River (Wisconsin),

recibió cuatro "tortitas" de manos de uno de los ocupantes de un ovni que se cernía sobre su patio. Simonton cuenta que el 18 de abril de 1961 oyó un ruido como de "llantas sobre pavimento mojado" antes de ver 231


La ilustración de arriba corresponde a la descripción que hizo Joe Simonton de la nave, tripulada por pequeños seres oscuros, que dijo que había aterrizado cerca de su granja. Les pidió y le dieron una especie de galletas como la que sostiene a la derecha. un objeto plateado como "dos palanganas volteadas una hacia la otra" a pocos centímetros del suelo. Cuando se acercó, se abrió una escotilla de dos metros de alto y vio dentro a tres "hombres". Parecían jóvenes y de un estatura corno de metro y medio, con el pelo oscuro y la cara oscura y lampiña. Uno de ellos dio a Simonton una jarra de color plateado y con dos asas, y le indicó por señas que quería agua. Simonton llenó la jarra y se la devolvió. Entonces vio a un hombre "cocinando" sobre una especie de estufa sin llama. Al ver cerca de él un montón de pequeños objetos perforados parecidos a galletas, Simonton indicó por señas que quería uno. Uno de los ocupantes agarró cuatro de esas "tortitas" y se las dio. Después el ovni se remontó en un ángulo de 45 grados, provocando una gran ráfaga de viento que hizo inclinarse a los pinos cercanos. Simonton comió una de las galletas. Más tarde dijo que "sabía a cartón". Guardó la segunda y dio las otras dos a diversos comités de investigación sobre los ovnis. Al parecer, el grupo de la Northwestern University dijo que la galleta que ellos habían analizado contenía "harina, azúcar y grasa". (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 107-08; The Humanoids, Charles Bowen, ed.. págs. 161-63)

Un objeto reluciente en forma de huevo,

de unos 6 metros de largo y 4.5 de ancho, fue visto en sus campos por Gary T. Wilcox, propietario de una explotación lechera en Newark Valley, condado de Pitioga (Nueva York), a las 10 de la mañana del 24 de abril de 1964. De pronto aparecieron dos enanos como de 1.20 metros de estatura; llevaban trajes sin costuras y una capucha que les cubría totalmente la cara. Portaban charolas con muestras de suelo con alfalfa y hierba. Uno de ellos habló a Wilcox en un inglés impecable, diciéndole que eran de Marte. La conversación continuó durante dos horas. Al parecer, dado que su pueblo obtenía el alimento de la atmósfera, sabían muy poco de la agricultura normal. Querían llevarse un saco de fertilizante. Cuando se fueron, Wilcox sacó fertilizante de su almacén y lo dejó en el campo. Al día siguiente ya no estaba. Al preguntarle si creía que los marcia-

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nos habían vuelto a recogerlo, dijo: "Bueno, si alguien se hubiese molestado en darse la caminata hasta ese campo para llevarse una bolsa de abono de ochenta centavos, estaría loco." ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 246-48; The Humanoids, Charles Bowen, ed., págs. 163-64)

El caso de Socorro, como

fue denominado, provocó un gran revuelo en 1964. La misma noche (24 de abril) en que tuvo lugar en el estado de Nueva York el encuentro de Wilcox, un policía de tránsito de Nuevo México llamado Lonnie Zamora estaba persiguiendo a un conductor por exceso de velocidad cuando vio una llama azul en el cielo, hacia donde estaba situado un polvorín de dinamita, al sur de Socorro. Cuando se acercó a la meseta cercana al lugar donde parecía haberse detenido la llama, pudo vislumbrar un objeto en un arroyo del que lo separaban unos 150 metros. El ovni era de forma elíptica y tenía patas como soporte. Cerca de él había dos siluetas "como de joven o adulto de poca estatura", vestidas de blanco o beige. Una de ellas pareció mirarlo sorprendida. Cuando Zamora salió del coche para ver mejor, los ovniflautas volvieron a entrar en su vehículo y despegaron con un ruido horrísono. Zamora volvió a su coche y llamó a jefatura para que enviasen a alguien. El policía que llegó encontró a Zamora blanco y cubierto de sudor. Ambos hombres observaron maleza quemada y varias marcas en

La foto de arriba muestra una de las cuatro huellas encontradas cerca de Socorro, donde se dijo haber visto un ovni y sus ocupantes (dibujo) en 1964. el suelo. Al examinarlas con más atención, vieron que esas "huellas" se componían de "cuatro marcas casi cuadradas dispuestas en forma de trapezoide". Presumiblemente habían sido hechas por las patas de la nave. Había cuatro zonas quemadas, tres de ellas dentro de las huellas. (The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 341-44; The Humanoids, Charles Bowen, ed., pág. 164) ENCUENTROS CERCANOS DEL CUARTO TIPO Las definiciones de esta categoría varían, pero el común denominador es un contacto extremadamente cercano con 16 al'enipenas de un ovni. He aquí algunos


Comunicación extraterrestre La idea de que la Tierra está siendo o ha sido visitada por seres inteligentes del espacio exterior es vista con escepticismo por la comunidad científica. Para algunos astrónomos tales visitas son altamente improbables, aunque ellos dicen también que es verosímil que entre los miles de millones de galaxias del universo existan civilizaciones adelantadas. En nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, hay unos 200 000 millones de estrellas, de las que una pequeña fracción tienen probablemente planetas en los que es posible la vida. No es inverosímil que en algunos de ellos la evolución haya producido seres inteligentes que hayan desarrollado civilizaciones con tecnologías muy superiores a la nuestra. El astrónomo Carl Sagan prevé, en un "cálculo optimista", que dentro de la Vía Láctea puede haber un millón de tales planetas. ¿Por qué entonces, aparte la falta de pruebas concretas, les es difícil creer a los científicos que naves espaciales interestelares han visitado la Tierra? Para empezar, apenas acabarnos de anunciar nuestra existencia —por radio, en los últimos treinta años— al resto del universo. Vivimos en el borde de nuestra galaxia, y nuestros vecinos más cercanos pueden estar a centenares de millares de años-luz. Va a pasar algún tiempo antes de que les llegue la buena nueva. Probablemente responderán por radio, pero pueden tener posibilidades técnicas de viajar a una velocidad cercana a la de la luz (300 000 kilómetros por segundo) y decidir venir a la Tierra. Aún así, harían falta varios cientos de miles de años, en tiempo planetario, para que sus naves espaciales llegasen hasta nosotros y regresasen a su lugar de origen. Además, la idea de que seres inteligentes del espacio exterior están haciendo a diario, o si se quiere anualmente, viajes para vernos es presuntuosa. Existiendo

relatos de incidentes cuyos protagonistas fueron llevados a una nave extraterrestre. La mayoría de los testigos sólo pueden recordar los detalles del secuestro bajo regresión hipnótica. Si hemos de creer la historia que contó Antonio Villas Boas, agricultor brasileño de 23 años, bien podría ser padre de un niño extraterrestre. Según la declaración que hizo ante el doctor Olavo Fontes, que lo examinó y trató de lo que parecía un envenenamiento por radiación, los elementos clave de este extraño y muy íntimo encuentro son los siguientes: A la una de la madrugada del 15 de octubre de 1957, Villas Boas estaba labrando un campo con su tractor cuando se cernió sobre él y aterrizó allí cerca un "objeto luminoso en forma de huevo" de unos 10 metros de largo y 7 de ancho. Cuando salieron tres "patas"

un millón de destinos posibles con civilizaciones adkelantadas, nuestro planeta, con sus seres comparativamente primitivos, difícilmente podría tener más que um interés antropológico. Aún así, podemos merecer na excursión de vez en cuando, lo que nos obligaría a pensar que el tránsito en el espacio exterior debe de ser muy denso, con ovnis enviados de acá para allá. Una de las principales razones por las que la ciencia es tan escéptica en materia de visitas de extraterrestres es que, en palabras de Sagan, los relatos de naves espaciales y sus ocupantes son "de una falta de imaginación indigesta". Nuestros informes de encuentros cercanos adscriben a esos visitantes nuestra propia tecnología, cuando, dice Sagan, la suya habría de estar "tan lejana de nuestras posibilidades actuales como para que fuese difícil distinguirla de la magia", También los ovninautas son demasiado parecidos a los terrícolas. Aun cuando las formas de vida de otras partes del universo estarán compuestas también, probablemente, por átomos y moléculas, dados los factores tan azarosos que intervienen en el proceso evolutivo podemos suponer, dice Sagan, que los extraterrestres son totalmente diferentes de nosotros. Por estas y otras razones, a la ciencia le resulta difícil imaginar a toda esa gente de otros mundos entrando y saliendo de nuestra atmósfera de la manera errática atribuida a los ovnis. Aún más difícil resulta suponer que unos seres técnicamente adelantados, que han conquistado el tiempo y el espacio de manera tan decisiva, no iban a establecer contacto con nosotros de un modo más eficiente. A todo esto, los entusiastas de los ovnis replican simplemente que el estilo de los extraterrestres no es necesariamente el nuestro, y que para los creyentes sus visitas son, efectivamente, indistinguibles de la magia.

de metal de debajo de la máquina, las luces del tractor se apagaron y el motor se paró. Después, cuatro figuras con cascos llevaron a Villas Boas por una escalera hasta la nave. Dentro había cinco humanoides, que "hablaban" con "una serie de ladridos, algo parecidos a los de un perro". Vio sus "ojos claros, que me pareció que eran azules", a través de lentes insertos en los cascos. Tenían algo más de metro y medio de estatura e iban "vestidos con overoles muy ceñidos". Desnudaron a Villas Boas y le sacaron sangre de la barbilla, pero no sintió "ni dolor ni el piquete", (Durante el reconocimiento a que el doctor Fontes sometió a Villas Boas, eran claramente visibles en su barbilla dos cicatrices oscuras.) Poco después, contó Boas, entró una bella mujer desnuda. Tras todo tipo de detalles sobre cómo fue seducido por ella, proseguía: 233


11 ".

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Antonio Villas Boas hizo estos dibujos de la nave espacial a la que aseguró que lo habían llevado. Antes de visitarla, conoció a una bella mujer. Poco después de habernos separado, se abrió la puerta y apareció en el umbral uno de los hombres, que llamó a la mujer. Ella salió; pero antes de irse se volvió, señaló su vientre, me señaló a mí y por último, con una sonrisa (o algo parecido), señaló el cielo, creo que en dirección sur. Después volvió uno de los hombres y le entregó su ropa. Sólo faltaba el encendedor Hornero. A continuación lo llevaron a visitarla nave, que describió con gran detalle, especialmente la gran cúpula en forma de plato que al girar silbaba con "un ruido como el de un aspirador". Por último el guía señaló la escalera de metal por la que Villas Boas había entrado en la nave, y éste desembarcó. Vio el ovni elevarse despacio mientras recogía las "patas". La cópula empezó a girar cada vez más de prisa, mientras las luces relampagueaban y cambiaban de color. "Después, inclinándose ligeramente, aquella extraña máquina salió disparada como un proyectil hacia el sur..." Según Villas Boas, la aventura duró en total desde la 1:15 hasta las 5:30 de la mañana. El reconocimiento a que el doctor Fontes lo sometió cuatro meses después reveló la existencia de las dos cicatrices de la barbilla y varias lesiones rojizas ya curadas en diversas partes del cuerpo. La conclusión del médico fue que Villas Boas podía haber sufrido un "envenenamiento por radiación". ( The Encyclopedia of UF0s, Ronald D. Story, ed., págs. 382-83; The Humanoids, Charles Bowen, ed., págs. 200-38) El encuentro de Barney y Betty Hill con un ovni en 1961, y sus revelaciones sobre el secuestro subsiguiente —conseguidas en 1964, bajo hipnosis, por un psiquiatra de Boston— fueron noticia de primera página y tema de libros durante varios años. He aquí lo que ocurrió alrededor de la medianoche del 19 de septiembre de 1961: Betty y Barney Hill volvían a su casa de Portsmouth (Nuevo Hampshire, E.U.A.) después de unas vacaciones en Canadá. Se dirigían hacia el sur por la carretera U.S.3 y acababan de pasar el pueblo de Lancaster cuando vieron moverse una luz en el cielo. Al parar y bajarse, notaron que el objeto seguía un curso muy irregular. Continuaron, deteniéndose de vez en cuando para observar los silenciosos movimientos de la luz. Cuando llegaron al monte White, se diría que el objeto, que ahora parecía mucho mayor, seguía un rum-

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bo paralelo a su coche. De repente, cerca de Indian Head, apareció frente a ellos. Dejando el motor en marcha, Barney se bajó para observarlo con sus prismáticos. Vio de 5 a 11 siluetas que se movían detrás de una doble hilera de ventanas. Betty, que observaba a su marido desde el coche, lo oyó repetir: "¡No puedo creerlo? ¡No puedo creerlo?", y añadir: " ¡Esto es ridículo!" Ella no vio el descenso del ovni ni a los humanoides observados por Barney. Llevaban uniformes negros relucientes que parecían de cuero, y gorras negras con visera. Se movían con extraña precisión militar. Ahora el ovni estaba a sólo unos 20 metros de altura y unos 40 de distancia. Barney se precipitó hacia el coche gritando "¡Van a capturarnos!", pisó el acelerador a fondo y partió como un poseso. Mientras escapaban, Betty no podía ver el objeto, pero Barney pensaba que lo tenían encima. De repente oyeron una especie de pitido, como el sonido de un diapasón. Después les entró sueño. Se encontraron manejando, unas dos horas más tarde, cerca de Ashland, 55 kilómetros al sur de Indian Head, y siguieron hacia su casa, perplejos e incómodos ante la idea de las dos horas perdidas. Al día siguiente informaron de su experiencia en la base de las fuerzas aéreas de Pease, y el incidente fue cuidadosamente registrado. Pocos días más tarde, Betty se puso en contacto con el Comité Nacional de Investigaciones sobre Fenómenos Aéreos (NICAP), en Washington, D.C., de donde enviaron a un investigador para comprobar su historia. Diez días después del incidente, Betty empezó a experimentar pesadillas recurrentes, en las que un grupo de 8 a 11 hombres, de uniforme y con gorras "militares", se plantaban en medio de la carretera para detener el coche del matrimonio. El "jefe" aseguraba a la pareja que no iban a hacerles daño. Después los llevaban a bordo de una nave en forma de disco y los sometían a reconocimiento. A Betty le tomaban muestras de pelo, uñas y raspados de piel. Después la pareja era devuelta al coche y se les permitía continuar. A los Hill la experiencia del ovni les produjo una insoportable sensación de ansiedad persistente. Al fin fueron a ver al doctor Benjamin Simon, un destacado psiquiatra de Boston especializado en tratar los desór-

Mientras viajaban por los montes White de Nuevo Hampshire una noche de 1961, Betty y Barney Hill tuvieron un impresionante encuentro con un ovni y sus ocupantes.


denes de la personalidad y la amnesia mediante la hipnoterapia. El doctor Simon los trató durante seis meses, a partir de enero de 1964. Durante este periodo, bajo regresión hipnótica, fueron revelando detalles asombrosos. Las historias de ambos sobre la aparición y la conducta de sus raptores parecían coincidir. En esencia, lo que recordaban bajo hipnosis se parecía mucho al contenido de las pesadillas de Betty: su secuestro a fin de someterlos a un reconocimiento físico. Uno de los aspectos más fascinantes del caso es el "mapa estelar" que el jefe mostró a Betty cuando ésta le preguntó de dónde procedían, y que ella dibujó más tarde bajo sugestión posthipnótica. Varios años después, una investigación astronómica, basada en datos recién publicados (y que no eran conocidos en 1961), reveló, cerca de dos estrellas llamadas Zeta Retículo, un enjambre de estrellas de una configuración sorprendentemente parecida a la del "mapa" dibujado por Betty. Esta "correspondencia" ha sido tema muy controvertido entre los investigadores de ovnis y varios miembros de la comunidad científica. La opinión profesional del doctor Simon es que lo que contaron los Hill de su secuestro por ovninautas fue pura fantasía. La razón de que el relato de Barney coincidiese tan exactamente con el de Betty es que él recordaba y creía todos los detalles de lo que Betty experimentaba en sus sueños y que después le contaba. Las personas no dicen necesariamente la verdad cuando están bajo hipnosis; lo único que hacen es decir lo que creen que es la verdad. ( The Encyclopedia of UFOs, Ronald D. Story, ed., págs. 172-77; The Humanoids, Charles Bowen, ed., págs. 239-41)

Calvin Parker y Charles Hickson estaban pescando

cerca de Pascagoula (Mississippi) la noche del 11 de octubre de 1973 cuando ambos vieron cómo aterrizaba allí cerca un brillante objeto ovalado de 6 metros de largo. De su interior salieron y avanzaron hacia ellos tres criaturas de metro y medio de estatura, color gris pálido y la piel horriblemente arrugada. No tenían cuello, sus brazos terminaban en una especie de garras con sólo dos dedos, y tenían las piernas como fundidas juntas. Parker se desmayó al verlos, y Hickson fue transportado por una de las criaturas, mientras otra llevaba a su inconsciente compañero. "Flotaron" hacia el ovni y entraron en él. Hickson se encontró en una sala brillantemente iluminada, donde un gran aparato "parecido a un ojo" lo "examinó" minuciosamente. Después ambos fueron sacados "flotando" del ovni y depositados otra vez a la orilla del río. Los dos hombres, tras algunas dudas y unos cuantos tragos, contaron su historia a un alguacil, y el incidente trascendió a la prensa. Una prueba con el detector de mentiras, que supuestamente corroboraba su relato, fue más tarde puesta en duda. Hickson se negó entonces a sufrir nuevos exámenes. Dado que a ambos hombres les asustaba la hipnosis y no quisieron someterse a ella, no pudo conseguirse penetrar más en lo ocurri-

do mediante esa técnica. (The Encyclopedia cry Ronald D. Story, ed,, págs. 260-62)

Carlos Alberto Díaz, un camarero de 28 años del pueblo argentino de Ingeniero White, fue encorando seadido al borde de la carretera hacia las siete de La mañana del 5 de enero de 1975. Se le veía el cuero 1>1.:.ge/

liudo en varias zonas donde le faltaban mechan pelo. Fue llevado a un hospital de Buenos Aires, a 44 kilómetros (a unos 560 de su ciudad natal), y PIE Díaz aseguró que el pelo le había sido arrancado por humanoides de piel como de hule "verde museo y brazos rechonchos provistos de ventosas. Cuarenta y seis médicos y especialistas y varios investigadores de la policía examinaron e interrogaron a Díaz, quien con tranquilidad y verosimilitud se mantuvo en la versión de que había sido un secuestro. Dijo que había salido de trabajar de madrugada, y, al volver a casa, iba cruzando una estación de ferrocarril abandonada cuando vio un rayo de luz muy brillante, pero en zigzag, que tomó por un relámpago y de momento lo cegó. Cuando pudo volver a ver, se encontró paralizado, y oyó un zumbido persistente en el aire. De repente se sintió "aspirado y absorbido" por el "zumbido como de viento del rayo". Después se desmayó. Se despertó dentro de una "esfera" vacía, lisa y reluciente, de unos 2.5 metros de ancho y 3 de alto. Tres de aquellos seres "se deslizaron" dentro y empezaron a hacer presión con sus curiosos brazos contra su largo pelo, "aspirando" mechones enteros a un tiempo pero sin causarle el menor dolor. Las cabezas de esos seres eran la mitad de las nuestras y totalmente calvas; sus caras, color verde musgo, carecían de rasgos, no tenían ni ojos, ni nariz, ni boca, ni orejas. Medían aproximadamente 1.70 y tenían cuerpos esbeltos cubiertos de un "hule" suave de color crema pálido. Mientras "extraían" mechones del pelo de Díaz brincaban de júbilo. Después de trabajar en su cabeza empezaron a quitarle mechones del pecho, y Díaz volvió a desmayarse. Horas más tarde se encontró acostado en la hierba al sol de la mañana. Tenía al lado su bolsa. Al mirar el reloj, vio que estaba parado a las 3:50, cuando evidentemente era ya mucho más tarde. Sintió náuseas y empezó a vomitar. En ese momento fue visto por un automovilista, que vino en su ayuda. El reconocimiento médico puso en evidencia que parte del pelo de la cabeza y el pecho de Díaz había sido indudablemente arrancado. Una parte parecía haber sido cortada, pero otra había sido extraída de raíz. dejando los tejidos capilares circundantes completamente limpios. No se sabe cómo pudieron hacerlo. Una teoría dice que esos "seres" ejercieron una succión suficiente para dilatar los bulbos capilares en torno a las raíces, de modo que los pelos salieron suavemente. Aparte de la falta de pelo y las náuseas, que persistieron varios días, eI equipo médico no encontró nada anormal en Díaz, (Flying Saucer Review, 21:39-42, noviembre de 1975) —

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ALLÁ EN EL CIELO: EXCENTRICIDADES ATMOSFÉRICAS Y ASTRONÓMICAS Los cielos han sido siempre una pantalla en la que los hombres proyectaban sus creencias y esperanzas más profundas en el orden del cosmos. El tiempo puede ser impredecible, pero detrás de cada rayo y cada huracán estaba el ciclo regular de las estaciones. Meteoros y cometas resplandecían en las alturas, pero más allá de ellos giraban noche tras noche las "estrellas fijas". Hasta época reciente, los cielos eran vistos como un sistema único; los sucesos atmosféricos que llamamos "tiempo" no se diferenciaban claramente de los acontecimientos celestes, y a los hechos que regularmente ocurrían juntos se les atribuían relaciones de causa y efecto. La canícula, los "días del perro" del verano, se remontan a las observaciones de los egipcios de que a la aparición de Sirio, el Can, corresponde un periodo de tiempo caliente y sereno. En todas las partes del mundo la orientación del creciente lunar ha sido interpretada como indicio de lluvia o sequía. No conviene descartar todas estas creencias como supersticiones: las relaciones entre las manchas solares y el clima, y entre las fases de la Luna y las tormentas están siendo estudiadas hoy a fondo. Se cree que ambas actúan a través de acciones recíprocas en las capas altas y enrarecidas de la alta atmósfera, y mediante sutiles "mareas aéreas" semejantes a las marinas. El tiempo a gran escala no pudo ser comprendido sino hasta que se dispuso de buenos mapas y comunicaciones para seguir los movimientos del aire. Hoy la red internacional de estaciones y satélites meteorológicos proporciona predicciones fiables y a largo plazo de extensas zonas de la atmósfera, pero, de modo paradójico, los meteorólogos no pueden decirnos si una determinada nube descargará sobre nosotros o en la comarca de al lado, o si pasará de largo. Las leyes y estadísticas de tipo general que se aplican al tiempo sirven de poco a pequeña escala. Los grandes giros del aire a escala continental que conforman temporadas enteras suelen ser estables de un año para otro. Los pequeños, que pueden transformarse en huracanes, tienden a repetir su recorrido, pero pueden desviarse sin previo aviso. Los tornados son peligrosamente caprichosos, y los torbellinos y tormentas de polvo, totalmente impredecibles. Lo mismo ocurre con los accidentes atmosféricos locales, impredecibles y a veces extraños e incomprensibles, de que vamos a hablar: nieblas anormales, espejismos inexplicables, truenos y otros ruidos que parecen no proceder de ninguna parte, rayos bola, extraños efectos aurorales y tantos otros. Algunos de estos hechos están hoy bien documentados y clasificados. Otros son tan raros que hay que considerarlos inexplicables mientras la suerte no haga coincidir a los observadores, los instrumentos y las circunstancias más idóneas. ANTES DE 1700 El 18 de junio de 1178 un grupo de personas vio el

cuerno superior de la luna nueva "partido en dos". Según el cronista Gervasio de Canterbury: Del punto medio de esa división salía una antorcha en llamas que escupía a considerable distancia

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fuego, cenizas calientes y chispas. Mientras tanto, la parte de la Luna que quedaba debajo se retorcía, como si dijésemos, llena de ansiedad... Este fenómeno se repitió una docena de veces o más, tomando la llama formas diferentes que se contorsionaban al azar para volver después a la


normalidad. Concluidas estas transformaciones, la Luna tomó de un cuerno a otro un aspecto negruzco. Al autor se lo contaron personas que lo vieron con sus propios ojos...

Casi 800 años más tarde, el científico espacial Jack Hartung comparó ese relato con cálculos modernos y se dio cuenta de que Gervasio podía estar refiriéndose al impacto de! meteoro que produjo en la Luna el cráter Giordano Bruno, de 19 kilómetros de ancho. (Meteoritics, 11:187-94, 30 de septiembre de 1976) DE 1700 A 1800

"Una nube luminosa empujada con cierta violencia de E, a O., donde desapareció por debajo del horizonte", fue vista el mismo día en que hubo un terremoto en Florencia (Italia), el 9 de diciembre de 1731. Como muchas noticias de luces sísmicas, ésta nos deja intrigados, pues carece de detalles que permitan saber si se trataba de una fuga de gas o de un fenómeno auroral estimulado por los efectos magnéticos del terremoto. (Repon' of the Twenty-second Meeting of the British Association for the Advancement of Science,

22:129, 1852)

En la madrugada del 23 de octubre de 1740, James Short, experto en óptica y miembro de la Roya' Society, estaba observando el cielo cuando al dirigir hacia Venus un telescopio reflectante de 16.5 pulgadas de foco... vi muy cerca del planeta una pequeña estrella, ante lo cual tomé otro telescopio de la misma distancia focal que aumentaba unas 50 ó 60 veces... Al encontrar a Venus muy nítido, y en consecuencia el aire muy claro, pasé a 240 aumentos, y para mi sorpresa hallé que aquella estrella estaba en la misma fase que Venus [es decir, mostraba el mismo aspecto en cuanto a luz y sombra, lo que indicaba que se hallaba cerca de Venus y no era una estrella lejana]... su diámetro parecía aproximadamente un tercio, o algo menos, del de Venus; su luz no era tan brillante o intensa, pero sí extremadamente nítida y bien definida... La vi varias veces esa mañana por espacio de un hora; pero, al aumentar la luz solar, la perdí por completo, aproximadamente a las ocho y cuarto. He vuelto a buscarla desde entonces todas las mañanas claras, pero nunca tuve la suerte de volver a verla.

Short era un destacado constructor de telesDopikos y difícilmente hubiera sido engañado por un "Yes fantasma" —un reflejo dentro del ocular—. como algunos han sugerido. Otros que vieron un supuesto satélite de Venus fueron Gian Domenico Cassini. el c.1. cubridor de cuatro de las lunas de Saturno. en 16 2 y 1686; Andreas Meier en 1759; T.W. Webb en 1823, y M. Stuyvanert en 1884. Actualmente no hay rastro de ningún satélite de Venus. (Nature, 14: 193-94. 29 de junio de 1876) -

Varios soldados fantasma aparecieron sobre una montaña escocesa el 23 de junio de 1744. Veintisiete testigos, algunos de los cuales prestaron declaración jurada ante un magistrado local, observaron estas maniobras aéreas durante más de dos horas, antes de que la oscuridad pusiese fin al espectáculo. En sus Letters on Natural Magic, sir David Brewster sugería que se había tratado de un espejismo de soldados situados al otro lado de la montaña, y relacionaba esas hipotéticas tropas con la rebelión escocesa del año siguiente. (Notes and Queries, 1:7:304, 26 de marzo de 1853) En 1750 hubo terremotos en muchos lugares de Ingla-

terra y en toda Europa. Varios días antes del temblor del 2 de marzo en Londres, "hubo arcos rojizos en el aire, que tomaron la misma dirección que la sacudida". En el momento del seísmo del 2 de abril en Warrington, el reverendo Sedden vio "una infinidad de rayos de luz dirigirse desde todas las partes del cielo a un punto cercano al cenit". Una aurora acompañó el terremoto del 23 de agosto en Spalding, y Northampton sintió temblar la tierra el 30 de septiembre. El doctor Doddridge dijo haber visto un globo de fuego esa mañana, un cielo rojo a la noche siguiente, y a la otra "la aurora más hermosa que había visto nunca". (Magazine of Natural History, 7:300-01, julio de 1834)

Este grabado de 1780 titulado "Asombroso día oscuro'', muestra a los campesinos alumbrándose con faroles en pleno día. El Mariner 10 fotografió a Venus desde 725 000 kilómetros de distancia el 6 de febrero de 1974. Las observaciones recientes de Venus no han descubierto ningún satélite de este planeta. .


Una niebla extraordinaria asombró a los colonos de

Connecticut (E.U.A.) una mañana de 1758. Uno de ellos escribió: ...hacia el amanecer, hubo aquí una niebla de aspecto tan extraño y extraordinario que a todos nos llenó de asombro. Bajó a la tierra en erandes masas, como nubes espesas, y en su camino, al chocar contra las casas, se rompía por los costados y en grandes masas, dando vueltas y vueltas. Parecía el espeso vapor que sale del wort [una planta utilizada para hacer jabón] al hervir e iba acompañada de tal calor que apenas podíamos respirar. Al principio, pensé al verla que ardía mi casa, y salí corriendo a comprobarlo; pero muchos pensaron que lo que ardía era el mundo, y había llegado su fin. Uno de nuestros vecinos se encontraba en Sutten, 160 kilómetros al este, y cuenta que allí pasó algo muy parecido. lAnnual Register, 1:90-91, 1758]

Gran número de globos luminosos llenaron el aire el

día en que hubo un terremoto en Boulogne (Francia), en 1779. (Felix Sestier, De la Foudre, Vol. 1, pág. 169)

aún más extraño. En 1788 observó, al este de los Alpes lunares y a su sombra, "un punto brillante, tanto como una estrella de quinta magnitud, que desapareció cuando llevaba observándolo 15 minutos". Cuando la Luna hubo girado lo suficiente para que el lugar quedara a plena luz solar, Schróter vio una sombra redonda, que pasaba del gris al negro, donde había estado el punto. Se ha supuesto que Schróter vio primero la cumbre de una montaña proyectándose por encima de la sombra de los adyacentes Alpes lunares, y más tarde una sombra de la propia montaña; pero, tratándose de un selenógrafo lo bastante estimado para que en años posteriores se diese su nombre a un cráter, ¿hubiese dejado de hacer esa identificación por sí misma? ¿Y cómo podía una montaña escarpada arrojar una sombra redonda cualquiera que fuese la dirección de donde recibía la luz? (The Popular Science Monthly, 34:158-61, diciembre de 1888) El espejismo de una ciudad amurallada fue visto en

Un "trueno" subterráneo fue oído en Guanajuato en

1784, aunque no hubo ningún temblor de tierra. (philosophical Magazine, 5:49:58, enero de 1900)

Youghal (Irlanda) en octubre de 1796, y de nuevo en marzo siguiente; y en junio de 1801 apareció el de una ciudad desconocida, con mansiones rodeadas de arbustos y un bosque detrás. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 391)

Una "brillante bola de fuego y luz" acompañó a un

DE 1800 A 1830

huracán que azotó Inglaterra el 2 de septiembre de 1786. Si se trataba de un rayo bola, fue de una persistencia insólita, pues duró 40 minutos. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, pág. 100) Después de que sir William Herschel observase "vol-

canes" en la Luna en 1783 y 1787, un astrónomo alemán llamado Johann Hieronymus Schróter vio algo

Un misterioso ruido marino fue escuchado por el na-

turalista Alexander von Humboldt y otros miembros de su expedición a América del Sur: El 20 de febrero de 1803, hacia las siete de la tarde, toda la tripulación quedó asombrada ante un ruido extraordinario, que parecía de tambores redoblando en el aire. Al principio lo atribuyeron a las olas. Al momento se oyó en el navío, especialmente hacia popa. Era como un hervor, el ruido del aire que se escapa de un fluido en estado de ebullición. Empezaron a temer que hubiese alguna erieta en el barco. Se oía incesantemente en todas partes, y por último, hacia las nueve, cesó por completo.

El barón Cuvier, famoso naturalista francés contemporáneo de Humboldt, lo atribuyó muy convencido a peces de ios llamados esciénidos, pero estudios posteriores encontraron tal afirmación inverosímil (ver pág. 243). (Nature, 2:46, 19 de mayo de 1870) En su segunda expedición (1804-06) al lejano Oeste de

La Selenographia de Johannes Hevelius (1647) contenía este mapa de la superficie lunar, Algunos nombres que dio a los accidentes lunares aún persisten.

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los Estados Unidos, Lewis y Clark oyeron estampidos como de cañón en un lugar cercano a lo que es ahora Great Falls (Montana). Un grupo organizado por John Jacob Astor oyó ruidos parecidos en las Black Hills, de Dakota del Sur y Wyoming, pocos años más tarde. (Nature, 53:487, 26 de marzo de 1896) La luz que iluminó el cielo de Londres durante unos

segundos una noche de diciembre de 1814 fue atribui-


William Herschel, astrónomo inglés de origen alemán, estaba los días 19 y 20 de abril de 1787 estudiando la parte oscura de la luna nueva cuando vio tres manchas luminosas a las que llamó volcanes, "dos de ellas... ya casi extinguidas o, de lo contrario, a punto de erupción... La tercera [presentaba] una erupción de fuego o materia luminosa". Comparó la luz de esta última a "una pequeña ascua cubierta por una capa muy fina de ceniza blanca". Tres años después, durante un eclipse, vio más de 150 "puntos luminosos rojos... pequeños y redondos". En 1822, The American Journal of Science and Arts publicó informes de dos observadores acerca.de manchas luminosas en el cráter Aristarco, concluyendo que "la hipótesis de volcanes en la Luna no es moderna, y actualmente está casi abandonada". En su lugar se sugería el reflejo de la luz de la Tierra en una zona extraordinariamente llana y lisa de la superficie lunar. A través de los años han ido acumulándose nuevos informes, de modo que en 1965 el astrónomo Zdenek Kopal pudo reunir 16 observaciones de luces cerca de Aristarco, y un puñado más en otras regiones lunares. Pero para entonces los volcanes resultaban menos verosímiles que nunca. La Luna, mucho más pequeña que la Tierra, debe de haber perdido su calor interno más rápidamente. Si aún queda roca fundida, está casi con toda seguridad demasiado profunda para alcanzar la superficie en forma de erupciones. Kopal y sus colegas tomaron fotos en color de la Luna utilizando filtros rojos, verdes e infrarrojos. Esas imágenes mostraban claramente extensas zonas iluminadas, especialmente en la región del cráter Kepler. La luminiscencia desapareció antes de media hora, para reaparecer más avanzada la noche. Como poco antes habían tenido lugar potentes erupciones solares, Kopal atribuía al menos algunos casos de luminosidad en las regiones oscuras de la Luna al efecto de partículas solares de gran velocidad sobre el suelo polvoriento del satélite. Sin embargo, sus cálculos no explicaban los informes de un exceso de luz en regiones soleadas, donde haría falta mucha más energía para producir un resplandor perceptible: "Esto hace na-

da a un meteoro por los editores de Animas of Philosophy. Su informador, John Wallis, la describía así: ...hacia las once menos veinte, iba yo por una parte despejada del pueblo de Peckham... La noche era oscura a causa de las nubes, pero la parte inferior de la atmósfera estaba clara y en calma... De repente me vi rodeado por una gran luz. Recuerdo que en ese momento me encogí y agaché, y como temía algún peligro a mi espalda, corrí unos cuantos pasos. A los pocos segundos me di la vuelta... pero no vi nada que pudiera ser causa de

Sir William Herschel y su hermana Carolina, ambos notables astrónomos, trabajaban juntos en su observatorio.

cer la sospecha de que los efectos de la actividad solar pueden depender de procesos aún no desentrañados." Otra posibilidad fue expuesta pocos años más tarde por A.A. Milis, que había estudiado "lechos fluidificados" experimentales de fino polvo removido por gas desde abajo. Escribía en N'atare: Se ha informado de la generación de considerables voltajes electrostáticos en lechos fluidificados. En mayor escala, muchos accidentes industriales se han atribuido al movimiento de aire cargado de polvo, que genera diferencias de voltaje suficientes para provocar una chispa incendiaria. Las tormentas de polvo naturales ocasionan violentas perturbaciones en el campo eléctrico terrestre. Si hay gases atrapados dentro de la corteza de la Luna, pues, y si son liberados ocasionalmente por tensiones mareales o por las ondas expansivas que provoca el impacto de un meteoro, podrían crear un lecho momentáneamente fluidificado en el polvo lunar. Esto, a su vez, podría generar una descarga luminosa de electricidad estática. Muy bien; pero ¿podría este fenómeno transitorio explicar las observaciones de Herschel en noches sucesivas? ¿Podría la teoría de Kopal explicar la amplia variedad de colores adscritos a las misteriosas luces lunares a lo largo de los años? Quizá hubiese que combinar varios mecanismos para explicar lo que Herschel pensó que eran volcanes... o quizá Herschel sí vio lo que creyó ver y, „después de todo, la Luna no está geológicamente tan "muerta".

aquella luz. No me hizo pensar en la fuerza y la intensidad del relámpago; su brillo no era tan intenso e instantáneo. Era un tipo de luz más suave y pálido, y duraría unos tres segundos. No pude oír ningún ruido, aunque esperaba una explosión. La potencia de la luz era aproximadamente igual a la de la luz diurna común; todos los objetos cercanos resultaban claramente visibles... Ninguna de las personas con las que me encontré esa noche pensaba que se tratase de un relámpago, aunque ninguna había visto algo más que la luz. [Annals of Philosophy, 5:235-36, marzo de 18151

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En Comrie (Escocia), se ha informado de misteriosas estampidas desde 1597. En 1816 se observó "un gran cuerpo luminoso, en forma de media luna, que se extendía por los cielos". ( The Edinburgh New Philosophical Journal, 31:117, abril-octubre de 1841) "Ruidos extraños en el aire, como aullidos", y man-

chas que oscurecían el Sol coincidieron con un terremoto en Palermo (Italia} en abril de 1811 (Report of the Twenty-fourth Meeting of the British Association for the AdNuncement of Science, • , }VA) Lo que parecía ser un planeta desconocido fue visto

cruzando el disco solar el 9 de octubre de 1819, en Augsburg, por el astrónomo alemán Stark. Volvió a observarlo el 12 de febrero de 1820. Esta segunda aparición fue descrita como "una singular y bien definida mancha circular con indicios de atmósfera, que no era visible en la noche de ese mismo día", como lo hubiera sido cualquier planeta con una órbita interior a la de la Tierra. (Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, 20:98-101, 13 de enero de 1860) Uno de los "días oscuros" más extensos de la histo-

ria sobrevino en Nueva Inglaterra y el este del Canadá el IO de noviembre de 1819. El día 8 había habido una espesa lluvia jabonosa que dejó tras de sí un residuo como de hollín. Después, en Montreal, la mañana del martes 10 volvieron a cubrir el cielo espesas nubes, que cambiaron rápidamente del verde oscuro a un negro corno de brea, mientras que eI Sol, cuando alguna vez se dejaba ver a través de ellas, era unas veces café oscuro o de un amarillo nunca visto, y otras anaranjado brillante, o incluso rojo sangre... El día se hizo casi tan oscuro como la noche, con una penumbra que aumentaba y disminuía muy irregularmente. A mediodía hubo que encender las luces en el Palacio de Justicia, los bancos y las oficinas públicas de la ciudad. Todo el mundo estaba más o menos alarmado... Hacía media tarde una gran masa de nubes pareció precipitarse repentinamente sobre la ciudad. y la oscuridad se hizo igual que la de la noche. Hubo unos momentos de quietud y silencio y después llameó sobre la comarca uno de los relámpagos más deslumbradores que se han visto nunca, acompañado por un trueno que pareció conmover la ciudad hasta sus cimientos... [y] después sobre vino un ligero chaparrón de la misma índole jabonosa y como de hollín que el de dos días antes... Hubo otra afluencia de nubes, y otro rayo de luz vivísima al que se vio golpear el campanario de la antigua iglesia parroquial francesa y jugar curiosamente alrededor de la gran cruz de hierro que lo coronaba antes de descender al suelo. Momentos después sobrevino el momento culminante del día. Todas las campanas de la ciudad tocaron de repente a fuego, y los asustados ciudadanos se precipitaron a las calles... La gran cruz de hierro y la hola que le servía de base

cayeron al suelo con estrépito y se hicieron añicos... Sobrevino la noche auténtica, y cuando amaneció el día siguiente, todo estaba brillante y claro y el mundo tan natural como antes.

La extraña textura de la lluvia sugiere una lejana erupción volcánica o el incendio de un bosque, que suele ser la causa de los días oscuros. Pero la tormenta eléctrica que la acompañó hace pensar en algo más que el simple humo. Los meteorólogos saben todavía muy poco de los efectos de esas extrañas nubes &Immo y ceniza sobre el fxempo. tScientific American, 44:329, 21 de mayo de 1881) -

En el pueblo de Rabino Polje, en el centro de un valle de la isla de Mljet, en el Adriático, se oyeron ruidos muy notables. Empezaron el 20 de marzo de 1822: Parecían estampidos de cañón, y eran lo bastante fuertes para hacer que temblasen las puertas y ventanas del pueblo. Al principio fueron atribuidos a los cañones de barcos de guerra lejanos, en mar abierto, y más tarde a ejercicios de la artillería turca en las fronteras otomanas. Las descargas se repetían 4, 10 e incluso un centenar de veces al día, a cualquier hora y con cualquier tiempo, y continuaron hasta el mes de febrero de 1824, a partir del cual hubo una interrupción de siete meses. En septiembre de ese mismo año volvieron a empezar las detonaciones, y continuaron, aunque más débiles y espaciadas, hasta mediados de marzo de 1825, cuando cesaron nuevamente. [The American Journal o"' Science and Aris, 1:10:377, febrero de 1826]

En 1829, en el curso de una expedición a lo que más tarde sería Nueva Gales del Sur (Australia), los acompañantes del capitán Sturt oyeron ruidos como de ca-

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Romance of Australia retrata en una difícil situación al capitán Charles Sturt y su grupo en un bote de vela. Sturt condujo tres expediciones al interior de Australia.


ñón en un día claro y tranquilo, y en medio de una zona llana y boscosa a orillas del río Darling. "Un ruido tan extraño en semejante situación sigue siendo para mí un misterio hasta hoy", escribió Sturt. (Nature, 81:127, 29 de julio de 1909) DE 1830 A 1860 Los misteriosos ruidos como de cañón de Comrie (Escocia) iniciaron en octubre de 1839 un "bombardeo" que duró dos años. Casi 250 detonaciones, muchas de ellas acompañadas por temblores de tierra, fueron oídas entre esa fecha y octubre de 1841. (The Edinburgh New Philosophical Journal, 32:106-09, octubre de 1841-abril de 1842) En Forest Hill (Arkansas, E.U.A.), el 8 de diciembre de 1847 fue un día despejado. Después, a media tarde, nubes turbulentas formaron de pronto "como una sólida capa negra iluminada desde arriba por un resplandor rojo como de antorchas". Una gran explosión hizo temblar las casas y sonar la campana de la iglesia, y un cuerpo en llamas del tamaño de un barril

Las fulguritas se forman cuando un rayo vitrifica arena o piedras. Las fulguritas de arena tienen formas tubulares ramificadas, como aquí vemos.

se estrelló en las afueras del pueblo, haciendo un agujero de 2.5 metros de profundidad y más de 60 centímetros de diámetro. La piedra que apareció en el fondo del hoyo olía a azufre y estaba lo bastante caliente para que el agua que se le arrojaba hirviese y se evaporase. Antes de veinte minutos el cielo se despejó y volvió a lucir el Sol. ¿Fue el fenómeno de Forest Hill el impacto de un meteorito? En tal caso, no hay explicación plausible para las nubes que lo antecedieron. Un meteorito cruza la atmósfera en pocos segundos y no puede afectar el aire que cubre su zona de impacto cuando se halla todavía a centenares de kilómetros de allí. ¿Sería un rayo el que convirtió en una masa sólida el suelo del fondo del hoyo? Ese tipo de piedra, llamada fulgurita, no es rara, pero no se sabe de ninguna del tamaño de un barril. ( The American Journal of Science and Arts, 2:5:293-94, mayo de 1848)

Una batalla fantasma fue vista en el pueblo de Bückrich, en Westfalia, el 22 de enero de 1854: Poco después de oscurecer, por el pa:_ s,e. vio avanzar en orden de marcha un ejército del crae tr se alcanzaba a ver el fin, compuesto por infan=ja_ caballería y un número enorme de carros. Se les veía con tal claridad que incluso podía distine airse el brillo de los fusiles de chispa y el color del uniforme de la caballería, que era blanco. Toda esa formación avanzó en dirección al bosque de Schafhauser, y, mientras la infantería se internaba en la espesura y la caballería se aproximaba a ella. un humo espeso los ocultó de pronto, junto con los árboles. También se vieron con la misma claridad dos casas en llamas. Al oscurecer, el fenómeno entero se desvaneció. Con respecto a este hecho, el gobierno ha tomado declaración a cincuenta testigos oculares, que se han mostrado totalmente de acuerdo sobre tan notable aparición. -

Los vecinos lo consideraron la "repetición" sobrenatural de una batalla que había tenido lugar años antes. No habia combates en ningún lugar de Alemania en enero de 1854, por lo que la sugerencia de que se trataba del espejismo de una escena lejana tampoco resulta verosimil. (Notes and Queries, 1:9:267, marzo de 1854) Un planeta más cercano al Sol que Mercurio fue observado el 26 de marzo de 1859 por un médico rural y astrónomo aficionado francés llamado Lescarbault. Lo vio iniciar su travesía del disco solar, y, tras una interrupción para atender a un paciente, acabó de cronometrar el tránsito y escribió con gis sus observaciones sobre un pizarrón. Las pruebas que ofreció Lescarbauit fueron suficientes para convencer de la existencia del planeta a Urbain Jean Joseph Le Verrier, el más ilustre astrónomo francés. Le Verrier supuso que la fuerza de gravedad de Vulcano era la que explicaba el avance del perihelio de Mercurio (su punto más cercano al Sol), que, se había observado, era de poco más de un metro cada cien años. Desgraciadamente, nunca se ha probado la existencia del planeta de Lescarbault —también llamado Vulcano—, y hoy

Este medallón en honor de Urbain Jean Le Verrier su retrato por una cara y por la otra diez planetas, entre ellos Vulcano, que giran en torno al Sol.

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Vulcano, el planeta fantasma Quienes observaban el cielo en tiempos remotos advirtieron ya que había cinco brillantes puntos de luz que no se movían con el carrusel de las estrellas fijas. Esos planetas —Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno— quedaron así incorporados a la astrología y la leyenda. Alrededor del año 1600 de nuestra era, la propia Tierra vino a ser reconocida como un miembro más de la familia del Sol. Sir William Herschel descubrió a Urano en 1781. En el decenio de 1840, Urbain Jean Joseph Le Verrier y John Couch Adams analizaron por separado pequeñas irregularidades en la órbita de Urano, que condujeron al descubrimiento de Neptuno en 1846. Después, 84 años más tarde, un estudio semejante de Urano y Neptuno mostró el camino hacia el frígido Plutón, el más lejano planeta conocido. Entre tanto, un décimo planeta había hecho una breve aparición. La existencia de Vulcano, un pequeño planeta que se suponía que orbitaba aún más cerca del Sol que Mercurio, fue afirmada en 1859 por Le Verrier. Le había hecho sospecharla la pequeña desviación de Mercurio de la órbita esperada. Buscando en los archivos, encontró muchas noticias de un pequeño disco negro visto fugazmente cerca del Sol. Le Verrier seleccionó los informes más coherentes y calculó que Vulcano debe orbitar a unos 20 millones de kilómetros del Sol, con un año de sólo 20 días terrestres. Sólo una mezcla de suerte y técnica haría posible nuevas observaciones de Vulcano, perdido la mayor parte del tiempo en el resplandor del Sol. Sólo destacada durante los eclipses de sol o durante sus periódicas "travesías" del astro rey, cuando parecería una mancha solar. Le Verrier predijo que la mejor fecha para observarlo seria el 22 de marzo de 1877. En los años siguientes se publicaron informes dispersos, y hubo libros de texto que añadieron Vulcano

la mayoría de los astrónomos piensan que el médico rural, como otros muchos a lo largo de los años, se equivocó. (The American Journal of Science and Arts, 2:29:415 - 17, mayo de 1860) DE 1860 A 1880

Un torbellino supercalentado atravesó el condado de

Cheatham (Tennessee) un día de verano de 1869:

En la granja de Ed. Sharp, a 8 kilómetros de Ashland, se levantó una especie de torbellino sobre los bosques vecinos, que arrancó pequeñas ramas y hojas de los árboles y las hizo arder en una especie de cilindro llameante que se desplazaba a unos 8 kilómetros por hora, aumentando de tamaño a medida que lo hacía. Pasó directamente sobre el lugar donde comía un tiro de caballos y les

a la lista de planetas. Para los muchos astrónomos dedicados a observarlo en 1877 fue descorazonador no lograr dar con él, pero las esperanzas renacieron en 1878, cuando dos astrónomos estadounidenses que observaban por separado un eclipse en Wyoming y en Colorado divisaron muy cerca del Sol algo que no era una estrella conocida. Decía Popular Science: l..as interesantes observaciones del profesor Watson y el señor Swift no sólo estimularán a los astrónomos a renovar la búsqueda del planeta tan afortunadamente descubierto, sino que deben conducir también a un examen más completo del espacio comprendido en la órbita de Mercurio. No es improbable que el descubrimiento de Vulcano pueda ser tan sólo el primero de una serie de otros parecidos. Pero las observaciones de Watson y Swift no se repitieron, y otros astrónomos —que se habían engañado lo bastante a menudo para mirar con desconfianza a cualquier supuesto Vulcano— cuestionaron la precisión de sus avistamientos.

Cuando los cálculos de Le Verrier resultaron equivocados, los franceses empezaron a satirizar sus esfuerzos, como vemos en estas caricaturas.

chamuscó crines y colas hasta la raíz. Después fue hacia la casa, llevándose de camino un montón de heno. Su temperatura parecía ir en aumento, y apenas alcanzó la casa prendió fuego a las tablillas del tejado de un extremo a otro del edificio, de modo que en diez minutos la casa 'entera estaba envuelta en llamas. La alta columna de calórico [la "sustancia" química del fuego, según una teoría ya superada en 1869] continuó después su curso sobre un trigal recién segado, prendiendo fuego a cuantos montones encontró en su camino. Más allá, cruzó sobre un tramo de bosque que llegaba hasta el río. Las hojas verdes de los árboles quedaron reducidas a cenizas en una franja de 20 metros hasta el río Cumberland. Cuando la columna de fuego" llegó al agua, cambió súbitamente de rumbo y marchó río abajo, produciendo una columna de vapor que subió a las nubes aproximadamente 800 metros y luego se extinguió. No menos de 200 personas presenciaron este extrañísimo fenómeno, y todas lo -

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describieron en sustancia del mismo modo. El granjero Sharp se quedó sin casa a causa del devorador elemento, y sus dos caballos quedaron tan afectados que no parece que vayan a servir para mucho en adelante. Varios árboles secos de los bosques por los que pasó ardieron, y ardiendo siguen. [Symons's Monthly Meteorological Magazine, 4:123, septiembre de 1869]

El fenómeno combina los aspectos más característicos de los torbellinos —su carácter independiente, sin aparente relación con las nubes y el tiempo meteorológico en gran escala— y de los tornados, que a menudo van acompañados por extrañas descargas eléctricas. Vale la pena recordar que, para prender fuego al trigo y a las tablillas del tejado, el aire (si no hay chispas eléctricas) tendría que estar a más de 200 grados. Varias luces cambiantes aparecieron en el cráter lunar Platón desde finales del decenio de 1860 hasta 1871. Selenólogos reputados los vieron con la frecuencia suficiente para asignarles números y consignar en una gráfica sus intervalos de luz y sombra. Más de 1 600 de esas observaciones fueron reunidas por el selenógrafo W.R. Birt y depositadas en la biblioteca de la Royal Astronomical Association. (Report of the

Forty-first Meeting of the British Association for the Advancement of Science, 41:60-97, 1871)

El 22 de marzo de 1870, la tripulación del Lady of the Lake vio, en medio del Atlántico, cómo una extraña nube en forma de paraguas ascendía por el cielo al sureste hasta cerca del cenit y después descendía hacia el noreste, conservando su forma durante más de 20 minutos. Según el cuaderno de bitácora, "su apariencia general era semejante a la de un halo en torno al Sol o la Luna, de un color gris claro, y aunque tenía una forma claramente definida, podían verse a través de ellas las manchas de cirrocúmulos que había detrás". (Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, 1:157, 1873) En 1870, varias personas escribieron a _Nature acerca de los "ruidos de Grey Town", escuchados en la costa atlántica de Costa Rica y Nicaragua y cerca de Trinidad. Charles Dennehy informaba que el "curioso sonido vibratorio metálico... musical... con una cierta cadencia, y tendencia a llevar el compás de 1-2-3", se oía sólo en los barcos de hierro y no en los de madera, y parecía provenir del agua a través del metal: Los marineros ingleses consideraron que era producido por un pez trompeta, o lo que ellos llamaban así (desde luego no e] Centriscus scolopax, que ni siquiera existe aquí...). Pero si lo produce algún tipo de pez, ¿por qué sólo en un sitio, y sólo a ciertas horas de la noche?... ¿Qué es, entonces, esa música nocturna? ¿Quizá el resultado de un cambio molecular o una vibración en el hierro...? A lo que replicó C. Kingsley que él había oído el

ruido, "como el de una locomotora a lo lejos, traque-

teando mientras expulsa vapor'', desde la coa de Trinidad, y que también se oía en los barcos de w.,,a,t.tra:. = Los nativos me dijeron que el ruido lo pez, y me dieron un ejemplar de él. que n-o Centriscus scolopax, el pez fuelle, sino el pez trompeta o Fistularia. No creo que éste pueda 1141=DZE tal ruido, así como el señor Dennehy no cree Ir wn toda razón) que pueda hacerlo el Centriscus .

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2:25-26, 12 de mayo de 1870; 2:46, 19 de mayo de 1870) (Nature,

Se ha hablado del Centriscus scolopax corno posible autor de ruidos. Su hocico largo y tubular y su cuerpo rechoncho sugieren el nombre que se le da comúnmente, el de pez fuelle.

Lo que puede haber sido un rayo bola se apareció a una mujer de Remenham (Inglaterra) un frío dia. de 1871. "El papel de las paredes y los muebles del cuarto.., se iluminaron súbitamente de un color de rosa que fue oscureciéndose hasta el carmesí y cambiando, a través de un oro brillante, anaranjado, lila y violeta oscuro." Al mirar por la ventana vio "burbujas de aire" de pocos centímetros de diámetro que se levantaban del suelo cubierto de nieve. Tomaban los mismos tonos vistos dentro de la casa y oscilaban arriba El rayo bola puede entrar por una ventana y salir par la puerta sin causar daño. En septiembre de 1845, una tormenta en Salagnac produjo este fenómeno.

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y abajo antes de que se las llevase la brisa, sólo para ser reemplazadas por otras. No había rastro de chispas u olores eléctricos. (Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, 13:306, octubre de 1887) Burbujas semejantes fueron observadas en una época muy diferente, agosto de 1876, en Ringstead Bay (Inglaterra). Una mujer y su hija caminaban cerca de un acantilado una tarde cálida y bochornosa, surcada por relámpagos sin truenos: Sobre la cresta del terreno, rodeándolas por todas partes y extendiéndose desde unos cuantos centímetros de la superficie hasta casi un metro por encima de sus cabezas, se movían verticalmente, arriba y abajo, numerosos globos de luz del tamaño de bolas de billar, a veces a escasos centímetros de ellas, pero siempre sin dejarse agarrar, ascendiendo despacio casi un metro, para volver a caer con la misma lentitud, semejantes a pompas de jabón que flotan en el aire. Las bolas eran todas luminosas. Su número fluctuaba continuamente. Tan pronto parecían envolver a las mujeres millares de ellas como, pocos minutos después, su número disminuía hasta quizá unas veinte, pero en seguida volvían a pulular tan numerosas como antes. Ni el menor ruido acompañaba a esa exhibición. Ambas señoras recorrieron varias veces el borde del acantilado, contemplando el fenómeno durante más de una hora... Hacia las diez de la noche vino del mar una fuerte tormenta, acompañada de torrentes de lluvia... [Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, 13:305, octubre de 1887] DE 1880 A 1900

En Clarens (Suiza), hubo en 1880 una tormenta más sobrecogedora que de costumbre. Según el corresponsal del Times de Londres, ...un cremento trueno sacudió las casas de Clarens Tavel hasta los cimientos. En el mismo instante, un magnífico cerezo de un metro de circunferencia que había cerca del cementerio fue alcanzado por un rayo. Algunas personas trabajaban en una viña mut cercana y vieron el "fluido" eléctrico juguetear en torno a una niña que había estado recogiendo cerezas y se encontraba ya a treinta pasos de allí. Quedó literalmente envuelta en una sábana de fuego. Los viñadores huyeron aterrorizados del lugar. En el cementerio, seis personas separadas en tres grupos, todos ellos a más de 250 pasos del cerezo, quedaron envueltas en una nube luminosa. Sentían como si les golpeasen en la cara granizos o grava, y al tocarse unos a otros salían de las puntas de sus dedos chispas eléctricas. Al mismo tiempo se vio descender una columna de fuego en dirección a Le Chatelard, y se afirma que se oía claramente el fluido eléctrico correr de punta a punta de la verja de una cripta del cementerio... Ni la niña, ni quienes estaban en el cementerio, ni los viñadores parecen haber sufrido daños. La única molestia de

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la que se quejaban era una desagradable sensación en las coyunturas, sensación que sintieron de forma más o menos aguda durante varias horas. El tronco del cerezo está tan hecho añicos como si hubiera estallado en él una carga de dinamita. [Nature, 22:204, 1" de julio de 1880]

El "día amarillo", que se produjo en Nueva Inglaterra y el estado de Nueva York el 6 de septiembre de 1881, ha sido achacado —como muchos otros fenómenos semejantes— a un incendio en una pradera o un bosque del Lejano Oeste; el humo producido habría sido concentrado a gran altura por corrientes atmosféricas locales. Sea cual sea la explicación, ningún incendio específico ha sido asociado al día amarillo. Según el Daily Republican, de Springfield (Massachusetts), el día empezó con una densa neblina antes de amanecer; "al levantarse el sol por detrás, los vapores formaron un escudo grueso y brillante a través del cual invadió el aire una extraña luz amarilla". Los colores naturales aparecían distorsionados, las flores amarillas se veían grises y el pasto azulado. El alumbrado eléctrico y el de gas estuvieron encendidos en toda la ciudad, aunque parecían emitir una luz nada natural. "Había una curiosa luminosidad en cada barda y cada alero, y los árboles parecían a punto de estallar en llamas." La extraña luz se acentuó y volvió más brillante hasta que empezó a desvanecerse a media tarde. Aun entonces el Sol parecía una pelota roja rodeada de nubes amarillas. "La temperatura estuvo todo el día sofocante y abrumadora, y el efecto físico era de pesadez y depresión." (Natura, 24:540, 6 de octubre de 1881) La noche del 3 de julio de 1882 había casi luna llena, y unos 45 minutos después de salir el satélite, varios residentes de Lebanon (Connecticut) vieron un extraño espectáculo: En el limbo superior de la Luna aparecieron dos protuberancias piramidales luminosas. No eran grandes, pero daban a la Luna un aspecto sorprendentemente parecido a un búho o a la cabeza de un bullterrier inglés. Esas puntas eran algo más oscuras que el resto de la cara de la Luna. Fueron borrándose a los pocos momentos de aparecer, y la que estaba a la derecha, hacia el sureste, desapareció primero. Unos tres minutos después de su desaparición se vieron dos muescas triangulares negras en el borde de la mitad inferior de la Luna. Esos puntos fueron moviéndose uno hacia el otro a lo largo de la orilla de la Luna, y parecían estar tapando o borrando casi una cuarta parte de su superficie, hasta que finalmente se encontraron, momento en el que la cara de la Luna recobró repentinamente su aspecto normal. Cuando las muescas iban acercándose entre sí, la parte de la Luna que se veía entre ellas tenía forma de cola de milano. [William R. Corliss, Strange Universe, pág. A1-132]


Cuatro personas tuvieron una experiencia inclasificable en una avenida de Davidson's Mains, un suburbio de Edimburgo (Escocia), el 23 de julio de 1885, Según contaba una de ellas, ...vimos aparecer por el suelo un relámpago de luz no muy fuerte a una distancia de unos 30 metros avenida abajo. Se precipitó hacia nosotros con un movimiento como de oleaje, a una velocidad que calculo en 48 kilómetros por hora, y pareció envolvernos un instante. Mi mano izquierda, que llevaba colgando al costado, experimentó exactamente la misma sensación que he sentido al recibir una descarga de una batería galvánica de baja potencia. Unos 3 minutos después oímos un trueno... Otro del grupo dice que observó lo que parecía una nube luminosa viniendo por la avenida con un movimiento ondulante. Al llegar al grupo, se levantó y pasó sobre los cuerpos de dos de ellos, proyectando una especie de relámpago sobre sus hombros... El jardinero... vio el resplandor de un relámpago en dirección a la nube luminosa, pero hacia un lado; también que la cima de la nube parecía estar como a un metro del suelo, y fue elevándose a medida que avanzaba. Cuando la nube alcanzó al grupo, vio a uno de ellos claramente a su luz... [Nature, 32:316-17, 6 de agosto de 1885]

No se puede culpar a ningún incendio forestal de lo ocurrido en Oshkosh (Wisconsin, E.U.A.) el 19 de marzo de 1886. A las 3 de la tarde de un día nublado sobrevino una oscuridad nocturna que duró unos 5 minutos. Fue lo bastante sorprendente para asustar a los caballos y hacer que la gente corriese por las calles. A los diez minutos no quedaba rastro de ella. Según el periódico local "ciudades más al oeste dicen que se observó allí el mismo fenómeno antes de que apareciese aquí, lo que demuestra que la ola de oscuridad pasó de oeste a este. No se vio nada que indicase la presencia de corrientes de aire en las alturas". Ese día no hubo eclipse de sol. (Monthly Weather Review, 14:79, marzo de 1886) Edwin Linton, científico de la Comisión de Pesca de los Estados Unidos, oyó unos sonidos suaves e inexplicables traídos por el aire cuando trabajaba en el lago Yellowstone, en Wyoming, en 1890. ti y un guía oyeron ruidos como ecos, reverberaciones levemente metálicas procedentes de la zona del lago Shoshone. Los sonidos parecían iniciarse sobre su cabeza e ir hacia el suroeste, y duraban 30 segundos cada ■ ez. A veces parecían rumor de viento, pero no había indicios de él sobre el lago ni en los árboles circundantes. Otras personas que oyeron ese ruido fueron F.H. Bradley en 1872 y Hugh NI. Smith en 1919. Fue considerado lo bastante "real" para merecer figurar en el Ranger Naturalists' Manual, pero nunca ha sido explicado. (5'cience, 22:244-46, 3 de noviembre de 1893; 63:586-87, 11 de junio de 1926; 71:97-99, 24 de enero de 1930)

Se oyeron extraños ruidos cerca de este paisaje fantasmal del parque nacional de Yellowstone. En primer término aparece West Thumb Geyser Basin, y al fondo el lago Yellowstone. Un arco luminoso en el cielo nocturno sobresaltó a los pasajeros de un tren de la Houston & Texas Central en 1890: 1.a niebla luminosa fue vista primero por el maquinista, cuando estaba todavía varios cientos de metros delante del tren, y, pensando que era un incendio en la pradera, disminuyó la marcha, alertando así a los viajeros, que, como el personal, se apiñaron en ventanillas y plataformas para contemplar el gran arco iris sin colores que atravesaba el cielo. Al acercarse más al arco, vieron que su débil resplandor blanco estaba claramente definido contra el cielo, como pintado allí por una brocha mojada en fuego blanco. Podía verse a las estrellas relucir cerca de su borde y todo alrededor. Formaba un semicírculo perfecto, uno de cuyos extremos descansaba en la tierra mientras que el otro estaba como roto cerca de la base. Parecía ir aumentando de tamaño. El arco se alzaba sobe la vía, y a medida que el tren se acercaba a él su brillo pareció aumentar... Bajo el puente de luz, el paisaje en torno resultaba plenamente visible, como bañado por la luna. Una característica curiosa de esa luminosidad era que, a ]a vez que daba a Ios objetos un aspecto misterioso, irreal, les hacía arrojar sombras negras y tan claramente definidas como siluetas. Pocos minutos después de que el tren pasase bajo el arco éste pareció desvanecerse, fundiéndose poco a poco con el cielo estrellado. El tiempo era bueno y sin niebla. No había luna, de modo que el arco debía de tener luz propia. [ The American Meteorological Journal, 8:35, mayo de 1891]

Esta descripción parece descartar un halo lunar o cualquier otro fenómeno tipo arco iris, y despliegues aurorales tan cercanos a la tierra sólo han sido vistos mucho más al norte.

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Cañones de Barisal, mistpoeffers y airemotos Entre los fenómenos naturales más extendidos y desconcertantes están las detonaciones misteriosas, estampidos aparentemente no relacionados con el trueno o los terremotos. Mucho antes de existir la dinamita o los estampidos supersónicos, los pescadores del mar del Norte estaban familiarizados con los mistpoeffers, como llamaban a los estruendos lejanos que oían en días tranquilos y con niebla. En el delta indio del Ganges han sido conocidos desde antiguo los cañones de Barisal. El relato de G.B. Scott en Nature en 1896 expresa su desconcierto al tratar de localizar su origen: Las aldeas eran pocas, alejadas entre sí y muy pequeñas; las armas de fuego eran escasas y, desde luego, no había ningún cañón en las cercanías, ni aquella gente conocía los cohetes. Creo que no miento aI decir que oí las detonaciones todas las noches mientras estuve al. sur de Dhubri, y a menudo durante el día... más claramente en días y noches despejados. Recuerdo un domingo de mayo que pasé con un amigo en Chilmari, cerca de las orillas del río. Ambos habíamos oído las detonaciones la noche antes, y anteriormente, cuando estábamos cerca de las colinas. Hacia las diez de la mañana, con tiempo claro y sereno, paseábamos cerca del río, hablando de aquellos ruidos, cuando oímos claramente el estampido, tan fuerte como si hubiese sonado un cañón pesado en un dia tranquilo a unos 16 kilómetros de distancia río abajo. Poco después oímos una fuerte detonación mucho más próxima, también al sur. De repente escuchamos cerca otras dos en rápida sucesión, más parecidas a disparos de pistola de arzón o mosquete (no fusil). Me pareció que habían sonado en el aire a unos 150 metros al oeste de nosotros, al otro lado del río. Mi amigo creyó que sonaban al norte. Corrimos a la orilla y preguntamos a nuestros barqueros si los habían oído, y de ser así en qué dirección. ¡Señalaron hacia el sud Albert G. Ingalls, que en 1934 trató de esos misteriosos ruidos en la revista Science, se había criado oyendo el ruido de los "cañones del lago Séneca" en el interior del estado de Nueva York, pero como investigador no tuvo mejor suerte: "Su dirección es vaga y [...1 están siempre 'en otro sitio' cuando el observador va al lugar del que parecían proceder." Ruidos parecidos reciben el nombre de marina o brontidi en Italia, mientras que para los haitianos son los gouffre. A los primeros colonos del valle del río Connecticut les dijeron los indios que esos ruidos reflejaban la cólera del dios indio contra el dios ingles.

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A diferencia de otros muchos ruidos de ese tipo, los que se oían en Connecticut iban a menudo acompañados de temblores de tierra: Los efectos que producen son tan diferentes como los grados intermedios entre el rugido de un cañón y el ruido de una pistola. Las conmociones de la tierra que los acompañan son tan diversas como los ruidos en el aire. El temblor que imprimen a una casa es análogo al de la calda de troncos al suelo. Los temblores más pequeños no provocan emociones de terror o miedo en el ánimo de los habitantes. Se habla de ellos como de sucesos habituales, y se les conoce como "los ruidos de Moodus". Pero cuando son tan violentos como para ser escuchados en las localidades vecinas, se les llama terremotos. Sin embargo, los ruidos de Moodus no van acompañados de ninguna de las señales habituales de los terremotos, de modo que puede cuestionarse si las "conmociones de la tierra" eran causa o efecto de esos fenómenos atmosféricos. Los intentos científicos de explicar tales ruidos empezaron en serio en el decenio de 1890, cuando un belga, Ernest Van den Broeck, reunió centenares de páginas de testimonios sobre los mistpoeffers, desde Islandia hasta el golfo de Vizcaya. También llamó la atención hacia el problema sir George Darwin, hijo de Charles Darwin v experto en mareas. Ello condujo a la publicación de más informes en revistas físicas y meteorológicas de todo el mundo de habla inglesa. Pronto hubo casi tantas explicaciones como nombres tenían los ruidos misteriosos. El propio Van den Broeck creía que la causa más probable era "algún tipo especial de descarga de la electricidad atmosférica' (en otras palabras, truenos; pero ¿en cielos despejados?), mientras que uno de sus colegas, M. Autor, pensaba que su origen estaba dentro de la Tierra, y comparaba ese ruido al del "choque de la masa fluida interna contra la corteza de la Tierra", teoría escasamente verosímil aun en esa época. Aunque sin duda las zonas interiores en fusión de nuestro planeta transmiten las ondas de los terremotos, la roca líquida o magma no puede andar chapoteando corno parece haber imaginado el colega de Van den Broeck. Otros sugerían que, dado que muchos de los ruidos se producían en regiones costeras y deltas fluviales, quizá se debiesen a ocasionales asentamientos de la tierra bajo eI peso constantemente acumulado de los sedimentos arrastrados al mar. Pero tales asentamientos deberían producir también grandes olas y probablemente también marejadas o tstinamis. .


Se propuso asimismo corno posible causa la fractura de bloques o estratos rocosos subterráneos al desaparecer las presiones a que estaban sometidos, pero esos estallidos producen un ruido más agudo que el de la mayoría de los casos de que hay noticia. De cualquier modo, el fenómeno es normal en regiones montañosas, donde se añaden los efectos de los fuertes cambios de temperatura, y no en tierras bajas como las del delta del Ganges. Otra teoría fue propuesta por el padre Saderra Masó, que había estudiado durante anos los terremotos en Filipinas antes de prestar atención a los ruidos lejanos que sus feligreses atribuían a las olas: Es opinión común entre los filipinos que esos ruidos se deben al romper de las olas en playas o cavernas, y están íntimamente relacionados con los cambios de tiempo, y generalmente con la inminencia de tifones. El padre Saderra Masó se inclina a compartir esta opinión en ciertos casos. En Filipinas los tifones causan a veces olas enormes, que se propagan a más de mil kilómetros de distancia, y eso días antes de que el viento adquiera una fuerza apreciable. Según él, condiciones atmosféricas especiales pueden ser la causa de las grandes distancias a que se escuchan los ruidos, y su aparente origen en tierra puede deberse a la reflexión, posiblemente en los cúmulos que coronan las montañas vecinas, en tanto que las ondas sonoras directas son obstaculizadas por barreras vegetales o desigualdades del terreno. Quizá tenga razón el padre Saderra Masó, pero una teoría que depende de tifones lejanos, el romper de enormes olas oceánicas, condiciones atmosféricas especiales (no especificadas), la reflexión del sonido en las nubes y la presencia de alturas estratégicamente situadas podría explicar prácticamente cualquier cosa. De modo semejante, cuando los residentes de la costa noreste de los Estados Unidos oyeron en el invierto de 1977.rerawbospioredemes doJArlamko, soles dijo que en algunos casos podían deberse a estampidos supersónicos del Concorde, y que el resto eran pro-

bablemente esos mismos estampidos provocados por aviones más lejanos y transportados centenares de kilómetros por condiciones atmosféricas especiales. Es indudable que las capas de aire de cierta temperatura y densidad pueden llevar los sonidos mucho más lejos de lo habitual, como también pueden producir espejismos de escenas situadas más allá del horizonte. Sin embargo, no es probable que duren hasta que pueda llevarse a cabo una investigación científica.

En el verano de 1897 el duque de los Abruzzos dirigió una expedición al monte St. Elias, en una región glaciar cercana a la costa de Alaska. Allí descubrieron "la ciudad silenciosa de Alaska", un espejismo que muchos prospectores e indios aseguraban haber visto sobre un glaciar. Un miembro de la expedición, C.W. Thornton, escribía más tarde: "No requería el menor esfuerzo de imaginación compararlo con una ciudad. pues era tan claro que para lo que hacía falta fe era para creer que no se trataba de una ciudad auténtica." Otro testigo había escrito en The New York Times: "Podíamos ver claramente casas, calles y árboles. Aquí y allá se alzaban altas torres sobre enormes edificios que parecían ser antiguas mezquitas o catedrales." Algunos pensaron que era la imagen de Bristol (Inglaterra), que está a 4 000 kilómetros, a través del polo, del lugar del extraordinario espejismo. Su aparición tenía lugar cada año entre el 21 de junio y el 10 de julio. (Quarterly Journal of the Royal Mercorological Society, 27:158-59, abril de 1901)

La llamada "ciudad silenciosa de Alaska", un espejismo diafano e inusitado, es el tema de esta ilustración de la obra Alaska, de Miner Bruce, publicada en 1899.

DE 1900 A 1920

A Ellsworth Huntington, un geóloga gue recorrió Jos montes Tauro de Turquía a principios de siglo, le fue-

ron descritas unas montañas que se lanzaban fuegó unas a otras. Los aldeanos le dijeron que los montes KekIujek y Ziaret "combatían" con bolas de fuego a través del río Éufrates, en ocasiones varias veces al año. Al principio Huntington se mostró escéptico, pero "tras oír más o menos la misma historia a diez o doce hombres a quienes vi en cinco o seis lugares diferentes separados por 30 o más kilómetros", decía, "me convencí de que era cierto... Uno de ellos dijo que después del relámpago quedaba un resplandor, pero todos los demás lo negaron. Otro aseguró que la bola de fuego era pequeña al principio, pero iba haciéndo-

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se mayor a medida que cruzaba, y después otra vez más pequeña..." (Monthly Weather Review, 28:286-87, julio de 1900) El verano de 1902 hubo sequía y tormentas de polvo en Australia, y los alisios lanzaban tal cantidad de polvo sobre el archipiélago Malayo que dificultaba la navegación. El 12 de noviembre empezaron a abatirse bolas de fuego sobre todo el continente. El polvo del aire se hizo tan espeso que los habitantes de Sydney tenían que transitar por la calle con faroles. Estallaron bolas de fuego —meteóricas, eléctricas o de otro tipo— en Parramatta y Carcoar. El 20 de noviembre, sir Charles Todd siguió durante cuatro minutos a una sobre el observatorio de Adelaida. Cualquier meteoro que se moviese tan despacio difícilmente hubiera podido calentarse lo suficiente para hacerse incandescente. La Ultima explosión tuvo lugar sobre lpswich (Queensland) el 23 de noviembre. (Vicent Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 81-82) Lo que parecía una tormenta de polvo o una nube so-

bre Marte fue observado a finales de mayo de 1903 simultáneamente por W.F. Denning en Inglaterra y Percival Lowell en Arizona (E.U.A.). Aunque los famosos "canales" marcianos de Lowell resultaron ser una ilusión, sus observaciones de cambios transitorios en los colores de ese planeta figuran entre las mejores de su época. (Nature, 68:353, 13 de agosto de 1903; 69:160, 17 de diciembre de 1903) El astrónomo Percival Lowell se hizo famoso por sus estudios sobre Marte y su creencia de que había vida inteligente en ese planeta, basada en lo que pensaba que eran vegetación y canales de riego. Fue uno de los primeros en darse cuenta de que se harían mejores observaciones desde lugares altos y de atmósfera clara, lejos de las luces y el humo de las ciudades, y construyó un observatorio a más de 2 000 metros de altitud, cercano a Flagstaff (Arizona).

El 17 de diciembre de 1903 apareció en Júpiter una

mancha blanca que en cinco minutos se transformó de un punto en una "brillante grieta oblicua". Cierto mayor Molesworth, que la observó en Ceilán, escribió a la Royal Astronomical Society que "con una lar-

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ga experiencia en la observación de Júpiter, nunca había notado un cambio así en esta región del planeta, pero estaba totalmente seguro de que el fenómeno era real". Si lo era, una zona extraordinariamente grande había cambiado de color en un tiempo increíblemente corto. (Nature, 72:207, 29 de junio de 1905) Una breve e inexplicable oscuridad cayó sobre Wimbledon (Inglaterra) un día de abril de 1904. Continuó durante 10 minutos, sin que hubiese ningún indicio de nubes de lluvia o de una cantidad anormal de humo. (Symons's Meteorological Magazine, 39:69, mayo de 1904) Una playa estalló en llamas en Kittery Point (Maine. E.U.A.) el 1° de septiembre de 1905: ...los huéspedes del hotel Parkfield se vieron sorprendidos por la aparición de llamas que subían de la playa y de la superficie del agua, suceso de carácter tan notable e insólito como para provocar gran curiosidad y alguna alarma. La conflagración ocurrió entre las siete y las ocho de la noche, y duró más de tres cuartos de hora. Las llamas tenian aproximadamente 30 centímetros de altura. Iban acompañadas de un crujido fuerte y continuo que podía oírse claramente a 90 metros de distancia, a la vez que de una fuerte emisión de vapores de ácido sulfuroso que penetraron en el hotel, expulsaron de la cocina al propietario y su personal. y llenaron las demás habitaciones hasta el punto de causar grandes molestias a los huéspedes. Uno de éstos, de mentalidad investigadora, cogió un puñado de arena, pero se vio obligado a soltarla por lo caliente que estaba. Cuando llevaron algo de arena al hotel y la revolvieron con agua, se desprendieron burbujas de gas que producían llamas al romperse en la superficie en contacto con el aire.

D.P. Penhallow examinó la playa y concluyó que una capa de algas enterradas había fermentado, creando bolas de hidrógeno "carburado y fosforado" otros gases. Su explicación es tan razonable que sólo cabe preguntarse por qué las playas en llamas no constituyen una atracción veraniega normal. (Science, Nueva Serie 22:794-96, 15 de diciembre de 1905) G.H. Martvn escribió en 1906 a la revista Nature acer-

ca de una tormenta que había presenciado en South Tottenham (Inglaterra): ...dos de los truenos empezaron con una nota musical de tono claro y definido... que duró unos dos segundos en ambos casos, y la frecuencia de la nota fue en ambas ocasiones de unos 400 por segundo... Escuché cuidadosamente para cerciorarme de que la nota se originaba fuera y no era debida a resonancias dentro de la habitación, y en el segundo trueno fue sin duda alguna fuera... [Nature, 74:200, 28 de junio de 1906]


Un sorprendente espectáculo aéreo tuvo lugar en Burlington (Vermont, E.U.A.) delante de cuatro testigos (uno de ellos ex gobernador del estado) un día de 1907. Oyeron una explosión atronadora y al mirar a la calle vieron "un cuerpo en forma de torpedo... de casi dos metros de largo por 25 centímetros de diámetro" flotando a 15 metros del suelo. Su superficie era oscura, "y aquí y allá le salían lenguas de fuego de zonas semejantes a cobre sin pulir al rojo". La aparición estaba rodeada por un débil halo de 6 metros. Después de la explosión inicial no se oyó nada más. Veinte minutos más tarde se inició un gran chaparrón sin truenos ni relámpagos. Un testigo escribía: Han pasado cuatro semanas... pero aquella escena y la terrible confusión que produjo siguen vivas ante mí, mientras todavía resuena en mis oídos aquel ruido apabullante. Espero no volver a oír o ver nunca un fenómeno parecido, al menos tan de cerca,

(Monthly Weather Review, 36:310-11, julio de 1907) En todo el Reino Unido y muchas partes de Europa

se observaron cielos nocturnos coloreados, y de tal luminosidad que podía leerse el periódico a media noche, el 30 de junio de 1908 y las noches siguientes. Parecían más estables que cualquier aurora. L.A. Kulik, el científico soviético encargado de la primera expedición al lugar de la explosión del 30 de junio en la cuenca del Tunguska (atribuida tanto al estallido de un corneta en el aire como a un gigantesco meteorito, un agujero negro, la antimateria o una explosión nuclear) creía que esos "amaneceres nocturnos" se debían al polvo meteorítieo esparcido por una gigantesca explosión, (Nature, 206:861-65, 29 de mayo de 1965; Popular Astronomy, 45:559-62, diciembre de 1937; Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, 34:202, julio de 1908)

Una ráfaga de viento resultó fatal para una colegiala de Bradford (Inglaterra). El Yorkshire Observer Informaba que el 23 de febrero de 1911 un testigo vio a la niña dirigirse al campo de juegos cercano a la escuela. Otro la vio después por el aire, paralela a un balcón de 6 metros de altura, "con los brazos extendidos y la falda inflada como un globo". Más tarde la recogieron muerta de una caída. (Symons's Meteorological Magazine, 46:54, abril de 1911) En octubre y noviembre de 1911, L.J. Wilson, de

Nashville (Tennessee), observó cierto número de manchas blancas brillantes en Marte, cerca de la región bautizada como Hesperia. (Nature, 89:17, 7 de marzo de 1912)

Una "sombra" en tránsito por la Luna fue observa-

da por el Dr. F.B. Harris el 27 de enero de 1912:

Hacia las 10:30, hora del Este, me sorprendió ver que el cuerno izquierdo mostraba la presencia de un cuerpo intensamente negro de unos 400 kilómetros de largo y 80 de ancho, calculando 3 200 kilómetros de punta a punta de los cuernos. La aparición era comparativamente tan negra como lo escrito en este papel, y su forma la de un cuervo con las alas extendidas. Por supuesto, hay lugares oscuros aquí y allá en la superficie lunar, pero no como éste. Para no aburrir, diré que se hicieron toda clase de esfuerzos por eliminar cualquier error de visión o de otra especie... La Luna es muy complicada y es harto improbable que algo semejante vuelva a ser visto en muchos años o incluso siglos. No puedo por menos de pensar que fue un fenómeno muy interesante y curioso. (Popular Astronomy, 20:398-99, junio-julio de 1912]

Los hatos en torno a la Luna pueden ser redondos o

elípticos, únicos o múltiples, y las circunstancias atmosféricas idóneas pueden dar lugar a imágenes múltiples Las paraselenes, anillos de luz en torno a la Luna, son consecuencia de los rayos de luz que se filtran a través de cristales de hielo o inciden en ellos. Las coronas lunares (derecha) se presentan cercanas a la Luna y difusas.

Apenas quedó un árbol en pie a 30 kilómetros a la redonda de la explosión de Tunguska; hubo gente quemada a 60 y caballos derribados a 600.


e incluso arco iris lunares. Pero ninguna de las teorías ópticas aceptadas es capaz de explicar el halo cuadrado, tres diámetros lunares tangentes con una esquina abajo, hacia el horizonte, que fue observado desde el buque Baltnoral Castle la noche del 21 de enero de 1913, frente a las costas del África Ecuatorial. En una obra maestra del eufemismo, escribía Lewis Evans: "Mostré el halo a algunos de los oficiales del barco, ninguno de los cuales parece haber visto otro igual, de modo que puede tratarse de algo muy poco común." ( Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, 39:154, abril de 1913) De 40 a 60 bolas de fuego, aparentemente meteóricas pero que se movían tan lentamente que algunas fueron visibles durante 40 segundos, pasaron sobre Canadá y el océano Atlántico el 9 de febrero de 1913. Basándose en más de 140 informes, W.F. Denning estableció que fa ruta total observada tenía 8 800 kilómetros, casi la cuarta parte del contorno de la Tierra. Consideró que se movían en rumbos casi orbitales. El punto de origen de una lluvia meteórica o "lluvia de estrellas" (denominado radiante) debería, en teoría, moverse por el cielo del modo en que sigue la Tierra su ruta curva en torno al Sol. Sin embargo, W.F. Denning, que observó los meteoros y trazó sus radiantes a finales de siglo xix y principios del xx, llamó la atención hacia lluvias que parecían proceder de una misma región del cielo, noche tras noche, durante meses. En 1913 escribía en The Observatorv: Algunos astrónomos, reconociendo dificultades insuperables para explicar los radiantes estacionarios, los rechazan como no probados y sospechan que son producidos por lluvias sucesivas pero distintas, procedentes de direcciones que forman un mismo radiante aparente durante largos intervalos. Pero tales escépticos pasan por alto, deliberadamente, la prueba muy real y tangible que respalda la radiación fija de meteoros. Es algo que vive indeleblemente en el cielo, y, aunque los anteriores intentos de explicarlo no gozan de la aceptación general, ninguna observación ha conseguido ni conseguirá borrarlo del firmamento.

Hoy sabemos mucho más acerca de los meteoros, pero el rompecabezas de Denning sigue sin resolverse. La mayoría de las lluvias de meteoros se comportan como es debido, con radiantes que cruzan el cielo durante la noche y una trayectoria dominante que cambia de una noche a otra al cruzar la Tierra por una corriente de detritos cósmicos en órbita, pero aún carecemos de una explicación convincente de por qué algunas no lo hacen así. (Nature, 92:87-88, 18 de septiembre de 1913; 97:181, 27 de abril de 1916; The Observatory, 36:334-39, agosto de 1913; Popular Astronomy, 30:632-37, diciembre de 1922) Una mancha blanca, que parecía proyectarse sobre el borde del planeta Júpiter mientras la rápida rotación de las nubes la llevaba de acá para allá, fue vista dos

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Auroras boreales La aurora boreal constituye un espectáculo impresionante, misterioso. Sus ondeantes raudales y cortinas de luz, generalmente de 100 a 400 kilómetros del suelo, han servido de inspiración a las leyendas y al folklore desde tiempos prehistóricos. Es casi imposible no ver en semejante espectáculo la imagen portentosa de un mundo sobrenatural. Las auroras adoptan una gran variedad de formas, de las que las más comunes son conocidas al menos desde la época de Séneca: ...la sima, cuando bajo una corona luminosa falta el fuego celestial, formando como si dijéramos la entrada circular de una caverna; los giros, cuando se ve una gran llama redonda en forma de barril trasladarse de un lugar a otro, o arder inmóvil; los abismos, cuando el cielo parece abrirse y vomitar llamas... .A veces esos fuegos son lo bastante altos para brillar entre las estrellas; otras, tan bajos que pueden ser tomados por el reflejo de una hacienda o una ciudad que arde a lo lejos. [Séneca el Joven (Lucio Anneo), citado en: Richard A. Craig, The .Erige of Space, págs. 117-18] Y un nórdico de la época vikinga, especulando atrevidamente, como convenía a alguien cuyo pueblo navegaba por aguas donde el fantasmal fenómeno podía ser visto cualquier noche despejada, daba explicaciones muy razonables: Algunos sostienen que esa luz es un reflejo que rodea a los mares del norte y del sur [es ev idente que conocía también la aurora austral]; otros dicen que es el reflejo del Sol cuando está por debajo del horizonte. Por mi parte creo que es producida por el hielo, que de noche irradia la luz que ha absorbido durante el día. Hoy, tras haber sondeado las auroras con satélites, globos y una gran variedad de instrumentos, los científicos saben que se deben a partículas cargadas que brotan del Sol y son apresadas por el campo magnético de la Tierra y encauzadas hacia los polos. Allí chocan con las dispersas moléculas de gas de la alta atmósfera, provocando en ellas estados energéticos superiores que dan lugar a colores característicos: el rojo oscuro, azul y violeta del nitrógeno, el verde y rosa del oxígeno. La actividad solar, que envía ondas de choque mediante el "viento" de partículas cargadas y provoca perturbaciones en el campo magnético de la Tierra, puede extender la zona de auroras muy al sur, in-


--4177 ir^ 2

.

El arco (arriba) es una rara forma de aurora boreal; éste fue visto desde Guilford (Inglaterra) el 24 de octubre de 1870. Abajo, una aurora vista en el parque nacional de Denali (Alaska).

levisor. ¿Cómo explicar entonces la experiencia del cargado de de una estación de radio del gobierno en e. norte de Canadá, que vio a la luz bajar hasta que la tuvo al alcance de la mano y hubo de agacharse para caminar bajo una "niebla de colores"? ¿Y qué decir de quienes han oído silbidos o crujidos u olido el ozono de una descarga eléctrica mientras brillaba la aurora sobre su cabeza? En 1931, decía de uno de esos fenómenos la revista !Valore: "En el estado actual del saber, la incapacidad para comprender la naturaleza física de tales hechos no basta para rechazar su posibilidad." Cincuenta años más tarde, algunos físicos de la atmósfera niegan aún que la aurora boreal pueda ir asociada a ruidos u olores eléctricos, y prefieren creer que quienes informan sobre ellos se engañan porque los esperan sin saber que son "imposibles". Pero seguramente hay más cosas en el cielo y la tierra de las que explican las teorías vigentes, especialmente en la aurora boreal, donde cielo y tierra se combinan para crear un resplandor que apenas ha perdido algo de su misterio a través de los siglos. Esta ilustración de un planetario pinta una nave noruega frente a una aurora boreal de cortina para indicar que suele ser un fenómeno nórdico.

cluso hasta Roma, donde, según cuenta Séneca, los soldados del emperador Tiberio abandonaron en una ocasión sus cuarteles para correr al puerto de Ostia, convencidos de que estaba ardiendo. Es indudable que ese espectacular fenómeno puede explicar muchas de las luces extrañas vistas en el cielo a lo largo de los siglos, pero no todos los casos encajan en la teoría de las auroras. Hay muchas noticias fiables de una actividad auroral cercana al suelo (ver, por ejemplo, pág. 245) difícil o imposible de explicar, pues la aurora necesita un cuasi vacío: es decir, el aire denso que hay al nivel del suelo debería estar tan "muerto" como un tubo de neón con fugas o el tubo de rayos catódicos de un te-


noches consecutivas, en enero de 1919, por Frank Sargent, de Bristol (Inglaterra). ( Nature, 102:432, 30 de enero de 1919) Un arco auroral que abarcaba el cielo, semejante a "los rayos de un potente foco", llamó la atención de William H. Wagner en West Reading (Pennsylvania, E.U.A.) el 2 de mayo de 1919: La luz era muy fija, sin indicios de parpadeo o movimiento rápido... El rayo fue cambiando lentamente de forma, desvaneciéndose uno de sus lados. Era perfectamente transparente, pero a veces se hacía muy brillante, y en una ocasión casi ocultó a la estrella de segunda magnitud Gamma Leonis. [Popular Astronomv, 27:405, junio-julio de 1919]

del torbellino. No parece posible explicarlo ni siquiera como el efecto de discontinuidades de velocidad dentro del torbellino. No cabe sugerir ninguna explicación física de ese espacio vacío. [Noture, 110:414-15, 23 de septiembre de 1922]

Durante una tormenta el 9 de julio de 1923, el rayo dejó la imagen de una papelera, en forma de silueta descolorida, en el piso de madera de una oficina de Londres. En ella eran claramente visibles las varillas del cesto de mimbre. La oficina estaba en un espacio cubierto de vidrios, entre dos edificios, utilizado por

DE 1920 A 1940

C.S. Bailey vivía hacia 1920 en Stockton Heath (Inglaterra), cerca del canal navegable de Manchester, donde la brisa sopla siempre hacia el interior. Una noche de julio se dio cuenta de que el aire había quedado extrañamente en calma: Al mirar carretera abajo, vi formarse una pequeña nube negra de tormenta a lo largo del Canal, y a unos 10 ó 12 metros por encima de él. Tenía aproximadamente 90 metros de largo y unos 2 de grueso. Mientras contemplaba aquella extraña formación, un relámpago cegador recorrió la nube paralelo al agua, seguido inmediatamente de un estampido como una descarga de artillería de campaña. Unos cuarenta segundos más tarde hubo otro relámpago y una nueva explosión, tras de lo cual la nube adelgazó y se dispersó en unos cuatro minutos. [ Weather, 4:267, agosto de 1949]

Dos eminentes astrónomos. W.W. Campbell, director del Observatorio de Lick, y H.N. Russell, director del de Princeton, se hallaban en la residencia del primero en Mount Hamilton (California) a principios de agosto de 1921, cuando divisaron un objeto más brillante que Venus en el cielo crepuscular. Visto con prismáticos no presentaba señales de la nube o cola que era de esperar en un corneta. Varios observadores de Detroit e Inglaterra lo vieron también, y fueron alertados otros en todo el mundo, pero el objeto no volvió a ser visto. (English Mechanic and World of Science, 1:114:47, 19 de agosto de 1921; The Journal of the Royal Astronomical Society of Canada, 15:364-67, diciembre de 1921) El 30 de junio de 1922, en el lago Victoria (Uganda), una tromba de agua se aproximó a unos 90 metros de G.D. Hale Carpenter y su esposa, que estaban en la orilla. Ambos vieron que fuera del núcleo central había una "funda", o segunda capa concéntrica, de vapor de agua giratorio, separado del centro por una capa de aire claro. Un comentarista escribió: Esto parecería exigir una discontinuidad del contenido en agua del aire, simétrica en torno al eje

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Esta imagen de una papelera de mimbre sobre un piso de madera "común y corriente, desnudo y sin encerar" despertó tal interés que fue cortada para exhibirla en un museo científico de Londres. una empresa arrocera. Como la imagen fue descubierta la mañana posterior a la tormenta, no hubo modo de saber si había sido causada por un rayo o por una luz muy intensa. ( The Meteorological Magazine, 58:166-67, agosto de 1923) Una aurora boreal audible tuvo lugar en la costa ártica, al norte del cabo Príncipe de Gales, durante el invierno de 1925-26. Clark M. Garber, que había creído hasta entonces que lo que contaban los esquimales acerca de ruidos aurorales era pura superstición, la presenció durante más de una hora en compañía de su conductor: Mientras estábamos sentados en el trineo, los grandes rayos que pasaban sobre nuestras cabezas emitían un sonido claramente audible que parecía el de un pequeño chorro de vapor... o el crepitar que se produce al lanzar finos chorros de agua sobre


una superficie metálica muy caliente. El rayo continuo emitía con frecuencia el sonido durante más de un minuto. [Science, 78:213-14, 8 de septiembre de 1933]

Un corneta excepcionalmente rápido o cercano fue visto por un astrónomo de Cracovia (Polonia), el 1° de septiembre de 1926. Se movía a 15 grados por hora, velocidad suficiente para pasar de un horizonte a otro en 12 horas. "No creo que haya constancia de un cuerpo celeste, distinto a un meteoro, que mostrase un movimiento aparente tan rápido al cruzar el cielo", escribía un astrónomo que intentó en vano localizarlo en las noches siguientes. (Popular Astronoiny, 34:538-39, 1926) —

Un misterioso punto negro cruzó el disco solar ante la sorpresa de un astrónomo de Hamburgo el 15 de marzo de 1927. "La lentitud del movimiento [tardó seis segundos en pasar frente al Sol] hace probable que la distancia, y por tanto el tamaño, del objeto fuesen considerables." (Nature, 120:201, 6 de agosto de 1927) Nubes de lluvia "parásitas" fueron vistas en dos lugares a mediados de 1928. El 10 de mayo, observadores a bordo del buque inglés Herald, en e] mar de China Meridional, vieron una extraña formación de cúmulos: Parecía como si estuviese cayendo una espesa lluvia de una nube a otra. Se veía bien que en el mar no llovía. Esa lluvia tenia forma de embudo", y se piensa que se había formado en el cielo una pequeña tromba que estaba absorbiendo lluvia de un gran cúmulo a otra nube (pequeña, aborregada y blancuzca) que había sobre él. -

Un mes más tarde, el Dryden, en ruta de Liverpool a Montevideo, pasó cerca de un nimbo "conectado a un banco de cúmulos por dos trombas, que no llegaban al mar, sino que se extendían sólo entre los dos bancos de nubes". ( The Marine Observer, 6:102, mayo de 1929; 6:127, junio de 1929) A principios de agosto de 1928, el cinturón de nubes surtropicales de Júpiter pareció emitir cierto número de pequeñas manchas oscuras que viajaban más deprisa que la rotación general de las nubes en esa zona. La mayoría pasaron al norte de la Gran Mancha Roja, pero algunas entraron en ella y desaparecieron. Esta

observación parece indicar perturbaciones más repentinas que nada de lo visto durante las efímeras visitas a Júpiter de las sondas Voyager. (Nature, 122:743, 10 de noviembre de 1928) Las luces vistas durante el terremoto de la península de Izu, en Japón, el 26 de noviembre de 1930 dieron lugar a más de 1 500 comunicaciones: En un lugar de la parte oriental de la bahía de Tokio, la luz semejaba los rayos de una aurora boreal bifurcándose desde un punto en el horizonte... Otros describen las luces como parecidas a bolas de fuego... Cuando el terremoto

estaba en su ápice, apareció por el suroeste tina fila de masas de luz redondas. Las luces que acompañan a los terremotos han sido relacionadas con fugas de gas, efectos friccionales en gran escala, relámpagos y auroras boreales. Sólo recientemente se ha llegado a un acuerdo sobre su realidad, pero ningún mecanismo propuesto hasta ahora puede explicar todas sus formas. (Bulletin of rhe Seismological Society of Ainerica, 63:2177 78, diciembre de 1973) -

El Nova Scotia cruzaba el Atlántico Norte el 24 de mayo de 1931 cuando, a la 1:35 de la madrugada, "mar y cielo se iluminaron de pronto durante unos tres segundos con una intensa luz purpúrea parpadeante que no parecía emanar de ningún punto concreto". Las únicas nubes eran altoestratos dispersos, que no provocan relámpagos ni son lo bastante densas para difundir el resplandor de un meteoro brillante. (The Marine Observer, 9:93, mayo de 1932) El 17 de junio de 1931 un matrimonio de Riverside (California) vio brillantes destellos junto a la luna nueva y los describió como parecidos a relámpagos. El observatorio del monte Wilson "declinó cortésmente" tomar en cuenta la observación. Posteriormente, un comentarista sugirió que los destellos eran meteoros débiles, invisibles contra el cielo nocturno de verano pero visibles frente a la porción no iluminada de la superficie de la Luna. La claridad de ambos fondos no difiere en realidad lo suficiente para hacer verosímil la explicación. (Science, 104:146, 9 de agosto de 1946; 104:448-49, 8 de noviembre de 1946) Una minitormenta apareció sobre el lago Cache (Ontario) en julio de 1932. John Zeleny vio "una nube muy larga, baja, estrecha y tenue, como de tormenta". Oyó un ruido sordo procedente de ella, aunque no tenía más de 60 metros de diámetro y no pudo ver relámpagos. "El ruido no podía ser del tamborileo del granizo porque la sección de la nube era demasiado pequeña para dar tiempo a que éste se formase, y, en La Gran Mancha Roja de Júpiter, fotografiada por los Voyager 1 y 2 en 1979, tiene unas 3 veces el tamaño de la Tierra y es el punto más frío del planeta.

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cualquier caso, no hubo granizada." (Science, Nueva Serie 75:80-81, 1932) Un rayo anaranjado se proyectó hacia arriba desde la Luna durante 15 minutos la noche del 2 de mayo de 1933, según varios observadores a bordo del Transilvania, en el Atlántico Norte. Horas antes habían visto auroras boreales. ( The Marine Observer, 11:49, abril de 1934) Una mancha blanca sobre Saturno fue vista por astrónomos de Alemania, Inglaterra y Estados Unidos en agosto de 1933. La mancha, observada en varios lugares a lo largo del cinturón ecuatorial, cubría una zona de una décima a una cuarta parte del diámetro del planeta. Semejante a otra detectada en 1876, se supuso que era una tormenta atmosférica. (sature, 132:285, 19 de agosto de 1933) Uno de los más extraños casos de relámpagos conocidos fue visto en 1936 por M.D. Laurenson, de Nueva Zelandia: Yendo solo en coche de Hamilton a Tauranga, al llegar a lo alto de la carretera de Kaimai me sorprendió el espectáculo de los relámpagos sobre la bahía de Plenty... Hacia las 10:10 de la noche vi, hacia el este, una luz más bien débil. Registré mentalmente la impresión de que estaba un poco alta para tratarse de una casa o un coche. (Conozco bien el distrito, de modo que estoy bastante seguro en cuanto a lugares y direcciones.) Unos minutos después, iluminó el cielo un relámpago procedente del norte, y quedé más que asombrado al darme cuenta. de que el resplandor procedía en realidad de lo alto de un banco de nubes negras... Antes de poder conjeturar lo que aquello podía significar, presencié uno de los espectáculos más extraños y misteriosos que he visto. De repente la nube pareció palpitar y adoptó la forma de un globo que despedía una luz suave... blanco verdosa, o más bien un resplandor de un brillo indescriptible. Ese resplandor iluminaba toda la superficie superior del banco de nubes y mostraba el globo luminoso en equilibrio sobre un dedo de nubes... Después volvió a palpitar (pareció contraerse y expandirse levemente un par de veces) y casi inmediatamente se hizo mucho mayor. Durante los quince minutos en que la vi, no se movió... Cuando la luz resplandeciente hubo finalmente desaparecido, destelló en el cielo un curioso rayo procedente de la nube septentrional. Avanzó horizontalmente y de pronto se convirtió en una línea totalmente recta que fue a dar al lugar donde había estado el globo [The Meteorological Magazine, 71:134-36, julio de 1936]

Unas manchas brillantes en el casquete polar sur de Marte, "algunas de las cuales se juntaron para formar una brillante mancha blanca que rápidamente se hizo amarilla y después rojo amarillenta", fueron observadas en Nashville (Tennessee) el 30 de mayo de 1937. (Popular Astronomv, 45:430-32, octubre de 1937)

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El casquete polar sur de Marte se ve arriba porque los telescopios de refracción invierten las imágenes. El tamaño de los casquetes varía con las estaciones marcianas. Un espejismo proyectado sobre más de 480 kilómetros fue visto el 17 de julio de 1939 desde la goleta Effie M. Morrissey. El barco estaba entre el cabo Farewell —la punta meridional de Groenlandia— e Islandia. El capitán Robert Bartlett, que había navegado por aguas polares durante 40 años, nunca había visto un espejismo tan claro: A las cuatro de la tarde, con el sol al suroeste... eI Snaefells Jókull (de más de 1 500 metros) y otras alturas [de Islandia]... se veían a una distancia de unas 25 ó 30 millas náuticas [o sea de 46 a 55 kilómetros, en vez de los 536 a 560 kilómetros a que estaban en realidad]. "Si no hubiese estado ya seguro de mi posición y si mi destino hubiera sido Reykjavik [dijo el capitán Bartlett], hubiera esperado llegar en pocas horas. Los contornos de la tierra y la cumbre nevada del Snaefells Jókuli se veían increíblemente cerca." [Science, 90:513-14, diciembre de 1939] DE 1940 A 1960

Había empezado la Segunda Guerra Mundial y en noviembre de 1940 Inglaterra había sobrevivido a lo peor del blitz. E. Matts, de Coventry, estaba trabajando en su jardín poco después de mediodía, con buen tiempo, cuando de pronto me pareció estar en el centro de una intensa oscuridad, y al mirar abajo observé a mis pies una bola de unos 60 centímetros de diámetro. Era de color verdiazul pálido y parecía hecha de cuerdas dr luz retorcidas como de 7 milímetros de diámetro.


Al cabo de unos segundos la bola se levantó del suelo, libró una hilera de casas y aterrizó cuatrocientos metros más allá, provocando daños en un pub al estallar. "Es interesante hacer constar", concluía Matts, "que no sentí la menor alarma, pero esto puede explicarse por el hecho de que, en aquella época, en Coventry habíamos soportado ya muchos bombardeos." ( Weather, 19:228, julio de 1964)

La noche del 13 al 14 de agosto de 1942, los detecto-

res situados en Londres registraron una irrupción sin precedentes de rayos cósmicos, partículas de altísima energía que impregnan el espacio intergaláctico. No hubo indicios de una "tormenta magnética" solar o terrestre que lo explicase. Dado que los rayos cósmicos viajan a tan gran distancia y con tantos cambios de dirección, su distribución suele ser muy fluida y uniforme. Su irrupción repentina sólo sería explicable por un fenómeno muy extraño y violento. (Nature, 151:308-09, 13 de marzo de 1943)

Unos rayos hacia arriba, que empezaban encima de una nube de tormenta y se ramificaban como las raíces de un árbol en el cielo despejado que había sobre ella, fueron observados por un meteorólogo de las fuerzas aéreas australianas en Broome, en febrero de 1945. Los describió como de color púrpura y de una duración insólita, de medio a un segundo. ( Weather, 6:64, febrero de 1951)

Un tornado —o un bólido desprendido de él— abrió una zanja en una cancha de tenis de tierra apisonada en Curepipe (Mauricio), en el océano Índico, el 24 de mayo de 1948: Una zanja en dirección norte-sur, de 20 metros de

largo por 30 e. 75 centímetros de ancho y una profundidad de 3 a 12 centímetros, se abrió en la superficie de la cancha. El material aventado de la zanja fue arrojado hacia el oeste, a una distancia de 16 metros. Varios trozos que pesaban aproximadamente medio kilo fueron lanzados a 10 metros. El material de la superficie estaba ligeramente ennegrecido, como por calentamiento, y durante dos o tres minutos se oyeron chasquidos como los de la caña de azúcar al arder... Uno de los testigos dice haber visto una bola de fuego de unos 60 centímetros de diámetro que cruzó desde un campo de futbol a la cancha de tenis a través de una alambrada sin dejar el menor rastro de su paso... [ Weather, 4:156-57, mayo de 1949]

Desde el punto de vista de la física, éste es uno de los casos más extraños de bolas de fuego que se conocen. Resulta difícil imaginar una teoría capaz de explicar cómo gases eléctricamente cargados pueden atravesar una red metálica sin producir ningún efecto en ella, y después causarlos en la tierra.

Una extraña ráfaga de calor invadió las ciudades de

Figueira da Foz y Coimbra (Portugal) el 6 de julio de 1949. Duró sólo dos minutos, pero en Figueira da Foz un oficial de marina informó que en ese tiempo la temperatura subió de 38 a 70 grados. Murieron muchas aves de corral, y se informó que el río Mondego se había secado en varios sitios. (Vincent Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 74)

lin "charco" eléctrico cayó sobre un testigo en el par-

que nacional de Yellowstone en septiembre de 1949. William B. Sanborn vio una "confusa mancha de luz azul", de unos 50 metros de ancho y 5 veces más larga, avanzar hacia él a través de un pantano, moviéndose con gran rapidez bajo una nube baja:

Los rayos pueden ser de carga eléctrica bifurcada (que aquí vemos), difusos, en cinta, en bola e incluso algunos ascienden desde una nube.

Cuando la mancha estaba a sólo pocos metros, noté una súbita calma en el aire y un cambio acentuado de temperatura, así como algo que creo que era olor a ozono... Se mantuvo a ras del suelo, en realidad rodeando todo aquello con lo que entraba en contacto, envolviéndolo en una extraña luz palpitante. Cada rama de artemisa estaba rodeada por un halo de luz de unos cinco centímetros de diámetro. Cubrió el automóvil y a mí, pero no mi piel. Sentía yo una sensación de hormigueo en el cuero cabelludo, y al frotarme el cabello con la mano saltaban chispas diminutas... No noté toques al tocar algún objeto del suelo o el exterior del coche. [Natural History, 59:258-59, junio de 1950]

Una extraña combinación de aurora austral y relámpagos fue observada por los oficiales del Melbourne

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Star en junio de 1952 al sur de Madagascar, en el océano Índico. Una aurora austral tan brillante que parecía un amanecer fue seguida, a las pocas horas, por un cielo nublado y destellos que dejaban líneas de colores en el cielo: algunas de éstas duraban de tres a cinco minutos, casi con seguridad demasiado para ser meras persistencias de la imagen real en la retina. ( The Marine Observer, 23:81-82, abril de 1953)

Una fosforescencia marina visible en el radar fue ob-

servada desde el Malgita cuando navegaba frente al extremo oriental de Nueva Guinea en septiembre de 1954. A las 2 de la madrugada apareció frente al barco lo que parecía ser un "espejismo" luminoso procedente de más allá del horizonte. La pantalla de radar registró un chubasco, pero a medida que el barco se acercaba, el capitán y el segundo oficial sólo pudieron ver una mancha de luz con rayas horizontales, como la que causa a menudo el plancton brillante. Pasaron a través del "chubasco" del radar sin notar aumento en el viento ni en la ligera lluvia que caía. ( The Marine Observer, 25:149-50, julio de 1955)

Dos observadores que viajaban en el Oronsay informaron haber visto rayos rectos y lentos procedentes de un cielo casi despejado cuando navegaban frente a la costa occidental de África el 17 de octubre de 1956. Había luna llena, que permitía ver altas manchas de cirros y algunos cúmulos bajos de los que anuncian buen tiempo. Los rayos empezaban en un punto situado algo más atrás que los Ci [cirros] y se dirigían, desviándose unos 30 grados de la vertical, en línea totalmente recta y a una velocidad en apariencia relativamente lenta, hacia los pequeños Cu [cúmulos]. Parecían entrar en los Cu y después reaparecer, descendiendo en otra dirección y a velocidad normal. El trazo de la exhalación a partir de los Cu, que emitían un resplandor verdoso al ser "alcanzados", no parecía tan ancho como al llegar hasta allí. Descargas semejantes se produjeron a intervalos regulares de 2 a 3 minutos, y siguieron la misma ruta hacia los Cu.

El doctor B. F. J Schonland, experto en la materia, observó que, si bien las chispas eléctricas entre nubes no son algo insólito, no suelen ser tan regulares y repetidas. Y si bien estas descargas que no llegan al suelo son a menudo más lentas de lo usual (porque se componen de corrientes guía" en vez del mucho más potente contrarrayo ascendente), tales corrientes suelen ser más bien irregulares y no rectas. (The Marine Observer, 27:208-09, octubre de 1957) -

Un posible satélite natural de la Tierra fue visto por primera vez el 17 de noviembre de 1956. un año antes del Sputnik. Noticias de otros siete avistamientos hasta 1965 llevaron a J.P. Bagby a sugerir que podía haberse acercado a la Tierra un meteoro con el ángulo justo y la velocidad precisa para situarse en órbita durante nueve años antes de consumirse. (Nature, 211:285, 16 de julio de 1966)

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Una misteriosa extensión de agua en calma en medio

de una tormenta facilitó la ruta del yate Yvancha el 16 de septiembre de 1958. Su capitán había doblado el cabo portugués de San Vicente e iba rumbo al norte, hacia Lisboa, con mar gruesa y vientos del noroeste de fuerza 5-6 (de 32 a 48 kilómetros por hora): No obstante, al reducir la velocidad de 10 nudos a unos 6 [de 16 a 10 kilómetros por hora], la marcha se hizo más cómoda... Seguíamos teniendo un tiempo horrible cuando apareció frente a nosotros una zona en calma, sin mar picada, y poco más de media hora de navegación nos condujo hasta ella. Yo estaba pasmado... Aquella zona encalmada tenía cuando menos un cable [200 metros] de ancho y se extendía en dirección noreste unos 50 kilómetros. Pude navegar por ella durante tres horas en una calma casi completa y a toda máquina, teniendo a ambos lados una mar embravecida. La ruta era absolutamente recta, y la línea de demarcación, donde el agua picada se calmaba para formar aquella autopista marina, había que verla para creerla. Ni qué decir tiene que me mantuve en ella y me planté en Setúbal sin apenas una salpicadura en cubierta. ... He pasado más de treinta años en la mar y he ido y venido del Mediterráneo en muchas ocasiones, pero nunca había experimentado un fenómeno igual. Desde luego no se trataba de una mancha de petróleo; no había indicios de él y la ruta era totalmente recta durante 50 kilómetros, con lados claramente definidos a babor y a estribor. De haber procedido de una fuga de petróleo, estoy seguro de que el viento la hubiese curvado... Espero con interés cualquier posible explicación... [ Weather, 16:86-87, marzo de 1961]

Una breve iluminación del cielo intrigó al capitán J.

Williams, del Trevean, el 1° de diciembre de 1959. Su barco navegaba en medio del Atlántico con vientos fuertes y nubes bajas cuando "surgió de repente" una luz azul brillante y difusa. Al principio pensó que se trataba de un cortocircuito en la cámara del timón. No encontrando nada anormal allí, volvió a cubierta y pudo presenciar la gradual desaparición de la luz. ( The Marine Observer, 30:194, octubre de 1960) DESDE 1960

Un globo de luz de veinte centímetros, casi tan bri-

llante como un foco de 10 vatios y sin color perceptible, surgió de la cabina del piloto y flotó por el pasillo de un avión, que el 19 de marzo de 1963 hacía el recorrido Nueva York-Washington, inmediatamente después de que le cayó un rayo. Al pasajero R.C. Jennison lo que más le llamó la atención fue su perfecta simetría y su "apariencia casi sólida". (Nature, 224:895, 29 de noviembre de 1969)

Extrañas espirales atmosféricas marcaron la ruta de

un cohete Centauro lanzado desde Cabo Kennedy el


27 de noviembre de 1963. Fueron vistas por tres barcos que navegaban por el Atlántico. La formación de esas curvas puede deberse a fuertes torbellinos en la estela del cohete o a los mismos efectos magnéticos de la alta atmósfera, que hacen que las partículas de las tormentas solares den vueltas en el campo magnético de la Tierra. (The Marine Observer, 34:181-83, octubre de 1964) El 3 de marzo de 1964 los meteorólogos J.B. Matthews y D.O. Staley presenciaron la gran exhibición eléctrica que acompañó a una tormenta de nieve —fenómeno en sí raro— en Tucson (Arizona). Desde la torre de observación de 25 metros del Instituto de Física Atmosférica pudieron ver relámpagos espaciados y de corta duración que se originaban en tierra, o muy cerca, por toda la ciudad. Eran menos parpadeantes e intensos que los normales. No hubo ni truenos ni interferencias radiofónicas. Matthews opinó que los copos de nieve, de un tamaño y humedad poco frecuentes, eran portadores de cargas eléctricas. "Es evidente", añadía, "que esto deja muchas preguntas sin contestar." ( Weather, 19:291-92, septiembre de 1964)

del cenit y ocupó casi una quinta parte del horizonte. Vista desde el Pont Victor, pareció iniciarse como "una zona luminosa globular claramente definida" que fue haciéndose más irregular a medida que se expandía, hasta llegar a envolver el creciente lunar. (The Marine Observer, 40:17-18, enero de 1970) De las cimas de las dunas de arena yesosa del White Sands National Monument (Nuevo México) se alzaron chispas al pasar sobre ellas una tormenta. Sus propiedades fueron medidas mediante instrumentos instalados en 1971 por A.K. Kamra, quien encontró que la fricción del viento generaba en la arena voltajes estáticos asombrosamente altos. (Nature, 240:143-44, 17 de noviembre de 1972)

Los supervivientes de un tornado de 1965 en Toledo (Ohio) contaban: Fuimos sacudidos y nuestro remolque fue dañado considerablemente junto con otros por granizos del tamaño de pelotas de beisbol. Valía la pena ver la hermosa luz de un azul eléctrico que rodeaba al tornado, mientras de su punta cónica salían globos anaranjados y relámpagos. El cono o cola del tornado me recordaba la trompa de un elefante. Descendía como en busca de alimento y después volvía a alzarse, como hace la trompa cuando el elefante se lleva la comida a la boca. Mientras estaba arriba, el tornado no era peligroso; era cuando la punta descendía cuando empezaban los desastres. Mi hijo y yo vimos cómo echó a rodar por el hipódromo los globos de fuego anaranjados, y después se elevó llevándose el tejado de uno de los establos... [Science, 153:1213 20, 9 de septiembre de 1966] -

Otra noticia de luz eléctrica en un tornado de 1968 se debe a Gene Elkins, de Tuckerman (Arkansas), que estaba a unos 25 metros del punto donde el embudo tocó tierra por primera vez. Dijo haber visto "una especie de luz verdosa incandescente", lo bastante fuerte para iluminar los objetos de la tienda donde se había refugiado. "No sé si era una especie de rayo sólido o de dónde venía aquella luz. Duró de 2 a 3 segundos." ( Weatherwise, 23:129, junio de 1970) Un "semicírculo de luz de un blanco lechoso" que fue creciendo sobre el horizonte, al oeste, el 20 de marzo de 1969 fue visto por observadores que se hallaban a bordo de dos barcos al sureste de las Bermudas. Contemplada desde el Otaio, la luz parecía crecer y hacerse más débil hasta que llegó a más de medio camino

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Las dunas del White Sands National Monument tienen entre 3 y 18 metros de altura. El viento las forma y las vuelve a formar, y la fricción de la arena yesosa arrastrada por él produce electricidad estática. Las primeras emisiones de rayos X procedentes del espacio exterior fueron detectadas por el satélite Cosmos 428 en 1971. Desde entonces los científicos han encontrado muchas más fuentes de rayos X fluctuantes, algunas un millón de veces más potentes que el Sol, en todas las longitudes de onda. Se cree que muchas son estrellas binarias (dobles) en las que un miembro de la pareja extrae gas de la superficie del otro, pero nadie sabe por qué parecen estar concentradas en las densas nubes estelares llamadas enjambres globulares, o por qué sus emisiones siguen horarios irregulares en vez de mostrar la precisión cronométrica de los pulsares. (Nature, 261:542, 17 de junio de 1976) Una bola color azul purpúreo, de 10 centímetros, rodeada de un halo color fuego, apareció sobre la estufa de una casa de Smethwick (Inglaterra) durante una tormenta, en 1975. La testigo le dio un manotazo y sintió calor en su anillo de oro. Le hizo un agujero de 5 por 10 centímetros en el vestido cuando desapareció con un estallido. Alrededor de ese agujero la tela estaba reseca pero no chamuscada, y se había borrado el estampado. (Nature, 260:596-97, 15 de abril de 1976)


,251a71.5.:

EN EL REINO DE LOS MILAGROS Cuando ocurren cosas que no pueden ser explicadas por las leyes de la naturaleza o de la ciencia, el recurso más socorrido es asignarlas a la esfera de lo sobrenatural. Los milagros más fácilmente creíbles son los relacionados con asombrosas curaciones de enfermos e impedidos. Los ejemplos documentados son literalmente incontables. Otra categoría de lo milagroso más difícil de aceptar es aquella en que, transgrediendo la ley de la gravedad, se produce una levitación. ¿Y qué decir de las imágenes que lloran o se mueven? Afirmar que los testigos de tales acontecimientos son víctimas de una alucinación colectiva es recurrir a un milagro no menos desconcertante que el experimentado por ellos.


La mano de Dios se tiende hacia Addn en el mayor de los milagros, la creaci贸n del hombre.


CURACIONES E INMUNIDADES Tarde o temprano, todos piden —o quizá sólo esperan— un milagro. Y, dado que el tiempo y la enfermedad sojuzgan y acaban por destruir todas las cosas vivas, los milagros más solicitados son aquellos que invierten el curso de una enfermedad mortal o paralizante, o que inmunizan contra alguna peligrosa conspiración de los elementos. A veces, en circunstancias desesperadas, las oraciones parecen ser escuchadas y las esperanzas se ven cumplidas. O, por decirlo de un modo menos ofensivo para los escépticos a ultranza, hay ocasiones en que una necesidad desesperada y las circunstancias que la alivian concurren en un contexto de plegaria, ritual o esperanza. Por ejemplo, las víctimas de un naufragio, a punto de morir de sed, encuentran una zona de agua dulce en medio del océano; la cuerda que rodea el cuello de un condenado se rompe inexplicablemente antes de que sea ahorca dp,' hombff ftz(); camina sin quemarse sobre una capa de piedras al rojo; un tumor bañado en agua de Lourdes desaparece poco ct poco. Desde un punto de vista escéptico, tales hechos son meras coincidencias; pero esto es poco más que una evasiva semántica, pues la coincidencia para unos es milagro para otros. Como dicen que dijo el Dr. William Temple, arzobispo de Canterbury: "Cuando rezo tienden a darse las coincidencias; cuando no rezo, no." Por supuesto, el escéptico puede recurrir a ataques más frontales. Cuando se trata de curaciones milagrosas, puede decir que el diagnóstico era equivocado y el enfermo no estaba tan grave; que la enfermedad era más funcional que orgánica (producto de la histeria, y por tanto curable por sugestión), o que se trataba de un mal susceptible por naturaleza de curación espontánea (como sucede a veces con el cáncer o la tuberculosis). A estas observaciones, indudablemente válidas, el creyente sólo puede replicar que hay casos a los que no parecen aplicables; que, en un contexto religioso, el que un diagnóstico resulte equivocado, los síntomas histéricos se alivien o se cure una enfermedad mortal constituyen coincidencias milagrosas. A lo que el escéptico puede replicar a su vez que esa idea resultaría más convincente si el porcentaje de recuperaciones atribuibles a tales causas en un gran hospital no fuese tan parecido al de Lourdes. Los defensores de las curaciones milagrosas rara vez llevan la cuenta de sus fracasos, pero tanto escépticos como creyentes estarán probablemente de acuerdo en que por cada paralítico que salta de su silla de ruedas en una reunión religiosa hay otros muchos que regresan en ella sin experimentar el menor alivio. Para éstos y para sus seres queridos, la falaz esperanza de recuperación despertada por los curanderos puede ser un grave perjuicio, especialmente si evita que el paciente recurra a la medicina ortodoxa. Pero donde hay una necesidad desesperada habrá siempre charlatanes e hipócritas deseosos de ofrecer promesas a cambio de dinero, o sedicentes salvadores que sólo piden un regalo simbólico y respeto para sus supuestas dotes. Todo esto es cierto. Y, sin embargo, hay casos a los que nada de ello parece aplicable y que se dan en un campo, el de la medicina, cuyos practicantes honestos admiten sin ambages lo menguado de su saber. Y, por encima de todo, está la incontrovertible verdad de que las facultades del cuerpo y de la mente constituyen todavía un misterio tan profundo como desconcertante.

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La muerte de San Policarpo

El juicio de Dios de Pedro Ígneo

Uno de los primeros martirios cristianos de los que nos ha llegado la narración de un testigo ocular es el de San Policarpo, obispo de Esmirna (hoy Izmir, en Turquía). Condenado a morir en la hoguera por negarse a reconocer la divinidad del emperador romano, fue ajusticiado en el estadio de Esmirna el año 155 de nuestra era, cuando tenía 86. Su muerte se describe en una carta de autenticidad indiscutible, escrita por miembros de la iglesia de Esmirna:

En 1068, los ciudadanos de Florencia (Italia) se echaron a la calle para protestar por el nombramiento de su nuevo obispo, de quien se sabía que había comprado el cargo a alto precio. Se decidió que sólo el juicio del cielo podía zanjar la cuestión y poner fin a los disturbios, y en vista de ello San Juan Gualberto, abad de Vallombrosa, mandó a uno de sus frailes, Pedro Aldobrandini, que se sometiese al juicio de Dios mediante la prueba del fuego. Para ello se prepararon dos montones de leña de tres metros de largo con un estrecho pasadizo entre ellos. Cuando la leña ardía intensamente, Pedro, que se había preparado diciendo misa, se quitó el hábito y caminó despacio entre ambas hogueras por una senda ahora alfombrada de ascuas al rojo. Salió ileso, con el pelo y la túnica sacerdotal ni siquiera chamuscados. Ofreció volver a atravesar el fuego, pero la gente estaba convencida: Dios había expresado su voluntad. El obispo fue depuesto (más tarde se arrepintió de sus actos) y Pedro Aldrobrandini llegó con el tiempo a cardenal. Fue canonizado como San Pedro Ígneo o de fuego. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 172)

Cuando hubo terminado con el Amén de sus oraciones, los verdugos encendieron la hoguera. Y cuando se alzaron grandes llamas, nosotros, a quienes nos fue dado presenciarlo, vimos una maravilla, sí, y fuimos preservados para que pudiésemos relatar a los demás lo sucedido. El fuego, tomando la apariencia de una bóveda, como la vela de un navío hinchada por el viento, formó un muro redondo en torno al cuerpo del mártir, que estaba allí en medio, no como carne ardiendo, sino como oro y plata acrisolados en un horno. Porque percibimos un aroma tan fragante como si fuese olor a incienso o alguna otra especia preciosa. De modo que al cabo aquellos hombres sin ley, al ver que su cuerpo no podía ser consumido por el fuego, ordenaron al verdugo que subiese y lo apuñalase. Y cuando lo hubo hecho brotó tal cantidad de sangre que apagó la hoguera, y la multitud se maravilló de que hubiese tan gran diferencia entre los incrédulos y el elegido. Después de morir San Policarpo, encendieron de nuevo la hoguera y quemaron su cuerpo. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 171, 222-23) Este grabado francés del siglo xix muestra a San Policarpo en la hoguera, insensible a las llamas que lo rodean. El mártir había sido nombrado obispo de Esmirna por San Juan. 11„ J111901 w 11 I oi...ot ,

La danza del fuego de Lankadas

Allá por el año 1250 se incendió la iglesia de San Constantino, en el pueblo tracio de Kosti. Se dijo que algunos aldeanos que oyeron gemir a los iconos entraron en la iglesia en llamas para rescatarlos, y salieron milagrosamente ilesos. Desde entonces los iconos de San Constantino y Santa Elena han pasado de generación en generación, y todos los años el día de la fiesta de ambos santos (21 de mayo) los descendientes de aquellos feligreses los honran con una danza del fuego. A principios de este siglo algunos de esos danzarines sobre fuego se trasladaron a Lankada (Grecia) llevando consigo los iconos, y en ese lugar prosiguieron con el rito. El fuego, que cubre una zona de unos 13 met ros cuadrados, se enciende por la mañana temprano, mientras los que van a bailar se preparan. Durante varias horas contemplan los iconos profundamente concentrados, y mientras meditan suena la antigua música de lira y tambor. Al fin, cuando el fuego está al rojo, uno de los bailarines se pone en pie, penetra en las llamas y empieza a bailar. Lo sigue otro, y después otro, todos llevando reproducciones de las pinturas sagradas. Bailan durante media hora, pisoteando leños y brasas hasta que las llamas acaban por apagarse. La temperatura de las brasas, medida recientemente por el doctor Christo Xenakis, del Hospital General de Atenas, iba de 260 a 450 grados. "Lo normal hubiera sido que tuviesen quemaduras de tercer grado", dijo el doctor Xenakis. Pero encontró que sólo algunos de los danzarines tenían ampollas en los pies. (George Milis, un joven estadounidense que intervino en la danza, fue hospitalizado con quemaduras de tercer grado en ambos pies después de su intento.)

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"Es casi exclusivamente cuestión de fe", dijo el decano de los danzarines sobre fuego del pueblo, Constantine Kitsinos, de cincuenta años; y añadió que lo primero que uno debe hacer "es dominar la idea de que es imposible" Cuando te guían la fe y la concentración, el baile sobre las brasas no es doloroso. Se siente algo, pero no más que cuando se camina por un campo lleno de espinas. Lo extraño es que, a pesar del calor, a veces incluso se notan los pies fríos. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 126-27; National Enquirer, 14 de julio de 1981)

San Francisco y el fuego Para algunos santos, la inmunidad al fuego parece ser indicio de una gracia especial, mientras que para ciertos hombres y mujeres menos eminentes esa misma inmunidad parece cosa natural y habitual. Un santo que manejaba el fuego con la misma facilidad que otros una pala o un bastón era Francisco de Paula, muerto en 1507. Francisco había nacido en Italia de familia campesina, y muchas de las historias que de él se cuentan tienen por escenario los trabajos y labores de la vida cotidiana. Por ejemplo, una vez entró en la forja de un herrero cuando éste estaba terminando de preparar unas herraduras, para informarse de un trabajo que necesitaba que le hiciesen. Al preguntarle si tenía bastante hierro, el herrero le indicó un gran pedazo de hierro al rojo que quedaba, y Francisco, sin encomendarse a nadie, se agachó y lo agarró. "Disculpen", dijo a Ios que le gritaban horrorizados, "es sólo para calentarme." En otra ocasión Francisco parece haber comunicado su inmunidad al fuego a otra persona. Según se cuenta, un horno de cal que había servido para construir nuevos edificios monásticos cerca de Paterno Calabro se había incendiado y parecía en peligro de derrumbarse. Quizá la entrada fuese demasiado chica para Francisco, pues dio instrucciones a un fraile pequeñito para que entrase en el horno y apuntalase el techo con un bastón. El fraile hizo lo que se le pedía, no sufrió daño alguno y el horno se salvó. (En ese caso, San Francisco debió de comunicar su inmunidad no únicamente al fraile, sino también al bastón utilizado como puntal.) Otro ejemplo de cómo aplicaba San Francisco su misteriosa inmunidad a tareas mundanas fue la ayuda que prestó a unos que hacían carbón vegetal. Habían cubierto de tierra su montón de leña tan torpemente que las llamas se escapaban por varios sitios. Mientras reunían más tierra para tapar los agujeros, Francisco se sirvió de sus pies desnudos para contener las llamas. Pero no fueron tales historias las que hicieron a las autoridades eclesiásticas fijarse en Francisco, sino su fama de llevar una vida de extremada austeridad y pri-

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Esta ilustración de un libro antiguo retrata al humilde San Francisco de Paula, que a menudo utilizaba su milagrosa inmunidad al fuego en menesteres cotidianos. Fue canonizado en 1519. vaciones. A su debido tiempo fueron enviados dos dignatarios de la Iglesia para examinarlo y ponerlo a prueba. "Es muy fácil para ti hacer esas cosas", le dijeron, "porque como campesino estás acostumbrado a ello; pero si fueses de noble cuna serías incapaz de vivir de ese modo." A lo que Francisco replicó: "Es muy cierto que soy campesino, y si no lo fuera sería incapaz de hacer cosas como ésta." Ardía cerca un gran fuego. Alargó ambas manos y agarró leños ardiendo y carbones al rojo, y sosteniéndolos dijo a uno de los canónigos: "Ya veis: no podría hacer esto si no fuese campesino." El canónigo se postró en el suelo y trató de besarle manos y pies, lo que Francisco no permitió. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 174-75) Elocuencia imperecedera San Antonio de Padua (1195-1231), predicador y teólogo franciscano canonizado un año después de su muerte, alcanzó fama no sólo por su santidad sino por su elocuencia. Unos 400 años después de su muerte, desenterraron y abrieron su ataúd. En el montón de polvo gris que había dentro —restos del cuerpo del santo— estaba su lengua, tan blanda, sonrosada y fresca como si siguiese viva. (Pursuit, 10:3:69, Verano de 1977; Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 243)


San Antonio de Padua, aquí retratado por un pintor del siglo xvi, fue famoso por lo brillante y persuasivo de sus sermones y por su humanitarismo. Se le considera uno de los más grandes predicadores de todos los tiempos.

ventisca lo lanzó a las heladas aguas del Rin, pene se dice que no bebió ni un sorbo. En otra ocasión le 14zyó encima un árbol con una fuerza que hubiese aplastado a cualquiera menos correoso, pero el rever~ Johannes se limitó a sacudirse el polvo y continuar mo si tal cosa. En el mar tenía la misma mala —o buena— suerte que en tierra: sobrevivió a un naufragio sólo para verse sumergido bajo el agua por el barco que intentaba rescatarlo. Ni qué decir tiene que sobrevivió a este ultraje como la cosa más natura' y salió a flote tan campante. (Josef Fordrer, Sie Pregten, pág. 147; George Woodcock, The Crystal Spirit:.1 Study of George Orwell, pág. 168)

Un espectáculo siniestro Al diario del inglés John Evelyn pertenece el siguiente relato de la hazaña de un famoso manipulador del fuego del siglo xvir llamado Richardson; nos sugiere que pudo presenciar algo más que un simple alarde de magia escénica:

Una prueba elocuente El rey Luis XIV de Francia revocó en 1685 las libertades civiles y religiosas de los protestantes franceses. Al cabo de unos años de descontento, en 1702 estalló una verdadera guerra de guerrillas. Se le llamó la rebelión de los camisardos, probablemente por las largas camisas que llevaban en sus incursiones nocturnas contra las tropas reales. Entre los jefes de los camisardos había un hombre llamado Claris, que decidió demostrar la justicia de su causa sometiéndose a la prueba del fuego. Alzaron una pira y Claris subió a ella en un estado de éxtasis religioso, sin dejar de hablar a una muchedumbre de unas 600 personas. Encendieron la hoguera, y mientras las llamas empezaban a lamerlo y su mujer gritaba aterrorizada, Claris siguió hablando. Las llamas lo rodearon, llegando hasta por encima de su cabeza, y aún se le oía. Ni siquiera cuando ya declinaban las llamas tembló su voz. Sólo guardó silencio cuando ya se había consumido toda la leña. Salió de las cenizas incólume, sin una sola quemadura ni un mal chamuscón. Pero, por desgracia para los protestantes, Luis era tan refractario a la inflamada elocuencia de Claris como éste lo había sido a las llamas, y en 1704 la rebelión fue sofocada mediante vagas concesiones y la oferta de un puesto en el ejército real al jefe de los camisardos. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, pág. 117)

8 oct. 1672. Me despedí de mi señora lady Sunderland, que iba a París con mi señor, ahora embajador allí. Me hizo quedarme a cenar en Leicester House, y después envió a buscar a Richardson, el famoso comedor de fuego. Devoró en nuestra presencia azufre sobre brasas encendidas, masticándolas y tragándolas; fundió un vaso de cerveza y se lo comió entero; después, tomando un carbón encendido, lo puso sobre su lengua, colocó encima del carbón una pequeña ostra cerrada, soplaron con fuelles hasta que el carbón se inflamó y chisporroteó en su boca, y así permaneció hasta que la ostra se abrió, ya bien cocida; a continuación mezcló brea y cera con azufre, que bebió mientras ardía; lo vi llamear en su boca un buen rato... Luego se puso de pie sobre una pequeña olla y, doblando el cuerpo, tomó con la boca un hierro al rojo de entre sus pies, sin tocar ni la olla ni el suelo con las manos, con otros diversos y prodigiosos ejercicios. [Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 178]

La buena y la mala suerte de Johannes Osiander Cuando el escritor británico George Orwell estaba recuperándose de una herida de bala en el cuello durante la guerra civil española, le sorprendió ver que la gente lo felicitaba por su buena suerte: la bala había estado a punto de seccionarle la arteria carótida. Lo que desconcertaba a Orwell era la idea de que hubiese algo de afortunado en que le diesen a uno un tiro en el cuello. El reverendo Johannes Osiander (1657-1724), de Tubinga (Alemania), lo hubiese entendido muy bien. Entre sus desgracias figuraron las siguientes: fue atacado y derribado por un jabalí, pero no sufrió el menor daño; durante una gran inundación su caballo se cayó, atrapándolo debajo, pero salió del trance sin un solo arañazo y con todos sus huesos enteros; escapó a las descargas de fusilería de unos bandidos y fue enterrado por un alud, pero salió indemne; una violenta

Andrés Bobola, el incorrupto San Andrés Bobota, un jesuita polaco que se hizo famoso por el éxito de su tarea misionera entre los ortodoxos rusos, fue brutalmente asesinado por merodeadores cosacos en 1657, cuando tenía 67 años. Al retirarse los cosacos, el cuerpo torturado y mutilado del padre Bobota fue recogido del estercolero donde lo habían arrojado y enterrado a toda prisa en la cripta de la iglesia jesuita de Pinsk. Cuarenta y cuatro años después del asesinato, el rector del colegio de la Orden en Pinsk recibió en sueños instrucciones para desenterrar el cuerpo, y cuando as', se hizo resultó que no sólo no estaba desfigurado por la corrupción, sino que estaba tan blando y flexible como el de una persona viva.

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En 1730 fue examinado oficialmente por una comisión de seis eclesiásticos y cinco médicos, quienes confirmaron unánimemente su increíble estado de conservación, pues 73 años después de su muerte aún no mostraba indicios de rigidez o descomposición. Varios miembros de la comisión tuvieron buen cuidado de consignar que ninguno de los otros cuerpos enterrados en la misma cripta que el padre Bobola se había conservado así. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 262-63) Santa fragancia

El cuerpo de la beata María Ana de Jesús, Ladroni en el mundo, fue exhumado 107 años después de su muerte, durante el proceso que en 1731 condujo a su beatificación. Once doctores y cirujanos estaban presentes para examinar los restos, que se descubrió que se hallaban no sólo exentos de descomposición, sino todavía blandos y flexibles, a pesar de no haberse hallado indicios de embalsamamiento, y además exudaban un agradable perfume de bálsamo. Su origen parecía estar en una extraña sustancia aceitosa que impregnaba tanto su piel como sus órganos internos, y de la que estaban saturadas sus ropas. El asombro de los médicos fue tan grande ante estos hallazgos que llevaron a cabo "una completa disección" del cuerpo, en su afán de descubrir el secreto de su conservación, pero no había nada; tan sólo, cuanto más cortaban y exploraban, una fragancia cada vez más intensa, tan agradable que uno de los cirujanos estuvo varios días sin lavarse las manos por temor a borrarla. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 260-61) El hombre al que no había modo de ahorcar

En 1803, un policía de Sydney (Australia) murió de las heridas infligidas por un ladrón, o ladrones, a los que había descubierto desvalijando un pequeño escritorio que contenía una bolsa con monedas de oro y de plata. No tardaron mucho en detener a Joseph Samuels, "hombre de mala reputación", y cuando algunas de las monedas desaparecidas fueron descubiertas en su bolsillo, se le acusó del crimen. Samuels aseguró que había ganado esas monedas al juego y presentó testigos que juraron que no sólo estaba borracho perdido cuando ocurrió el robo, sino a muchas leguas del lugar del crimen. Al fin, presionado por la policía, Samuels confesó el robo, pero mantuvo contra viento y marea que era inocente del asesinato. No obstante, fue declarado culpable de él y condenado a muerte. El cómplice de Samuels en el robo, un tal Isaac Simmonds, estaba también detenido pero lo había negado todo. Con la esperanza de provocar su confesión, el capitán preboste mandó que lo llevasen a presenciar la ejecución de Samuels, que iba a ser pública. El día señalado, Samuels fue conducido al patíbulo en una carreta tirada por caballos y le pusieron el lazo corredizo al cuello. A una señal alguien arrearía a 264

los caballos, dejando al condenado balanceándose hasta morir. Se había reunido una gran muchedumbre, y se permitió a Samuels hablarles brevemente antes de que se ejecutara la sentencia. Sí, dijo, había ayudado a robar el escritorio, pero no había tomado parte en el asesinato. El verdadero asesino, continuó con gran calma, estaba allí, entre la muchedumbre, custodiado por la policía: era Isaac Simmonds. Tan pronto como oyó su nombre, Simmonds empezó a gritar, tratando de ahogar las palabras de su acusador. Pero el gentío había oído lo suficiente y empezó a clamar que soltasen a Samuels y juzgasen a Simmonds. Cuando los vio avanzar amenazadores, uno de los guardias arreó a los caballos, que se pusieron en marcha, dejando a Samuels balanceándose en el aire. Pero sólo un instante, pues al momento la cuerda se rompió. Los guardias rodearon al condenado mientras el verdugo preparaba una segunda cuerda. La muchedumbre estaba de un humor peligroso, pero el capitán preboste, muy consciente de sus deberes, hizo que volviesen a subir al semiinconsciente Samuels a la carreta y le colocasen de nuevo el dogal al cuello. La orden fue dada rápidamente, la carreta se alejó, y de nuevo Samuels, que había estado sentado sobre un barril, pues se hallaba demasiado débil para permanecer de pie, se balanceó colgado por el cuello. Pero esta vez la cuerda empezó a destrenzarse poco a poco, hasta que los pies de Samuels alcanzaron a rozar el suelo, justo lo preciso para salvarlo del estrangulamiento. Al llegar a este punto, el gentío estaba ya convencido de haber presenciado una intervención divina, y pidió a grandes voces que descolgaran al condenado. Y descolgado fue... sólo para ponerle una tercera cuerda alrededor del cuello. Esta vez la cuerda se rompió justo por encima de la cabeza de Samuels, y al fin al capitán preboste le fallaron los nervios. Montó a caballo y fue a galope a la oficina del gobernador para informarle de lo sucedido. El gobernador se apresuró a indultar al condenado. Todavía escéptico, el capitán preboste examinó y probó cuidadosamente las tres cuerdas. No presentaban defecto alguno, y la última de ellas, estrenada para la ocasión, fue probada, caída tras caída, con un peso de 180 kilos. Incluso cuando dos de los tres cabos de la cuerda fueron deliberadamente cortados, el que quedaba sostuvo todo el peso; y, sin embargo, los tres habían saltado como hilo de coser cuando Samuels, mucho más ligero, colgó de ellos. Isaac Simmonds fue juzgado y ahorcado por la muerte del policía. Una vez en libertad, Samuels volvió a su vida de costumbre y no tardó en verse de nuevo en la cárcel, esta vez en Newcastle. Allí, él y un grupo de compañeros de cárcel robaron un bote y escaparon por mar. Nada más volvió a saberse de él, y se supuso que se había ahogado junto a los demás fugados. (Frank Edwards, Strange People, págs. 236-39)


Un médium refractario al fuego El médium más famoso de finales del siglo xrx —la época dorada del espiritismo— fue un escocés estadounidense llamado Daniel Dunglas Home (1833-86), entre cuyos méritos figuraba el de no haber sido nunca descubierto en ningún tipo de fraude. (Para las Levitaciones que Home llevaba a cabo con frecuencia, ver págs. 293-95.) El siguiente informe de una sesión dada en 1868 en Norwood (Inglaterra) se debe a lord Adare, futuro conde de Dunraven. Cuenta cómo Home entró en trance y pareció quedar fascinado por el fuego, al que frecuentemente se acercaba y removía con un atizador. Volvió de nuevo al fuego y con la mano removió las brasas hasta producir

llama; después, arrodillándose, colocó su cara entre las brasas, moviéndola como si estuviese bañándola en agua. Luego, levantándose, mantuvo su dedo durante algún tiempo en la llama de la vela. Por último tomó el mismo trozo de carbón que había manejado antes y se acercó a nosotros, soplándolo para reavivarlo. Dio despacio la vuelta a la mesa y dijo: "Quiero ver cuál de ustedes es el mejor sujeto. ¡ Ah! Adare será el más fácil, porque es el que más ha estado con Dan." [Home se da ese nombre a sí mismo.] Mr. Jencken extendió la mano diciendo: "Póngalo en la mía", pero Home dijo: "No, no; tóquelo y verá." Lo tocó con la yema del dedo y se quemó. Home lo sostuvo después a 10 ó 15 centímetros de las manos de Mr. Saal y Mr. Hurt, quienes no pudieron soportar el calor. Entonces se acercó a mí y dijo: "Ahora, si no le da miedo, extienda la mano." Así lo hice, y tras unos rápidos pases sobre mi mano, puso en ella la brasa. Debo de haberla sostenido durante medio minuto, lo suficiente para haber sufrido una horrible quemadura, pero apenas la sentía caliente. Al fin Home la retiró, se echó a reír y pareció muy complacido. Mientras volvía hacia la chimenea, de pronto dio media vuelta y dijo: "Me parece que hay quienes piensan que sólo un lado de la brasa estaba caliente." Me dijo que hiciese un cuenco con mis manos. Así lo hice, y él colocó el carbón en ellas y después puso las suyas encima, de modo que quedó totalmente cubierto por nuestras cuatro manos, y así lo tuvimos algún tiempo. En esta ocasión apenas pude notar calor alguno.

Las demostraciones de este tipo no eran nada extraordinario para Home, según declaró lord Lindsay, futuro conde de Crawford y Balcarres, ante el comité de la Sociedad Dialéctica en 1869, durante su investigación de los fenómenos espiritistas: He visto con frecuencia a Home, hallándose en

trance, acercarse al fuego, sacar grandes carbones al rojo y tenerlos en sus manos, ponérselos dentro de la camisa, etc. Ocho veces he sostenido una de esas brasas en mis manos sin sufrir daño, cuando con sólo levantarla me quemaba la cara. En una ocasión quise ver si realmente quemaban, y así lo dije. Toqué una brasa con el dedo medio de mi mano derecha y me salió una ampolla tan grande como

una moneda de seis peniques. Al inane 1:•=t me diese la brasa, y sostuve la parte que =e ha:....›ta quemado en medio de mi mano, durante tres o cuatro minutos, sin la menor molestia. Ha.= mis semanas estuve en una sesión con otras cv...o personas. Siete de ellas sostuvieron un carbón rojo sin dolor, y las otras dos no pudieron sopcs-ata su proximidad. De las siete, cuatro eran señoras.

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Como se ve por estos (y otros muchos) relatos, Home fue capaz de comunicar a otros su inmunidad al fuego en numerosas ocasiones. En la más impresionante participó su viejo amigo Samuel Carter Hall. que durante años había sido director de The Art Journal. Según cuenta su mujer, Hall era ya viejo cuando Home lo reclutó para una demostración extravagante y un tanto ridícula. Además de los Hall había otras personas presentes en la sesión cuando Home, en trance. agarró de la chimenea un trozo de carbón ardiendo —tan grande que necesitó ambas manos para sostenerlo— y lo puso sobre la cabeza de Samuel Hall. "¿No está caliente?", preguntó alguien. "¡Caliente, pero no quemando! " , respondió Hall. Entre tanto, Home estaba recogiendo la melena blanca de su amigo y ponieñdola alrededor y encima del carbón, todavía al rojo. Hall seguía sin notarlo demasiado caliente. Después Home colocó la brasa en la mano izquierda de la señora Hall, quien también dijo que lo notaba caliente pero no le quemaba, aunque otros que trataron de tocarla se quemaron los dedos. La facultad que tenía Home para conferir su inmunidad al fuego a otros era variable, y dependía de su propio estado de ánimo y de la actitud mental de la otra persona. Para prepararse a estas hazañas hablaba aparentemente con los espíritus, a quienes creía deber su inmunidad. La descripción de una de esas conferencias con los espíritus ha sido conservada en notas tomadas por el también notable médium W. Stainton Moses: Después [Mr. Home] se acercó a la chimenea, quitó el protector y se sentó sobre la alfombrilla. Allí pareció mantener una conversación por señas con un espíritu. Se inclinó repetidamente, y finalmente empezó a trabajar para hipnotizarse de nuevo. Revolvió su copiosa cabellera hasta tenerla bien separada de la cabeza y después, lentamente, se inclinó y puso ésta en el brillante fuego de leña. Tenía el pelo en la llama, y en circunstancias comunes debería haberse quemado. La cabeza estaba en la parrilla y el cuello al nivel del morillo. Esto lo repitió varias veces. También introdujo la mano en el fuego, removió la leña y el carbón y agarró una brasa al rojo que sostuvo en su mano unos segundos, pero la dejó pronto, diciendo que la fuerza no era suficiente. Trató de dar una brasa a Mr. Crookes, pero no fue capaz.

El Mr. Crookes aquí mencionado, más tarde sir William Crookes, era uno de los químicos y físicos más destacados de su época. Su relato de esta experiencia,

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que tuvo lugar en Londres el 28 de abril de 1873, es como sigue: ... Mr, Home me dijo que me levantase y fuese con él hasta la chimenea. Me preguntó si me daría miedo tomar un ascua de su mano. Le dije que no, que la tomaría si él me la daba, Entonces puso su mano entre las ascuas y, muy despacio, tomó la más brillante y la sostuvo unos segundos. Pareció reflexionar por un momento y al fin volvió a dejarla, diciendo que la fuerza era demasido débil y temía que yo pudiese sufrir algún daño. Durante ese tiempo yo estaba arrodillado en la alfombrilla, y no me explico cómo él no sufría graves quemaduras... Una vez que Home se hubo recobrado del trance, examiné cuidadosamente su mano para ver si había indicios de quemadura o de alguna preparación previa. No pude descubrir el menor rastro de lesión en la piel, suave y delicada como la de una mujer.

(Proceedings of the Society for Psychical Research,

9:306-08, 1894; 35:132-36, 281-82, 1926; Herbert Thurston, The Physical Phenotnena of Mysticisrn, págs. 181-86) Nathan Coker, el herrero impasible Nathan Coker nació en la esclavitud en la ciudad de Hillsborough (Maryland) hacia 1814. Su amo, Henry L. Sellers, se lo vendió a un tal obispo Emary, quien, cuando Coker entró en la adolescencia, alquiló sus servicios a un abogado llamado Purnell. Éste trataba mal al muchacho y no lo alimentaba lo suficiente. En consecuencia, Nathan andaba siempre hambriento, y fue el hambre la que propició el descubrimiento de su insólito don. Andaba yo rondando la cocina un día [contaba Nathan más tarde], y cuando se ausentó el cocinero me precipité adentro, metí la mano en la olla de la cena y saqué lo primero que pude agarrar. El agua hirviendo no quemaba, y pude comer mi presa sin pestañear; de modo que en adelante con frecuencia conseguía mi cena de ese modo. A menudo sacaba la manteca que estaba derritiéndose al fuego y me la bebía. Bebo el café cuando está hirviendo, y no me duele ni la mitad que beber un vaso de agua fría. Me gusta siempre todo lo más caliente posible.

Con el tiempo, Coker dejó el servicio de Purnell para trabajar como herrero en Denton (Maryland), y en el desempeño de este oficio su anterior indiferencia al calor cobró proporciones prodigiosas. El siguiente relato apareció en el New York Herald en 1871. Describe una demostración que hizo Coker ante destacados ciudadanos de Easton (Maryland), entre ellos dos directores de periódicos locales y cuatro médicos, en la consulta de cierto doctor Stack: En una estufa de carbón ardía un vivo fuego de antracita, en el que introdujeron una pala de hierro hasta calentarla al rojo blanco. Cuando todo estuvo dispuesto, el negro se quitó las botas, colocó la pala

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al rojo sobre las plantas de sus pies y la mantuvo allí hasta que se puso oscura. Después un médico le examinó los pies, pero no pudo encontrar la menor quemadura, y todos declararon que no se veía el menor indicio de que hubiese estado en contacto con ellos una sustancia caliente. Volvieron a calentar la pala al rojo, la retiraron de la estufa y se la dieron. Él sacó la lengua cuanto pudo, puso la pala sobre ella y lamió el hierro hasta que se enfrió. El médico le examinó la lengua, pero no encontró nada que indicase que había sufrido el menor daño. Pusieron después un gran puñado de perdigones en un recipiente de hierro y los calentaron hasta que se fundieron. El negro tomó el plato, vertió el plomo caliente en la palma de su mano y a continuación se lo puso en la boca, dejándolo correr por sus dientes y encías. Repitió la operación varias veces, manteniendo siempre el plomo fundido en su boca hasta que se solidificaba. Después de cada una de esas operaciones los médicos lo examinaron con todo cuidado, pero no pudieron encontrar en su carne nada que indicase que aquello le había afectado en lo más mínimo... Luego introdujo poco a poco la mano en la estufa, donde ardía un fuego muy fuerte, tomó un puñado de brasas y fue mostrándolas alrededor de la habitación a los caballeros presentes, conservándolas algún tiempo en su mano, en la que no quedó el menor rastro de quemadura cuando las arrojó otra vez a la estufa.

El relato habla de otras asombrosas hazañas de Coker, entre ellas el trabajar el hierro al rojo sin utilizar tenazas. Pero para Nathan Coker —que era un simple herrero dedicado a su trabajo, no un artista de variedades, un visionario o un médium— tales cosas formaban parte de su vida cotidiana. ".„Con frecuencia retiro el hierro de la forja con la mano cuando está al rojo", decía, "pero no quema. Desde niño, nunca me ha asustado manejar el fuego." (New York Heraid, 7 de septiembre de 1871) La fe recompensada En 1867, un árbol le cayó encima al belga Pierre de Rudder y le rompió una pierna. La pierna se le infectó, y los médicos lo apremiaban para que les permitiese amputársela. Pierre se negó, aun cuando la herida era dolorosísima y lo mantenía casi inmóvil. Sufrió el dolor año tras año, sin perder nunca la esperanza de llegar a curarse de algún modo. En 1875 su patrono le arregló todo para que fuese en peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Oostakker (Bélgica). La fecha fijada era el 7 de abril. En enero Pierre visitó a un especialista, el doctor Van Hoestenberghe, para un último diagnóstico. Su estado fue descrito con estas palabras: Rudder tenía una herida abierta en la parte superior de la pierna, en la que podían verse los dos huesos separados por una distancia de 3 centímetros. No había el menor indicio de curación... La parte


inferior de la pierna podía ser movida sin resistencia en cualquier dirección. Se podía levantar el talón hasta doblar la pierna por en medio o retorcérsela, poniendo el talón al frente y los dedos detrás. Sólo los tejidos blandos restringían estos movimientos. Esta descripción fue confirmada por otro médico y por quienes presenciaron el cambio de vendajes a Rudder pocos días antes de la peregrinación. En Oostakker, Pierre encontró el santuario atestado de peregrinos. Tenía grandes dolores después del viaje, y aunque lo intentó por dos veces, fue incapaz de dar la vuelta al santuario caminando. En vista de ello, agotado, se sentó y rezó. De repente lo invadió una emoción extraña e irreprimible: sin pensarlo, fue hasta la imagen de Nuestra Señora de Lourdes y se arrodilló ante ella. Después, al darse cuenta de lo que había hecho, y lleno de alegría, empezó a caminar alrededor del santuario. Al verlo, su mujer se desmayó. Le examinaron la pierna en una casa cercana. La herida había sanado, el hueso estaba arreglado y ambas piernas tenían de nuevo la misma longitud. Cuando llegó a su casa, su hijo menor, que no lo había vis-

to nunca sin muletas, se negaba a creer que aquél fuese su padre. Dos médicos, Ios doctores Affenaer y Van Hoestenberghe, confirmaron lo obvio: la pierna estaba curada. Pierre continuó caminando normalmente hasta el día de su muerte, en 1898. Para documentar plenamente el milagro, el doctor Van Hoestenberghe exhumó el cuerpo y examinó la pierna el 24 de mayo de 1899. Las fotografías tomadas mostraban con mucha claridad un notable crecimiento del hueso en el punto de fractura. Un informe de la autopsia fue publicado en la Revue des Questions Scientifiques en octubre de 1899. (Jacques Vallée, The Invisible College, págs. 158-62)

Un oasis marítimo

En 1881, el capital Neil Curry zarpó de Liverpool para San Francisco en el velero Lara. Viajaban con él su mujer y dos hijos. Todo fue bien hasta que, a unos 2 500 kilómetros de la costa occidental de México, se declaró un incendio que obligó al capitán, su familia

Soñar con agua dulce cuando se está a la deriva en el océano a 2 500 kilómetros de la costa no tiene nada de extraño, pero el sueño del capitán Neil Curry, un gran oasis de agua fresca en la interminable extensión azul, se hizo realidad al pie de la letra.

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y 32 miembros de la tripulación a abandonar el barco en tres botes salvavidas. No tardó en acometerlos el tormento de la sed. Los que tenían energías suficientes se esforzaban en remar, esperando avistar otro barco mientras proseguían en vano rumbo a México. Pero no apareció ninguno, ni el menor indicio de vida humana turbó las vastas soledades azules del océano Pacífico. Sobrevino el agotamiento, y no tardaron en quedar inconscientes 7 de los 36. El capitán Curry explicaría más tarde: Soñábamos... y en medio de uno de nuestros sueños imaginamos que el agua que teníamos debajo había cambiado del azul del mar a verde... Conseguía reunir fuerzas suficientes para Llenar un recipiente, la probaba y era dulce.

Después, el capitán Curry se dio cuenta de que, en efecto, había habido un cambio: los botes habían irrumpido en una zona de agua verde, que destacaba como un prado en medio del azul circundante. Alargó la mano y probó: ¡el agua era dulce! Habían encontrado un misterioso afloramiento de agua pura, un oasis inexplicable y salvador en el mar infinito. Veintitrés días después de haber abandonado el barco, el capitán Curry, su esposa e hijos y todos los miembros de la tripulación desembarcaban sanos y salvos. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 972-73; The Sun de Nueva York, 9 de octubre de 1931) La trampa que no quiso funcionar La mañana del 23 de febrero de 1885, John Lee fue sacado de su celda de la cárcel de Exeter (Inglaterra) y conducido al patíbulo alzado en el patio. Había sido condenado a muerte por el asesinato de la persona para la que trabajaba, una acaudalada anciana llamada Emma Ann Keyse, que había aparecido con el cuello cortado y la cabeza destrozada a hachazos. Era un asesinato brutal, y la culpabilidad de Lee parecía evidente. Tenía antecedentes criminales y además era obvio que odiaba a la señorita Keyse. Ya sube las gradas del patíbulo. Lleva las manos amarradas a la espalda, y el verdugo, un tal Berry, le cubre la cabeza con una bolsa blanca y lo guía hasta encima de la trampa. Le han puesto la soga alrededor del cuello. ¿Quiere pronunciar unas últimas palabras? "No", dice. "Ábrala." El alguacil de Exeter da la señal. Berry descorre el pasador de la trampa. En ese momento es cuando debería abrirse la trampa y Lee debería caer, quedar colgando del nudo corredizo, cada vez más apretado, y morir por asfixia o con el cuello roto. Ya está descorrido el pasador. Nada sostiene la trampa en su sitio, pero no se abre. Lee sigue allí de pie, con la cabeza envuelta en la bolsa y la soga alrededor del cuello. Lo hacen a un lado y comprueban la trampa. Se abre suavemente tan pronto como se quita el pasador. Vuel-

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ven a poner a Lee sobre ella. El alguacil hace la señal y Berry vuelve a retirar el pasador. De nuevo John Lee está allí de pie, sobrevolando la eternidad sobre una trampa que se niega terminantemente a abrirse. Vuelven a llevarlo a su celda. El alguacil investiga. La trampa funciona perfectamente. El verdugo, para estar absolutamente seguro, se coloca sobre ella, colgado de la cuerda con las manos. Al quitar el pasador, la trampa se abre y el verdugo cae por ella. Mandan de nuevo a buscar a Lee. Otra vez la bolsa, el nudo y la señal, y de nuevo nada; la trampa no se mueve en absoluto. Alguien apunta que tal vez se ha hinchado la made-

ra con las lluvias recientes. Cepillan los bordes para

aumentar la holgura. La mañana es fría, y los testigos —hay periodistas entre ellos— tiritan. John Lee está también tiritando. Lo colocan encima de la trampa y quitan el pasador, pero él sigue allí, como si tuviese bajo los pies una montaña inconmovible. El pasador ha corrido debidamente, nada sostiene ya [a trampa, pero la trampa sostiene a John Lee como si una montaña de roca la mantuviese encajada en su sitio. Vuelven a llevar a Lee a su celda. El alguacil, perplejo, escribe al ministro del Interior, quien ordena aplazar la ejecución. De un extremo a otro de Inglaterra los periódicos no hablan de otra cosa: ¡John Lee, el hombre a quien no pueden ahorcar! La situación carece de precedentes y es ampliamente debatida en la Cámara de los Comunes. Al fin la pena de John Lee fue conmutada por cadena perpetua y al cabo de 22 años, en diciembre de 1907, fue puesto en libertad bajo palabra. Se casó (sin suerte) y acabó sus días como chatarrero en Londres. Se cree que murió en 1943. La explicación oficial de lo ocurrido fue, según se detalla en el Annual Register de 1885, que la lluvia había hecho que se hinchara la trampa del patíbulo, lo que no permitía que funcionara. Una explicación más pintoresca (y menos claramente ficticia), dada por el ex convicto Frank Ross, fue que el patíbulo había sido construido por un carpintero muy diestro, también condenado a muerte y después indultado, quien había preparado la trampa de tal modo que el peso del capellán que estaba cerca del condenado la bloqueara. De ser esto cierto, no fue descubierto en la minuciosa investigación oficial del cadalso, y parece improbable que durante todas las pruebas con éxito de la trampa nadie hubiese activado casualmente el mecanismo del bloqueo, o que el capellán de la prisión se hubiese situado en el lugar exacto para hacerlo funcionar en los cuatro intentos de ejecutar a John Lee. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 1052-55; David Wallechinsky e Irving Wallace, The People's Almanae No. 2, pág. 1182) El paseo sobre laya del doctor William Brigham Uno de los pocos anglosajones que han hecho la experiencia de andar sobre fuego, y quizá el único que


lo hizo sobre lava al rojo, fue el doctor William Tufts Brigham, del Museo de Etnología Bishop de Honolulu. Su relato del paseo, que llevó a cabo en 1880 guiado por tres amigos kahuna —sacerdotes hawaianos—, nos lo transmite así Max Freedom Long: Ascendimos hasta mediodía bajo un cielo lleno de humo y con el olor a los vapores sulfurosos cada vez más fuerte... Hacia las tres llegamos al origen de la corriente de lava. La vista era impresionante. La ladera de la montaña se había roto y abierto justo por encima de la línea del arbolado, y la lava brotaba por varias aberturas, ascendía rugiendo hasta una altura de unos 70 metros y caía para formar una gran poza burbujeante. La poza se vaciaba por su extremo inferior. Una hora antes de oscurecer empezamos a caminar corriente abajo en busca de un lugar donde intentar nuestro experimento. Descendimos hasta el bosque sin encontrar un sitio donde la corriente se asentara y desbordara a intervalos, en vista de lo cual nos acostamos para pasar la noche. Por la mañana continuamos, y a las pocas horas encontramos lo que necesitábamos. La corriente cruzaba una zona más horizontal como de 800 metros de ancho. Las paredes que la encerraban discurrían aquí en terrazas planas, con cortes de un nivel al siguiente. De vez en cuando un pedrusco flotante o una masa de escoria cerraba el paso justo donde empezaba una bajada, y entonces la lava retrocedía y se extendía formando un gran charco. Ese tapón no tardaría en saltar y la lava correría de nuevo dejando atrás una pequeña superficie plana sobre la que se podría caminar cuando se hubiese endurecido lo suficiente. Deteniéndonos junto al mayor de los tres rebosaderos, observamos cómo se llenaba y vaciaba. El calor era intenso... Como queríamos regresar a la costa ese mismo día, los kahunas no perdieron tiempo. Habían traído hojas de ti y estaban preparados para actuar tan pronto como la lava pudiese soportar nuestro

El doctor William T. Brigham, director del Museo de Etnología Bishop de Honolulu de 1888 a 1918, se lanzó a caminar sobre lava en un rapto de locura juvenil. Sus botas quedaron achicharradas, pero sus pies no sufrieron daño.

Un tradicional paseo sobre piedras al rojo fue foto grafiado en la Universidad de Hawai en 1949. Lo llevaron a cabo tanto nativos como haoles (blancos). peso. (Las hojas de la planta llamada ti son utilizadas en Polinesia por todos los que caminan sobre fuego siempre que pueden disponer de ellas. Tienen de 30 a 60 centímetros de largo y son bastante estrechas, con bordes cortantes como los de los juncos. Crecen en mechón sobre un tallo semejante en tamaño y forma a un palo de escoba.) Cuando, tirando piedras a la superficie, nos cercioramos de que estaba lo bastante dura para soportar nuestro peso, los kahunas se levantaron y bajaron gateando por la pared. Cuando llegamos al fondo aquello era mucho peor que un horno. La superficie de la lava iba ennegreciéndose, pero corrían por ella oleadas de un rojo descolorido, como el del hierro que empieza a enfriarse antes de que el herrero lo meta en el agua. Ya lamentaba yo en lo más hondo haber sido tan curioso. La sola idea de atravesar corriendo aquel infierno me hizo estremecer... Los kahunas se quitaron las sandalias y se amarraron hojas de ti alrededor de los pies, unas tres hojas por pie. Yo me senté y empecé a amarrarme las mías por fuera de mis grandes botas con clavos, No quería correr ningún riesgo. Pero no iba a servirme de nada: debía quitarme las botas y los dos pares de calcetines. La diosa Pele no había accedido a impedir que las botas se quemasen, y el llevarlas podía ser un insulto para ella. Discutí con calor, y digo "con calor" porque estábamos casi asados. Yo sabía que Pele no era la única que hacía posible la magia del fuego, y me esforcé en descubrir qué o quién era. Como de costumbre, sonrieron y dijeron que, por supuesto. el kahuna "blanco" conocía el truco de obtener mema (cierta especie de poder conocido por los

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kahunas) del aire y el agua para utilizarlo en su trabajo, y que estábamos perdiendo el tiempo hablando de algo que ningún kahuna expresaba nunca con palabras, un secreto transmitido sólo de padres a hijos. El resultado fue que me senté muy tieso y me negué a quitarme las botas. En el fondo pensaba que si los hawaianos podían andar sobre la lava caliente con sus callosos pies desnudos, yo podría hacerlo con mis gruesas suelas de cuero para protegerme... Las kahunas acabaron por encontrar gracioso lo de mis botas. Si yo quería ofrecérselas como sacrificio a los dioses, tal vez no fuese mala idea. Se sonrieron y permitieron que me amarrara las hojas mientras ellos iniciaban sus cánticos. Cantaban en un hawaiano arcaico... era la usual "palabras de Dios" trasmitida literalmente durante incontables generaciones. Lo único que pude entender era que se trataba de breves y sencillas alusiones a su historia legendaria mezcladas con alabanzas a algún dios o dioses. Casi me asé vivo antes de que los kahunas hubiesen terminado su cántico, aunque sólo les llevó unos minutos... Uno de los kahunas golpeó la reluciente superficie de la lava con un puñado de hojas de ti y después me ofreció el honor de ser el primero en cruzar. Al instante recordé mis buenos modales, la preferencia debida a la edad. El asunto se solucionó en seguida decidiendo que el mayor de los kahunas debería ir primero, yo detrás y los otros juntos. Sin dudarlo un momento, el más viejo salió trotando por aquella superficie ardiente. Yo lo observaba con la boca abierta, y casi había cruzado ya —una distancia de unos 50 metros— cuando alguien me dio un empujón, con el resultado de que pude elegir entre caer de cara en la lava o iniciar un ritmo de carrera. Aún no sé qué locura se apoderó de mí, pero corrí. El calor era increíble. Contuve el aliento y mi mente parecía dejar de funcionar. Yo era joven entonces, y podía hacer una carrera de cien metros como el mejor. No corrí, ¡volé? Habría batido todos los récords, pero a los pocos pasas las suelas de mis botas empezaron a arder. Se retorcieron y encogieron, oprimiéndome los pies como una prensa. Las costuras cedieron y me encontré sin una suela, y con la otra colgando tras de mí de la tira de cuero del talón. Esa suela colgante estuvo a punto de ser mi desgracia. Me hizo tropezar una y otra vez, reteniendo mi marcha. Finalmente, tras lo que me parecieron minutos pero no pueden haber sido más de unos pocos segundos, salté a tierra firme. Al mirarme los pies, vi mis calcetines arder en los bordes de los retorcidos empeines de cuero de mis botas. Apagué a golpes el fuego de la tela de algodón, y al levantar la vista me encontré con mis tres kahunas desternillándose de risa mientras señalaban el talón y la suela de mi bota izquierda, que humeaban reducidos a una especie de papa frita sobre la lava. También yo me eché a reír. En mi vida me he sentido tan aliviado como me sentí entonces al ver que estaba a salvo y sin una sola ampolla en los

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pies, ni siquiera donde habían ardido los calcetines. Poco más puedo contar de esta experiencia. Tuve una sensación de calor intenso en la cara y él cuerpo, pero no en los pies. Cuando los toqué tenían las plantas calientes, pero sólo lo sentía en las manos. Ninguno de los kahunas tenía ni siquiera una ampolla, aunque las hojas de ti que se habían amarrado a los pies hacía rato que habían desaparecido quemadas. Mi viaje de regreso a la costa fue una pesadilla. El tratar de hacerlo con unas sandalias improvisadas talladas en madera verde me ha dejado una impresión casi más viva que mi paseo por el fuego. [Max Freedom Long, The Secret Science Behind Miracles, págs. 31-39]

El nudo desatado

El 7 de febrero de 1894 llevaron a ahorcar al joven Will Purvis por el asesinato de un granjero en Columbia (Mississippi, E.U.A.). La trampa se abrió y Will Purvis se precipitó hacia la muerte... o lo hubiera hecho de no haberse desatado el nudo. Tal como ocurrió, Purvis salió de debajo del patíbulo relativamente incólume. Pero había sido condenado a la horca, y había que ahorcarlo. Los ayudantes del alguacil volvieron a hacerlo subir los escalones del cadalso y pusieron otra vez la soga, vuelta a anudar, alrededor de su cuello. Pero las 3 000 personas que los rodeaban habían cambiado de parecer: acababan de presenciar un milagro, y en lo que a ellos concernía el reo había sido perdonado por el más alto juez. Entre cánticos, gritos y alabanzas al Señor, trataron a Purvis como a un héroe. El alguacil Irvin Magee, desconcertado, volvió a llevarlo a su celda.

Condenado a la horca por un asesinato cometido por otro, Will Purvis se salvó milagrosamente al aflojarse el nudo. Algunos dijeron que la cuerda estaba hecha de fibras demasiado tiesas; otros aseguraron que la habían engrasado. Al ser exonerado años más tarde, Mississippi indemnizó a Purvis con 5 000 dólares. I SiLl... ~,y 1 s. TftausÁlio Y.V., I.:9Li.:~43114(X alzowl o rlartmio-, _.. _ .. S-1.1-rq"otr.f .11..tcp: ' _ . . 1 .. laico

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Los abogados de Purvis presentaron varias apelaciones al tribunal supremo del estado, pero fue inútil. La nueva fecha de ejecución quedó fijada para el 12 de diciembre de 1895. Pocas noches antes, los amigos del muchacho consiguieron sacarlo de la cárcel y entonces se ocultó. Un mes más tarde tomó posesión en Mississippi un nuevo gobernador que sentía simpatía por Will. Éste se entregó entonces, y el 12 de marzo de 1896 el gobernador le conmutó la pena por cadena perpetua. Para entonces Purvis era ya famoso, y en la cámara legislativa del estado se recibían a millares las cartas que pedían su perdón total. Éste le fue concedido a finales de 1898 y Purvis quedó en libertad. Habían pasado muchos años cuando, en 1917, un moribundo llamado Joseph Beard confesó el crimen y Purvis se vio al fin libre de culpa. Durante el juicio Purvis había jurado que era inocente, y cuando los 12 jurados dieron el veredicto de "culpable", no podía creerlo. Se dijo que había exclamado: "¡Viviré para verlos morir a todos!" Purvis murió el 13 de octubre de 1938, tres días después de la muerte del último de los jurados. La gente aún especula sobre su milagrosa salvación. (The Clarion Ledger, 26 de junio de 1955; Daily Clarion-Ledger de Jackson, Mississippi, 11 de marzo de 1917; The New York Times, 9 de febrero de 1894; Times-Picayune New Orleans State Magazine, 13 de abril de 1947) Charbel Makhlouf Poco después de que Charbel Makhlouf, un monje maronita del monasterio de San Marón. en Annaya (Líbano), fue enterrado en 1898, se vieron extrañas luces en torno a su tumba. Según costumbre de la orden, había sido enterrado sin ataúd, y tras haberse visto esas luces durante varias semanas su cuerpo fue desenterrado. Las intensas lluvias habían inundado la tumba, pero a pesar de ello el cuerpo no mostraba señales de descomposición. Fue lavado, vestido con ropas nuevas y colocado en un ataúd de madera en la capilla del monasterio. No tardó en notarse que del cuerpo manaba un extraño líquido aceitoso. Olía a sangre y parecía ser una mezcla de sangre y sudor; pero, fuera lo que fuera, se filtraba a través de la piel en tales cantidades que tenían que cambiarle las ropas dos veces por semana. Se dijo que los trozos de tela empapados tenían notables propiedades curativas. Veintinueve años después de la muerte de Charbel, los médicos examinaron su cuerpo y declararon que estaba exento de corrupción. Su informe, junto con el testimonio de otros testigos oculares, fue puesto en un tubo de cinc sellado y colocado junto con el cuerpo en un ataúd de cinc forrado de madera, que fue después emparedado con un muro del monasterio. Eso ocurrió en 1927. En 1950 los peregrinos notaron que de la pared, frente al ataúd, chorreaba un extraño líquido. Se abrió la tumba, se sacó el féretro y, también ahora en presencia de autoridades eclesiásticas y médicas, se procedió a examinar el cuerpo.

Por su aspecto, Charbel podía estar simplemente dormido. Tenía las ropas medio podridas y empapadas de un fluido aceitoso, gran parte del cual se habla coagulado dentro del ataúd. El tubo de cinc con la prueba del examen anterior estaba corroído. Después de 1950 el cuerpo ha vuelto a ser examinado y la exudación aceitosa, que se había acumulado hasta una altura de más de siete centímetros, fue retirada para ser administrada como remedio. Charbel Makhlouf fue canonizado en 1977. (The Unexplained: Mysteries of Mind Space & Time, Vol. 4, No. 39) El coronel Gudgeon en Rarotonga "Sabía muy bien que estaba caminando sobre piedras al rojo y podía sentir su calor", escribía el coronel Gudgeon, pero no me quemaba. Sentía algo parecido a ligeros toques eléctricos, tanto entonces como más tarde. No crucé deprisa, sino con todo cuidado, porque tenía los pies muy delicados y temía tropezar con una piedra. Mi impresión mientras pisaba las piedras calientes era que iba a quedarme con los pies en carne viva. Sin embargo, lo único que noté después fue un hormigueo que me duró unas siete horas. No recomendaría a nadie intentarlo. Para hacerlo hay que tener mana.

El mana —poder mágico— del coronel Gudgeon era, en cierto sentido, de tercera mano. En 1899, él y otros tres ingleses habían estado presenciando una marcha sobre el fuego en la pequeña isla de Rarotonga (la mayor de las Cook, en el Pacífico Sur), donde tenía el cargo de residente. Cuando pasaron los nativos, su jefe se volvió a uno de los ingleses, un hombre llamado Goodwin, y le dio su vara de ti, diciéndole: "Te doy mi mana; guía a tus amigos a través del fuego." Como un solo hombre, los ingleses se quitaron botas y calcetines y siguieron a Goodwin por las piedras. Goodwin, Gudgeon y un tal doctor George Craig salieron ilesos del paseo, pero el hermano de Craig, William, desobedeció las claras instrucciones que habían recibido y miró hacia atrás antes de terminar. Sus pies sufrieron graves quemaduras y no pudo caminar en varias semanas. Media hora después del paseo, el coronel Gudgeon y sus amigos, quizá no pudiendo aún creer lo que habían hecho, empezaron a conjeturar cuál podía ser en realidad la temperatura de las piedras. Como respuesta, el jefe nativo arrojó su vara de hojas de ti verdes sobre ellas, y los ingleses tuvieron la satisfacción de verla arder casi al instante. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 144-45) Casi inmune a la muerte "Si muero a manos de asesinos comunes, y en especial de mis hermanos los campesinos rusos, no tenéis nada que temer", escribía en diciembre de 1916 el "monje loco", Grigori Yefimovich Rasputín, a su protector el zar Nicolás II de Rusia.

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Pero si soy asesinado por los boyardos (nobles), si ellos derraman mi sangre, sus manos quedarán manchadas con ella... Los hermanos matarán a los hermanos y se matarán entre sí, y... no quedarán nobles en el país.

Rasputín, un campesino mugriento, de modales rudos, lascivo y bebedor, famoso por sus poderes hipnóticos y curativos, era la persona más temida y odiada de Rusia por su ascendiente sobre la familia real. El zar, y especialmente su esposa, la emperatriz. Alejandra, que creía que Rasputín había salvado milagrosamente la vida de su hijo hemofílico, le profesaban una gran devoción. Rasputín había sobrevivido en 1914 a las cuchilladas que le asestó en el estómago una campesina, Ahora, mientras escribía sobre su futuro asesinato, nobles palaciegos a cuya cabeza estaba el príncipe Félix Yusupov se afanaban planeándolo. Invitaron a Rasputín al palacio de Yusupov la noche del 29 de diciembre de 1916 y lo dispusieron todo para que llegara primero, dejando a su disposición vino y pasteles. Mientras esperaba a los demás, se sirvió generosamente de ambos, sin sospechar que contenían cianuro de potasio. Cuando llegó Yusupov y vio que a su invitado no le había afectado el cianuro, le disparó un tiro en la espalda. Rasputín cayó al suelo y fue dado por muerto. Poco después, los conspiradores volvieron para recoger el cadáver y arrojarlo al río Neva. Pero Rasputín volvió de golpe a la vida y, arrastrándose sobre manos y rodillas, persiguió al ate-

La mirada hipnótica de Rasputín, una de las claves de su poder, fue descrita por el príncipe Yusupov, que más tarde aseguró haber dado muerte al "monje": "Sus ojos relucían ante mí con una especie de luz fosforescente. De ellos salían dos rayos que confluían y se fundían en un brillante círculo... Yo iba cayendo poco a poco bajo el poder de aquel hombre misterioso." rrado Yusupov escaleras arriba. Tras recibir otros dos disparos, el "monje" cayó. Seguros de que al fin estaba muerto, los nobles le dieron golpes y patadas, llevaron su cuerpo al río, abrieron un agujero en el hielo y lo echaron a las frígidas aguas. Increíblemente, Rasputín seguía respiran-

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do mientras lo hacían. Cuando recuperaron el cuerpo dos días más tarde, tenía la mano derecha sobre el pecho, trazando con tres dedos una Ultima bendición. Sus predicciones de lo que ocurriría después de su muerte y su maldición a sus asesinos se vieron pronto cumplidas con la Revolución Rusa de 1917. (Para la profecía de cómo iba a morir Rasputín, ver pág. 27.) (Out of This World, Perrott Phillips, cd., págs. 98-102) El padre Pío Giovannino —Juanito— se veía condenado a arrastrarse sobre manos y rodillas por las calles de su ciudad natal, Foggia, en el sur de Italia. Tenía 9 años y había nacido jorobado. Despreciado por los de su edad

y compadecido por los mayores, ni vestirse solo podía, pues la curva de su espina dorsal hacía que tuvie-

se la barbilla casi en el suelo. Para sus padres, la soledad y la deformidad de Giovannino eran fuente de congoja diaria y perdurable. Un día en que Giovannino se arrastraba por una calle en Foggia, notó que alguien lo tocaba en la espalda. No acostumbrado al contacto humano fuera de su casa, se sobresaltó. De repente se encontró erguido, y vislumbró la mano sangrante del fraile que acababa de tocarlo. "¡Padre Pío?", lo llamó Giovannino, "¡Padre Pío?", pero el fraile se había marchado. Giovannino corrió y saltó como un corderito. Ya en la puerta de su casa, su madre le preguntó muy seria qué deseaba, Después reconoció a su hijo y cayó de rodillas rezando. "¡El padre Pío me tocó con sus manos?", repetía su hijo. El padre Pío había nacido en 1887 en el pueblo de Pietrelcina, cerca de Benevento, en el sur de Italia. Cuando tenía 17 años entró en los capuchinos, una orden de frailes franciscanos, y durante once años llevó la tranquila vida del novicio. Después, el 20 de septiembre de 1915, empezó a experimentar dolores en las manos, los pies y el costado. Los médicos no pudieron encontrar causa alguna, ni tenían razones par a sospechar que se trataba del preludio de algo extraordinario. El 20 de septiembre de 1918 el padre Pío se desplomó presa de grandes dolores, durante sus oraciones ante el altar de la iglesia de Foggia. Allí Io encontraron sus hermanos de orden, inconsciente y sangrando por las manos, los pies y el costado. Se habían reproducido en su carne las heridas de Cristo crucificado, que iban a desafiar todos los esfuerzos de los médicos y que llevaría ya de por vida. Entre los muchos que tenían al padre Pío por un embaucador, un mentiroso con ansias de notoriedad, estaba un tal doctor Ricciardi que vivía en San Giovanni Rotondo, no lejos del monasterio del padre Pío. Un día el tal doctor fue incapaz de levantarse de la cama. Envió a buscar a dos colegas, los doctores Merla y Juva, que estuvieron acordes en su diagnóstico: padecía un tumor cerebral incurable. El doctor Ricciardi era un racionalista, un científico escéptico. Dijo a sus familiares que si traían a un


sacerdote a verlo, lo echaría de la casa, especialmente al padre Pío. Lo único que quería era morir en paz. Pero el morir se hizo muy duro para Ricciardi, pues vino acompañado de gran dolor y miedo y poca paz. Un día, cuando ya no estaba lejos la muerte, el doctor vio al padre Pío en el umbral de su cuarto. ¿Quién lo había mandado buscar?, gimió Ricciardi. El padre Pío se puso a su cabecera y empezó a orar en latín: "Paz para esta casa y para quienes en ella habitan. Entra, oh Señor, en nuestra compañía, y que acompañen nuestra humilde entrada felicidad duradera, divina prosperidad, alegría y claridad fructífera. Váyanse los demonios, vengan los ángeles." Después, el padre Pío preguntó a Ricciardi si aceptaría de él la extremaunción. Ricciardi extendió sus manos y oprimió las del fraile, olvidándose de las heridas que había en ellas. —Acepto-- dijo. —Tu alma está curada —le dijo el padre Pío—, y en pocos días tu cuerpo lo estará también. Esa Navidad el doctor Ricciardi, ya plenamente recobrada la salud, asistió a misa en la iglesia de Santa María de las Gracias. Era el año 1929. A medida que transcurría el siglo, la fama del padre Pío se extendió por el mundo, aunque él rara vez abandonaba la reclusión de su monasterio. Muchos aseguraban haber sido visitados por él cuando en realidad estaba a muchos kilómetros de allí, y se le atribuyó un número prodigioso de curaciones. Se decía que su carácter era más bien prosaico y con frecuencia divertido. Murió el 28 de septiembre de 1968, y sus devotos esperan con impaciencia su canonización. (Oscar de Liso, Padre Pio, The Priest Who Bears the Wounds of Christ, págs. 114-18; National Review, 20:138-39, 13 de febrero de 1968; Reader's Digest, eds., Strange Stories, Amazing Facts, págs. 382-83) Una ardiente invitación A principios de la primavera de 1921, el obispo católico de Mysore, en el sur de la India, fue invitado por el maharajá local a asistir a una exhibición de caminar sobre fuego en su palacio de verano. La hora fijada eran las 6 de la tarde, pero el obispo, monseñor Despatures, deseoso de presenciar tanto el acontecimiento como sus preparativos, llegó con anticipación al palacio. El maestro de ceremonias era un mahometano del norte de la India, y, siguiendo sus instrucciones, habían cavado una zanja de unos 4 metros de largo, 2 de ancho y casi 30 centímetros de profundidad. No obstante, por orden del maharajá, a quien aquello parecía infundirle las mismas sospechas que al obispo, no se habla permitido al musulmán intervenir directamente en la preparación del foso. Por lo que monseñor Despatures pudo colegir, el caminar sobre fuego no tenía connotaciones religiosas, sino que era considerado, al menos por los indios cultos allí presentes, como un simple espectáculo o curiosidad. Llegado el momento, encendieron fuego en el foso

y se produjo un calor tan grande que el maharajá, su familia y los invitados tuvieron que sentarse a más de 20 metros de allí. El relato prosigue con las propias palabras del obispo: De acuerdo con la costumbre india, el mahometano vino a postrarse delante del soberano y después se encaminó a aquel horno. Pensé que iba a entrar en el fuego, pero me equivocaba. Permaneció a cosa de un metro del borde, y llamó a uno de los criados de palacio para que entrase en el brasero. Tras hacerle una seña para que se acercara, le dirigió unas palabras en las que pareció poner todos sus poderes de persuasión, pero el hombre ni se movió. Entre tanto el mahometano se había acercado más a él, e inesperadamente lo agarró por los hombros y lo empujó al pequeño lago de brillantes cenizas. En el primer momento el indio pugnó por salirse del fuego; pero de pronto el gesto de terror que había en su cara se trocó en una sonrisa de asombro, y procedió a cruzar la zanja a lo largo, sin prisa, como quien da un paseo, sonriendo encantado a quienes a ambos lados lo rodeaban. Estaba totalmente descalzo de pies y piernas. Cuando salió, los demás criados se arremolinaron a su alrededor para preguntarle qué se sentía. Sus explicaciones debieron de ser satisfactorias, pues uno, dos, cinco y después diez miembros de la servidumbre de palacio se metieron en la zanja. A continuación les tocó el turno a los músicos de la banda del maharajá, varios de los cuales eran cristianos. Entraron en el fuego de tres en tres. En ese momento trajeron varias carretadas de hojas de palmera secas que arrojaron sobre las ascuas. Ardieron al instante, estallando en llamas de la altura de una persona. El mahometano convenció a otros criados de palacio para que pasasen entre las llamas, lo que hicieron sin sufrir daño. Los músicos cruzaron el foso por segunda vez, llevando en la mano sus instrumentos con los papeles de música encima. Vi que las llamas que se alzaban a lamer sus caras se abrían en torno a las diferentes partes de los instrumentos y se limitaban a revolotear en torno a los papeles de música sin prenderles fuego. Creo que debieron de ser 200 personas las que pasaron sobre las brasas, y un centenar las que atravesaron por entre las llamas. Aparte de mí, había dos ingleses, el jefe de la policía del maharajá (que era católico) y un ingeniero. Fueron a solicitar el real permiso para intentar el experimento. El maharajá les dijo que podían hacerlo bajo su propia responsabilidad. Entonces se voltearon hacia el mahometano, quien les hizo seña de que adelante. Cruzaron sin el menor rastro de quemaduras. Cuando volvieron cerca de donde yo estaba, les pregunté qué pensaban de aquello. "Pues", dijeron, "sentíamos que estábamos en un horno, pero el fuego no nos quemaba." Cuando el maharajá se levantó para indicar el fin de la reunión, el mahometano, que estaba todavía cerca de la zanja, cayó al suelo retorciéndose, como si sintiese un pian dolor. Pidió aQua, se la trajeron y bebió con ansia. Un brahmín que estaba cerca de mí dijo: "Ha tomado sobre sí el ardor del fuego."

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Dos semanas más tarde, el mahometano dio otra exhibición en la ciudad de Mysore, en la que muchas personas caminaron sobre el fuego sin quemarse. Pero al final, cuando ya el maestro había advertido que no debía pasar nadie más, tres personas se abrieron paso hasta la zanja. Sufrieron graves quemaduras y tuvieron que ser hospitalizadas. A manera de conclusión, el obispo escribía: Estaba en plena posesión de mis facultades. Di una vuelta alrededor de la zanja antes de que empezase la reunión y volví a hacerlo cuando todo hubo terminado; hablé con ]os que habían atravesado la hoguera, e incluso dije un par de avemarías con vistas a detener cualquier exhibición de poder diabólico... Se trataba sin duda de un auténtico fuego que consumió el carbón e incendió las carretadas de hojas de palmera arrojadas en él, pero era un fuego que había perdido su poder de hacer daño a quienes lo cruzaban y a cuanto llevaban consigo... ¿Cómo explicarlo? No creo que baste ninguna causa material. Al menos, no se echó mano de ningún recurso para producir tal efecto. Me veo obligado a creer en la existencia de un agente espiritual que no es Dios.

Este relato lo hacía monseñor Despatures en una carta a Olivier Leroy, el francés autor de un estudio de tales casos titulado Les hommes salarnandres. Con permiso y ayuda del obispo, Leroy comprobó la historia con otros de los presentes. Todos estuvieron de acuerdo en los puntos principales de lo relatado por el obispo, pero no en los detalles. Por ejemplo, un inglés llamado Macintosh calculó la longitud de la zanja en 30 yardas (unos 27 metros), aunque tal vez quiso decir pies, y el número de los que pasaron sobre el fuego en 500. Por el contrario, Lingaraj Urs recordaba que la zanja tenía 4 pies de ancho, 15 de largo y 5 de profundidad (1.20 por 4.50 por 1.50 metros) Leroy descubrió también que Urs y un tal J.C. Rollo, director del Mysore College, no se quitaron las botas para pasar. A ninguno de los dos se le quemó el calzado y no experimentaron la menor sensación de quemadura. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 187-89) La repentina buena salud de Jack Traynor Jack Traynor, de Liverpool (Inglaterra), sufrió dos heridas de bala en la Primera Guerra Mundial. Una de ellas le dejó en el cráneo un agujero que se negó a sanar, y la otra, que cortó nervios que ni siquiera el cirujano más hábil podía unir, le había dejado paralizado y atrofiado el brazo derecho. Le concedieron una pensión por incapacidad total. En 1923, Traynor había empezado a sufrir de epilepsia, probablemente a causa de la herida en la cabeza. Era ya incapaz de caminar. Ese mismo año lo llevaron en peregrinación a Lourdes (Francia), donde lo metieron en el baño común. Cuatro días después saltó de la cama, se lavó y se rasuró solo y salió del albergue sin ayuda. Al volver

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a Inglaterra puso un negocio de carbón, se casó, tuvo dos hijos y llevó una vida normal durante veinte años, hasta que murió de neumonía en 1943. Durante ese tiempo el ministerio correspondiente, negándose a creer que quien había sido declarado incapacitado total pudiese resultar misteriosamente curado, siguió pagando a Traynor su pensión. Aunque no declarada milagrosa por la Iglesia católica, se trata de una curación inexplicable. ( CMA Journal, 111:1255, 7 de diciembre de 1974; The Journal of Religion and Psychical Research, 4:1:31-32, enero de 1981; Parapsychology Review, 8:5:25, septiembre-octubre de 1977) Los yoguis tibetanos y el calor corporal "Pasar el invierno en una cueva en medio de la nieve, a una altitud que varía entre 3 500 y 6 000 metros, vestido con una prenda delgada o incluso desnudo, y no helarse, es una hazaña bastante difícil", decía Alexandra David-Neel a finales de los años veinte. Y sin embargo, escribía, "numerosos ermitaños tibetanos pasan con éxito esa prueba cada año". En su libro sobre los catorce años que vivió en el Tíbet dedica un apartado a "El arte de calentarse uno mismo sin fuego, arriba en las nieves". La resistencia de esos monjes, decía, "se debe a la facultad que han adquirido de generar turno"; y continuaba explicando: La palabra turno significa calor, pero en lengua tibetana no se utiliza para expresar el calor común. Es un término técnico del vocabulario místico... Los lamas que lo enseñan lo mantienen en secreto y afirman que la información reunida mediante rumores o lecturas carece de resultados prácticos para quien no ha sido enseñado y entrenado personalmente por un maestro que sea a su vez adepto... A veces el entrenamiento de los estudiantes de turno termina con una especie de examen. En una noche de helada, en invierno, los que se creen capaces de soportar victoriosamente la prueba son llevados a orillas de un río o lago. Si el agua está helada... se hace un agujero en el hielo. Se elige una noche de luna, en la que sople fuerte el viento... Los neófitos se sientan en el suelo desnudos y con las piernas cruzadas. Empapan sábanas en el agua helada, se envuelven en ellas y deben secarlas sobre su cuerpo. Tan pronto como la sábana está seca, la vuelven a meter en el agua y a colocarla sobre el cuerpo del novicio para que la seque otra vez. La operación continúa hasta el amanecer... Se dice que algunos secan hasta 40 sábanas en una noche. Hay que descontar la exageración, y quizá tener en cuenta el tamaño de las sábanas, que en algunos casos de tan pequeñas llegan a ser casi simbólicas. Sin embargo, yo he visto a algunos repas secar varias piezas de tela del tamaño de un gran chal... [Los repas sólo llevan puesta una simple tela de algodón en todas las estaciones y a cualquier altitud.] Es dificil hacerse una idea precisa del alcance de los resultados obtenidos mediante el entrenamiento


del turno, peto algunas de esas hazañas son auténticas. Los ermitaños viven realmente desnudos. o llevan sólo una fina túnica durante todo el invierno en las altas regiones que he mencionado. No soy la única que los ha visto. Se ha dicho que algunos miembros de la expedición al monte Everest habían podido ver a uno de esos anacoretas desnudo. [Alexandra David-Neel, Magic and Mystery in Tibet, págs. 216-29]

flotar tanto tiempo por la naturaleza de sus ámanos internos, que según ellos eran diferentes a los de otras personas. Faticoni había prometido a menudo revelar el secreto de cómo se había convertido en "el corcho humano", pero murió antes de cumplir su promesa_ [New York Herald Tribune, 13 de agosto de 1931]

El control interno del calor corporal Existen desde hace mucho tiempo descripciones de yoguis del Tíbet y la India que sobreviven habitualmente a un frío extremado practicando ciertos yogas que

les permiten utilizar la capacidad del cuerpo para producir calor. En 1981 se permitió a algunos occidentales investigar este fenómeno. A invitación del Dalai Lama, un grupo de científicos de la Facultad de Medicina de Harvard, dirigidos por el doctor Herbert Benson, fueron a la India para llevar a cabo experimentos en co-

El profesor Herbert Benson comprueba la temperatura superficial del cuerpo de un monje budista tibetano mientras éste practica el turno, un yoga que le permite producir calor.

laboración con tres monjes budistas tibetanos. Se conectaron sensores térmicos a diferentes partes del cuerpo de los monjes. Por medio de la meditación, todos ellos fueron capaces de elevar apreciablemente la temperatura de los dedos de sus manos y pies, a veces hasta en 9 grados. Otras zonas cutáneas registraron incrementos menores, y la temperatura interna permaneció normal. El doctor Benson cree que los monjes, por medio de su yoga, son capaces de dilatar los pequeños vasos sanguíneos de la piel, aumentando así el flujo sanguíneo y elevando la temperatura superficial. Hazaña tanto más asombrosa, dice, cuanto que la reacción normal del cuerpo al frío consiste en constreñir esos vasos sanguíneos y disminuir la temperatura de las extremidades.

El corcho humano

El 13 de agosto de 1931 publicaba el .New York Heraid Tribune el obituario de Angelo Faticoni, muerto pocos días antes en Jacksonville (Florida). Según esa necrología —que titulaban "El 'corcho humano' ha muerto sin revelar su secreto"—, Faticoni poseía una flotabilidad anormal. Por ejemplo, podía permanecer a flote durante 15 horas con 10 kilos de plomo atados a los tobillos: Faticoni podía dormir en el agua, hacerse allí una bola, echarse de lado o adoptar cualquier postura que se le pidiese. Una vez lo cosieron dentro de un costal y después lo echaron de cabeza al agua con una bala de cañón de 10 kilos atada a las piernas. Su cabeza reapareció en la superficie poco después, y en esa postura permaneció inmóvil durante ocho horas. Otra vez atravesó a nado el Hudson atado a una silla lastrada con plomo. Hace unos años fue a Harvard para actuar ante los estudiantes y el claustro. Había sido examinado por autoridades médicas, que no encontraron pruebas de su teoría de que Faticoni era capaz de

Angelo Faticoni, "el corcho humano", flota tranquilamente atado a una silla lastrada. Los médicos no pudieron encontrar nada que explicase su extraordinaria flotabilidad.


La Virgen y el anarquista

Mariette Beco, de 12 años, estaba a la ventana de su casa de Banneux (Bélgica) la tarde del 12 de enero de 1933. Eran cerca de las siete y aún no había vuelto su hermano de jugar con sus amigos. De pronto Mariette vio una luz en el jardín: en medio de la noche estaba la figura resplandeciente de una mujer erguida, con la cabeza levemente inclinada a un lado. Mariette llamó a su madre. La señora Beco vio también la extaña figura. "Debe de ser la Virgen", dijo medio en broma ante las repetidas preguntas de su hija. Pronto se desvaneció la visión, al menos para la señora Beco, pues su hija podía verla todavía claramente y empezó a rezar el rosario. Al fin la figura desapareció, y cuando el padre de Mariette llegó a casa se burló de la experiencia de su hija. Los Beco eran una de las familias más pobres de la zona, y, aunque católicos, tenían poco tiempo para ir a la iglesia. A pesar de ello, Mariette empezó a asistir al catecismo en la parroquia. El párroco, el abate Jamin, escuchó la historia de la señora resplandeciente, y al principio la atribuyó a una viva imaginación fomentada por las recientes apariciones de la Virgen, que según decían había sido vista en Beauraing, a pocos kilómetros de allí. El jueves 19 de enero, el señor Beco encontró a su hija rezando en el jardín. Preocupado, fue a pedir ayuda al abate Jamin. El sacerdote había salido, de modo que Beco se trajo a un vecino. Se encontraron con Mariette cuando salía del jardín y trataron de convencerla para que entrase en la casa. "Está llamándome", dijo, y echó a andar por la carretera. Ambos la siguieron. No tardó Mariette en llegar a una fuente situada al borde de la carretera y se arrodilló junto a ella. Mientras parecía escuchar algo que los dos hombres no podían ver ní oír, introdujo las manos en el agua. "Esta fuente está reservada para mí", murmuró la niña, como repitiendo algo que le había dicho una presencia invisible. Más tarde, en el jardín, tuvo de nuevo una visión y preguntó: "¿Quién sois, Señora?" Después la muchacha respondió, como si contestara a su propia pregunta: "La Virgen Santísima de los Pobres." Casi catorce meses antes de que sucediese esto en Banneux, Benito Pelegrí García había sufrido graves heridas en el brazo derecho a causa de la explosión de una caldera en Barcelona. Los esfuezos de médicos españoles, italianos y alemanes no habían conseguido curarlo, y había quedado incapacitado para el trabajo. Su mujer, belga, lo animó a peregrinar a Banneux, donde era ya famosa la fuente milagrosa de la Virgen de los Pobres, pero Benito era anarquista y no tenía nada que ver con tales supersticiones. Al fin su hija, que acababa de cumplir 13 años, amenazó con ponerse a servir para ayudar a la familia a menos que su padre consintiese en probar los milagrosos poderes de la fuente.

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García sucumbió ante esa amenaza y a regañadientes consintió en hacer la peregrinación. Como prueba de buena voluntad, ya que no de fe, prometió también abstenerse de fumar y beber durante el tiempo que durara el viaje. El 4 de julio de 1933, los García salieron a pie para el santuario belga. No tenían dinero para alojarse y muy poco para comer, salvo las pequeñas cantidades que la señora García conseguía haciendo labores tejidas cuando se detenían de noche para descansar. A medida que se acercaban a Banneux, aumentaba el nerviosismo de García. Si no ocurría nada en el santuario, aseguró, dejaría allí a su mujer y se volvería solo a España. Finalmente, cuando estaban a menos de un kilómetro de su destino, su ánimo se derrumbó: se escabulló, encontró a un colega anarquista dispuesto a prestarle cien francos y desapareció. Su mujer estaba frenética. Con ayuda de la policía, lo encontró y lo convenció de que era una locura haber ido tan lejos sólo para regresarse. Juntos emprendieron el camino de la fuente, García de un talante lo más alejado posible de la confianza que da la fe. Cuando se acercó a la fuente, le dieron una cubeta con agua. Introdujo en ella la mano derecha y le sorprendió encontrar que estaba casi hirviendo. Después metió la mano sana y para su asombro notó el agua fría. Un médico presente Ie aconsejó que no tocase el agua de la alberca común porque podía infectarse la herida. Todavía incrédulo, García metió entonces el brazo en otra cubeta de agua de la fuente y rogó: "Si eres 'la Virgen de los Pobres', demuéstralo. Aquí tienes a un pobre que viene nada menos que desde España." Para su estupefacción, y ante el asombro de quienes lo rodeaban, el brazo herido sanó visiblemente en el agua. Benito García, un pobre hombre sin fe, estaba curado. (Herbert Thurston, Beauraing and Other Miracles, págs. 25-44)

Las vírgenes del fuego de Surinam

No era una prueba del fuego sino una orgía: así describió Rosita Forbes la tradicional danza del fuego de Surinam (antigua Guayana Holandesa), que presenció a mediados de los años treinta. En la ceremonia sólo toman parte hombres, pero su inmunidad a las altas llamas en las que retozan, a las ramas ardiendo que abrazan y a las ascuas que mastican les es conferida por una sacerdotisa virgen. Mientras ella está en trance, los danzantes no deben temer nada. Pero cuando el trance termina, ocurre otro tanto con la inmunidad, por lo que cuando ella da la señal que pone fin al sortilegio, los hombres se apresuran a salir del fuego. El papel de la sacerdotisa virgen no es hereditario, y las jóvenes seleccionadas para él no reciben ningún entrenamiento especial. Las eligen sus padres cuando de niñas demuestran condiciones especiales para caminar sobre una fogata o para agarrar brasas y jugar con ellas.


Se dice que quienes participan en la danza del fuego adquieren poder para curar a los enfermos. (Vincent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 129-30) Los habitantes de Mbengga, una de las más pequeñas islas tropicales de las Fidji, cosechan cocos, limones y plátanos, y celebran una vez al año una de las ceremonias religiosas más sorprendentes del mundo. La noche anterior, quienes van a participar en ella rezan a Tui Namoliwai, el dios del agua. Mientras tanto, otros forran el fondo de una zanja de 8 metros de largo, 3 de ancho y 2 de profundidad con piedras, la mayoría de ellas de unos 25 centímetros de diámetro. Sobre ellas ponen una capa de troncos, después otra de maleza, a continuación más piedras y encima una segunda capa de troncos. Se le prende fuego y se deja que arda toda la noche. Por la mañana el calor es tan intenso que quienes atienden la hoguera —para quitar los troncos parcialmente quemados y alisar el lecho de piedras— han de hacerlo con largas varas. Aho-

ra las piedras están ya al rojo, y los participes en la ceremonia, reunidos en una cabaña para hacer s.r1S Ultimas oraciones. Su jefe sale de la cabaña y penetra en el foso la menor vacilación. Sus compañeros lo siguen, y juntos dan la vuelta al foso. Están descalzos y maritimen con dificultad el equilibrio sobre las piedras Lrrega 1res. Sus rostros no muestran la menor emoción. Salen del foso por donde entraron y regresan a la cabaña. Cuando lo hacen, los espectadores aplauden y arrojan al foso raíces de dracenas, que después cubren con hojas y tierra. Ha terminado la ceremonia hasta otro año, y si los hombres se han preparado como debían —mental o espiritualmente— no habrán sufrido el menor percance. En caso contrario, las consecuencias pueden ser desastrosas. En los años cuarenta, uno de los partícipes sufrió tales heridas que tuvieron que amputarle las piernas. Y, sin embargo, esos preparativos no implican ningún tipo de protección física para los pies. El doctor Harry B. Wright, de Filadelfia, publicó en 1950 un relato de sus observaciones de una marcha sobre el fue-

Para la ceremonia de la marcha sobre fuego en Mbengga, una de las islas Fidji, se calienta una gran cantidad de piedras sobre un montón de maleza y troncos

ardiendo hasta que se ponen al rojo, tras de lo cual son niveladas con rastrillos hechos de largas varas y lianas retorcidas.

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Marcha sobre fuego y bebés acuáticos

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go. Encontró que los pies de dos de los participantes, examinados poco antes de que se aventurasen sobre las brasas, eran sensibles a un cigarro encendido y al piquete de un alfiler, y no mostraban indicios de haber sido revestidos con ningún tipo de sustancia protectora. Después del paseo, estaban cubiertos de ceniza pero en modo alguno quemados o con ampollas, y seguían siendo sensibles a la prueba del cigarro y el alfiler. Cuando Wright pidió una explicación de lo que había presenciado, el jefe de los participantes dijo que "el dios del agua envía centenares de bebés acuáticos a extender sus cuerpos sobre las piedras, y los hombres caminan sobre sus frías espaldas". (Vicent H. Gaddis, Mysterious Fires and Lights, págs. 133-35) Sin licencia para curar La historia del curandero brasileño Arigó, una de las figuras más intrigantes de la historia de la medicina esotérica, comenzó con sueños, dolores de cabeza y una campaña política. Terminó con un duelo de 20 000 personas y una controversia tan irresuelta hoy como en vida de Arigó. Arigó se llamaba en realidad José Pedro de Freitas. Hijo de agricultor, había nacido en el distrito brasileño de Belo Horizonte en 1918, y el apodo de Arigó se lo dieron de niño. Ya cuando iba a la escuela sufría a veces extrañas alucinaciones. Veía una luz cegadora, y en ocasiones oía una voz que hablaba en una lengua extraña. De joven, fue a trabajar en una de las cercanas minas de hierro, y a Ios 25 años había sido elegido presidente del sindicato. Tras dirigir una huelga de protesta contra las brutales condiciones de trabajo, fue despedido. Entonces empezó a ganarse la vida como encargado de un bar en el pueblo minero de Congonhas do Campo. Los sueños que ahora empezaron a invadido por las noches, dejándole a menudo un gran dolor de cabeza, eran más difíciles de afrontar que los de su adolescencia. Veía la sala de operaciones de un hospital, donde un hombre calvo y corpulento se dirigía a un grupo de médicos y enfermeras con la misma voz gutural que había oído de niño. Profundamente afectado por la repetición de los sueños y las jaquecas, Arigó iba a menudo a pedir ayuda a la iglesia de Bom Jesús do Matosinho. Allí el médico de sus sueños le reveló su identidad. Le dijo que era el doctor Adolpho Fritz, muerto durante la Gran Guerra. Su trabajo se había visto así interrumpido, y lo había elegido a él, hombre de natural compasivo, para continuarlo. En adelante, dijo, Arigó sólo encontraría la paz ayudando a las personas enfermas y afligidas que tenía a su alrededor. Las pesadillas y los terribles dolores de cabeza continuaron durante varios años. Después, en 1950, los acontecimientos escaparon al control de Arigó. Ese año había elecciones, y uno de los candidatos que visitaron Congonhas fue Lucio Bittencourt, de-

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fensor de los mineros del hierro en su lucha por lograr mejores condiciones de trabajo. En Congonhas conoció a Arigó, y le impresionó tanto su apasionada defensa de la causa de los mineros que lo invitó a asistir a un mitin en Belo Horizonte, la ciudad más cercana. Al aplazarse el mitin, Bittencourt invitó a Arigó a pasar la noche en el hotel donde él se alojaba, el

Financial.

Arigó ignoraba que Bittencourt padecía cáncer de pulmón y su médico le había aconsejado una inmediata operación en los Estados Unidos. Cuando esa noche Bittencourt estaba a punto de dormirse, se abrió la puerta de su habitación y alguien encendió la luz. Era Arigó. Tenía los ojos vidriosos y llevaba en la mano una navaja. Lo curioso es que Bittencourt no sintió miedo. Arigó empezó a hablar con marcado acento alemán y en un tono muy diferente a su voz normal. Dijo que era una emergencia y tendría que operar allí mismo. Después Bittencourt se desmayó. Cuando volvió en sí, vio que el saco de su piyama estaba cortado y manchado de sangre, y le habían hecho una limpia incisión hacia la parte posterior de su caja torácica. Se vistió y fue a la habitación de Arigó. Al principio éste pensó que Bittencourt estaba borracho. Pero, ya en su habitación, vio la incisión y la piyama manchada de sangre y se dio cuenta de que decía la verdad. Sin embargo, no recordaba haber ido a su habitación y negó haber tenido nada que ver en tan extraño asunto. Bittencourt, desconcertado, tomó el primer avión para Río de Janeiro con el fin de ver a su médico Arigó estaba asustado. Tal vez había llevado a cabo la operación hallándose en una especie de trance; quizá a aquello lo habían estado conduciendo los sueños y las voces. Sólo podía rezar para que no le hubiese ocurrido nada malo a Bittencourt. Las noticias no se hicieron esperar mucho. El médico había tomado radiografías y estaba altamente satisfecho del resultado de lo que suponía que era la cirugía estadounidense. El tumor había sido extirpado, explicó al asombrado Bittencourt, "mediante una técnica desconocida en Brasil", y las esperanzas de recuperación eran ahora muy grandes. Entonces Bittencourt contó a su médico lo sucedido; y no sólo a él, sino a cuantos quisieron escucharlo. Todos los periódicos de Brasil lo publicaron. En Congonhas, el párroco de Arigó, el padre Pernido, se lo tomó lo bastante en serio para prohibirle llevar a cabo más operaciones. Pero ¿cómo podía dejar de hacer algo que no recordaba haber hecho? Los espiritistas locales lo saludaron como a un auténtico médium; y aunque rechazó sus pretensiones, las visiones del doctor Fritz continuaron. Durante los seis años siguientes Arigó vio hasta 300 pacientes al día y, para dar cabida a aquella verdadera multitud, tuvo que trasladar su "clínica" de su casa a una iglesia vacía que había enfrente. Después, en 1956, por presiones de la clase médica y de la Iglesia


Arigó (detrás de la mesa, a la derecha) se concentra en uno de sus pacientes durante una consulta. Era in-

capaz de explicar sus facultades curativas, pero miles de personas atestiguaron su éxito.

católica de Brasil, fue acusado de práctica ilegal de la medicina. —¿Cómo trata usted a sus pacientes? —le preguntó el juez Eleito Soares. —Empiezo por decir el padrenuestro —respondió Arigó—. A partir de ese momento, no veo ni sé nada más. Los demás me dicen que escribo recetas, pero yo no lo recuerdo. —Hablaba en serio. —¿Y qué me dice de las operaciones? —Ocurre lo mismo. Me encuentro en un estado que no comprendo. Sólo quiero ayudar a los pobres. —Pero está usted haciendo aquello de que se le acusa, ¿no es cierto? —No soy yo quien lo hace. Yo soy sólo un intermediario entre la gente y el espíritu del doctor Fritz. El juez seguía inconmovible. ¿Podía Arigó hacer que el doctor Fritz apareciese en la sala para interrogarlo? La prensa brasileña publicaba reportajes sobre el juicio y numerosos testimonios a favor de Arigó. Según J. Herculano Pires, profesor de Historia y Filosofía de la Educación, "es simplemente ridículo negar que el fenómeno Arigó existe. Especialistas médicos, periodistas famosos, intelectuales y políticos destacados han presenciado los fenómenos de Congonhas. Nos es imposible negar la realidad de lo que hace".

A pesar de la publicidad favorable, Arigó fue condenado a 15 meses de cárcel y multado con 5 000 cruzeiros. El tribunal de apelaciones redujo posteriormente la pena a 8 meses y concedió a Arigó un año de libertad condicional antes de empezar a cumplirla. Durante ese periodo sólo podría salir de Congonhas con permiso del juez y tendría que abandonar por completo sus actividades. Efectivamente, las abandonó por algún tiempo, y volvió a sufrir los dolores de cabeza. Al cabo de una temporada, y dado que la policía local parecía hacer la vista gorda, empezó a ver a escondidas a sus pacientes, pero, al menos al principio, se abstuvo de operar. En mayo de 1958 fue indultado por el presidente Juscelino Kubitschek. En 1961 Kubitschek no estaba ya en el cargo, y las autoridades religiosas y médicas volvieron a presionar para que se tomasen medidas contra Arigó. Pero fue difícil encontrar a alguien que quisiese declarar contra él, y durante meses la nueva investigacion apenas avanzó. Después, en agosto de 1963, Arigó operó a un investigador estadounidense, el doctor Andrija Puharich, y esa operación volvió a llevarlo a las primeras planas de los periódicos. Puharich, investigador de los fenómenos parapsi-

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cológicos y licenciado en medicina por la Northwestern University de Illinois, había oído hablar de las notables curaciones de Arigó y fue a Congonhas para verlo por sí mismo. Arigó le dijo que él y sus tres acompañantes podían observarlo todo el tiempo que quisieran y hablar con cualquiera de sus pacientes. El primer día de su investigación, Puharich y sus amigos se encontraron con casi 200 personas esperando que Arigó abriese su clínica a las 7 de la mañana. Cuando todas entraron en la iglesia abandonada, Arigó les dijo que, aunque era Jesús quien llevaba a cabo las curaciones que se le atribuían, no le preocupaban las creencias religiosas de los presentes. "Todas las religiones son buenas, ¿no les parece?", dijo antes de pedirles que rezasen con él el padrenuestro. A continuación se retiró unos momentos a su cubículo privado. Cuando reapareció, Puharich quedó sorprendido. Ahora su porte era solemne e imponente y su tono cortante. El intérprete notó un marcado acento alemán en su portugués, con el que se mezclaban algunas palabras y frases sencillas en alemán. Arigó condujo a los investigadores a su sala de tratamiento. "Vengan", dijo. "Aquí no hay nada que ocultar. Me alegra que ustedes lo presencien." Lo que Puharich vio ese día lo dejó asombrado. El primer paciente era un hombre de edad a quien Arigó empujó bruscamente contra la pared. Después tomó una cuchilla de raspar pieles, de acero inoxidable, de diez centímetros de largo, y se la insertó al viejo entre el globo ocular y el párpado izquierdos, raspando y presionando hacia arriba dentro de la cuenca con gran fuerza. Pero el paciente parecía imperturbable. Al fin Arigó retiró el cuchillo, vio una mancha de pus en la hoja y dijo al viejo que se pondría bien. Después limpió la hoja en su camisa y llamó al siguiente. Puharich examinó el ojo. No encontró sangre ni heridas. La operación había durado menos de un minuto. Arigó trabajó de esa manera durante toda la mañana, sin usar nunca anestésicos ni tomar la menor precaución contra las infecciones. Por Io que pudieron ver los investigadores, no utilizaba ningún tipo de sugestión hipnótica. Los pacientes apenas sangraban y no parecían sentir dolor. La mayor parte de las veces el tratamiento se limitaba a una receta, que Arigó escribía a gran velocidad y sin la menor vacilación. A las once anunció que la sesión había terminado y volvería por la tarde, cuando acabase su trabajo en la oficina de beneficencia del gobierno (que se sepa, Arigó nunca aceptó dinero por su trabajo médico). Tan pronto como abandonó la clínica, perdió su acento alemán y sus modales imperiosos, y surgió de nuevo su acostumbrado carácter abierto y natural. Por la tarde, Puharich y un periodista de Sáo Paulo, Jorge Rizzini, instalaron una cámara de cine en la sala de tratamientos. Si Arigó no era más que un experto prestidigitador, tratarían de filmar sus trucos. Arigó trabajó hasta la una de la madrugada. En un solo día había tratado a unas 200 personas. Puharich se sentía desconcertado. Sabia que un es-

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tudio convincentemente completo del trabajo de aquel hombre asombroso iba a exigir mucho más tiempo, dinero y equipo de los que tenía a su disposición. ¿Qué otras pruebas podría hacer antes de regresar a los Estados Unidos? Tenía un pequeño tumor en la parte interior del codo derecho, de los llamados lipomas, benigno pero molesto. Decidió que al día siguiente pediría a Arigó que se lo extirpase. Haría en persona de conejillo de Indias. Arigó accedió sin vacilar a llevar a cabo la operación. "Por supuesto", dijo. "¿Tiene alguien una buena navaja brasileña para usarla con este americano?" Le ofrecieron varias, y Arigó eligió rápidamente una. Puharich sintió un repentino escalofrío, pero ya no podía echarse atrás. Se cercioró de que Rizzini tenía lista la cámara de cine. —Remánguese, Doctor. Puharich hizo lo que le mandaban y se dispuso a presenciar la operación, pero Arigó le dijo que mirase a otro lado. Menos de diez segundos después, Puharich notó que Arigó le ponía algo húmedo y resbaladizo en la mano. Era el lipoma extirpado. Al mirarse el antebrazo, vio un corte limpio de menos de dos centímetros del que apenas brotaba un hilillo de sangre. No había sentido el menor dolor. Los estadounidenses se fueron de Congonhas esa misma tarde. Puharich vigiló cuidadosamente la herida Arigó, encarcelado en 1964, había incurrido en las iras de la Iglesia católica y de la clase médica al practicar la magia y ejercer la medicina sin título.


de su brazo. Arigó no había empleado antisépticos, y estaba alerta a los primeros indicios de infección. No aparecieron. A pesar de las condiciones antihigiénicas y de que no haber usado puntos de sutura para cerrar la incisión, curó rápida y limpiamente. En Sáo Paulo, Puharich y sus amigos vieron las películas que había tomado Rizzini. No pudieron encontrar la menor prueba de fraude. La prensa no tardó en llenarse otra vez con el nombre de Arigó y los detalles de su operación al médico estadounidense. Los tribunales se vieron de nuevo espoleados para actuar, y el 20 de noviembre de 1964 Arigó fue condenado a 16 meses de cárcel. Sólo se le permitió abandonar la sala de audiencia para despedirse de su mujer y de sus hijos, pues debía empezar a cumplir la condena inmediatamente. Fue a su casa, se despidió y esperó la llegada de la policía. Pero en la policía de Congonhas no había un solo hombre dispuesto a llevar a Arigó a la cárcel, y la policía estatal se resistía a cruzar por entre la muchedumbre que se había reunido delante de su casa. A medida que transcurría la tarde, Arigó se impacientó, y acabó por ir él solo a pie a la prisión. Incluso en la cárcel, Arigó siguió con su trabajo. Cuando apaciguó un motín, el director le dio permiso para salir siempre que quisiera. Arigó aprovechó raras veces este permiso, y siempre para visitar a quienes lo necesitaban. Mientras los celadores se hacían los distraídos, empezó a tratar a los presos enfermos, y más tarde a la gente que esperaba frente a la cárcel. Arigó fue puesto en libertad en noviembre de 1965. Poco después regresó Puharich a Congonhas con un ayudante. Pensaba comprobar la capacidad de Arigó para diagnosticar los padecimientos de sus pacientes, actividad que no era probable que desatase las iras de la sociedad médica brasileña. En la prueba, Arigó hizo un diagnóstico verbal inmediato de cada paciente que se situaba frente a él. De un millar de ellos, elegidos al azar, 545 habían traído consigo sus historias médicas oficiales: en 518 casos el diagnóstico espontáneo de Arigó coincidió con el del médico del paciente. Puharich le preguntó cómo podía hacer esos diagnósticos y expresarles en lenguaje médico moderno. "Eso es fácil", dijo Arigó. "Escucho lo que me dice la voz del doctor Fritz y lo repito. La oigo siempre en mi oído izquierdo." Siguieron nuevas pruebas de la capacidad de Arigó, esta vez empleando toda una batería de instrumentos: electroencefalógrafo, electrocardiógrafo, equipos de rayos X y de determinación del grupo sanguíneo, microscopio, grabadoras y cámaras. Se hicieron pruebas a los pacientes antes, durante y después del tratamiento, y Arigó demostró ante las cámaras su técnica quirúrgica en toda una variedad de tumores, quistes, cataratas y otros padecimientos. La prensa descubrió lo que ocurría y una horda de reporteros y cámaras cayó sobre Congonhas. Fue imposible continuar la investigación. Puharich volvió a Sáo Paulo con sus pruebas y se las enseñó a un cierto

número de profesionales interesados, entre ellos un oftalmólogo, un físico nuclear, un médium, un psiquiatra y un cardiólogo. Sólo pudieron convenir en que las curaciones de Arigó eran reales. A su regreso a Nueva York, Puharich motró las películas en color del trabajo de Arigó al doctor Robert Laidlaw, antiguo director de psiquiatría del hospital Roosevelt. Laidlaw observó que la cara de Arigó tomaba una expresión muy extraña cuando operaba, que sus manos y dedos se movían con asombrosa rapidez y destreza, aunque estuviese mirando a otra parte, y que las incisiones que hacía parecían "pegarse" por sí solas sin necesidad de sutura. No pudo explicar cómo había adquirido Arigó una destreza quirúrgica que superaba a la de muchos profesionales. También él quedó desconcertado. Contra la posibilidad de que Arigó fuese sólo un hábil mago están los siguientes hechos: que indiscutiblemente curó a numerosas personas (o, para ser más precisos, que numerosas personas experimentaron curaciones inmediatamente o poco después de haber sido tratadas por él); que hacía incisiones reales, que apenas sangraban y sanaban a pesar de lo antihigiénico de las condiciones; que sus pacientes experimentaban muy poco o ningún dolor en el curso de la intervención y después, a pesar de la falta de anestésicos; que era capaz de diagnosticar las enfermedades a primera vista y escribir prescripciones acertadas, a pesar de haber tenido poca educación escolar y ninguna médica, y que, por lo que se sabe, nunca aceptó dinero por su trabajo médico, sino que mantenía a su familia trabajando en un empleo común y corriente. José Pedro de Freitas, Arigó, murió en un accidente de automóvil el 11 de enero de 1971. (Reader's Digest, 106:635:214-39, marzo de 1975) Agua bendita Joe Riker, de New Fiasen (Connecticut), se negó en 1974 a que lo operaran. El cáncer le había hecho un orificio en el cráneo, dejando el cerebro a la vista. —Ya usted a tener meningitis en cualquier momento, y a morirse —dijo el cirujano que le curaba la herida todas las semanas—. Eso va a afectar su cerebro. —Nada de operarme —fue la respuesta de Joe. Una semana Joe no fue a que le curasen la herida, ni tampoco a la siguiente. Transcurrió un mes, y el cirujano que había estado tratándolo fue al restaurante donde Joe trabajaba como cocinero. Y allí estaba detrás del mostrador, con su sombrero de costumbre. Dijo que sí, que iría esa tarde a la consulta del cirujano. Cuando llegó, se quitó el sombrero e inclinó la cabeza. En vez del agujero, en su cráneo había ahora un frágil puente de piel nueva. —¿Qué ha ocurrido? —preguntó el cirujano. —¿Se refiere a esto? --dijo Joe señalándose la coronilla—. Pues... mi cuñada fue a Francia y me trajo una botella de agua de Lourdes. Llevo un mes poniéndomela ahí. (Harper's, 252:75-76, enero de 1976)

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SEÑALES Y PRODIGIOS Existe una comunidad de hombres y mujeres que se oponen resueltamente al orden establecido. De ellos, unos concentran su rechazo en las múltiples formas del pecado, tanto suyo como del mundo; otros están resueltos a librar a todos los seres del sufrimiento inherente a la existencia; otros más se niegan a ser persuadidos por la retórica de la apariencia, y algunos buscan que su vida trascienda esas tres condiciones: el pecado, el sufrimiento y el engaño. Esta comunidad, cuya historia es probablemente tan antigua como la del comportamiento humano, es la de los penitentes y los santos, la de los yoguis, los chamanes y los iluminados: la comunidad de quienes buscan lo milagroso y están en contacto con ello. En torno a esta extraña compañía se reúne de manera informal otra. Sus miembros son todos aquellos que de vez en cuando se tropiezan en sus vidas con lo inexplicable, y a quienes a veces el propio sentido común les exige que acepten lo que de común no tiene nada. También han descubierto que los simples e inconmovibles "hechos" de la vida están a veces muy lejos de ser tales, que en realidad se trata a menudo de criaturas, cálidas y palpitantes o fríamente diamantinas, que no pueden ser adscritas con seguridad ni al mundo subjetivo ni al objetivo. En este segundo grupo de personas figuran sacerdotes y agricultores, bomberos y camioneros, enfermeras y criminales, presidentes, herreros y jardineros de todas las edades y circunstancias. Para esta segunda comunidad de individuos normales lo milagroso viene sin pedirlo, sirve de levadura a la monotonía de lo cotidiano y, en muchos casos, alivia las sombrías incertidumbres de la muerte. Para la comunidad de los santos el mundo puede parecer el reino de la luz, y el camionero y el jardinero no diferenciarse de los ángeles. Lo milagroso sobreviene de muchas formas. Una Madonna producida en serie, toda yeso y colores llamativos, humedece con sus copiosas lágrimas el uniforme del policía que la lleva a lugar seguro; un brazo de piedra se dobla bendiciendo; una gigantesca cruz plateada, que aparece de pronto, flota sobre una multitud de asombrados feligreses franceses. Si prodigios como éstos son signos de lo milagroso, ¿qué es lo milagroso en sí? Cuando algo incuestionablemente inerte se agita con una apariencia de vida, o cuando son puestas en jaque las leyes de la gravedad, percibimos que se han trascendido las leyes físicas y todas nuestras previsiones quedan sujetas a revisión. Pero, dado que incluso una tecnología modesta puede producir resultados aparentemente milagrosos para un auditorio sencillo, ¿basta definir lo milagroso simplemente como todo aquello que parece dejar en suspenso las leyes de la física? Tal vez, si tuviésemos un conocimiento preciso de esas leyes; pero no lo tenemos. La verdad es que, cualquiera que sea el nombre que demos a lo milagroso, sólo viene a añadir un nuevo término a nuestro acervo de prejuicios. Pero lo milagroso es precisamente destructor de prejuicios e ideas fijas. Todo milagro debe, por definición, hacer caso omiso del sentido común y la razón. Se convierte así en piedra de toque capaz de probar lo erróneo de ideas por las que sentimos el mayor apego. Más allá de esta comprobación desesperanzada están todas las posibilidades de las fuerzas desconocidas que tememos... o en las que confiamos. 282


Para mantener la perspectiva histórica, presentamos los siguientes relatos de sucesos extraordinarios por orden cronológico.

El signo de la victoria

Se dice que una visión de la cruz en el cielo fue el instrumento que sirvió para implantar el cristianismo en Europa. En el año 312 de nuestra era se disputaban el título de emperador de Roma dos candidatos principales: Maxencio, que había ocupado el cargo, aunque con dificultades, desde 306, y Constantino, emparentado con la familia imperial y cuyo ejército lo había declarado ya emperador. La víspera de su enfrentamiento, Constantino y sus tropas vieron una gran cruz en el cielo, con la leyenda In Hoc Signo Vinces ("Con este signo vencerás"). Esa noche Cristo se apareció a Constantino en sueños y le dijo que tomase la cruz como emblema. Por la mañana, Constantino ordenó a sus soldados que pusieran en sus escudos el monograma cristiano (las letras griegas ji y rho.) En la batalla que siguió, en el puente Milvio, sobre el Tiber no lejos de Roma, Maxencio fue derrotado. Constantino se convirtió en emperador y pasó a ser conocido en la historia como Constantino el Grande. En 313, poco después de su victoria en el puente Milvio, Constantino promulgó el Edicto de Milán, que revocaba las leyes que habían servido para perseguir a los cristianos y concedía a éstos plena libertad religiosa y derechos civiles, devolviéndoles sus propiedades confiscadas. (Lord Kinross y Newsweek Book Division, eds., Hagia Sophia, págs. 16-17)

Una cruz sobre el Gólgota

En el año 351, el obispo Cirilo, más tarde santo. escribía al emperador Constantino II: Porque en esos santos días del tiempo de Pentecostés, en las nonas de mayo [el día 71, hacia la hora de tercia, apareció en el cielo una cruz luminosa sobre la santa colina del Gólgota, que llegaba hasta el monte de los Olivos, y fue vista claramente, no sólo por una o dos personas, sino por toda la población de la ciudad [Jerusalén]. No se trataba, como uno puede sentirse tentado a creer. de una cruz hija de la fantasía, que desapareció en seguida, sino que durante muchas horas pendió sobre la tierra visible para todos, borrando con su brillante fulgor los rayos del sol... Y así el pueblo todo, lleno a la vez de temor y alegría ante este portento celestial, se apiñó en la iglesia, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, e incluso las doncellas de sus alcobas, nativos y forasteros, cristianos e idólatras, y todos ellos proclamaban unánimes la gloria de Jesucristo, Único Hijo de Dios y autor de toda maravilla. [Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 100-01]

La exaltación de San Francisco

Después de recibir San Francisco de Asís los estigmas en el monte Alverno en 1224, permitió algunas veces al hermano León visitarlo allí. Lo que este fraile vio se describe en el siguiente relato de Las florecillas de San Francisco: Y desde ese punto y hora, el dicho hermano León,

lleno de pureza y buena intención, comenzó a vigilar y observar la vida de San Francisco; y por esa misma pureza mereció ver muchas veces a San Francisco absorto en Dios y alzado de la tierra, una de ellas a una altura de tres codos, y otra a cuatro, y otra a la altura del haya, y en otra ocasión lo vio levantado en el aire tan alto y rodeado de tal resplandor que apenas podía distinguirlo. ¿Y qué hizo este hermano tan simple cuando San Francisco fue levantado de la tierra sólo un poco, de modo que podía alcanzarlo? Se llegó a él, abrazó sus pies y los besó, y dijo entre lágrimas: "Dios mío, ten compasión de mí, pecador, y por los méritos de este santo hombre permíteme encontrar tu gracia." [The Little Flowers of St. Francis, trad. T.W. Arnold, pág. 172]

La Madonna de las cárceles

Este grabado de Alanzo Chappel, del siglo xix, retrata la visión que tuvieron Constantino y sus soldados en vísperas de la batalla contra Maxencio en el puente Milvio.

El 6 de julio de 1484 se apareció Nuestra Señora a un chico de ocho años en Prato, ciudad cercana a Florencia (Italia). Poco después hizo lo mismo con un joven llamado Nicolás Giudetto. Sus historias acerca de la Madonna despertaron gran interés, y el retrato de la Virgen como "Madonna dele Carceri" no tardó en convertirse en objeto de devoción en la iglesia de Prato. Después, un día, cuando estaban presentes el vicario general y otros muchos, notaron que la expresión del rostro de la Virgen empezaba a cambiar. Sus ojos

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se abrían y cerraban e incluso derramaban lágrimas. Multitudes aún mayores vinieron a venerar el cuadro, y se decía que había obrado muchos milagros. Por ejemplo, se creía que Ridolfo, el hijo pequeño del pintor Domenico Ghirlandaio, había sido curado repentinamente de una grave enfermedad de ese modo. Las manifestaciones de Prato eran accesibles a todos los presentes en la iglesia: si la Virgen estaba sonriente y alegre, así la veían todos; si pálida y triste, así se aparecía a todos. En dos años y medio, según el padre Gumppenberg, "se contaron cuarenta y siete días en los que la Santísima Virgen miró a sus fieles con un semblante diferente". (Herbert. Thurston, Beauraing and Other Apparitions, pág. 67) El fuego del amor Durante su última enfermedad, que empezó en enero de 1510 y terminó con su muerte en septiembre de ese mismo año, Santa Catalina de Génova experimentaba la sensación de un intenso calor interno. Por ejemplo, un día "el amor divino la atravesó con una flecha aún más aguda... La herida fue tan profunda que perdió el habla y la vista, y permaneció de ese modo unas tres horas". En su impotencia, hacía gestos para indicar que sentía como si unas pinzas al rojo estuviesen desgarrándole el corazón y otras partes internas. Finalmente, llegó el día en que sufrió una quemazón tan intensa que se hizo imposible mantenerla en el lecho. Parecía una criatura arrojada a una hoguera, hasta el punto de que los ojos humanos no podían soportar el espectáculo de semejante martirio.

das están las de Santa Teresa, monja carmelita. Lo que ella misma dijo sobre el tema se encuentra en el capitulo 20 de su autobiografía (titulada Vida y terminada en 1565), en la que trata de la distinción entre los estados místicos de unión y arrobamiento. Al arrobamiento, decía, a diferencia de la unión, a la que puede resistirse casi siempre, "las más veces ningún remedio hay, sino que muchas sin prevenir el pensamiento, ni ayuda ninguna, viene un ímpetu tan acelerado y fuerte que veis y sentís levantarse esta nube, o esta águila caudalosa, y cogeros con sus alas". Como se ve, no hablaba aquí sólo del espíritu. Y proseguía: Y digo, que se entiende, y veis os llevar, y no sabéis dónde; porque aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace temer a los principios... y en tanto extremo que muy muchas veces querría yo resistir, y pongo todas mis fuerzas, en especial algunas que es en público, y otras hartas en secreto, temiendo ser engañada. Algunas podía algo con gran quebrantamiento, como quien pelea contra un jayán fuerte, quedaba después cansada; otras era imposible, sino que me llevaba el alma, y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener, y

algunas todo el cuerpo, hasta levantarme.

"El éxtasis de Santa Teresa", de Giovanni Cignaroli, refleja la belleza espiritual de la monja, que se hacía querer de todo el mundo por su inteligencia, franqueza y buen humor.

Cuando se acercaba su muerte, esos ataques, que fueron interpretados como prueba del gran amor que la santa tenía por su Salvador, aumentaron en gravedad y empezaron a manifestarse en el mundo exterior. Por ejemplo, le llevaron una gran copa de plata llena de agua fría para que se refrescase las manos, en cuyas palmas,

a causa del gran fuego que ardía dentro de ella, sentía un dolor intolerable. Y al introducir sus manos, el agua empezó a hervir de tal modo que la copa y el mismo plato se calentaron grandemente.

Entre el 13 de septiembre y su muerte dos días después, Santa Catalina empeoró rápidamente y perdió mucha sangre, la cual estaba tan caliente que escaldaba su cuerpo dondequiera que fluía, y calentaba de tal modo las vasijas en las que era recogida que una taza de plata dejó una señal indeleble en el sitio donde la pusieron. Catalina de Génova fue canonizada en 1737. (Barón Friedrich von Hügel, The. Mystical Element of Relígion, págs. 196-97, 452; Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 213-17) Santa Teresa de Ávila Entre las levitaciones de cristianos mejor documenta-

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Aunque las palabras no son nunca ambiguas, podría suponerse que en su exaltación espiritual se imaginaba simplemente ser llevada por los aires. Que éste no era el caso lo atestiguan quienes presenciaron sus levitaciones. Uno de ellos, según su amigo y biógrafo el obispo Diego de Yepes, fue el obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza. Este obispo Mendoza estaba dando la comunión a la santa y sus monjas a través de una abertura practicada con este propósito en la pared del coro cuando Teresa fue presa del arrobamiento antes de que pudiese comulgar y se elevó en el aire, por encima incluso de la citada abertura. Así describe ella esa ocasión, u otra parecida: Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese a donde estábamos juntas en el coro, y yendo a comulgar, estando de rodillas, dábame grandísima pena; porque me parecía cosa muy extraordinaria, y que había de haber luego mucha nota; y ansi mandé a las monjas (porque es ahora, después que tengo oficio de priora) no lo dijesen.

A pesar de su resistencia a ser distinguida de sus hermanas de ese modo, las levitaciones continuaron. Una vez durante un sermón en día festivo, cuando estaban presentes en el convento algunas señoras principales, sintió que iba a ocurrirle y se tiró al suelo para resistirlo. Las monjas la rodearon para sujetarla, pero aun así, decía, "todavía se echaba de ver". Santa Teresa describió humildemente sus sensaciones y emociones durante la levitación: Me parecía, cuando quería resistir, que desde de debajo de los pies me levantaban fuerzas tan grandes que no sé cómo lo comparar... Confieso que gran temor me hizo, al principio grandísimo; porque verse ansi levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí, y es con suavidad grande, si no se resiste no se pierde el sentido: al menos yo estaba de manera en mí que podía entender era llevada... Digo, que muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero que toda la pesadumbre del me quitaba, y algunas era tanto que casi no entendía poner los pies en el suelo.

La experiencia era, pues, alarmante, pero "con grandísima suavidad y deleite" si no ofrecía resistencia. No obstante, Teresa rezaba para que estos signos visibles de la gracia fuesen apartados de ella, "porque yo estaba cansada ya de andar en tanta cuenta, y... aquella merced no podía su Majestad [Dios] hacérmela sin que se extendiese". Sus plegarias fueron atendidas, escribía, pues "nunca más hasta ahora la he tenido", aunque en seguida reconoce que ha transcurrido poco tiempo. Trece años después de su muerte (ocurrida en 1582), vivían todavía testigos de sus levitaciones que pudieron dar testimonio jurado de ellas. Uno de ellos, la hermana Ana de la Encarnación contó que cierto día, entre la una y las dos de la tarde, cuando ella estaba en el coro esperando que sonara la campana, entró la

madre Teresa y se arrodilló durante quizá un cuarto de hora. Mientras la hermana la veía, Teresa se elevó, con los pies a medio metro del suelo. Ana se aterrorizó y la santa, por su parte, no dejaba de temblar. La hermana Ana se le acercó y colocó sus manos bajo los pies de Teresa; así se quedó una media hora, sollozando, hasta que terminó el éxtasis. De repente Teresa descendió y apoyó los pies en el suelo; volteó a ver a su alrededor y le preguntó a la hermana que quién era y si había estado allí todo el tiempo. Cuando Ana contestó afirmativamente, Teresa le ordenó que cumpliera su voto de obediencia y no dijera nada de lo que había visto. La hermana Ana de la Encarnación cumplió su promesa, pues sólo prestó declaración después de la muerte de la santa. Pero quizá lo más conmovedor de la historia de las levitaciones de Santa Teresa tenga que ver con su humildad tanto como con sus vuelos sobrenaturales. El testigo fue en esta ocasión el obispo Yepes. La santa acababa de recibir la comunión y, luchando contra el arrobamiento que la acometía, se agarró a los barrotes de la reja (a través de la cual acababan de darle de comulgar) mientras subía por el aire, diciendo a Dios: "Señor, por cosa que tan poco importa, no permitas que una mujer pecadora sea tenida por buena." (Santa Teresa, Vida; Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 9-12) El éxtasis de un teólogo El jesuita español Francisco Suárez, que vivió de 1548 a 1617, fue un gran metafísico y uno de los grandes teólogos de la Iglesia católica; era conocido como hombre de vida pura y santa, aunque no llegó a ser beatificado ni canonizado. Jerónimo de Silva, un hermano jesuita, vio a Francisco Suárez en éxtasis. Relata que un día, hacia las dos de la tarde, don Pedro de Aragón, rector de la Universidad de Salamanca (donde Suárez enseñaba), le había expresado su deseo de que Suárez lo acompañara al monasterio de la Santa Cruz. Como Suárez había pedido que le avisaran en cuanto llegara el rector, el hermano Jerónimo acudió inmediatamente a decírselo. Al llegar a la celda, encontró puesta la tranca que Suárez colocaba en la puerta cuando no quería ser molestado. Pero Jerónimo, obedeciendo la orden que había recibido, quitó la tranca y entró. La antecámara estaba a oscuras, con las contraventanas cerradas. Llamó al padre, pero no recibió respuesta. La cortina que separaba la antecámara y el cubículo estaba corrida, pero entre ella y el quicio de la puerta se podía ver una intensa luminosidad. El hermano Jerónimo hizo a un lado la cortina y entró al cubículo. Allí notó que del crucifijo salía una luz cegadora, tan intensa que parecía el reflejo del sol en los vidrios; Jerónimo no pudo seguir viéndola, pues hubiera quedado completamente deslumbrado. Esa luz brotaba del crucifijo y se derramaba sobre la cara y el pecho del padre Suárez, a quien el hermano Jerónimo vio arrodillado, con la cabeza descubierta, las manos unidas y el cuerpo levan-

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tado hasta el nivel de la mesa donde estaba colocado el crucifijo. Al ver eso, el hermano Jerónimo se retiró, pero antes de salir del cubículo se detuvo confundido, corno fuera de sí, y tuvo que apoyarse en el quicio de la puerta el tiempo de rezar tres credos. Luego salió, con los cabellos erizados, y esperó, sin apenas saber lo que hacía, en la entrada de la antecámara. Más o menos un cuarto de hora después oyó ruidos, y salió el padre Suárez con la intención de quitar la tranca. Al ver allí parado al hermano Jerónimo, le preguntó qué hacía, a lo que éste contestó que lo esperaba don Pedro de Aragón. Suárez le preguntó entonces por qué no le había avisado, y cuando Jerónimo le dijo que había entrado al cuarto pero no había recibido contestación, Suárez lo agarró del brazo, lo hizo entrar y luego, al borde del llanto, le imploró que, mientras él, Suárez, viviera, no dijera nada de lo que había visto. Jerónimo le pidió autorización para consultar al confesor de ambos, a lo cual Suárez accedió. El confesor, fray Antonio de Morales, le aconsejó al hermano Jerónimo escribir lo sucedido, pero le ordenó que no permitiese de ningún modo que nadie lo leyera. Así lo hizo el hermano Jerónimo, y firmó el relato jurando que todo lo que allí decía era cierto. Si él llegaba a morir antes que el padre Suárez, rogaba a quienes lo leyeran que lo creyeran como si lo hubieran visto con sus propios ojos; también decía que si el padre Suárez moría antes que él, estaba dispuesto a confirmar bajo juramento todo lo que afirmaba en el relato. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 27-28)

María de Ágreda

"Habría preferido que me pusieran en la picota", dijo María Coronel, de Ágreda, cuando descubrió que sus monjas la habían mostrado a extraños mientras se hallaba en un trance místico. Incluso habían llegado a apartarle el velo para que la viesen mejor. Como tantos otros místicos, María tenía horror al exhibicionismo y a ser considerada "santa", y se resistía a sus levitaciones extáticas con tal ardor que a veces vomitaba sangre. Su buen amigo el obispo Ximénez Samaniego decía que los éxtasis formaban parte de la naturaleza de esa sierva del Señor. Mientras estaba en trance, su cuerpo se veía completamente privado del uso de los sentidos, como si estuviera muerta, y no sentía nada de lo que se le hiciera. Se elevaba un poco del suelo y era tan ligera como si no pesara, como una pluma que se mueve a distancia con apenas un soplo o la menor brisa. Su rostro se veía más bello que de costumbre y cierta palidez reemplazaba su tono aceitunado natural. Toda su actitud era tan modesta y tan devota que parecía un serafín con forma humana. Con frecuencia se quedaba así dos y hasta tres horas. María Coronel (1602-65) fue aún más famosa por sus supuestos actos de bilocación —que le permitían predicar a los indios de América del Norte mientras permanecía en su celda de Ágreda— que por sus oca-

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sionales levitaciones. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 28-29)

San José de Copertino

Uno de los santos cristianos más insólitos, y el más susceptible a la levitación, fue José Desa. Canonizado como San José de Copertino, había nacido de familia pobre en el sur de Italia en 1603. Sus años de infancia se caracterizaron por una piedad poco común y una especie de ensimismamiento espiritual que hizo que sus compañeros de escuela le pusieran el apodo de Boca Abierta. A medida que crecía, José practicaba una austeridad cada vez más implacable. Al cumplir los 17 años, llevaba cilicio y había empezado a aderezar sus comidas —unas pocas verduras, que comía con moderación a horas muy espaciadas— con un polvo amargo para hacerlas menos sabrosas y agradables. En 1620 lo admitió como hermano lego la orden de los capuchinos. Al principio lo pusieron a trabajar en el refectorio, pero su ensimismamiento, sus ataques de éxtasis y sus descuidos con la loza hicieron que pronto fuese degradado a ayudante de cocina. Pero ni siquiera como acarreador de leña dio la talla, y al cabo de ocho meses fue despedido de la orden. En Grottaglie, cerca de su lugar natal, consiguió José entrar en la orden de los franciscanos conventuales como mulero. Esta vez lo hizo mejor, y en 1625 fue recibido en el estado eclesiástico. Dos años más tarde pasó a ser novicio en el monasterio de Grottaglie, y el 28 de marzo de 1628 fue ordenado sacerdote, en gran parte porque sus compañeros de clase estuvieron tan bien en el examen oral que el obispo, pensando que todos los candidatos estaban igual de bien preparados, no se molestó en hacer preguntas a José. En el monasterio, José pudo dedicarse a su vida austera. Se flagelaba con tal fuerza que las paredes de su celda estaban salpicadas de sangre, y llegó a darse tal maña para hacer desagradable su comida que otro fraile que la probó con mil cautelas tuvo náuseas durante tres días. Además, los éxtasis de José no habían tardado en hacerse tan incómodos que le prohibieron ir con los demás frailes al coro y el refectorio. Esas peculiaridades, y los crecientes rumores de milagros relacionados con él, hicieron que las autoridades eclesiásticas se fijasen en José, y fue llamado a Nápoles para ser examinado por el Santo Oficio. Los inquisidores no encontraron nada censurable, y le permitieron oficiar en su iglesia de San Gregorio de Armenia, donde sucedió algo notable. José había dicho misa en una capilla privada y se había retirado después a un rincón de la iglesia para orar. De repente se levantó por el aire y, profiriendo un agudo grito, voló hasta el altar, con el cuerpo erguido y los brazos extendidos. Al verlo posarse sobre el altar en medio de las velas encendidas, algunas monjas empezaron a gritar: "¡Va a quemarse, va a quemarse! "; pero el compañero de José, eI hermano Ludovico, que parecía un tanto familiarizado con tales espectáculos, exhortó a las monjas a tener más fe y


do, e intimidado, amenazado y humillado. Este trato continuó durante dos años. José lo sobrellevó con paciencia y humildad, pero a costa de una profunda incertidumbre acerca de sí mismo. Durante este periodo se vio acosado por las alucinaciones. Al fin llegaron noticias de su estado al padre general de la orden, quien lo llamó a Roma. Poco tiempo después, José regresó a Asís, donde fue recibido con gran entusiasmo. Allí empezó un periodo en el que los éxtasis y levitaciones de José se hicieron tan frecuentes que se convirtieron en su comportamiento normal. La música, sobre todo, le provocaba con facilidad el vuelo extático. Una Nochebuena, los pastores que por

sugerencia de José tocaban sus flautas en la iglesia de

Cuando diez obreros tuvieron dificultades para erigir una pesada cruz cerca de su pueblo natal, San José de Copertino "se elevó en el aire como un pájaro, levantó fácilmente la cruz y la puso en su sitio". les aseguró que José no se quemaría. Y así fue, pues al poco rato dio otro grito y se alejó volando del altar, esta vez de rodillas, postura en la que aterrizó sano y salvo en el suelo de la iglesia. Después, para mayor asombro de las monjas, se puso en pie de un salto y comenzó a bailar exclamando: "¡Oh, Santísima Virgen, Santísima Virgen!" Otra de sus levitaciones fue presenciada por el mismo Papa. José había ido a Roma, donde le habían preparado una entrevista con Urbano VIII. La presencia del Santo Padre desencadenó inmediatamente el éxtasis de José, que se alzó por los aires, donde permaneció hasta que el padre general de su orden lo hizo volver en sí. Al ver aquello, el Papa aseguró que si José llegase a morir antes que él, él mismo testificaría la verdad de lo que había visto. Pero ahora el extraño destino de José cambió. De Roma fue llamado en abril de 1639 a Asís, donde el guardián de su orden —el segundo en jerarquía— había entrado en sospechas de sus raptos y excentricidades. En Asís fue sometido a una crítica mordaz, llamado repetidamente hipócrita en público y en priva-

Grottaglie pudieron ver al santo tan movido a la alegría por su música que empezó a bailar. A continuación, suspirando y profiriendo un grito, se alzó en el aire y voló unos veinte metros hasta el altar mayor, donde se abrazó al tabernáculo y estuvo un cuarto de hora arrodillado entre las velas encendidas. Después voló de nuevo al suelo. A veces los vuelos de José tenían lugar al aire libre. Por ejemplo, un día paseaba por el huerto de la cocina con un sacerdote, que comentó la belleza del cielo creado por Dios. En respuesta, José lanzó su agudo grito y voló raudo a la copa de un olivo, donde permaneció media hora arrodillado sobre una delgada rama. En esta ocasión el éxtasis lo abandonó antes de volver al suelo, y el sacerdote tuvo que buscar una escalera para ayudarlo a bajar. En otras ocasiones José era capaz de levantar a otros con él por el aire, y se dice que una vez curó así a un loco violento, Baldassare Rossi. El tratamiento de José consistió en ponerle una mano sobre la cabeza, diciendo: "Señor Baldassare, no tenga dudas, sino encomiéndese a Dios y a su Santa Madre", y después, agarrándolo por el pelo con esa misma mano, lo levantó con él en el aire y permaneció allí cerca de un cuarto de hora. Ese tipo de historias, sobre todo cuando se dan en gran número, tienen inevitablemente aire de fábula o cuento popular. Pero lo cierto es que la fama de José era tal que muchas personas ilustres de Europa lo buscaban y testimoniaron los milagros que le habían visto hacer. Por ejemplo, en 1645, el embajador español ante la corte pontificia visitó a José en su celda de Asís y dijo más tarde a su esposa que había "visto y hablado a otro San Francisco". Su esposa quiso gozar del mismo privilegio, de modo que mandaron a José que bajase a la iglesia para hablar con ella. "Obedeceré", dijo José "pero no sé si podré hablarle." Lo que siguió fue declarado, bajo juramento, por numerosos testigos oculares durante el proceso que condujo a la canonización de José: Apenas hubo entrado en la iglesia cuando sus ojos se posaron en una imagen de María Inmaculada que había en el altar, y en seguida voló como una

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docena de pasos sobre las cabezas de los presentes hasta el pie de la imagen. Después, tras rendirle homenaje durante un corto tiempo y proferir su grito acostumbrado, volvió volando y se fue derecho a su celda, dejando a! Almirante, su mujer y el numeroso séquito que los acompañaba mudos de asombro.

Otro eminente testigo de los vuelos de José fue el duque de Brunswick, Juan Federico, quien visitó Asís en 1651 y deseaba mucho ver al famoso fraile. Él y dos acompañantes fueron llevados a un aposento desde el cual pudieron ver, sin ser notados, a José diciendo misa. Mientras miraban, el monje dio su acostumbrado grito y se alzó de rodillas en el aire, retrocedió unos cinco pasos y después volvió hacia el altar, donde permaneció suspendido en éxtasis algún tiempo. El duque, luterano, estaba ansioso por volver a ver aquel fenómeno, y, dado que parecía haber alguna posibilidad de que con ello pudiera convertirse al catolicismo, le permitieron volver a ver al día siguiente a José en misa. Esta vez lo vio flotando más de un palmo por encima de las gradas del altar. Resueltas sus dudas, el duque abrazó la fe católica. A medida que crecía la fama de José, ocurría otro tanto con el número de los que esperaban verlo hacer algún milagro. En 1653 se le ordenó dejar Asís e ir al monasterio capuchino de Pietra Rossa, en el ducado de Urbino. Allí pasó tres meses, y a continuación fue trasladado a una serie de monasterios. Adondequiera que iba, se extendía la noticia de su presencia, se reunían multitudes de buscadores de milagros y éstos continuaban. Finalmente fue enviado al monasterio de Osimo, cerca de Ancona, donde, en el verano de 1663, sucumbió a una enfermedad. Durante sus últimos meses fue atendido por el cirujano Francesco Pierpaoli, quien contó cómo, cuando estaba un día cauterizando la pierna de José, el santo entró en éxtasis, y estuvo un palmo por encima de la silla durante toda la operación. José murió el 18 de septiembre de 1663. Sus últimas palabras, antes de entrar en el éxtasis en que permaneció hasta su muerte, fueron "¡Ah! ¡Qué músicas y cantos los del Paraíso! ¡Qué perfumes y fragancias, qué dulzuras y sabores los del Paraíso!" Fue canonizado el 16 de julio de 1767. (A. Butler, The Lives of the Saints, págs. 287-91; Eric John Dingwall, Some Human Oddities, págs. 9-29; Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 16) En olor de santidad Las monjas cristianas son consideradas y se consideran a sí mismas esposas de Cristo, y en prenda de ello se ponen un anillo nupcial al hacer los últimos votos. Después del matrimonio místico de la hermana Giovanna María della Croce, de Rovereto (Italia), que tuvo lugar hacia 1625, su dedo anular "exhalaba una deliciosa fragancia. que le fue imposible ocultar, y de la que no tardó en darse cuenta toda la comunidad". Y continúa su biógrafo:

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El perfume que despedía era tan fuerte que se comunicaba por el tacto y persistía durante un tiempo considerable. Ocurrió así que, habiendo tocado ese dedo la hermana María Ursula, durante la primera enfermedad de la santa monja, su mano retuvo después varios días una exquisita fragancia. El aroma era particularmente perceptible cuando Giovanna María estaba enferma, porque entonces no podía tomar precauciones para disimularlo. El perfume fue extendiéndose del dedo a la mano y después a todo el cuerpo, y se comunicaba a cuantos objetos tocaba. No podía ser comparado con ningún aroma terrenal porque era esencialmente diferente, y llenaba alma y cuerpo de una dulzura indescriptible. Era más fuerte cuando volvía de

comulgar. Rezumaba no sólo de su cuerpo, sino también de sus ropas mucho después de habérselas quitado, de su colchón de paja y de las cosas de su

celda. Se extendía por toda la casa y delataba sus idas y venidas y todos sus movimientos. Las religiosas que estaban en el coro sabían que se acercaba ella por el perfume que la precedía. Este fenómeno, que duró muchos años, era aún más notable porque de su natural ella no podía soportar ninguna clase de perfume. Era necesario mantener fuera de la casa cosas como el almizcle y el ámbar, pues actuaban sobre ella desde considerable distancia aunque estuviesen ocultos en el sótano, y la angustiaban de tal modo que a veces se desmayaba inmediatamente. El único perfume que no le hacía daño era el que emanaba de su propia persona. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 229-30]

Un horno de amor La hermana María Villani, una monja dominica de Nápoles (Italia), que creía que le había atravesado el costado y el corazón "una ardiente lanza de amor", tenía 86 años cuando murió a finales del siglo xvii. En el momento de su muerte su carne estaba oscura y arrugada, pero después cambió milagrosamente, haciéndose "flexible y fresca de color como la de una persona viva". Nueve horas después de su muerte le hicieron la autopsia, comenzando por una incisión en el pecho. Pero al hacerla salió humo del corazón, con gran asombro de los presentes, y con el humo tanto calor que el cirujano tuvo que hacerse hacia atrás. Al fin volvió a su tarea para retirar el corazón del cuerpo, pero el calor seguía siendo intenso, y se quemó varias veces antes de poder extraerlo. Los presentes pudieron entonces ver y explorar en el corazón una herida abierta, exactamente de la forma y tamaño de la que la propia María había dibujado una vez. "Esa herida", dice su biógrafo, "yo la he visto, tocado y examinado. Los labios están duros y chamuscados, como cuando se utilizaba el cauterio, sin duda para recordarnos que fue hecha con un dardo de fuego." La biografía de la hermana María, publicada cuatro años después de su muerte, no sólo contiene declaraciones juradas de los sucesos citados hechas por


los cirujanos responsables de la autopsia, Domenico Trifone y Francesco Pinto, sino también las de tres de sus confesores, para cuyo efecto se les había permitido ver y sondear la herida sobrenatural de su costado, Uno de esos confesores, Leonardo di Lettere, era un hombre de cualidades morales y espirituales tan por encima de cualquier sospecha que después de su muerte fue candidato a la beatificación. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 219-20) Un corazón ardiente La venerable Serafina di Vio, monja carmelita que vivió en Capri en el siglo xvit, tuvo fama en su época por su ardiente devoción a Cristo, que, según testimonio de otras monjas, le ponía en el rostro un resplandor incandescente cuando estaba rezando. También notaron que su carne estaba tan caliente que al tocarla, incluso en un rudo día invernal, se quemaban. Según contaba ella, sentía "cómo la consumía un fuego interno y le hervía la sangre". Teniendo ya cerca la muerte, Serafina, como Santa Catalina de Génova (ver pág. 284), "perdió grandes cantidades de sangre por la nariz y por la boca"; tanta que a todos asombró que pudiese sobrevivir a esa pérdida, siendo ya tan vieja y estando tan delgada. Pero el mayor prodigio ocurrió después de su muerte: Durante veinte horas el cuerpo conservó un calor tan grande, especialmente en la zona del corazón, que uno podía calentarse cómodamente la mano poniéndola allí, como descubrieron muchas de las monjas al hacer la prueba. El calor fue perceptible, aunque no tan intenso, hasta treinta y tres horas después de la muerte, a pesar de que era el mes de marzo y hacia mucho frío. El cadáver no perdió por completo su color sino hasta que lo abrieron y extrajeron el corazón.

(Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, págs. 218-19) La fragante estela de María de los Ángeles Durante las audiencias que condujeron a la beatificación de María degli Angeli, muerta en Turín (Italia) en 1717, una princesa de la casa real de Piamonte hizo bajo juramento la siguiente declaración: Como prueba de la santidad de esta sierva de Dios, yo alegaría la incomparable fragancia que se manifestaba en los lugares donde vivía o por los que pasaba. La dulzura de su perfume no se parecía a nada terrenal. Cuanto más respiraba uno, más delicioso resultaba. Era especialmente perceptible en las fiestas de Nuestra Señora, San José y Santa Teresa, durante las novenas solemnes y en las épocas de Navidad, Pascua y Pentecostés. Las damas de mi séquito lo notaban lo mismo que yo, y lo que más me asombró fue que después de la muerte de la sierva de Dios noté y sigo notando ese perfume en la celda que ocupaba, aunque se han quitado de allí todos los objetos que antes tenía.

Otros testigos hicieron declaraciones semejantes. Una de las monjas del convento de María dijo: Cuando necesitábamos a la reverenda Madre y no la encontrábamos en su celda, tratábamos de dar con ella por el perfume que iba dejando." Sin embargo, como muchos de los que tienen esos dones, la hermana Maria se esforzaba en ocultar las pruebas de la gracia que le era conferida, y a menudo tenía cosas malolientes en su celda para disimular su fragancia. Pero de nada le servía, porque el perfume sobrenatural era inocultable. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 231-32) —

Una bendición abrasadora Todos los domingos de Pentecostés, durante siete años, la venerable Rosa María Serio, priora del convento de carmelitas de Emano (Italia), fue destinataria de un extraordinario fenómeno ígneo. En la primera ocasión, sus monjas vieron cómo descendía sobre ella tina bola de fuego. Al apartarle las ropas, descubrieron que las vestiduras interiores que le cubrían el pecho estaban quemadas en forma de corazón. Esa misma quemadura se produjo seis veces más antes de la muerte de la santa mujer en 1725, aunque la bola de fuego sólo fue vista una vez. (Herbert Thurston, The Physical Phenomena of Mysticism, pág. 221) Las Madonnas de Roma En marzo de 1796, el ejército de Napoleón se extendió por el norte de Italia con una velocidad y eficiencia que dejó inermes a sus oponentes. El 14 de mayo ocupó Milán y en julio estaba asediando Mantua. A medida que el ejército francés se acercaba a Roma, sus habitantes se vieron invadidos por oleadas de temor, patriotismo y una creciente inclinación a ponerse bajo la protección del Cielo. El 9 de julio, sábado, se vio cómo un cuadro de la Virgen conocido por la "Madonna dell'Archetto" tomaba una expresión apenada y abría y cerraba los ojos. Al poco tiempo otros veinte cuadros de la Madonna habían dado muestras de animación parecidas. Imágenes de santos cambiaban de postura, y los ojos cerrados del Cristo de varios crucifijos se abrieron. Una gran ola de devoción convirtió a Roma en una ciudad de penitentes. Una descripción clásica de cómo movían los ojos las Madonnas nos la da el padre Goani, quien fue llamado para observar a la Madonna dell'Archetto la primera vez que ocurrió el fenómeno. Al principio no vio nada extraño, pero permaneció atento durante unos tres cuartos de hora. De repente, cuando menos lo esperaba, advertí un movimiento visible y manifiesto en ambos ojos. Observé que el globo del ojo se movía, que las pupilas ascendían gradualmente, y llegaron a ocultarse de tal forma bajo los párpados que sólo se veía el blanco del ojo. Tras un brevísimo intervalo, vi cómo las pupilas descendían con movimiento lento y uniforme a su anterior posición... Este movimiento perpendicular lo observé sucesivamente

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otras dos veces... No debo omitir algunas otras circunstancias que acompañaron el prodigio. La primera es que en el instante en que el globo del ojo empezó a moverse percibí una finísima sombra que oscureció un poco el blanco. Pero esa sombra se disipó al instante, porque en el momento de la elevación de las pupilas volví a ver el blanco igual que antes. La segunda circunstancia es que el movimiento estaba dotado de mucha gracia y majestad. La tercera, que en el mismo momento en que yo veía el movimiento sobrenatural éste fue atestiguado por los extraordinarios gritos, oraciones y aclamaciones de todos los allí presentes.

Después, el padre Goani, simulando ocuparse de una vela que goteaba, subió las gradas para examinar más de cerca la pintura. Allí "percibió que el barniz estaba perfectamente liso, sin el menor vestigio de fraude". Dos días más tarde prosiguió su examen con ayuda de un juego de compases:

flotaba horizontalmente a otros tantos por encima de ellos. Su aparición no había sido señalada por ningún sonido o resplandor, y el abate Marsault no se dio cuenta de lo que ocurría hasta que los otros misioneros señalaron el cielo: Sería imposible [escribió después el abate] describir la impresión causada por aquella asombrosa visión en las mentes y los corazones de los presentes. Sólo puedo deciros que en aquel momento vi a parte de la muchedumbre arrodillarse en el suelo lodoso... manifiestamente aterrados, y a los demás mirando con la boca abierta y los brazos alzados al cielo. Aproveché la ocasión para entonar el himno "¡Viva Jesús! ¡Viva su Cruz!", que fue cantado entre una turbación y agitación de ánimo que todos compartíamos.

Varias otras pinturas fueron sometidas al mismo escrupuloso examen que había hecho el padre Goani a la Madonna dell' Archetto. En una iglesia sacaron del marco un cuadro de la Madonna Addolorata para examinarlo, y los fieles suplicaron al sacerdote que los bendijera con él. Así lo hizo, y cuando estaba a punto de volver a poner el cuadro en el altar se movieron los ojos una vez más, produciéndole tal emoción que se desmayó. A finales del verano de 1796 Napoleón obtuvo del Papa un tratado favorable, y a la primavera siguiente había retirado sus tropas más allá de los Alpes. (Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 68-76)

No tardó en empezar a desaparecer la cruz, comenzando por la base, y cuando el abate Marsault hubo dado la bendición ya apenas se veía. A los pocos días enviaron al obispo de Poitiers una relación de lo ocurrido firmada por 50 testigos, lo que le hizo nombrar una comisión de encuesta. Entre sus miembros estaban el alcalde de Migné, el vicario general de la zona y un protestante, Boisguiraud, profesor de física en el Collége Royale de Poitiers. La comisión trabajó a fondo, entrevistándose con numerosos testigos y confrontando sus relatos. De su informe, publicado el 9 de febrero de 1827, destacan los siguientes detalles: • El Sol se había puesto ya cuando apareció la cruz, y el cielo estaba despejado. • La cruz era plateada (o, según muchos testigos, de un blanco plateado teñido de rosa), en claro contraste con el color todavía azul del cielo. No deslumbraba. • Ambos brazos de la cruz parecían tener exactamente la misma longitud, y los bordes de la figura eran tan nítidos como cortados con sierra. • La longitud del mástil fue calculada en unos 40 metros y su anchura entre 0.90 y 1.20 metros. • Se calculó que la cruz estaba de treinta a sesenta metros por encima del suelo.

La milagrosa cruz celeste de Migné Entre dos y tres mil personas se habían reunido frente a la iglesia parroquial de Migné, cerca de Poitiers (Francia), para oír al abate Marsault predicar el sermón final de una misión que había durado una semana. Era el 17 de diciembre de 1826, año proclamado jubilar por la Iglesia católica, y, como broche de los actos de Migné, el abate Marsault iba a bendecir y a consagrar una gran cruz levantada frente a la puerta occidental de la iglesia. El abate había llegado a la parte de su sermón en la que se refería a la cruz que apareció milagrosamente en el aire antes de la derrota de Maxencio por Constantino en el puente Milvio (ver pág. 283) cuando de pronto las gentes de Migné vieron una cruz luminosa de más de treinta metros que

El informe de la comisión provocó un revuelo considerable en Francia y fue presentado como muestra de la credulidad del clero y de los feligreses. No obstante, los esfuerzos de los escépticos por ofrecer una explicación resultaron mucho menos contundentes que sus invectivas. Algunos sugirieron que se trataba de una enorme cometa o papalote, pero los testigos estaban acordes en que el aire se hallaba totalmente en calma cuando apareció la cruz. Se apuntó la idea de un arco iris solar o lunar, pero el astrónomo JeanDominique Cassini hizo ver que los arco iris no aparecen en un cielo sin nubes, ni cuando el Sol y la Luna están por debajo del horizonte. El profesor Boisguiraud, el miembro de la comisión más familiarizado con la ciencia, dijo que, tras exa-

Mientras la pupila estaba casi oculta bajo el párpado superior, apliqué una de las puntas del compás a su extremidad inferior, entonces apenas visible, y fijé la otra en el borde del párpado inferior. Mediante esta operación pude tomar las dimensiones exactas de la parte blanca o córnea del ojo entonces visible, y encontré que tenía unas cinco líneas o media pulgada. La pupila del ojo volvió a ocupar pronto su anterior posición: con lo que ya no era visible ninguna parte del blanco, porque la pupila tocaba en el párpado inferior.

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Alucinaciones e histeria La explicación —o rechazo— más común que se da a los fenómenos milagrosos dice asi: las leyes de la naturaleza no pueden quedar en suspenso; quienes aseguran otra cosa (por ejemplo, que han visto moverse manos de piedra o llorar ojos pintados) deben por consiguiente estar mintiendo y si no, es que son víctimas de una alucinación. Además, prosigue enunciando esta teoría, cualquier práctica religiosa en la que los temas de la culpa, el miedo y la represión de los impulsos humanos normales sean elementos poderosos, es muy adecuada para producir tales alucinaciones. Sin embargo, la primera parte de este argumento no es ni evidente por sí misma ni axiomática. Una ley natural únicamente existe como formulación científica, y sólo está vigente en una determinada forma hasta que aparecen nuevas observaciones o teorías que la hacen obsoleta e incompleta, momento en que es modificada o abandonada. Un ejemplo bien conocido es la teoría newtoniana de la gravedad, que pareció inatacable durante más de doscientos años, hasta que Einstein y otros científicos revelaron las deficiencias que tenía. En términos más generales, la cuestión de si las leyes naturales han sido históricamente constantes (a una escala temporal de miles de millones de años) no sólo no ha tenido respuesta, sino que es un problema que actualmente la ciencia apenas sabe cómo enfocar. Parecidas incertidumbres se presentan en cuanto a la aplicación de las leyes naturales en circunstancias físicas extremas; por ejemplo, en el caso de los llamados "agujeros negros" del espacio exterior. No obstante, puede argüirse que por "leyes naturales" se alude a algo más pragmático, como "lo que las personas experimentan normalmente". Pero semejante formulación desbarata el argumento que de ella depende, pues al ser esencialmente estadística y empírica admite excepciones, tales como las de quienes aseguran que una imagen de piedra se ha movido. Por otro lado, si la frase en cuestión significa "lo que todo el mundo experimenta siempre", incurre en una petición de principio, puesto que éste era el punto en disputa. De modo que, basándonos en la ciencia y en el sentido común, la parte del argumento de la alucinación que afirma la fijeza de las leyes naturales no es inatacable. En cuanto al resto de la tesis, que afirma que quienes dicen haber visto sucesos milagrosos mienten o han sido víctimas de una alucinación, es probablemente cierto en algunos casos, aunque sólo sea porque la mentira y la alucinación forman parte de la naturaleza humana. Pero las historias de muchos acontecimien-

tos milagrosos —los de Rimini en 1850 y Limpub 1919, por ejemplo— están repletas de testimonios quienes temían estar siendo víctimas de un engafe r hacían los mayores esfuerzos para descubrir si era Que una alucinación pueda coexistir con los esfuzlzos racionales y decididos para discernirla come :al no es seguro, pero parece improbable, a menos que se tomen como prueba experiencias como las de Rimini y Limpias, lo que también supone una petición -

de principio. En cuanto a aquellos casos en que diferentes personas han observado manifestaciones diferentes de la misma imagen al mismo tiempo, mientras que otras

cercanas a ellas no han visto nada extraño, ni fuera de lo normal, nadie afirma que lo que está ocurriendo sea una manifestación simple u objetiva. Pero admitir esto no es admitir que se trate de alucinación colectiva; los testigos oculares sinceros proporcionan con frecuencia versiones muy distintas de un mismo suceso sin ser por ello acusados de sufrir alucinaciones. Lo que tales casos sugieren es que cada testigo refiere con fidelidad lo que ve de un fenómeno complejo y no ortodoxo, y que algunos testigos no ven absolutamente nada. Admitir que este punto de vista es psicológico no aporta nada al argumento de la alucinación, ya que toda percepción (excepto la de acontecimientos mentales) es el resultado de un componente mental y una ocasión física. Por último, el argumento de la alucinación dice que la práctica religiosa fomenta el miedo y la represión, las cuales a su vez provocan la alucinación. Sin cuestionar de ninguna manera el dogma freudiano que se esconde en esta suposición, cabe hacer aquí las siguientes observaciones: Primero, hay buenas razones para suponer que la práctica religiosa desarrolla tan a menudo la intrepidez como el temor. Segundo, la idea de que las abstinencias de inspiración religiosa constituyen una imposición cruel y represiva es algo completamente natural en quienes consideran tales abstinencias con una mezcla de horror y aversión personal. La realidad es que, para muchas personas, la observación de unos votos y la práctica de la austeridad son en sí mismas una alegría, y por tanto son vistas como fuente de claridad y serenidad. Esto no quiere decir de ninguna manera que el temor, la represión y la alucinación no se den nunca en un contexto religioso. Es evidente que sí se dan, como se dan también en el ejército, la escuela, las empresas, los equipos de futbol y dondequiera que se reúnen los humanos con metas comunes; quizá incluso en las congregaciones de ateos, científicos y psicoanalistas.

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En Migné (Francia) se había congregado una muchedumbre para escuchar el sermón del abate Marsault.

La cruz luminosa que apareció en el cielo fue considerada milagrosa por cuantos la vieron.

minar a fondo las pruebas, no vacilaba en "desafiar a cualquiera a ofrecer una explicación natural del fenómeno; e incluso si alguien ofreciese tal explicación, yo seguiría creyendo que la aparición de la cruz fue milagrosa, dadas las circunstancias que la rodearon''. El obispo de Poitiers dijo ser de la misma opinión, y el 18 de abril de 1827 el papa León XII declaró que la visión no podía ser atribuida a causas naturales. (Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs . 94-100)

ro dieron testimonio del fenómeno. El cardenal Ciacchi juró haber visto cómo el ojo izquierdo de la Madonna miraba hacia arriba siete u ocho veces: "Creo que una de las veces noté un movimiento parecido en el ojo derecho, pero no estoy tan seguro de ello como para jurarlo", añadió. El gobernador de Urbino vio cómo los ojos se movían despacio de izquierda a derecha y viceversa, y el obispo de Pesaro, que era miope, se subió a una mesa a plena luz del día para ver el prodigio, pues la noche anterior no había visto nada. No fue en vano:

Los inquietos ojos de la Madonna

En 1850, en la iglesia de Santa Chiara de Rímini (Italia), los ojos de un cuadro de la Madonna parecieron moverse mientras lo contemplaban la condesa Baldini, su hija adoptiva y otra muchacha. Las dos jóvenes volvieron a la iglesia al día siguiente y, en compañía de algunas otras mujeres y del sacerdote, vieron de nuevo a la Madonna alzar los ojos hasta que sólo se veía lo blanco. Afluyeron los peregrinos a Santa Chiara, y el obispo de Rímini mandó que el cuadro fuese trasladado a la iglesia de San Agustín, una de las mayores de la ciudad. La procesión triunfal en la que la Madonna fue llevada a su nueva morada se detuvo en la plaza principal de Rímini mientras el obispo de Faenza bendecía al pueblo con su imagen, y allí se le vio otra vez mover los ojos. Muchos miembros destacados de la nobleza y el ele292

Mientras estaba en esa postura, pasaron cinco minutos o más sin que fuese juzgado merecedor de observar ningún cambio en los sagrados ojos, aunque los fieles, apiñados abajo, testificaban con la ardiente piedad de sus exclamaciones que veían más que yo. Por eso dirigí una ardiente plegaria a Nuestra Señora, pidiéndole... poder presenciar, aunque sólo fuese una vez, aquella prueba de su soberano poder. En ese momento —y las lágrimas acuden a mis ojos al recordarlo— vi a las sagradas pupilas brillar mientras pasaban de izquierda a derecha y viceversa, y después observé que la pupila izquierda se volvía hacia el párpado superior tanto que quedó casi enteramente oculta, y sólo dejó en su lugar el blanco opaco de la córnea. Mi emoción fue tal que no puedo describirla. Brotó de mis ojos un torrente de lágrimas, y de tal manera temblé con todos mis miembros que me vi obligado a descender con ayuda de dos sacerdotes que estaban cerca.


El obispo de Pesaro añadió que había vuelto a Rimini con un gran número de peregrinos de su diócesis y había pasado largas horas en oración ante el cuadro de la Madonna, pero "no volví a ver más, salvo con los ojos de la fe". El obispo de Cesena contaba que la Virgen alzó y bajó los ojos y después lo miró "un instante con una mirada tan tierna que no pude reprimir las lágrimas". El canónigo boloñés Canzi, al no poder percibir ningún movimiento en el cuadro con unos gemelos de teatro, pidió prestados unos potentes prismáticos que le permitieron ver la familiar mirada móvil. Aunque José Pini, párroco de San Gregorio de Bolonia, observó algún movimiento en los ojos nada más entrar en la iglesia, era lo bastante escéptico para subir al altar y examinar la pintura en busca de indicios de fraude. Allí permaneció, estorbando la vista a los fieles durante tanto tiempo que empezaron a murmurar, impacientes. En vista de ello se hizo a un lado, y en seguida los congregados exclamaron que volvían a ver los movimientos. Contaba el padre Pini: Yo estaba convencido de que no había nada de aquello... No pude evitar decir en alta voz: "No, no; no debemos engañarnos a nosotros mismos. Eso no le gustaría a Nuestra Señora. En este momento no hay movimiento alguno." Con esto cesaron los gritos. ¡Ah, cómo se redoblaron mis dudas! Quién sabe, me decía, si no habré estado hasta ahora totalmente equivocado en lo que creía ver; quién sabe si no es todo pura imaginación. Después, de pronto, tras un breve intervalo, vi con la máxima claridad posible las dos pupilas vueltas hacia el Cielo y casi enteramente ocultas bajo los párpados, hasta el punto de que sólo podía distinguirse un diminuto borde negro, mientras lo blanco se extendía y llenaba un gran espacio.

La prueba más expeditiva llevada a cabo en el cuadro de la Madonna tuvo lugar cuando ya las manifestaciones de movimiento —frecuentes durante unos seis meses— habían casi cesado y el cuadro había sido devuelto a la iglesia de Santa Chiara. Corrió a cargo de siete personas devotas, tres de ellas sacerdotes. Clavaron dos agujas en el marco y tendieron entre ellas un hilo blanco, de tal modo que señalase el borde inferior de las pupilas. Una vez colocado el hilo, los siete, que habían decidido vigilar el cuadro toda la noche, iniciaron sus oraciones. Al llegar a las palabras de la Salve "vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos", los ojos de la Madonna empezaron a moverse de un lado para otro. Los siete fueron subiéndose por turno a una mesa y comprobaron que cuando los ojos estaban alzados había un hueco apreciable entre el hilo y la parte baja de la pupila, el cual desaparecía al bajar el ojo. En Rimini, algunos testigos aseguraron que el rostro de la Madonna cambiaba de color, alternando el pálido con el rosa. Otros dijeron haber visto cómo se movían los labios, mientras que los padres Constantino y Da Forli, ambos capuchinos, juraron haber vis-

to brotar y correr una lágrima del ojo derecho de la Virgen. El obispo de Rimini —que había nombrado una comision para comprobar los hechos— examinó el voluminoso informe sobre los acontecimientos de Santa Chiara y San Agustín, junto con un enorme número de declaraciones juradas, entre ellas las de un cardenal, tres obispos, varios otros clérigos, miembros de la nobleza, pintores, abogados y médicos, y el 11 de enero de 1851 publicó un decreto afirmando que "ha sido probada la verdad del prodigioso movimiento de los ojos en el cuadro de la Virgen de la Merced", que puede ser considerado como un hecho histórico cierto. (Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 76-85) Un médium por los aires

El médium Daniel Dunglas Home fue visto levitar varias veces a lo largo de cuarenta años sin que nunca fuese sorprendido en ningún tipo de fraude. El primer relato de su insólita facultad se debe a F.L. Burr, director de Hartford Times: De pronto, sin que ninguno de los presentes lo esperase [quizá ni siquiera Home: tenía diecinueve años y ésa fue su primera e involuntaria experiencia de levitación], Home fue levantado por los aires. En ese momento, yo le había agarrado la mano y palpé sus pies: ¡estaban levantados dos palmos del suelo! Él palpitaba de pies a cabeza con encontradas emociones de alegría y temor que ahogaban sus palabras. Una y otra vez fue levantado del suelo, y la tercera fue llevado hasta el techo del apartamento [residencia de Ward Cheney, un industrial de Connecticut], con el que sus manos y pies entraron en suave contacto.

Eso fue en 1852. Después Home aprendió a controlar sus vuelos e hizo demostraciones de ellos ante auditorios de los que formaban parte personajes como el emperador Napoléon III y Mark Twain. Su popularidad era enorme, y solía moverse en los círculos aristocráticos, especialmente de Inglaterra, donde dio una de sus representaciones más celebradas. Asistían lord Adate, su primo el capitán Charles Wynne y el señor Lindsay, más tarde conde de Crawford y Balcarres. Fue Lindsay quien lo contó: El 16 de diciembre de 1868 tuvimos una sesión en la residencia londinense de lord Adare en Ashley Place, con Mr. Home, lord Adare y un primo de éste. Durante la sesión, Mr. Home entró en trance, y en ese estado salió por la ventana del cuarto contiguo y entró por la nuestra. La distancia entre ambas era de unos tres metros, y no había el menor apoyo entre ellas, apenas un saliente de 30 centímetros en cada ventana, que servia para poner flores. Oímos cómo se levantaba la ventana del cuarto contiguo, y casi inmediatamente vimos a Home flotando en el aire frente a la nuestra. La luna llena entraba en la habitación, y yo, de espaldas a la luz, vi la sombra en la pared del alféizar, y los pies de Home a unos 15 centímetros

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por encima. Permaneció en esa posición unos segundos y después levantó la ventana, se deslizó en la habitación con los pies por delante y se sentó. Entonces lord Adare fue a la habitación de al lado para examinar la ventana por la que había salido Home. Estaba levantada casi medio metro, y expresó su asombro porque Mr. Home hubiese podido pasar por una abertura tan estrecha. Home dijo (todavía en trance): "Se lo mostraré", y, de espaldas a la ventana, se echó hacia atrás y salió disparado de cabeza por la abertura, con el cuerpo rígido, y después volvió a entrar suavemente. La ventana está a unos 21 metros del suelo. Se ha sugerido la hipótesis de un mecanismo de cuerdas o soportes en el exterior, pero eso no explica todo lo acaecido. Algunos investigadores han considerado este caso sospechoso por numerosas razones. En primer lugar, hay discrepancias entre el relato de Adare y el de Lindsay, algunas de las cuales se refieren a las dimensiones y configuración de las ventanas y su altura del suelo, Y a si la noche era oscura o con luna. Además, lord Adare hizo relatos contradictorios de lo ocurrido en diferentes ocasiones. En cuanto al capitán Wynne, fue sencillo y claro: "Que Mr. Home salió por una ventana y entró por otra puedo jurarlo, y a quien me conozca no se le ocurrirá pensar que fui víctima de una alucinación o cualquier otro engaño parecido." Pero algunos consideran significativa su omisión de cualquier referencia a vuelo o levitación. Tal vez el capitán Wynne no estaba convencido de que Home hubiese levitado, y se limitó a hacer constar el hecho más simple de su salida y entrada. Por último, un examen de la que parece ser la casa en cuestión ha mostrado que pudo tenderse una cuerda tirante entre ambas ventanas. En consecuencia, los investigadores se han preguntado si Lindsay y Adare no estarían demasiado perplejos la noche del 16 de diciembre como para saber lo que realmente hacía Home y si había recurrido a algún truco. Pero, aunque sus versiones de lo ocurrido diferían, Adare y Lindsay estaban claramente de acuerdo en lo más importante: que Home voló, que se le vio entrar volando por la ventana y más tarde salir y entrar del mismo modo. Si su perplejidad los hizo imaginárselo, al menos estuvieron de acuerdo en lo que habían imaginado. En cuanto a lo dicho por el capitán Wynne y su omisión de cualquier referencia directa al vuelo, parece claro que pensaba estar describiendo algo totalmente fuera de lo común, ya que negó ser víctima de una alucinación o un engaño. La sospecha de que podía haberse utilizado una cuerda tirante o cualquier sistema parecido fue descartada ya entonces por Lindsay, pues "no corresponde a los hechos tal como han sido descritos". En particular, no responde a la afirmación de que Home entró flotando por la ventana con los pies por delante,

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o de que más tarde se echó para atrás y salió disparado de cabeza por donde había venido. Esto deja sólo las objeciones más usuales a los casos de posible levitación: que los testigos mentían o estaban fascinados, histéricos, sobrados de imaginación o faltos de atención. Y, dado que nunca puede probarse que no ha habido alucinación, tampoco puede nunca rechazarse de plano esa objeción. Pero cuando numerosas personas de buena fe y reputación declararon haber visto algo, y no se encuentran pruebas seguras de que lo que vieron fue conseguido mediante truco, debemos suponer —de acuerdo con la teoría de la alucinación— que todas ellas eran débiles mentales, o que el sujeto al que se refieren los informes poseía el don sobrenatural de provocar alucinaciones masivas, o tenía el talento necesario para persuadir a gran numero de personas de que mintiesen en su favor aunque no ganaran nada con ello. En 1871, el año en que Lindsay escribió su relato de la levitación de Ashley Place, Home fue visto levitar por sir William Crookes, un eminente científico que más tarde llegó a ser presidente de la prestigiosa Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia. Su relato, que fue publicado en el Quarterly Journal of Science, enuncia concisamente el dilema que planteaba Daniel Dunglas Home a las personas honorables:

Daniel Dunglas Home, uno de los médiums mas solicitados de su época, era famoso por sus levitaciones ante grupos de testigos. Un científico eminente que sometió a prueba sus hazañas no descubrió el menor fraude.


Los fenómenos que estoy dispuesto a atestiguar son tan extraordinarios, y tan directamente opuestos a los artículos de la fe científica más firmemente arraigados —entre ellos la ubicuidad y la acción invariable de la fuerza de la gravedad—, que aún ahora, al recordar los detalles de lo que presencié, hay en mi mente un antagonismo entre la razón, que me dice que es científicamente imposible, y la conciencia de que mis sentidos, tanto del tacto como de la vista, no son testigos mentirosos.

(Jean Burton, Heyday of a Wizard, págs. 36-38, 213-30; The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, Vol. 2, No. 20)

La estatua que perdió la cabeza

Una mañana, al abrir la puerta de una de las salas abovedadas del Museo de Cera de Turner, el conserje se sobresaltó al ver que una de las figuras había cambiado de sitio durante la noche y su cabeza yacía detrás de ella, en el suelo. El museo, inaugurado en Sacramento (E.U.A.) en 1857, se debió a la inspiración de Richard Turner, un empresario que acababa de visitar en Londres el museo de Madame Tussaud y pensó que algo semejante se haría popular entre los forasteros que acudían a la ciudad atraídos por la fiebre del oro en California. El núcleo del nuevo espectáculo era una escena de guillotina en penumbra, con figuras de franceses y francesas ejecutados durante la Revolución: una pareja de aristócratas (vestidos con las ahora marchitas galas que habían llevado a su decapitación), un cura, una joven dama de honor y un hombre de rostro descolorido vestido de negro. La placa del pedestal de esta última efigie lo identificaba como Nicodéme Léopold-Lépide, y según se supo más tarde había sido un recaudador de impuestos que desvergonzadamente se llenaba los bolsillos con el dinero de los pobres. Era la figura de Nicodéme Léopold-Lépide la que se había movido durante la noche. La exposición, que había tenido un éxito inmediato, llevaba abierta sólo una semana cuando el conserje, Ezra Potter, fue a contarle al dueño su extraña historia. Turner tomó toda clase de precauciones para mantener la puerta cerrada durante la noche e hizo vigilar el edificio, pero siguió ocurriendo lo mismo. Por fin, al cabo de varias semanas, Turner y Potter pasaron una noche en la sala con las figuras guillotinadas. Ambos se durmieron, sólo para ver al despertar que la efigie del recaudador había vuelto a moverse. A la noche siguiente consiguieron permanecer despiertos, y he aquí lo que contó Turner: Fue algo notable. Poco antes de las 2:30 de la madrugada, la figura de Monsieur Nicodéme Léopold-Lépide empezó a moverse. Primero se movieron los brazos y después las piernas. Al cabo de un momento vimos que la cara de cera tomaba un aspecto más de carne y hueso. Frunció las cejas como enfadada, y después oímos una voz.

La figura habló en francés, que Turnar ao día, pero repitió lo mejor que pudo sus paliatilitas a canadiense, que las tradujo como sigue: ¿Es que no se puede disfrutar de un pom át por las noches? De día viene a v ernos la =e_

vienen a ver nuestros espíritus encerrados

No volváis por aqui durante las horas de nunaridad

o lo lamentaréis.

Enterado de lo sucedido un periodista de Sacraffm-to, pidió pasar una noche en la sala con las de cera. Turner accedió, y encerraron al joven en sala durante la noche, con Potter apostado en la pta. A las 2:31 el conserje del museo salió de su morl."rra, despertado por gritos histéricos y golpes en la puerta. Se apresuró a abrirla, y el periodista cayó sin sentido en sus brazos. Más tarde el periodista de Sacramento escribió un relato detallado de su experiencia, en el que describía la sala y cada una de las cinco figuras en sus pedestales. Y proseguía: Mientras estaba sentado en la penumbra, la luz

tenue y temblorosa de las lámparas caía sobre las hileras de figuras, tan extrañamente parecidas a seres humanos que el silencio y la quietud de sus formas las hacían parecer aún más antinaturales y fantasmales. Cuánto echaba de menos el rumor de la respiración, el roce de vestidos y la continua serie de ruidos que uno oye aunque haya caído el más profundo silencio sobre una multitud. Durante un par de horas estuve sentado intrépidamente frente a las siniestras efigies. Al fin y al cabo, sólo eran figuras de cera... Las figuras de cera no se mueven; pero cada vez que apartaba la vista del recaudador, al volver a mirar parecía haber adoptado una postura ligeramente diferente. Seguí mirando, y esta vez vi algo. El brazo de la figura de cera se movió. Despacio al principio, después más rápidamente; ¡y de pronto de un golpecito se quitó la cabeza! Yo miraba fijamente... petrificado, aferrado a la silla... Para mayor horror, donde había estado la cabeza se formó ahora un rostro fantasmal de mirada cruel, rapaz. Se volvió hacia mí y abandonó el pedestal. Me puse en pie de un salto para hacerle frente, y el fantasma de cera vino hacia mí. ¡Lo que más me asustaba era que podía ver a través de su cabeza! Retrocedí hasta la puerta y la golpeé para que viniese el conserje a ver el fenómeno. No hubo respuesta. Golpeé más fuerte, mientras el fantasma de cera seguía acercándose. Me volví y empecé a dar puñetazos en la puerta, También grité, mientras sentía a las horrendas manos de cera cerrarse en torno a mi cuello. Volví a gritar y no recuerdo nada más, sólo la cara acogedora de Ezra Potter. Puedo jurar por lo más sagrado que esto que he escrito es verdad. Por la mañana la cabeza de cera de M. LeopoldLépide apareció en el suelo al lado de las demás figu-

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ras, pero el cuerpo estaba caído junto a la puerta. Por lo visto tenía los dedos planos y deformados. Al parecer, al artículo del periodista le dieron carpetazo (no salió a luz sino hasta los arios treinta, algún tiempo después de su muerte), pero la figura del recaudador fue fundida y reemplazada por otra, tras de lo cual terminaron los problemas. El museo de figuras de cera de Turner siguió funcionando con éxito hasta 1885. (Rayrnond Lamont Brown, Phantoms of the Theater, págs. 26-30) "Enteramente sobrenaturales y milagrosos" Una fase muy crítica en la unificación de Italia por el rey Víctor Manuel II fue la toma de Roma y los Estados Pontificios en 1870. Esta acción creó dificultades entre la Iglesia y el Estado, que no fueron resueltas sino hasta el Tratado de Letrán de 1929, que hacía del Vaticano un estado independiente. Durante estas crisis tuvo lugar un hecho extraordinario en la iglesia de Santo Domingo de Soriano Calabro, en el sur de Italia. Lo cuenta el padre H.M. Cormier, general de los dominicos. Era el 15 de septiembre, fecha en que se celebra en

Soriano la fiesta de Santo Domingo. Después de la misa mayor, hacia mediodía, la imagen del santo, expuesta a la veneración a la derecha del altar, empezó a moverse como si fuese una persona viva. Los fieles que aún estaban en la iglesia quedaron sobrecogidos de asombro; al asombro sucedió el terror, y al terror la admiración. Incapaces de dominar sus sentimientos, prorrumpieron en voces de "¡Santo Domingo, Santo Domingo! ¡Milagro, milagro!". Los demás vecinos corrieron al lugar, y ya en su presencia la imagen siguió moviéndose, tan prohto avanzando como retrocediendo, yendo a la derecha para volver después a la izquierda, como si trazase la figura de una cruz, y hubo momentos en que se separó por completo del pedestal. A menudo levantaba y bajaba la mano y brazo derechos como si predicase, mientras el izquierdo, que sostenía una azucena, vibraba en armonía. Si se intentaba impedir esos movimientos, quienes lo pretendían, lejos de lograrlo, se veían obligados a seguirlos, dominados por una fuerza misteriosa. También su cara, como la de una persona viva, se llenó de expresión, a la vez que enrojecía y empalidecía alternativamente; tenía la frente fruncida y sus ojos tan pronto iban a clavarse con reproche en la gente como se volvían a un lado con una mirada de súplica dirigida a la imagen de Nuestra Señora del Rosario; incluso a los labios se les vio moverse como los de alguien que habla con pasión.

El obispo de Mileto nombró una comisión de encuesta sobre estos sucesos; su juicio sobre el caso fue hecho público el 11 de febrero de 1871. Concluía con estas palabras: Además, considerando que ha llegado a nuestro conocimiento, y ha sido probado por la Comisión

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de encuesta que se han concedido notables favores, incluso en el orden temporal, y que los efectos morales producidos han sido excelentes, no sólo entre el pueblo del propio Soriano sino en toda la diócesis, tras invocar el santo nombre de Dios declaramos que los movimientos de la imagen de Santo Domingo, conforme los hemos descrito, que tuvieron lugar el 15 de septiembre de 1870, fueron enteramente sobrenaturales y milagrosos. ( Herbert Thurston, Beauraing and Other Appari-

tions, págs. 102-05)

Rosa, sándalo y verbena Quienes se lanzan a prácticas espirituales o espiritistas lo hacen siempre, si las circunstancias lo permiten, en las condiciones más idóneas. Eligen, por ejemplo, un lugar tranquilo, ponen imágenes apropiadas, encienden velas, queman incienso y utilizan, en fin, cuanto puede potenciar el escenario. Para W. Stainton Moses, antiguo clérigo y uno de los médiums más destacados de la Inglaterra victoriana, la atmósfera apropiada para una sesión se lograba siempre mediante el uso de perfumes de uno u otro tipo, generalmente procedentes de las flores. Este hábito tuvo curiosas consecuencias, según Moses (y según el testimonio de varias personas reputadas que lo presenciaron), pues los seres invisibles presentes tomaban el uso de las flores por una invitación y esparcían todo tipo de fragancias sobre los asistentes. "Ninguna sesión transcurre", escribía Moses, "sin que lluevan perfumes sobre nosotros, o floten en torno al círculo oleadas de aire perfumado." Y proseguía así en una carta a The Spiritualist del 1° de enero de 1875: Esos perfumes son de varias clases, siendo los favoritos rosa, sándalo y verbena. Cualquier flor de buen olor que haya en la habitación es utilizada, extrayéndole el perfume. Así ocurre sobre todo en el campo. En tales casos hemos notado que la presencia de una determinada flor en la habitación determina el olor predominante del espíritu; y que a determinadas flores les es extraído todo el perfume en el momento, aunque vuelvan a oler al día siguiente. Sin embargo, a veces un olor perfectamente diferenciado es extraído de —o, más precisamente, atribuido a— una determinada flor. En este caso la flor invariablemente se marchita y muere en poco tiempo.

Sin embargo, a W. Stainton Moses le esperaba algo más que corrientes de aire misteriosamente perfumadas en habitaciones cerradas. También su cuerpo empezó a exhalar una fragancia inexplicable: Hace ya varios meses que empecé a notar la presencia de una atmósfera perfumada en torno mío, especialmente durante los momentos en que sentía dolor. He padecido neuralgias, y en tales ocasiones los que me rodeaban han notado la presencia de varios tipos de perfume, como los que


largo tiempo después de haberse separado de ellos, mientras que así es como solía ocurrir con los santos (ver págs. 288-90). (Proceedings of the Society for Psychical Research, 9:269-73, 1894; 10:224-26, 1895) Un presagio en el cielo El general George A. Custer y su 7° Regimiento de Caballería, de unos 600 hombres, fueron enviados a mediados de mayo de 1876 a unirse a una expedición contra los indios sioux en lo que hoy es el sureste de Montana. Mientras los residentes contemplaban la salida de la tropa del fuerte Abraham Lincoln entre una nube de polvo, vieron un extraño presagio del destino que iba a tener el regimiento: pudieron contemplar asombrados cómo casi la mitad del regimiento parecía internarse a caballo en el cielo y desaparecer. Al cabo de poco más de un mes, el 25 de junio, en la batalla de Little Bighorn, Custer y 264 de sus hombres fueron rodeados y muertos por las fuerzas de los jefes sioux Toro Sentado y Caballo Loco. Como la visión, o espejismo, había augurado, murió aproximadamente la mitad del regimiento. (Fairfax Downey, Indian Fighting Army, págs. 195-96)

W. Stainton Moses, clérigo anglicano educado en Oxford, abandonó el clero en 1872, al despertársele un arrollador interés por el espiritismo que le durarla toda su vida.

observamos durante nuestras sesiones. Un anochecer estaba yo ante una ventana abierta por la que soplaba el aire, y el perfume de rosa era tan acusado que varios amigos presentes decidieron averiguar su origen... Lo localizaron en una zona, no mayor que una moneda, de mi coronilla. El sitio estaba perceptiblemente húmedo de perfume, que rezumaba en mayor abundancia al oprimirlo.

Moses decía también que su experiencia no era probablemente distinta de lo que tradicionalmente se ha llamado "olor de santidad". Pero, dado que él rechazaba cualquier posible tipo de santidad en su persona, consideraba esos perfumes como prueba de sus facultades de médium, que, según él, tenían los santos en abundancia. Pero al decir esto, Moses ignoraba una característica de aquellos casos en que una persona con fama de santidad se ha visto acompañada por una fragancia misteriosa, pues tales perfumes han sido casi siempre calificados como sobrenaturales e indescriptibles. Por el contrario, los relacionados con W. Stainton Moses eran siempre muy concretos, identificables al momento por quienes lo rodeaban. Tampoco se dice que el perfume que él exhalaba fuese capaz de impregnar su entorno y los objetos que tocaba durante

Aunque fue el último de la clase en West Point, el general George A. Custer se hizo famoso durante la Guerra de Secesión por su osadía y agresividad, las cuales lo condujeron al desastre de Little Bighorn. Prodigio en Campocavallo En 1892, la capilla de Campocavallo, a unos diez kilómetros de Loreto, en Italia, ocupaba un edificio anexo a la granja del mismo nombre. Era utilizada por la gente del campo circundante y por un sacerdote que venía regularmente a decir misa. El único decorado de esta humilde capilla lo constituían dos reproducciones en color, una de ellas de la Dolorosa de Murillo. El 16 de junio, fiesta del Corpus Christi, unas mujeres estaban orando ante este cuadro cuando advirtieron en la cara de la Virgen gotas de humedad, algunas de las cuales habían empezado a correrle por

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las mejillas. Informaron a la persona encargada de la capilla, quien, tras convencerse de que era cierto, fue a decírselo al sacerdote. Éste se mostró escéptico, pero a la mañana siguiente alteró sus planes y visitó la iglesia para decir misa. Allí vio la humedad por sí mismo. Al llegar la tarde, se había reunido en la capilla una pequeña muchedumbre, en la que todos pugnaban por acercarse lo más posible al cuadro. Mientras rezaban, los ojos de la Madonna empezaron a moverse. No tardaron en llegar noticias de lo que ocurría al obispo de Osimo, Edigio Mauri, en cuya diócesis estaba la capilla. El prelado se apresuró a advertir a su clero que evitase fomentar en el pueblo el gusto por tales prodigios y nombró una comisión de encuesta. Pero los peregrinos eran incontenibles. El 10 de diciembre habían donado dinero suficiente para que el obispo pusiese la primera piedra de una nueva iglesia en Campocavallo. Un año después fue nombrado arzobispo de Ferrara (más tarde llegó a cardenal), y en su sermón de despedida al pueblo de Osimo rindió tributo a Nuestra Señora de Campocavallo, expresando su convencimiento de que los prodigios relacionados con su irriagen eran sobrenaturales: Hace veinte meses, oh querida Madonna de Campocavallo, eras desconocida para el mundo; pero un día los ojos de una pobre imagen tuya se movieron de un modo maravilloso, y desde ese momento millones y millones de labios cantan tus alabanzas.

(Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 87-89) La imagen milagrosa de Mellieha A finales del siglo pasado los jesuitas ingleses tenían un internado para muchachos que se encontraba no lejos de la ciudad de La Valleta, en la isla de Malta. El 20 de marzo de 1893 llevaron a los jóvenes internos de excursión a Mellieha, un pueblo del extremo noroccidental de la isla. El grupo iba a cargo de los padres John McHale y John Gordon, auxiliados por los legos Noonan y Ellingworth. Según el padre McHale, eligieron Mellieha por una pura cuestión de comodidad; pero, de camino, en uno de los carruajes alquilados para el paseo, algunos de los muchachos mayores le hablaron de una imagen que había en Mellieha y que se movía milagrosamente. El grupo llegó al pueblo algo temprano para comer, por lo que decidieron visitar la iglesia. Frente a ella, al otro fado del camino, das tramos de escalones de piedra llevaban a una cueva conocida por Grotta della Madonna. Al seguirlos, varios muchachos y el padre McHale se encontraron frente a una imagen de la Virgen de tamaño mayor que el natural. El padre McHale describía así lo sucedido: Me adelanté hacia la imagen, dejando al otro padre con unos cuantos chicos cerca de la entrada... Para

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entonces mis ojos se habían acostumbrado ya a la penumbra de la cueva, y al llegar a la reja vi la imagen ante mí. Me impresionó mucho su aspecto majestuoso y digno. Se trataba de una imagen antigua esculpida en piedra común de la comarca, una caliza blanda y blancuzca. Nuestra Señora tiene en la mano izquierda al Divino Niño, mientras que la derecha está libre y extendida a alguna distancia de su costado en una postura que llama la atención. Los dedos estaban juntos y doblados en forma de gancho. El sacristán encendió dos grandes velas y las puso enfrente de la imagen... Mientras examinaba atentamente la imagen, pregunté a algunos de los chicos que estaban cerca de mí qué mano era la que supuestamente se movía. Me dijeron que la derecha, y me volví a mirarla. Estaba inmóvil. Pero casi inmediatamente me sobresaltó ver que el dedo meñique se movía suavemente hacia atrás. Fue seguido por los dos dedos siguientes, después por el índice, y finalmente por el pulgar. Cuando los dedos hubieron adoptado una postura llena de gracia, la mano entera se movió suavemente hacia arriba unos 25 ó 30 centímetros, volvió a bajar despacio y acabó por trazar una cruz. Los dedos volvieron entonces a su postura original, y al cabo de una pausa de pocos minutos se repitió el gesto.

Cuando los chicos que estaban con el padre McHale vieron que la mano de la Madonna se estaba moviendo, exclamaron: "¡Milagro! ¡Milagro!", y los demás acudieron corriendo. El padre Gordon (que había viajado en otro carruaje y no sabía nada de la imagen) estaba estudiando la inscripción que había a la entrada de la cueva. McHale lo llamó para que fuese a ver la imagen: Acudió inmediatamente y vio la mano moviéndose. Probó desde varios sitios, pero en todos veía la mano en movimiento, Temiendo que pudiese ser su cabeza la que se movía, se puso junto a la pared, se apoyó en ella y fijó los ojos en uno de los barrotes de la reja. Entonces vio claramente cómo la mano se alzaba por encima del barrote y descendía lentamente por debajo de él. Para evitar también yo que se me moviese la cabeza, la introduje muy apretada entre dos de los barrotes de la reja, y puedo garantizar que el movimiento era exactamente el mismo.

McHale pidió después a Frederic Clothier, un chico protestante de unos 14 años, que mirase la mano derecha y le dijese lo que viera. El muchacho confirmó cuanto veía el padre y después le hizo observar la mano del Santo Niño. El padre McHale recordaba: Levanté la vista y vi la manita del Niño bendiciéndonos. También su cabecita se movía suavemente de un lado para otro, y el aspecto de su cara pareció cambiar. Cuando la cabeza y la mano estaban moviéndose, su expresión se parecía mucho a la de un pequeñuelo que grita de alegría. Esto pudo deberse a mi imaginación... Desde luego,


cuando la mano estaba en reposo no había nada extraordinario en el aspecto de su cara. Permanecimos en la cueva una media hora, y la mano siguió moviéndose mientras estuvimos allí... El movimiento de la mano no era nada uniforme. A veces los dedos se abrían uno tras otro y se cerraban de la misma manera, o bien se abrían a la vez y se cerraban uno tras otro. También la mano se levantaba unas veces 25 ó 30 centímetros y otras sólo la mitad de esa distancia, mientras que el movimiento cambiaba constantemente... Cualesquiera que fuesen sus gestos, había algo tan suave y atractivo en su movimiento que la sensación casi de miedo que me asaltó cuando vi los dedos moverse por primera vez desapareció en seguida, y me sentí de manera irresistible incitado a rezar a Nuestra Señora.

A finales de mayo, el padre McHale volvió a la cueva de Mellieha con algunos otros padres del colegio. El sacristán les dijo que desde su visita en marzo hasta finales de abril la imagen había estado quieta, pero durante mayo se había movido casi a diario. Al inspeccionar la imagen, se convencieron de que estaba esculpida en un solo bloque de piedra, sin ningún tipo de uniones. Esperaron atentos en la cueva durante largo tiempo, pero no vieron nada. Una nueva visita el 1° de junio, fiesta del Corpus Christi, fue más fructífera: Al mirar la imagen, vi su mano moviéndose suavemente. Esta vez no subió más de 12 a 15 centímetros. El movimiento era además muy lento. Tras completar la cruz, la mano quedó inmóvil. Lo que siguió me pareció que lo había hecho Nuestra Señora para convencernos de que realmente nos había dado su bendición. El pulgar y el índice estaban separados aproximadamente tres centímetros. Aunque la mano no se movió, el pulgar se juntó con el índice, volvió a abrirse y se alzó cosa de tres centímetros sobre él, tras de lo cual descendió esa misma distancia por debajo y acabó volviendo a su postura original. Esto continuó durante unos minutos. Los demás dedos se movían también de vez en cuando. Uno de los colegas de McHale propuso colocar su dedo entre los de la estatua para sentir el movimiento. "Temiendo que aquello supusiera irreverencia o curiosidad indebida", dijo McHale, "le aconsejé vehementemente que no lo hiciese, y atendió mi sugerencia." Poco después cesó el movimiento, y, tras unas plegarias de agradecimiento, McHale y sus colegas se marcharon. John IvIcHale, que murió en 1911, es descrito por Herbert Thurston, destacado especialista en fenómenos paranormales, como "un hombre de aguda sensibilidad y muy perspicaz en todos los aspectos prácticos de la vida", "escrupulosamente honesto y recto en todos sus actos". El padre John Gordon, muerto en 1913, era "un escocés práctico, nada dado a fantasear". Su necrología hablaba de "su odio al engaño y a los impostores, su carácter sencillo y honesto".

Tras la muerte de McHale, su historia fue confirmada por uno de los discípulos presentes, Frederic Clothicr, pero puntualizada por otro de ellos, Testaferrata Bonici, más tarde marqués. Bonici escribió en 1920 la siguiente nota, en respuesta a una petición de información:

El difunto padre McHale me llevó una vez junto con otros chicos del colegio... a la iglesia parroquial de Melleha [sic] a visitar a Nuestra Señora. Mientras estábamos rezando ante la famosa imagen, el padre McHale y muchos de los chicos que estaban con él gritaron que Nuestra Señora estaba moviendo la mano y bendiciéndonos. Siento no haber tenido el privilegio de ver moverse la imagen; pero puedo garantizar lo ocurrido en cuanto a que el padre McHale y muchos de los chicos exclamaron que Nuestra Señora estaba bendiciéndonos. El hermano Ellingworth confirmó que él y el hermano Noonan habían entrado en la gruta después de comer y habían visto la imagen moverse, aunque no tanto ni durante tanto tiempo como McHale y Gordon. ¿Hay algo más que esos testimonios para probar tan inverosímil historia? El 13 de agosto de 1887 el padre Angelo Portelli y un grupo de novicios dominicos vieron moverse a la Virgen de Mellieha. Lo mismo le ocurrió a otro sacerdote llamado Portelli, no emparentado con el anterior. Sus declaraciones juradas describiendo con gran precisión los movimientos del brazo derecho "hacia arriba y hacia abajo... y también hacia el pecho" están archivadas en la localidad maltesa de Sliema. (The Month, 79:360-69, septiembre-diciembre de 1893; Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 106-16)

Un mago encuentra la horma de su zapato Howard Thurston (1869-1926) fue uno de los magos más famosos de su tiempo y, como la mayoría de ellos, sabía lo fácil que es hacer creer al público las historias de fenómenos paranormales a que daban lugar los numerosos médiums de la época. De esos médiums, pocos tan discutidos como Eusapia Palladino, una italiana cuyo debut en los Estados Unidos había sido preparado•por el doctor Hereward Carrington, notable investigador de lo parapsicológico. Eusapia había ya sido denunciada como fraudulenta por profesores de la Universidad de Columbia. Se dijo que recurría a trucos cuando le fallaban sus dotes; pero Carrington estaba convencido de que podía llevar a cabo realmente actos sobrenaturales, y se ofreció a probárselo al escéptico Thurston en una sesión privada que se celebraría en la habitación de Eusapía. Thurston describió así lo que observó:

-

Sin otras expectativas que la historia del fraude y su denuncia, llegué con mi esposa al hotel... Eusapia nos hizo esperar, y mi mujer y yo aprovechamos la oportunidad para hacer un completo examen de la

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Esta fotografía, tomada en Munich el 15 de marzo de 1903 durante una sesión, muestra a Eusapia Palladihabitación. Pero nuestra búsqueda no dio resultado; no encontramos nada ni remotamente sospechoso. Yo examiné en particular la mesa que iha a utilizar. Sometí a escrutinio cada centímetro de esa pieza de mobiliario. No recuerdo haber visto nunca un objeto más inocente.

Cuando llegó Eusapia Palladino, parecía completamente agotada. Tenía los ojos vidriosos, la cara de una palidez no natural y le sudaban las manos. Se encendieron más luces y comenzó la sesión: No creo que nunca en la historia haya tenido un mago escéptico el privilegio de contemplar lo que yo vi después. Vi a Eusapia poner sus manos sobre aquella mesa que yo había examinado tan cuidadosamente. Vi la mesa levantarse y flotar, sin que nada la sostuviera en el aire; y mientras

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no (frente a la cámara) haciendo levitar la mesita y el acordeón del fondo. permanecía allí me puse de rodillas y di vueltas a su alrededor buscando en vano alguna explicación natural. No la había. Ni alambres, ni soportes, ni palancas... Nada, excepto algún poder oculto que yo no podía adivinar. Me sentía herido en mi orgullo... No estaba dispuesto a renunciar a mi fe en el racionalismo. Pedía más pruebas, y la extraña mujer aceptó con una complacencia desconcertante. Mi esposa le sostuvo los pies. Yo le sujeté los brazos. ;E incluso entonces, así presa y custodiada, la mesa volvió a levantarse! Cuando finalmente volvió a caer de golpe al suelo ante mis ojos, yo era un escéptico derrotado. ;Palladino me había convencido! No había engaño en lo que me había mostrado. Si después de leer lo que acabo de escribir de esa aventura en un reino donde mi magia no puede penetrar el lector duda, no de mi palabra, sino de mis dotes de observación,


permítame decirle esto: "Mi carrera ha estado dedicada sin desmayo a la magia y el ilusionismo. Creo que comprendo los principios a que obedecen todos los trucos conocidos. Estaría dispuesto a ir al otro extremo del mundo con tal de presenciar uno que no pueda explicar." Cada vez que acudo a una sesión concentro todas mis facultades en el médium, alerta a la menor prueba de engaño. Estoy dispuesto a jugarme mi reputación como mago a que lo que esa médium nos mostró era auténtico. Insisto en que esa mujer nos mostró una auténtica levitación, no mediante trucos, sino con ayuda de una fuerza desconcertante, intangible e invisible, que irradiaba de su cuerpo, y sobre la cual ejercía un control temporal y agotador. [Eric John Dingwall, Very Peculiar People, pág. 211; Silvan Muldoon, Psychic Experiences of Famou.v People, págs. 54-56]

El milagro de Fátima El 13 de mayo de 1917, tres niños pastores tuvieron una visión cerca del pueblo portugués de Fátima. Encima de una nube que se cernía sobre una encina vieron la figura resplandeciente de una mujer, "una hermosa señora del Cielo". La señora dijo a los niños —Lucía, de 10 años, Francisco, de 9, y Jacinta, de 7que se reunieran con ella en aquel mismo lugar el día 13 de cada mes, hasta octubre. Un mes más tarde se congregaron unas 50 personas para ver la aparición. Algunas aseguraron que veían una nube encima del árbol, pero sólo los niños vieron a la señora. Al mes siguiente los reunidos fueron más, pero la señora volvió a ser invisible excepto para los niños. Para entonces ya había una considerable oposición a la historia y a la indeseada publicidad que estaba dando a la comarca, y el 13 de agosto los niños fueron detenidos por el prefecto local. Dos días de interrogatorio no consiguieron hacer cambiar su testimonio. El día 19 de ese mes se les apareció de nuevo la señora, esta vez en Valinhos, no lejos de Fátima, y les dijo que volverían a verla por última vez el 13 de octubre. En un día húmedo y sombrío 50 000 personas se congregaron para ver la última aparición. Esta vez la señora resplandeciente, de nuevo invisible para todos salvo para los niños, descubrió su identidad: era Nuestra Señora del Rosario, y les dijo tres "secretos" acerca del futuro. Después ocurrió algo sorprendente. De pronto dejó de llover y salió el Sol. Al principio pareció que empezaba a girar, pero después comenzó a caer locamente hacia la tierra. La muchedumbre estaba aterrada. Al cabo de un momento el Sol volvió a su posición normal, y después repitió la misma maniobra otras dos veces. Más tarde la gente se dio cuenta de que sus ropas, mojadas por la lluvia, estaban completamente secas. Los dos niños menores, Francisco y Jacinta, murieron durante la epidemia de gripe de 1918-19. Lucía aprendió a leer y escribir y anotó los "secretos" que

Poco después de su visión milagrosa en Fátima, Jacinta Marto (izquierda), su hermano Francisco y su prima Luda Dosantos posaron muy serios para esta foto. le había dicho la Señora. El primero era una visión del infierno. El segundo podía referirse a la Segunda Guerra Mundial: La guerra [primera mundial] va a terminar. Pero si la gente no deja de ofender al Señor, estallará otra más terrible durante el próximo pontificado. Cuando veáis que la noche e s tá iluminada por una gran luz desconocida, sabed que es la señal que Dios os envía de ese castigo al mundo mediante otra guerra, el hambre y la persecución de la Iglesia y del Santo Padre.

Durante el siguiente pontificado, el de Pío XI, Hitler se anexionó Austria. En enero de 1938, dos meses antes de este preludio de la Segunda Guerra Mundial, las gentes de la Europa Occidental observaron un extraordinario despliegue de luces en el cielo nocturno. Duraron dos horas, y eran tan brillantes que quienes trabajaban de noche en los Alpes pudieron ver sin necesidad de luz artificial. Se dijo que eran una rara forma de aurora boreal. De acuerdo con las instrucciones de Lucía, el tercer secreto de la Señora fue abierto al parecer por el papa Juan XXIII en 1960. No se ha hecho público el contenido del mensaje, pero se cuenta que el Papa dijo a algunos de sus íntimos del Vaticano que al leerlo casi se desmaya de horror. (Cyril Charlie Mardindale, The Message of Fátima, págs. 30-35, 77-78, 159) Los ojos del Cristo Dominando el altar de la iglesia parroquial de Limpias, un pequeño pueblo en el norte de España, hay un crucifijo de madera finamente esculpido. Los ojos de esa figura de madera, de tamaño algo mayor que el natural, son de porcelana, y el 30 de marzo de 1919 una niña de unos 12 años los vio moverse.

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Se sobresaltó tanto que fue corriendo a contárselo a uno de los dos misioneros capuchinos que estaban de visita en la iglesia. El padre capuchino, que no consiguió ver nada extraño en la imagen, supuso que la niña se lo había imaginado, hasta que algunos otros niños dijeron también que los ojos se movían. Después se unieron al coro algunos adultos: no sólo se movían los ojos, sino que la cara y el cuello del Cristo estaban húmedos, como sudando. El 2 de abril, el párroco, don Eduardo Miqueli, escribió a su obispo contándole lo que sus fieles decían haber visto y el fervor religioso que se había desatado en su iglesia. Añadía a su carta los nombres de dos niños, dos trabajadores, dos señoras y dos caballeros de buena posición a los que se había permitido hacer declaraciones juradas, en representación de un grupo de testigos mucho más amplio. En cuanto a él, decía el sacerdote, no había comentado en ningún sentido el posible carácter milagroso de lo que le habían contado. A pesar de la excitación reinante en Limpias, no se vio nada más durante dos semanas. A pesar de ello, el 4 de mayo llegaron de Santander en trenes especiales 1 500 peregrinos. Se levantaron arcos de triunfo, repicaron las campanas y se lanzaron cohetes. La emo-

ción era intensa, y las manifestaciones se hicieron más variadas y sorprendentes. Según el reverendo barón Von Kleist, cronista de los sucesos de Limpias: Muchos decían que el Salvador los miraba, a unos con complacencia, a otros con gravedad, y a otros más con una mirada punzante y seria. Unos veían lágrimas en sus ojos; otros observaban que le corrían gotas de sangre por las sienes traspasadas por la corona de espinas; algunos veían espuma en sus labios y sudor en su cuerpo; otros, cómo volvía la cabeza a un lado y a otro y recorría con la mirada a los reunidos, o cómo en la Bendición movía los ojos como si fuese él quien la impartía, a la vez que movía la cabeza coronada de espinas de un lado para otro. Otros tuvieron la impresión de que de su pecho escapaba un suspiro profundo y resignado; algunos creyeron verlo murmurar algo. En resumen, se percibieron en el crucifijo las manifestaciones más variadas. Centenares de personas de todas clases —ricos y pobres, educados e ignorantes, devotos y agnósticos— juraron haber presenciado fenómenos del tipo descrito por Von Kleist. A algunos les causó tal efecto lo que veían que se desmayaron. Otros, al ver al Cristo

La cristalomancia

Cuando los ojos de un cuadro, un grabado o una imagen se mueven, podemos ver en ello la voluntad de Dios, una imaginación hiperactiva o un ejemplo del fenómeno llamado cristalomancia o catoptromancia. La cristalomancia ha sido practicada en todo el mundo y en todos los tiempos, y sus cultivadores han utilizado no sólo bolas de cristal sino espejos, charcos de agua, la uña del pulgar, manchas de tinta y virtualmente todo lo que brilla. No todo el mundo tiene el don, pero quienes lo poseen pueden ver toda clase de cosas maravillosas mirando fijamente una superficie brillante. La experiencia fue muy bien descrita por Andrew Lang, un oxoniense de principios de siglo conocido por sus investigaciones en este campo: Cuando el experimento tiene éxito, la mayoría ven cómo la bola de cristal toma un aspecto lechoso o neblinoso, después se vuelve negra, desaparecen los reflejos y por último surgen las imágenes. Algunos llegan a ver la bola de cristal lechosa o neblinosa y no pueden pasar de ahí. Otros ven imágenes de personas o paisajes únicamente en blanco y negro, o inmóviles; otros, figuras en color de hombres, mujeres y animales en movimiento; mientras que en casos más raros la bola desaparece de la vista y el que la mira se encuentra en apariencia contemplando una escena real. En ciertos casos de los que hay testimonio dos

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personas han compartido la misma visión. En los experimentos con cristales de aumento y mediante espatos [minerales brillantes], los efectos normales de aumento y alteración de la visión se producen unas veces sí y otras no. Se ignora cómo, o por qué, ve cosas el cristalomárititi co, pero, en opinión de Lang, una explicación parcial es que el esfuerzo que implica la contemplación exterioriza imágenes que están consciente o inconscientemente en la mente del contemplador. De modo semejante, el gran historiador árabe Ibn Jaldun (1332-1406) escribía que esos adivinos concentran todas sus percepciones en un solo sentido, el de la vista: "Fijando su mirada en un objeto... lo contemplan con atención hasta que perciben aquello que desean anunciar." El número de personas que tienen ese don latente puede ser mayor de lo que se piensa. Eso explicaría por qué en muchas ocasiones gran número de personas han asegurado ver moverse los ojos de imágenes religiosas, a menudo brillantes (por ejemplo, la imagen del Cristo de Limpias tenía los ojos de porcelana). Aunque esta explicación sustrae tales hechos del reino de lo milagroso, recurre a un fenómeno no mucho menos misterioso. Y no explica por qué esos fenómenos de cristalomancia espontánea y colectiva se dan en tan raras ocasiones. Tampoco niega la posibilidad de que esta curiosa facultad humana pueda ser a veces el vehículo elegido para la revelación divina.


mirarlos tan serio, salieron corriendo de la iglesia, presa de pánico, y no hubo modo de que volviesen a entrar. Muchos devotos y devotas no vieron nada, aunque pasaron horas mirando. (De hecho, la mayoría de quienes visitaron la iglesia —de 3 000 a 4 000 al día durante más de dos años— no vieron absolutamente nada.) Así, mientras una persona veía los indicios de vida más vivos y elocuentes en la imagen, su vecino podía no ver nada o ver algo totalmente diferente. No cabe duda, pues, de que lo visto en Limpias fue subjetivo y condicionado de algún modo por la experiencia del observador. Por ejemplo, los que tenían formación médica parecían inclinarse a ver la agonía de Cristo. Eso es lo que describió el doctor santanderino Gutiérrez de Cossío, quien vio claramente en el rostrodel Salvador las distintas etapas de su trance mortal. "En todos mis años de práctica", decía, "nada me ha causado una impresión tan profunda, ni siquiera el primer cadáver que vi cuando era estudiante." Decir que lo visto en eI crucifijo no se hallaba objetivamente presente no afecta, por supuesto, el carácter extraordinario, o incluso milagroso, de lo ocurrido en Limpias; lo que sigue siendo profundamente misterioso es por qué ocurrió. Y quienes reconocían que sus experiencias eran subjetivas, incluso mientras estaban ocurriendo, no pudieron dominarlas ni evitar responder a ellas como si fuesen físicamente reales. Por ejemplo, un médico militar, el doctor Maximiliano Orts, examinó el rostro de la imagen con prismáticos desde una distancia de siete u ocho metros. Vio una gota de brillante sangre roja correr desde el ojo derecho hasta el rizo de pelo esculpido debajo de la oreja: La sangre desapareció poco a poco, hasta que el trozo de piel que había recorrido quedó limpio... A la sorpresa producida por la visión de este fenómeno sucedió una reacción de rebeldía. Era humillante para un hombre de mi edad, con mi gran experiencia profesional, ser víctima de una alucinación. Soy católico, pero no fanático. Preocupado por la anormalidad de lo que había presenciado, descansé un momento, puse en orden mis ideas y volví a mirar, seguro de que el fenómeno habría desaparecido. No fue así. La sangre seguía brillando y corriendo. La comparé con la que brotaba de la herida de la mano izquierda y la que se veía en el costado derecho de la imagen, y la comparación me probó que esta última era sangre negra, sangre pintada, mientras que la otra era de un rojo brillante, sangre con movimiento y vida...

El doctor Orts se dijo a sí mismo que todo era una ilusión óptica. Pero veía el pelo brillante de sudor y el brillo de la sangre que goteaba hasta él. Se trasladó a una capilla lateral, pero también desde allí vio cómo se repetía el proceso. Por último, convencido a su pesar, exclamó, en voz bastante alta para que lo oyesen quienes estaban a su alrededor: "No hay duda: eso es sangre." (Herbert Thurston, Beauraing and Other Apparitions, págs. 46-65)

Los peregrinos que afluían a Templemore atribuían poderes curativos a las imágenes sangrantes. Aquí, la esposa de Thomas Dwan toca los ojos de un ciego con una de ellas. Las imagenes sangrantes de Templemore El año 1920 fue de violencia en Irlanda. El gobierno británico había proscrito el Sinn Fein (movimiento nacionalista irlandés) y el Dail (asamblea irlandesa), y los nacionalistas se habían lanzado a una feroz guerra de guerrillas, especialmente contra los soldados enviados para restaurar el orden. Bombas, incendios, asesinatos, terrorismo, ejecuciones en la horca y derramamientos de sangre estaban a la orden del día. El 15 de agosto, el ayuntamiento de Templemore quedó reducido a cenizas, y otros varios edificios fueron destruidos mientras la violencia continuaba. Seis días más tarde, todas las imágenes y cuadros religiosos de la casa de Thomas Dwan y de la de su cuñada, la señora Maher, empezaron a sangrar. La noticia del milagro se extendió por la comarca, y el inicial goteo de peregrinos se convirtió pronto en un torrente. Se organizaron trenes especiales desde Dublín, y la agencia Cook preguntó si las posadas locales podían alojar a 2 000 personas. Consultas parecidas llegaron de Estados Unidos, África del Sur y Japón, y hasta de la India vino un grupo de peregrinos. Un mar de tiendas, bautizado como Pilgrimsville, rodeó Templemore. En casa de la señora Maher vivía James Walsh, un adolescente devoto. En el suelo de tierra de su habitación, un agujero del tamaño de una taza de té se llenó milagrosamente con agua de una fuente desconocida. Los peregrinos se la llevaban por litros, pero siempre volvía a llenarse. Al principio la gente fue admitida en ambas casas en grupos de 50, que podían estar cinco minutos. Más tarde pusieron las imágenes en las ventanas. Procesiones de peregrinos desfilaban ante ellas, de noche con antorchas. Se calculó que cuando las imágenes dejaron de sangrar, aproximadamente un mes después, habían visitado Templemore cerca de un millón de personas. (Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 585-88)

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Este retrato del deán oxoniense Henry Liddell cuelga en el vestíbulo de Christ Church (Oxford). Una nueva construcción ha ocultado otro retrato suyo que apareció espontáneamente en la pared de la catedral de Christ Church en 1923.

El retrato que no había sido encargado

En el verano de 1923 se hizo visible en la pared de yeso de la catedral de Christ Church, en Oxford, el retrato de un famoso clérigo local, el deán Henry Liddell, cerca de una placa puesta allí en recuerdo suyo. El clérigo había muerto en 1898. Tres años más tarde, el 11 de septiembre de 1926, el T.P. 's and Cassell's Weekly de Londres describía el retrato como "de un fiel e inconfundible parecido": No necesita uno poner en juego sus facultades imaginativas para retocar la cabeza. Está perfectamente derecha en la pared, como dibujada por la mano de un gran pintor. Sin embargo, no está grabada, ni dibujada, ni esculpida; pero allí está plantada, donde todos pueden verla.

En 1931 la cara estaba todavía "hermosamente clara", según Hewat McKenzie, presidenta del British College of Psychic Science. Pero en 1932 un nuevo altar construido frente a la pared la ocultó por completo. No se sabe si aún sigue allí el retrato. (Nandor Fodor, Between Two Worlds, págs. 243-244; Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, págs. 961-62) ¿Poder del pensamiento?

En febrero de 1932 apareció una figura de Cristo "claramente discernible" en el mármol de la pared del sagrario de la iglesia neoyorquina de St. Bartholomew. Fue descubierta por el párroco, el reverendo doctor Robert Norwood, precisamente al final de una plática cuaresmal sobre "El misterio de la Encarnación": ... Miré por casualidad la pared del sagrario y me asombró ver aquella hermosa figura de Cristo en el mármol. Nunca había reparado en ella. Como me pareció que era la expresión en la superficie del mármol de lo que yo estaba predicando, "Su Cuerpo Glorioso", lo consideré un suceso bello y notable.

La figura, de unos 45 centímetros de alto, estaba bien delineada en el jaspe del espléndido mármol de tonos sepia, precisamente encima de la puerta del sagrario. Tras examinarla atentamente, el doctor Norwood vio que la figura de Jesús, vestida de blanco,

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surgía de una tumba tallada en una roca. Al fondo de la escena se veía una cruz primitiva. La noticia de la figura de Cristo apareció en algunos periódicos de Nueva York el 23 de febrero, y acudió a verla una verdadera multitud. El New York Times entrevistó al párroco en su iglesia. Hablando del aspecto de la figura, el doctor Norwood comentaba: Sostengo la extraña teoría de que el poder del

pensamiento, de un pensamiento dominante, puede ser lo bastante fuerte y poderoso para ser transferido de algún modo a la piedra en su estado receptivo. Por supuesto, no sé cómo llegó allí esa figura, que parece de Cristo. Es una ilusión que aumenta ante esa visión. ¿Tiene el pensamiento fuerza vital? La gente puede burlarse, pero ahí está la figura.

( The New York Times, 24 de febrero de 1932) "...y mirada de loco" Un cultivador de té, P.T. Plunkett, publicó en 1936 en el Illustrated London News el relato y las fotos de una levitación que ocurrió en el sur de la India: Eran aproximadamente las 12:30 y el sol estaba encima de nosotros, de modo que las sombras no intervinieron en la demostración... Allí cerca, esperando tranquilamente, estaba la persona que iba a actuar, Subbayah Pullavar, con melena, bigote caído y mirada de ion. Nos saludó a la manera india y estuvimos charlando un rato. Llevaba practicando esa rama del yoga casi veinte años (como antes otras generaciones de su familia), Le pedimos permiso para tomar fotografías y nos lo dio de buen grado, disipando así cualquier duda de que todo ello fuera sólo una ilusión hipnótica.

La demostración dio comienzo cuando Pullavar roció un círculo de agua en torno a una pequeña tienda de campaña, en la que después entró. Al cabo de unos minutos quitalon la tienda y apareció el yogui acostado horizontalmente en el aire, con la mano descansando levemente encima de un bastón forrado de tela. Plunkett y sus amigos anduvieron a su alrededor y pasaron las manos por debajo de él. Aparte del bastón, "aquel hombre no tenía ningún apoyo". Unos cuatro minutos más tarde volvieron a poner la tienda en torno al yogui, pero como la tela era muy fina, Plunkett vio el descenso de Pullavar: Al cabo de aproximadamente un minuto pareció balancearse y después, muy despacio, empezó a descender, todavía en posición horizontal. Tardó unos cinco minutos en llegar desde lo alto del bastón hasta el suelo, una distancia de casi un metro... Cuando Subbayah estuvo de nuevo en el suelo, sus ayudantes nos lo trajeron... y preguntaron si queríamos probar o doblar sus miembros. Aun con ayuda fuimos incapaces de hacerlo.

Unos minutos de masaje y agua fría devolvieron al yogui la conciencia normal, con lo que la demostra-


en la sala de su casa. La noche del 6 de agosto (he 1945, el día en que fue lanzada la bomba ardes sobre Hiroshima, Demetrius miró por casualidad la estatua y vio lágrimas en sus ojos. "Las lágiszos rodaban por sus mejillas. Yo estaba asombradoL puedo explicar cómo sucedió", dijo más tarde a Toa Lewis, de la Pittsburgh Press. En 1969, Demetrius regaló el busto a su hija, Ana nahelle Sollon, que vivía en Canonsburg (Pennsylvznia). Un día, mientras limpiaba la casa, la señora Sollon notó unas líneas verdes que seguían el curso de las lágrimas en el rostro de la doncella de bronce. Se lo contó a su padre, y al examinar la figura en su siguiente visita , Demetrius llegó a la conclusión de que esas marcas eran causadas por una reacción química a las lágrimas. La señora Sollon devolvió más tarde la llorosa estatua a su padre, quien propuso que fuese exhibida en las Naciones Unidas como "advertencia contra la guerra". (Pittsburgh Press, 18 de marzo de 1979; 26 de febrero de 1980) -

La más legendaria de las proezas de levitación atribuidas a los magos indios es el truco de la cuerda: arrojan al aire una cuerda que supuestamente permanece allí, lo bastante rígida para poder trepar por ella. Pero parece tratarse de un ingenioso truco: se dice que la cuerda queda enganchada y colgando de un cordón oculto. Esta foto, que supuestamente muestra el truco, fue tornada en la India por un inglés hacia 1930. ción se dio por terminada. Plunkett y sus acompañantes quedaron convencidos de que en lo que habían visto no había el menor truco. (Francis Hitching, The Mysterious World: An Atlas of the Unexplainecl, págs. 104-06) -

Lágrimas por Hiroshima Entre los objetos de arte coleccionados por Allen Demetrius, un hombre de negocios de Pittsburgh (E.U.A.), estaba el busto en bronce de una muchacha japonesa, que descansaba sobre un pedestal de piedra

Este busto de bronce, de más de cien años, al parecer derramó lágrimas el día en que fue arrojada la bomba atómica sobre Hiroshima. Su propietario, Alíen Demetrius, no había notado nunca nada anormal en la escultura. En 1969 se descubrieron surcos de lágrimas en sus mejillas.

Una madonna invaluable Cuando Antonietta y Angelo lannuso, de Siracusa (Italia), se casaron en la primavera de 1953, uno de sus regalos de boda fue una pequeña imagen de la Madonna. El hecho de que no fuese una obra de arte —las hacían de yeso, en serie, en una fábrica de Sicilia y se vendían muy baratas— le importaba muy poco a la recién casada de veinte años. Sin importar su aspecto, la Madonna merecía siempre ser venerada. No mucho después de su boda, Antonietta quedó embarazada y empezó a padecer terribles dolores de cabeza con pérdida temporal de la vista. El 29 de agosto, durante uno de esos ataques, Antonietta miró hacia la Madonna: su cara estaba llena de lágrimas. "Era increíble. Por un momento pensé que estaba yo loca. Lloraba como una niña. Después empecé a gritar 'La Madonnina piange!' " [¡ La Virgencita está llorando!]. Pensando que el dolor había vuelto histérica a Antonietta, su madre y su cuñada trataron de calmarla, hasta que también ellas vieron las lágrimas. Poco después de que empezase el llanto, los ataques de Antonietta cesaron. Durante cuatro días pasaron por la casa de los Iannuso verdaderas multitudes. Uno de los visitantes descolgó la imagen para examinarla de cerca. Detrás, la pared estaba seca. "Desatornillé la estatua de su base", dijo, "y la sequé completamente. En seguida empezaron a aparecer dos lágrimas como perlas en los ojos de la Madonna." Incluso cuando la Madonna fue llevada a la delegación de la policía, el llanto continuó, en cantidad suficiente para mojar el uniforme del agente que la portaba. El análisis químico demostró que las lágrimas eran semejantes a las humanas; pero bastaba que alguien que sufría de un mal en apariencia incurable fuese simplemente rozado con un trozo de tela empapado en las lágrimas para que pudiese curarse: un

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La Madonna de yeso que colgaba sobre la cama de Antonietta Iannuso durante su enfermedad lloraba cuando ella sufría. Aquí su madre limpia las lágrimas de la Madonna.

hombre de 49 años que tenía el brazo izquierdo impedido recuperó su uso, y una muda de 18 empezó a hablar. Al mes de empezar las lágrimas, la pequeña Virgen fue llevada, a la cabeza de una procesión de 30 000 personas, a una nave del ferrocarril, y allí entronizada dentro de una urna de cristal. En cinco años, miles de peregrinos habían visitado ese santuario, entre ellos 72 obispos y arzobispos y tres cardenales. Un suelo alfombrado de muletas abandonadas testimoniaba el número de lisiados curados. (Information, 74:7-8, octubre de 1960; Time, 6 de enero de 1958, pág. 50) El llanto del icono Pagona Catsounis, mujer muy devota, tenía 22 años y vivía con su marido, Pagionitis, en un ático de 'stand Park (Nueva York). Todas las noches decía sus oraciones ante una reproducción en color —de 15 por 20 centímetros— de un icono de la Santísima Virgen. La noche del 16 de marzo de 1960, Pagona Catsounis se asustó, pues mientras decía sus oraciones, la Virgen empezó a llorar, y ahora el cuadro estaba húmedo de sus lágrimas. Pagona llamó a su marido, y Pagionitis Catsounis vio también las lágrimas. Cuando George Papadeas, párroco de la iglesia ortodoxa rusa de St. Paul, en Hempstead (Nueva York), respondió esa noche al teléfono y escuchó la petición de ayuda y consejo de aquellos dos miembros de su congregación, sintió a la vez preocupación por ellos y por el posible fraude. —Cuando llegué —contaba—, una lágrima se estaba secando bajo el ojo izquierdo. Después, a punto

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de terminar las oraciones, vi cómo brotaba otra. Empezó como un pequeño glóbulo de humedad en la comisura del ojo izquierdo, y lentamente resbaló por su cara. Para George Papadeas, lo que acababa de ver era un milagro. Durante la semana siguiente invadieron el hogar de los Catsounis 4 000 personas y reporteros de todos los periódicos de Nueva York. La Virgen continuó derramando copiosas lágrimas durante toda la semana. Para el joven matrimonio, cuyo pequeño apartamento estaba ahora constantemente invadido, la vida se hizo insoportable. El 23 de marzo el icono fue llevado a St. Paul para su custodia y para poder aliviar a los Catsounis de tanta publicidad. Aunque para entonces ya había cesado el llanto, a diario acudían 3 500 personas a St. Paul para rezar ante la Virgen milagrosa, cuya imagen había sido entronizada en el altar con autorización del arzobispo Iakovos, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa en toda América. (Information, 74:2-7, octubre de 1960) Un crucifijo sangrante En 1968, en una iglesia de Porto Alegre (Brasil), un gran crucifijo de madera de unos 300 años de antigüedad empezó de pronto a rezumar una sustancia roja, como si estuviese sangrando. Examinada, la sustancia resultó ser, efectivamente, sangre. La aparición de sangre o lágrimas en los símbolos religiosos es un fenómeno atestiguado desde época remota, y, no obstante el moderno equipo hoy disponible para investigarlos, muchos de esos sucesos milagrosos no pueden ser ni refutados ni explicados: siguen perteneciendo todavía al reino del misterio. (The Unexplained: Mysteries of Mind Space and Time, VoI. 4 No. 42)

En la iglesia brasileña donde sangraba este crucifijo de madera se dice que tuvieron lugar muchas curaciones. Éstas se relacionan a menudo con objetos que manifiestan propiedades milagrosas.


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Créditos de las ilustraciones Los Editores agradecen la colaboración de las siguientes personas y organizaciones en la localización de las ilustraciones: Colin y Janet Bord; Hilary Evans; Wide World Photos; UPI; MacDonald and Company, LA ETERNA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS 2-3 Wide World Photos. MÁS ALLÁ DEL MURO DEL TIEMPO 11 Alinari/Editorial Photocolor Archives. 13 The Mansell Collection. 14 Jean-Loup Charmet. 16 BBC Hulton Picture Library. 18

Ltd.; Jean-Loup Charmet; Culver Pictures; Bishop Museum; Jack L. Walper; Simone D. Gossner; NASA; Yugoslav Press and Cultural Center; The American Museum of Natural History.

arr. izq. The Mansell Collection; ab., izq. a der. Mary Evans Picture Library; Culver Pictures; Jean-Loup Charmet. 20 Mary Evans Picture Library. 22 Culver Pictures. 23 Mary Evans Picture Library. 24 The Bettmann Archive. 26 Colección de E.L.

Dieckmann. 27 Wide World Photos. 28 arr. BPCC/Aldus Archive; ab. The Bettmann Archive. 30 Chicago Tribune Photos, usada con autoriz. 32 arr. Michael Laughlin/Sygma; ab. Wide World Photos. 33 UPI. 35 Bibl. Pública de Nueva York.

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Science and Technology Research Center. 36 izq. Jack L. Waiper; der. Cecil Dougherry. 37 arr. U.S. Army Photo; ab. Marc Cohen basado en material facilitado por U.S. Army Whire Sands Missile Range. 38 De Mysteries of Time and Space por Brad Steiger, Dell Books. 39 izq. Bibl. Pública de Nueva York, Science and Technology Research Center; arr. Nature. 40 Foto de Ivan P. Goodman, cortesía del Dr. George W. Gill, profesor adjunto de antropología, Universidad de Wyoming. 41 Ruth Tipton/Humboldt Museum. 44 BBC Hulton Picture Library. 46 izq. De World BeJora Our Own por Brad Steiger, BerkleyPutnarn Publishing Corporation; der. Flash's Studio, Red Lodge, Montana. 47 De Mysterie.s of Time and Space por Brad Steiger, Del! Books. 49 arr. Reprod. por cortesía de Srpska Knjizevna Zadruga, Belgrado; ab. Jack Fields/Photo Researchers. 50 de arriba abajo: Jason Laure/Woodfin Camp & Associates; Repr. de The World Atlas of Mysteries por Francis Hitching, publ. por Pan Books Ltd., Londres; Irving W. LindenblacI/U.S. Naval Observatory. 53 Michael Holford Photographs'. 54 Staatliche Museen su Berlin. 55 ambas Robert V. Gentry, Columbia Union College, Takoma Park, Maryland. 57 izq. Jean-Loup Charmet; arr, der. The Granger Collection, Nueva York; ab. der. Independence Nadonal Historical Park Collection. 58 izq. Culver Pictures; der. The Bettmann Archive. 59 Jean-Loup Charmet. 60 Culver Pictures. 61 Mary Evans Picture Library. 63 The Allen G. Falby Collection of the Special Collections Department, Bibl. de la Universidad de Texas en El Paso. 64 UPI. 65 izq. The Meserve Collection; der. Photri/Cortesía del Bureau of Engraving and Printing. 66 David Page. 67 izq. Richard Harrington/Photo Trends; der. The Washington Post. 68 arr. Ira Berger; ab. JeanLoup Charmet. 69 izq. The Bettmann Archive; der. The Granger Collection, Nueva York. 70 izq. Repr. por cortesía del Museo Británico; ab. The Bettmann Archive. 71 izq. Culver Pictures; der. The Bettmann Archive. 72 Bibl. Pública de Nueva York, Picture Collection. 73 ambas Repr. con autoriz. de The New Yorker, como apareció en la revista. 74 izq. John Frost Historical Newspaper Service; arr. der. UPI; ab. der. Syndication International/Phote Trends. 75 Pictorial Parade. 77 izq. The Granger Collection, Nueva York; der. Mark Gerson/Photo Trends. DESTINOS MISTERIOSOS 79 Alinari /Editorial Photocolor Archives. 81 Jean-Loup Charmet. 83 Mary Evans Picture Library'. 86 Repr. con autoriz. de Great Brimsby Borough Council (W.E.R. Hallgarth Collection, Welholme Gaileries). 88 Mary Evans Picture Library. 89 todas Culver Pictures. 93 Ray Skibinski. 95 René Magritte "La Reconnaissance Infinie" © por ADAGP, París 1983. 96 Wide World Photos. 98 Aclaras State College. 100 izq. Howard Burgess; der. Dan McCoy/Rainbow. 101 Frank Fisher/Liaison. 103 .Archiv für Kunst und Geschichte, Berlín. 105 UPI. 108 Axel Poignant. 111 arr. UPI; las demás Charles Moore/Black Star. 113 Vincent Eckersley/Skyline Features. 115 izq. BPCC/Aldus Archive; ab. BBC Hulton Picture Library. 117 arr. BBC Hulton Picture Library; ab. BPCC/Aldus Archive, cortesía

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del Vizconde Bledisloe. 118 The Bettmann Archive. 119 Jean-Loup Charmet. 121 Mary Evans Picture Library. 122 BPCC/Aldus Archive. 123 W.G. Lucas/Hebridean Press Service, Stornoway. 124 ambas Culver Pictures. 125 izq. Culver Pictures; ab. Wide World Photos. 127 ambas UPI. 129 arr. The Bettmann Archive; las demás Wide World Photos. 130 izq. The Granger Collection, Nueva York; der. Wide World Photos. 131 George Buctel. 132 ambas Wide World Photos. 133 Wide World Photos. 134 ab. der. Repr. de The Investigator, junio de 1981, publ. por el FBI; las demás Wide World Photos. 135 arr. der. Photo Trends; las demás UPI. MONSTRUOS Y ESPECTROS 137 Alinari/Editorial Photocolor Archives. 139 The Mansell Collection. 140 arr. Mary Evans Picture Library; ab. Jean-Loup Charmet. 142 René Dahinden/Fortean Picture Library. 143 izq. Tiro Dinsdale/UPITN Film Library, Londres; arr. Wide World Photos. 144 Ilustr. de Melanie Arwin; foto intercalada, cortesía de Central Press/Pictorial Parade. 146 izq. Newsport Daily Independent; der. Photographers Internadonal/Pictorial Parade. 147 ambas Academy of Applied Science/Photo Trends. 148 arr. izq. Wide World Photos; ab. izq. Acaderny of Applied Science/Photo Trends; arr. y ab, centro London Daily Express/Pictorial Parade; arr. der. P.A. MacNab/Photo Trends; ab. der. Anthony Shiels/Fortean Picture Library. 149 Wide World P hotos. 150 Sandra Mansi/Liaison. 151 Ilustr. de Wilcock Riley Graphic Art para Weidenfeld & Nicolson, Londres. 152 Portean Picture Library. 153 Miriam Schottland. 155 René Dahinden/Fortean Picture Library. 156 ajobas René Dahinden/Fortean Picture Library. 158 arr. BBC Hulton Picture Library; ab. UPI. 160 arr. Wide World Photos; las demás Photo Patterson/Gimlin 1968 René Dahinden/Fortean Picture Library. 162 © por The New York Times Company', reprod. con autoriz. 163 J.S. Whyte. 165 Fortean Picture Library. 167 Frances Pellegrini. 168 BBC Hulton Picture Library. 170 izq. a der.: Ilustr. de Charles G. Harper de Haunted Houses por Charles G. Harper, publ. por J.B. Lippincott Company, y luego por Tower Books, 1971; BBC Hulton Picture Library; John H. Cutten Associates. 171 Mary Evans Picture Library. 172 Mary Evans Picture Library. 173 Culver Pictures; arr. Publ. con autoriz. de la revista Fate. 174 Cortesía de Jessica Strong. 175 Mary Evans Picture Library/Society for Psychicat Research. 178 Richard Winer, autor, Haunted Houses, Bantam Books, 1979. CIELOS INQUIETOS 183 Scala/Editorial Photocolor Archives. 185 Mary Evans Picture Library. 186 arr. Mary Evans Picture Library; ab. Alinari/The Mansell Collection. 187 Culver Pictures. 188 Wide World Photos. 190 Mary Evans Picture Library. 194 BPCC/Aldus Archive. 195 E.R. Degginger/Bruce Coleman Inc. 199 Marc Cohen. 201 The Mansell Collection. 203 William H. Amos/Bruce Coleman Inc. 204 The Cincinnati Enquirer. 205 Vester Dick Photography, Santa Cruz, California. 206 Con autoriz. de INFO (International Fortean Organization), College Park, Maryland. 207 ICUFON. 208 Jean-Loup Charmet. 210 Mary Evans Picture Library. 211 ©

1982 Peter Anzelo Simon. 212 izq. Chrls Pass/ BPCC/Aldus Archive; arr. ICUFON. 213 izq. Cortesía de la Bibl. Pública de San Francisco; der. Wide World Photos, 214 \Vide World Photos. 215 Man Evans Picture Library. 217 Wide World Photos. 218 arr, Popperfoto; ab. Chris Foss/ © BPCC/ALdus Archive. 219 arr. ICUFON; ab. Wide World Photos. 221 de arr. ab. der. UPI; Popperfoto; Portean Picture Library; Editions du G.E.O.S./Mary Evans Picture Library. 222 UPE 223 arr. U.S. Air Force Photo; ab. Wide World Photos. 224 Mutual UPO Network, Inc. 225 ab. izq. Wide World Photos; der. Editions du G.E.O.S./Mary Evans Picture Library; las demás Global Communications. 226 © 1966 James H. Karales. 228 ambas Wide World Photos. 229 U P1 . 230 arr. Portean Picture Library; ab. Mutual UFO vvork, Inc. 231 Portean Picture Library. 232 ab. izq. Portean Picture Library; ab. der. Mary Evans Picture Library; las demás Philip DaIy. 234 arr. Flying Saucer Review of West Mailing, Maidstone, Kent, Inglaterra; ab. Mary Evans Picture Library. 237 izq. NASA; der. Mary Evans Picture Library. 238 Culver Pictures. 239 Culver Pictures. 240 Mary Evans Picture Library. 241 izq. Cortesía del American Museum of Natural History: las demás Cortesía de Simone D. Gossner/Photos por R. Taylor States. 242 ambas Jean-Loup Charmet. 243 arr. Zig Leszcynzki/Anirnals; ab. Fortean Picture Library. 245 M.P.L. Fogden/Bruce Coleman Inc. 246-247 notas periodísticas © 1977-78 por The New York Times Company, reprod. con autoriz, 247 ab. Cortesía de la Bibl. Pública de Nueva York. 248 Lowell Observatory Photograph. 249 izq. UPI; las demás Mary Evans Picture Library. 251 arr. izq. Ann Ronan Picture Library; ab. izq. Peter G. Sánchez; ab. der. Cortesía del American Museum of Natural History. 252 Science Museum, Londres. 253 ambas NASA. 254 Cortesía del American Museum of Natural History. 255 David Baumhefner/National Center for Atmospheric Research/National Science Foundation. 257 National Park Service Photo. EN EL REINO DE LOS MILAGROS 259 Alinari/Editorial Photocolor Archives. 261 Jean-Loup Charmet. 262 Roger-Violet. 263 The Bettmann Archive. 265 Miriam Schottland. 269 ambas Bishop Museum. 270 arr. The Clarion-Ledgei. Jackson, Mississippi; ambas The Mississippi Department of Archives and History. 272 Culver Pictures. 275 John W. Lehmann. 276 UPI, 277 Pictorial Parade. 279 Manchete/Pictorial Parade. 280 Manchete/Pictorial Parade. 283 Culver Pictures . 284 The Mantel] Collection. 287 Mary Evans Picture Library. 292 Jean-Lour Charmet, 294 Mary Evans Picture Libra. 297 arr. Mary Evans Picture Library : ab. National Archives. 300 Jean-Loup Charmet. 301 National Catholic News Servirre 303 UPI. 304 BBC Hulton Picture Library. 305 izq. Mary Evans Picture Library; der. Marlene Karas/Pittsburg Press Photo. 306 arr. Wide World Photos; ab. Manchete/Pictorial Parade. -

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Los Editores han tratado de ponerse en contacto con los poseedores de los derechos de cada ilustración, pero en muchos casos no se pudo localizar la fuente.


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