Gustavo Cerati / En primera PERSONA

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En primera PERSONA

Maitena Aboitiz




Maitena Aboitz

Cerati en primera persona La palabra de Gustavo en un relato Ăşnico


Agradecimientos Benito, Lisa, Guada, Laura, Lilian y Estela Cerati: a ustedes está dedicado este libro. Gracias por su confianza, apoyo y generosidad. Y por su ejemplo de Amor Incondicional. Gracias a Amelia Álvarez, Marcelo Giglio, Darío Lopérfido, Eduardo Bergallo, Marcelo Fernández Bitar, Diego Iglesias, y a mi familia y amigos por su ayuda, contención y aliento. A Shakira, a Pepo Ferradás. A Silvia Itkin, Mario Rolando, Oscar Stagnaro, Tere Albornoz, Rafa Vila, Nicolás Bernaudo, Claudia de la Calle, Nacho Gatica, «menosmal» y Unísono. A Cerati.com, Zona de promesas, Flaco stereo y En remolinos. A los periodistas y medios citados en este libro. A los fotógrafos Damián Benetucci, Guido Adler y Germán Sáez por su preciado aporte. Al esfuerzo y empeño de José Borotti, Damián B., Diego Mancusi y Laura Villa que colaboraron en este trabajo. Gracias Gus.


Introducción Cerati en primera persona es una exhaustiva investigación periodística en la que uní en un relato conexo testimonios de Gustavo a diferentes medios de todo el continente, en el período que va entre la grabación de Colores Santos (1992) y la presentación de Fuerza Natural (2010). En estos 18 años de recorrido, Gustavo editó más de quince discos y participó en más de 45 álbumes. Su preciada carrera solista fue el foco que elegí para este libro que también incluye los últimos trabajos discográficos de Soda Stereo, la despedida, el regreso de la banda y sus proyectos paralelos, todos ellos elementos necesarios para comprender el trayecto de su trascendente obra. Realicé este trabajo en base a la selección de centenares de sus declaraciones textuales, en las que da a conocer la génesis de cada uno de sus discos, el proceso de composición de sus canciones más destacadas y cómo algunas experiencias y sucesos importantes de su vida influenciaron sus creaciones. Así fui descubriendo qué quiso comunicar en cada álbum, qué parte de él eligió mostrar en cada etapa, cuáles fueron los temas que más le importaban según el momento; sus búsquedas y pasos que le fueron abriendo camino. La idea que me planteé desde un principio fue unir sus testimonios, vincularlos entre sí hasta alcanzar un único relato. Para lograrlo, investigué fuentes gráficas, radiales y televisivas; las analicé, estudié y examiné cuidadosamente. Escuché muchísimas veces sus discos con profundidad y atención a cada detalle sonoro, cada verso y estrofa —ventanas directas a su sensibilidad—, para comprender el contexto de cada declaración y sincronizar aún más con sus palabras. Cada uno de los párrafos corresponde a una fuente periodística, citada al final del libro; la numeración indica la ubicación de cada párrafo y la cantidad de veces que se reproducen fragmentos de esa fuente. Haberlo entrevistado personalmente en más de una oportunidad favoreció mucho la tarea, y la empatía fue una herramienta fundamental para alcanzar con rigor y fidelidad la reproducción de sus testimonios. El propósito principal para mí fue respetar su manera de hablar con absoluta puntillosidad, reflejando inclusive su personal forma de expresarse, con los modismos propios que lo identifican. Sus declaraciones son textuales: no hay una sola palabra en estas páginas que no haya sido pronunciada por él. El relato lo fui construyendo pieza a pieza en el texto, guiada por la voz de sus entrevistas. Alcancé a unir e hilar sus declaraciones gracias a una de sus cualidades más distintivas: su lucidez y elocuencia, su saber decir. Gustavo siempre ha sido claro en su modo de comunicar al público —a través de la prensa— lo que quería transmitir sobre cada álbum y su correspondiente etapa; esta claridad permitió que estas páginas presenten un relato consecuente con su mensaje. La clave para encarar cada capítulo fueron las entrevistas audiovisuales, donde su palabra me revelaba su intención. Luego, constataba archivos gráficos para completar la tarea. Sus motivaciones, su entusiasmo (o la ausencia de él) y su sapiencia aparecían en cada transcripción y comulgaban con el resto del material gracias a la coherencia que demostró a lo largo de toda su trayectoria. En la oficina de Unísono (el estudio de grabación de Gustavo) trabajé en su archivo de prensa exclusivo, que la familia Cerati compartió generosamente conmigo en apoyo a mi iniciativa, y que fue fundamental para esta labor. También conté con el gran aporte que brindaron amigos y allegados, quienes hicieron posible que este libro disponga de un material único y preciado como las caratulas de los demos originales de Colores Santos y Bocanada, escritos de puño y letra de Gustavo con los primeros títulos que tuvieron las canciones de esos discos; imágenes nunca antes publicadas cedidas por sus fotógrafos oficiales de grabaciones, ensayos, giras, shows y backstage. Además, comparto aquí varias historias de canciones inéditas, que Gustavo me contó en la entrevista que le realice


para mi primer libro, Antología del rock argentino. Tengo una enorme gratitud hacia los creadores que logran revelar lo ineludible. Uno de ellos es Gustavo Cerati: compositor lúcido y visionario, cantante sobresaliente, uno de los mejores guitarristas de América Latina, de talento extraordinario. Seductor y carismático. Un hombre distinguido, un artista inigualable. Como nos sucede a todos los que disfrutamos de la música de Gustavo, sus álbumes y canciones me inspiran, me conectan, me acompañan. Escucharlo me hace vibrar con el valor de aquello que está más allá de lo tangible. Este libro fue una necesidad del alma. Una pulsión de amor puro. «Es causa y es efecto» de su música. Y como versa esa misma canción, me dejé llevar por lo que dice él: «Usa el amor como un puente». A través de esta investigación, crucé el amor para intentar convertir estas páginas en un «adorable puente» entre las palabras de Gustavo y el lector. Al igual que sus discos, Cerati en primera persona también propone un viaje. Un viaje a través de su palabra. Maitena Aboitiz


Prologo por Shakira De todos los viajes que realicé con Gustavo —tocando en Estambul durante uno de mis conciertos, en el festival de Live Earth de Hamburgo, Mónaco y Buenos Aires—, hubo uno que fue particularmente inolvidable. Luego de mi concierto en Turquía en el 2007, decidimos irnos a navegar al Egeo con amigos. Fue entonces cuando me di cuenta que Gustavo era y será siempre eso, un navegante, un Ulises al que acuden atardeceres dorados, como también cíclopes y sirenas a los que él ha sabido y sabrá siempre enfrentarse. Fueron varios días de sol, viento, sal marina y risas. Al finalizar el viaje y descender del barco, en el agridulce momento de la despedida, me regaló un espejito recubierto de lapislázuli que había comprado para mí en algún lugar del Peloponeso. Aún me pregunto cada vez que me miro en su reflejo, qué habría querido Gustavo mostrarme de mí misma, a través de aquel diminuto espejo que tan solo cabía en mi mano. La siguiente ocasión en la que compartimos fue en mi casa de Bahamas, a donde venía a visitarme cada tanto para componer juntos cuando aún yo vivía en la isla. Fue en mi pequeño estudio casero donde escribimos «Devoción» y «Día Especial» y cuando empecé a descubrir de de cerca como creador en toda regla. A Gustavo, como a mí, le gustan las palabras tanto como los acordes; en su adolescencia había confeccionado un diccionario de palabras. No era un diccionario de rimas, ni de significados, sinónimos o antónimos; simplemente era un compilado de palabras que había coleccionado de antaño. Había en él palabras grandilocuentes, palabras comunes, palabras gráficas, palabras sonoras, palabras raras. Me despertaba una ternura sin límites cuando sin darse cuenta recreaba al adolescente porteño, mientras abría un librillo viejo, de páginas amarillentas, roídas por el tiempo, y pasta de cuero marrón gastada, que contenía, como el mejor de los chefs, un sinnúmero de recetas; ese antiguo libraco casi púber había contenido sin duda el principio activo de tantas y tantas pociones mágicas. Muchas veces estuve tentada de pedirle que me hiciera una copia. ¡El libro de palabras de Cerati! Salivaba ante la idea. Qué útil me hubiera sido escribir canciones, inspirada por la colección de palabras que un día habían dejado alguna impresión en la mente febril de uno de mis ídolos. Las melodías Ceratianas han sido a menudo el marco donde Gustavo ha creado imágenes que sobreviven a la persistencia del tiempo. El surrealismo citadino y a la vez salvaje de sus letras lo convierten, a mi modo de ver, en uno de los compositores más interesantes de Hispanoamérica y, sin duda, uno de mis grandes y contados favoritos. Gustavo siempre ha sido muy importante en mi vida, incluso desde antes de conocerle, por infinitas razones, pero sobre todo porque en mi opinión es el músico de rock más grande de habla hispana y será difícil que alguien pueda superarlo. Luego de varios conciertos, y colaboraciones en un par de mis álbumes, la vida decidió hacernos vecinos. En Punta del Este, Uruguay, había comprado él un terreno muy cerca de «La Colorada», el campito donde yo iba a pasar casi todos los diciembres. En ocasiones, y de tarde, Gustavo pasaba por mi casa montado sobre un caballo. Aún me parece graciosa y difícil de conciliar aquella imagen del rock star haciendo curso de gaucho, diciéndome: ¿Qué hacés Shaki? A la noche vuelvo y tocamos algo. Así tan pronto se escondía el sol, aparecía a fin de cumplir su promesa, esta vez no a lomo de bestia sino como cualquier otro citadino mortal, sobre ruedas; descendía de su 4 x 4 y entrábamos en el antiguo granero que unos meses atrás había acondicionado en un salón para hacer música .Él agarraba el bajo y yo las baquetas, me sentaba con cierta timidez en la batería e improvisaba un ritmo cualquiera, mientras él tarareaba melodías en un idioma que solo él entendía. Entonces me devoraban las ganas de hacer lo mismo y es cuando le decía a algún músico presente, que me relevara. Mi vocación de baterista se desvanecía ante el deseo de agarrar el micro y cantar con él.


Entonces los dos navegábamos esta vez sobre melodías improvisadas, sin saber con certeza a qué puerto llegaríamos y qué nuevo reflejo de mí misma me esperaría en tierra firme. Así aparecían canciones que por causa del pésimo uso de mi grabadora digital duraban tan solo un suspiro y otras quedaban para siempre si lograba incluirlas más adelante en alguno de mis álbumes, como fue el caso de «Tu Boca». Siempre tuve la sensación de que Gustavo detrás de su guitarra se protegía del mundo como quien protege su corazón en el campo de batalla tras un escudo. Sin embargo, cuando nos sentábamos a conversar largas horas, presentía en sus ojitos azules una tregua. Creo que se sentía cómodo a mi lado, había algo en él feliz y sosegado, y una especie de agradecimiento de la amistad y el cariño que genuinamente encontraba y que siempre encontrará en mí…. Él sabe lo que lo quiero y tengo la suerte de sentir que él me quiere. Gustavo, sigue buscando tu camino a Ítaca a pesar de cíclopes y sirenas. Aquí te espero, porque aún nos queda la canción más importante de todas por hacer. Mientras tanto, tal como me enseñaste: «uso el amor como un puente», ese que nos une todo el tiempo. Shak.


Sos el ángel inquieto que sobrevuela

Comprendemos todo, tu voz nos advierte

la ciudad de la furia.

la verdad.

Tu voz más linda que nunca. LUIS ALBERTO SPINETTA El que estuvo en el recital jamas olvidara esa tarde que se hizo noche. Luis Alberto Spinetta convoco a todos para que lo acompañaran en el escenario, hizo un recorrido de su carrera como músico, de sus bandas y de su historia. Invito a los grandes interpretes argentinos y los subió con el a compartir su fiesta. Ese día, Gustavo Cerati fue uno de ellos. Juntos, hicieron una inolvidable versión del tema que escribió el cantante de Soda Stereo para su padre, “Te pata tres”. Fue el 4 de diciembre de 2009, meses antes de que Cerati sufriera el ACV, años antes de que Spinetta muriera.

Ultimo Concierto de Spinetta y Cerati juntos. 4 dic 2009


COLORES SANTOS

Colores Santos es uno de los discos que subrayo más creativamente porque, tanto Daniel como yo, lo hicimos porque teníamos ganas de hacerlo: no hubo ningún arreglo, ni éramos parte de la misma banda y ambos estábamos pasando por un momento bastante similar, además de ser muy amigos, nos mimetizábamos. También, nuestros padres estaban muriendo. En el caso de él, murió después, pero era un momento donde te vibraba todo. El 91 fue un año tremendo para mí, repleto de hechos impactantes y fuertes desde lo de papá. Eso es un hecho que se alarga pero que tiene también un momento cúlmine. Después, tocar con Soda en la avenida 9 de julio fue tremendo… Una vez sucedido esto, fui disparado hacia el 92 sobre una cosa increíble. Lo que pasó ahí fue tan grande, tan emocionante, que diría que más allá de cualquier especulación previa, más allá de que suponíamos que iba a ser groso, hasta que no lo vimos no lo supimos. Esto ya me sobrepasó totalmente. Por momentos no sabía qué hacer con todo lo que sentía. Era mucho más que música. Vi a gente colgada de carteles que estaban a mucha distancia, asomando en los edificios y todavía veía gente más allá de mi horizonte. Eso nunca me había ocurrido.


La cantidad de personas fue increíble. Juro que una situación así me desborda, me supera totalmente, y en ese momento me resulta muy difícil expresar emoción. Por eso grité: «¡Socorro! ¡Los amo!» Creo que fue una cosa tremenda y me resulta muy difícil describirla. A mucha gente cuando le cuento circunstancias realmente importantes de mi vida, tengo que contarle eso. Ya no me puedo sacar de la cabeza a esas 250 mil personas. Pero si hay algo que me pasa por encima es que fue uno de los momentos en que estuve con mi padre. Soy un tipo nervioso, a veces me pongo tímido y entonces me cuesta horrores la cosa más trivial. Mi padre trabajaba conmigo y era en ese aspecto muy protector. Me acuerdo que ese día lo vi: él ya no estaba nada bien. Pensé que ese tipo de situación era buena para los dos porque ponía ante nuestros ojos todo lo bueno que habíamos hecho. En muchos aspectos mi viejo era un tipo muy estricto y pragmático, pero tenía mucho vuelo interior. Para mí fue como una bendición que empezara a trabajar con nosotros porque descubrió muchas cosas que nos llevaron a una mayor transparencia económica. Captó inmediatamente las cosas que estaban demasiado desorganizadas, y por su propia personalidad y por su laburo habitual, las ordenó. Después quedó como una especie de asesor y contador, hasta que falleció. Él murió justo en el medio de esta grabación y para mí fue quizás lo mejor que tenía de paliativo para el dolor. Lo que pasó con mi viejo es EL dolor y aparece esta situación de hacer música, de estar tocando y para mí era lo que tenía que hacer. Me aferré a eso y logré disfrutarlo también y sentir que sigue: hay luz. Este disco es muy importante por el momento personal que estaba atravesando y por la relación con Daniel que fue así muy fructífera. Yo creo que él es un grande de la música en la Argentina. Fue muy placentero. Es un disco muy libre y en definitiva hay mucha gente que lo está descubriendo con el tiempo. Muchos lo han adoptado como una cosa musicalmente importante. Yo creo que en los noventa fue de los primeros discos en la Argentina en proponer un sonido diferente. Encontrar nuevas formas para lo que yo quiero expresar me es absolutamente necesario. Eso para mí significa libertad. Y también vida. Este disco con Daniel es una situación muy vital, sobre todo después de lo que ocurrió con mi papá. La sensación es: acá está la vida, ¿no? Cuando uno pasa esas situaciones límites, tiende a revalorizar la vida. En realidad nuestro primer encuentro con Daniel empezó con Soda Stereo, estamos hablando del 82. Aquellos que conozcan el primer disco de Soda, hay no solo una intervención sonora de él, tocaba sintetizador con un solo dedo — siempre ha tocado con un solo dedo—, sino que además hay una canción suya, que es «Trátame suavemente». En ese momento Federico Moura, el líder de Virus, fue productor de ese disco y quería hacer una versión de esa canción. Y me sugirió que la escuchara. Él tenía muchas ganas de hacerla con Virus pero cuando se enrolló en el proyecto Soda, nos tiró esa historia. Yo la escuché y si bien me gustó mucho, no estaba muy conforme con la idea de hacer una versión. Pero cuando empezamos a hacerla nos encantó, y finalmente quedó. Parece que se la había negado a muchos, pero como con Daniel éramos medio amigotes, me la dio. Ese fue, creo, nuestro primer punto de contacto. Creo que siempre quise hacer un disco con él. Desde el comienzo hubo muy buenas situaciones musicales, y una conexión, más allá de que a él se lo pudiera rotular en lo tecno, y a mí ligarme más al rock. Ambos tenemos cultura rockera y dimos con una música, con canciones que tienen diversas variables. La propuesta fue: juntémonos a componer que, además, la pasamos bien. Nos divertía realmente hacer lo que aparentemente era incorrecto, básicamente como experiencia sónica. Yo no creo que Dani esté cuerdo, cosa que siempre me gustó de él, o sea: para mí Dani fue referente siempre, desde que escucho sus trabajos. La primera vez que nos vimos me quedé asombrado de alguien que no tocaba sus instrumentos de manera convencional: eso siempre me alucinó.


Y tuvimos una relación así de encuentros y desencuentros, pero yo tengo una gran admiración por él como artista y en algún momento de la vida nos volvimos a juntar y eso fue alrededor del noventa. Y empezó a participar así activamente conmigo, además de una amistad muy potente que emprendimos ahí. Empezamos a juntarnos a hacer temas y muchos de ellos o cosas que hicimos fueron a parar al disco de él, a Rex Mix, o a Canción Animal. Formamos una especie de dúo de compositores, además de que individualmente hiciéramos temas. Colores Santos es el resultado de una música conectada a todo lo que estuvimos haciendo, desde Canción Animal a Cámara. Ninguno podría haber hecho esto por separado. Nos convertimos en una especie de usina que sacaba temas sin parar, nos divertíamos mucho. Era el momento en que comenzaba la estética y la tecnología del sampler, yo tenía un aparato que se llamaba MPC-60 de AKAI y lo estaba manejando muy bien, pero hasta ese entonces hacía baterías porque parecía haber sido creado para eso. Cuando empecé a agarrar trozos de canciones se nos abrió el mundo, como al hip hop. Entonces fue una fuente inagotable de ideas que terminó en un disco que ni siquiera pensábamos que íbamos a hacer. Y Colores Santos es eso, un disco hecho totalmente por deseo y sin ningún tipo de planificación anterior. Fue por una decisión de darnos el espacio para esto. Buscamos el espacio y justo vino con el verano. También fue para dar un corte a toda la música que estábamos juntando. Hay cosas que vienen arrastradas posteriores a Canción Animal, pero realmente decidimos hacernos un espacio para componer y tocar juntos. El disco es producto bien de jam, de zapada, incluso intercambiando roles, no hay roles específicos en el disco. Bueno… yo toco la guitarra, Dani toca teclados, pero en realidad estuvimos intercambiando roles continuamente. La cuestión es que surge un disco que me parece que es propio de este dúo que armé con él y que decidimos terminarlo porque esto podría haber seguido diez años más. Hubo eventos, como la presentación de Dani en el Planetario, en los cuales trabajamos juntos en ambientes musicales que se convirtieron posteriormente en canciones que están en Colores Santos. Es además una experiencia sonora totalmente nueva, la considero así. Es algo que está bastante apartado de cualquier cosa que hagamos individualmente. Nosotros empezamos de alguna manera —como siempre uno se engolosina primero con un sistema— utilizando mucho lo que llamamos «capas de sonidos», no importa mucho de dónde vengan, pueden venir desde la guitarra o desde la voz misma. Lo que hicimos esta vez es realmente llevarlo un poco más allá del sistema en sí, más allá del uso del sampler, es realmente hacer canciones con todo lo que tengamos a mano, y a todas entramos de maneras diferentes. Yo trabajo bastante las máquinas desde hace tiempo, es una faceta que por ahí no se conoce mucho de mí, pero en muchos discos de Soda Stereo hay programaciones que hago; acá, bueno, armamos cada uno nuestro propio set y zapamos mucho con todos los sonidos que íbamos creando o sacando de un lado o del otro; y después metí unas violas, que son tan orgánicas como los samplers. Y la mayoría de las canciones tuvieron forma final y hasta a veces en su principio en la grabación: es un trabajo bien de estudio. Yo lo siento emocionante hasta en lo tecnológico. La ubicación del disco a lo largo de los días, por ejemplo, realmente me sirve de transporte hacia una manera mejor de ver las cosas, con respecto a la música y con respecto a la vida y lo que pasa alrededor. Yo no tenía pensado hacer un disco. De golpe fue una catarata creativa entre ambos y terminó siendo un disco, ¡puro placer! Nunca me reí tanto en mi vida como con él. El sentido lúdico con el que encarábamos el trabajo fue muy importante. Nos involucrábamos todo el tiempo en situaciones completamente erráticas, pero el concepto era tan fuerte que al final encontrábamos la salida.


Yo soy juguetón y con Daniel encuentro que no nos limitamos y nos potenciamos en todo ese juego, esa cosa infantil de quedarnos horas embelesados por los sonidos que producimos y las cosas que van ocurriendo. Me da la impresión de que con este disco fuimos bien lejos, eso me encanta. Me encanta porque es la primera vez que me pasa con alguien extra Soda Stereo, a pesar de que estamos trabajando todo el tiempo juntos. Mezclamos mucho las funciones, se supone que la placa tendría grandes participaciones de cada uno y todos podrían llegar a distinguirlas; sin embargo llegamos a un mimetismo tal que mezclamos hasta en la forma de cantar. Dany llegaba con cosas escritas, yo hacía lo mismo por mi lado y las palabras se repetían. Había un mimetismo inmediato sobre hacia dónde íbamos. Por eso el amor, el Universo, la flotación, la electricidad, la luz… También la música nos estaba generando eso todo el tiempo. Si bien tengo muchas afinidades musicales con varios músicos, con Daniel realmente llegó un punto en donde no sabía dónde terminaba uno y empezaba el otro. Muchas de las cosas que a veces se consideran más electrónicas, que supuestamente vienen de Daniel, ¡son mías! Necesitábamos darnos el espacio para hacer toda una obra completa. Realmente ambos nos tomamos como referentes musicales. Nos hicimos amigos por la música. Y descubrimos que nos permitimos jugar sin vergüenza uno del otro y, bueno, los resultados me encantan. Me parece que una de las mejores cosas que observé es que la música, lo que produjo este disco, los entusiasmó a Charly y a Zeta también muchísimo. O sea: fueron los primeros fans de lo que pasó. Para mí, Colores Santos es la concreción, el límite (aunque la propuesta sea liberadora) de lo que consideramos una obra. Veníamos apelotonando material y muy al mango, por eso llegó ese momento de concretar el disco. Fue la primera vez que hice un proyecto como un disco absolutamente sin presiones, surgió naturalmente y probablemente haya sido la puerta como para que pueda hacer un disco yo después. No sentí ninguna presión realmente, para nada. Es más: nunca la siento. Desde ese ángulo, no. Sí una autopresión de querer hacer cosas. Tengo el impulso de querer hacer cosas diferentes y que los discos tengan un sentido, y todo ese tipo de rollo es realmente lo que más me interesa en el momento. En este caso fue compartir una situación. También con Soda es compartir una cosa. Me interesa lo que me enriquece, me gusta hacer cosas extra Soda Stereo. Creo que me hacen bien y que es absolutamente necesario. Además, siento que Colores Santos me abrió muchos horizontes. Me encantó haberlo hecho. Estoy súper feliz con el disco y también me inyectó de entusiasmo para poder hacer el disco con Soda. No resultó producto del cansancio de otra cosa. El entusiasmo por hacer este disco se produjo a partir del movimiento de empezar a hacerlo, de «experienciar», de zapar juntos. Realmente es como que de antemano no tenía nada: tenía elementos dispersos y emociones que quería repetir. Yo decía que era como «experienciar», el verbo, que era un absurdo decir eso. Porque no es un experimento tampoco, como algunos piensan, uno no está en la actitud de experimentar, pero sí de vivir la música y así se fueron generando canciones. Con Daniel siempre nos nutrimos el uno al otro con cosas para escuchar. Creo que la música de Colores Santos es algo diferente a lo que él y yo solemos hacer.


Además el disco se alimentó también de todo lo que pasó en discos que hizo Dani, en presentaciones que hemos hecho juntos, ya sea en el Instituto Goethe o con Soda Stereo en la avenida 9 de julio, o en el Planetario. Todo lo que veníamos haciendo fue como un material para desarrollarse en Colores Santos. Siento que ya es un clásico nacional, y me parece que la máxima virtud que tiene es que es completamente contemporáneo. Creo que formamos un dúo de compositores, lo cual es muy extraño porque trabajamos individualmente y de repente formamos una sociedad de amigos por la música. El disco fue realmente hecho en el estudio, no vinimos con los temas y grabamos sino que se fue armando, probamos muchísimas cosas. Fueron alrededor de 350 horas de estudio. Íbamos escribiendo cosas y a lo mejor uno llegaba con una primera idea que desencadenaba el resto. O escribíamos en el medio del estudio, eso ocurrió continuamente, poníamos el tema y nos poníamos a escribir entre los dos. Daniel llegó un día con la idea de «Colores Santos», con esas dos palabras. Fue una primera idea de Dani que fue realmente como nombrando lo que estábamos haciendo en el medio de las grabaciones. Sabíamos que iba a ser un disco pero todavía no estaba completo. Fue antes incluso el nombre del disco, que el de la canción. Y al terminarlo, el nombre me parece más acorde todavía. Se dijeron muchos, pero ninguno le ganó a «Colores Santos» y por eso quedó. Además, todos los conceptos que manejamos en el disco tienen que ver con la combinación de colores y con la superposición y con la potenciación entre los tonos, los matices, las estructuras, las letras. Está basado en una situación de capas sonoras, los instrumentos haciendo una especie de «barridos de sonido», eso también cabe para la voz. Combinación y contraste entre instrumentos, algo que tiene que ver con la estética del sampler, de utilizarlo como basamento rítmico. Y después también interviniendo en la supuesta armonía, porque hay una armonía, pero está dada por grumos de notas. Además, en la aparente complejidad del sistema también se mezclaba lo más simple, como el sonido que puede salir de una guitarra, o un teclado que yo toqué que es una especie de Fun Machine, es el arranger de Roland, que tiene sonidos tan simples que no debería ser reemplazado jamás por uno supuestamente más «rico». También hay contraste entre un estado de flotación e invasiones de tormentas eléctricas que llegan por momentos. En cuanto a los instrumentos concretos de aire, hay trompeta y guitarras acústicas, que siempre utilizo. Tengo una de doce cuerdas que tiene muchos años y es mi punto de partida para muchas canciones. El timbre es más importante que la nota. Llegamos en realidad a una armonía, pero en definitiva combinamos colores, sonidos, incluso cuando hubo que referirse armónicamente a un instrumento que representa una cuestión matemática de armonía, eso iba para cualquier otro lado. Aparecía el bajo —yo toqué muchos bajos en el disco— y le daba un sentido armónico en ese momento, pero en realidad los bajos venían a decir: «Bueno, esta es la nota». Grabé mucho el bajo con equipo de guitarra. La idea fue transformar el estudio en un lugar de performance. Eso, al menos para nosotros, era inédito. Perfeccionábamos desde la imperfección, no trabajábamos buscando la excelencia y, sin embargo, teníamos una estrategia. Creo que no hay un único camino correcto, todo es posibilidad de aberración o no. Fuimos todo el tiempo producto de la casualidad en el estudio, fue una improvisación absoluta, entonces se iban dando cosas que sugerían otras hasta que parábamos y decíamos: «Bueno, acá tenemos una canción». Y lo mejor es que cada vez íbamos más lejos, y por eso hubo que ponerle un fin, porque seguíamos tocando. Hay versiones que tenemos de los temas que duran 17 minutos.


Cuando nos pusimos adentro del estudio, hicimos todo hasta que terminó, hasta que decidimos terminarlo en realidad. Lo grabamos y mezclamos en Supersónico, el estudio mío, y se hizo el mastering en Miami. Después el estudio lo tomó Zeta para producir a Los Aguirres y también mi producción de Los Siete Delfines. Colores Santos me abrió la cabeza, incorporó todos esos nuevos colores de los que hablaba y que van a tener una aplicación directa en cualquier cosa que hagamos los dos. Hice las voces, toqué guitarras, toqué baterías, toqué samplers, bajo, toqué teclados: mi intervención más grande de teclados en toda mi historia musical ha sido aquí. Este disco no fue encarado desde el punto de vista de las guitarras sino más bien desde la complementación entre el set de Dani y mi set. Daniel era el que más decía «poné guitarras». Quizás por eso las dejé para el final. En las guitarras los equipos estaban a muy alto volumen en general, o sea que sonaban cosas incontrolables, lo cual era mucho más interesante. Como en «La cuerda planetaria», donde el solo de guitarra es un trabajo de acoples melódicos que se produjo absolutamente por casualidad. La guitarra, por ejemplo, tiene afinaciones diferentes en prácticamente todos los temas. En algunos temas tocaba solo tres o cuatro notas, buscando si el efecto era el que quería producir para que se entrelazara con los samplers, o con los distintos instrumentos. Y para eso es necesario a veces cambiar la afinación, para tocar, por ejemplo, tres cuerdas al aire y que suene la misma nota, o a veces la mandaba muy grave. Es algo que hice, de una manera u otra, en casi todos los temas. Pero también diferentes maneras de llegar al sonido y la interpretación en sí. En el solo de «Vuelta por el Universo», utilizo el E-Bow, en «Tu medicina», uso una guitarra con wha-wha sampleada mezclada con una guitarra vibrato mía y un par de guitarras más. Realmente en «Tu medicina» hay una aglutinación de sonidos de guitarras a partir de una base que era de un órgano. Colores Santos es un disco que hoy mucha gente ve con otros ojos, pero en el momento que lo saqué la gente decía: «¿Qué es esto? ¡Colgate la guitarra, pibe!» Para mí no existe tal tensión con la electrónica, samplers, etc.… Para mí era otro instrumento, nada más. Y nunca fui fundamentalista porque me parece que el rock que absorbí quizás tiene que ver con las influencias, pero si pienso en Bowie, o pienso en la música de los setenta que empecé a escuchar o Jimmy Hendrix, ¿qué hacía con la guitarra? No hacía lo mismo que hacían otros: transformaba el instrumento en otra cosa, —humildemente, porque no quiero compararme—. Para mí el rock significa apertura. Esa sensación de apertura sonora y hasta conceptual que te da el disco, esos colores que sugiere, seguro va a influir notoriamente en todo lo que haga de ahora en más. Y a pesar de que me satisface cómo está hecho, provoca en mí la necesidad de seguir haciendo música y producir proyectos. El disco sí se puede hacer en vivo, lo que pasa es que no tenemos la idea de presentarlo en vivo, que es otra cosa. El proyecto cierra, realmente, de esta manera. La relación entre ambos sigue, porque tiene que ver con una amistad y con seguir disfrutando de escuchar y hacer música juntos. Pero a este, decidimos terminarlo aquí. Yo seguí adelante con Soda Stereo y él incluso era parte del grupo cuando tocábamos en vivo, hasta que, bueno, después cada uno siguió por su lado.


TEMAS Y VÍDEOS HOY YA NO SOY YO-Dirigido por Alejandro Ros Autores: Gustavo Cerati, Daniel Melero

Adivino tu intención, tengo ganas de saber quererte. Pero hoy ya no soy yo. Es uno de nuestros temas favoritos. Es el momento divertido del álbum. El segundo hit según nuestro pronóstico. La idea es que las cosas cambian tan rápidamente que en un mismo día uno no es uno. El video era la situación ideal para convertirnos en cualquier tipo de personaje. Íbamos con Daniel y Ruth (Infarinato), yo la conocí ahí a ella. Estaba Alejandro Ros que a su vez es uno de los diseñadores de la tapa, y la verdad es que él tenía una cantidad de ideas y se fue armando sobre la marcha. Lo importante era el lugar, ese espacio reducido donde la cámara iba pasando, y después una serie de situaciones graciosas que iban ocurriendo, en las cuales nos íbamos plegando con diferentes indumentarias. Fue muy divertido, lo hicimos todo en un día. VUELTA POR EL UNIVERSO Autores: Gustavo Cerati, Daniel Melero

Nuestras almas al flotar son las nubes más brillantes. El primer tema es el ticket de este viaje, se llama Vuelta por el Universo. Con Daniel escribimos sobre el Cosmos, sobre la imaginería astronómica y esas cosas. Pero después, cuando terminamos el disco, ambos hicimos como una especie de pacto de no seguir, de dejar eso para este disco. Me acuerdo que Daniel me decía: «¡No sigas escribiendo sobre las estrellas, no sigamos escribiendo sobre las estrellas!». Pero es muy inspirador eso. Igual es música pop y estamos escribiendo sobre lo que nos pasa a nosotros, pero de pronto estás en una noche increíble y decís: «Todo esto que está acá arriba ya pasó hace 10 mil millones de años, ¡y yo lo estoy mirando como si fuera ahora!». Probablemente «Vuelta por el Universo» contenga los elementos que después se van desarrollando en el disco a través de diferentes canciones. Lo elegimos como tema de difusión también por esa razón, mucho más que por el concepto de si es o no un hit. En realidad estamos enamorados de todos los temas, incluso del movimiento que tiene el disco, desde el comienzo hasta el final. Sin embargo, «Vuelta por el Universo» sin ninguna duda incorpora los movimientos de todo. Hay algo como de un viaje hacia una cosa que yo llamo «Luz», porque el disco propone algo así: bastante libertad, desde el método que usamos para hacer la música, hasta las letras y todo, cita un poco la necesidad de liberarnos y de buscar algo más luminoso. Es un hit, sin dudas. Si lo escuchás bien, podés tener una noción certera de qué se trata el resto. La idea fue ubicarlo al comienzo para dar una pista. Es el mapa para llegar a Colores Santos.


PUDO SER Autores: Gustavo Cerati, Daniel Melero

Caemos fulminados por un rayo que viene del futuro. El territorio de la duda… Tiene una letra muy compleja. Musicalmente tenía una dirección, pero letrísticamente había muchas posibilidades y allí radicaba la belleza, y en ese sentido se aproxima a lo fílmicamente siniestro. Es uno de los temas más David Lynch del disco. Suena una moneda y una cuchara en un vaso. Lo que pasa es que la cuchara en el vaso es la que se repite continuamente. La moneda cae y la cuchara en el vaso es como el recuerdo de la moneda. Lo saqué de algún disco que tenía una cuchara en un vaso, no me acuerdo si un disco de efectos especiales o qué. Lo tenía y, bueno, lo utilizamos. En realidad es porque somos un par de improvisados, uno se manda con una cosa y después eso pasa a ser parte del tema. Está en la canción y es parte de ella. Está puesta ahí para que se aprecie, definitivamente. Carola Bony apareció en una disco un día y dijo: «Tengo un casete para que escuches», me lo dio y lo escuché. Nosotros ya estábamos anidando lo que sería después Colores Santos y ya había una idea cuando lo íbamos componiendo que podía haber una voz femenina. El casete contenía un par de canciones en inglés jazzeadas. Me gustó mucho el timbre y sobre todo me gustó la actitud, aparte cayó en el momento justo. Carola tiene 19 años, prácticamente no tiene ninguna experiencia anterior de grabación, fue sensacional la performance que tuvo y ella misma no lo puede creer. Nos encanta que haya sido una persona aparentemente desconocida la que haya participado en el disco. Tiene una voz que nos encantó. La situación era un poco que tenía que funcionar. Era fílmico el proyecto del tema: continuamente nos estaba tirando imágenes, tenía que ver con meterse dentro de un personaje. Vino, cantó y fue bárbaro. Quedó. También está Flavio Etcheto en trompeta, en «Madre tierra». Son los dos músicos invitados que participaron en Colores Santos. TU MEDICINA Autor: Gustavo Cerati

Siempre estás tan cerca, nunca digo adiós. Es una de las canciones más fuertes que yo escribí alguna vez y tiene una historia muy importante en mi vida y a la vez muy gráfica de cómo puede funcionar la creatividad cuando hacés una canción que está ligada a una emoción muy fuerte. Y realmente es una de las mejores canciones que yo he escrito, en todo: armonía… ¡todo! Es una de las que más me gustaba cómo florecía. En este tema por ahí se resume un poco todo el sentimiento que tuve en una experiencia vital como hacer un disco y que muriera mi papá. Mi padre tenía cáncer y fueron dos años de pensar en la muerte. Y escribí una canción que se llamaba «Tu medicina», y no la podía terminar. La canción estaba construida musicalmente, estaba bien, pero la letra la dejaba y la dejaba . El día que falleció mi viejo la terminé ahí. Me acuerdo que me llevé una hoja de la clínica donde estaba internado. Una hoja con una serie de consejos y de esa hoja surgió el cierre.


La circunstancia que rodeaba a papá llevaba la idea de que todo podía terminar. Y terminó con la tristeza tremenda que propone la canción, pero también con la luz que aparece al final. A mí me pasó eso. Papá murió en mis brazos, con toda la familia rodeándolo y en ese momento, hubo luz. Tomó forma porque hubo algo de luz en esa situación, además de lo terrible. Lo sentí en un momento así tan… increíble, porque yo mismo ahora ni cuenta me doy, me cuesta muchísimo. Imágenes que se me vienen encima y también papeles, frases que poblaban el lugar que encontré y que fueron completando la canción. Una situación así de dolor tan fuerte y al mismo tiempo mezclado con la esperanza y con el futuro y con la medicina, con la curación, con la fuerza de vivir y que cualquier cosa es una medicina realmente para salir adelante, es como una enseñanza gigantesca para mí.




En primera PERSONA


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